¡Hola otra vez! ¿Cómo están? Espero, de corazón, que cada una esté muy bien.
Aquí les comparto una historia más que espero sea de su agrado a lo largo de su recorrido. Es como siempre un Anthonyfic, ¡con mucho cariño para nuestro adorado Príncipe de las Rosas y para su dulce Pecosa del alma!, la cual espero nos dé un pequeño respiro de las presiones del día a día. ¡Muchas bendiciones!
"UNA VISIÓN DE AMOR"
CAPÍTULO I
Mansión de la Familia Andley, Lakewood, Michigan
12 de abril de 1917
La primera vez que la vio, su corazón dejó de latir y el mundo a su alrededor desapareció. Ya ni siquiera escuchaba la charla de sus primos, molestándolo sobre qué jovencita le impondría la tía abuela para el baile de esa tarde. Lo único que existía para el joven rubio en ese momento era la hermosa joven rubia, de cabello recogido en dos coletas y hermoso vestido celeste, que entraba en ese momento al salón de baile de la Mansión Andley, en Lakewood, luciendo aquella encantadora sonrisa. Estaba muy lejos como para ver el color de sus ojos, pero la dulzura en su mirada era innegable y complementaba la perfección de su rostro y la calidez de su sonrisa al saludar a su tía abuela con una elegante deferencia, en medio de quienes asumía eran sus dos orgullosos padres.
Estando la misteriosa hada de sus sueños recibiendo el atento saludo de su tío William Albert, con cordialidad, estando también él dando la bienvenida a los invitados de esa tarde, los tres jóvenes Andley vieron a su tía abuela Elroy volverse y buscarlos en el salón con la mirada. Al localizarlos junto a la ancha escalinata, ella los instó a aproximarse con un leve asentimiento de su cabeza.
Los tres apuestos jóvenes, atendieron de inmediato a su silencioso llamado, se aproximaron al vestíbulo, ataviados en elegantes chaqués de gala.
De hecho, los tres muchachos Andley habían estado observando discretos el ingreso de los invitados a una más de las famosas fiestas organizadas por su tía abuela para buscarles esposa – porque por más que ella insistiera en que eran únicamente actividades sociales para mantener a la familia Andley en contacto con amigos y vecinos, estas actividades siempre terminaban llenas de asistentes distinguidos de lugares tan lejanos como Inglaterra y Australia. – y así, los tres muchachos se limitaban a sonreír cortésmente y a saludar a las jóvenes sin permanecer mucho tiempo con nadie.
En todo Michigan y Chicago, era ya del conocimiento de todos que los herederos de la poderosa familia Andley estaban ya en edad para contraer nupcias, por lo que más de un socio de la familia, insistía con el administrador de la familia, George Johnson, en ser siempre invitados junto con sus hijas en edad casadera, a cada fiesta de esta naturaleza que la tía abuela, como Matriarca del Clan, organizaba.
Anthony Brower Andley, quien observaba a la joven invitada junto a sus dos primos, era un apuesto muchacho de 18 años, heredero principal de la familia Andley después de su tío, el Patriarca William Albert Andley, de 26 años de edad. Sus primos, Alistear Cornwell Andley (Stear para la familia), era un joven alto de cabello oscuro y lentes, de agradable sonrisa, que con sus 20 años era el primo mayor del rubio, seguido por su hermano de 19 años, Archibald Cornwell Andley (Archie para los amigos), un elegante y refinado muchacho, y también, para su orgullo, hombre de negocios estrella de la familia, ahora que los tres muchachos Andley estaban aprendiendo las actividades y el teje y maneje del consorcio familiar del cual su tío era Presidente.
Luego de esquivar algunas invitadas en su camino, saludándolas y agradeciendo su asistencia cortésmente, los tres jóvenes llegaron finalmente a donde su figura materna les había llamado. La señora Elroy era como su madre en realidad, ya que los tres habían perdido a sus padres a diferentes edades en su temprana edad, habiendo sido criados por la estricta Matriarca del Clan - al igual que lo había sido su joven tío William antes que ellos -, todos dentro de las más estrictas normas de moral y etiqueta de la época, preciándose la familia de la excelente educación y refinamiento de sus cuatro apuestos herederos.
Al llegar los tres jóvenes junto a su joven tío y a su tía abuela, la distraída y adorable rubia apartó la mirada de los ventanales por donde se vislumbraban los extensos jardines y, para euforia del joven Anthony, su mirada de pronto se fincó directamente en la suya.
¡VERDES!, sus ojos son ¡verdes!, pensaba extasiado el joven heredero Brower Andley, perdido en la mirada de la joven que parecía ni siquiera respirar al mirarle. ¡Qué bella que es!, se estremeció en su corazón. Y lo que más le impresionó fue que su rostro de muñeca estaba decorado por las más encantadoras pecas. ¡Cielos! Nunca antes le había parecido que este fuera un rasgo tan encantador en una joven.
La expresión en la bella dama frente a él era una de sorpresa e incredulidad al mirarle… pero también, pudo percibir, una de fascinación…
El acelerado corazón de Anthony se alegró al notarlo, esperando que ese sentimiento fuese para ella tan intenso como el que él sentía en aquel momento.
Alguien habló junto a ellos. Y hubo un silencio. Alguien habló una vez más, y fue cuando el codo de Archie golpeó al rubio discretamente en el costado.
"¿Perdón?", dijo Anthony desconcertado, apartando de pronto su mirada de la de la dama ahora sonrojada frente a él.
"Decía," dijo la tía abuela alzando su ceja a Anthony, reprendiendo su obvia falta de atención. "que los señores Britter acaban de volver de Londres, trayendo de vuelta a su hija Candis, quien acaba de terminar sus estudios en el Real Colegio San Pablo."
"¿No la conocían ya?", preguntó su tío curioso. "Ustedes a penas si regresaron a inicios del año pasado del San Pablo."
"Me temo que no tuvimos el gusto de que nos presentaran entonces, tío William." Se adelantó a comentar Archie.
"Debe de ser que en esa prestigiosa institución las religiosas son muy cuidadosas de mantener a las jovencitas separadas de los jóvenes.", comentó la señora Britter con una sonrisa, viendo a su hija, quien sonreía de manera recatadamente encantadora, consideró el joven Brower.
"Entonces déjenme presentarles," dijo su tío William, el joven apuesto de 26 años, y Patriarca de la multimillonaria familia Andley. "Señor y señora Britter, señorita Britter, permítanme presentarles a los nietos de mi tía Elroy y sobrinos míos, los jóvenes Alistear Cornwell Andley, Archiebald Cornwell Andley y Anthony Brower Andley." Dijo el patriarca orgulloso de su familia. Luego se volvió a los muchachos que veían a la joven con una sonrisa, cada uno en su propio mundo hechizados. "Stear, Archie, Anthony", continuó su elegante tío, "permítanme presentarles al señor Robert Britter y a su esposa Caroline Britter, ahijada de la tía abuela, así como a su hija Candis Rose Britter."
"Señor, Señora, Señorita.", los tres jóvenes asintieron en saludo, con perfecta educación.
"Jóvenes." Asintió el jefe de la familia Britter, prestando bastante atención al muchacho rubio que no dejaba de ver a su joven hija, ahora tímidamente sonrojada. "Es un gusto conocerlos al fin. En su última visita a Londres la señora Elroy nos habló mucho de ustedes."
"Me imagino…", dijo Stear alzando la ceja y su hermano carraspeó discreto junto a él. "Es decir," dijo el joven de lentes apenado, "Me imagino que solo cosas buenas habrá dicho de nosotros."
La tía Elroy rodó los ojos, lo cual hizo sonreír al Patriarca que miraba la escena, divertido.
"El gusto es nuestro, señor Britter." Dijo cordial Anthony distrayendo a los mayores del comentario de su primo. "Señora Britter.", la madre de la joven asintió a su saludo, al besar caballeroso Anthony su mano, no sin dejar de maravillarse ella del enorme parecido del joven Brower, con el joven Patriarca. Parecían hermanos idénticos hasta cierto punto, sobrino y tío, aunque sus edades y el color de sus ojos - los del patriarca, verdes, y los del joven Brower, azules y más expresivos -, los hacían diferenciarse con claridad, así como lo hacían los pocos centímetros de diferencia en su estatura, siendo el Patriarca el más alto de ambos. "Señorita Britter.", dijo Anthony tomando su mano y besándola cortés en el dorso de su mano, haciendo a la jovencita contener su respiración al mantenerle su mirada con ensoñación. Stear y Archie saludaron al caballero de pelo entrecano mientras tanto y luego a las damas con igual cortesía. Pero Anthony notó que la mirada de la rubia aún lo seguía a él discretamente, a pesar del saludo de sus primos.
"Muchachos," dijo entonces la Matriarca del Clan, "¿podrían acompañar a la señorita Candis durante la velada hoy y presentarla a nuestros amigos? Es su primera fiesta en Michigan después de muchos años."
"Por supuesto, tía abuela.", dijo Stear feliz por la oportunidad.
"Será un honor", completó Archie fascinado.
"Señorita", adelantándose a sus primos Anthony dio un paso hacia ella y le ofreció su brazo a la rubia como el caballero que era. Candis sorprendida lo miró a sus bellos ojos azul cielo, y mirando la certitud en su mirada, sonriendo, aceptó su atención complacida.
"Gracias, joven Brower." dijo ella con una suave sonrisa sin atreverse a alzar otra vez su mirada a sus bellos ojos azules, que tanto parecían turbarla.
¡Qué voz tan dulce!, pensó el rubio de inmediato, conteniendo su felicidad de escucharla y de sentirla de su brazo, tan cerca de él. "Con su permiso. Señor Britter. Señora Britter. Tío William. Tía abuela." dijo el joven Brower con cortesía y como si siempre hubiesen estado juntos, ambos rubios comenzaron a caminar dentro del salón con holgura, seguidos de muchas miradas curiosas, mientras sus molestos primos Cornwell caminaban un paso detrás de ellos, un tanto celosos de que se les hubiese adelantado su primo.
La pareja se pasó el resto de la tarde saludando a varios invitados, presentando Anthony a Candis con propiedad. Y peleando galante junto a sus primos, sin que ella lo notara, por la atención de la rubia, y por el privilegio de presentarla.
Cada primo se esforzaba con ingenio a lo largo de la reunión. Archie, por ejemplo, la convidó, en un momento de descuido del rubio y de su hermano, a apartarse junto con él para mostrarle el salón de música de la mansión y tocar para ella una melodía romántica en el piano de cola marca Steinway & Sons, que le regalara su tía abuela a sus 15 años, importando directamente desde Hamburgo, Alemania.
Stear, por su parte, se la llevó al encontrarla escuchando tocar a su hermano, invitándola a que lo acompañara a probar una selección especial de postres que aseguraba ella no había probado antes en su vida, dejando a Archie, como él le dijera, practicando esa pieza romántica para que a la próxima sí le saliera bien, para molestia de su hermano. En cambio, Anthony, galantemente, mientras Stear se servía doble y trataba de servirle otro postre a la sonriente joven, tomó de la mano a la sorprendida rubia, y haciéndole señas con su mano de guardar silencio, dejaron a su primo hablando solo sobre lo mucho que le gustaba hacer inventos ocasionales desde niño, y sobre el aeroplano que acababa de adquirir y al que le gustaría invitarla a volar junto a él, sorprendiéndose cuando al volverse, se encontró con la ausencia de Candis, conversando en vez con otras dos jovencitas junto a él, en la fuente de postres, que le sonreían interesadas en su charla, asegurándole que les encantaría subir con él a un aeroplano por primera vez, haciéndolo sonrojar apenado.
Anthony se detuvo con Candis de la mano, en el centro del salón.
"Señorita Britter", le dijo entonces el joven rubio. "¿Me permite esta pieza?"
Candis lo miró con extrañeza. "Pero si no hay música, joven Brower." Le dijo sonriente, al tiempo que la orquesta comenzaba de pronto a tocar un vals que hizo estremecer su corazón, mirando al muchacho con sorpresa.
"Ahora la hay.", le dijo el rubio con una encantadora sonrisa. "¿Me permitiría esta primera pieza, señorita Britter?", insistió, ofreciéndole su mano, y la joven Britter emocionada, asintió con una sonrisa a su invitación. La mano del alto muchacho se posó entonces en su fina cintura y la calidez de su otra mano estrechó con delicadeza la pequeña mano de ella, perdiéndose ambos en la magia de sus miradas, antes de comenzar a girar al ritmo de aquel vals de ensueño. Al poco tiempo, otras jóvenes parejas se atrevían a acompañarles en la pista de baile, ante la sorpresa del sus primos Cornwell de que el baile se hubiese adelantado de esa manera.
"Muchas gracias, madrina.", dijo la joven señora Caroline Britter a su anfitriona, ya más avanzada la velada, habiendo visto ambas a su hija Candis conversar con otros jóvenes de su edad, escoltada por los jóvenes Andley, y ocasionalmente por el Patriarca mismo, y luego disfrutar del baile junto a los tres primos.
"No tienes nada que agradecerme, Caroline." Le dijo la elegante Matriarca del Clan Andley, viendo también a sus nietos compartir con otras jovencitas y jóvenes invitados a la reunión, a excepción de Anthony que siempre se mantenía cerca de la joven rubia, para prestarle su brazo galantemente para movilizarse a otro grupo de conversación, en medio de las pausas que hacían en el baile para refrescarse con un ponche. "Tu hija debe acostumbrarse a nuestros amigos y familiares si un día habrá de convertirse en parte de nuestra familia.", le dijo.
"¿Está segura, madrina, de que el joven estará de acuerdo?" preguntó con un poco de temor. "Casi no se conocen y quizás…"
"Deja los temores, Caroline." La interrumpió la elegante dama. "La decisión está tomada. Soy tu madrina y estoy segura de que Candis será una perfecta esposa para él. Mira cómo la ve él cada vez que puede." Las dos damas observaban discretas desde el barandal del segundo piso la fiesta abajo. La orquesta había continuado tocando y los jóvenes bailaban elegantes y felices nuevamente por el impresionante salón de baile de la Mansión de la Rosas. "Lo conozco bien.", continúo la anciana con confianza. "Ha sido de su agrado. Si se la presentaba como su futura prometida estoy segura de que, por su temperamento, habría prejuzgado la situación y seguramente la hubiese rechazado. Pero ahora que todo ha sido tan natural, no creo que tenga objeción con mi elección. Todo es cuestión de darles tiempo para conocerse un poco más."
La señora Britter dirigió su vista a los invitados abajo, y pudo ver a su hija bailando feliz junto al rubio menor. Ellos sonreían y llamaban la atención de los demás invitados al movilizarse tan elegantes y sincronizados en su baile, intercambiando su hija pocas veces pareja con los otros dos muchachos Andley, el de cabello castaño y el alto de cabello oscuro. A los pocos minutos, sin embargo, Candis estaba nuevamente en los brazos de su joven anfitrión Brower Andley.
William Albert, Patriarca de la familia, platicaba con varios padres de los jóvenes invitados para la actividad, cuando notó que su sobrino Anthony salía al fondo del salón, hacia el gran balcón, junto con la jovencita Britter, y sonrió para sí, continuando con la conversación.
La noche había refrescado ya afuera, por lo que Candis, al acercarse al barandal a observar los iluminados jardines, con bellos faroles, no pudo evitar abrazarse a sí misma contra el frío de la noche. Una inesperada calidez la envolvió de pronto mientras observaba las fuentes y la inmensidad del rosedal frente a ella. "Permítame." Escuchó la voz aterciopelada y varonil de su acompañante, mientras Anthony colocaba galantemente su saco sobre sus hombros, cubriendo la mayoría de su bello vestido celeste.
"Oh, no es necesario, joven Brower. En serio." Trató la joven rubia de rebatir su acción.
"Por favor." Le dijo Anthony cordial, "hace frío y no quisiera que se resfriase por mi culpa. Fue mi idea mostrarle los jardines, aunque sea desde lejos, aunque por el clima creo que quizás no debí insistir.", le dijo.
"No es su culpa, joven Brower.", sonrió Candis enternecida por su preocupación.
"Por favor, si vamos a ser amigos a partir de ahora, talvez sea más apropiado que no seamos tan formales entre nosotros. Solo dime Anthony." dijo el muchacho colocándose junto a ella, apoyando su brazo sobre el barandal del balcón hacia los jardines, tal como ella lo hacía en aquel momento. "¿Le parece, señorita Britter?", preguntó gentil.
"¿No se enfadará su tía abuela por eso? En el Real Colegio San Pablo nos recalcaron mucho que entre damas y caballeros de nuestra edad…"
"El San Pablo es una gran institución educativa," reconoció el rubio, "pero llega un punto donde creo debemos aprender a tomar nuestras propias decisiones", se atrevió a comentar el joven Brower, sorprendiéndola.
"Y si somos amigos, lo más común es que nos tratemos de tú." Agregó con una sonrisa. "¿Porque seríamos amigos ahora, no es así, señorita Britter? ¿Me daría el honor de compartir su amistad?" Le preguntó con expectación.
Candis sonrió feliz de que se lo pidiera de una manera tan encantadora. A sus 17 años - bueno, 18 en realidad, a principios del próximo mes sería su cumpleaños -, nunca le había pasado algo así. Aunque en realidad, ella casi nunca salía a fiestas, sino hasta ahora. "Está bien." Sonrió la pecosa divertida. "Pero entonces significa que tú también deberás llamarme por mi nombre. … - Candy. -"
"Candy…" al repetir su nombre, ahora fue el rubio quien sonreía encantado, celebrando su victoria de manera interna. "De acuerdo, Candy", le dijo el apuesto joven como si fuera lo más normal, y extendiendo su mano hacia ella, le sonrió. "Es un trato", le dijo formal. La bella pecosa dudó un momento al ver que el alto muchacho le ofrecía una especie de cierre a su acuerdo, tal como en algunas ocasiones había visto a su padre hacer con otros caballeros que lo visitaban en su Mansión de Nueva York, y sonriendo divertida también, dejó de sujetar uno de los bordes del saco que la cubría y estrechó su cálida mano decidida. "Es un trato…" dijo feliz, "Anthony...", concluyó diciendo su nombre de pronto con una suavidad desconocida para ella que hizo volar cien mil mariposas en su estómago inesperadamente, sin saber por qué, al decirlo.
El joven Brower estaba igual. Creía que jamás había escuchado a alguien pronunciar su nombre con tanta calidez. Bueno, talvez sí, una vez, hace mucho tiempo cuando pequeño. Pero en su edad adulta, solo hoy. Estaba tan sorprendido porque algo tan simple como escuchar su nombre pronunciado por ella lo afectara de esa manera, que no supo en qué momento se perdió en la inocencia y alegría de su mirada, olvidando nuevamente el lugar o el tiempo que llevaban solos en aquel lugar. Solo era la belleza de su verde mirada… su cálida mano en la suya y el latir emocionado de su corazón.
Candy brillaba en felicidad frente a él, mirando la cálida expresión de su mirada… nunca antes se había sentido tan desconcertada, ni tan bienvenida, ni tan feliz en su vida como esa noche.
Una persona salió al balcón desde la mansión a sus espaldas, viéndolos y notando de inmediato su marcada proximidad.
Continuará…
¡Gracias por leer!
¡Les envío un fuerte abrazo y que mañana tengan un feliz inicio de semana!
Con cariño,
lemh2001
22 de octubre de 2023
P.D. Se publicará la continuación este jueves.
