La cobra narró todo. Desde hace mucho tiempo no recordaba algún sueño en específico. A Marin le impresionó la manera tan descriptiva del sueño.

— Esa mujer que mencionas al parecer era quien comandaba el ejército de Hades. Aunque tú y yo nunca la conocimos por relatos de Shura y Saga se cómo es físicamente. —

Ambas mujeres se apartaron del grupo de caballeros femeninos con las cuales entrenaban a diario. Después del calentamiento ambas se sentaron para hidratarse y platicar un poco más.

— Pues eso fue tan surreal Marin, que de verdad creí que era realidad. Absurdo, ¿ no?—

— Si, me imagino que debe ser un suplicio dejar que te robe un beso el ex patriarca y estar casada con el hermano de Aioria. — si, Marín era sarcástica en ocasiones.

Shaina solo negó y se cruzó de brazos.

Al anochecer fue directamente a su cabaña. Hoy no tendría guardia y ella deseaba dormir sin ningún contratiempo. Se dió un merecido baño y después de comer una manzana. Fue directo a la cama.

Taberna.

El arribo de naves al puerto era cosa comun.

Shaina ayudaba al viejo Tatsumi con las labores del lugar. Era temprano y los parroquianos comenzarían a llegar.

Esperaba que el nórdico no llegara como cada seis lunas llenas. Era el extranjero que más dolores de cabeza le traía.

— Shaina, ésta vez tendrás que esconderte si no pretendes hacer enfadar al joven Mizard. El no es muy paciente.

La italiana se mordió el labio y oprimió su falda y el mandil.

— El señor Zeta es persistente pero en algún momento comprenderá que no soy negociable.

— Hija estoy envejeciendo y algún día partiré, dejarte sola no es muy reconfortante para mí.

Un grupo de hombres entraron por la puerta. La chica extendió su mandil y pensativa comenzó a atender las mesas. ¿ A caso debía revalorar las palabras de su protector? ella era joven y no le era indiferente a los hombres. Pero ebrios locales y ebrios extranjeros , no eran una buena elección para ella. Bueno los señores del norte, eran respetables y uno de ellos parecía siempre interesado en ella. Su gemelo hacía un año se había llevado a June y aunque ella se veía feliz por irse con el general de Alcor, eso no significaba, que ellos debiera aceptar. Aunque el otro general, en más de una ocasión se había mostrado interesado en tomarla como su mujer y llevarla consigo. Ser la esposa o concubina del señor de Mizar, podría ser factible para ella, o no, ir a un lugar distinto a su tierra natal, gente extraña y sin contar el frío al que debería acostumbrarse. No terminaba de agradarle.

La algarabía del sitio de vió interrumpida por un hombre. Un forastero y misterioso aparentemente. Nunca, nunca, había llegado un extranjero así. Debía ser capitán de alguna embarcación, tenía un porte gallardo y una mirada acerada. le echó un vistazo al lugar y se acercó a la barra. Llevaba consigo un na hermosa espada, el herrero que debió fabricarla habría sido el mejor de ese reino, por qué Shaina estaba segura de que ese hombre pertenecía a algún reino.

Le hizo un par de preguntas y peticiones al viejo Tatsumi. Shaina se había quedado parada observando la magnífica hoja de la espada, brillaba como el oro. El hombre le miró de reojo y nada amigable. Shaina alzó sus cejas para demostrar sorpresa, tal vez ese hombre era una persona peligrosa.

Cuando Tatsumi sirvió comida y vino al extranjero el hombre, después de comer, pagó y se fue con un par de hombres.

— ¿ Quién era ese hombre Tat? — preguntó ansiosa.

El viejo tabernero limpió las copas y negó.

— Eres demasiado curiosa serpiente, es solo un forastero, nada más. —

El silencio reinó después de que se introdujeron una comitiva muy familiar. Dos hombres altos y cabello agua marina enfundados en unas armaduras hermosas. La chica de ojos verdes intentó salir de la taberna para no ser hostigada por el de armadura blanca. Salió al callejón trasero y camino a prisa, sin mirar quienes se encontraban ahí. Dos hombres le cerraron el paso. Intentó darse vuelta pero ya era tarde, Syd le sostuvo por la cintura atrayendola hacia él.

— ¿ Creíste te escaparías ésta vez?—. Le dijo con voz seductora.

— Déjame en paz nórdico. Yo no soy una ...—

— Shhh— coloco el dedo índice sobre los labios de ella. — Por las buenas... es mejor.— alardeo.

— Sueltale —.

Una voz grave y en perfecto acento español dió la orden mientras una afilada hoja cubría la yugular del joven.

Los dos hombres que acompañaban al joven Mizard se quedaron petrificados ante la amenaza de ver degollado a su general.

Con precaución el de armadura blanca soltó a la. joven y ésta siguió con la vista la hoja de la magnífica espada. Era la misma que momentos antes la había hechizado.

Los segundos se volvieron eternos. Al final la espada volvió a enfundarse y el de cabellos azulados se dió media vuelta. Observó al que había sido capaz de amenazarlo con una espada fría y afilada.

— La corona española debió lamentarse al haber dejado ir a un valeroso elemento de su guardia. —

El de cabellos cortos y oscuros no hizo ni un esfuerzo para responder. La mirada helada del extranjero competía con la del señor del norte.

— Oooh, ya veo, desertor...— rió con sorna.

— Estás personas agradecen cuando los visitantes son respetables. Podéis irte con la poca reputación que aún debéis tener. —

Los hombres del general Mizard rieron bajo. Pero, pronto guardaron silencio al recibir la mirada amenazante del nórdico. Quién sin responder salió del callejón sin mirar atrás. Los soldados le siguieron corriendo detrás de él, seguramente recibirían un fuerte castigo.

El hombre de botas negras y camisa blanca le dió una última mirada a la joven y sin mediar palabras, se fue por el callejón.

En verdad, era curiosa y ahora no podía dejar ir a ese hombre sin saber por qué la defendió. Así que lo siguió sin que el se percatara. Caminó hasta donde lo vió meterse a un hostal. Uno de los hombres que antes había visitado la taberna con él había quedado vigilando la entrada. Bien, ahora tenía más curiosidad. Así que le dió un par de monedas a una vieja anciana para que distrajera a el hombre y ella pudiera ir dentro del hostal. Y funcionó, tan bien que el hombre dejo la puerta y se fue siguiendo a la anciana. Pudo entrar sin contratiempos. El problema era donde ir, ¿ que habitación debía tomar? por supuesto se viró cuando al fondo lo observó salir junto a un hombre rubio y joven. Por lo que pudo observar el hombre rubio se encontraba preocupado. Dieron vuelta al siguiente pasillo.

Bien, Era ahora o nunca. Su curiosidad era abrumadora y pronto entró en esa habitación. Caminó con sigilo hasta que llegó a la cama. Lo que descubrió fue impresionante. Había una mujer recostada y aparentemente dormida. Aunque tenía una mueca de dolor muy marcada, sus rasgos eran los de una mujer de oriente. tenía el cabello rojo como fuego y tenía una piel hermosa. ¿ que hacían esos hombres con ella? ¿ A caso le tenían en cautiverio? Sus ropas no eran la de una esclava, por el contrato lucían como de la realeza. el vestido era verde esmeralda y ... tenía un avanzado estado de gravidez.

La mujer despertó con un quejido leve. En cuanto vió a la joven frente a ella no se turbó, por el contrato, pareció extraño ver a alguien más, o esa impresión tenía Shaina.

— ¿ Quién eres tú? ¿ y que haces aquí? — Gimió de dolor y se contrajo en la cama.

Shaina buscó agua para ofrecerle. Cuando la encontró se la ofreció y ayudo a la mujer a beber.

— Mi señora, estás de encargo y necesitas de una partera. — Le tocó el vientre y este se encontraba totalmente duro. — Debes estar sufriendo de contracciones, lo se, lo he visto. —

— No... no puedo hacerlo aquí... debemos... llegar.—.

Shaina evitó que ella se agitara de más. Debía pensar que hacer. Solo había una cosa.

— No se preocupe mi señora. Le traeré ayuda. — acomodó a la mujer y salió apresurada.

Cuando estuvo afuera, sobre el pasillo ya venían los dos hombres que antes habían salido de ahí. Le miraron y el español se sorprendió. Eso no era bueno para ella.

— ¿ Que demonios haces aquí?— Le dijo tajante.

Así que ella no iba a dar explicaciones y salió corriendo.

— Shura, atrápala, — Le señaló presuroso. — Yo iré con Marín. —

El capitán salió corriendo detrás de ella. le alcanzó en una callejuela poco transitada. La tomó del brazo y la pegó sobre la pared. En un segundo había desenvainado la espada y la colocó sobre el cuello de ella.

—¿ Que hacías ahí?— apretó fuertemente el brazo y la espada dejando un hilo de sangre en el cuello de la chica.

— Nada...— apenas pudo pronunciar.

— No te creo. ¿ por qué me seguiste? , ¿ quién te envío? — Aflojó un poco la empuñadura para darle aire a la chica. — Maldita sea ¡ habla !—

— Lo juro. nadie me envió. ... yo solo quiero ayudarla. —

— ¡Mientes!—

Ante la amenaza y desesperación tomó una medida drástica. El español no vió venir el rodillazo sobre las partes más nobles e indefensas que poseía. El dolor fue tal que dejó libre a la mujer de ojos verdes.

Shaina corrió tanto como pudo y perderse entre calles y el bullicio.

Cuando el español recobró el aliento, fue imposible saber a dónde había ido la mujer. Se maldijo y regresó al hostal.

El hombre rubio yacía al lado de la mujer y secaba con un paño la frente de ella.

— Calma cariño, todo estará bien. —

La mujer asintió y él se levantó para salir de ahí. Fue directamente a la habitación contigua. El hombre de la hermosa espada trataba de recuperarse aun.

— ¿ Que te sucedió?, ¿ y esa mujer, en donde está? —

— La muy maldita me dió en la entrepierna. — Aún tenía una mueca de dolor.

— No podemos dejarla ir así. No sabemos si es un espía del asesino de mi hermano. No puedo arriesgar la vida de Marín y mi futuro hijo. — el joven tenía una sensación de inquietud.

— No te preocupes sé en dónde encontrarla. Debe ser alguna ladrona. No me extrañaría que fuese una ramera con cara de ángel, fuí un estúpido en... — Se ajustó la camisa y la espada en la cintura. — Como sea, se va a arrepentir.—

Y el hombre salió hecho una furia.

Pronto llegó a la taberna y ahí solo en encontró al viejo oriental y varios ebrios. Sabía que el viejo no sabía nada de lo ocurrido, pues al preguntarle se limitó a decir que ella había salido desde hace rato. Sin más que hacer salió de ahí.

Ya después de buscarla por unos instantes sin resultado favorable caminó con paso firme al hostal. una calle antes de llegar le observó de nuevo meterse al hostal, ésta vez era tan inepta como para volver a pesar de saber que le iría muy mal. Así que no se apresuró. En el pasillo observo solamente a Aioria. Este, vigilaba la entrada de la habitación, cabe decir que se veía preocupado.

— Esa maldita mujer, ¿ acaso entro aquí? — Le cuestionó irritado.

— Si, ella trajo a una partera. Marín está en labor y no puede esperar más o ella y mi hijo morirán.—

El de cabellos negros verdosos se quedó impresionado por la confesión. Tal vez ella no era una put...

Al cabo de un tiempo considerable, el llanto de un bebé resonó por la habitación y hasta fuera del pasillo. El rostro del hombre rubio cambió totalmente al escuchar aquello. Minutos después por la puerta salió la tabernera.

— Mi señor, es un varón y se encuentra totalmente sano— Lo dijo con la mirada en el suelo y una sonrisa. — En unos momentos podrá encontrarse con mi señora y su hijo, Anelisse está terminando con ella y el bebé necesita ser aseado. Cuando terminemos, podrá entrar.

Y ambos hombres se quedaron inmóviles. Y fue así como sucedió después de unos instantes, la mujer anciana salió de ahí junto con Shaina. El capitán, solo le siguió con la mirada, ella no le miro hasta que estuvieron fuera del lugar y él había decidido caminar para seguirla. Llegaron a la casa de la anciana y la joven solamente le ayudó a meter su material de trabajo y salió enseguida. Lo vió parado frente a la casa del otro lado de la acera. sostenía la empuñadura de la espada. Lo observó y tragó grueso, sabía lo que le había hecho y que tendría que pagar por ello. Sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal. Todo el camino de regreso a la taberna ella fue seguida por el. Gracias al cielo ya era de noche y el general Zid no había aparecido. El trabajo se le había acumulado y Tatsumi estaba ya agotado.

— Vete a descansar yo me encargo de limpiar y cerrar. Anda, vé. — le sugirió ella.

El anciano tomó su pipa y tabaco. saliendo sin hacer preguntas. Shaina suspiró, ahora iría a la cama por lo menos hasta media noche. se asió los cabellos en una coleta y ajustó el pequeño corset. Estaba totalmente sola cuando la puerta se abrió y Shura apareció ahí. Le miraba fijamente y ella se había quedado paralizada.

Sin mediar palabra alguna el hombre comenzó a ayudarle. Y en total silencio, ella aceptando la ayuda, después de varias horas terminaron. El se acercó a ella.

— El joven Aioria está agradecido con ustedes. Habéis salvado la vida de su familia. Les recompensará. —

Para Shaina la voz era firme y en un tono que mediaba entre lo sensual y autoritario.

— Solo Anelisse debe recibir la paga por su trabajo. Ella no tiene otro modo de sobrevivir. Yo solo le llevé hasta donde era .requerida —

La noche era quieta y el sonido de los perros de la calle era lo único.

— Lamento haberlo lastimado. Debo ser un poco más consciente. Le ruego me perdone mi señor. — Ella bajó la mirada. Sabía que el le miraba fijamente.

Shura caminó hasta estar frente a ella. Pudo observarla detenidamente. Era joven, mucho más que él, vestía sin pudor alguno, la blusa con cuello barco dejaba ver perfectamente los hombros y el cuello perfecto de cisne. El corset le ajustaba generosamente el busto. la falda tenía una abertura hasta el muslo derecho. Cualquiera la confunde de inmediato con una mujer que presta más que un simple servicio de camarera.

Le tomó el rostro con una mano y le hizo mirarle. tenía ojos verdes. El a pesar de un hombre dedicado a su trabajo se encontró irremediablemente atraído por ella. Era bonita, sí, pero con un aire felino que estaba despertando deseos no santos. Alzó un poco más su rostro y pudo ver la marca de su espada.

— Siento haberte cortado, yo creí que eras...— le soltó y dió media vuelta. — Olvídalo, me marcharé. —

Su mano fue sujetada por la de ella y lo hizo volver a mirarla.

— Por favor, no se vaya. Acepto su disculpa. —

Ambos se miraron unos instantes descubriendo cada rasgo en el otro. Era obvio que había cierta atracción y tensión en ese momento. Sin pensarlo ambos estaban tan cercas del otro. Cuando sucedió, el beso vino a romper la escena. Fue tierno, débil. Pero cuando el la atrajo había sí, ella coloco sus brazos en el pecho firme del capitán, el beso tomó otras dimensiones, convirtiéndose en uno apasionado. el moreno joven deslizó sus manos sin ninguna objeción, arrancando gemidos de placer sobre su boca. Al sentir la falta de aire, se miraron.

— Vivo a un par de calles, tal vez desees venir, ¿ o prefieres regresar al hostal?— ella le sugirió.

— Por supuesto que no. — dijo tan excitado como no lo había estado hace mucho.

Cuando llegaron al lugar ella lo metió aún tomados de la mano. La casita era pequeña pero limpia y acogedora. un par de lámparas alumbraron el sitio. Ella se soltó el cabello y fue con el hombre que le veía desde el centro de la habitación. Haber experimentado con el español sin duda había despertado la calentura en ella. Así que sin motivo alguno posó sus manos detrás del cuello de él y el beso siguió. Por eso le permitió llevarla hasta su cama y desnudarla poco a poco. Los labios de el cubrieron toda su piel y ella no fue nada gentil para arrancar esa casaca blanca. Cuando se deshizo de sus pantalones y las botas ella le esperaba dentro de las sábanas blancas.

— Nunca había visto a un hombre como tú. — sus ojos se deleitaron con el cuerpo duro y bronceado del capitán. Su corazón se aceleró cuando el se interno dentro de las sábanas y se acomodó sobre ella. Era un hombre muy serio, pero muy apasionado también. Le tomó el rostro con una mano y con la otra sostuvo su peso, le besó profundamente y su mano no dejó de acariciar la piel suave incluso la de sus firmes senos.

— No puedo controlarme más, necesito hacerte mia. — jadeó ante el deseo incontenible.

La voz febril del hombre le hizo sentir un choque eléctrico. Ella lo deseaba.

— Hazlo...— Le dijo sin pesar.

Le besó el cuello y pronto se unieron en un movimiento firme y profundo. Ella no esperaba que fuera tan doloroso y no pudo evitar contraerse y enterar sus uñas en la piel de él. Por supuesto que él se sorprendió asi que la miró en sus ojos había un par de lágrimas.

—¿ Eres...?—. Iba a decir virgen, pero le angustió. La sorpresa y el pánico vino a él. Creyó que era una mujer con experiencia, todo había apuntado a eso...o él había creído.

— Está bien, no se detenga, Anelisse decía que era doloroso la primera vez pero que si el hombre es buen amante eso pasa rápido. sólo no se detenga. — Temblaba del dolor tan agudo entre sus piernas

El español dudó ante el temblor de las piernas de ella, pero cuando ella tomó su cabeza con ambas manos y lo besó no pudo posponer y continuó. Al llegar al clímax final le sostuvo por la cintura y fue tan profundamente que fue inevitable vaciar su semilla dentro de ella. Ahogados en una oda de placer el español se retiró y la besó lentamente. cubrió su cuerpo junto con el de ella en la cama y la vió sonreír después.

— Eres, un buen amante, capitán. No pensé que valdría la pena seguirte. — dijo sin vergüenza, sobre el pecho desnudo del hombre.

Hubo un silencio que ella ya veía venir. Su sonrisa se entristeció sabía que él era un navegante sin puerto fijo. Se abrazo a él.

— Partiré en cuanto Aioria me lo pida. — La declaración quedó en el aire.

— Lo sé... pero aun es de noche y tú cuerpo sigue aún caliente. Quédate todavía conmigo. —

El delineó con su índice el perfil de la joven y de nuevo se llenaron de placer.

A la mañana siguiente el se vistió con ropa que ella tenía guardada en el baúl.

— Vendré a comer y será la última vez que nos miremos. Ella lo abrazo fuertemente y no dejo que el viera sus ojos cristalizados.

— Lo se. —

Y el salió de ahí llevando su espada en la cintura. Para su suerte, el hombre de cabellos agua marina le había visto salir de la casa de Shaina. Tenía decepción y coraje en el rostro. Y lo encaró.

— Nuca pensé que entre todos, ella escogiera al desertor. dime ¿ lo disfrutaste? — Sacó la espada detrás de su espalda y le apuntó. Shura no se inmutó.

— Tu problema es que eres arrogante y cansino. — Le observó fríamente. — Pero muy persistente, no lo niego. tal vez algún día si no eres el imbécil que ella cree, podrías ganarte su confianza. Suerte con ello. — apartó con la punta de su dedo la hoja de la espada del nórdico y siguió su camino.

Zid, dió media vuelta y sintiéndose humillado se fue, no sin meditar lo que el español acababa de hacer.

Regreso como prometió. Casi el sol se había puesto, Shaina hoy no había hecho otra cosa más que trabajar e ir a su casa. La ropa del extranjero ya se encontraba limpia y doblada. debía confiar en que volvería por ella o tal vez ese sería el único recuerdo que tendría de él. Afuera de su casa miró al poniente. ahí estaba él como una figura reacia y un porte exquisito. sus botas negras y la casaca roja le daba un toque salvaje.

— Volvió mi señor. — Ella se acercó y le dio el morral con sus pertenencias.

— Gracias.— las tomó. — Esto es para ti. — puso entre sus manos un pequeño costal que seguramente contenía monedas. — Aioria manda su gratitud. — Su voz era sería, como si le doliera verla por última vez.

Shaina tomó el bolso y sonrió con melancolía. Lo miró por última vez y lo abrazo inesperadamente. Él correspondió el gesto y la acunó entre sus fuertes brazos. No le dió tiempo a decir nada cuando de pronto ella lo beso fugazmente. El la tomó por la cintura y ella envolvió sus piernas sobre la cintura de él, cargándola con un solo brazo.

— Mañana será otro día... por está noche Aioria puede esperar para ir a medio oriente. —

Ella sonrió y ambos fueron de nuevo a entregarse y unirse como uno solo.

Los días pasaron y el trabajo en la taberna era el mismo siempre. Cuando el español venía a su mente y los recuerdos de sus encuentros ella sonreía.

— Una pinta de cerveza Señorita. —

Ella reconocía esa voz. Y aunque por lo regular lo esquivaba eso ya no era necesario.

— Mi señor Mizard, creí que partiría hace días. — Sirvió detrás de la barra y se mostró gentil.

— me quedaré un tiempo. Mi hermano irá a buscar mercancías para su boda. La señorita June, vendrá a por ustedes para su enlace. Espero puedan acompañarlos, es una fecha importante para nuestro pueblo. Además, mi señora Polaris estará complacida en conocerlos.

— Yo no puedo corresponder tus intenciones Zyd. Ya no tengo la pureza que tú deseas. Lo siento.

El hombre de armadura blanca miro hacia la cerveza y sonrió. Tal vez había aprendido la lección.

— Eso a mí no me importa y hasta creo que lo merezco. — Le miró con esos zafiros. — Sólo deseo hacer bien las cosas. — Bebió el contenido de la pinta, colocó un par de monedas y salió de la taberna.

Shaina suspiró.

Despertó abrazada de su almohada y boca abajo. si el sueño anterior había sido extraño este debía haber sido uno húmedo. De verdad, ¿ había tenido sexo con el caballero de capricornio? , bueno el hombre era muy serio y temido por los soldados, pero...argh! Se iba a volver loca si tenía otro sueno como ese. Marín debía saber de esto. Se levantó y fue al sanitario. Sin darse cuenta que una extraña marca se formaba en su cama, una que representaba a algún Dios tal vez.

Bueno, hasta aquí el siguiente. Gracias por leer. Cuídense mucho.