Shaina despertó hasta el día siguiente. Se sentía extremadamente agobiada, con la declaración de Aioria después de saber que aquello no había sido un sueño, sino más bien un episodio real, trajo consigo malentendidos y una incómoda situación en ese triángulo. Aunque Marin no se mostró pasiva y comprensible.
Aparentemente, pero Shaina sabía que el de Leo iba a tener que dar muchas explicaciones. Ella misma se encontraba enojada con él, sí, nada había sido malintencionado, pero ¿ Por qué nunca se lo dijo?. Aunque... también sucedieron muchas cosas después de ese desafortunado episodio, una guerra tras otra, en verdad no había el tiempo suficiente como para digerirlo. Y después la trágica muerte de los caballeros de oro frente al muro de los lamentos y el castigo divino del cual fueron sometidos, por dónde se mirara, había sido un lamentable suceso para toda la orden.
Shaina suspiró, no debía guardar un sentimiento negativo para el de Leo. Su intención había sido llevarla de regreso a el santuario después de salvarle la vida, al lado del gigante que le cuidaría después. Ese debería de ser lo importante. Ahora estaba vivo y muy feliz de tratar de formar un lazo más allá de lo afectivo con Marín. No pudo evitar sentirse nostálgica. Si solo Seiya...
Bueno, al final termino de entrenar con las aspirantes y se fue a la fuente cercana a la entrada de los doce templos. meditó mucho como poder acercarse a sus amigos y decirles que no existía enojo o rencor alguno. Pero Dios, recordar ese beso con caballero dorado, en topless le hacia sentir vergüenza al punto de salir corriendo como un animal herido.
— ¿Tratando de recuperar el aliento?—
Esa voz. No necesitó mirarlo a la cara recordaba ese acento. Las coincidencias de la vida. Apenas unas noches atrás le había soñado, el recuerdo vino como un flashback, los bellos se le erizaron, recordaba las palabras febriles y llenas de erotismo de aquel hombre. Ahora, como en todas las ocasiones de vergüenza deseaba correr pero sus pies se lo impedían.
Tu no eres una cobarde Shaina, ahora responde. El no tiene idea de lo que te pasa o sueñas. No seas ridícula.
Cuando dejó de divagar totalmente serena respondió al dueño de esa voz.
— Solo un poco. —
— Pues ese poco te ha dejado muy distraída y aporreada últimamente. —
— Vaya, me ha estudiado recientemente, caballero de capricornio. — dijo con sorna.
Shura se acercó a dónde el agua cristalina brotaba y tomó con sus manos el líquido para beberlo, justo al lado de ella.
— Si haz venido aquí a refrescarte, esa máscara es un impedimento. Ahora los doce templos están ocupados y el tránsito de hombres es fluido. — le dijo estirando el cuello para liberar tensión.
— No vine a beber agua. — Estaba frita, en realidad ella no sabía que hacía ahí.
— Me parece bien. — El español le miró.
— Solo hago una ronda cercas de sus templos. Es todo. — era una gran mentira
— ¿Guardia o tu distracción te ha traído hasta aquí? — Acomodó las vendas sobre sus muñecas esperando la respuesta de la joven.
— ¿ Por qué insiste en decir que estoy dispersa? —
— Solo me parece que como maestra de aprendices no estás demostrando tu verdadera capacidad. Tu cosmo energía es débil, incluso puedo decir que te cuesta trabajo mantenerla. La preguntas es, ¿ te sucede algo? No es normal que un caballero de plata tenga un nivel tan bajo en su desempeño. Al menos, no tú.
El caballero de oro tenía toda la razón. Pero no habría de darle una explicación, no cuando ese sueño sigue tan presente tal como con el de Aioria y si ese también hubiera ocurrido. Dioses, era para volverse loca.
— Tomaré en cuenta su punto de vista caballero de capricornio. —
— Puedes llamarme solo Shura —
Ella lo miró en silencio su rostro era cubierto por su máscara, agradecia eso. Por qué tal vez estaba muy sonrojada.
Al instante siguiente tres caballeros más les hicieron compañía. Saga, Aioros y Aioria también irían a sus respectivos templos. Si, genial, ahora era una pesadilla estar frente a esos.
— Pasen buena tarde caballeros dorados— y se fue.
Los hombres se quedaron ahí.
— Es buena chica. Es fiel y entregada. Aunque últimamente está dispersa. — Puntualizó Saga.
— No debe ser fácil hacer a un lado su feminidad y llevar todo el tiempo esa horrible máscara. Me resulta increíble. Ella debería de ser libre de ese trozo de metal y ser simplemente una guerrera que no oculta el rostro. Tal y como hacen esas chicas que Saori tiene a su lado. — El arquero acomodó su cinta sobre la cabeza.
Aioria negaba al tiempo que agachaba la cabeza. Su hermano no sabía la historia al rededor del mundo de los caballeros femeninos. Pero volviendo a él, quería disculparse con ella y con Marin, pero tal vez eso no sucedería pronto.
— Me sorprende haberte encontrado conversando con ella. Dicen que tiene un carácter difícil. — Aioros le palmeó la espalda al español.
— La encontré aquí. Pero por alguna extraña razón, siento que algo me hizo acercarme a ella. Tal vez es extraño pero...— dudó — nada, olvídalo. —
Tal vez no era casualidad, ellos se habían conectado mediante el subconsciente de la guerrera.
— Joder. Cómo sea, no tiene importancia—
— Es demasiada conversación sobre una sola persona. Será mejor retirarse. — Aioria dijo malhumorado. Y caminó sin ser obedecido por los mayores.
— Ese niño debe haber tenido problemas con la 'novia' — El ex patriarca dijo un tanto sarcástico.
— Solo es su amiga. —
Tanto el español y el griego sonrieron al notar las inocentes palabras del arquero.
— Si Aioros... su amiga. — ambos hombres comenzaron a subir las escaleras.
Cabaña de Shaina.
Después de cenar y meditar lo acontecido creyó conveniente relajarse un poco. Se duchó y esperó que su cabellera se secara. Tomó un libro y comenzó a leer. Hacía mucho que no leía sobre mitología griega. Cassios era quien más disfrutaba de ella. La guerrera no podía olvidar a su alumno y lo mal que se sintió cuando el murió. Ya no deseaba ponerse deprimida cada que tenía un recuerdo triste. Así que, bebió un té de jazmín y se fue directamente a la cama. La noche era mucho más fresca que en otras ocasiones. el otoño pronto se convertiría en invierno, se acomodó entre las frazadas, no podía conciliar el sueño, Marin era la principal imagen en su cabeza.
Ojalá tenga el valor mañana para poder conversar sobre lo ocurrido. No quiero distanciarme contigo... Eres mi única amiga.
Una par de lágrimas salieron de sus ojos verdes. Al final de leer un poco el libro entre sus manos terminó por dormirse.
Hasta ahora el Dios no se había presentado, seguía en el anonimato. Pero hasta para ellos era indispensable ser visibles para los humanos. Si bien, había encontrado en Shaina una excelente víctima algo le había dado el plus para no dejar de estar inmerso en los sueños de ella.
¿ Te gusta la mitología? Veremos qué podemos hacer con ello. Ah... está será la indicada... verás que tú diosa, no siempre ah sido tan sabía.
Templo de Athena.
Muy temprano, como siempre, se alistaba para salir a rendirle sus respetos a su señora. A la que veía como su madre, la que le brindaba el refugio y paz que ella necesitaba. Miró por última vez su reflejo en el trozo de plata. Sus ojos verdes claros y gatunos tenían una inocencia sin igual. Su cabellera ceniza casi refleja un tenue verde y era tan sedosa, ella le peinaba como cada mañana. Era extraño no poder dejar ver el reflejo sobre el trozo de metal. ¿ Esa era ella? , tan diferente, por qué así se sentía el día de hoy. No, solo medusa, la hija mortal de Forcis y Ceto la única de las tres hermanas que había sido bendecida con la belleza que los mortales poseían. Creció con gran devoción por las divinidades del Olimpo. Pero a quien su corazón le pertenecía, era a la hija de Zeus, la dueña de la sabiduría, la diosa más venerable entre los griegos.
— Señorita Medusa, su ofrenda está lista, pronto los fieles vendrán al templo para rendirle respetos a la señora Athenea. — La joven de cabellos rizados y cortos habló con premura.
— Ya te escuché Demetria. Estoy casi lista. —
— Hoy luce más hermosa que otros días. —
La muchacha se acercó y acomodó los cabellos de la mujer sentada frente al espejo de plata.
— Sus ojos son de un verde profundo y a la vez tan claro. —
— Demetria si mis ojos son los mismos de siempre. no existe nada diferente a otros días. — Tal vez tenía razón la chiquilla, hoy se encontraba diferente, no solo de apariencia, ella misma parecía, haber despertado en un cuerpo el cual no era suyo. Tonterías.
— Hoy vienen muchos fieles al templo. Sentenció con afán la joven aprendiz de sacerdotisa.—
La sacerdotisa sonrió complacida. Ella era feliz entregándole su vida a la diosa de la sabiduría.
Al final del día y tras la afluencia de los fieles el templo quedó en total soledad. sólo las aprendices y Medusa terminaban por dejar el lugar impecable.
Cuando la sacerdotisa se encontró sola, un resplandor dorado se hizo presente. Tras de el una mujer de piel blanca y cabellos lilas con ojos azules apareció frente a la sacerdotisa que al percibirla se inclinó para demostrar respeto.
— Mi señora, me honra con su perfecta presencia, yo, una simple mortal no soy digna de ver la belleza de su ser. — pronunció como cada día que Athena se presentaba ante ella.
Medusa pudo observar el peplo de la divinidad. el báculo en su mano izquierda que llegaba hasta el piso, Nike en su esplendor. Cómo siempre espero las palabras maternales que su diosa le proveía, para ella era un regalo hermoso poder ver la punta de los pies de Athena.
Hubo un silencio y la joven sacerdotisa esperó la bendición de su diosa. En cambio, peso observar como la diosa se acercaba lentamente a ella. Justo al frente de ella se detuvo.
— Levántate, no hagas más eso. —
— Pero yo no soy digna de mirarle a los ojos. ¿ Cómo podría estar de pie delante suyo?—
— Por qué yo te lo pido. — Sonaba dulce.
Asi que la joven se alzó de a poco para enfrentar y conocer a la diosa en carne y hueso. Los nervios estaban a flor de piel. Por fin sus orbes esmeraldas podían percibir la perfección de su diosa. Era una joven de bellas facciones y larga cabellera lila, su cuerpo era cubierto por un aura dorada. Sus ojos como él mar, le miraban con una sonrisa en los labios.
— De ahora en adelante vendré yo misma a verte. Por ti los hombres vuelven a tener fe en mi, —
— Es usted mi diosa, su magnificencia es conocida más allá del Egeo. Yo solo soy una simple sierva. — La joven de cabellos cenizos verdosos tenía la voz entrecortada. no daba fe de su alegría y suerte. Las lágrimas amenazaban a salir en cualquier momento.
— Bien, yo amo a la humanidad y velaré por ella hasta el fin de los tiempos. —
La diosa tomó del mentón a la chica para hacerle ver directamente a los ojos, solo para descubrir lo que ella ya sospechaba.
La belleza de su sacerdotisa sobrepasa cualquier espectativa. Ahora entendía el por qué la afluencia de multitudes que alzaban sus plegarias hacia ella. El encanto y devoción de su fiel sacerdotisa, era impresionantes. Sus miradas se sostuvieron, ambas estaban tan maravilladas por la otra.
Por fin la diosa soltó el agarre y caminó con pasó firme a la ofrenda depositada en su honor. Los más exquisitos manjares terrenales estaban dispuestos solo para ella, como siempre Medusa lo hacía.
— Ven, acompáñame. Comamos. —
Sin oportunidad de rechazar la joven de cabellera sedosa se acercó y se inclinó para servir a su deidad. Una vez que extendió la bandeja esperó que su señora comenzará a disfrutar de su festín. Ella solamente tomo un poco de vino y unas cuantas cerezas.
Al terminar Athena en ese cuerpo lleno de plenitud, fue hasta un gran salón donde un diván acogedor le esperaba. Se colocó ahí y meditó unas palabras. Medusa no podía sino sentir felicidad al estar en la presencia de la diosa de hoy por fin había conocido a su diosa.
— Quiero pedirte algo. — Habló por fin.
— Ordene lo que sea,mi señora. — Hizo una reverencia y agachó la mirada a manera de respeto.
— Por cinco días, no dejarás que el templo sea visitado. A partir de mañana. Dejarás los más exquisitos manjares dispuestos ante mi escultura. Ninguna de tus aprendices vendrá, tu, solo tú, harás lo que te pido. Después, te retiraras y aguardaras a qué te llame. Solo así, regresarás al templo. — La orden fué clara y precisa.
Por supuesto la sacerdotisa se aseguro en aceptar sin cuestionamiento alguno. Por unos días ella iría a la casa junto al mar donde a veces se recluia.
— Sus deseos serán cumplidos. Mañana antes de que el sol esté en su punto alto todo estará como usted desea mi señora. — una vez más reverenció y salió del salón y luego del templo, dejando a una Athenea con una media sonrisa.
¿ Que era aquello que tan celosamente la diosa haría sin querer siquiera su presencia? Ella no era quien para saberlo. Así que todo fue hecho al pie de la letra al día siguiente. El sol estaba en su punto más alto y Medusa se retiró tal y como lo había pedido la divinidad.
Una vez en la playa se sintió libre de usar un vestido de organza turquesa. el cual se ardería a su cuerpo esbelto pero generoso en las partes más distintivas propias de su sexo. Ese día, el mar estaba hermoso y fue libre de pasear sin sus sandalias. Era un placer que no podía darse a menudo. La brisa la cubrió y el olor a espuma del océano llegó a las fosas nasales.
— Que bello eres— Dijo mirando el agua cristalina y en tono verde y turquesa.
Se quedó contemplando el mar. En su cabeza la imagen de su diosa alegró su corazón. Miró en dirección del templo, era magnífico.
En tanto en el templo, sentada en su trono la joven de cabellos lilas parecía impaciente. Pronto tendría una peculiar visita.
Y así fue. El rayo que llegó a sus piés no le trajo mayor sorpresa. Después de ello, un hombre de edad media de cabellos platinados y belleza indescriptible. Solo llevaba una semi toga que cubría la parte inferior hasta la rodilla y dejaba al descubierto casi todo el pecho musculoso y bronceado del hombre.
— Padre, creí no ser digna de tu presencia. Bienvenido.
Zeus sin una expresión en su rostro miró al rededor del templo.
— ¿ Es aquí donde los mortales le rinden tributo a mi hija?— Dijo con un tono de desprecio.
— No importa el donde, sino como. —
Zeus sabía que su hija menor era sabía y simplemente negó.
— Eres como tú madre dice siempre, una niña testaruda.—
— Ella no es mi madre. Es tu esposa, entre otras cosas. — sonó sarcástica.
Zeus caminó y tomó una manzana roja y jugosa, la cual devoró sin tomar en cuenta las palabras de su hija.
— Como sea, parece que el alimento de los humanos te ha hecho más como ellos. No entiendo tu amor irracional para con los mortales. Son seres inferiores, egoístas y crueles.
— No toda la humanidad tiene esa característica. —
— Los defiendes demasiado mi preciada hija. Tal vez...—
— Deberían ser aniquilados. Borrados de la faz de la tierra, hundirlos en las tinieblas, la muerte y desesperación. — La voz profunda resonó como un eco espectral.
Sobre una niebla oscura y una energía indescriptible apareció el hermano de Zeus, El aura que desprendía era poderosa.
— Hades, eres muy dramático. Yo iba a decir que deberíamos darles un escarmiento. — El díos del rayo comió un racimo de uvas sin siquiera preocuparse por la presencia de su hermano.
— El castigo es mejor. — la gran capa negra se arrastró por el pasillo, Hades caminó hasta el trono de la diosa de la sabiduría. Ahí se sentó .
— Tío, no me decepciona tu actitud. Por siglos haz deseado subir a la tierra para tomarla, como si de una mujer sumisa se tratara. — Las palabras siempre iban cargadas con intenciones.
El amo del inframundo fulminó con sus orbes como zafiros a la impertinente hija de Zeus.
— Los dioses olímpicos somos así. Tomamos lo que deseamos en el momento que deseamos. Mucho más, cuando de la humanidad se trata. — En su mano derecha apareció la gran espada de Hades. Era hermosa.
— Es mejor comprenderlos amarlos y cuidar de ellos. — Pero claro, no espero que ustedes lo entiendan.
Athena tomó una botella que poseía el más fino de los vinos. Sabía que Hades quedaría complacido con el. Así que lo sirvió y le ofreció al dueño del inframundo.
Al principio iba a negarse, pero el hombre de cabellos oscuros lo tomó y degusto del contenido. Al final sus cejas negras se alzaron para aprobar el contenido.
— Sabía que era de tu agrado tío. — la diosa sonrió. — Sólo debemos aguardar un poco.
— Sabes que no vendrá, ¿ cierto?—. Hades sonrió maquiavélico.
— Tu lo hiciste, no veo por qué el no. — La pelilila sostuvo a Nike con fuerza.
— Te recuerdo que no estuvo muy feliz al saber que tú gobernarias a la humanidad.
— La protejo de ustedes solamente. —
Dijo con determinación.
— No deberías. Eres una diosa y los mortales solo pretenden utilizarte para sus caprichos. Mi querida sobrina. —
— A Bueno... ya dejemos de hablar sobre la humanidad. Mejor dime hija, ¿ Por que no hay ningún humano a tu servicio?¿ Son tan despreciables que no pueden darte una buena pleitesía?. — Los iris grises de Zeus se clavaron en los azules de Athena.
— Ellos no son esclavos. Son libres de mis caprichos— Sonaba un poco de mentira.
— No te creo Athena. Cómo en todos los templos, existen fieles sacerdotes y en tu caso, sacerdotisas. — Caminó hasta el pilar que daba vista Athenas. — Llamalas.
La joven diosa, miró con desprecio a su padre, sabía qué escondía esa petición. Sus sacerdotisas debían ser puras como ella y para Zeus era un manjar del cual no podía prescindir.
Por suerte una ventisca venida del Egeo anunció al último de los invitados. Dejando ver a un joven de cabellos celestes el cual portaba el espléndido tridente de Poseidón. Su mirada estaba llena de furia. El no se encontraba feliz de estar ahí. Era obvio.
— Tío, me da gusto de verte. —
El dios ahora como un joven el cual sólo vestía de la cintura para abajo no dijo absolutamente nada. Sin embargo alzó su tridente en contra de Athena.
— ¿ Te atreves a hablarme, después de haberte quedado con la humanidad, solo por mero capricho?— el tono era amenazante.
— Poseidón, relájate, es ella quien está al servicio de los humanos. Debes agradecerle, tu no eres tan benevolente. — Dijo con sarcasmo el padre de Athenea.
— ¿ Entonces para que estamos aquí?, ¿Deseas que nos humillemos ante ellos. ?
— Por supuesto que no. Solo deseo tener buena relación con ustedes y pedirles que sigamos con el acuerdo de no interferir con los humanos— pidió a manera de suplica.
Todos aguardaron en silencio.
— Bueno si su silencio es la manera de aprobar, me siento complacida.— Athena sonrió triunfal.
— Bueno, mi hija siempre obtiene lo que quiere. Si con eso nos libra de los humanos y su inútil existencia, pues por mi está bien. — Zeus se hizo los cabellos hacia atrás. — Aunque...
Hubo un silencio y todos miraron al rey del Olimpo.
—¿ Que cosa padre? —
— He escuchado sobre una mujer que supera a mí hija en belleza. De hecho los humanos que vienen hasta aquí, parecen venerarle, incluso tanto como a ti. ¿ eso es cierto?—
El corazón de Athena latió con desesperación. ¿ Cómo podría saber eso su padre?
— Es mentira.— Dijo en un tono apagado.
— Soy tu padre, no un vulgar humano al cual le guste mentir. — Zeus estaba perdiendo la poca paciencia.
— Esto es divertido. Mi hermano desea corromper a la sacerdotisa pura y casta de Athenea...— Hades pronunció haciendo eco en el gran templo.
La diosa de la sabiduría enfrentó a su padre con la vista fija. El no tocaría a sus devotas sacerdotisas ni ahora, ni nunca.
— Veo que no conseguiré nada aquí contigo. —
— Lamento que así lo creíste padre, pero eso no pasará.
— Bien, entonces no diré más. El pacto aún sigue vigente. Protegeras a la humanidad... en tanto puedas querida hija. — Y en un deslumbrante rayo, Zeus desapareció delante de los presentes.
— Creí a tu padre más persistente. —
Athena lo miró furiosa. Hades era un digno rival y podría buscar la manera de aprovechar y fastidiarle.
— Fue sensato. Pero no creo que ustedes lo sean, ¿ cierto? —
El dios del inframundo y el rey de los mares se miraron entre sí. Hades desapareció entre una cortina de penumbras, Poseidón atrajo una tempestad que lo llevó hacia el mar, dejando a Athena en completa soledad, sin imaginar lo que pasaba por las mentes de su retorcida familia.
Playa
Medusa ya se encontraba en la pequeña edificación que servía como su casa en ocasiones. Ya era de noche y ella había terminado de cepillar su espesa cabellera dispuesta a ir a dormir un frío le erizo la piel. Las lámparas de aceite sobre la mesa y las hogueras de las paredes temblaron y disminuyeron su intensidad, ella podía sentir que no estaba sola como creía hasta apenas unos instantes. caminó para observar si es que en verdad alguien más se encontraba ahí. Al final del pasillo una nube oscura se hizo presente. Dejando al rey del inframundo visible después de que la espesa nube desapareciera.
Tuvo miedo, pero recordó a su amada señora y se armó de valentía para encarar al extraño hombre.
— Sé que no eres un hombre. Pero por Athena le pido que se aleje de aquí—
Hades le observo a una distancia relativamente corta. Ni siquiera escuchó la petición de la sacerdotisa, sino que se dedicó a contemplar el hermoso cuerpo de la joven, pese a que éste era cubierto por la tela del peplo.
El hombre de cabellos negros y ojos azules caminó hasta donde ella se había plantado, tal vez movida por el miedo que el dios del inframundo solía causar a los humanos.
— Ahora entiendo.
Le miró el rostro, era como el más delicado ser que jamás había sido capaz de existir. Los ojos verdes de ella tenían una singularidad, como lo más parecido a un hechizo. Seguramente sería la perdición de esa humana.
— Sé mi amante, hija de Ceto y Forcis—
Por toda respuesta ella negó rotundamente. El rey del inframundo sonrió de medio lado.
— Tu señora hizo bien en dejarte aquí. Zeus te habría llevado con el, a pesar que mi sobrina se lo hubiera impedido— Hades le acaricio un mechón de cabello.
La mujer se alejo un par de pasos, se decía que el dios frente a ella era cruel respecto con los humanos.
— A ti no te lastimaría, si es lo que piensas, incluso yo, puedo distinguir la belleza cuando está presente en las humanas. — La voz parecía seductora. _
—Yo no puedo traicionar a mi señora. Inclusive si de un Dios se trata. —
— Podrías ser la única humana que atrajo el interés del dios del inframundo, siéntete honrada ya que tendré un trato especial hacia ti. —
— No. Por más tentadora que sea su propuesta, la respuesta seguirá siendo no.— ella oprimió los puños sobre la tela de su peplo.
Hades tornó su mirada a una llena de ira. No dejaría que una simple humana lo rechazara de tal manera.
— Te tendré y eso será todo. — El quiso tocarla, pero un choque eléctrico pareció salir del cuerpo de la mujer y la visión de una felina guerrera se transfiguro en ella.
— No podré complacer su petición, eso ya debe saberlo, señor Hades.— Un aura violeta cubrió a la joven.
— Eso no puedes decidirlo, te llevaré conmigo en contra de tu voluntad, si es necesario. Por ahora, ofrece tus respetos a mi sobrina— El azul de sus ojos brilló de una manera aterradora — Hija de Forcis y Ceto.
Y el Dios del inframundo desapareció delante de medusa. Ella se llevó una mano al pecho, había sido cuestión de suerte que el Dios se fuera, no sin advertir que regresarían a por ella. Debía regresar al templo de Athena, eso era urgente. Contempló a lo lejos el majestuoso templo dedicado a la diosa de la sabiduría. El único lugar dónde podría conseguir cobijo y paz.
Al día siguiente, quiso ir a buscar la deidad hasta el templo. Recordó que aún no se cumplía el plazo dictado por la diosa. Así que se refugió en la playa, era maravilloso contemplar el azul del océano. Era tarde y en un momento ella se perdió en el tiempo. Cuando lo miró le pareció una hermosa visión. El joven que salía de entre las olas, era alto y el cabello le llegaba hasta la cadera, el tono celeste de sus hebras se adherian al cuerpo perfectamente esculpido y enmarcado del joven que no debía pasar de veinte años.
Julian...
Al principio balbuceó el nombre por meta inercia. Pero pronto se dió cuenta que ella lo conocía.
Es... no... no puede ser. ¿ lo conozco? pero...¿ dónde?.
Se llevó ambas manos a la cabeza, sintió un escalofrío recorrerle la espalda. El mar se agitó con violencia. Era obvio que el hombre en el mar era algo más que un simple mortal. Las aguas, no dejaron de agitarse hasta que la vista de él, se posó sobre ella. El miedo le invadió. Dirigió sus pasos hacia su pequeño refugio.
— ¿ Por qué huyes?—.
La voz le hizo cortar su andar. Cerró fuertemente sus ojos.
— No debes.
El joven dios se acercó mucho más. La pequeña mortal delante de él le maravilló de sobre manera. Para un Dios era fácil leer la mente de los mortales. Podía entender el miedo de la joven.
— Es interesante saber que Athena tiene una perla tan bien oculta. —
Tocó el rostro de la joven sacerdotisa. Comprobó lo terso que era. Una idea cruzó por su mente. La revancha contra Athena se le presentaba en sus manos.
continuara...
Gracias por continuar leyendo. Cuídense mucho.
Beauty. ;*
