Konoha estaba tranquila por la noche. Solos unos pocos bares y clubs estaban abiertos y en ellos había más shinobis que civiles. Algunas patrullas de anbu se movían en las sombras, ocultos a la vista de la mayoría.
Madara era consciente de todo desde lo alto de la montaña hokage. El antiguo patriarca Uchiha estaba pensando, meditando los últimos acontecimientos. Había sido resucitado antes de tiempo, y por alguien que no era su discípulo.
Conocía el Edo Tensei. Sabía que había una forma de romper la conexión con el invocador y tener total control de sí mismo. Pero no con esa variación. Cada vez que lo intentaba corría el riesgo de disiparse. Era molesto.
No solo no podía librarse del control de quien usó la técnica, sino que además quien lo hizo era un niño de 12 años. Él, Madara Uchiha, el más fuerte y poderoso de su clan, estaba bajo el control de un niño que apenas calificaba como adolescente. Fue insultante.
Era cierto que el chico no lo había obligado a hacer nada. Básicamente lo dejaba hacer lo que quisiera, lo cual en su mayoría era discutir y pelear con Hashirama como cuando ambos eran pequeños.
No se entendía a sí mismo a veces. Su forma de actuar era demasiado infantil. Se enfadaba con el pelicastaño por cosas que normalmente ignoraría. Y sin embargo, no se había sentido tan feliz desde que era un niño.
Culpaba a esta extraña variante del Edo Tensei por sentirse así. De alguna forma, la actitud alegre e infantil del rubio se le había pegado, y la actitud del mayor de los Senju no había ayudado.
Tan inmerso estaba en sus pensamientos, que no se dió cuenta que su antiguo amigo y rival estaba detrás de él.
-Bonita vista. ¿No estás de acuerdo? - el pelinegro solo asintió, fingiendo que él había sabido que estaba allí cuando no era verdad - Es increíble lo mucho que ha crecido la aldea que fundamos.
-Puede que en tamaño, pero la gente no ha cambiado tanto - el usuario de mokuton frunció el ceño ante sus palabras.
-¿Lo dices por Naruto? - preguntó, a él tampoco le había gustado la actitud de la población hacia el joven jinchuriki.
-No es solo él. Puede que tú te niegues a verlo, pero hay mucho odio y dolor en la gente. Incluso si lo intentan ocultar, este mundo no tiene salvación - respondió el usuario de mangekyo sharingan de forma solemne.
Al shodaime hokage no le gustaron sus palabras. Sonaba como si se hubiera rendido con el mundo. Como si la paz no fuera posible. Y él se negaba a aceptarlo. Él fracasó, pero estaba seguro de que Naruto podría lograrlo.
-La paz es posible. Solo se necesita a la persona indicada para que una a la gente. Un modelo a seguir que demuestre al resto que siempre hay esperanza - refutó con calma, haciendo que el Uchiha lo mirara.
-¿Quién? - preguntó sin convicción, ganándose una mirada a la cual resopló - Si realmente crees que ese chico lo puede lograr, eres más ingenuo de lo que recordaba.
-Puede ser que ahora no lo veas. El chico es joven y le falta habilidad. Pero para eso estamos aquí. Mi hermano ya le está enseñando y él está aprendiendo a pasos agigantados. Es solo cuestión de tiempo.
El silencio fue toda su respuesta. El pelinegro no era tan optimista como el pelicastaño, por eso abandonó Konoha e hizo lo que hizo. Ese mundo no tenía futuro, de ahí sus planes.
-Espero que puedas darte cuenta pronto - fueron sus últimas palabras antes de irse.
Quería decir más, convencer a su antiguo amigo, pero sabía que no serviría de nada. Era muy cabezota.
No podía ver todo el potencial del Uzumaki, eso o no lo quería ver. No podía estar seguro. Se decidió a comportarse más maduro y ayudar al joven con su entrenamiento. Después de todo, su esposa había sido una jinchuriki como él y tenía su mokuton, por lo que no debería ser muy difícil ayudarlo con su bijuu.
Madara continuó allí durante horas, observando la aldea en silencio. Le hubiera gustado ponerse en contacto con Zetsu y saber cómo iban los planes, pero no tenía forma de contactarlo.
La luna se fue y llegó el sol. Aunque estaba a mucha distancia, su sharingan le permitió ver a su invocador en un área de entrenamiento con Tobirama, al mismo tiempo que veía a uno de sus clones con dos niños en otra área.
No había prestado atención a quiénes eran sus compañeros de equipo, pero había visto el abanico Uchiha en la espalda del chico, por lo que supuso que era el superviviente de su clan.
No le había hecho ninguna gracia descubrir la masacre de Uchiha. Mucho menos que fuera uno de los suyos quien la hizo. Pero a diferencia de la gente ignorante del pueblo, pudo darse cuenta que había más detrás de la masacre de lo que dejaban ver.
Para rematar las cosas, había buscado información de Sasuke y no le gustó lo que escuchó. Un chico mimado, egocéntrico, con un nivel promedio de poder, por más de que la gente lo adulase como un genio, y una obsesión nada sana de matar a su hermano. Ni siquiera se había molestado en buscar a una mujer fuerte para reconstruir el clan.
En general, en su opinión, ese niño era una vergüenza e indigno del apellido Uchiha. Su invocador sería más digno de ser Uchiha que el pelinegro, y eso que la actitud infantil del rubio a veces lo molestaba. Agradecía a Tobirama por hacer que el chico fuera más maduro. No es que se lo fuera a reconocer.
Por más que no lo quisiera reconocer, el ojiazul tenía mucho talento y potencial. No creía ni de lejos que pudiera detener el ciclo de odio, pero sabía que en un futuro sería un shinobi fuerte. Lástima que no fuera él el Uchiha.
Dejó ese tema de lado y de mirar el campo de entrenamiento 7. Se estaba molestando solo con ver a esa patética excusa de Uchiha. Tendría que ver si había una forma en que él pudiera crear a otros con sus genes. No permitiría que el legado de su clan quedara mancillado o, peor aún, se perdiera, por culpa de alguien indigno.
Volvió a fijar su vista donde estaba el jinchuriki, solo para ver llegar a Hashirama. Este habló con su hermano. Por lo que pudo leer de sus labios, el pelicastaño quería ayudar en el entrenamiento de Naruto.
El peliblanco asintió y pidió al Uzumaki que se acercara.
-¿Qué pasa Tobirama sensei? - preguntó tranquilamente.
-Mi hermano se encargará de una parte de tu entrenamiento a partir de hoy. Principalmente te enseñará técnicas de doton - le respondió con seriedad.
-Sí, y también quiero ver si puedo enseñarte el elemento madera. ¿Te imaginas todo lo que podríamos hacer juntos?, el mundo será un lugar mucho más verde - proclamó el shodaime hokage.
Madara tuvo que negar con la cabeza con consternación. Su antiguo amigo era un idiota. El mokuton es un kekkei genkai, igual que el sharingan, solo que el primero se presentaba aún menos que el segundo, y el chico ni siquiera era un Senju, ¿en qué demonios estaba pensando?
-¿No que solo usted pudo usar el elemento madera? - cuestionó muy inseguro el rubio.
Hasta su invocador era más inteligente que su rival, se quejaba mentalmente el usuario de mangekyo.
-Sí, pero, ¿quién sabe?, tal vez tú también puedas - dijo con una sonrisa.
-Hermano, así no funciona la genética - refutó exasperado el nidaime.
-Bueno, tú me dijiste que a veces hay alteraciones en el ADN, y los Uzumaki y los Senju somos clanes primos - protestó el primer hokage.
-Mutaciones, sí, y también nuestros clanes tienen cierto parentesco, pero lo que tú propones es poco lógico y casi imposible - intentó hacerle entrar en razón.
-No lo sabremos hasta que lo intentemos. Vamos Naruto - resolvió felizmente mientras se llevaba al pequeño.
El ojiazul estaba demasiado confundido como para resistirse. El usuario de suiton solo suspiró y negó con la cabeza derrotado. Su hermano no tenía remedio, y no quería que contagiara a su invocador con sus estupideces.
A un mismo tiempo, encima de la montaña hokage, Madara estaba despotricando contra su antiguo amigo mientras iba de un lado para el otro. No tenía remedio y era un idiota. Si no quería que el jinchuriki se echara a perder, tendría que detenerlo. Prefería que el peliblanco se ocupara de su entrenamiento.
