Code Geass: Bloodlines

Capítulo doce:

Lazos de Sangre (parte II)

Lelouch llevó a su equipo a un restaurante de comida mediterránea. Sus citas con la joven heredera Britannia no solo habían ampliado su perspectiva gastronómica, también lo puso al tanto de los mejores restaurantes de Pendragón. Les explicó someramente a Tamaki y Kallen en qué consistían los platillos que captaron su interés. Nunca antes habían probado la comida mediterránea y Lelouch no iba a tomarse el atrevimiento de ordenar por ellos. Tan solo a Rolo le sugirió algunos que había tenía el placer de desgustar, ya que no mostraba inclinación por ningún plato y, a diferencia de sus animados y bulliciosos colegas, se limitaba a leer el menú en total silencio. Él hizo caso a su recomendación de tomar la paella. Kallen pidió mejillones sicilianos por su gusto hacia los mariscos; Tamaki, un Ratatouille, porque lo asoció con la película del mismo nombre y era lo único conocido para él en el menú y Lelouch, un Fattoush. Tamaki quiso sentarse al lado de su compadre, lo que dejó a Rolo y Kallen los asientos de enfrente. Kallen y Tamaki monopolizaron la conversación o, más bien, él era el que parloteaba y ella intervenía de vez en cuando. Rolo los oía con aire taciturno, mientras jugaba a darle vueltas al cuchillo de carne en un acto inconsciente bajo la mirada atenta de Lelouch. Estaban echando mano a las viandas delante de ellos, cuando se le ocurrió una forma sutil de fomentar el sentido de pertenencia y estrechar los lazos entre los miembros. Dijo:

—¿Qué les parece si jugamos un pequeño juego? Es simple. El jugador en turno realiza una afirmación sobre otro y si esta es cierta, el interpelado bebe; si falla, el jugador es el que bebe.

—¿Ese juego no salió en ese viejo programa de fantasía medieval que ve Carmen? —inquirió Tamaki, rascándose el pecho. Lelouch lo pateó en la espinilla. El hombre pegó un brinco.

—Para evitar agotarnos, que sea una afirmación por turno y la persona que recientemente fue interrogada será la siguiente en jugar y así iremos rotándonos, ¿se entendió?

—¿Acaso este juego es una manera de fanfarronear tus habilidades detectivescas? —inquirió Kallen. No disimuló la pizca desafiante en la pregunta.

—Tal vez —Lelouch le regaló una sonrisa pícara—. Veremos qué tan buenos detectives son algunos, ¿quién empieza?

—¡Yo! —exclamó Tamaki alzando la mano vigorosamente y borbotando el mojito que estaba bebiendo. Lo descargó sobre la mesa con una rudeza no intencional y exhaló fuerte. Miró a Kallen, que estaba delante de él, con ojos entornados. Anunció agitando el dedo en su dirección—. ¡Tú tienes un tatuaje! —le sostuvo la mirada por unos minutos, dilatando la incertidumbre, y ella bebió un trago—. ¡Sí! Era obvio. Tienes el piercing en la oreja, ¿no vas a tener el combo completo?

—¿Es verdad?

—Cuando era adolescente, tuve un periodo de rebeldía máxima. Solía escaparme de casa y hacer locuras. Participé en varias peleas de robot ilegales, por ejemplo —explicó una Kallen aturullada. La presión de todas las miradas sobre ella la hizo encogerse en su asiento—: ¿qué? ¡Era divertido! Mi Guren pateó muchos traseros. No se crean. ¡Miren! Buscaba adrenalina y afuera la obtenía. Y creo que me gustaba cabrear a mi madras..., mi madre. El tatuaje fue la gota que colmó el vaso. Recibí una paliza, pero valió la pena —se rió de sí misma—. Estaba loca…

—¿Estabas? —cuestionó Tamaki, juguetón—. ¿Y en dónde tienes tu tatuaje?

—Eso no te lo diré —increpó, ruborizándose—. Es mi turno de jugar —afirmó. Se volvió a Lelouch—. Tú aprendiste a bailar tango cuando eras niño.

—Bebe.

—¿Qué? —exclamó, boquiabierta y decepcionada de haber fallado—. ¿Cómo es posible? Si no aprendiste bailar tango a esa edad, ¿cuándo fue? —gimió. Kallen cogió su vaso y lo sorbió.

—En realidad, en contraste con mi hermana y mi madre, que les encantaba, a mí no me gustaba bailar y siempre lo rechazaba cada vez que me invitaban, aunque sabía algunas cosas. Decidí tomármelo seriamente cuando mi madre murió y mi hermana no podía más hacer lo que más amaba. Bailaría por los tres.

—¡Uhm! Me equivoqué por un tecnicismo —refunfuñó poniendo una mueca—. Yo aprendí de niña en una academia. Mi madre me dio la lata con eso. Decía que una señorita debía saber bailar cualquier tipo de música para nunca negarse a bailar con un caballero y que tal vez así conocería al hombre con quien me casaría.

—Bueno, esos años que invertiste en la academia rindieron sus frutos: eres una bailarina extraordinaria —elogió con una sonrisa coqueta, al tiempo que apoyaba el dorso de la mano en su barbilla. Ella bebió otro trago de su mojito esquivando su mirada. Podía sentir que el rubor que teñía sus mejillas estaba intensificándose y no quería que él se percatara, bien que Lelouch estaba viendo a Rolo. El asesino estaba lanzando miradas a ambos lados, como si estuviera rastreando vías de escape. Lo que temía había llegado—. Tú eres huérfano —afirmó Lelouch. El interlocutor persistió en su terco silencio—. ¿Tengo razón, Rolo? —preguntó con suavidad.

Pese a los esfuerzos de Rolo por mantener su máscara imperturbable, todos se dieron cuenta de la fugaz microexpresión que cruzó por su rostro.

—Beba —masculló a la defensiva.

—Tengo el presentimiento de que mientes —comentó Lelouch sonriente—. Sin embargo, dado que no establecimos reglas para los mentirosos, lo omitiré y voy a beber —encerró sus dedos en torno al vaso y lo meneó. Por el rabillo del ojo, divisó a su secretario. Estaba tenso—. Está bien, Rolo. No tienes por qué sentirte intimidado. Nosotros hemos experimentado la orfandad de diferentes formas cada uno. Tamaki perdió a sus padres cuando era joven, mi madre murió y mi padre me abandonó y Kallen…

—También fui abandonada —remató con débil entonación observando el fondo de su vaso.

—No tuvimos el hogar que soñábamos. Eso es cierto. Pero, en el presente, aun si el trabajo nos reunió, la solidaridad y la confianza inspiró en nosotros un fuerte espíritu de hermandad en el que pudimos encontrar esa pieza que siempre nos faltó. Espero que tú también lo halles. Por lo pronto, siéntate a gusto. A tu salud, Rolo —Lelouch ingirió un trago largo—. ¿Cómo estuvo la comida?

—Deliciosa —respondió con sinceridad.

—Me alegro.

Los interrumpió el pitido de un teléfono. Rolo atendió. Era el suyo. Recibió un mensaje. De los que no podía ignorar ni postergar.

—Discúlpenme. Tengo que irme temprano.

—¡Ah! ¿Justo ahora cuando el juego se estaba poniendo bueno? —se lamentó Tamaki.

—Jugaremos en otra ocasión. De acuerdo, Rolo —asintió Lelouch, amable—. Eres libre de retirarte.

Rolo se despidió de los otros y se puso de pie. Lo vieron por última vez alejándose, en tanto contactaba a esa persona que le escribió. Tanto él como los otros miembros del bufete habían acabado de almorzar. Kallen miró a hurtadillas a Lelouch. Sino fuera por Tamaki, esa sería la ocasión perfecta para confrontarlo. O no. Un restaurante no era el sitio para discutir unos temas tan personales. Desde ayer, ella ardía en ganas de volver a tener un momento privado con él —quién lo diría. Tenía mucho que echarle en cara y le urgía hacerle tantas preguntas. Se contuvo en el juicio, en la comida y estaba enloqueciendo ante la espera.

—Tamaki, ¿podrías alcanzar al camarero? Creo que no me oirá, aunque lo llame —solicitó Lelouch. ¿O era una coincidencia o tenía una habilidad para leer la mente?

—¡Oh, claro, compadre! No tardaré.

La silla chirrió horriblemente cuando él se incorporó, lo que incomodó a algunos de los clientes que estaban alrededor. Tamaki no lo notó. Su actitud descuidada protegía su enorme sensibilidad.

—¿Quieres hablar de lo que pasó en el juicio? —indagó Lelouch, inclinando la cabeza hacia su interlocutora. Ya estaban solos.

Lelouch tenía los dedos entrelazados como solía hacer cuando tenía el sartén agarrada por el mango. Kallen estaba sumergido en sus pensamientos. No respondió en el acto. Lelouch pudo fijarse porque ella estaba tamborileando la mesa con el tenedor distraídamente. Le repitió la pregunta.

—Siendo honesta, me siento extraña: me da la impresión de que fuimos tan miserables como él...

—Si nos hubiéramos ceñido a nuestro deber dejando que las cosas siguieran su cauce natural, habríamos ganado. Tú lo dijiste: la evidencia era circunstancial. Y aquel hombre era culpable. ¿Qué hubieras preferido? ¿Un asesino libre o un abogado antiético?

—¡Lo sé! ¡Lo sé! Hicimos lo correcto. Mira, fue mi decisión hacer las cosas a tu manera. Es solo que no me acostumbraré de inmediato, ¿de acuerdo? —señaló Kallen con rudeza. Estaba cepillándose los muslos con ambas manos. Comprensivo, Lelouch le dio la razón asintiendo la cabeza—. Aunque no es esa la parte extraña...

—¿Y cuál es?

—Que estoy tranquila.

Una sonrisa condescendiente se dibujó en los labios del abogado. Lelouch cogió una servilleta y se limpió las comisuras de los labios.

—¡Oh! Es normal —la tranquilizó—. ¿Te acuerdas de que te dije que podías ser una buena mentirosa igual que yo?

—Sí —confirmó moviendo la cabeza afirmativamente, sin entender cuál era el punto—. ¿Y eso que tiene que ver con esto?

—¡Todo! —se rió. Entonces, Lelouch se enserió con una rapidez espeluznante y agregó sombrío—: sabes, Kallen. Sea de lo que sea que están hechas nuestras almas, tú y yo estamos hechos del mismo material —siseó. Al término de aquella frase, un escalofrío fustigó a la pelirroja por detrás, obligándola a enderezarse. Lelouch, por su parte, había vuelto a adoptar su expresión inocente.

—Puede ser —vaciló Kallen jugando con su tenedor—. A decir verdad, Lelouch, hay otro asunto que necesito hablar contigo. A solas.

Lelouch no preguntó por qué ni le pidió un adelanto. A lo mejor había escudriñado su alma con esa mirada penetrante y ya sabía lo qué quería. Enarcó las cejas, fingiendo sorpresa. Cogió su vaso. Nada más le faltaba un trago para acabárselo.

—¡Qué curioso! Yo también tengo algo de qué hablar contigo.

—¿Ah, sí? ¿Qué es?

—Ya lo sabrás —aseguró Lelouch con actitud misteriosa y bebió el contenido.


Suzaku estaba en su apartamento. Tan pronto había llegado, alimentó a Arthur, limpió la cajita de arena, se desprendió de su chaqueta, aflojó sus mancuernas y se dejó caer en el sofá de la sala. Llevaba un buen rato extraviado en sus reflexiones, con las rodillas juntos y las manos detrás de la cabeza, agarrándose la nuca. Y la mirada clavada el suelo. No estaba pasando por el mejor de sus momentos. El caso de Zero no estaba progresando y no tenía idea de qué pasaría con su amistad con Lelouch a partir de ahora. Algo se había roto entre ellos en aquel altercado en la tarde. Sin embargo, no se retractaba de sus palabras. Estaba profundamente decepcionado de su mejor amigo. Él le había fallado. Suzaku anhelaba que su réplica, su confesión, sobre todo, lo hicieran reaccionar. De cualquier forma, esto había renovado su determinación de cumplir su promesa. Britannia Corps había destruido incontables vidas, incluyendo la de Lelouch. No descansaría hasta ver a los presidentes Charles y Schneizel rindiendo cuentas ante la ley. Tristemente, el actual sistema judicial no se lo permitiría mientras funcionarios corruptos como el fiscal Waldstein estuvieran en los altos mandos. Suzaku sabía de antemano que la batalla sería dura. Pero su voluntad era inquebrantable. Él escuchó el timbre de repente. «¿Quién será?». Se encaminó hacia la puerta, acarició las orejas de Arthur de paso y abrió. Era Euphemia.

—¡Lo hice, Suzaku! ¡Me enfrenté a mi hermano! —manifestó entrando a su apartamento.

En cualquier día, hubiera preguntado si podía pasar; hoy fue automáticamente arrastrada por el brío que había ganado ayer en su confrontación con Schneizel. Suzaku cerró la puerta detrás de ella. Tenía un aspecto confundido. Euphemia estaba tan inmersa en sí misma que no vio que Arthur atravesaba su camino. La gata se quitó rápido de en medio. Euphemia, que tenía los puños apretados en ambos lados de su cabeza, se llevó las manos debajo de la barbilla y profirió un largo suspiro de alivio. Uno que había estado conteniendo desde que dejó atrás la mansión.

—Respeto y admiro enormemente a mi hermano. Es el tipo de hombres que quieres seguir a donde vaya. Me asustaba perder el coraje cuando lo tuviera enfrente —reconoció Euphemia, abrazándose—, pero me aferré a mis convicciones y mis sentimientos y así pude hacerle frente —se dio la media vuelta, encarándolo, y dijo con aplomo—: lo decidí, Suzaku. Voy a exponer la verdad de mi familia y nuestra empresa.

—¡Euphie! —exclamó Suzaku, impactado—. ¡¿Sabes lo que significa eso?!

—Lo sé —confirmó Euphemia y se enfrió su entusiasmo—. Lo pensé la noche entera del día en que lo hablamos y la mañana del día siguiente. Intenté vivir como otro día más: no pude hacer la vista gorda y cruzarme de brazos. Estaba engañándome a mí misma si pretendía que mi vida volvería a la normalidad y, sin duda, no estaba siendo fiel conmigo.

—Pero, Euphemia, no vas a tener unas simples diferencias con tu hermano y tu padre. Esta decisión podría afectar su futuro de toda tu familia. Es posible que tus relaciones con ellos se rompan —susurró, aproximándose a ella—. ¿Crees que podrías soportar ver como encierran algunos miembros de tu familia?

—No me corresponde a mí decidir cuál es el castigo adecuado para ellos, sino al sistema de justicia —contestó bajando la mirada momentáneamente— y si tienen que ir lo aceptaré. Mi familia ha eludido la responsabilidad de sus crímenes. Solo un Britannia puede responder por ellos y, como hija de Charles zi Britannia, es mi deber —sentenció—. Tú me ayudaste a verlo cuando dijiste que éramos parecidos. Tú me inspiraste. Así como te convertiste en fiscal para enmendar el error de tu padre y tener el poder de arrestar a los corruptos, purgaré los pecados de mi familia y le devolveré su honor.

—Es un propósito admirable, Euphie —le sonrió él con melancolía—. Hermoso, duro y doloroso —enumeró—. Es cierto. Nos parecemos. Por eso te pregunto si esto es lo que quieres. Llevo cargando esta cruz por diecisiete años y con el correr del tiempo pesa más. Podría sucederte; podrías enloquecer; podrías arrepentirte…

—¿Tú lo has hecho?

—Hoy estuve a punto —admitió Suzaku con voz apagada—. El Lelouch que conocía no está. Me gustaría creer que sigue en alguna parte de su ser, pero no sé. Su modo de pensar, actuar, hasta su voz, son otros. El odio, la rabia y la venganza lo transformaron y me aterroriza. No es el Lelouch por quien yo decidí ensuciar mis manos.

Euphemia cogió sus manos entre las suyas y le dedicó una mirada tierna y compasiva.

— Un odio, una rabia y una venganza que mi familia engendró en él. Lelouch no permitiría que mi familia destruyera su personalidad bondadosa y gentil. Sería como si hubieran ganado —lo confortó con dulzura apretando su mano.

—¿Y por hacer lo correcto serías capaz de volverte contra tu familia? —le preguntó Suzaku, preocupado—. ¿Vivir como «traidora» sería mejor que vivir fingiendo ignorancia?

Euphemia miraba sus manos entrelazadas con las de Suzaku. Su corazón se le encogió. Cerró los ojos dolorosamente y retrajo sus manos. Las juntó por detrás de su espalda y se paseó por la sala.

—Mi hermano me reprochó lo mismo y le respondí que sí. Por supuesto que me asusta y me duele ser repudiada; pero si es el castigo que he de merecer por nuestros crímenes lo recibiré y todos los que vengan. Alguien tiene que asumir la culpa. Es lo correcto. Amo a mi familia y por ellos soy capaz de soportar lo que sea —aseguró con tesón. En eso, ella sintió el lomo de Arthur rozar sus piernas, se arrodilló y rodeó al minino en sus brazos, acunándolo contra su pecho—. Y, si esta es la forma de expiar mis propios pecados, por mí está bien.

—Hasta en eso nos parecemos —observó Suzaku—. La única diferencia entre nosotros es que no tuve que renunciar a nada. Soy el último Kururugi.

—Tuviste que cargar el peso de tus pecados tú solo por estos años; pero ya no tiene por qué ser así más —señaló, volviéndose hacia él—. Podemos hacerlo juntos —lo animó con una sonrisa—. Los dos queremos el perdón para nuestras familias y para nosotros mismos. Yo creo que es posible. Los buenos hombres de los que siempre hablas hay que reunirlos para crear un mundo de misericordia, en donde las segundas oportunidades abunden.

Euphemia parpadeó para apartar las lágrimas que empañaban su vista. Su propia idea la entusiasmaba. Suzaku miraba hipnotizado a Euphemia. La humedad hacía refulgir sus ojos como dos pequeñas y hermosas estrellas. Las mismas que él vio en sus ojos la mañana en que coincidieron en el cementerio. Suzaku había vagado a ciegas durante casi toda su vida en las tinieblas. Y, por fin, una luz lo había encontrado. Ahora podía seguir el camino devuelta al mundo de la cordura, el orden y la paz. Suzaku se dirigió hacia ella y apoyó una rodilla en el suelo. Euphemia estaba haciéndole cariños a Arthur.

—Estuve temiendo tu reacción para cuando te dijera o te enteraras que me había comprometido con la misión de capturar a tu padre y tu hermano y tú te me adelantaste. Eres más fuerte de lo que pensaba. ¡Eres asombrosa! —declaró, devolviéndole la sonrisa. Una sonrosada Euphemia se rió—. Perdóname. Te subestimé —añadió, enseriándose—. Sí quiero ayudarte. De hecho, no creo que pueda hacer realidad mi propósito solo. Te necesito. Te has vuelto como una estrella radiante que me guía en la oscuridad, ¿sabes?

—No —respondió con una sonrisa y bajando brevemente la cabeza—. Me gusta que me compartas estas cosas. Me hace saber que estás cómodo conmigo —señaló Euphemia. Sus rostros estaban tan cerca el uno del otro que únicamente podían hablar en susurros—. Yo me siento de la misma manera…

—Hagamos esto juntos —asintió—. Euphie…

—Suzaku…

Él inclinó la cabeza. Ella la alzó. Y sus labios se encontraron libres de remordimientos y llenos de felicidad. Con un brazo, Suzaku envolvió a su amada. Arthur brincó fuera de la cuna que Euphemia formaba con sus brazos al sentir cómo el espacio se cerraba entre ellos poco a poco. Suzaku sujetó su rostro con una mano y absorbía con renovada pasión las mieles del amor directamente de sus labios. Euphemia echó sus brazos en torno a su cuello, atrayéndolo hacia ella mientras recostaba la espalda en el piso y el beso se prolongaba. Shirley tenía razón. La verdad era lo único que podía unirlos.


Para el viaje del regreso, Kallen se montó en el auto de Lelouch con él. Ya que Rolo se había ido, Tamaki se subió solo en su camioneta. Entre el almuerzo y el vaivén suave del coche, la pelirroja se sintió inyectada por el letargo. Lelouch la animó a tomarse una siesta diciéndole que iban a tardar hasta llegar a su destino. Testaruda, Kallen le aseguró que podía resistir. Pero el sueño la venció. Despertó al cabo de un largo rato. Lo podía intuir por la posición del sol en el cielo. Estaba mucho más abajo. Casi poniéndose sobre el horizonte. No podía calcular cuánto había transcurrido. Kallen no traía reloj de muñeca ni de bolsillo. La joven se había recostado contra la ventana y había babeado un poco sobre su hombro. Lelouch había encedido la radio y la dejó en una estación que reproducía una balada instrumental. A Kallen se le escapó un bostezo mientras se desperezaba.

—¿Todavía no hemos llegado? —preguntó, desperezándose. Sacó su celular para revisar la hora.

—Ya casi —contestó Lelouch, vislumbrándola por el retrovisor.

—Creí que la distancia entre el bufete y el restaurante se medía en menos de dos horas —dijo Kallen, frotándose los ojos legañosos.

—¡Oh! No vamos al bufete. Antes vamos a hacer una parada.

Kallen frunció el ceño. Echó un vistazo a través de la ventana. Notó que estaban circulando por una carretera sin pavimentar y sin señalización. No había edificios en ninguno de ambos flancos del camino. Solo había algunos árboles, tierra y grava. Kallen se puso roja. Si no estuviera enojada, estaría sufriendo un ataque de pánico. Lelouch se adelantó a la bocanada de sermones y gritos de Kallen preguntándole si le sonaba el nombre de Franz Vallo, lo que distrajo a Kallen por la naturaleza rara de la pregunta y el aire familiar del nombre. Lelouch le explicó que ellos habían tomado una pequeña desviación para visitar al hombre que hace años había chocado contra el taxi que su madre abordaba y que ese hombre respondía al nombre de Franz Vallo. El rostro de Kallen demudó del rojo vivo al blanco fantasmal. Por una fracción de segundo, Lelouch esbozó una sonrisa diabólica. Kallen estaba tan sumergida en el shock que pasó por alto esa microexpresión. Lelouch le contó que le había pedido a C.C. investigar el accidente de Ai Kozuki y al hombre que lo provocó. Ella había averiguado que él actualmente vivía fuera de la carretera, en un chalet con su mujer y su perro. La razón por la que él había decidido vivir en la naturaleza prácticamente se debía a que había robado cinco millones de la empresa en la cual trabajaba como contador. Franz Vallo había sido acusado por malversación y robo, pero quedó libre por falta de pruebas.

—Con todo ese dinero, uno podría invertirlo para ganar más o irse de viaje por el mundo. ¡Cualquier cosa! Pero la realidad es que Franz Vallo es un idiota pusilánime y un maldito avaro. Apuesto que lo cuenta, fajo por fajo, todas las noches antes de irse a acostar.

—¿Cómo sabes que él no ha gastado ese dineral? ¿Te lo dijo C.C. o tu poder deductivo?

—Porque el dinero robado es dinero maldito, sobre todo si ese dinero se reportó desaparecido y pertenecía a una empresa. Y porque no vives como un granjero después de llevar a cabo un robo tan grande.

—¿Y por qué me llevas ante ese hombre? No es solo para averiguar si se robó todo dinero, ¿verdad? Eso no nos concierne. Es para darle su merecido, ¿tú quieres que me vengue de él por dejar a mi mamá en estado de coma? Porque si es así, te advierto que no pienso hacerle daño. Indendientemente de que ese hombre sea un ladrón y un desgraciado, yo no soy un monstruo sediento de sangre. Una cosa era lo de Asprius y esto es...

—Charlatana, nunca te pediría nada que te deshonrara. Mucho menos te pediría que lastimes a alguien por el motivo que sea. Estamos aquí, en realidad, porque quiero que aprendas una lección sobre la naturaleza humana.

—¡¿Qué?!

—Ya lo verás, ya lo verás —sonrió Lelouch conteniendo una risita. Kallen volvió a poner mala cara—. ¡Oh, vamos! ¡No me mires así! Te prometeré que nadie saldrá herido, si tú me prometes, a cambio, que no intervendrás.

—¡¿OTRA VEZ?!

—Por favor —imploró juntando las cejas. Kallen puso los ojos en blanco y Lelouch lo interpretó como el consentimiento que necesitaba—. ¡Gracias, Kallen! Cumpliré mi palabra. Yo tampoco soy un monstruo sediento de sangre.

Lelouch se detuvo frente a un acogedor y pequeño chalet junto a un huerto aninado en medio de la nada. Tamaki, que lo seguía desde su camioneta, lo imitó. Todos se bajaron de sus respectivos vehículos. Tamaki llamó a la puerta con los nudillos entretanto Lelouch se colocaba unos guantes negros. Tuvieron suerte de que Franz en persona les abriera. Un hombre corpulento con el cabello color de arena como Rolo y ojos oscuro. Aunque a Kallen le sonaba el nombre, esta era la primera vez que lo veía. Después de todo, ella no estuvo allí, sino que se enteró del mismo años después. Su padre le había contado sobre el accidente.

—¿Sí, díganme? ¿Quiénes son ustedes?

—Buenas tardes, señor —lo saludó Lelouch con su mejor sonrisa—. Yo soy Karma, él es Nadie y ella es Alguien. Estamos aquí para cobrar una deuda que tiene con Alguien.

—¿Perdón? —balbuceó Franz.

—Le refrescaré la memoria, señor. Hace diez años, usted lastimó de gravedad a una persona muy querida de Alguien y el sistema no lo castigó por ese crimen, porque es el ciudadano con mayor suerte de Pendragón o porque sobornó a la policía. No tengo idea y el motivo no me importa, para ser honesto. El punto importante es que una persona no habría pasado el resto de su vida en el hospital en coma, si no fuera por usted. Debe pagar por el sufrimiento que le causó a una familia inocente y esa compensación debe ser monetaria.

—¿Usted está loco? No sé de qué me habla y no tengo ninguna deuda pendiente. ¡Retírense de mi propiedad o llamaré a la policía!

—Sus amenazas son vanas, hombre. No malgaste su saliva —se burló disintiendo con la cabeza—. Sé que no llamará a la policía porque no quiere atraerla. Ya los enfrentó en el pasado por malversar los fondos de la última empresa para la que trabajó. No quiere tratar con los uniformados. Seguro temerá que descubra en donde guardó el dinero.

—¡Estoy hablando en serio! Si no se largan de aquí de inmediato, ¡llamaré a la...!

Tamaki encañonó el hombre con una pistola de repente. Franz dio un respingo. Inquieta, Kallen miró de reojo a Lelouch exigiéndole explicaciones. Él solo apretó su hombro y dirigió un dedo a sus labios.

—Déjame encárgame de esto. No te preocupes —le pidió. Se volvió hacia Franz—. Si no pagará con dinero la deuda pendiente con Alguien, se pagará con su sangre.

—¡Por favor! ¡No me mate ni tampoco mate a mi esposa y mi perro! —suplicó Franz. Entrevió a Kallen y caminó hacia ella. Extendió los brazos para coger sus manos entre las suyas. Kallen retrocedió instintivamente—. Señorita, por favor, ayúdeme. Si por mi culpa sufre, le ruego me perdone...

—¡Aléjase de ella, bola de carne! ¡No quiere que la toques! —espetó Tamaki pateándolo. Envió al hombre al interior del chalet. Franz se cayó sobre el culo.

—¡Aj, por favor! No pida disculpas por cosas que no recuerda ni sienta. Es excesivamente falso —se quejó Lelouch, irritado—. Ahórrese las súplicas y llevénos con el dinero.

—¿Quieren mi dinero? Está bien —accedió entre jadeos—. Se lo daré.

Con la pistola de Tamaki muy cerca de su cráneo, Franz los condujo adentro del chalet. La esposa los vio a los tres cuando estaban atravesando la sala y lanzó un grito ahogado. Su marido trató de tranquilizarla con un gesto. Por otro lado, el perro se puso a ladrarle a los desconocidos. Tamaki lo apuntó con el arma y la esposa abrazó al animal como si su vida dependiera de ello. Tamaki volvió a encañonar a Franz sin muchas más ostenciones. El recorrido concluyó en su dormitorio, que era el lugar donde estaba la caja fuerte. Demasiado pequeña para contener en sus adentros una suma de dinero tan monumental. Lelouch tuvo que haber intuido que Franz no los llevaría donde estaba el dinero que buscaban porque se desvió del curso. Lelouch apareció en el umbral del dormitorio para cuando el hombre estaba abriendo la caja fuerte con una paciencia exasperante (Kallen se preguntaba si lo hacía para ganar tiempo o porque estaba en verdad asustado y se le olvidaba la contraseña). Lelouch les anunció que había averiguado dónde estaba el dinero.

Todos siguieron a Lelouch afuera, aunque, en el momento que la esposa iba a salir, él le cerró la puerta en las narices y la trabó colocando una mochila pulverizadora que había ocultado medianamente en algunos arbustos que adornaban la entrada. Todo el dinero estaba empaquetado y tirado desordenadamente entre el chalet y el cobertizo, donde la pareja guardaba todas sus herramientas para el mantenimiento del huerto. A Kallen la desconcertó que Lelouch pudiera encontrar tan rápido el dinero. Infirió que Lelouch había acertado en su deducción y estaba en un lugar de fácil acceso. Se preguntó si la esposa también conocía la existencia del dinero. Lelouch abrió el maletero de su auto y sacó un bidón de gasolina. Seguidamente, vertió la gasolina en las pilas de dinero y Franz gritó como si le hubieran fracturado un hueso. Kallen regresó la mirada al hombre. El puchero repulsivo de Fraz había sido sustituida por una expresión de terror intenso. Las pupilas contraídas. La quijada desencajada. La palidez que cubría su tez. Casi fue a detener a Lelouch, de no ser porque Tamaki le disparó cerca de los pies y Franz se agazapó. Kallen imaginó que Lelouch iba a encender el dinero para castigarlo. Sin embargo, estaba equivocada. Lelouch pasó a echar todo lo que quedaba del bidón en el chalet. La mujer, que estaba encerrada en el interior viendo a Lelouch esparcir el líquido inflamable por la vivienda, golpeó las ventanas al darse cuenta de lo que estaba haciendo.

—Le... —tartamudeó Kallen con el corazón palpitándole en la garganta. Tragó saliva para hacerlo bajar hasta los pulmones—. Karma, ¿qué hace...?

—Le daré una oportunidad de hacer las cosas correctamente —la interrumpió Lelouch al tiempo que sacaba una caja de fósforos del bolsillo de su chaqueta. Le hablaba a Franz. Encendió un fósforo y lo elevó por encima de su cabeza. La lumbre concentró la atención de todos—. Elija.

Y Lelouch dejó caer el fósforo en el montón de dinero que se prendió en fuego en el mismo acto.

—¡MI DINERO! —chilló Franz.

De inmediato, Lelouch encendió otro fósforo y lo arrojó en el chalet. El fuego empezó a devorarlo. Franz estaba congelado. No reaccionaba ni ante a los gritos de terror de su esposa ni a los ladridos enloquecidos de su perro que olía el peligro. Kallen alternaba la mirada entre Franz, el montón de dinero en llamas y el chalet ardiendo. Si él no iba a hacer nada, ella lo haría. No podía quedarse inactiva por más tiempo. Kallen corrió hacia el chalet. Lelouch la atrapó en un apasionado abrazo de amantes por detrás. La joven era veloz. Tuvo que abalanzarse sobre ella para frustrar su propósito.

—¡Me prometiste que no intervendrías!

—¡Y tú me prometiste que no lastimarías a nadie! —protestó Kallen, forcejeando contra él—. ¡Eres un puto monstruo, Lelo...!

—¡No he roto mi promesa! ¡Acuérdate de lo que te dije en el bufete a comienzos del caso de Asprius! —le susurró él a su oído. Kallen puso una mueca. Dudó si debía hacerle caso o ignorarlo—. Nosotros somos espectadores. Él es el protagonista activo de esta obra. Déjalo elegir. Que él elija a quien o a que salvar —Lelouch deslizó sus manos por los brazos de Kallen, tomó sus muñecas y la hizo girarse hacia la escena. Kallen reconoció aquel movimiento. Era uno de los pasos del tango que ellos compartieron en la mansión Britannia. Lelouch tomó la barbilla de Kallen y, por una vez, el tacto y la cercanía de Lelouch no la perturbó, porque asuntos más graves requerían su atención—. Mira. ¡Míralo! ¡Esta es la verdadera naturaleza humana!

Franz había vuelto en sí y estaba arrastrándose sobre los codos cual gusano hacia la montaña de dinero llameante. La esposa suplicaba su ayuda entre llantos y gritos. Pero Franz no la oía. Probablemente porque sus propios aullidos largos ahogaban los ruegos de su esposa y los ladridos de su perro:

—¡MI DINERO! ¡MI DINERO! ¡MI DINERO! ¡MI DINERO!

Franz corrió a tomar una pala y se apuró a apagar las lenguas de fuego que lamían los fajos de dinero aplastándolas con la pala. Al ver que no daba resultado, se quitó su chaqueta e intentó socavar el fuego de la misma manera. Tampoco funcionó. De modo que, desesperado, quiso salvar el dinero que no había sido tocado por las llamas jalándolo hacia él. Obviamente, fue una idea estúpida que se le volvió en su contra porque se le quemaron las manos. Conforme la escena se deshilvanaba frente a ella y la falsa angustia de Fraz se derretía ante el calor del fuego que crecía, Kallen disminuía su fuerza hasta quedarse inmóvil. Había sido embargada por un profundo asco y una estupefacción. De repente, los gimoteos y los gritos de pavor del hombre se trocaron en carcajadas maníacas. Kallen no entendió a que se debía el súbito cambio hasta que Franz tiró un puñado del dinero que pudo rescatar hacia ellos con rabia. No era dinero. Era papel verde recortado.

—¡No era mi dinero, maldito hijo de puta! ¡No era mi dinero! ¡NO ERA! ¡NO ERA!

Las risotadas no le duraron mucho al hombre. En algún punto del tiempo en el que Kallen estaba luchando contra los brazos de Lelouch y Franz hacía lo imposible por recuperar el dinero falso, los ladridos del perro y las imploraciones de la mujer cesaron. Tamaki había ido a sacarlos del chalet al tiempo que todos estaban distraídos con el doble incendio. Simplemente rompió una ventana trasera del chalet, los ayudó a salir y los llevó con Franz. La esposa había visto y escuchado lo mismo que Kallen. Franz se levantó con torpeza. Las piernas le temblaban. Había enrojecido de la pura vergüenza.

—¡Cariño!

La mujer alzó la palma abierta con todos los ánimos para propinarle un bofetón. Pero sin la intención real de hacerlo. Bajó la mano, recogió al perro en brazos y se largó. Kallen juró haber visto que tenía lágrimas en los ojos. Franz, que se había encogido en un intento feroz por reducir al máximo el volumen de su cuerpo a la espera del golpe que en el fondo sabía que se lo merecía, relajó su postura. Ni a Tamaki ni a Lelouch les parecía que un canalla como él debía evitar una buena bofetada, así que Tamaki le tiró un puñetazo en pleno rostro que le sacó sangre. Lo pateó en el pecho. Empujándolo hacia el suelo nuevamente. Lelouch se arrimó y Tamaki le entregó su pistola. Lelouch lo pisó en la garganta impidiendo que se levantara y, al unísono, obstruyendo sus vías respiratorias.

—Ni se te ocurra llamar a la policía o volveremos y esta vez te mataremos de verdad —advirtió Lelouch—. Si acaso te preguntan qué pasó, diles que el Karma quemó tu casa y te despojó de tu familia por herir a Alguien, pero Nadie lo hizo.

Lelouch completó su amenaza disparándole cerca de la sien. El tronar de la pistola casi dejó sordo a Franz que tapó su rostro despavorido con sus manos y se quedó meciéndose en posición fetal. Lelouch les hizo una seña a Kallen y Tamaki. Su trabajo ahí había terminado.

—Lamento si no te dejé que te vengaras de él, Kallen. Ya viste por ti misma que no valía la pena ensuciarse las manos de sangre por una basura. La sangre no se lava con agua, ¿sabes? —fue lo primero que le dijo Lelouch tras subirse al coche y conducir devuelta a la ciudad y al bufete—. En mi opinión, además, Franz tuvo el peor castigo que alguien puede sufrir: la absoluta pérdida —declaró Lelouch viendo el retrovisor unos instantes. Kallen observó que sus ojos relampaguearon. Apartó la mirada, impresionada.

—Pero él no perdió el dinero robado, ¿verdad? —inquirió Kallen—. ¿Qué hiciste con él?

—Nada. Está guardado en donde solo él sabe —respondió, encogiéndose de hombros—. Verás, Kallen, esta fue la primera vez que fuimos a su chalet. Vive bastante lejos de donde nosotros estamos instalados y seguramente si mis chicos y yo nos presentábamos antes, él y su esposa iban a estar ahí y nos habrían estorbado en nuestra búsqueda. Sé que quemar ese dinero habría sido mejor, pero es todo lo que pudimos hacer en el poco tiempo que teníamos. Sino, habríamos aprendido su rutina para averiguar cuándo salían con la finalidad de meternos a husmear. Por eso le pedí a mis hombres que falsificaran el dinero y lo guardaran en la camioneta de Tamaki para que montáramos esa farsa. A Tamaki le asustaba ir con tanto dinero falsificado por la ciudad, así que les dije a él y a los muchachos que mezclaran algunos billetes falsos con papel del mismo tamaño, densidad, textura y color que nuestros billetes en circulación.

—Una mentira puede parecer verdad y una verdad puede sonar como una mentira. Al final, todo vale mientras sea creíble —repitió Kallen—. ¿Eso es lo que me pediste que recordara del caso del Dr. Asprius?

—Te dije que soy un maestro en el arte del engaño —asintió Lelouch con orgullo.

De ahí en adelante, Lelouch no quiso volver a hablar. Kallen una vez intentó sacar el tema de conversación que le comía la cabeza desde el día anterior, y Lelouch le pidió esperar que llegaran al bufete. Allí tendrían toda la privacidad y calma para tratar un asunto serio y él le dedicaría su total atención. Para su sorpresa, Kallen pudo aguantar las ganas. Tenía muchas emociones y pensamientos que procesar. No solo en lo que había presenciado y lo que habían discutido con Lelouch durante el camino. También en la supuesta lección sobre la naturaleza humana. Le extrañó que Lelouch no le dijera nada sobre eso y no creía que lo hubiera olvidado. A lo mejor se lo preguntaba más tarde cuando estuvieran en un lugar estático y a solas.

Las horas habían volado desde que abandonaron el chalet en llamas hasta que Lelouch se estacionó en la acera frente al bufete. Kallen no se percató del paso del tiempo hasta que Lelouch anunció que habían llegado (no podía decir con exactitud qué la sorprendía más: que el elocuente de Lelouch se resistiría a iniciar una conversación o que ella estuviera pensando en silencio por horas). Tamaki, por su parte, seguiría conduciendo hasta su casa. Lelouch agradeció sus servicios por ese día y le deseó las buenas noches. Lelouch pretendía llevar a Kallen hasta su despacho donde podían sentarse y tal vez beber algo de café. Sin embargo, ella no avanzó más allá de la sala de espera. Había aguardado todo lo que pudo y había sido azotada por una ola de impaciencia. Lelouch se giró sobre sus talones cuando notó que ella no lo acompañaba. Le sonrió.

—Estamos solos, por fin —recalcó Lelouch, guardándose las llaves del despacho y el auto—. ¿Qué es eso tan urgente que tienes que decirme?

Kallen se rascó la cabeza. No sabía por dónde comenzar. A lo mejor ese viaje al campo la había desestabilizado más de lo que pensó. Sus pies la llevaron a deambular por la sala inconscientemente, imitando el recorrido de sus pensamientos en su mente. De tanto en tanto se detenía de golpe, se volteaba hacia Lelouch creyendo que tenía la respuesta, abría la boca y se quedaba en blanco. Frustrada, se obligaba a reanudar las vueltas. Lelouch no decía nada y la dejaba concentrarse. Sin intentar reprimir una sonrisa traviesa.

—¡Al diablo! —resopló Kallen—. ¡¿En serio pensabas ocultarme para siempre que conocías a mi hermano?! Cuando te hablé de él y fingiste que no lo conocías, debí parecerte divertida, ¿no? —lo encaró. Los carrillos le temblaban—. ¡Es mi hermano, maldito! ¡¿Sabes cuánto he esperado por obtener noticias suyas?! ¡Diecisiete jodidos años! —masculló, reptando hacia él—. Increíblemente, no estoy enojada por eso, ¡sino porque no creías que iba a descubrirlo!

—Es lo contrario —objetó Lelouch con serenidad, llevándose las manos detrás de la espalda—. La verdad es que quería que lo hicieras.

—¡¿Qué?! —espetó Kallen sin dar crédito a lo que oía.

—Vamos, Kallen, llevas conociéndome por dos meses. Si sabías que yo conocí a tu hermano, ¿todavía crees que nuestro encuentro fue casual? —le preguntó con una sonrisa burlona—. El espectáculo de la pizza fue una pieza que yo dirigí y te seleccioné como mi actriz principal.

—¡¿Estuviste jugando conmigo a los detectives todo este tiempo?! —estalló Kallen al atar los cabos—. ¡Basta de putos juegos, Lelouch! Fuiste la última persona que vio a mi hermano. ¡Dime en dónde está! —exigió, sujetándolo por las solapas de su chaqueta.

—Ojalá pudiera decirte —susurró y una expresión triste barrió su sonrisa. Oyó la respiración de Kallen cortarse—. La última vez que lo vi fue en un callejón. Huíamos de los matones que Charles zi Britannia mandó por nosotros. Perdí el conocimiento cuando nos atraparon. Luego desperté en un hospital. Estuve varios días inconsciente. No supe más de él.

La revelación se asentó en el estómago de Kallen. Luchó por mantener el equilibrio asiéndose de su chaqueta a tal punto de estrujar la tela en su puño. Hizo acopio de esfuerzos de aferrarse a él. Sentía que si lo soltaba se derrumbaría.

—Dime más —siseó. En un tono menos agresivo, más de súplica.

—Es todo —repuso él—. Lamento que no fuera lo que querías escuchar —agregó como nota de consuelo al fijarse en su labio titiritando—. Tal vez ya lo sepas. La noche que tu hermano desapareció, mi madre…

—Fue asesinada —completó la pelirroja aflojando su agarre—. Sí. Lo sé. Suzaku me contó la historia, excepto por qué no me lo dijiste…

—Tenía que probarte.

—¿Para qué? —gruñó.

—¿De qué hubiera servido que te lo dijera? Me acabas de escuchar. Sé qué hizo la noche en que desapareció, no dónde está ni lo que le pasó; aunque es bastante predecible —dictaminó. La pelirroja se mordió el labio para que se quedara quieto. Lo dejó ir empujándolo—. Te busqué por otras razones. Para darte algo mejor que una respuesta…

—¿Venganza?

—Un propósito —le lanzó una de sus sonrisas, de esas que cifraba que estaba urdiendo algo. Avanzó hacia Kallen lentamente haciendo gala de su gracia felina—. Mi madre y tu hermano forman parte de una estadística. Eran obstáculos para Britannia Corps. Nuestro dolor y rabia no los va a traer de vuelta a la vida; pero sí podemos hacer que sus muertes valgan la pena…

—¿Cómo?

—Haciendo justicia —replicó con una lentitud intencionada—. ¿No quisieras dar a conocer la verdad sobre tu hermano? ¿No quisieras castigar a los que lo hicieron desaparecer? ¿No quisieras vivir feliz con tu madre? —le atinó a preguntar. Kallen escondió su barbilla en la garganta, transida por el dolor—. Porque eso es lo que deseo para mi hermana y para mí. Desafortunadamente, eso es imposible en un mundo controlado por Charles zi Britannia —suspiró Lelouch y agarró un mechón de Kallen y lo recogió detrás de su oreja. Ella siguió el movimiento de su mano con la mirada y luego miró sus ojos violetas. Los suyos estaban vidriosos. Veía doble, como si tuviera puestas unas gafas con filtro. No le dio importancia—. Para hacer justicia, la raíz del mal que corrompe esta ciudad debe ser arrancada. No con una cátedra moral ni con una advertencia. Al mal solo puedes castigarlo con el mal.

—¿Pero no sucumbiremos ante el mal así?

—¿Quién decide lo que está mal? ¿Quién decide lo que está bien? —cuestionó Lelouch. Kallen se estremeció tanto por la elección de palabras como por las cosquillas que el aliento de Lelouch le provocó. Por vez primera, la mujer huyó a su mirada. Lelouch cogió su mentón suavemente, volviéndola hacia él—. Hoy en día la justicia que conocemos es débil y vacía debido a la corrupción de los funcionarios. Las regulaciones del sistema que deberían fortalecer la justicia se han convertido en limitaciones. Ya no es digno de representarla. ¿O me dirías que fue un acto de justicia condenar a la mujer que defendiste por matar a su esposo en un defensa propia?

—¡Claro que no!

—Pero fue una decisión del sistema, ¿no?

—¡Aun así...!

—¿Se hizo justicia en el caso del Dr. Asprius?

—Así es...

—¿Y no es justicia que Franz Vallo haya sido castigado por sus crímenes?

—Lo es.

—¿Y todo esto qué te dice?

—La justicia no existe a menos que la hagamos —pensó Kallen en voz alta conjurando las palabras de Lelouch aquella noche como si fuera una especie de hechizo de invocación.

—Exacto, Kallen. No hay métodos equivocados. No hay caminos correctos. Solo acción e inacción —sonrió, satisfecho, y la agarró por los brazos con cariño—. ¿Lo entiendes ahora? Necesitaba ver hasta dónde estarías dispuesta a llegar —indicó deslizando la punta de su nariz desde la frente hasta la suya. Ella sintió su pulso acelerarse. Prestamente, plantó su mano en su pecho, deteniéndolo—. No vamos a sustituir la justicia. Vamos a ayudarla. Este juicio apenas fue el comienzo. Luego será duro. Dime con franqueza, ¿tú crees que podrías librarte de tus ataduras morales y de toda consideración que te aparte de lo que quieres? —murmuró Lelouch. Todo lo que creía Kallen en ese instante era que su corazón iba a explotar. Reparando en ello, Lelouch retrocedió y entonces una pregunta cruzó por su mente y la soltó—: ¿te enfrentarías a tu padre de ser necesario?

Kallen podía percibir a través de su mano que seguía en su pecho que el alma de Lelouch se había encendido cual una lumbre. Su mano vibraba al mismo tiempo que los rápidos latidos de su corazón. Lelouch estaba viendo ansiosamente a Kallen. La primera pregunta la había dejado en jaque, por así decirlo. Para la segunda, en cambio, sí tenía una respuesta.

—Soy Kallen Kozuki. Independientemente de que sea Stadtfeld, ese nombre no me identifica —aseguró sin vacilación—. Mi corazón eligió ser Kozuki. Mi padre y su apellido no define quien soy ni lo que quiero ser y hacer.

Le sonrisa deslumbrante de Lelouch se amplió.

—¿Y qué es lo que quieres, Kallen?

—Quiero justicia para mi hermano —dijo—. Y quiero un mundo en el que pueda vivir con mi mamá.

A la pelirroja la sorprendió la sensación de que esas palabras quemaron su lengua. No en el sentido de que las llamas iban a tragársela, sino en el que ardía igual que ellas. Fue en aquel mismo punto que Kallen comprendió cuánto se moría por decirlas.

—Entonces, únete a mí —pidió Lelouch con vehemencia—. Ayúdame a descubrir la verdad. Hagamos que paguen por sus crímenes. Hagamos que el presidente Charles llore lágrimas de sangre por cada una que nuestras familias derramaron por su culpa. Creemos juntos un mundo de justicia —le sonrió—. ¿Me ayudarás, Kallen?

—Sí —asintió. Su voz era baja, pero estaba limpia de titubeos.

—Gracias.

La mujer estaba sintiendo como las lágrimas inundaban sus ojos. Incapaz de sostenerse en pie, se desmoronó por su propio peso, deshaciéndose en agua. Trató de levantarse, y volvió a caer hincada sobre sus rodillas. Se cubrió el rostro con ambas manos. Silenciosamente, Lelouch se agachó junto a ella y la rodeó con sus brazos. La joven lo haló hacia ella por la chaqueta de un tirón. Él le pasó la mano por el pelo repetidas veces. Sus caricias consiguieron calmarla. Por extraño que sonara, Kallen se sintió segura en sus brazos. Fue inesperadamente ameno hallar tanta calidez en un corazón en el que frío había echado raíces desde hace diecisiete años…


El presidente Charles descansaba en la sala de su mansión. Estaba repantigado en su lujoso sofá de terciopelo borgoña frente a la chimenea, deleitándose con el crepitar de fuego mientras bebía brandy. En sus diminutos y hundidos ojos violetas, las flamas interpretaban una danza exótica. La luz de la chimenea reverberaba en su expresión adusto sus cálidos colores: amarillo, rojo, anaranjado. De fondo, cantaban furiosamente los violines marcando la entrada del invierno de Las Cuatro Estaciones, de Vivaldi. Si no fuera porque se estaba calentando frente al fuego, el frío que provocaban esos violines se infiltraría por su cuerpo. El presidente agitaba sutilmente la copa en su mano al mismo ritmo de la música, como si fuera una batuta. En otros tiempos, tendría un puro en la otra mano. Había dejado de fumar tras la muerte de su hermano Víctor. Con el codo apoyado en el brazo del sillón, el presidente Charles sintió una presencia interrumpiendo su intimidad.

—Papá.

Era la voz de su hija Euphemia que lo llamaba. El presidente volvió la vista atrás brevemente. Estaba en el umbral acompañada por alguien más.

—El fiscal Kururugi desea hablar contigo.

El viejo Britannia no dijo nada. Igual todos sabían que había escuchado. Euphemia le infundió ánimo a Suzaku con un enérgico asentimiento y unos toquecitos en el pecho. Lo besó y se despidió con una sonrisa, para que pudieran charlar con toda la tranquilidad del mundo. Suzaku se dirigió al sillón de espaldas a él.

—La noche de la fiesta en su mansión, usted leyó mi corazón mejor de lo que yo lo había hecho y reconozco que me aterroricé. No quisiera seguir el mismo camino de mi padre, que también hizo un trato con usted para obtener un poder maldito y pagó el precio. Pero he entendido que no puedo hacer de este país un lugar mejor sin el poder. Lo necesito y ahora lo quiero. —declaró enfatizando de un modo especial esa última palabra—. Soy más ambicioso de lo que creía que era —admitió entre dientes— y si todavía estoy a tiempo quiero aceptar la mano que me tendió esa noche.

El presidente demoró en dar su respuesta aposta. Tenía que paladear la resignación del fiscal y su victoria por unos instantes. Una sonrisa triunfante curvó en sus labios. Colocó las manos en los brazos de su sillón y se incorporó despacio.

—Saber lo que la gente quiere es una de mis habilidades —comentó el presidente fijando sus pupilas en él—. Nunca es demasiado tarde, fiscal Kururugi. ¿Le gustaría ser fiscal jefe?

—Suena perfecto…, para empezar.

—Bien. Así será —asintió el presidente y tiró de la comisura derecha de su labio esbozando una sonrisa horrible.

Le extendió su mano apergaminada y marchita. Suzaku se la estrechó rápido. Había meditado esta decisión. No había espacio para los arrepentimienros ahora. La mano del presidente era áspera al tacto —bueno, la suya tenía algunos callos como resultado de su entrenamiento, tampoco debía de ser muy suave. Se la sacudió un par de veces y algo se estremeció en su interior. ¿Qué había sido eso? ¿Emoción? ¿Miedo? ¿Asco? Sí. Se había ensuciado. Tenía una mancha que nunca podría quitarse. Era peor que vender su alma al diablo. Le había entregado su alma a dios.


—¿Te sirvo otro? —inquirió Kallen y vertió la cerveza en su propio vaso por enésima vez. No estaba llevando la cuenta.

Llorar y moquear había estado bien por un rato. No obstante, era insuficiente. Tenía que expulsar esa bomba de sentimientos a flor de piel y necesitaba hacerlo o se enfermaría. Lelouch reconoció la sed de alcohol ardiendo en sus ojos azules, se acordó de las cervezas que C.C. había comprado y le propuso sacarlas. Prefería que se emborrachara en el despacho que en un bar. Ahí podría vigilarla. Lelouch bebió con ella los primeros vasos y luego la dejó seguir sola. Había caído la noche cuando el humor de Kallen se tornó más chispeante. Por accidente, la pelirroja derramó algo de cerveza al colocar la botella sobre la mesita baja. Se echó a reír. Cogió su vasito y bebió sin pausas.

—No, gracias. También creo que has bebido bastante —expresó Lelouch, tapando su pequeño vaso de cristal con la palma. Acto seguido, le quitó a Kallen su vaso. No se resistió. El licor había entumecido sus reflejos y su fuerza. La cerveza se le escurrió por la boca. Se limpió con el dorso de mala gana—. Te pediré un taxi que te lleve a casa.

—¡Aj! ¡Odio que seas tan dominante! —gimió ella haciendo un puchero.

—Me gusta tener el control de las situaciones —confesó—. Es la única forma de asegurarme que las cosas salgan bien.

—¡No! No, no —atajó moviendo el dedo en señal de negación—. Es por algo más. Es porque no te gusta que te sometan —farfulló. La lengua se le trababa a tal punto que parecía que estaba hablando en una lengua extranjera. Kallen asintió con la cabeza en los siguientes adjetivos para dar mayor hincapié—: porque eres arrogante y embustero y egoísta, pero ¿sabes qué me cabrea más que todo eso? ¡Que seas tan amable conmigo cuando te trato mal!

—¿Te sentirías mejor si me portara igual de hostil?

—No, ¿ya para qué? Sé que lo haces porque te sientes agradecido con mi hermano…

—No del todo —la desdijo seriamente— Lo hago porque me caes bien.

—¡No es cierto! —exclamó Kallen descargando energéticamente la palma de su mano sobre la mesa—. Te burlas de mí y me llamas «charlatana».

—Son bromas sin malas intenciones —le sonrió con aire de disculpas—. Me gusta tener por fin alguien sincero con un genuino sentido de justicia con quien conversar y que comulga con mis opiniones.

—¡Basta, basta! No quiero que me mires así —bramó realizando bruscos aspavientos. Intentó levantarse.

—¿Así cómo?

—¡Borracha! ¿Por qué coño no me llevaste a un bar? —reprochó Kallen, irritada—. ¡Hubiera elegido mil veces que unos extraños me vieran así antes que tú!

—¿Ah, sí? ¿Por qué?

—Porque me olvido de todo lo que hago borracha cuando estoy sobria y esos desconocidos no me verán de nuevo en su vida —contestó atropelladamente—. En cambio, tú estarás aquí para recordarme que hice el ridículo mañana y mañana y mañana… ¡y precisamente tú! —graznó, frustrada—. Me voy a casa por mi propio pie. No intentes seguirme…

Kallen se puso a buscar su bolso, tanteando las cosas que sus manos alcanzaban como si estuviera ciega. Las luces estaban apagadas debido a que todavía era el crepúsculo cuando se sentaron a beber y Lelouch no las encendió, ya que se mantuvo pendiente de Kallen. En cuanto lo halló, se lo guindó en el hombro y se orientó en dirección a la puerta trastabillando y balanceándose. Sus tacones de punta de aguja se le enredaron y Kallen se inclinó peligrosamente hacia el suelo. Lelouch atrapó su cintura.

—¡No me toques! No me gusta —chilló, pegándole inútilmente en el pecho para obligarlo a liberarla—. ¡Ni que me mires!

—¿Por qué no?

—¡Porque me pones nerviosa! —gimió.

Lelouch no comentó nada. Se limitó a afianzar el agarre hasta que Kallen se detuviera. Eventualmente se cansó de golpear su pecho y se quedó mirando sus ojos. No para probarse ante él, no para desafiarlo, no para intentar adivinar sus pensamientos. Sino para apreciarlos apreciarlos. Eran penetrantes y rebosaban de perspicacia. Los tenía de un tono amatista. Hermosos. La mirada de Kallen resbaló entonces por su delgado rostro de porcelana y paró en sus labios sensuales. Su mente se dividió. Una mitad pensaba en el brazo firmemente envuelto alrededor de ella. La otra mitad en sus labios apetitosos. Lamentó haberlo hecho. Ahora ya no los podría ver de otra manera, sin que su corazón diera vuelcos o los recordara de golpe. Kallen sintió que se había condenado.

—Eso estará un poco difícil —murmuró él contra su boca—. Cambio de planes: yo mismo te llevaré a casa.

Lelouch arrastró a Kallen afuera en ese preciso instante, sosteniéndola igual que una muñeca de trapo. La ayudó a subirse a la parte trasera de su volvo y se sentó detrás del volante acto seguido. Lelouch condujo hacia la pizzería. Menos mal había memorizado la dirección. Habría sido un problema no haber ido antes a su casa, considerando que Kallen estaba poco cooperativa esa noche. A esa hora, no había tráfico y eso agilizó el viaje. Kallen no molestó en el transcurso. El alcohol la había sedado a tal punto que le había absorbido casi toda su energía. De tanto en tanto, Lelouch echaba miraditas al retrovisor para supervisar su estado. En una de esas revisiones, descubrió a Kallen dormitando, apoyada contra la ventana, con la boca colgando y salivando sobre su hombro. Los suaves bamboleos del coche la sacaban de su dulce sueño. Una bella durmiente (casi). Lelouch sonrió divertido. «Eso explica tanta tranquilidad».

Llegados a su destino, Lelouch salió del coche y le abrió la puerta a Kallen. Colocó su brazo sobre sus hombros y rodeó con su brazo derecho su cintura. Despacio, fueron caminando a la pizzería. Lelouch tuvo que moverse por ambos. Kallen tenía el cerebro lleno de burbujas de alcohol y los músculos agarrotados. Apenas estaba consciente de lo que estaba sucediendo. Ohgi reconoció a Kallen borracha a través de la ventana. Corrió hacia ellos.

—¿Qué pasó? —exigió saber—. ¡¿Por qué Kallen está borracha?!

—Cálmate. No es grave como parece. El juicio no salió como esperábamos y, para quitarnos el mal sabor, decidimos salir a beber. Kallen se excedió ligera …

—¿En dónde estamos? —murmuró una sudorosa Kallen, esparciendo la mirada. Tenía los ojos entornados—. No me siento bien…

La pelirroja sintió de pronto que una bola de fuego ascendía por su garganta a toda velocidad. Se tapó la boca con ambas manos, ya cuando estaba por botarla para obligarse a tragarla. Las piernas le flaquearon. Fue jalada para delante por una enorme fuerza que surgía de su estómago y cayó en los brazos de Ohgi.

—¡Kallen!

—¡Ay, maldita sea! Tengo que ir al baño.

—La dejo en sus manos. Cuento con que usted la cuidará bien —terció Lelouch—. Por mi parte, me tengo que ir. Lamento no quedarme más. Buenas noches.

Lelouch se despidió de Ohgi y Kallen con un gesto, regresó a su coche y partió. Rápidamente, Lelouch repasó todos los acontecimientos vividos. Concluyó que hoy había sido un día de provecho. Los planes salieron como estaban previstos. La única contrariedad era Suzaku, lo que le daba un final ácido a una victoria que pudo haber tenido un sabor totalmente dulce. A Lelouch lo había afectado de verdad la confesión de su mejor amigo. Todavía se asombraba, cada vez que se ponía a recordar sus palabras y su rostro congestionado de pura decepción. Fue arrogante, por su lado, suponer que solo él había sido el único abrumado por las imágenes de la tragedia en bucle durante diecisiete años. Lelouch se mordió el dedo índice. Aun así, la actitud santurrona de Suzaku, sus reproches infundados y su propio ego herido aplastaban cualquier atisbo incipente de compasión y empatía. Su renuencia era un signo de debilidad imperdonable. Del mismo modo, su idealismo lo enfermaba. «Suzaku no lo comprende, pero tendrá que hacerlo; si logré que Kallen viera el mundo a través de mis ojos, tarde o temprano él también». Consecutivamente, Lelouch metió la mano en su chaqueta y contactó a Tamaki. Repicó varias veces hasta que cayó la llamada. Lelouch le pidió que él y los Caballeros Negros pasaran por el chalet de su amigo Vallo, saquearan el dinero robado y le prendieran fuego.

Al otro día, una llamada de su celular despertó a un Lelouch que dormía a pierna suelta. Cogió el celular sobre la mesilla de noche y con ojos legañosos miró el identificador. Era C.C. Lelouch gruñó y atendió. «Más te vale que sea importante, pequeña desgraciada», advirtió con voz pastosa. «¡Ay! ¿Interrumpí tu sueño? ¡Oh, no!», lamentó falsamente C.C. Ella llamó para notificar que había verificado la información que él le ordenó encarecidamente investigar. Todo parecía indicar que la historia del Dr. Asprius era cierta. Su esposa había contraído cáncer. Se lo detectaron ya en una etapa muy avanzada de la enfermedad. Estuvo sometiéndose a tratamientos largos y rigurosos. Incluso estuvo internada en el hospital. Pero, a la larga, falleció hace catorce años más o menos. C.C. le indicó dónde había sido sepultada y, antes de colgarle, se aseguró de repetirle que lo hecho, hecho estaba. Si bien Lelouch sabía que nada ganaba con ir allá ya que confiaba en C.C., arremetió contra él unas ganas inmesas. Debía ir y ver la tumba con sus propios ojos. Así que se vistió, comió algo ligero y se fue en su coche.

C.C. no solo suministró a Lelouch la dirección del cementerio, le describió, además, la parcela; de modo que se atuvo a seguir las instrucciones al pie de la letra y, al cabo, dio con ella. Tuvo sentimientos encontrados. En primera instancia, fue asaltado por un violento resquemor. El júbilo que había abrazado ayer, hoy lo estaba asfixiando. Estaba avergonzado. Apenas lo suficiente, eso sí. Tenía espacio en su interior para experimentar un placer malévolo que le arrancó una sonrisa cruel de la boca sensual. Aquel vejestorio había conocido el dolor ante la súbita pérdida de un ser querido. Tal como él. Sí, tenía que renunciar a ese sentimiento enloquecedor y dejar que la frialdad y la determinación lo poseyeran de pies a cabeza y espesaran su sangre cerrando las puertas de su corazón. Reprimiría la consciencia, si eso obstaculizaba sus fines. En medio de estas reflexiones oscuras, Lelouch recibió un mensaje de Euphemia citándolo en su mansión…


Euphemia no podía explicar cómo ni por qué desde los últimos meses una infinita tristeza la habitaba. Provenía de una familia multimillonaria, prestigiosa y relativamente feliz. La naturaleza la había bendecido con los mejores atributos: belleza, talento, bondad, inteligencia (aunque ella no le daba muchas vueltas a eso). Tenía todo el éxito y el cariño de la gente. La estrella bajo la cual había nacido brillaba con gran intensidad. Así pues, no entendía por qué venían lágrimas a sus ojos todas las noches. Llegó al punto de que empezó a sentirse culpable. Comparada su situación con las de otras personas menos afortunadas, ella no tenía razón ni derecho de ser miserable. No le faltaba nada. Su vida era de ensueño. Muchos matarían por vivir un día aunque sea como ella. Y ella con gusto habría elegido librarse de su suerte. ¿Tenía sentido? No, por supuesto. Era como si un agujero negro estuviera succionando toda la felicidad en su pecho. La irrupción de Lelouch y posteriormente el sincero y tierno afecto que le profesaba Suzaku contrarrestaron aparentemente al agujero negro; si bien, lo que en verdad lo hizo desaparecer fue el propósito que encontró casi por accidente.

Euphemia contemplaba absorta la ventana. Desde la sala podía fijarse con perfecta claridad en la cúpula de la iglesia de la familia sobresaliendo de una copa frondosa de árboles. La joven jugueteaba con sus manos con gesto distraído. Encarar a Schneizel era apenas el inicio del plan. El próximo paso era revelarle a Lelouch sus verdaderos lazos de sangre y su intención de ayudarlo. No imaginaba cómo iba a tomarlo. Tenía el corazón en un puño. Le entró un escalofrío cuando se arruinó el silencio. La bella heredera se giró sobre sus talones. Era el joven criado que estaba acomodando las copas en la mesa.

—Discúlpeme si la asusté, señorita…

—Está bien. No hay problema —le sonrió, cordial.

—Vino. Es de la última cosecha de sus viñedos —puntualizó, enseñándole una botella.

—Puedes ponerla ahí.

—De acuerdo —asintió el sirviente poniendo la elegante botella en la mesa, entre la bandeja de quesos y las copas—. Si eso es todo, me voy…

—¡Aguarde! —exclamó. El joven sirviente se paralizó en su sitio y esperó. Euphemia estudió su rostro pálido y su cabello pajizo con cuidado. Sus facciones no se le hacían familiares—. Me parece que no nos hemos visto antes…

—Soy nuevo —contestó con su singular voz desapasionada—. Me contrató su hermana ayer, la señorita li Britannia. Hoy comencé a trabajar —explicó—. Llámeme si necesita algo.

Mostró sus respetos realizando una corta reverencia y se retiró. La socialité volvió a encontrarse sola. Bueno, no del todo. Sus pensamientos la acompañaban. Ni su padre ni sus hermanos estaban en casa y la servidumbre tenían órdenes estrictas de no interrumpirlos. Nadie los escucharía. Era la ocasión perfecta para tener una conversación privada y seria con el abogado. En concreto, hacer una impactante revelación. Presionaron el timbre. Euphemia avisó que iba a atender la visita. Tomó una bocanada de aire y abrió la puerta.

—¡Hola, Lelouch!

—Hola, Euphie —saludó con una sonrisa. Le entregó un espectacular ramo de rosas. Euphemia se deleitó olfateando su perfume, visiblemente encantada.

—¡Oh! ¡Qué preciosas! Muchas gracias. ¿Te tomaste la molestia de comprarme estas flores?

—No fue ninguna molestia; fue un verdadero placer. Sabía que te gustarían. ¿Puedo…?

—¡Claro! Ven.

Lelouch siguió a Euphemia a la sala. Ella deshizo el delicado lazo rojo y quitó el papel celofán para meterlas en un jarrón de cerámica vacío. Pediría a uno de los sirvientes que trajera agua más tarde. Lelouch, entretanto, se percató del vino tinto y la bandeja de gorgonzola picados en pequeños cubitos.

—Veo que preparaste el ambiente para los dos.

—¡Sí! Ve sirviendo si te apetece, yo voy a…

Cuando ella se dio la vuelta, se topó con la mirada tierna de Lelouch. Todo lo que podía oler, sentir y ver era Lelouch. Incluso si era consciente de que era su hermano, sus sentimientos por Lelouch persistían. Después de todo, el amor no era algo que se esfumaba de la noche a la mañana. Lelouch aprovechó ese momento de vulnerabilidad de Euphemia para robarle un beso apasionado. La socialité percibió sus dedos acariciar su cuello y arqueó la espalda. Su cuerpo simplemente respondía a él. Por unos segundos, los labios de Lelouch intentaron forzar los de Euphemia que se resistían a moverse obstinadamente. De alguna manera, ella consiguió la fuerza para rechazarlo.

—No, Lelouch.

—¿Qué ocurre, Euphie? —preguntó y su aliento le hizo cosquillas en los labios.

Euphemia inspiró y se alejó unos pasos para recuperar el aliento. Los ojos de Lelouch fueron tras ella.

—Esto te va a desconcertar. Te resultará aterrador —advirtió, a espaldas a él—. Tardarás en digerirlo. Sé que es inverosímil, pero te juro que es la verdad —gimió. Se volteó y lo miró a los ojos—. Lelouch, ¡somos hermanos!

—¿Uhm? —Lelouch reprimió una risotada inaudible a medias, lo que acabó sonando como un resoplido—. Euphemia, ¿qué estás diciendo? Es imposible.

—¡No lo es! —replicó, quebrándosele la voz—. Lo escuché de mi hermano, Schneizel.

—Tal vez escuchaste mal o malinterpreta…

—No escuché mal ni lo malinterpreté. Yo misma lo interrogué para confirmar si era cierto y él dijo que sí: tu madre fue amante de mi padre, nuestro padre —sentenció sombríamente.

Un respingo surcó sus facciones. No por la razón que Euphemia creía. Era porque su mayor miedo se había cumplido. Ya nada de lo que intentara la reconquistaría. De forma irónica, su shock favoreció la tesis de que lo sorprendía la noticia. Euphemia no se dio cuenta de que sí sabía.

—Escuché también que nuestro padre orquestó el asesinato de tu madre y amañó el juicio —Euphemia se forzó a proseguir—. Como tú y Suzaku dijeron. No le pregunté sobre eso a mi hermano, pero se justificó diciendo que ambos hicieron lo que creyeron necesario por la empresa y el legado familiar —dijo. Sus manos temblaban, tuvo que retorcérselas para mantenerlas ocupadas—. Y creo que sé lo que procuras hacer. Suzaku me habló del juicio del Dr. Asprius.

«Suzaku, ¡cabrón!». Él frunció el ceño. El cambio fue vagamente perceptible, así que parecía que había adoptado una expresión seria. Ella lo interpretó como una actitud a la defensiva.

—Yo te entiendo. Estás indignado. Que exijas justicia es normal. Es un deseo que comparto. Mi familia tiene que responsabilizarse por sus pecados. La justicia debe aplicarse a todos por igual. Pero la justicia no es venganza y la venganza no es solución. Es la alternativa más fácil y un ciclo interminable de violencia y dolor que acaba convirtiendo a la víctima en victimario y al victimario real en víctima —explicó, acercándose. Por cada paso que iba dando, cobraba más seguridad y se le evidenciaba en la voz—. Como la hija de Charles zi Britannia, quisiera enmendarte por el daño y el sufrimiento que te hemos infringido ayudándote a hacer justicia exponiendo la verdad y, como tu estimada hermana, te pido tu ayuda para destruir la cadena de violencia, mentiras y ambición y escribir un nuevo capítulo de amor, paz y misericordia. Restauraremos el honor de nuestra familia juntos.

—Si de veras crees que puedes hacer justicia en un sistema judicial corrupto y que un lavado de cara lavará la sangre de los crímenes de Britannia Corps, eres una ingenua con estúpidos sueños infantiles —masculló Lelouch con desdén.

Ya Euphemia estaba enterada de casi todo y lo que aún ignoraba lo intuía, ¿qué caso tenía mantener la máscara del novio abogado perfecto? A Euphemia se les cayó el corazón a los pies con aquella fría respuesta. No se ofendió. Él estaba en su sano derecho. Se armó de paciencia respirando hondo. Ser humillada e insultada era uno de los castigos que estaba dispuesta a recibir.

—La misericordia no es estúpida —increpó Euphemia—. Es una virtud que pocos poseen y todos subestiman. Se necesita una gran fuerza de voluntad para perdonar a los otros y a veces más para perdonarse a sí mismos —afirmó solemne. El cuerpo entero de Lelouch se sacudió por un espasmo—. Llegaste a mí con motivos de venganza y te perdoné. No creo que seas un monstruo como teme Suzaku y cree mi hermano. Creo que has sido muy desgraciado, ¿no te gustaría que parara ese sufrimiento? ¿No crees que las personas merecen redimirse, si lo desean de corazón?

Euphemia acarició la mejilla de Lelouch con cariño y lo interrogó con la mirada. Las arrugas de su frente delataban su compasión. Había suscitado en su corazón el sentimiento más puro y hermoso en ella. Y él lo había corrompido con su locura y su odio. No era digno. Deliberadamente él la había engañado y usado. Incluso, aún después de haber descubierto la horrible verdad sobre ellos, insistió mantener sus planes. Lelouch le agarró de la muñeca apartando su mano de su rostro.

—No me reduzcas a un conjunto de factores influyentes. Nada de lo que me pasó me llevó a tomar estas decisiones. Yo sucedí.

Pese a que su apretón era fuerte, no la lastimaba. Su tono se había debilitado.

—Perdón —susurró—. Entonces, si no vas a ayudarme, tendré que hacerlo sola. Iré adelante con mi decisión hasta sus últimas consecuencias. Es mi deber, Lelouch.

—¡No lo hagas más difícil de lo que ya es atormentándome, Euphemia! —suplicó, adolorido.

—¿Por qué sería difícil? —inquirió con una mueca, haciendo el esfuerzo de comprenderlo.

—Porque no quiero enfrentarte —confesó Lelouch con voz estrangulada.

Euphemia vislumbró una chispa de esperanza en sus ojos. Bajó la mano.

—No tienes por qué hacerlo, si nos unimos —le sonrió con dulzura—. Juntos seremos más fuertes. Juntos alcanzaríamos nuestros objetivos —insistió Euphemia—. De todos modos, no puedes enfrentar a mi padre ni a mi hermano solo. Necesitarás ayuda.

Tenía razón en eso. Lelouch cerró los ojos. Su cuello se le había puesto rígido. ¿Ahora qué? ¿Aceptaba su ayuda? Por más ridículo que sonara, en verdad, no quería oponerse a Euphemia. La simple idea era insoportable. Lo incomodaba, lo sacaba de sus casillas, lo apesadumbraba. Tampoco le agradaba la otra opción. Su discurso, aunque estaba cargado de buenas intenciones y compuesto de gentiles palabras, no disuadió su postura ni cambió su propósito. Su plan era inviable en una ciudad cuyo sistema servía a los intereses de los poderosos. Desafortunadamente, su decisión era irrevocable. ¿Qué iba a hacer? Su indulgencia, desinterés y sinceridad lo habían desarmado. En el fondo, sí quería recibir su compasión. No lo admitiría jamás. Excepto quizás para su fuero interior.

Pensó rápido. Rescató algo positivo de la proposición de su hermana: quería tenerlo a su lado. Le ofrecía una relación de iguales. A sus ojos, eso era una oportunidad para convencerla de que solo podían hacer las cosas a su manera o, en todo caso, de «utilizarla». ¡Sí! El único cambio que habría era que no tendría que desposarla. Por otro lado, su alianza era más genuina que la de su medio hermano. Era una situación de ganar-ganar.

—De acuerdo —suspiró abriendo los ojos—. Te ayudaré.

Euphemia sonrió de oreja a oreja. Se arrojó a sus brazos, entusiasmada. Lelouch le acarició la espalda a un ritmo dulce. La mujer fue devuelta a la realidad al aspirar su colonia. Se echó para atrás.

—Perdón —farfulló—. No me hago a la idea aún. Te prometo que aprenderé a amarte como mi hermano.

—Descuida. Existen otros modos para celebrar…

Él cogió el vino por el cuello de la botella y el descorchador y la destapó. Este salió volando. Euphemia fue a recogerlo y le tendió un pañuelo con que pudiera secarse las manos y la botella que había borboteado un poco de espuma. Lelouch sirvió a ambos.

—¿Quieres…?

—Sí, por favor. Dame esta. Esta es mi copa.

Lelouch le dio la copa que su mano derecha agarraba. Euphemia levantó la suya primero para brindar.

—¡Por nuestra alianza!

—Por ti, Euphemia, que me derrotaste sin trucos ni mentiras.

Euphemia se rió. Bebieron. El vino era exquisitamente dulce. Al menos, hasta el final en que les sentó amargo en el paladar.

—¿Sabías que el vino era la bebida asociada al éxito?

—No. Me estoy enterando gracias a ti. Me gusta aprender cosas nuevas contigo —respondió Euphemia poniendo la copa en la mesa—. Sabes, me sorprende que hayas asimilado rápido que nosotros…, bueno, somos hermanos —señaló con un nudo en la garganta. Forzó una tos.

—Quizás es porque en el fondo sentía un cariño fraternal por ti. Hubo veces que tus ojos me recordaban a mi hermana. Son del mismo color y me transmitía la misma sensación de calidez que ella cuando no había perdido su vista —titubeó. Hizo una pausa para carraspear y recuperar su timbre normal de voz—. No te lo dije porque te parecería extraño y no quería incomodarte.

No era su mejor excusa. Tampoco se le ocurrió otra mejor. Estaba siendo sincero. Esa fue la razón por la cual se le dificultaba seducirla a intervalos. Su determinación venció su incomodidad, al fin y al cabo. Esperaba que eso lo ayudara a sonar convincente. Las mejores mentiras estaban compuestas por verdades parciales.

—No me lo parece. Diría que es tierno…

Euphemia fue interrumpida por un ataque de tos seca. Se golpeó el pecho. No se le pasó. De inmediato, cogió la copa para sorber un trago que calmara la tos. Al llevársela a los labios, la copa resbaló de su mano y cayó al piso. El vino se desparramó. Euphemia se agarró de la garganta y se la arañó frenéticamente en un intento exasperado de parar la tos.

—¡Euphemia! ¡¿Qué tienes?! —vociferó Lelouch—. ¡Ayuda! ¡La señorita li Britannia se está ahogando!

Inopinadamente, Euphemia comenzó a temblequear. Sus rodillas cedieron viniéndose abajo. Tumbada bocarriba, experimentó una violenta convulsión. Sin pensarlo, el abogado se arrojó sobre ella y trató de estabilizar su cabeza.

—¡Ayuda! —clamaba, desesperado—. ¡Llamen a una ambulancia! ¡Maldita sea, ¿por qué no viene nadie?! ¡Euphemia!

—Le…lo…u…

Lelouch miraba hacia los lados en busca de alguien que pudiera atender sus ruegos. Nadie se asomaba por ahí. No quería dejarla sola. De súbito, le agarró el brazo o eso daba la impresión. Agitaba en el aire las manos sin poder aferrarse a nada. Su rostro se le había puesto amoratado por la falta de aliento. La lengua se le salió. Sus ojos saltones fueron palideciendo. Sus agudos y terribles estertores se entremezclaron con los gritos de socorro de Lelouch que contemplaba con impotencia y consternación la muerte.

—¡EUPHEMIA!

La mujer se irguió como un cadáver a quien galvanizan con los cabellos desechos, las pupilas fijas, la boca abierta. Un estremecimiento la hizo caer en el suelo. Las convulsiones cesaron.

—¡EUPHEMIA! ¡EUPHEMIA!

Al punto que percibió su inmovilidad, zarandeó sus hombros como queriéndola despertar de un sueño. Comprendió que nunca lo haría. El alma había abandonado su cuerpo. Lelouch se desplomó sentado en total estado de shock. La sangre se había fugado de su rostro, convirtiéndolo en una máscara de yeso. Su pecho jadeaba furiosamente.

Euphemia se había ido…

En esto, un intenso picor traspasó su ojo izquierdo cual si lo hubiera atravesado un cuchillo caliente. Lelouch pegó un alarido de dolor tan desgarrador como el de Euphemia. Se mesó los cabellos, se revolcó en el suelo.

—¡No, por favor! ¡No esta vez! —imploraba lagrimeando.

Con enorme dificultad, abrió los ojos. El izquierdo se había tornado de un color carmesí y se había manifestado un pájaro.

—¡Pronto! ¡Busquen por todos lados! —ordenó una potente voz femenina.

Lelouch recobró su lucidez. Identificó la voz. ¡Era la de la detective Villeta! ¡¿Por qué coño la policía estaba ahí?! Sus ojos erráticos revolotearon por toda la sala hasta posarse en el vino que seguía extendiéndose por la alfombra. La botella estaba erguida sobre la mesa con una altivez humana. Las sinapsis se dispararon en la cabeza de Lelouch. En un parpadeo, encajó todas las piezas del rompecabezas. ¡Era una puta trampa! Se puso de pie tan bruscamente que se mareó. La premura de sus movimientos hizo que fuera torpe. Corrió a abrir la ventana. La misma por la que Euphemia estuvo mirando sin saber que esa sería su última vez.

—¡Quieto! —profirió una voz detrás de él. Lelouch ni siquiera echó un vistazo—. ¡Refuerzos aquí! ¡Tengo al sospechoso!

—¡Mierda! ¡MIERDA!

—¡Queda arrestado! —anunció el oficial apuntándole con su arma.

Lelouch ya había abierto la ventana. Oyó el tropel de pasos de sus compañeros. Era ahora o nunca. Saltó a través.

El oficial disparó.

Todo se había ido al carajo.

FIN DEL PRIMER LIBRO


N/A: así nos despedimos de esta primera parte del fic, damas y caballeros, con un final impactante. Pero, antes de eso, les regalé el tan esperado beso entre Suzaku y Euphemia que el anime no nos dio, pero les quité la oportunidad de un final feliz. Soy cruel, pero justa. ¿A nadie les ha extrañado que ninguna de las dos parejas canónicas nos dio una miserable escena de beso? Aunque, ¿quién no nos asegura que Euphemia y Suzaku no se besaban cuando no lo estábamos mirando? Y, por supuesto, Villetta no se embarazó por algún milagro de Zero. Existen dos cosas que me gustaría comentar antes de pasar a dejar las preguntas habituales:

1.- El nombre del fanfic. Para empezar, "Lazos de Sangre" es mi traducción personal para Bloodlines que es el título del fanfic (la traducción literal en español es Linaje, pero a mí me gusta Bloodlines porque es una palabra compuesta y una de las palabras constituyente es "Blood", la cual es una imagen importante para la historia y, por ello, debía rescatarla). Ahora, ¿por qué esta historia se titula Code Geass: Bloodlines?

Porque es el factor común entre mis 3 personajes principales y antagonista. La idea me la dio la propia serie. Me di cuenta que la razón para luchar de Lelouch, Suzaku y Kallen estaba relacionada con sus vínculos de sangre: Lelouch promueve la rebelión contra el Sacro Imperio de Britannia ya que quiere un mundo amable para su hermana, vengarse de su padre y conocer la verdad sobre el asesinato de su madre; Suzaku entra en el ejército para expiar su culpa por matado a su padre y Kallen quiere recuperar la libertad de Japón porque es un sueño que hereda de su hermano mayor y así conseguirá un mundo en el que viva con su madre. Con respecto a Schneizel y Charles quienes no se mueven por razones familiares en el anime, en este fanfic sí es su motivación principal técnicamente, pues, en mi opinión, el antagonista «ideal» debe ser el espejo oscuro del protagonista (de hecho, Charles y Schneizel aspiran al mismo objetivo que Lelouch y Suzaku respectivamente, pero sus métodos y sus ideales son mucho más extremos que los de nuestros dos héroes). Creo que el título quedó claro en estos últimos capítulos.

2.- Euphemia. Alcancé a leer en varios de sus comentarios que estaban esperando el momento que matara a Euphemia. ¿Por qué no la querían viva? ¿Qué tienen contra la pobre Euphemia? Hablando en serio, no iba a reproducir la masacre que se dio en la serie ni convertirla en la «rica heredera sangrienta» porque, como se estaban desarrollando las cosas, no tenía sentido ni hacía falta. El Geass recién se manifestó, Euphemia no va a diezmar a la gente porque no es una psicópata (ella es una socialité, no una princesa ni una política; además, ¿a quién iba a matar? ¿A las personas de algún evento al que había sido invitada? ¿A los sirvientes de la mansión? En absoluto) y mi Lelouch no iba a asesina sin una buena razón (y la única razón que exisía en este caso era que ella había descubierto su identidad y, siendo así, era mejor que él asesinara a Schneizel que es más peligroso que ella). Pero todos sabemos que la muerte de Euphemia marcó un punto de inflexión en la serie y en los arcos narrativos de dos personajes principales. Con lo cual, tal parece que no es una historia de Code Geass sin que ella muera.

En el anime, la tragedia de Euphemia consistía en que quedó inmortalizada por lo que no era, la pobre se convirtió en la autora de una masacre sin precedentes en contra de su voluntad, lo cual era terriblemente injusto para ella que era una buena persona. En mi fic, la tragedia de Euphemia se basa en que se enamoró y se acostó con su hermano y no fue porque la obligó el Geass, fue por su libre albedrío (incluso si la sedujo Lelouch, podemos decir que su amor fue sincero y que Lelouch se lo retribuyó jodiéndole la vida). Así pasamos de la «princesa sangrienta» a la «rica heredera incestuosa», ¿les gustó esta adaptación?

En este primer libro, configuré el escenario para dar comienzo a la partida de ajedrez entre Lelouch y Britannia Corps e introduje a nuestros cinco personajes principales, les mostré sus personalidades, sus motivaciones, sus trasfondos, sus creencias, sus objetivos y los vimos enfrentar algunos conflictos como el de Suzaku y su debate entre el deber y el amor y el de Kallen y su dilema moral. No se pueden quejar: tuvimos amor prohibido, violencia, incesto, groserías, triángulo amoroso, venganza, frases épicas.

En este capítulo tuvimos dos alianzas importantes: la de Charles y Suzaku, por un lado; la de Kallen y Lelouch, por otro. Entre estas formaciones, ¿cuál les genera más interés? ¿Se las esperaban? ¿Aspiran algo de ellas? ¿Se imaginaron que la muerte de Euphemia iba a pasar o los sorprendí? ¿Quién mató a Euphemia y por qué? ¿Siguen encontrando injusta su muerte? ¿La bala alcanzó a Lelouch? ¿Están satisfechos con el final de este primer libro? ¿Cuál fue su escena favorita? ¿Creen que pueden esperar un año por la continuación? Okey, no xD Esa última pregunta fue una broma.

Ahora bien, ¡hablemos del primer libro! ¿Qué amaron u odiaron de este libro? ¿Hubo algún personaje que no les gustaba en la serie y les gustó aquí o al revés? ¿Tienen algún o varios capítulo(s) favorito(s)? ¿Alguna escena o relación destacó para ustedes en este primer libro?

Ya saben que son libres de responder lo que quieran, así como también de preguntarme.

Agradezco todo el apoyo que están dando el fic y por haberme acompañado hasta este punto de la historia. Significa mucho para mí la oportunidad que me han brindado. Voy a estar leyendo sus comentarios. ¡Nos leeremos en el prefacio del segundo libro!

PD: yo creo en la supremacía del abogado Lamperouge.

PD2: quería terminar esta parte con una grosería xD


Respondiendo comentarios:

Sick Marshmellow: me contenta leer que te encuentres mejor de salud. Llegó la fecha y aquí tienes el desenlace de este primer libro, ¿y bien? ¿Superó tus expectativas? xD Yo concuerdo contigo: la escena entre Suzaku y Lelouch fue mi favorita de aquel capítulo. Como señalas, se palpa la tensión y el intercambio de los sentimientos que detona en esa revelación. ¿Te la imaginaste con las voces? ¡Vaya! Eso me halaga bastante :3 La escena en que rompe el espejo y su posterior conversación con C.C. es buenísima, pues vimos a un Lelouch decaído que se levanta y nos asegura una oscura promesa. Puede ser. Así es el querido Lelouch. Oscila entre la melancolía y la cólera —como yo. Técnicamente, no perdieron por culpa de Lelouch, supongo que, a su juicio, no es una derrota y que su récord continúa impecable. Es un halago saber que te has enganchado con la historia. Bueno, Euphemia era un obstáculo para Schneizel —qué cruel decirlo. Es cierto que le guarda un profundo cariño. Es su dulce hermana, después de todo. En realidad, fue un tremendo error haber rechazado la propuesta de Schneizel. En la partida de ajedrez se explica por qué y aquí tú leíste las consecuencias… Es curioso que menciones esa frase ya que la he usado para el fic. Eso sí, Lelouch nunca hubiera saciado su sed de venganza en la tregua. «¿Qué hubiera pasado si Schneizel se hubiera detenido en solo revelar su parentesco con Lelouch?». ¿Tú qué respuesta te das? ¿Y por qué crees que el presidente Charles no reconoció a sus hijos bastardos? No creo que sea una pregunta tonta ni obvia, es interesante. Bueno, Euphemia sabe plantar cara cuando el momento llega y sí, es idealista. «Ahora espero ver hacia dónde la llevarán sus nuevos objetivos». A su muerte xD Lelouch y Suzaku fueron enemigos durante la primera temporada por la posición en que estaban ubicados en el tablero de ajedrez: Lelouch era Zero y Suzaku, un soldado del ejército del Sacro Imperio de Britannia, se convirtieron enemigos luego de que el primero matara a la novia del segundo. Okey, veremos si eso es verdad. Todos tienen la duda si el Geass continuará existiendo en este mundo y creo que esa respuesta ha sido contestada en este capítulo. Anota tu teoría para ver si eventualmente resulta cierta :v Antes de los eventos de la serie, sí, ella fue aliada de Charles, V.V. y Marianne. ¿Por qué no terminaste de revisitar CG? Veo que ambos disfrutamos esa escena final. Bien, ya sabes cómo se terminó, ¿qué te pareció? ¿Considerarías este final como un giro drástico o no? Marzo también es un mes horrible para mí porque es la fecha en que me pasaron peores cosas xD Me enternece leer eso. En fin, malvavisco enfermo, nunca me cansaré de agradecerte por ser un fiel lector y dejar tus comentarios. Te envío un abrazo libre de contagio. Sigue manteniéndote sano.

Masa larguirucha: ¡descuida! Creo que si le preguntas a cualquier lector todos te dirán que se sumergieron en ese capítulo. ¿Granadas? Es una bonita metáfora para referirte a las revelaciones, aunque la mayoría de las verdades ya las manejaban. ¿Ah, sí? Veo que a los lectores les gustó la escena. ¿Cuál fue la segunda verdad si tan solo dijiste que eran medio hermanos? Supongo que te referirás a la verdad del asesinato de Marianne, aunque no hiciste alusión. Pues no, Lelouch esperaba el momento oportuno para revelar a Kallen la verdad. Mira como aquí se lo tomó tranquilamente cuando ella lo confrontó. Tenía la situación agarrada del mango. ¿Qué le contó Lelouch a Suzaku? Me perdí ahí. ¿Cuándo fue la primera vez que Suzaku descubre a Lelouch con personas inesperadas? Creo que la memoria te está jugando una mala pasada. Sí, sería un dilema moral: entre declarar la verdad en el juicio o aceptar el dinero de Britannia Corps y cometer perjurio —¿tú qué hubieras hecho en el caso del buen doctor? En efecto. A estas alturas, debiste constatar que no fue suficiente para replantearse cómo estaba haciendo las cosas. No diría que la revelación de Shirley como el primer amor fue una verdad, pero bueno. A sus ojos, C.C., que es una estafadora, y Britannia Corps, que planearon el asesinato y son corruptos, son iguales de criminales. De ahí que les diga «viles escorias». Lo fue. La escena entre Luciano y Lelouch en el café es mi favorita de aquel capítulo, pero no hay ninguna verdad ahí. La escena entre Aspirius y Kallen sí cuenta como una verdad. ¡Ja, ja, ja! Es cierto, ¿y podemos estar de acuerdo que los cierra de forma impactante? Así es. Leer para saber qué se traerá el fic con Rolo :v ¡Gracias por leer y comentar, cariño! ¡En verdad lo aprecio infinitamente! ¡Nos leemos!