Quien apareció ante ella fue una mujer que jamás había visto en su vida, ni en sueños. Muchos centímetros más bajita que ella (en realidad era Lucy una mujer que se consideraba alta y que, para el tipo de cuerpo que tenía, ella siempre creyó que era una gran desventaja), menuda, como una sola pieza de palillos chinos, pelo azul y alborotado que le llegaba a los hombros apenas y una cara con evidentes rasgos orientales.
Verla la hizo recordar a Natsu Dragneel y le arrancó un suspiro lejano, no era momento de ponerse a pensar en su amor platónico, debía averiguar para qué la habían llevado hasta allí y la manera en que podría escapar. Era lo primordial.
La oriental llevaba sobre sus manos una charola con un juego de té en porcelana azul y un plato con un emparedado de pavo con lechuga y queso derretido, cuyo olor hizo que su estómago rugiera en protesta unos instantes…
"Podrás comer cuando salgas viva de aquí, Lucy" pensó "De lo contrario, esta será tu última comida, tenlo por seguro…" Y pese a que la mujer no llevaba puesto ningún uniforme o algo que indicara que era empleada del lugar, por la forma en que comenzó a servir el desayuno y a acomodar ciertas cosas dentro de la habitación, lo intuyó por una cuestión de obviedad.
一Disculpe, señorita… 一inició Lucy, después de todo, ambas eran mujeres y era como un código sagrado que todas conocían: El hecho de prestarse ayuda mutuamente en situaciones peligrosas. Sin embargo, la mujer ni siquiera volteó a verla一 Oiga… 一insistió, pero parecía que ella había hecho un juramento de silencio一 ¡Estoy secuestrada!
Finalmente, estaba tan desesperada que había decidido ir directo y al grano. Era obvio que ante esas palabras tendría que brindarle ayuda, como trabajadora del hotel. Un establecimiento como el Fairy Hills jamás admitiría que semejantes escándalos ocurrieran en sus habitaciones, sobre todo si la prensa podría llegar a estar incluida. Por humanidad o por negocios, esa mujer de seguro la ayudaba al final.
No obstante, la respuesta que obtuvo ante semejante oración, la dejó helada. La mujer sí detuvo todo lo que estaba haciendo en cuanto la escuchó decirlo, sin embargo, lo único que hizo fue levantar el rostro, mirarla con esos extraños y un tanto perturbadores ojos extranjeros y sonreírle de una manera que se balanceaba en la cuerda floja entre la amabilidad y la hipocresía, antes de aterrarla con sus palabras:
一Ya lo sé… 一musitó, claro y fuerte, y con una tranquilidad como si fuera lo más normal del mundo que los huéspedes dijeran que estaban allí contra su voluntad. Cuestión de todos los días, claro. Después de hablar, la mujer retomó sus labores como si nunca hubiera roto su voto de silencio jamás.
Lucy tragó saliva de forma audible y juró que esa desgraciada sonrió con superioridad al escucharla hacerlo. Recorrió con su vista el lugar en busca de alguna oportunidad nueva para irse de allí de una vez por todas. Esto fue lo que encontró:
Cuando aquella mujer entró, tenía las manos ocupadas por lo que tuvo que ingeniárselas para volver a cerrar la puerta con uno de sus pies. Eso significaba que en esos momentos no existía seguro que le impidiera huir. Claro, la mujer podría interponerse pero pesaba como veinte kilos menos que Lucy y le llegaba a la altura del pecho, de seguro bastaba con un buen empellón para hacerla a un lado y salir disparada por el pasillo. Una vez fuera de la habitación de seguro podría encontrar a alguien que no quisiera tenerla retenida allí, que fuera buena persona y que estuviera dispuesta a ayudarla a salir con vida de allí si es que había más enemigos cerca (y por lo menos, gracias a la experiencia pasada, era seguro que había por lo menos uno más).
Ya daba igual el abrigo, el bolso y los zapatos. El primero ya estaba bastante gastado por los años, el segundo era una imitación nada más y los zapatos podían quedarselos, correría descalza en un camino de brasas al rojo vivo de ser necesario para sobrevivir. Se compraría un par de botas nuevas con lo de sus propinas la próxima semana, así que no importaba más.
Discretamente, caminó hasta sentarse en el diván, como si se hubiera rendido por completo y no planeara nada, porque ese sillón era lo más recto y cercano hacia la salida. La desconocida miró de soslayo sus acciones, Lucy se quedó quieta, recargándose en el respaldo y cuando la asiática retomó su labor, la tensión creció intensamente. Ambas estaban casi completamente seguras de lo que ocurriría a continuación y cuando nuestra protagonista se inclinó un poco hacia adelante, antes de ser embestida, la mujer oriental levantó la cabeza en su dirección, de manera precisa y quizás hasta un poco amenazante.
Le volvió a sonreír con esa misma sonrisa escalofriante, que no se podría definir como amigable, pero tampoco era violenta. Tenía la boca pintada de un labial rojo muy intenso y brillante, lo más seguro es que hasta eso fuera planeado para acentuar su gesto.
一Yo no lo haría si fuera usted… 一aclaró con simpleza, como si le estuviera leyendo la mente.
Entonces, se dio media vuelta a propósito, con la excusa de seguir trabajando… Sólo fue para mostrarle a Lucy que en la parte trasera de su pantalón, tenía enfundado un afilado cuchillo, bastante brillante y con varias hendiduras en el filo, listo para ser blandido y utilizado de la manera más conveniente para su propietario. El desgaste que tenía en el mango, dejaba en claro que ella sabía cómo utilizarlo y que sería mejor no subestimarla pese a su tamaño y complexión.
"Adiós al plan B."
Ambas permanecieron en completo silencio y moviéndose apenas lo suficiente y necesario durante los siguientes minutos. Cuando la extraña terminó todo lo que tenía pendiente en ese lugar, se irguió hasta ponerse derecha, tomó su cuchillo y comenzó a manipularlo, jugando con él, simplemente como si hiciera girar un bastón de porras con precisión. Era una amenaza no dicha. Se viró hacia Lucy y volvió a sonreírle (era obvio que esa sonrisa también era un arma, era parte de su arsenal completo).
一Puedes comer 一le dijo一, también deberías relajarte un poco y disfrutar la suite, ni Gray ni yo vamos a hacerte nada por el momento… Sólo te mantendremos vigilada, si no tratas de escapar todo estará bien. Pórtate como es debido, sé lo que te digo, te conviene tenerme como tu amiga hasta que recibamos nuevas órdenes…
Entonces, sin dejar de maniobrar el cuchillo (medía por lo menos diez pulgadas), avanzó hasta la puerta y una vez allí, lo dejó caer en el suelo. Fue a propósito, obviamente, para dejar en claro que así como "accidentalmente" el cuchillo había caído al suelo, "accidentalmente" también podía caer en su cuello si Lucy hacía alguna tontería.
Y, con esa advertencia, dejó la habitación volviéndola a encerrar. A estás alturas, todo mundo sabe que resultaría estúpido aclarar que esa chica, no trabajaba en el hotel Fairy Hills.
