CAPITULO 14: PROMESAS ENTRE RUINAS
La comunidad de Paxton, sumida en una atmósfera de preocupación y ansiedad, se veía marcada por la ausencia de aquellos que habían partido en búsqueda de suministros. Entre sus miembros, la pequeña Hailey representaba el impacto emocional de lo que ahora era el mundo. Ya no era la niña llena de entusiasmo que soñaba con ser astronauta; sus juegos con la muñeca Sam había dado paso a un silencio reflexivo, sus ojos reflejando una madurez forzada por las circunstancias. La transformación de Hailey no solo preocupaba a su familia, sino que también se había convertido en un recordatorio silencioso de lo mucho que la humanidad había cambiado.
Vania, enfrentándose a la dualidad de su rol como médica y tía, sentía el peso de la situación con una intensidad abrumadora. La observación de los cambios en Hailey le dolía especialmente; la niña que una vez llenó su vida con risas y juegos ahora llevaba una sombra de tristeza que no podía curarse con vendas o medicinas. Esta preocupación por Hailey solo añadía a la ansiedad que Vania ya sentía por el equipo de expedición, amplificando su sensación de impotencia.
En aquel contexto de inquietud, Cyndie y su hermano menor, Zeth, aportaban una dinámica familiar compleja. Cyndie, quien había crecido bajo la tutela firme pero amorosa de su abuela Natania y su madre, Rachel, se encontraba dividida entre su responsabilidad hacia su hermano y su deber hacia la comunidad. Zeth, miraba el mundo con una mezcla de curiosidad y miedo, aún sin comprender del todo la magnitud de los peligros que enfrentaban. La relación entre Cyndie y Zeth, marcada por el cuidado protector de ella y la admiración inocente de él, reflejaba el vínculo inquebrantable que mantenía unida a la familia incluso en los tiempos más oscuros.
Natania, por su parte, lidiaba con su rol de líder y matriarca con una determinación que a veces rozaba la obstinación. Su preocupación por sus nietos y por la comunidad que había jurado proteger formaban la esencia de su ser. Ver a su familia y a su comunidad en tal estado de ansiedad agudizaba su sentido de urgencia, impulsándola a tomar decisiones difíciles pero necesarias para asegurar su supervivencia.
A medida que el día avanzaba, una figura en particular se encontraba consumida por la ansiedad: Emily. Su vínculo con el Dr. Simon Reyes había evolucionado más allá de una mera camaradería, convirtiéndose en un lazo emocional profundo. La posibilidad de perder a Reyes era un pensamiento que la atormentaba sin cesar, robándole la concentración y llenándola de un temor paralizante. La ausencia de noticias sobre el equipo de expedición no hacía más que intensificar su miedo y su sensación de impotencia, haciéndola caminar por Paxton con una inquietud que reflejaba el estado emocional de toda la comunidad.
Liam se encontraba junto a la camioneta, su mirada perdida en el horizonte mientras sus manos trabajaban mecánicamente en los últimos preparativos para la misión de búsqueda y rescate. La preocupación por el Sargento Dawson y su equipo era evidente en cada pliegue de su frente, cada gesto tensado de su cuerpo.
Vania, por su parte, se acercó con una caja de suministros médicos en brazos, su paso decidido a pesar del peso. Al depositar la caja junto a la camioneta, miró a Liam con una determinación que reflejaba su resolución de unirse a ellos. —Voy a ir contigo— anunció, su voz no dejaba lugar a dudas. —Pueden estar heridos y necesitarán atención médica inmediata.
Liam se giró hacia ella, sorprendido por la declaración. Su preocupación por la seguridad de Vania era evidente, y rápidamente se transformó en una negativa firme. —No, Vania. No puedo permitir que vengas. Es demasiado peligroso, y no quiero poner a mi hermana en riesgo— replicó, su tono dejando en claro que no estaba dispuesto a discutir el asunto.
Pero Vania no se dejó disuadir. Se acercó a él, su mirada fija en la de su hermano, comunicando una seriedad y una firmeza que igualaba la de Liam. —Liam, mi deber es ayudar a quienes lo necesitan, especialmente en situaciones como esta. No voy a quedarme aquí sentada mientras hay gente ahí fuera que podría estar sufriendo— argumentó, su voz cargada de una pasión y un compromiso inquebrantable.
El ambiente entre ellos se cargó de tensión, un duelo de voluntades donde la preocupación y el deber chocaban. Liam, enfrentado a la inquebrantable determinación de su hermana, se encontraba en una encrucijada emocional, debatiéndose entre su instinto protector y el reconocimiento del valor y las habilidades de Vania.
Finalmente, con un suspiro resignado y una mirada que hablaba de su amor y respeto por ella, Liam asintió. —Está bien. Pero te quedas cerca de mí en todo momento— cedió, su voz aún cargada de preocupación, pero también de un entendimiento tácito de la importancia de tener a Vania en la misión.
Vania, aliviada y agradecida, le ofreció una sonrisa que buscaba tranquilizarlo. —Gracias, Liam. No te arrepentirás— dijo, antes de volver a sus preparativos con una energía renovada.
Ambos se sumergieron en el trabajo, la tensión previa dando paso a una concentración compartida en la tarea que tenían por delante. La determinación de Vania de unirse a la misión de rescate era un testimonio de la fuerza y la resiliencia que definían a los habitantes de Paxton, una comunidad forjada en el crisol del apocalipsis y unida por lazos de familia, amistad y un compromiso indiscutible por la supervivencia y el cuidado mutuo.
En ese momento de preparativos y decisiones difíciles, la Dra. Emily se acercó al grupo, sus pasos reflejando una mezcla de determinación y nerviosismo que no había podido ocultar en las últimas horas. La ansiedad por el paradero del Dr. Reyes la consumía, haciéndole casi imposible concentrarse en cualquier otra cosa.
—Liam, yo también iré — anunció con voz firme, aunque sus manos traicionaban su inquietud, retorciéndose entre sí. — Reyes... él podría necesitarme. Y yo... yo necesito saber que está bien— explicó, su voz temblorosa revelando la profundidad de sus emociones.
Liam la miró, sus ojos reflejando una mezcla de sorpresa y comprensión. La preocupación por Emily era evidente, y por un momento, pareció debatirse internamente, sopesando los riesgos contra la necesidad de Emily de actuar. Con una mirada profunda hacia Emily, fruto de la responsabilidad que sentía por la seguridad de todos los que se unían a la misión, finalmente asintió.
— Bien, Emily. Pero quiero que entiendas algo: Necesitas estar preparada para cualquier escenario— advirtió Liam, su tono severo, pero no carente de empatía. —No podemos garantizar qué encontraremos allí fuera, o si... si todos volveremos— añadió, intentando prepararla para la cruda realidad de la situación.
Emily asintió, sus ojos llenos de una mezcla de agradecimiento y resolución. — Lo entiendo. Y estoy preparada. Solo necesito hacer esto— afirmó, su determinación fortaleciéndose con cada palabra.
Juntos, el grupo finalizó los preparativos, cada uno lidiando con sus propias preocupaciones y esperanzas sobre la misión. La atmósfera era una de camaradería forjada en la adversidad, un entendimiento tácito de que lo que estaban a punto de hacer era más grande que cualquiera de ellos individualmente.
Mientras la comunidad de Paxton se agolpaba alrededor de la camioneta, Hailey, con los ojos grandes y llenos de una mezcla de admiración y miedo, se acercó a Liam y Vania. Hanna, su madre, la seguía de cerca, su expresión una máscara de valentía forzada.
Hanna abrazó primero a Liam, su esposo, con una intensidad que hablaba de su temor y su amor. —Vuelve a casa con nosotros, por favor—, susurró, su voz temblorosa a pesar de sus esfuerzos por sonar fuerte.
Liam, envolviendo a su esposa en sus brazos, le ofreció una sonrisa reconfortante. —Volveré. Te lo prometo— afirmó, besándola suavemente en la frente, un gesto lleno de amor y determinación.
Luego, se agachó al nivel de Hailey, mirándola directamente a los ojos. — Cuida de mamá mientras no estoy, ¿vale? Eres la mujer fuerte de la casa ahora— le dijo, intentando infundirle coraje.
Hailey asintió, abrazándolo con fuerza. —Te extrañaré, papá— murmuró, aferrándose a él.
Vania, por su parte, se despedido de Hanna y Hailey, su habitual sarcasmo ausente, reemplazado por una sinceridad profunda.
—Cuidaré de él, y volveremos juntos. No se deshagan de mi habitación todavía— bromeó débilmente, intentando aligerar el momento. Su abrazo a Hanna fue largo y lleno de palabras no dichas, y cuando se agachó para abrazar a Hailey, le susurró —Sé valiente, pequeña astronauta. Explora tus sueños, incluso cuando no esté.
Natania, con su semblante usualmente impasible ahora cruzado por la preocupación, se acercó a Rachel, su hija.
— Rachel, por favor, reconsidera esto. No necesitas ir — la instó, su voz reflejando el miedo de perder a otro miembro de su familia. Rachel, firme en su decisión de acompañar a la expedición, colocó sus manos sobre las de Natania. —Mamá, tengo que hacer esto. Por Cyndie, por Zeth... por todos nosotros— explicó, su determinación clara en su mirada.
Después, Rachel se volvió hacia sus hijos, Cyndie y Zeth, arrodillándose para estar a la altura de Zeth. Su despedida fue un torbellino de abrazos, promesas de regreso y lágrimas contenidas.
— Cuiden el uno del otro. Volveré antes de que se den cuenta— les aseguró, besando sus frentes. Zeth, con los ojos brillantes de lágrimas no derramadas, asintió, mientras Cyndie, siempre la protectora, rodeaba con sus brazos a su hermano y su madre en un último abrazo.
Estas despedidas, llenas de amor, esperanza y el temor innegable ante lo desconocido, eran un testimonio del espíritu indomable de Paxton. A medida que la camioneta se alejaba, dejando tras de sí una nube de polvo, las figuras que quedaban atrás se aferraban a la creencia de que, a pesar de las adversidades, el amor y la unidad los mantendría a salvo hasta que se reunieran de nuevo.
Mientras la camioneta se adentraba en el mundo desolado más allá de Paxton, el silencio predominaba, un reflejo de la tensión y la preocupación que cada pasajero llevaba consigo. Liam, con la mirada fija en el camino, conducía con una determinación férrea, cada movimiento reflejando su necesidad de encontrar a sus compañeros desaparecidos y volver a salvo.
Vania, sentada a su lado, revisaba una vez más su pistola y su bastón de combate retráctil, este último un regalo de Liam, asegurándose de que todo estuviera al alcance de la mano. Aunque su rostro estaba sereno, sus ojos ocasionalmente se desviaban hacia la ventana, observando el paisaje desolado que pasaba a su lado. El mundo fuera de Paxton parecía un lienzo de desesperanza, con edificios en ruinas y vehículos abandonados que yacían como monumentos a la vida que alguna vez fue.
En los asientos traseros, Rachel miraba hacia adelante, su mente claramente preocupada por la seguridad de sus hijos que había dejado atrás, pero también por la misión que tenían entre manos. La determinación de proteger a su comunidad la mantenía alerta, lista para cualquier cosa.
Emily, por otro lado, se encontraba absorta en sus pensamientos, la ansiedad por el Dr. Reyes consumiéndola. Jugaba nerviosamente con una venda entre sus dedos, un gesto inconsciente que reflejaba su inquietud interna. De vez en cuando, lanzaba miradas esperanzadas hacia la carretera, como si pudiera hacer aparecer al Dr. Reyes con solo desearlo.
Kai, un joven con una mirada intensa y reflexiva, estaba inmerso en un libro, tratando de encontrar en sus páginas un escape temporal a la realidad que enfrentaban. Sin embargo, su atención se desviaba frecuentemente hacia el paisaje desértico, recordándole la gravedad de su situación.
Antony, uno de los compañeros de Liam de la fuerza aérea, mantenía su mirada en el horizonte, su postura rígida denotando un estado de alerta constante. A pesar de la situación, su experiencia militar le había enseñado a mantener la calma bajo presión, una habilidad que ahora más que nunca se ponía a prueba.
El ambiente en la camioneta era una mezcla de esperanza y aprensión, cada uno lidiando con sus propios temores y expectativas. La carretera desierta ofrecía poco en términos de distracción, su vacío un recordatorio constante del mundo en el que ahora vivían.
—¿Crees que los encontraremos a tiempo? —preguntó Rachel, rompiendo el silencio que se había asentado en el vehículo.
Liam asintió, sin quitar la vista del camino. —Lo haremos. Tenemos que hacerlo. — respondió con una convicción que buscaba ser contagiosa.
Vania se giró ligeramente, ofreciendo una sonrisa tranquilizadora a los demás. —Estamos juntos en esto. Y juntos, haremos lo que sea necesario para traerlos de vuelta— dijo, su voz firme y llena de esperanza.
El camino por delante estaba lleno de incertidumbres, pero la determinación y la unidad que compartían les daba la fuerza para enfrentar lo que fuera necesario. A medida que la camioneta avanzaba, dejando atrás kilómetros de desolación, cada miembro del equipo se aferraba a la promesa no pronunciada de que, contra todo pronóstico, lograrían su misión y volverían a casa.
Al avanzar por la carretera desolada, el grupo liderado por Liam se encontró con una escena que congeló sus corazones y detuvo la camioneta en seco. Frente a ellos, dispersos en lo que una vez fue un escenario de frenética violencia, yacían los cuerpos de sus compañeros y amigos, ahora transformados en caminantes. La figura del Dr. Simon Reyes, reconocible a pesar de su actual estado, fue la primera en captar la atención de Emily, quien sintió como si el mundo entero se detuviera.
El impacto de ver al Dr. Reyes de esta manera fue devastador para Emily. Todo el aire pareció abandonar sus pulmones en un suspiro ahogado, y un silencio ensordecedor llenó el espacio alrededor de ella. Las lágrimas brotaron de sus ojos mientras una mezcla de negación, dolor y culpa la inundaba. La realidad de su pérdida, tan tangible y definitiva, era un golpe del que no estaba segura de poder recuperarse. "No, no, no.…", murmuraba incesantemente, como un mantra contra la cruel verdad frente a sus ojos bajando del coche.
Para Liam, la vista del Sargento Dawson, quien había sido un pilar de fuerza y guía en los momentos más oscuros, convertido en un ser sin vida y sin alma, desgarró su ser con una ferocidad inesperada. El sargento había sido más que un compañero; había sido el puente que lo llevó a la seguridad de Paxton, a su hermana, y había ofrecido refugio y protección a su familia cuando el caos amenazaba con consumirlo todo. Verlo ahora, reducido a una sombra de lo que fue, era un recordatorio brutal de lo efímera que era la existencia en este nuevo mundo. Liam sintió una mezcla de ira, tristeza y una determinación renovada de proteger lo que aún quedaba de su humanidad.
Al bajar de la camioneta, el grupo se enfrentó a la desolación que los rodeaba, un paisaje marcado por el enfrentamiento final de sus amigos. Liam fue el primero en dar un paso adelante, su cuerpo rígido de tensión mientras sus ojos recorrían la escena. Los restos de la batalla, junto con la visión de sus amigos caídos, parecían absorber toda la luz del día, dejando el mundo en sombras.
— Acaban de meterse con la gente equivocada— la voz de Liam rompió el pesado silencio, cargada de una mezcla de amenaza y furia. Sus puños se cerraron con fuerza a su lado, un gesto de ira impotente ante la crueldad del destino que habían sufrido sus amigos.
Vania, parada cerca de él, colocó una mano en su hombro en un intento de ofrecer consuelo. Su expresión era un espejo de su propio dolor y determinación. —Tenemos que seguir adelante, Liam. Por ellos— dijo, su voz firme a pesar del temblor emocional que amenazaba con quebrarla.
Emily, aun luchando con el impacto de ver al Dr. Reyes en ese estado, se acercó lentamente a donde yacía su amigo y compañero. Con manos temblorosas, acabo con el sufrimiento del que una vez fue un hombre lleno de vida y pasión por su trabajo, y al hombre que llego amar. Las lágrimas caían libremente por sus mejillas, cada una un tributo silencioso a la pérdida que sentía.
Rachel, con una mirada de resolución en sus ojos, se unió a Liam y Vania, escaneando el área en busca de cualquier pista que pudiera indicar hacia dónde se dirigieron Beatrice y Maya. — No hay rastro de Beatrice ni Maya…. Y mucho menos de las camionetas —murmuró, aunque la duda teñía sus palabras. Su instinto maternal la empujaba a creer que aún había una oportunidad de encontrarlas con vida.
Kai y Antony, aunque menos vocalmente, compartían la determinación del grupo. Sus gestos, desde revisar los alrededores hasta preparar sus armas para cualquier eventualidad, hablaban de su compromiso con la misión y con aquellos que aún podrían estar luchando por sobrevivir. Luego de encargarse de sus amigos caídos, se acercaron al resto del grupo.
— Vamos a encontrarlas— aseguró Liam, finalmente, su voz cortando la densa atmósfera de desesperanza. — Y vamos a hacer pagar a quienes hicieron esto — añadió, su determinación avivando una llama de esperanza dentro del grupo.
Mientras preparaban para seguir el rastro de sus compañeras, cada miembro del equipo se enfrentaba a sus propios temores y dudas. Sin embargo, la solidaridad y el apoyo mutuo les proporcionaban la fuerza necesaria para continuar. La búsqueda de Beatrice y Maya no era solo una misión; era una promesa de lucha, de no rendirse ante la adversidad, y de enfrentarse a la oscuridad con la luz de su unidad y su resolución inquebrantable.
