Naruto estaba nervioso. Por más que se había intentado convencer a sí mismo que no pasaría nada, no las tenía todas consigo. En ese momento, preferiría enfrentarse al ichibi otra vez que tener que lidiar con esto.
La gente podría preguntar qué es lo que le tenía tan nervioso, y la respuesta no podría ser más simple, las clases con Hiashi Hyuga. No solo tenía que aprender en una semana todo lo que un hokage necesita saber sobre política, etiqueta y esas cosas; sino que tenía que aprenderlas con uno de los hombres más estoicos de la aldea.
Aunque no era muy consciente de todo lo que se refería a los Hyuga, sí sabía algunas cosas gracias a Hinata y Neji. Nada de lo que había oído sobre el hombre era positivo, y si tomamos como ejemplo a su hija mayor, las cosas no eran muy alentadoras.
Después de un par de minutos, los guardias le dejaron entrar y un sirviente le guió hasta el despacho del líder del clan. Por un segundo se planteó correr como alma que lleva el Shinigami, pero recordando la promesa que le había hecho a su jiji, se mantuvo firme.
Con un adelante, abrió la puerta y entró. El lugar era bastante rudimentario, con un escritorio, un par de bibliotecas y un archivador, no vio ninguna foto o efecto personal que le diera un aire acogedor.
-Siéntate - le indicó el hombre, a lo cual acató sin decir nada.
Hiashi aún estaba pensando cómo abordar todo el asunto con él, pero al no encontrar una forma fácil por el momento, decidió centrarse en lo que realmente habían quedado en hacer, las clases educativas que tanta falta le hacían.
Usando clones de sombra, Jiraiya le informó el día anterior del secreto del kage bunshin, puso a cinco clones a leer libros sobre política y etiqueta, mientras el original aprendía tácticas y a cómo distribuir los activos militares según la necesidad.
El Hyuga no era tan bueno como Shikaku en eso, pero le presentaría una base sólida para cuando fuera hokage, momento en que el líder de los Nara seguiría su instrucción y lo aconsejaría junto a los ancianos hasta que pudiera valerse por sí mismo.
Después de un par de horas, se tomaron un descanso. Fue entonces cuando disipó a sus clones y asimiló todo lo que habían aprendido. Sobraba decir que le dolía la cabeza a horrores con todo el conocimiento que recibió de golpe. Agradeció inmensamente el té que le habían traído, ya que fue capaz de mitigar un poco el dolor.
-Dentro de 15 minutos, cuando termine el descanso, te preguntaré sobre la información que hay en esos libros. Si veo que no los has aprendido correctamente, tus clones volverán a leerlos - informó el ojiblanco, a lo cual el rubio asintió.
Era bastante aburrido todo lo de la etiqueta y gran parte de la política, pero era interesante la parte de las leyes. Si las hubiera sabido antes, tal vez su vida podría haber sido un poco mejor, ya que era claro que muchas personas las rompieron con respecto a él.
-Por ahora, me gustaría hablar un tema personal con usted - comentó el pelinegro.
El ojiazul frunció ligeramente el ceño. No podía imaginar de qué podrían hablar. ¿Tal vez era algo relacionado con su partido con Neji?, el chico no lo sabía.
-Usted dirá - respondió con calma, algo de lo que había leído en los libros de etiqueta saliendo a flote.
El hombre asintió con aprobación, aunque era un poco desconcertante lo rápido que aprendía el muchacho. En verdad no entendía cómo la gente había descartado tan fácilmente su potencial.
-Si no me equivoco, mi sobrino le habló sobre el sello del pájaro enjaulado durante vuestro combate - el Uzumaki frunció el ceño y asintió. No le gustaba esa cosa - No sé hasta qué punto puede saber sobre la implantación de dicho sello, pero la verdad es que de la rama principal, solo el mayor no es marcado. El resto de hijos van a la rama secundaria y son sellados.
Al adolescente no le gustó para nada eso, y esperaba poder abolirlo una vez se convirtiera en hokage. Hiashi, imaginando lo que estaba pensando, negó con la cabeza.
-Desgraciadamente, ni siquiera el hokage puede cambiar esto. Tanto el sandaime como el yondaime lo intentaron y fracasaron. Las leyes protegen a los clanes y sus costumbres, y los ancianos del clan se niegan a cambiarlas.
Una mueca amarga se formó en la cara del rubio. Él quería cambiar eso, pero si su jiji e ídolo no pudieron, era poco probable que él pudiera, al menos en el corto plazo.
-Como creo que ya sabes, tengo dos hijas, Hinata y Hanabi. Normalmente Hanabi sería sellada al ser la menor, pero ha mostrado ser mucho más superior a su hermana, así que los ancianos están pensando en poner el sello en Hinata.
-Pero no es justo. Hinata no es débil, lo que pasa es que es demasiado amable y teme dañar al resto - protestó el ojiazul.
Puede que no conociera mucho a la chica. Por alguna razón siempre se ponía roja y tartamudeaba o se desmayaba cuando él estaba cerca. Pero de lo que estaba seguro era de su buen corazón.
-Coincido contigo - afirmó el hombre - pero eso no quita que si no se hace algo, ella será marcada con el sello del pájaro enjaulado - explicó.
-¿Entonces qué podemos hacer?
Si él podía ayudar, lo haría sin dudar.
El ojiblanco tuvo que contener una sonrisa, por lo que bebió de su té para disimular.
-Solo hay una solución para este problema, pero es algo complicada - expuso.
-No me importa. Si está en mi mano, ayudaré, dattebayo.
-¿Entonces estarías dispuesto a casarte con mi hija?
-Sí. Espera. ¿Qué? - preguntó perplejo.
Su mente tardó unos segundos en reiniciarse. Por otros pocos segundos creyó haber oído o entendido mal, pero no fue así. Su cara seria le decía todo lo que necesitaba saber.
Un segundo después se congeló. Tenía 13 años. A esa edad nadie piensa en casarse, al menos no un niño, menos aún uno que ha sido despreciado y aislado toda su vida. ¡Ni siquiera pensaría en casarse con Sakura chan en ese momento!
Esa era otra. Sakura. Le gustaba la chica pelirrosa. Sabía que era un amor infantil, no uno real, pero era lo máximo que podía sentir en su edad y situación. Y sin embargo, sabía en lo más profundo de sí mismo que ella nunca correspondería sus sentimientos.
-¿Qué opina ella de esto? - preguntó, saliendo un poco del aturdimiento.
-No lo he hablado con ella todavía. Primero quería saber si estarías dispuesto a casarte con ella - le respondió.
Era una verdad a medias. No necesitaba hablar con ella para saber que felizmente aceptaría. No era un secreto para nadie que su hija mayor estaba enamorada del jinchuriki. El único que realmente no lo sabía era su propio enamorado.
-Ya veo - comentó y tomó un sorbo de su té.
No sabía qué decir.
-No hace falta que me des una respuesta ahora. Tienes hasta el día de la ceremonia de hokage para pensar. Estaré esperando tu respuesta.
No volvieron a tocar el tema después de eso. Se centraron en las lecciones y únicamente en ellas. A pesar del aturdimiento, Naruto pudo estar mayormente concentrado y su progreso fue constante, por no decir bastante rápido, algo que sorprendió al patriarca Hyuga en gran medida. No por primera vez se preguntó cuánto había pasado por alto su potencial la gente.
Cuando el Uzumaki salió del complejo para comer y luego ir a entrenar con Jiraiya, aún estaba pensando en lo que debía hacer. Por un lado una amiga que necesitaba ayuda y la forma de hacerlo era muy peculiar; y por el otro, su amor de la infancia.
Los pros y contras de decir sí o no aparecieron en su cabeza uno tras otro aturdiéndolo y confundiéndolo. Le hubiera gustado poder ir a alguien y pedir consejo, pero sabía que toda la situación era un secreto y que si la gente se enteraba, Hinata, Hiashi o los dos podrían tener problemas.
Ni siquiera su preciado ramen pudo animarlo. Ayame veía a su figura de primo/hermano pequeño comer su comida sin ganas, preocupandola mucho. Su padre estaba igual.
El rubio se fue a dormir esa noche con un dilema que no podía resolver y solo tenía unos pocos días para decidirse. Ni siquiera en sueños se libró. Pesadillas de posibles escenarios catastróficos de lo que pasaría tanto si se casaba con la ojiperla como si no.
