Los chicos de barrio no me pertenecen, son propiedad de Cartoon Network y Tom Warburton.

Suffer

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Patton observó el torrente carmesí, tibio, espeso, deslizándose por aquellas piernas, y deseó volver en el tiempo, atrás, al pasado. Cuando todo estaba bien, cuando él solo era un adolecente estándar, cursando una secundaria común, con un grupo estándar de amigos, viviendo situaciones…

Bueno, de acuerdo, se había metido en ese estúpido club de adolescentes ninjas. Pero es que Bartie insistió y… seamos sinceros, aquello no se le daba bien. Para ser precisos, su mejor amigo se encontraba por debajo del promedio en cuanto a habilidades físicas se refería. Pero Patton tampoco daba el ancho en cuanto a lo intelectual.

Para eso están los amigos ¿no es así?

Bartie y él habían estado juntos desde aquel primer día de clases, fue a primera vista, prácticamente corrieron hacia el otro apresurándose a presentarse y estrechar manos. Eso no era muy normal, alguien se los mencionó y les recomendó solicitar los archivos. Allí estaba la clave, ambos habían sido parte del Knd en el pasado. Habían trabajado codo a codo en esa violenta organización de niños, y luego de ser borrados, se reencontraron en la escuela secundaria, ansiosos por volverse a conocer.

-¡Estábamos destinados Bro!

Entre otros importantísimos datos.

-Ajá claro, oye mira esto Barton ¿Sabías que los agentes destituidos pierden la capacidad de soñar?

-¡No mames! ¡Es cierto! ¡No me había dado cuenta! Espera, se lo voy a decir a Virginia, no me lo va a poder creer.

Desde luego, Bartie tenía novia, y unirse al club era una forma de conservarla. A Patton le sabia mal tenerle envidia, tanto, que hasta lo había intentado. Había durado más de un año de relación con Abbigail Lincoln hasta que ella le terminó, asegurándole que todo sería como siempre, pero por caminos separados y él empezó a llamarle Bro cada vez que la veía por la escuela como una jugarreta con la que se fastidiaba también a él mismo, pues no podía evitar sentirse estafado.

Al principio de aquello, no había podido poner sus labios sobre los de Abby en cuatro meses de relación porque la intimidad le provocaba mucha ansiedad. La situación se prolongó demasiado, fue así como una noche Patton decidió envalentonarse bebiendo y luego forcejeó con ella, que, en pánico al verlo bajarse sin pudor la bragueta e intentar someterla le propinó un puñetazo que lo mandó directo al suelo. Perdió el conocimiento hasta mañana siguiente y fingió haber perdido la memoria de aquel evento los siguientes ocho meses de relación en los que se dedicó a compensarle a su "novia" la situación vivida. No volvió a tocarla desde entonces y ninguno de los dos volvió a mencionar algo al respecto, ni entre ellos, ni con nadie más.

Hasta que Abbygail por fin liberó a ambos de la frustrante pero cómoda situación de ser pareja. Era la única que tenía el derecho de hacerlo.

Desde entonces el peso de seguir siendo virgen era cotidiano e inalterable.

Pero las probabilidades cambiaron con la aparición de Fanny.

Patton la había notado tiempo atrás, un personaje secundario al que de no ser por su estruendosa voz y su actitud desagradable, pasarías por alto. Pero comenzó a masturbarse pensando en ella desde que la vio patear a un chico en el suelo. No recordaba a ciencia cierta cómo había empezado el pleito aquel lejano día, solo que, todos hicieron un círculo alrededor de la pelirroja y el desdichado. Con cada patada, la falda se elevaba más lejos de aquellas blancas piernas. Y Patton se preguntó porque él era el único puesto en cuclillas e inclinado la cabeza para poder ver por completo bajo la pollera tableada.

Aquellas bragas no eran blancas, como lo había supuesto, sino una combinación de celeste y rosa ¿Un estampado talvez?

Semanas atrás, al lanzarlo contra ella, el niño bonito de Chat le había abierto la posibilidad de situaciones como: almorzar con ella en la misma mesa, hablar de cualquier cosa durante los receso, volver juntos a casa. E ir a ver un par de películas. Era el sueño tangible.

Pero entonces, como si de un puñetazo a su utopía se tratara, todo se vino abajo, algo salió mal, pero no sabía qué. El malhumor de la pelirroja iba en aumento hasta que terminó en un berrinche en los baños y terminó mandándolo al demonio.

Nada tenía sentido y Patton seguía pensando en eso mientras hacía guardia aquella noche en una de las pequeñas y dispersas bases adolecente. Estaba sentado en una muralla, justo al filo de una caída leve, balanceando sus pies, con sus pensamientos girando sobre el mismo tema: Era la segunda vez que una chica terminaba con él. Talvez sus amigos tenían razón y la pelirroja era una perra loca.

En fin, fácil viene, fácil se va …

En eso, le llegó un mensaje de texto de un número desconocido:

"Tu pequeño zorro rojo metió su nariz en donde no debía. Los perros la despedazarán viva"

Adjuntaba una dirección y varios emoticones de burla.

-¿Qué diablos…?

Desorientado, rastreó el archivo, y el punto de encuentro era nada menos que los talleres de Virginia, la novia de Bartie. Suspiró y guardó en móvil, indiferente. La castaña, pareja de su mejor amigo, era una piromaníaca blasfemica, a la que por alguna razón, todo el mundo le tenía respeto.

Entonces…¿por qué preocuparse? Los talleres estaban rodeados de trampas contra intrusos, por lo mismo no requerían agentes de vigilancia como él. Virginia presumía de ser auto suficiente, pues usaba menos de la mitad del presupuesto y rendía al cien por ciento. Vendía sus baratijas explosivas a un precio bajísimo, las reparaciones gratis venían con el contrato (aunque la lista de espera era interminable), con una sola compra, te comprometías a usar solo su mercancía de por vida. Así destruía a la competencia. Por lo único que pagabas realmente era por las municiones y las recargas, allí estaba la verdadera pasta, un novato promedio gastaba toda su mesada en ello. Imagínate un novato idiota.

La castaña tenía la universidad prácticamente pagada.

¿Por qué preocuparse?

Quince minutos después del primer mensaje la mente del muchacho empujó un pensamiento al centroide del cerebro:

Zorro rojo.

Frunció el ceño ante la fresca noche estrellada y de un salto bajó la muralla en donde se encontraba, y descendiendo la suave pendiente fue quitándose el uniforme. Recordaba vagamente la charla sobre que su ropa de trabajo era rastreable por seguridad y control de los agentes activos, pero no sabía exactamente cuál de todas tenía el chip. Por eso, cuando se subió en su bicicleta, lo hizo en pantalón corto.

Su instinto le advirtió, mientras recorría calles y pasaba de suburbios, sobre las increíbles maquinas mitad trampa de oso, mitad jaulas. Tan eficaces poderosas que no habían atrapado a nadie solo por el miedo que provocaban, y hoy se estrenaban. Patton pedaleaba con prisa y un presentimiento que por desgracia, al llegar al sitio, fue confirmado: la presa era nada menos que Fanny.

Olía a hierro.

Retrocedió asustado. Ella tenía atrapada su pierna en una trampa metálica a presión y apenas la pelirroja distinguió su figura en la oscuridad luchó con todas sus fuerzas para soltarse, incluso si en el proceso seguia lastimándose a sí misma aún más.

-Por Dios Fanny, soy yo –dio un par de pasos hacia la blanquecina luz lunar, mostrando su rostro. Ella no dijo nada. La trampa se soltó y el torrente carmesí que cayó en hilos, amontonandose y endureciéndose con el aire, hasta volverse una pasta dura que a Patton le provocó arcadas. Se inclinó involuntariamente sobre sí mismo hasta caer al suelo de rodillas.

¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué? ¿Qué debo hacer? ¿Qué se supone que haga? Con el mundo dando vueltas, perdió el sentido unos minutos. Semidesnudo, vistiendo solo pantaloncillos y botas de combate, su mente era una hoja blanca de papel con ruido de estática de fondo. Sin respuestas, podría haberse quedado allí por otros diez minutos, o quizá media hora bajo el fresco de la noche en aquel pastizal, mirando la nada cubierto de su propio sudor. De no ser que la secuencia, casi en cámara lenta, de Fanny arrastrando su ahora pierna coja, frente a él, lo sacó de foco.

Se quedó arqueado e inmóvil, mirando como el desastre escarlata avanzaba a su lado, y luego pasaba de él hasta alejarse unos 4 metros de la trampa metálica, y unos dos metros de él. Cuando la vio levantar del suelo la bicicleta, Patton volvió en sí. Talvez por la sorpresa y el disgusto típico de quien ve como un vil ladrón toma lo que no es suyo. O por lo ridícula que era la idea de que una coja deseara andar en bicicleta. El caso es que Patton volvió a ser Patton. Y ese sitio volvió a ser la parte de atrás del taller de Virginia que en pocos minutos se llenaría de ninjas curiosos, listos para jugar con Fanny antes de que los de mayor autoridad se la llevaran al líder.

Solo pensarlo un momento, el cuerpo se le aceleró ¿Cuál sería el destino de la pelirroja en manos del líder?

Tenía que sacarla de allí como diera lugar.

La pelirroja lo golpeó varias veces con un arma sin municiones, que él no había visto, su cara y luego su espalda. Pero el muchacho no se inmutó, la adrenalina recorría su torrente sanguíneo, y si bien no conocía la mecánica de su propia idea, sentó a la chica en el barandal de su bicicleta y subió listo para pedalear como alma que lleva el diablo hasta el final de la calle.

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Aquello fue un viernes a la noche.

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El sábado a la noche Fanny colocaba sobre la mesa de operaciones KND, bajo la atenta mirada del niño líder y toda la comitiva, un paquete de información que sería su salvación.

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El lunes, cuando Patton llegó temblando de miedo al colegio a diferencia de lo que esperaba, fue recibido con vítores de sus amigos. No entendía nada y solo asentía mientras era arrastrado por los pasillos.

Bartie se unió a la bienvenida cuando los ánimos se fueron disipando, en gran parte, por la poca colaboración de Patton. El rubio discretamente felicitó a su mejor amigo por al fin perder la virginidad.

-¿Se lo has dicho a todos? –preguntó Patton sintiéndose a punto de llorar de la vergüenza.

-Absolutamente no –rió Bartie- solo les dije que por fin te pudiste coger a la pelirroja el viernes.

-¡Eres un maldito Barton!

-Un: "Gracias por recibirme a las cuatro de la mañana semidesnudo Barton" es lo que deberías estar diciendome ahora Patito ¡Vamos amigo! Es un día de celebración.

-¡Eso no fue lo que…!

-¡Mira! –lo interrumpieron -¡Allá viene ella!

La figura de Fanny bajo el lumbral de la puerta principal enmudeció a todo el alumnado. Se veía como siempre: prolijidad y frescura, sucumbiendo a la maldición de aquella melena roja. El pensamiento colectivo imponía frases como "sería del todo hermosa si solo se planchara esos risos" e incluso "… podría compensar aquel fallo, sin tan solo fuera ligeramente agradable" Las miradas buscaban alguna alteración en lo cotidiano, el morbo del chisme, que ya era de consumo general aquella mañana, anhelaba alimento.

Patton se refugió entre la fila de casilleros y su amigo. Y la pelirroja avanzó.

Las exclamaciones de sorpresa no se contuvieron cuando la vieron cojear levemente por el pasillo principal. El avergonzado chico Drilovsky no se salvó de recibir una significativa mirada de odio por parte de la recién llegada que pasando de él ingresó a una de las aulas.

El pasillo se llenó de risitas mal disimuladas y murmullos luego de aquello, con el moreno como foco principal ahora.

-¡Madre mia! –gritó Bartie volviéndose a él, tomándolo por los hombros en su intento de huida- podrías haber sido más gentil con ella Patt, un hombre debe aprender a contenerse, mira nada más ¡La has dejado coja!

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Connor Kurasay.