Capítulo 78

Una impensada visita

En su despacho en el cuartel general, Oscar revisaba los informes de la situación de París. Tras haber sido relegada de su labor de vigilancia de las asambleas de los Estados Generales, la Compañía B volvía a dedicar el cien por ciento de su asignación a garantizar la seguridad de la capital Francesa, y Oscar debía ponerse al corriente de lo que había pasado durante los últimos días. Afortunadamente, el Coronel Dagout había escrito sus informes de una manera tan minuciosa que todo lo que necesitaba saber se encontraba escrito en las páginas que sostenía, sin embargo, por más que lo intentaba, no lograba concentrarse en su labor porque no podía sacar de su mente a Gerodelle; sentía una gran culpa por haberlo orillado a desobedecer una orden del rey y le angustiaba no tener noticias suyas.

En las barracas, los soldados restantes esperaban nuevas órdenes. La tarde anterior habían sido enviados de vuelta al cuartel tras la rebelión de sus compañeros y no habían dejado de pensar en ellos desde que todo aquello ocurrió. "Actuamos como unos cobardes..." - comentaron algunos tras regresar al cuartel, y ahí, tuvieron la oportunidad de reflexionar acerca de lo ocurrido, llegando a la conclusión de que toda esa situación los había tomado tan desprevenidos que en ese momento no supieron cómo actuar; ellos eran soldados acostumbrados a seguir órdenes, no obstante, aún siendo soldados como ellos, Alain y el resto de sus compañeros detenidos sí tuvieron el valor de oponerse a la orden que se les daba, y se arrepentían de no haber actuado de la misma manera.

Mientras tanto, André ingresaba por la puerta principal, cabalgando el corcel negro que montaba desde niño, pero que su amo le había regalado cuando cumplió quince años. Luego de abandonar la mansión Jarjayes, había recorrido la ciudad en busca de información y llegaba al cuartel con noticias importantes para Oscar. Lucía agitado y algo descolocado; su vista - bastante desgastada por aquellas fechas - le había jugado una mala pasada tras enterarse de la situación de sus compañeros, pero luego de reponerse, se apresuró hacia el cuartel general, y tras detenerse en la entrada, aseguró su caballo y se dirigió de inmediato al despacho de Oscar.

- Adelante. - dijo ella desde el interior tras escuchar que alguien llamaba a su puerta, y luego de escucharla, André ingresó a paso acelerado.

- Oscar, perdona mi retraso. Me detuve en el camino hacia aquí para hacer algunas averiguaciones y te traigo noticias importantes. - le dijo agitado.

Al reconocer su voz, la hija de Regnier levantó su mirada hacia él y su corazón se aceleró al verlo. Aquella mañana había despertado entre sus brazos y ahora lo tenía frente a ella. No obstante, el hombre que amaba parecía no estar pensando en eso; claramente había llegado hasta ahí para informarle algo de vital importancia, y antes de dejarla emitir palabra alguna, el nieto de Marion se sentó frente a ella.

- Ya se emitió la sentencia. - afirmó André.

- ¿La sentencia? - replicó Oscar.

- Así es. - respondió él, y tras una pausa, continuó. - Alain y los demás fueron sentenciados a la pena máxima. Su fusilamiento ha sido programado para el primero de Julio a las ocho de la mañana. - agregó.

Entonces Oscar se puso de pie y lo miró incrédula. No podía creer que el Coronel Boullie hubiera omitido el procedimiento; finalmente sus hombres pertenecían a las fuerzas armadas francesas y merecían tener un juicio justo en la Corte Marcial. No obstante, después de lo que ella misma había hecho, no tenía opción a reclamarle nada; si se atrevía, incluso era posible que las cosas se compliquen aún más de lo que ya estaban.

- Oscar, tenemos que poner en marcha nuestro plan. ¿Bernard aceptó ayudarnos? - le preguntó André.

- Sí, él está dispuesto a ayudarnos, pero debemos actuar con cautela y no apresurarnos, de lo contrario...

- ¿Qué quieres decir? - le preguntó el nieto de Marion.

Entonces Oscar apoyó las manos sobre su escritorio y bajó la mirada antes de volver a dirigirse a él.

- Deseo con todo mi corazón que Alain y los otros sean liberados, pero debemos esperar a que pasen unos días antes de poner en marcha nuestro plan. Bernard puede reunir a las personas que necesitamos para marchar hacia la prisión de Abbey, pero a partir de ese punto, soy yo la que debe enviar un mensaje a Su Majestad solicitando que los liberen con el pretexto de evitar un caos mayor. Es por eso que debemos esperar un poco más, de lo contrario, resultaría muy obvio que nosotros planeamos todo esto. - le dijo a André.

Y tras una pausa, se sentó nuevamente frente a su escritorio y dio un golpe sobre la mesa.

- ¡Maldita sea! Esperaba contar con un poco más de tiempo. - exclamó.

- Tranquilízate. No ganamos nada alterándonos. - le dijo André.

- Tienes razón. - le respondió la hija de Regnier, y tras ello, volvió a bajar la mirada con tristeza. Entonces el nieto de Marion tomó su mano y ella levantó la mirada hacia él.

- No pierdas la esperanza. - le dijo André intentando animarla, y ella, sintiendo que recuperaba la paz tras escuchar sus palabras, asintió con la cabeza.

- Por favor, ve a la casa de Bernard. - le pidió Oscar de repente. - Dile que se prepare para llevar a cabo nuestro plan el 30 de Junio. No tenemos más remedio que esperar hasta ese día para ejecutarlo. - le dijo a André.

Entonces él se levantó de su silla.

- Así lo hare. - le respondió, y tras ello, caminó hacia la salida, pero antes de partir, dirigió su mirada hacia ella.

- Oscar...

- ¿Sí?

Y tras una breve pausa, él continuó.

- Mi abuela me dijo que antes de salir de la mansión le pediste que envíe a un mensajero a la casa de Gerodelle para averiguar cuál es su situación actual. ¿Por qué no me lo pediste a mí? - le preguntó André.

Entonces Oscar lo miró en silencio. No quería admitir frente al hombre que amaba que necesitaba saber qué había pasado con Victor Clement para sentirse tranquila, ni que estaba dispuesta a todo para ayudarlo a salir de la situación en la que se encontraba. No obstante, el nieto de Marion no necesitaba que ella le diga nada para saber que a su amada le preocupaba la suerte del conde tanto como le preocupaba la suerte de sus soldados detenidos; la conocía demasiado bien como para creer lo contrario.

- Oscar, yo también estoy preocupado por él. - le confesó André, y Oscar lo miró sorprendida.

Y tras una pausa, el nieto de Marion volvió a dirigirse a ella.

- Según mis averiguaciones, el conde fue enviado a la prisión de La Bastilla, y por lo que supe, el rey aún no se ha pronunciado sobre su castigo. - le dijo, y aunque nuevamente Oscar se mantuvo en silencio, la expresión de su rostro delataba que le dolía saber que su ex subordinado estaba encarcelado.

André continuó.

- No te preocupes. Gerodelle está privado de la libertad, pero sé de buena fuente que se encuentra bien dentro de lo que cabe. Cuando regrese de ver a Bernard pensaremos juntos en cómo ayudarlo, ¿estás de acuerdo? - le preguntó André y Oscar asintió con la cabeza sorprendida por su generosidad, porque las últimas interacciones entre Victor Clement y su amado no habían sido de las más cordiales.

- Gracias, André. - le dijo ella, entonces él sonrió y salió de su despacho en dirección a París.

Tras verlo partir, Oscar se levantó de su asiento y caminó hacia la puerta siguiendo su rastro. Cuánto añoraba tener un instante de paz a su lado como el que había tenido al despertar junto a él aquella mañana. No obstante, no eran tiempos ordinarios ni para Francia ni para ella, y tenía que enfocarse en lo urgente: salvar la vida de sus soldados y mantenerse pendiente del destino de Victor Clement.

...

Mientras tanto, Hans Axel Von Fersen llegaba a La Bastilla. Antes de dirigirse al distrito de Saint Antoine donde se alzaba aquella famosa prisión construida en el Siglo XIV, había vuelto a caracterizar al personaje que mantenía oculta su identidad para mantenerse a salvo; pensaba que nadie lo reconocería si lo hacía. No obstante, Frederick ya contaba las horas para que ambos regresen a su mansión de Valenciennes, ya que sabía que solo ahí Hans estaría a salvo de sus enemigos.

Tras bajar de su carruaje, el conde se dirigió a uno de los guardias que vigilaban la entrada para solicitarle que lo deje entrar a ver a Gerodelle, identificándose como un sirviente de su padre, y tras dejarlo ingresar, el guardia le pidió a uno de sus compañeros que lo guíe hasta la celda del prisionero.

Mientras caminaba, el diplomático sueco no pudo evitar pensar en lo devastado que debía haberse sentido el ex comandante de la Guardia Real al recorrer aquel camino. Terminar en aquella prisión después de haber tenido la posición que tenía era terrible para cualquiera, y seguramente también lo habría sido para Victor Clement, que siempre había demostrado ser un hombre orgulloso.

Unos minutos después, el guardia que lo acompañaba y Fersen llegaron a la celda donde Gerodelle estaba recluido. La zona en la que se encontraban estaba destinada a prisioneros políticos, los cuales gozaban de ciertos privilegios, de hecho, esa parte de La Bastilla no parecía una prisión, sino más bien una suerte de hotel, lo cual llamó la atención de Hans. No obstante, hasta el mejor palacio podía convertirse en un infierno si se estaba privado de la libertad.

Y mientras pensaba en ello, una voz determinada lo trajo de vuelta a la realidad.

- Conde Victor Clement Floriane de Gerodelle, tiene visita. - exclamó el guardia desde el pasillo, y tras ello, abrió las puertas de la celda y dejó pasar a Fersen. - Tienen diez minutos. - agregó estoicamente el soldado, y tras ello, cerró la puerta dejándolos solos.

Entonces Gerodelle examinó a su visitante por algunos segundos, algo confundido. "¿Acaso se trata de un error?" - se preguntó de inmediato al no reconocer al hombre que había ido a verlo, y al notar su desconcierto, Fersen se dirigió a él.

- Conde Gerodelle, soy el Conde Hans Axel Von Fersen. - le dijo.

Entonces Victor lo miró impactado, y luego de mirarlo con detenimiento, se dio cuenta que su visitante no mentía.

- Conde Fersen... ¿Pero qué hace aquí? - exclamó Victor Clement.

- No tengo mucho tiempo. - le respondió Fersen. - Me hice pasar por uno de los sirvientes de su padre para poder entrar a verlo, pero no tarda en regresar el guardia.

Y tras una pausa, continuó.

- He venido a informarle que Su Majestad solicitará que sea exiliado a Suecia dentro de un mes. Sé que el exilio puede resultarle deshonroso después de toda una vida dedicada a los reyes, pero le aseguro que haré todo lo que esté en mis manos para que su llegada a mi país sea la mejor posible. - le dijo.

- ¿Exiliarme? ¿Exiliarme en Suecia? - repitió Victor Clement, y descolocado, se dejó caer en una de las sillas que ahí se encontraban y bajó la mirada.

Entonces Fersen lo miró con compasión y se sentó en la silla que se encontraba frente a él.

- Lo siento... Hubiera querido traerle mejores noticias, pero...

- Conde Fersen, por favor, no diga eso. Yo estaba seguro de que me condenarían a la pena máxima por mi cargo de confianza en el ejército. - le dijo Gerodelle, y tras ello, levantó la mirada hacia él y Fersen pudo notar su confusión.

- No será así. Tendrá la oportunidad de empezar de nuevo, aunque lejos de Francia... - le respondió Hans, y tras una pausa, continuó. - ¿Se encuentra bien en este lugar? ¿Lo han tratado bien?

- Estoy bien, sí. - le respondió Gerodelle.

- Me alegra saberlo... Me imagino que su familia estará al tanto de su estado, pero ¿quisiera que les envíe algún mensaje adicional? - le preguntó Hans.

Entonces Gerodelle se puso de pie y caminó unos pasos en dirección a la pequeña ventana que tenía en su celda.

- Se lo agradezco, Conde Fersen, pero mi padre se encuentra de viaje y mi madre es una mujer muy ocupada; no es necesario que la importune llevándole noticias mías. - le dijo Victor.

Entonces Fersen lo miró intrigado. ¿Acaso estaba sugiriendo que nadie se había preocupado por saber de él? No obstante, tras una breve pausa, Gerodelle volvió a dirigirse a quien había sido el amante de la reina de Francia, y eso sacó al conde de sus pensamientos.

- ¿El rey ha ordenado algún castigo para mi familia? - preguntó Gerodelle con tristeza, y de inmediato, Fersen se puso de pie para colocarse frente a él.

- No habrá otro castigo que su exilio. - le respondió, y Victor Clement respiró aliviado.

Entonces la celda fue cubierta por un breve silencio, un silencio que Gerodelle rompió unos segundos después.

- Conde Fersen, ¿puedo pedirle un favor? - se atrevió a preguntar Victor Clement.

- Sí, por supuesto. - respondió Fersen.

- Clarice, mi ama de llaves, es una de las personas en las que más confío. Ella no solo administra mi mansión, también está al tanto de todo lo que se refiere a mi fortuna. Si he de vivir en Suecia, entonces...

- Entiendo perfectamente. ¿Desea que traslade su patrimonio para allá? - interrumpió Fersen.

- Así es. - le respondió Victor Clement.

- Me encargaré de ayudarla con eso. - le respondió Fersen, y tras ello, Gerodelle continuó.

- Además, hay una mujer...

- ¿Una mujer? - replicó Fersen, sorprendido.

- Sí. Una mujer que cuando se entere de donde me encuentro, sufrirá mucho. Por favor, pídale a Clarice que vaya a verla y le diga que estoy bien. Ella sabe a quien me refiero. - le dijo.

Entonces Fersen asintió con la cabeza, pero se quedó pensando en las palabras del conde. "¿Una mujer? ¿Una mujer que sufriría mucho si se enterase de su situación?... ¿Pero no se supone que el conde ama a Oscar al punto de haber traicionado a la corona?" - pensó. No obstante, no quiso ser indiscreto preguntándole a quien se refería, y prefirió marcharse; ya había pasado demasiado tiempo en La Bastilla.

- Será mejor que me vaya. No tarda en regresar el guardia. - le dijo Fersen, y tras ello, se dirigió a la salida.

- Conde Fersen... - le dijo Victor.

- ¿Sí? - respondió él, y tras una breve pausa, Gerodelle continuó.

- ¿Por qué hace todo esto por mí? Se ha arriesgado mucho al venir hasta aquí... - le dijo.

Entonces, tras un prolongado silencio, Fersen se dirigió a él.

- Mi hermana lo aprecia mucho y seguramente me metería en graves problemas con ella si no lo ayudo. - le dijo con una sonrisa, sorprendiendo a Victor Clement.

Tras ello, le dio la espalda para abrir la puerta, pero antes de irse, continuó.

- Además, Conde Gerodelle, durante muchos años usted cuidó con gran devoción de Lady María Antonieta, y eso es algo que yo no puedo olvidar. - agregó, y Gerodelle entendió de inmediato que él no había olvidado a la reina de Francia.

Entonces Fersen volvió a dirigir su mirada hacia él.

- Por favor, tenga paciencia. Pronto tendrá noticias mías. - le dijo.

- Muchas gracias, conde Fersen. - le dijo Gerodelle, conmovido por todo lo que Hans había hecho por él.

Y tras ello, el antiguo amante de la reina de Francia abandonó la celda del prisionero más distinguido de La Bastilla

...

Fin del capítulo