Naruto iba felizmente por la calle ignorando los susurros a su alrededor, ya no le afectaban. Hacía un tiempo que había descubierto por qué lo odiaban y creía que era estúpido. Se reconocería a sí mismo que sus ansias de ser reconocido y convertirse en hokage habían disminuido considerablemente.

Aún lo deseaba, pero ya no era la insana obsesión que tenía por un poco de reconocimiento. Quería demostrar a todos que él no era el zorro pero por una razón completamente diferente a la de antes.

Ser hokage era una meta secundaria en el mejor de los casos. Ahora su objetivo principal era hacerse lo suficientemente fuerte para que nadie se atreviera a meterse con él o sus seres queridos y así poder salir con su belleza lavanda.

Su caminata y reflexión se vieron interrumpidos por un anbu.

-Naruto san, hokage sama desea verlo en su oficina - con el mensaje dado, desapareció tal como apareció.

Encogiéndose de hombros, se encaminó a la torre hokage. Intuía por qué el viejo lo quería ver, seguramente consistía en tres partes: felicitarlo por pasar, hablarle sobre sus nuevas responsabilidades como shinobi y averiguar cómo lo hizo tan bien, especialmente cómo obtuvo el kage bunshin.

Puso su mejor máscara de idiota feliz que aún confiaba plenamente en el anciano y abrió la puerta del despacho.

-Jiji - saludó animadamente el chico al líder de su aldea.

-Naruto kun, me alegro de verte. Felicidades por graduarte - lo felicitó.

-Gracias jiji, ya verás como te quito el sombrero en poco tiempo - afirmó con entusiasmo.

-Jeje, seguro que sí - le sonrió - Pero debes tener en cuenta que ahora que tienes tu hitai ate eres un shinobi de la aldea, un adulto, actúa como tal - le dijo con suavidad.

-Sí jiji - le respondió.

-Muy bien. ¿Sabes?, he tenido un par de conversaciones bastante curiosas con Iruka - comentó a la ligera.

Enseguida su mente entendió lo que quiso decir. El instructor le había contado su pequeña conversación del día anterior y lo de sus clones de sombra.

Redujo su sonrisa y dejó de actuar como un idiota feliz. No tenía sentido seguir con el acto y sabía que a la larga era lo mejor. Pudo ver en los ojos del hombre la tristeza y la culpa que su cambio de comportamiento causó al confirmar sus sospechas.

-Naruto kun, sé que no he estado contigo tanto como nos hubiera gustado a ambos. También lamento tu difícil situación en el pueblo, pero eso no quita que siempre puedes venir a mí si sientes que algo te molesta. Hubiera agradecido que me dijeras que estabas ocultando tus habilidades por miedo a una represalia de la gente - le dijo lo más suavemente posible.

-No quería molestarte - explicó en un susurro triste.

-No lo hubieras hecho - afirmó con una sonrisa cariñosa - ¿Qué tal esto?, termino en unos momentos los documentos que tengo aquí y pasamos la tarde juntos, ¿qué te parece? - le propuso el Sarutobi al chico.

Un poco más animado, el rubio asintió y se sentó a esperar que su figura de abuelo terminara su papeleo. Se sentía un poco mal por manipularlo, pero rápidamente descartó esos pensamientos. Él también lo estaba haciendo hasta cierto punto al ocultarle su legado y la identidad de sus padres.

Un rato más tarde, los dos salieron de la torre y dieron un paseo por el pueblo. Aprovechando la oportunidad, el sandaime le preguntó cómo aprendió el kage bunshin, a lo cual el Uzumaki le respondió que vio a un jonnin haciéndolo y, después de ganarle en una apuesta, logró que se lo enseñara.

Hiruzen intentó que él le dijera el nombre del hombre, ya que lo que hizo era peligroso. Omitió convenientemente que estaba prohibido y que sería castigado para no asustar al chico. No sirvió de nada ya que el rubio le había prometido al hombre que no le diría a nadie que él le enseñó, y el ojiazul nunca rompía sus promesas.

El antiguo alumno del nidaime al final no logró sacarle nada a su figura de nieto. Una cualidad que admiraba de él y que en ese momento le impedía obtener lo que quería era la integridad moral del chico que hacía que jamás rompiera una de sus promesas. Eso lo volvió una persona de confianza, lo cual era algo escaso en esos días

También le preguntó si sabía más cosas que no se daban en la academia, a lo cual honestamente dijo que sí, pero que no se lo diría porque quería que fuera sorpresa. Esa tarde demostró tener la terquedad de su madre.

Por la noche fueron a Ichiraku, la invitación del hombre por haber hecho genin. El contenedor del kyubi disfrutó la comida más de lo habitual. Por alguna razón que no podía entender, se había olvidado de ir al puesto de ramen durante los reinicios.

Teuchi y Ayame lo felicitaron por convertirse en genin y le desearon buena suerte en su carrera. El viejo chef de ramen incluso bromeó con el joven de promocionar su establecimiento una vez que fuera hokage, a lo cual el rubio asintió con gusto.

Toda la celebración se detuvo cuando un anbu llegó al lugar y se arrodilló frente a su líder.

-Hokage sama, alguien ha robado el pergamino prohibido. Los pocos testigos oculares afirman haber visto a Naruto Uzumaki saliendo de la torre hokage con el pergamino - informó el enmascarado.

-¿Qué?, pero si he estado con el viejo toda la tarde. ¿Cómo pueden pensar que yo lo he hecho? - empezó a despotricar el ojiazul.

-Tranquilo Naruto kun. Sé que tú no lo has hecho. Obviamente alguien está intentando inculparte y escabullirse mientras todos te buscan creyendo que eres el culpable - le dijo el sandaime para tranquilizarlo - Jabalí, avisa a todas las fuerzas que Naruto está conmigo y que él no ha sido, que busquen por todas partes hasta dar con el culpable y el pergamino - ordenó.

-Hai, hokage sama - respondió el hombre y se fue en un shunshin.

-Ya es la segunda vez hoy que veo esa técnica. ¿Cómo lo hacen? - cuestionó el Uzumaki a nadie en particular.

-Jeje, solo es un shunshin, la técnica del parpadeo corporal, un jutsu de rango C bastante sencillo - le respondió entre risas el Sarutobi.

-Guau. Parece muy práctico. ¿Podrías enseñármelo? - le preguntó con los ojos brillando de emoción.

-Me temo que no, pero es un jutsu bastante básico, estoy seguro que tu futuro jonin sensei no tendrá problemas en enseñártelo - le dijo.

El rubio hizo un puchero. Causando la risa de los dos hombres y la ternura de la camarera. Sin más ceremonias, el antiguo Dios de Shinobi pagó la cuenta y le pidió a su figura de nieto que lo acompañara. Hasta que no se resolviera todo el asunto y se atrapara al culpable, no quería dejar solo al chico.

Durante el camino a la torre, un par de shinobis preguntaron a su líder si era verdad que el ojiazul no era el culpable, a lo cual el anciano gobernante dijo era verdad, que había estado con el chico toda la tarde y lo que llevaban de noche.

Los hombres se fueron con el ceño fruncido. No había que ser un genio para saber que esas personas no les gustaba Naruto y esperaban poder acabar con él afirmando que habían eliminado al traidor que robó el pergamino prohibido.

La realidad de esa pequeña conversación hizo que se le revolvieran las tripas a Hiruzen. Tal vez no solo había subestimado el odio de los civiles sino también el de sus propios shinobis. El hecho de que el nuevo genin ignorara deliberadamente las muestras de desprecio de esos dos le dijo cómo de frecuente debía ser ese trato.

Quería preguntarle, pero temía realmente su respuesta. ¿Cuánto daño le había hecho la aldea al hijo de su sucesor?, ¿cuán negligente había sido en su tarea de cumplir su promesa de proteger al niño?

Cuantas más personas se paraban frente a él para también confirmar que en realidad el rubio era inocente, cuantos más rostros mostraban el desprecio hacia el chico y su desilusión de no poder ponerle las manos encima, y cuantas más veces veía al chico intentando y casi logrando totalmente ignorar a todos ellos, más viejo y culpable se sentía.

Se suponía que la gente debía verlo como un héroe, no como al zorro. Él sabía que lo habían aislado en algún grado y que algunas tiendas se negaban a venderle, pero si la población shinobi era tan abiertamente hostil, ¿qué más se había perdido?

Mientras veía a su figura de nieto leyendo uno de los libros que había en sus estanterías como si nada fuera diferente a lo normal, se prometió investigar muy a fondo el trato de la aldea hacia él una vez que el tema del robo estuviera solucionado.