Antonio y Francis no notan que Feliks está ahí.
Pero no es su culpa, ¿quién en su sano juicio saldría a esas horas de la noche, a mitad del invierno?
Polonia les nota ebrios, caminando torpemente por los jardines frente a la Torre Eiffel, tropezando cada tantos pasos, mientras ríen por su torpeza. Los observa en silencio, mientras esconde la mayor parte de su rostro en la bufanda que usa para cubrirse del frío; realmente no tiene intenciones de moverse y solo espera que los dos países pasen y se alejen sin toparse con él.
Pero, de un momento a otro, Antonio pisa mal y termina por caer al suelo, riéndose escandalosamente al caer de bruces contra la nieve, no demasiado lejos de donde Feliks está. Francis, tan ruidoso como siempre, ríe de la misma manera que su mejor amigo y como puede, se inclina lentamente hasta quedar sentado al lado del castaño. Polonia los ve compartir un par de besos entre sonrisas cómplices y el sonrojo sobre sus rostros, con los ojos somnolientos por el alcohol que ha consumido.
Es extraño verlos sin Gilbert, siendo el trío de amigos que son. Feliks suspira, tratando de convencerse de que se mantiene ahí solo porque ha llegado antes que ellos, y no porque espere ver al albino llegar igual de ebrio que sus mejores amigos. Solo que los minutos transcurren y parece que Gilbert no los alcanzará.
Polonia, aunque nunca lo admitirá, se siente un poco decepcionado de no verlo ahí. Aunque sabe que mantenerse alejado es lo mejor para tener paz en su mente.
Los besos continúan un poco más y Feliks siente que quizás está espiando un momento íntimo que comparten las dos naciones. Sabe que debe irse, después de todo, ya es demasiado tarde y Toris debe estar buscándolo, han quedado antes para cenar y el rubio lo ha dejado plantado por horas.
Toma el bolso con el que ha salido y se asegura de estar bien abrigado, pero la voz de Francia atrae su atención de nuevo.
—¿Estás bien, mon amour? —pregunta ni muy alto ni muy bajo. Se inclina hacia Antonio y acomoda su cabello para que quede debajo del gorro que la nación española usa. Se le nota preocupado, la caricia que deja sobre la mejilla del moreno es demasiado lenta, muy íntima. Insiste una vez más— ¿Antonio?
Antonio tiene la mirada perdida en las luces de la Torre Eiffel, pero corresponde la caricia del francés inclinando su cabeza. Después de unos segundos se gira y le sonríe con un poco de pena.
—Solo estoy preocupado, Fran.
Francia asiente y, aún sobre la nieve, atrae el cuerpo de Antonio a un abrazo.
—¿Se trata de Gilbert? —pregunta. España asiente, y Polonia presta más atención a la plática, tratando de oír todo desde donde está— Yo también estoy preocupado. Gil siempre ha sido impredecible, mon amour, pero todo lo que hace tiene una razón de ser. Estoy seguro de que es mejor de esta manera, si es lo que él quiere.
Antonio no le responde de inmediato, su mirada sigue sobre la Torre y poco a poco su rostro se vuelve triste. Polonia lo nota, y también observa la angustia en la mirada de Francia. No lo entiende, parece que ambas naciones tienen un dolor que no se atreven a pronunciar en voz alta, pero Feliks no tiene ni el valor ni la confianza para acercarse y preguntar qué ocurre, ni siquiera debería importarle.
Lo que pase con Gilbert debería tenerlo sin cuidado. No son amigos, ni siquiera podría definir su relación como amantes, entonces ¿por qué de pronto él también comienza a sentir angustia por lo que han hablado los dos países frente a él?
—Supongo que tienes razón —España habla después de un rato—. Nada de lo que hagamos lo hará cambiar de opinión, de todas formas. Solo podemos estar a su lado ¿cierto?
Su voz se quiebra al final y Francia debe abrazarlo para que el español pueda ahogar su llanto contra el hombro del rubio. Polonia siente que hay demasiado que no conoce, y que quizás jamás sepa. Como sea, el llanto del español es lo único que le hace moverse de ahí, sabiendo que quizás ha escuchado algo que no debía, aunque no entienda de qué se trate.
Regresa a la habitación de su hotel. En la recámara se mantiene el perfume que Prusia usa, por más que ha dejado las ventanas abiertas durante su salida.
Feliks suspira, quitándose el abrigo que tiene un poco de nieve. Camina hacia la cama, deteniéndose en seco al notar que ahí donde solo debería estar su almohada, hay una pequeña flor azul que rápidamente identifica como un aciano.
Entonces entiende que no solo Toris lo ha estado esperando toda la noche y solo puede preguntarse ¿por qué Gilbert sigue buscándolo?
¿Por qué Gilbert sigue arrebatándole su paz?
Sin tener respuesta a sus preguntas, toma la pequeña flor de su cama y termina dejándola sobre el taburete a un lado del colchón.
No ha tenido el valor de deshacerse de la flor.
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Pequeña nota: Google dice que el acino es la flor nacional de Alemania.
Pequeña nota, no. 2: Hace dos capítulos Toris tiene un pequeño diálogo en su idioma, para fines prácticos, solo pregunta a Polonia si se encuentra bien. Me había olvidado de ponerlo, pero listo. Arreglado.
