Aclaración: David y Snow no comparten corazón, y baby Neal no existe. Adicional a ello la Bruja del Oeste está bien muerta y no vuelve.
Advertencia: Sexo explícito, lenguaje procaz, conductas inapropiadas, violencia y posibles muertes.
La oscuridad se arremolinaba como enjambre sobre el cielo oscuro de Storybrooke en búsqueda de un alma para habitar. Lo hacía como buen depredador, acechando hasta encontrar y atacar a su presa.
El cuarteto de héroes, Emma, Hook, David y Mary Margaret, junto a su nueva pareja, Víctor, corrían tras la oscura masa intentando detenerla a como diera lugar, perdiéndola de vista cada cierto tiempo sólo para volverla a encontrar un poco más adelante, como si de un juego de niños se tratase. Se encontraron de frente con Regina y Robin quienes decidieron salir a dar un paseo mientras hablaban de ellos. Ella tenía muchas dudas. Robin la juzgó y le reclamó por la muerte de Marian en el pasado. Le destrozó el corazón, la dejó y se fue con la otra mujer para intentar recuperar lo que un día tuvieron, para ser la familia que siempre estuvieron destinados a ser.
Desde luego que Marian tomó mal el saber lo del tatuaje y la segunda oportunidad que el polvo de hadas decretó pero, el enterarse que Robin se había involucrado sentimentalmente con la Reina Malvada, fue algo que no pudo tolerar. Presionó al ladrón para que vivieran juntos, lo más lejos posible de Regina y este, impulsado por la rabia que sentía en ese momento contra la mujer que se suponía amaba actualmente, aceptó. Se instalaron en la apartada cabaña que perteneciera a la Bruja del Oeste e intentaron recuperar su felicidad. Sin embargo, a Robin le resultó algo inútil pues le era imposible dejar de pensar en Regina.
Renunciar a ella no era algo sencillo pues se suponía que el polvo de hadas dictó que había una oportunidad para ellos. En el poco tiempo que se conocieron tuvieron una increíble conexión, Regina era sin duda maravillosa y sumamente hermosa. Era la mujer que cualquier hombre podía desear y se negaba a rendirse a pesar de no poderse sacar de la mente el que Marian muriera por su culpa. Sentía un caos interno y se encontraba desesperado por convencerla de intentar de nuevo. La idea de que Regina debió entrar a la taberna antes de que él conociera a Marian era lo que lo hacía aferrarse a que debía funcionar.
—Hey, ¿qué pasa? —preguntó Regina mientras se acercaba, viendo lo agitados y preocupados que estaban. Notando además que miraban hacia el cielo en búsqueda de algo que claramente no se veía.
—El Oscuro ya no está unido al cocodrilo —respondió Killian.
—¿Qué? —Volteó ella hacia arriba, imitándolos en su búsqueda—. ¿Dónde demonios está?
—No ha ido a ninguna parte. La oscuridad nos rodea —aseguró Emma quien miraba con ojos desorbitados alrededor, empuñando firmemente la daga sin nombre.
Fue entonces cuando la masa negra descendió a gran velocidad envolviendo la figura de Regina quien apenas alcanzó a emitir un jadeo. La arrastró, separándola de los demás.
—¡Regina!
Exclamaron todos, realmente preocupados, tanto que David empujó a Mary Margaret sin querer quien no cayó al suelo porque Víctor alcanzó a sostenerla.
—¿Qué le está haciendo? —preguntó Robin.
—Lo que la oscuridad hace: absorber la luz —respondió David, agitado y con la preocupación calando sus huesos.
—No lo permitiré —dijo Robin, avanzando decidido hacia Regina, siendo expulsado al instante por la magia negra que la rodeaba. Rodó sin ceremonias por el pavimento.
—¡Eso no va a funcionar! —aseguró David mientras pensaba en una forma de impedir que la oscuridad terminara con la vida de Regina. Su complejo de héroe le hizo desear por un momento ser él quien estuviera en el lugar de ella. Fue un revelador instante que lo distrajo un segundo.
—El aprendiz dijo que la unamos a alguien que la contenga —dijo Emma para luego avanzar hacia Regina dispuesta a convertirse en el Oscuro con tal de que ella pudiera seguir al lado de Henry. Lo hacía con la confianza de que sus padres podrían sacarle la oscuridad una vez más. Alzó la daga apuntando hacia la masa oscura que de inmediato acudió al llamado.
Todo sucedió muy rápido, le arrebataron la daga y fue empujada sin miramientos. Se vio de cara al suelo con Killian ayudándola inmediatamente, sujetándola con fuerza para evitar que fuera al auxilio del príncipe quien acababa de sacrificarse.
—¡David, no! —dijo Regina, angustiada y sorprendida de verlo aceptar convertirse en el Oscuro para que ella no muriera.
—¡David! —exclamó también Mary Margaret, desesperada porque por más que ya no estuviera junto a él lo apreciaba y era el padre de su hija.
Regina se vio liberada de la oscura magia que reptó por el brazo del príncipe quien era envuelto por el remolino de oscuridad. Él alcanzó a mirarla a los ojos antes de que la masa oscura lo cubriera por completo. Misma que sin dejar de girar se elevó, desapareciendo en un destello de donde cayó al pavimento la daga con un nombre grabado: David Nolan.
—¿Cómo pudo ser tan idiota? —preguntó Regina, avanzando hacia la daga, haciendo un gesto con los brazos mostrando la molestia que le servía como máscara para ocultar la angustia que en realidad sentía.
—¡Regina! —La reprendió Mary Margaret—. Esa cosa te iba a matar. Él salvó tu vida.
—¿Crees que no lo sé? —respondió con lamento, sintiendo una extraña opresión en el pecho.
—Y ahora es el Oscuro —dijo Henry con tristeza, quien apenas llegando se acercaba, disminuyendo el acelerado paso que llevaba.
—Es un problema para todos nosotros —corrigió Regina, con las manos puestas en sus caderas.
—Aún es bueno —dijo Mary Margaret quien sostenía a una conmocionada Emma.
—Eso espero. No es que se fue en un unicornio. Lo succionó un vórtice de maldad.
—¿Dónde está? ¿A dónde fue? —preguntó Víctor, terriblemente confundido por lo que acababa de suceder.
Emma, ignorando el llamado de su madre y de Killian, avanzó hasta la daga que recogió del pavimento.
—Si no podemos encontrarlo, haré que venga a nosotros —dijo, apretando la empuñadura con fuerza—. ¡Oscuro! Te ordeno que vuelvas. —Se inquietó cuando nada sucedió—. ¡Aparece, Oscuro! —exclamó al borde del llanto, sin poder concebir que su padre fuera ahora el Oscuro.
—Baja esa cosa antes de que te hagas daño, Salvadora. No conoces las reglas de la daga —reprochó Regina con desdén, aun molesta por la situación.
—Con ella puedo invocarlo desde cualquier rincón del mundo.
—Tú misma te respondiste. No está en este mundo —dijo Regina, cruzándose de brazos.
—No pudo haber ido a ningún otro lado. No pudo haberme abandonado de nuevo —sollozó Emma con angustia, volviendo a sentirse como una niña huérfana.
—Amor, calma —pidió Killian.
—¡No! David se sacrificó por mí. Tengo que salvarlo. Ustedes no entienden —lloró, siendo abrazada de inmediato por su madre. Emma se aferró a ella y soltó en llanto.
Regina se cruzó de brazos, permitiendo que Emma descargara su angustia. Robin se acercó e intentó abrazarla para consolarla, pero ella se negó, poniendo distancia entre ellos.
—Emma. —Llamó a la sheriff que seguía abrazada a su madre—. Emma. ¡Enfócate! —La miraba con severidad porque no era momento de derrumbarse sino de actuar antes de que fuera demasiado tarde—. El aprendiz —le recordó.
Llegaron corriendo a la tienda de Gold, entraron con dirección a la parte de atrás donde el aprendiz yacía agonizante en una modesta cama.
—La oscuridad quería a Regina, traté de contenerla como lo dijiste, pero David me salvó y ahora es el Oscuro. Esa cosa se lo llevó. Lo invocamos con la daga, pero no acude al llamado —contó Emma al hombre.
—Es porque ahora está donde nace la oscuridad: su reino —respondió con debilidad.
—Llévanos allá —demandó la sheriff.
—Estoy muy débil para eso. Tiene que ser invocado por la… luz —musitó con su último aliento antes de quedar inerte sobre la cama.
Azul los miró con pena, confirmando así el deceso del hombre.
—Tú eres la luz, Emma. —Mary Margaret se acercó a su hija después de hablar.
—Pero no lo conseguí —dijo con un hilo de voz.
—Intenta de nuevo, amor. —Killian la alentó. Regina soltó un suspiro sonoro y Mary Margaret la observó atenta.
—Esto es una pérdida de tiempo —masculló Regina, cruzándose de brazos y alzando la cabeza para mirar el techo por un momento, exhalando sonoramente por la boca.
—Entonces, ¡¿qué sugieres, Majestad?! —cuestionó el pirata un tanto alterado pues a su parecer Regina se empeñaba en complicar las cosas y no en solucionar.
—¡Que piensen por una vez en su vida! —respondió energéticamente, evidenciando no apreciar que le hablara así.
—Inténtalo tú —pidió Emma a Azul, ofreciéndole la daga. Regina torció los ojos con dramatismo.
—No puedo hacerlo. Las hadas no nos podemos involucrar con la oscuridad —respondió la aludida sin inmutarse a pesar de que la insinuación la ofendida.
La sheriff asintió y entonces creyó tener la solución. Tomó la mano de Killian y colocó la daga en medio de las manos de los dos.
—El amor verdadero es la magia más poderosa. Juntos podemos hacerlo —aseguró con fervor, con toda esa fe que por años se negó a tener.
—Eso es lo más ridículo que he escuchado el día de hoy —se burló Regina.
—David se sacrificó por ti —reprochó la princesa.
El semblante de Robin se tornó sombrío y tensó la mandíbula a fin de no decir nada.
—No. Lo hizo por tu hija. No intentes echar la culpa sobre mí como siempre —respondió con tono amenazante, harta de ser vista como la responsable de todo en cualquier situación.
—Mamá —Henry se dirigió a Regina quien lo miró con atención—, inténtalo tú. —La expresión de su madre lo dijo todo: no creía ser capaz de lograr el cometido.
—Henry, no creo poder. Yo…
—Tiene razón —interrumpió Hook, quitándole la daga a Emma quien se molestó, pero decidió no decir nada—. Fuiste una villana, la reina malvada, pero has hecho demasiadas cosas buenas y ahora resplandeces como un jodido sol.
—Será mejor que salgamos de aquí —sugirió Azul y, sin esperar respuesta, abandonó la tienda. Los demás, algo confundidos, la siguieron.
Regina tomó aire profundamente antes de tomar la daga que le era ofrecida por Killian. En cuanto la tuvo en su poder sintió la oscura energía recorriendo su cuerpo. Era algo conocido y tan tentador que le resultaba desconcertante.
—Concéntrate en traerlo de vuelta —comentó Mary Margaret, ganándose una mirada fulminante por parte de la reina. Aclaró su garganta y aguardó esperanzada.
Empuñó la daga, alzó el brazo apuntando hacia el cielo, invocó su magia que de inmediato envolvió la hoja de acero. Se concentró en llamar a esa nueva magia que habitaban en ella y supo que lo consiguió cuando el nombre grabado brilló con fuerza haciendo que fuera imposible mirar la daga por un momento.
—Oscuro, te ordeno que vengas a mí. —Las palabras fueron dichas con firmeza y esperanza, aunque sonara absurdo por tratarse de ella. Deseó con todo su corazón que David volviera.
Las luces comenzaron a tintinear, la tierra tembló ligeramente, Emma le quitó la daga a Regina, urgida por ser ella quien recibiera a David. Sin embargo, eso nunca sucedió. El frío comenzó a calar los huesos de todos, el sonido cesó por completo y de pronto, la misma masa negra se abalanzó sobre ellos a una velocidad impresionante. Se fue sobre Emma arrebatándole la daga y volvió a perderse en la oscuridad.
—¡¿Qué demonios?! —exclamó la sheriff, asustada, sabiendo que el que David tuviera la daga no era nada bueno.
—Les dije que ahora era un problema. —Se quejó Regina, molesta por la incompetencia de Emma al permitir que el Oscuro le arrebatara la daga con tanta facilidad.
—Majestad —Azul la abordó con su habitual calma. Regina la miró fijamente, lista para debatir lo que fuera que dijera. Esbozó una sutil sonrisa de alegría—, abriste un portal a nuestro reino —dijo, reconociendo el acto y el poder que la reina ostentaba con la magia blanca.
Regina sintió un nudo en el estómago y exhaló largamente por la boca, deseando poder llegar hasta David antes de que fuera totalmente corrompido por la oscuridad. Frunció el ceño al ver que la expresión del hada se tornó intranquila.
—Debes tener cuidado —murmuró Azul para ella, preocupada esta vez—. La oscuridad siempre va tras la luz para destruirla.
—¿Qué debemos hacer? —cuestionó Emma, poniéndose enfrente de Regina porque su magia natural era la blanca, era luz pura por lo que obviamente David volvería a ella.
—Evitar que la oscuridad lo corrompa —obvió Regina, incómoda con la situación porque, a pesar de que sabía que Emma era la Salvadora, no se quitaba de la mente la profunda mirada de David antes de convertirse en el Oscuro.
—Vamos de vuelta con Gold, quizá ahí encontremos algo para llamarlo —sugirió Emma.
—Buscaré en mi bóveda —ofreció Regina, desapareciendo en su nube morada dejando a todos atrás.
La tienda de Gold era un caos, revolvían todo buscando a la vez que presionaban a Belle para encontrar algo en los libros que les pudiera ayudar mientras que, en la bóveda de Regina, las cosas empeoraban a cada minuto.
Robin corrió hasta llegar con ella y se molestó en sobremanera al ver la urgencia con la que Regina buscaba una solución para lo de David. Parecía como si eso la hubiera absorbido y ahora el príncipe fuera su prioridad.
—¿Por qué te importa tanto? —preguntó él, viéndola ir de aquí a allá hojeando libros de hechicería que no hacían más que ponerlo mal. Le recordaban que fue ella quien mató a Marian en el pasado. Era un sentimiento que le carcomía el alma.
—Porque es David —obvió Regina, molesta por la absurda pregunta.
—¿Y eso qué?
La reina cerró los ojos e inspiró profundamente antes de dejar lo que hacía para encarar al resentido hombre que la acompañaba.
—Es David. El príncipe Encantador, abuelo de Henry y padre de Emma, la otra madre de mi hijo —expuso lo más tranquila que le fue posible.
—Quien intentó deshacerte de ti en incontables ocasiones.
—Eso es algo del pasado. Ahora las cosas son diferentes —alegó sin entender a dónde iba Robin con toda esa plática que a su parecer carecía de sentido.
—Sí. Vaya que lo son —comentó con sarcasmo, acompañado de una mueca de desagrado.
—¿Sucede algo? —preguntó Regina, percibiendo la ironía en la voz de Robin.
—Lo he estado viendo desde que nos encontramos. Tanto aquí como en el bosque. Él se preocupa demasiado por ti. Él siempre busca servirte, agradarte y mirarte en cualquier ocasión. —Sus palabras fueron dichas con un extraño rencor mezclado con celos.
—¿De qué demonios me estás hablando? —Estrechó los ojos mientras lo veía fijamente, como si de esa forma pudiera descifrar todo lo que Robin quería decir. Sin embargo, nada la preparó para lo que él diría:
—¿Sientes algo por él? ¿Es por eso que vas a hacer lo que sea por salvarlo?
La pregunta la tomó totalmente desprevenida y, aunque la razón la urgía a responder con un rotundo NO, lo cierto era que había una extraña opresión en el pecho mientras que en su mente reinaba una revoltura de recuerdos que repasaba intentando descifrar si lo que Robin decía era cierto o no.
—Dios. Ni siquiera puedes responderme —reprochó Robin haciendo que Regina por fin lo mirara y ciertamente se arrepintió al instante.
—Voy a hacerlo porque es lo que corresponde —dijo al fin con firmeza a pesar de que se sentía terriblemente contrariada.
Él la tomó del rostro con ambas manos y estampó sus labios con los de ella en un beso lleno de toda esa desesperación, confusión y celos que sentía.
—Siento haberte preguntado. Por favor no me pidas que renuncie a ti, Milady. Porque no voy a hacerlo —aclaró, manteniendo su frente pegada a la de ella quien había cerrado los ojos—. Tú eres mi segunda oportunidad. El polvo de hadas no se equivoca —susurró con cariño.
—Será mejor que te vayas —musitó, agarrando las manos de él con las suyas para apartarlas de su rostro y que dejara de tocarla. Comenzó a caminar hacia las escaleras para que se fuera de una vez.
El hombre entendió el mensaje. Se acercó, le dio un beso en la mejilla y subió los peldaños sintiéndose derrotado. Regina decidió ignorar lo que sucedía con Robin para poder concentrarse en salvar a David. Regresó a buscar entre las cosas de su madre, en las de ella y fue cuando lo encontró. Lo tomó entre sus manos e invocó su magia.
Emma, Henry y Mary Margaret se cansaron de rogar a David aparecer. El Oscuro no quería ir a ellos y, sin la daga, no había forma de llamarlo. El único que podía darles respuestas era Gold que se encontraba aún en coma y que, según Azul, no se veían posibilidades próximas de despertar.
—Debemos estar atentos. No sabemos lo que el Oscuro pueda estar planeando —comentó el hada con un dejo de desolación.
—David no hará nada malo. Es David —aseveró Mary Margaret—. No se atrevería a dañar a nadie.
—La oscuridad es capaz de corromper hasta el alma más noble, princesa. No olvides que tú engañaste a Regina para que matar a su propia madre —reviró Azul, estrechando los ojos, algo molesta por la actitud de Mary Margaret que claramente se negaba a aceptar la realidad.
—¿Qué debemos hacer? —preguntó Henry con hastío pues, a su parecer, no hacían nada de provecho.
—Ver si Regina ha tenido suerte —respondió Emma sacando su celular para marcarle a la reina. Algo que no pudo hacer porque Killian se lo impidió poniendo su mano sobre el apartado.
—Dale más tiempo, amor. Ella nos llamará si encuentra algo.
Regina llegó a su Mansión entrando como alma que llevaba el diablo. Apenas se instaló dentro cuando ya tenía una copa de sidra en la mano que bebió sin miramientos, deseando que el alcohol consiguiera que dejara de pensar.
No. Ella no podía sentir algo por David y definitivamente él no sentía algo por ella. Eso era de lo único que estaba segura. Clavó la mirada en aquello que llevó consigo desde la cripta. Qué importaba que le hubiera salvado la vida o que ella se encontrara desesperada por encontrarlo. Eso no significaba nada.
Mordió brevemente su labio inferior, tomó con ambas manos lo que esperaba le pudiera ayudar y abrió la boca con sorpresa al notar el cambio. Lo llamó una y otra vez, pero nada sucedió. Frustrada subió a su habitación, usó magia para cambiarse de ropa, entró al baño a asearse, después se metió bajo las suaves mantas y no tardó mucho en quedarse dormida.
No supo cuánto tiempo transcurrió, pero de pronto, algo interrumpió su sueño. Parpadeó un par de veces, intentando enfocar y entender qué sucedía cuando se dio cuenta que no se encontraba sola en la habitación.
—Joder —exclamó Regina sorprendida, sentándose en la cama, notando el semblante oscuro de David como el Oscuro mismo que estaba parado frente a ella, en medio del lugar.
—No te asustes. Solo soy yo.
La voz… era más grave de lo habitual, el cabello rubio estaba desordenado, la piel más pálida de lo normal y los azules ojos habían oscurecido ligeramente.
—¿Qué haces aquí? —preguntó desafiante porque ella había tratado ya con el Oscuro, no le tenía miedo y sabía perfectamente cómo manejarlo.
—Tú me llamaste.
—No es verdad. Tú tienes la daga —dijo, tratando de persuadirlo.
—Soy el Oscuro, Regina. Ambos sabemos que lo hiciste. —Movió la mano para sacar de entre las colchas el libro de hechizos que se abrió donde su nombre aparecía. Había sido reemplazado cuando se convirtió en el Oscuro y Regina intentó llamarlo como lo hiciera alguna vez con Rumpelstiltskin. La reina exhaló de golpe, rindiéndose y volteó a verlo de nuevo.
—David, sé que te sacrificaste por salvar a Emma, pero no…
—¿Quién dice que lo hice por Emma? —La interrumpió y estrechó los ojos.
—Porque es tu hija —obvió con el ceño fruncido pues le extrañaba la insinuación.
—Mi sacrificio no fue por ella. Lo hice por ti, Regina —confesó desapareciendo momentáneamente para aparecer justo frente a ella quien tenía los ojos muy abiertos, el rostro lleno de asombro y la apetitosa boca entreabierta. Le dedicó una engreída sonrisa—. Porque te deseo a morir —susurró deseoso capturando los tersos labios con los suyos.
En ese mismo instante desapareció, dejando a Regina besando la nada, abriendo los ojos de nuevo, llenándose de preocupación por lo que acababa de suceder.
