CAPITULO 19: EL AS BAJO LA MANGA

Al aproximarse al kilómetro 55, la camioneta de Ophelia Bane se detuvo abruptamente, una maniobra tan repentina que Gavin tuvo que frenar de golpe, evitando por poco colisionar con la parte trasera del vehículo. La confusión se apoderó del momento; todos, excepto Negan, quien exhibía una sonrisa burlona, parecían perdidos en el repentino cambio de acontecimientos.

Ophelia y sus hombres descendieron del vehículo con armas en alto, sus rostros tensos bajo el peso de la traición. La atmósfera se llenó de un silencio cargado, roto solo por el crujido de las botas sobre la gravilla y el sonido sordo de las armas siendo aseguradas.

— Salgan del vehículo, ¡ahora! — ordeno la mujer, acercándose a la camioneta junto a sus hombres. Su voz, cargada de una amenaza casi tangible.

Negan, emergiendo de su vehículo con Lucille al hombro, proyectaba una imagen de confianza absoluta. Su sonrisa, amplia y burlona, reflejaba no solo su disfrute ante el acontecimiento sino también la seguridad en su posición.

— Bueno, bueno, parece que tenemos una pequeña fiesta, y yo soy el anfitrión — dijo, su voz teñida de sarcasmo. Gavin, a su lado, permanecía alerta, su mirada dura fija en los traidores, mientras Laura y los demás preparaban sus defensas con una eficiencia nacida de incontables enfrentamientos.

El resto de compañeros de Negan descendieron del vehículo con una sincronización perfecta; sus armas listas, pero sin apuntar, una demostración de fuerza más que de agresión inmediata. La presencia de Laura, Villa, y Marrow formaba un contraste con la tensión que emanaba de los hombres de Ophelia.

Ophelia, con la autoridad que le confería su liderazgo, avanzó hasta rodearlos. — El Juez ha dictado tu sentencia, Negan. Hoy es el día en el que mueres— proclamó, su voz firme y sin rastro de duda.

Negan, cuya sonrisa nunca vacilaba, inclinó la cabeza levemente, como si evaluara la situación. — ¿Sabes, Ophelia? Siempre admiré tu encanto sutil — replicó con una ironía mordaz. — Pero, parece que has elegido el bando perdedor.

Gavin, con la mirada fija en el desarrollo de los eventos, mantenía un semblante de calma calculada, aunque por dentro, la situación despertaba en él un torbellino de pensamientos. Era consciente de la fina línea que caminaban entre la lealtad y la supervivencia, y cada decisión de Negan era una lección en liderazgo y astucia.

Villa, en cambio, estaba dominado por una furia contenida. La lealtad inquebrantable que sentía hacia el Juez se veía ahora empañada por la revelación de que sus vidas eran consideradas prescindibles en el gran esquema de las ambiciones del Juez. Sus manos apretaban el arma con una mezcla de ira y coraje, y su mirada, habitualmente impasible, ardía con un fuego de traición y deseo de venganza. A pesar de su lealtad, comenzaba a cuestionarse el verdadero valor de seguir a un líder que los sacrificaba tan fácilmente.

El aire asfixiaba, la tensión parecía distorsionar la realidad misma en aquel claro desolado. Negan, con una calma que contrastaba dramáticamente con la situación, levantó su mano en un gesto tan sutil como definitivo. En ese instante, como si fueran sombras cobrando vida al caer la noche, figuras emergieron del bosque circundante, cada una con la determinación marcada en su porte y el acero listo en sus manos.

Los hombres de Ophelia, sorprendidos y visiblemente sacudidos por el giro inesperado, instintivamente cerraron filas, sus armas ahora apuntando hacia las nuevas amenazas que los rodeaban en un abrir y cerrar de ojos. La tensión era una cuerda estirada al límite, lista para romperse en cualquier momento.

Ophelia, cuyo semblante revelaba una mezcla de sorpresa y admiración reticente, fijó su mirada en Negan.

— Parece que subestimé tu capacidad para el drama — dijo, su voz teñida de un respeto a regañadientes. — ¿Qué es esto, Negan? ¿Una intervención divina?

Negan, cuya sonrisa ahora tenía tintes de victoria, se encogió de hombros con una despreocupación estudiada. —Digamos que prefiero tener siempre un as bajo la manga. Simón cumplió su parte, después de todo. —Su mirada barría el campo, deteniéndose en cada rostro, una advertencia no pronunciada flotando entre las palabras no dichas.

Laura, Villa, y Marrow, aunque sorprendidos por la revelación, no tardaron en adoptar posturas más relajadas, la confianza renovada fluyendo a través de ellos como un río después de la tormenta. Sus miradas hacia Negan reflejaban una mezcla de respeto y lealtad reafirmada, sabiendo que una vez más, Negan había maniobrado la situación a su favor.

— Bueno, escuchen muy bien todos, tienen dos opciones —Continuo Negan, su voz cortando el silencio tenso— Pueden bajar sus armas y hablar como los civilizados que pretendemos ser… Y tu Ophelia, jugar a mi favor; le cuentas al Juez una linda historia sobre mi trágico final. — la pausa teatral que aquel carismático hombre hizo, solo tenso aún más el ambiente —. O podemos resolver esto de la manera difícil. Pero Créeme, Lucille tiene menos paciencia que yo. — su mirada se deslizó hacia su bate, que reposaba junto a él, emanando una promesa de violencia.

Los hombres de Ophelia intercambiaban miradas inciertas, el miedo y la duda reflejados en sus ojos. La certeza de su superioridad se había evaporado, dejándolos tambaleándose en el filo de una decisión crítica.

Ophelia, con el orgullo claramente herido pero la inteligencia intacta, bajó lentamente su arma, señalando a sus hombres que hicieran lo mismo. — Hablemos entonces, Negan. Pero que quede claro, esto no cambia nada entre nosotros. Solo aplaza lo inevitable.

Negan asintió, su sonrisa volviéndose aún más grande, tan magnética y peligrosa como de costumbre. — Oh, lo sé, Ophelia. Lo sé. Pero por hoy, ¿qué tal si ponemos nuestras diferencias de lado y disfrutamos del espectáculo que estamos por montar? Después de todo, no todos los días se tiene una audiencia tan... cautiva.

Ophelia, con una mezcla de resignación y pragmatismo, asintió ligeramente antes de tomar la radio que colgaba de su cintura. Su voz, cuando finalmente habló al Juez, fue un estudio de control.

— Negan está muerto — anunció, su tono no dejaba entrever la complejidad de la verdad detrás de sus palabras. — Estamos regresando al Santuario — Colgó antes de que pudiera haber alguna respuesta, su mirada volviendo hacia Negan, buscando entender su próximo movimiento en aquel juego peligroso que se estaba desplegando.

Negan, cuya sonrisa se ensanchaba con cada momento que pasaba, miró a su alrededor, su mirada deteniéndose en cada uno de los presentes. — Amigos, hoy es el comienzo de algo grande. Hemos ganado una guerra que aquel payaso juzgón ni siquiera sabe que ha perdido — su carisma natural, esa aura de liderazgo indiscutible, parecía tejer un hechizo sobre aquellos que lo escuchaban, incluyendo a Ophelia y sus hombres. — Regresaremos al santuario, y allí, le daremos "al Juez" una sorpresa que jamás olvidará. Y Ophelia, querida, tienes un lugar en este nuevo orden... si estás del lado correcto.

La pregunta inevitable surgió de los labios de Ophelia, su curiosidad venciendo cualquier reticencia previa. — ¿Cómo te enteraste de la emboscada? — inquirió, su tono llevaba un matiz de admiración reticente.

Con una risa suave, cargada de ironía, Negan volvió su atención hacia Ophelia. — Vaya cariño, eres muy curiosa — respondió finalmente Negan, aproximándose a Ophelia con una mezcla de burla y triunfo en su voz. — No soy ningún pendejo, Ophelia. Y espero que te quede bien claro, tengo ojos y oídos en todas partes.

Negan voltea a ver a Regina, quien hasta entonces había jugado su papel a la perfección. Su cambio de bando, marcado por una risa sarcástica, fue la estocada final en el ya desmoronado plan de Ophelia.

—¿No es así, Regina? —Negan la incitó, una sonrisa satisfecha adornando su rostro.

Regina, con una sonrisa burlona que reflejaba su satisfacción por el papel crucial que había desempeñado en el desenlace de los acontecimientos, se movió con una gracia felina hacia el lado de Negan, su cambio de lealtades ahora completamente revelado.

El ambiente estaba cargado de electricidad, cada respiración, cada movimiento cargado de significado. Los sonidos de la naturaleza circundante parecían amortiguados, como si el mundo entero contuviera el aliento ante el desenlace de este encuentro.

La reacción de los hombres de Ophelia fue un mosaico de sorpresa, admiración y, para algunos, una renovada determinación. La revelación no solo subrayaba la astucia y el alcance de la red de Negan, sino que también presentaba una elección clara: adaptarse o quedar atrás, cuestionando sus propias alianzas y la fiabilidad de aquellos que consideraban aliados.

Negan se mantenía inamovible, un faro de arrogancia y confianza ante la multitud reunida. Su postura era relajada, casi descuidada, con Lucille descansando sobre su hombro como una extensión de su propio ser. Cada gesto suyo, desde la forma en que inclinaba la cabeza hasta la manera en que jugaba con el bate, era una demostración de su dominio sobre la situación.

Marrow, a su lado, era una figura menos imponente, pero no por eso menos importante. Su lealtad a Negan era inquebrantable, y aunque la sorpresa de la emboscada lo había afectado, su fe en Negan nunca vaciló. Observaba con ojos agudos, listo para saltar en defensa de su líder al menor indicio de traición.

Ophelia, por otro lado, estaba claramente sacudida. La confianza que había mostrado al principio del enfrentamiento se había evaporado, reemplazada por una mezcla de respeto y frustración hacia Negan. Aunque había bajado su arma, su cuerpo permanecía tenso, como si estuviera lista para reaccionar al menor cambio en el viento.

—Realmente creíste que ibas a atraparme con la guardia baja, ¿eh, Ophelia? —Negan se burló, su tono era ligero, pero sus ojos destilaban peligro.

—Negan, siempre supimos que serías un adversario digno —respondió Ophelia, intentando recuperar algo de su compostura anterior. Su mirada se desvió hacia Regina, la traición aún fresca en su mente.

Gavin, quien había estado en silencio hasta esemomento, dio un paso al frente. —¿Y qué pasa ahora? —preguntó, mirando a Negan, luego a Villa y Laura, buscando algún indicio de cuál sería el próximo movimiento.

Laura, siempre la más pragmática, intervino. —Lo que Negan está diciendo es que tenemos una oportunidad de cambiar las cosas. De reescribir las reglas a nuestro favor.

Villa gruñó, claramente en desacuerdo. —Cambiar las reglas no cambia el juego. Solo asegura que los mismos jugadores permanezcan en el poder.

—Pero nos da una ventaja, ¿no es así? —Laura lo retó, su mirada fija en Villa. —Una ventaja que no teníamos antes.

Negan asintió, complacido por la discusión. —Exactamente. Y ahora, gracias a nuestra querida Ophelia y su equipo, tenemos la oportunidad de mostrar al Juez exactamente de qué estamos hechos.

—Así que, ¿esto es un cambio de poder? —preguntó Gavin, aun tratando de entender completamente la situación.

—Más que eso, Gavin — Negan sonrió, girando Lucille en su mano con una destreza que solo podía venir de Negan. — Es un cambio de era. Y todos ustedes están invitados a ser parte de ella.

El silencio que siguió a sus palabras fue profundo, cada uno meditando sobre las implicaciones de lo que Negan estaba proponiendo. Ophelia, finalmente, dio un paso hacia adelante.

—Tal vez haya espacio para una tregua, después de todo —dijo, extendiendo su mano en un gesto de paz provisional.

Negan la miró, luego a su mano extendida, y finalmente sonrió, estrechando su mano con la suya. —Bienvenida al nuevo mundo, Ophelia. Vamos a hacer historia.

La tensión se disipó lentamente, reemplazada por una sensación de anticipación. Aunque las alianzas formadas eran frágiles, la promesa de un futuro forjado por ellos mismos era demasiado tentadora para ignorar. Y mientras el grupo se dispersaba, preparándose para el viaje de regreso al Santuario, todos sabían que lo que estaba en juego era más grande que cualquiera de sus vidas individualmente.

En el atardecer que bañaba el mundo con tonos de cobre y oro, el grupo de sobrevivientes liderado por Liam y Vania se encontraba en un punto de quiebre, una encrucijada marcada por decisiones difíciles y alianzas frágiles. El aire estaba cargado de polvo y tensión, y cada respiración parecía absorber el peso de un futuro incierto.

Liam, cuya postura imponente era subrayada por la seriedad de su mirada, enfrentaba a Vania con una determinación férrea.

— Vania, entiendo tu preocupación por Maya y Beatrice, pero no podemos ir a ciegas. Necesitamos más hombres, más armas. No sabemos con qué nos vamos a encontrar — argumentó, su voz teñida de urgencia y preocupación, decidido a regresar al Paxton.

Vania, con sus manos apretadas en puños a los lados, respondió con igual pasión.

— ¡No podemos abandonarlas, Liam! Cada minuto cuenta. ¿Y si fueras tú quien estuviera allí afuera, esperando ser rescatado? — Su rostro reflejaba la tormenta de emociones que luchaban en su interior, marcando la profundidad de su compromiso con los desaparecidos.

Mientras la discusión escalaba, Emily, quien había permanecido en un silencio atormentado, vagaba al margen del grupo. La pérdida del Dr. Reyes había dejado un vacío en su corazón, un agujero negro de dolor y venganza. Sus movimientos eran mecánicos, su mirada perdida en un punto lejano, invisible para los demás. La ira hervía bajo la superficie de su calma aparente, una llama lista para incendiar todo a su paso.

Kai, observando el intercambio entre hermanos, decidió intervenir, colocando su mano en el hombro de Vania en un gesto de apoyo. — Tiene razón Vania, Liam. Cada segundo es crucial. Pero ir preparados no significa ir tarde — dijo mirando a Vania, intentando mediar con una voz calmada pero firme.

Antony, por otro lado, se alineó junto a Liam, cruzándose de brazos sobre su pecho y asintiendo con la cabeza. — Estoy con Liam. Mejor ir armados hasta los dientes y volver todos vivos que lanzarnos a una muerte segura.

La discusión se intensificaba, las palabras volaban como chispas el coche, hasta que Emily, superada por el ruido y la frustración, estalló.

— ¡Todos cállense! — gritó, su voz cortando el aire como un cuchillo. El grupo enmudeció, sorprendido por la súbita erupción. — Liam tiene razón. Necesitamos armas, necesitamos estar preparados. No solo por nosotras, sino por él — dijo, su voz quebrándose al final, una referencia silenciosa al Dr. Reyes.

El silencio que siguió fue un testamento de la complejidad de sus relaciones y la gravedad de su situación. El silencio tomo posesión del ambiente, tiñendo todo con un velo de sombra y duda. La decisión estaba tomada; irían a buscar a Maya y Beatrice, pero no sin antes armar hasta los dientes a cada miembro capaz de luchar.

Liam asintió, volviendo la mirada hacia el camino, mientras apretaba con firmeza el volante.

— Bien, regresamos a Paxton, armamos al equipo y salimos lo más pronto posible. No vamos a dejar a nadie atrás — declaró, su voz portando la determinación que había definido su liderazgo desde el principio.

Vania, aunque aliviada, sabía que las próximas horas serían cruciales. Su mirada se cruzó con la de Emily, compartiendo un momento de entendimiento silencioso. La venganza por la muerte de sus compañeros sería su combustible, pero la esperanza por los desaparecidos sería su guía. Con el crepúsculo cerrándose sobre ellos, el grupo comenzó a prepararse para lo que vendría. Cada movimiento, estaba impregnado de la seriedad de su misión.

La luz de la luna tejía sombras alargadas sobre el pavimento cada que el vehículo de Liam se deslizaba silenciosamente por la carretera desierta, su destino marcado por la urgencia y la promesa de no dejar a nadie atrás. Vania, sentada en el asiento del copiloto, mantenía la mirada fija en el camino. Su mente, aunque cargada de preocupación Beatrice y Maya, no perdía la esperanza de encontrarlas sanas y a salvo. A su lado, Liam conducía con determinación, cada músculo tenso ante la inminente posibilidad de enfrentamiento. Emily y Antony compartían el asiento trasero, mientras que Kai vigilaba atentamente desde la ventana, listo para cualquier señal de peligro.

En dirección contraria, el convoy liderado por Negan avanzaba con una confianza inquebrantable. A pesar de la dureza de su expresión, había algo en la mirada de Negan que revelaba una complejidad más profunda, una mezcla de determinación y el peso de las acciones tomadas y por tomar.

Cuando ambos vehículos estuvieron lo suficientemente cerca, Vania y Negan cruzaron miradas. En ese breve instante, una corriente de reconocimiento mutuo los envolvió. Aunque para ellos parecía nunca haberse visto antes, Negan sintió una extraña familiaridad en la mirada de Vania, como si el destino los hubiera entrelazado en una danza macabra de circunstancias. Vania, por su parte, intuyó que aquel grupo era responsable de la emboscada contra sus compañeros, su intuición agudizada por el dolor y la venganza.

Liam, al ver el convoy, sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. "Paxton está en peligro", pensó, su mente corriendo hacia las posibles consecuencias de aquel encuentro.

Emily, reconociendo de inmediato a Negan, se levantó bruscamente, la ira y el miedo mezclándose en su voz. — ¡Detén el coche, podemos hablar con ellos! — gritó, pero Antony y Kai, comprendiendo el peligro de tal acción, la sujetaron firmemente, tratando de calmarla.

— ¡Emily, cálmate! No podemos arriesgarnos a un posible enfrentamiento, no ahora — dijo Liam, su voz firme pero comprensiva.

Emily, respirando con dificultad, logró articular: — Conozco al hombre al volante... Negan. Le ayudamos cuando todo esto comenzó, buscaba medicamentos, cuando Reyes… y Mia estaban conmigo. Puede ayudarnos. — Emily parecia tener una pizca de esperanza.

El conocimiento de que Emily había interactuado previamente con aquel hombre sumió al grupo en un breve silencio.

— La gente cambia Emily, lo sabes. Y parece que vienen de nuestra comunidad. Paxton está en peligro, nuestra prioridad ahora regresar y proteger a los nuestros. — concluyó Liam, sin desviarse de su objetivo. La decisión estaba tomada; buscar ayuda en aquel hombre no era opción, su grupo en ese momento representaba una amenaza.

Mientras ambos grupos continuaban en direcciones opuestas, el aire quedó cargado de preguntas sin respuesta y posibilidades no exploradas. La intersección de sus caminos era un recordatorio de que, en aquel nuevo mundo, las alianzas y los enfrentamientos podían cambiar tan rápidamente como el viento.

El viaje continuó bajo el manto de la noche, con cada kilómetro recorrido llevando a Liam y su equipo más cerca de su hogar. La incertidumbre y el peligro acechaban en cada sombra, pero la promesa de reencontrarse con los suyos y la determinación de proteger a aquellos que aún podían salvarse guiaban sus pasos a través de la oscuridad, hacia lo desconocido.