¡Hola! ¿Cómo están? ¡Espero que contentas y bien en sus diferentes actividades! ¡Muchas bendiciones a cada una, queridas lectoras! Y comenzamos…
"UNA VISIÓN DE AMOR"
CAPÍTULO XLI
Su primera reacción fue de sorpresa, luego de confusión y, por último, de total indignación. Cuando se despidió del doctor Miller y lo vio marcharse nuevamente de la mansión Brower en el vehículo conducido por uno de sus choferes, Anthony no podía creerlo. Su amigo, el doctor Miller, en confidencia, le había contado lo sucedido en el despacho de su casa, esa misma tarde del día del bautizo de su hija. Sin esperarlo, el galeno se había encontrado inesperadamente interrogado por su tío William - Patriarca del Clan Andley -, respecto de las tres veces que atendió a la madre fisiológica de Hope, y Anthony ya no sabía ni qué pensar.
En eso el recuerdo de su inocente conversación con su tío durante el almuerzo vino a su memoria y todo tuvo sentido. Al menos parcialmente. Eso era algo que no podía ignorar, pero debía ser cauto, no podía simplemente dejarse llevar por la indignación o el temor a una posible pérdida. Dándose la vuelta, el joven Brower ingresó de nuevo a su mansión y se dirigió directamente al segundo nivel, cruzándose con las jóvenes Brighton y O'Brien al pie de la escalinata.
"¿Se durmió?", preguntó él con seriedad.
"Sí.", respondió Patty. "Avisaremos en la cocina que le preparen una sopa de verduras como indicó el doctor."
"Gracias, Patty. - Y también a ti, Annie -, les agradezco mucho su apoyo a Candy."
"No hay nada qué agradecer, Anthony", sonrió Annie. "Candy es nuestra amiga, y muy pronto será como si fuera nuestra hermana también."
Patty a su lado sonrió, asintiendo. "Ambas la queremos mucho. Y justo para estar pendiente de ella es que hemos venido hasta aquí ahora", dijo Patty.
Anthony sonrió. "Se los agradezco en verdad. No saben lo que su compañía puede representar para ella en estos momentos. Por favor, discúlpenme con los demás durante la cena. Bajaré después, me quedaré con Candy un momento."
"Por supuesto, Anthony", dijo Patty. "Pediré que suban algo para ti también."
"Gracias, Patty." el joven asintió y tras una leve inclinación de cabeza en deferencia hacia ellas, siguió su camino hacia el ascensor.
Cuál fue su sorpresa, al llegar a su habitación y entrar, de escuchar el llanto desolado de su pecosa desde la cama principal.
Su corazón se aceleró de inmediato, "¡Candy!", dijo el rubio y fue hacia ella. "¿Qué pasa? ¿Te duele algo, pecosa?", le dijo preocupado, sentándose junto a ella. Candy se sorprendió de escucharlo, se había distraído tanto que no se había dado cuenta que había regresado. Y fue entonces cuando el muchacho notó una como foto dejada sobre la frazada sobre su regazo, que ella tomó de inmediato, apartándola, para que no la viera.
"¿Qué es eso?", le dijo él con extrañeza.
"¡Nada!" dijo Candy tratando de recuperar la compostura, secando sus lágrimas con su otra mano. "Solo una foto sin importancia", dijo tratando de ocultarla otra vez en el bolsillo de su vestido, pero la mano de su esposo fue más rápida.
"¡Anthony!", exclamó la rubia cuando el muchacho detuvo su mano al tomarla por la muñeca sin lastimarla.
La imagen le había parecido imposible al ella retirarla de la cama. "¡Déjame verla!", la increpó.
"¡No!", dijo Candy tratando de apartar su mano de su agarre, y tomándola con su otra mano para alejarla de él.
"¡Candy…!", dijo el rubio estirándose más que ella y quitándola de su otra mano.
"¡No, amor!", dijo su pecosa consternada, al verlo tomarla. "¡Anthony!"
Los ojos azul cielo de su esposo ya estaban fincados en la imagen de la foto en sus manos, y a pesar de que Candy intentó quitársela nuevamente, lo único que logró fue que él se pusiera de pie, quedando fuera de su alcance. Lo dicho por el doctor Miller se confirmaba en cada detalle de la foto.
Sus ojos se dirigieron de vuelta hacia su pecosa, mirándola con extrañeza en su mirada. "¿Por qué tienes esta foto, Candy?", le dijo. "¿Dónde la conseguiste?"
Candy se mostró contrita, bajando su mirada hacia sus manos sobre su pancita. Silencio.
"¿Sabes quién es ella?", preguntó entonces su esposo. Candy lo volteó a ver, pero tampoco habló, simplemente negó sacudiendo su cabeza levemente y bajó su mirada otra vez.
"Pero te hizo llorar verla", le dijo.
"Es que…", la rubia dudó. "Yo…", no sabía qué responderle y que no delatara lo sucedido.
"¿Te la dio acaso mi tío William?", preguntó entonces su esposo, al ver que no iba a hablar.
Candy se sorprendió. "¡¿Cómo sabes que la tenía William, Anthony?!", exclamó. "¡¿Qué sabes tú de esta foto?!"
Los dos se quedaron viendo mutuamente sin responderse.
Anthony sacudió su cabeza lentamente… "Lo sabes, ¿verdad?" le dijo con tristeza el rubio, viéndola fijamente a los ojos.
Los ojos de la pecosa se entristecieron también, llenándose otra vez de lágrimas. "¿Cómo te enteraste tú?", dijo finalmente Candy. "¡¿Por qué no me lo habías dicho antes, Anthony?! ¡Yo tenía derecho a saber! ¡También es mi hija!", protestó enfadada.
"¡Me acabo de enterar, Candy!", se defendió el rubio. Y señalando con su brazo hacia la puerta, continuó, "¡El doctor Miller me lo acaba de confesar allá abajo, cuando nos despedimos hace un momento! Me dijo que mi tío le preguntó hoy por la tarde si reconocía a esta mujer," dijo sacudiendo la foto en su otra mano. "Le inquirió si la reconocía como la mujer que dio a luz a Hope en el pueblo."
"¿Y qué le dijo él?", dijo de pronto la rubia conteniendo el aliento, estrujando sin notarlo el borde de la frazada que la cubría.
Anthony la vio con seriedad, mordiendo levemente su labio inferior antes de contestar. "El doctor Miller le dijo que no la reconocía."
"¡¿En serio?!", dijo la pecosa sonriendo, sintiéndose de pronto esperanzada.
"No lo sé, pecosa.", le dijo indeciso el alto muchacho. "Por la forma en que me habló el doctor Miller esta noche al respecto… me temo que… de alguna forma, él intentó ayudarnos al decirle eso a mi tío."
"¡Anthony!… Pero eso quiere decir entonces… quiere decir que la chica en el pueblo y esa mujer de la foto ¡¿son la misma persona?!", se preocupó otra vez la rubia.
Anthony caminó cansado de vuelta hacia ella y se sentó nuevamente a su lado, devolviéndole la foto descorazonado. "Eso parece, amor", le dijo sombrío.
Ambos se quedaron viendo la fotografía de vuelta en manos de la pecosa en silencio.
"Cuando entraste…" comenzó Candy luego de una pausa, "lloraba porque, tras quitarle la foto a William, al fingir un desmayo en la sala, yo vi-…"
"¡Candy!", se sorprendió su esposo. "¡¿Era mentira entonces lo de tu mareo?!", exclamó contrariado.
"¡Lo siento, amor!", se disculpó la pecosa. "No fue mi intención preocuparte así. Pero es que no pensé que William quisiera entregármela si se la pedía, así que ideé acercarme a él para quitársela del bolsillo de su saco. Así que fingí un pequeño mareo", reconoció apenada. "Es que cuando le habló a Dorothy hoy por la tarde en la guardería, preguntándole si recordaba a la madre de Hope y luego también dándole la fotografía - ¡te juro que esta vez por accidente los escuché, amor!" -, le aclaró la pecosa al ver su expresión. "William le dejó bien claro a Dorothy, como patriarca," ella continuó, "que no quería que nosotros dos nos enterásemos de que él le había preguntado. - ¿Por qué haría William algo así? -", dijo Candy desconcertada.
"No lo sé pecosa.", admitió el rubio. "Me toma tan de sorpresa su actitud.", le dijo.
"Anthony…" Candy se apenó al decidir continuar con su explicación. "Como te decía… creo haber descubierto también de quién se trata la joven de la foto."
"¿En serio?", se sorprendió su esposo. Y Candy dándole vuelta a la foto, le mostró la inscripción en letra pequeña, hecha al reverso de la misma. Anthony la leyó quedándose estupefacto.
"Creo… que se trata de la novia de Terry Grandchester.", dijo con voz suave la pecosa. "Una conocida suya o compañera de teatro. Cuando William me dio el año pasado la armónica que Terry pidió me devolviera, me dio a entender en su charla que, a pesar de lo sucedido con nosotros en su visita, consideraba que Terry se sentía solo aquí en América y que él pensaba seguir pendiente de él, para apoyarlo."
Anthony inhaló profundo, "Eso explicaría por qué recurrió a él para buscarla. Han seguido en contacto."
Candy asintió.
"¿Crees que ya le haya dicho que nosotros la tenemos? ¿A Hope?", preguntó Candy preocupada.
"No lo creo, amor. Si estuviera seguro, no estaría todavía preguntando", respondió Anthony.
"¿Le habrá preguntado a alguien más?"
"Es extraño que él mismo esté haciendo este tipo de averiguaciones", comentó para sí Anthony. "Siempre contrata gente para estas cosas."
"¿Alguien más lo sabrá entonces?"
"Quizás. Hoy recibió una llamada tras la misa… - una llamada de George. -" Le explicó. "Hablaré con Wilber, talvez sepa si alguien más habló con él durante la reunión."
"¿Le preguntarás sobre esto a William?", preguntó preocupada la rubia.
"¿A él? - No. Aún no -. Prefiero saber hasta qué punto han avanzado con todo esto. De ser necesario, hablaré antes con George. No creo que me engañe."
"Anthony, tengo miedo", le dijo la rubia tomando la mano de su esposo. "No quiero perder a nuestra pequeña…", dijo con lágrimas otra vez en sus bellos ojos. Él le sonrió, tomando sus dos manos en las suyas para confortarla.
"Descuida, pecosa. Te prometo que haré hasta lo imposible porque eso no suceda. Después de todo, logramos que la adopción se concretara dos días antes del bautizo. Ella ahora es legalmente nuestra."
"¿Pero y si aun así William quiere dársela a Terry?", preguntó la pecosa con temor.
La expresión de Anthony se volvió severa. "Pues si es así, mi tío tendrá que escoger quién es su familia a partir de ahora.", le dijo. "Porque no permitiré que Terry Grandchester pretenda quitarnos a nuestra hija sin pelearla en tribunales", le dijo decidido.
Candy le sonrió conmovida. "Anthony…"
"Es nuestra familia, Candy. No te preocupes demasiado. Yo me haré cargo de este asunto. Sé que quisieras estar en medio de todo esto, pecosa, pero esta vez tendremos que dividirnos. Yo me encargaré de Hope y lidiaré con este problema con mi tío; y, aparte, tú en cambio te cuidarás y no olvidarás que tu prioridad es Matthew", le dijo tocando su pancita de premamá. "No quiero que esto los afecte a ninguno de los dos. Tanto Matthew como Hope son importantes para nosotros ahora."
"Sí, amor.", asintió Candy.
"Confías en mí ¿verdad, pecosa?", le sonrió Anthony.
"¡Por supuesto que sí, mi príncipe!", dijo Candy, poniendo su mano sobre la de él, apoyada sobre su pancita. "Ambos cuidaremos de nuestros hijos, Anthony. Juntos", le dijo convencida.
"Lo lograremos, pecosa. Ya lo verás", le dijo Anthony, dándole ánimos.
"Te amo, Anthony.", le dijo la rubia, conmovida.
"Y yo a ti, pecosa…" le susurró el joven Brower de vuelta. "Los amo a los tres", le dijo. Y acercándose a ella, acalló sus angustias con un beso cargado de amor y adoración, y luego también de desesperación - el amor y la pasión de sus enamorados corazones, y la desesperación por el temor a todo lo que talvez tendrían qué enfrentar ahora, como pareja -.
Al terminar su beso, se miraron unos momentos en silencio y se abrazaron, dándose mutuamente el valor y el confort que ambos necesitaban en aquel momento.
Tiempo después llegó la señora Magda con la cena para ellos, y Anthony y Candy cenaron en silencio en la mesa para dos de su habitación. Luego, Anthony le pidió a la señora Magda, al regresar ella por la vajilla, que se quedara acompañando a su esposa y la ayudara a prepararse para acostarse, bajando él entonces a conversar con Wilber, su mayordomo principal. Así se enteró que su tío había recibido un sobre del consorcio esa misma tarde pero que nadie más había hablado con él.
Sin conversar con los demás, Anthony se dirigió luego a su despacho y tomando el teléfono, pidió a la operadora marcara un número conocido para él, pero que nunca antes había utilizado. Y tras esperar unos minutos, luego de hablar con la operadora nuevamente, fue comunicado.
"Buenas noches, George", dijo el rubio menor al escuchar que tomaban el auricular tras hablar él antes con una de las mucamas.
"¡Joven Anthony!" El administrador de los Andley se sorprendió. "Buenas noches.", agregó. George no se había sorprendido cuando, en su residencia, le habían avisado que tenía una llamada desde Lakewood a esa hora. Pero sí lo sorprendía ahora que no fuera el patriarca quien lo llamara desde Michigan. "¿En qué puedo servirle, joven Brower?", le dijo entonces el administrador, educado.
"Gracias, George. Es que estaba hablando con mi tío esta tarde", comenzó el rubio, "y tenemos duda si tendrían nuevas pistas sobre el caso de la señorita Marlowe desde esta mañana", le dijo.
George se quedó callado, impresionado. Sin saber qué responder.
"El doctor Miller y Dorothy aquí no nos han dado certeza respecto de identificar a la madre de Hope, como siendo la misma persona que la señorita Marlowe", continuó Anthony. "Y me preguntaba… sobre el resto del personal de la Mansión de las Rosas que la vio…" dijo, dejando el comentario en suspenso.
"Mañana por la tarde sabremos su opinión también, señor Brower" Le respondió el atento administrador finalmente. "La señorita Matilda Peters y los otros dos empleados que se encargaron del funeral serán entrevistados en la cabaña de los Andley por la tarde. Así que hasta no hablar con ellos…"
"Sí… bueno, eso me dijo mi tío.", mintió Anthony. "Pero entenderás mi ansiedad al respecto, George." Le dijo.
"Por supuesto, joven Brower", respondió George.
"¿Tienen ustedes otra foto, además de ésta, para mostrarle a los testigos?"
"Por lo pronto no. Es la única que nos facilitó el joven Grandchester. Y a parte conseguimos otros cinco panfletos donde ella aparece, de una de sus obras anteriores. Los cuales utilizan nuestros investigadores para hacer sus pesquisas."
"Entonces Grandchester les dio solo una foto, junto con la carta.", se animó a agregar Anthony, basado en lo que su tío le había comentado al mencionar el supuesto caso de un conocido.
"Sí. Así es.", concordó.
"¿La carta quién la tiene ahora, George? ¿Los investigadores?"
"Por lo pronto sí.", le respondió el administrador. "El investigador principal Lennox que está en Lakewood la tiene. Está allí junto a otro compañero."
"¿Me podrías dar la dirección donde se quedan en Lakewood, George? Les haré llegar la foto para que la tengan para las entrevistas de mañana."
"Por supuesto, joven Brower.", le dijo el administrador dándole momentos después los nombres y el número de habitación, y ubicación del hostal fuera del pueblo donde se quedaban.
"Muchas gracias, George. Y disculpa lo tarde de mi llamada.", le dijo.
"Estamos a la orden, joven Brower."
"¿Terruce ha preguntado algo?", preguntó de pronto, fingiéndolo como un último pensamiento.
"Pues llamó al consorcio hoy por la tarde, pero según lo pidió su tío no se le ha dicho nada aún. No pareció muy conforme."
"Bien.", dijo Anthony alegrándose de que su tío no estuviera compartiéndole aún información. Eso le daba tiempo.
"Si me permite decírselo, joven Brower," le dijo el administrador y amigo de su tío, "me alegra ver que William y usted estén ahora al pendiente de este asunto juntos. El señor Andley estaba muy apenado porque esto terminara convirtiéndose en un problema para ustedes."
"Me imagino.", dijo Anthony siguiéndole la corriente y alegrándose de que su tío no pareciera estar totalmente de parte de Grandchester.
"Pero seguimos buscando otras pistas también.", dijo George, tratando de animar al hijo de la señora Rosemary, hermana de William, que él tanto había apreciado cuando estaba viva. "Como dijo el señor William," continuó George, "por lo pronto, todo esto sigue siendo solo una sospecha sin confirmar."
"Así es, George. Solo es una sospecha." Estuvo de acuerdo Anthony. "Te agradeceré me mantengas informado si sabes algo más, o si Grandchester vuelve a llamar."
"Por supuesto, joven Brower."
"Gracias otra vez, George. Te deseo feliz noche."
"Feliz noche, joven Anthony. Salude de mi parte a la señora Candy."
"Gracias. Le daré tus saludos. Hasta pronto." Anthony colgó.
El rubio se recostó en el respaldo de su silla gerencial, quedándose pensativo, ponderando todo lo que había escuchado y podido confirmar aquella noche. ¡Todo estaba tan bien para ellos tan solo el día anterior! - ¡¿Cómo era posible que todo hubiese cambiado tanto en una sola tarde?! – el rubio sacudió su cabeza incrédulo.
Anthony no podía dejar de considerar las circunstancias mencionadas por su tío aquella tarde tampoco. Siendo él mismo padre ahora, no podía ignorar el sentir de aquel rebelde inglés en todo este asunto, a pesar de casi no recordarlo por su accidente. Porque por lo que había dicho su tío, Terry estaba decidido a encontrar a la muchacha y a su hijo por libre voluntad. Considerando esa situación estaba, cuando de pronto, la memoria de una escena en un bosque, de él y de Grandchester en medio de una pelea de esgrima ante sus primos, vino a su mente.
El joven Brower sujetó su cabeza, recostando sus codos en el escritorio frente a él, cerrando sus ojos al sentir un pinchazo en su cabeza…
Podía escuchar los gritos de sus compañeros alentando y reclamando a su alrededor en su mente. ¡El recuerdo era tan claro! ¡Detestaba a ese tipo! - ¡ahora podía recordarlo! -. La pelea terminó con Anthony quitándole el florín con un hábil movimiento de muñeca. "¡Eres un aburrido señorito, Anthony Brower! ¡Eres todo un hijo de mamá! ¡Esto fue solo un golpe de suerte! Ojalá pelearas como lo hacemos los verdaderos hombres y no como un débil americano", le había sonreído Terry desarmado. – "Idiota!" - De inmediato él había soltado su propio florín y se le había ido encima al inglés para continuar su pelea con los puños y luego en el suelo con la ropa sucia por la tierra y salpicaduras de sangre, para ser separados finalmente por sus primos y compañeros al escuchar que uno de los otros estudiantes avisaba que se acercaba uno de los padres. "¡Eres un idiota, Grandchester!", le había contestado Anthony, sujetado y contenido aún por Archie. "¡¿El Señor Perfección perdió la cabeza al fin?!", rió el alumno problema del San Pablo, sujetado por Stear, soltándose para limpiar la sangre en la comisura de su boca. "Veo que tendré compañía distinguida en el cuarto de confinamiento esta vez. ¡Bienvenido a la vida real, Tony!", dijo con un sentido de burla y victoria cuando el padre Alejo los encontró a los cuatro en los terrenos junto al campo de cricquet. Los demás compañeros mirones ya habían escapado para entonces.
Anthony exhaló ante el recuerdo. Buena hora para empezar a recordar a ese mequetrefe, pensó Anthony con molestia, irguiéndose en su silla. La molestia en su cabeza había menguado hasta desaparecer. Ahora recordaba que, por su culpa, esa vez no había podido ir a Escocia de vacaciones junto a sus primos. Se había tenido que quedar castigado con clases extras en Londres, al haber caído en la trampa de su provocación. Y el muy cretino sí se las había arreglado para no quedarse castigado y se había marchado a una propiedad suya en Escocia por lo que le habían contado sus primos. Ser hijo de un Duque le había hecho salirse siempre con la suya a Terruce, a pesar de las normas.
"No esta vez, Grandchester", dijo Anthony con expresión molesta a la imagen de su recuerdo. Ahora más que nunca estaba decidido a rehusar toda posibilidad de tener a alguien así cerca de su hija, mucho menos consentir a la idea de dejarla definitivamente en sus manos. Porque Hope era su hija y de Candy. Su pecosa era la única que había velado por la pequeña desde que nació, sin saber siquiera que tuviera alguna conexión con alguien de su pasado. Ese último pensamiento lo turbó. ¿Qué pensaría Terruce de que Candy tuviera a su posible hija ahora? Anthony exhaló con reticencia de considerarlo.
Era obvio el interés del castaño por su pecosa luego de su último encuentro. Pero eso lejos de amedrentarlo, lo llenaba de convicción para hacerle frente al inglés. Porque quisiera o no - con el apoyo de su tío o no -, haría entender a Terruce Grandchester que Hope no estaba a consideración ya.
Eso le dejaba solo dos caminos entonces: esperar o actuar. Su mirada recorrió su escritorio frente a él y se fincó en una foto que tenía de su pecosa, en él se veía Candy con su pancita y su pequeña en los brazos, sonriéndole en el jardín de esa casa. Viendo su expresión feliz y cariñosa, Anthony tomó una decisión.
A los pocos minutos, tras realizar otra breve llamada, el joven Brower tomaba un vehículo del garaje de la mansión y, tras dejar instrucciones a su mayordomo por si preguntaban por él, manejando por primera vez desde su luna de miel, Anthony salió discretamente de la mansión en medio de la noche, sin que sus invitados se enterasen.
"¿Buscaba algo, señor?", dijo curioso el mayordomo principal, al ver al joven patriarca revisar con la mirada el suelo de una de las salas, tras haber revisado también el comedor.
William se sorprendió. "Pues…", el alto rubio se irguió. "En realidad, no. Creo que talvez me confundí y no usé lo que buscaba." Se excusó el patriarca. "Porque si encontraran algún objeto tirado, el personal se lo reportaría de inmediato, ¿no es así, Wilber?"
"Por supuesto, señor", le aseguró el mayordomo con total certeza. "Y por lo pronto no me han reportado nada. Pero si me dice qué es…"
"Descuide, Wilber. Le agradezco. - ¿Ha visto a mi sobrino? -", cambió el tema.
El elegante mayordomo se irguió más. "El señor Brower se retiró ya a sus aposentos, señor. Tenía un leve dolor de espalda por el esfuerzo de estar de pie tanto tiempo hoy y tras tomar un analgésico, pidió que no se le molestara. Pero si usted desea hablarle…"
"¡No! No, Wilber…", negó el patriarca. "Puede esperar. Fue un día muy largo para él y para la señora Candy hoy. – Por cierto, ¿cómo siguió ella? -"
"Mejor, señor. Se quedó dormida tras cenar."
"Bien. Me retiro entonces yo también. Hasta mañana, Wilber."
"Feliz descanso, señor.", le dijo el mayordomo viendo como el joven patriarca se retiraba, caminando hacia la escalinata al segundo nivel. Momentos después, él mismo subió, pero al subir cruzó en dirección contraria hacia la habitación principal, para avisar a la señora Candy que no se preocupara por su esposo, que el señor tardaría en regresar y que la señora Magda se quedaría haciéndole compañía hasta que él regresara.
Una hora después, en un hostal en un pueblo cercano, llamaban a la recepción a uno de los huéspedes. Anthony estaba de pie, vestido elegantemente con un abrigo negro, viendo hacia el pequeño ventanal a la oscura calle, con una de sus manos en el bolsillo de su pantalón gris de corte impecable, en traje formal, usando un sombrero Fedora negro.
"Buenas noches", escuchó una voz tras de sí. La alta figura del joven Brower se volvió y el caballero que le habló se sorprendió de verlo y reconociéndolo, se acercó de inmediato. "¿Señor Andley?", preguntó entonces.
Anthony lo dudó un momento y quitándose el sombrero, extendió su mano hacia él en saludo. "Buenas noches, señor Lennox", dijo sin negar o afirmar nada.
"Señor. Un gusto verlo otra vez." Jay Lennox había saludado una vez al patriarca en Nueva York, hace un año, por otro encargo del administrador de los Andley.
"El señor George Johnson me dijo que estarían aquí hospedados.", dijo Anthony.
"¿Quiere que llame a mi compañero, señor?", preguntó el investigador.
"No será necesario." Dijo Anthony. "Solo venía a avisarles que habrá un cambio de planes."
"¿Un cambio de planes, señor?", dijo confundido el investigador.
"Así es. Las entrevistas restantes las realizaré yo mismo en la mansión. Así que vengo a requerirles me entreguen la carta. La necesitaré."
"¡Oh!, por supuesto, señor Andley." Le dijo el caballero. "Si así lo desea, la traeré en un momento."
Tras disculparse, el atento empleado se retiró, regresando luego de unos minutos de su habitación, entregando el documento a Anthony que, al recibirlo, abrió el sobre y comprobó que se tratara de la misiva que buscaba. La leyó brevemente y asintió, guardándola en el forro de su gabardina inmediatamente.
"Gracias, señor Lennox. Estaremos en contacto."
"Claro, señor Andley. - Eh… ¿Señor? -", su llamado detuvo a Anthony que se había puesto nuevamente su sombrero y se dirigía ya hacia la cercana puerta de salida del hostal.
"¿Sí?", dijo el alto rubio, deteniéndose.
"Disculpe que lo moleste, pero… el pago del siguiente mes nos serviría mucho para otras averiguaciones que pensamos realizar en Illinois, no sé si podría adelantarnos-"
El investigador no había terminado de hablar, cuando Anthony ya estaba frente a él, sacando su billetera y de ésta varios billetes de veinte y de cincuenta dólares.
"Tome.", le dijo, entregándole el dinero. "Y para no perder tiempo, le sugeriría que se encargara mañana mismo de seguir esas pistas, y con George le haremos llegar los resultados de nuestras entrevistas aquí después. Tengo entendido que uno de esos empleados está fuera del condado y regresará hasta dentro de tres semanas.", le dijo, habiendo el mismo llamado esa noche a la Mansión de las Rosas, antes de salir, pidiendo un encargo inesperado de la compra de un garañón en Ohio, para lo cual este empleado específico debía iniciar el viaje mañana mismo, al amanecer.
"Como usted diga, señor Andley.", asintió el investigador. "Le agradezco."
Anthony asintió. "Gracias a usted, señor Lennox", dijo con seriedad, y volviéndose, finalmente se marchó.
Continuará…
¡Gracias por leer!
¡Y gracias por comentar el capítulo anterior queridas Anguie, Sharick, Guest 1, Mayely león y Julie-Andley-00! Muchas gracias por acompañarme en esta aventura y por encontrar un momento de distracción y solaz, junto conmigo, al leerla.
¡Feliz día!
lemh2001
19 de marzo de 2024
P.D. Se actualizará el sábado 23.
