Descargo de responsabilidad: Stephenie Meyer es dueña de Twilight. Drotuno es la mente maestra detrás de esta asombrosa historia, yo solo la traduzco con su permiso. ¡Gracias, Deb!
Disclaimer: Stephenie Meyer owns Twilight. Drotuno is the mastermind behind this amazing story, I'm only translating it with her permission. Thanks, Deb!
Muchas gracias, Sully por tu valiosa ayuda como prelectora. Todos los errores son míos, avísame si encuentras alguno. ¡Gracias!
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Capítulo 7
EDWARD
—Son cuarenta para entrar —anunció un hombre corpulento cuando Garrett y yo nos acercamos a The Inferno.
Después de pasar todo el día con Bella, esta mierda me estaba cabreando. No quería estar en un puto club de striptease. No quería registrar el casillero de Maria. Y la contención que tendría que usar para no pegarle un puñetazo en la cara a James, o pegarle un tiro al cabrón, me iba a quitar todo lo que llevaba dentro.
No le había mentido cuando le dije que ayudarla a limpiar sería lo mejor de mi día. A pesar de lo emotivo que había sido todo para ella, había aceptado mi ayuda. También aceptó mis respuestas bruscas a preguntas personales y se dejó llevar por ellas. Algo en Isabella Swan me hizo querer responder a esas preguntas, pero me contuve, y estaba absolutamente seguro de que ella vio a través de mis bruscas respuestas algo más. Sin embargo, no dijo nada al respecto. Lo cual, una vez más, decía más de ella de lo que yo estaba dispuesto a considerar en ese momento.
Garrett mostró su placa. —Estamos aquí para ver a James Hunt. Llámalo.
El grandote se limitó a ponerse el auricular y a llamar a Hunt por la radio.
La música del interior era erótica y ruidosa, con un toque de tono exótico, y estaba bastante seguro de haber oído a Snoop Dogg en ella. Había dos chicas en el escenario, y casi todos los asientos a sus pies estaban ocupados por hombres con dinero en la mano y una expresión soñadora en la cara. El sexo era un poderoso señuelo para los solitarios.
—¿Alguna vez has pagado por un baile erótico? —preguntó Garrett a mi lado.
Le miré como si estuviera loco. —No.
—¿Alguna vez has recibido uno?
Resoplando, sacudí la cabeza al ver lo a gusto que estaba en ciertas situaciones. —Sí.
Me miró boquiabierto. —Pero no pagaste por ello.
—No.
—No me vas a dar más detalles, ¿verdad?
—No.
Se carcajeó. —Sólo quiero llevar esa cara una noche. Sólo una. Porque mira a las chicas que te rodean y ni te das cuenta, demonios.
Miré a mi alrededor a las camareras en diminutos pantalones cortos y tops aún más pequeños que me miraban fijamente. Unas cuantas bailarinas que no estaban en el escenario caminaban por la pista, atendiendo a los clientes, y también me miraban a mí. Todas ellas eran atractivas por derecho propio: sexys, extravagantes, jóvenes, gracias al maquillaje y pelucas.
Miré fijamente a Garrett. —No necesito esta mierda, Garrett. Mira más de cerca, carajo.
Su ceño se frunció cuando apartó la mirada de mí y la dirigió a las mujeres que nos rodeaban. Una mirada más detallada decía mucho más que la superficie. La camarera en tanga que pasó a nuestro lado estaba temblando, con las uñas mordisqueadas y marcas de agujas en el brazo. Las bailarinas que no estaban en el escenario estaban drogadas, con las pupilas dilatadas, la nariz roja y sonrisas perezosas, y una de ellas tenía moretones a lo largo del cuello que estaba disimulando con mucho maquillaje.
Las que estaban en el escenario estaban casi completamente desnudas en ese momento de la canción mientras bailaban, y mientras movían sus cuerpos al ritmo de la música, una de ellas se movía sobre su pierna derecha. Una inspección más cercana de esa pierna mostró marcas en sus rodillas, como si la hubieran sujetado.
Levanté una ceja hacia Garrett.
»Estas chicas son usadas y maltratadas a diestra y siniestra. Pero también te sacarán hasta el último centavo que tengas. —Dicho esto último, señalé a los dos que caminaban juntos, porque su trabajo en ese momento consistía en acorralar a los hombres hasta la sala VIP de arriba para charlar uno a uno, lo que significaba más dinero para el club, para las chicas, para Hunt.
Hablando del diablo, se acercó a nosotros con una sonrisa zalamera.
—Este hijo de puta —murmuró Garrett—. No hay ninguna puta gota de preocupación en su mundo.
James era más o menos de mi estatura y estaba en buena forma, pero era un poco mayor que yo por unos cinco o seis años, lo que lo situaba en torno a la treintena. Tal vez cerca de los cuarenta, si lo disimulaba bien. Llevaba el pelo rubio y largo que le colgaba de forma despreocupada, pero parecía que había trabajado para que pareciera así. Llevaba unos vaqueros caros y un abrigo deportivo azul con una camisa blanca. Curiosamente, los zapatos que llevaba eran botas de trabajo. Entrecerré los ojos, porque las huellas de calzado en la escena del crimen eran de zapatillas deportivas y botas de trabajo.
—¡Ah, los chicos de azul! —coreó James, tendiéndome la mano para estrechársela—. ¿Qué puedo hacer por ustedes esta noche? Un baile erótico, unas copas al lado, quizá una charla VIP con Monique... —se interrumpió, señalando en dirección a una pobre chica que ya se estaba alejando.
Garrett levantó un pedazo de papel doblado. —En realidad, tenemos una orden para registrar el casillero de Maria Navarro y para sus grabaciones de seguridad. También nos gustaría hacerle algunas preguntas, Hunt. Así que si hay algún sitio al que podamos ir...
La ira pura brilló en su rostro, pero la cubrió rápidamente con algo mucho más pasivo, diciendo—: Claro, podemos usar mi oficina, arriba.
Garrett iba a encargarse de él. Sería quien haría las preguntas, y yo iba a observar todo lo demás. Teníamos que andar con cuidado con este imbécil, y lo último que tenía que pasar era cabrear al hombre que suponía una amenaza para los inocentes. Mi instinto me decía que este tipo estaba involucrado en todo tipo de actividades malvadas, pero necesitábamos pruebas o, como mínimo, necesitábamos que tropezara y soltara accidentalmente alguna verdad.
Seguimos a James por el club hacia la puerta trasera y subimos unas escaleras. Entre bastidores, el lugar era un poco caótico, con chicas preparándose o hablando por teléfono. Algunas estaban lo bastante cómodas como para andar medio desnudas y otras llevaban batas. Todas parecían alejarse de James, pero nuestra presencia provocaba miradas curiosas.
Para cuando llegamos a las oficinas de arriba, la música del club era un ruido sordo, pero había una ventana que daba a toda la zona principal. Desde su despacho se veía todo.
—Por favor, tomen asiento —ofreció James, tendiendo la mano hacia las sillas frente a su escritorio—. ¿Qué preguntas tienen?
—Queríamos hablar con usted sobre Maria Navarro. La encontraron muerta en el parque de la calle Primera —empezó Garrett, sentándose en la silla, pero yo opté por quedarme de pie—. Sabemos que trabajaba aquí. Queremos saber cuándo fue la última vez que la vio personalmente.
—Me enteré. Una tragedia terrible —dijo en voz baja, y me fijé en la expresión de su cara—. Era una de mis mayores estrellas.
No había tristeza en sus ojos. Su voz lo parecía, pero no podía disimular su lenguaje corporal. Por lo que había aprendido sobre este imbécil, no se le pegaban muchas cosas. Lo han acusado de todo bajo el maldito sol, desde drogas hasta violación, pasando por agresión y prostitución. Nunca se ha podido probar nada porque rara vez tocaba nada de eso y nadie hablaba en su contra.
Excepto Maria. Estaba convencido de que Jasper tenía razón; doscientos mil dólares en heroína desaparecida habrían cabreado a este tipo de una forma feroz. Lo habría manejado por su cuenta. Habría sido un golpe personal contra él, y habría reaccionado personalmente.
Eché un vistazo a su oficina mientras le contaba a Garrett la historia de mierda de que no había ido a trabajar, de su problema con las drogas y de su trabajo en The Inferno. Su despacho parecía limpio y ordenado, con altos archivadores detrás de él. Había una gran caja fuerte en la esquina, y su escritorio tenía dos grandes monitores. Si hubiera tenido que adivinar, uno mostraría las cámaras de seguridad, y el otro la información monetaria tanto de The Inferno como de Nomad's.
—Corre el rumor, James, de que Maria le debía un montón de dinero —le dijo Garrett.
—Le debía dinero a mucha gente. Esos son los peligros de involucrarse con sustancias ilegales —afirmó con diplomacia—. Intentaba ayudarla a volver a la normalidad. Habíamos elaborado un plan de pagos a través de su nómina, que estaré encantado de enseñarles.
Estuve a punto de resoplar, pero volví a mirar la habitación. Lo siguiente que supe de su despacho fue que no había ninguna cámara de seguridad. Incluso con la caja fuerte, no quería que lo vieran haciendo lo que fuera que hacía dentro de esta oficina.
—¿Dónde estaba usted la noche en que ella murió? —Garrett le preguntó.
Dejé que mi mirada se desviara hacia la ventana que daba al club. A pesar de la ajetreada noche, la gente de James hablaba en grupos. Mike Newton estaba con unos cuantos tipos de seguridad, uno de ellos el imbécil gigante de la puerta. Las bailarinas echaban miradas subrepticias a la ventana en la que yo estaba.
Reconocí a Angela Weber allí abajo, y ella no estaba prestando ninguna atención. Tenía una bandeja llena de refrescos que llevaba con gracia por las mesas. Esquivaba manos, a otras camareras y al personal de seguridad sin muchos problemas. Algo en ella me recordaba a Bella. No era físico, aunque las dos eran castañas y más o menos de la misma altura. Tal vez fuera la determinación de no meterse en líos, de mantenerse alejada del resto de la gente. Había una parte de mí que quería que Angela saliera de aquí como lo había hecho Bella.
James le dio a Garrett una respuesta de mierda sobre haber estado aquí en su oficina la noche en que Maria había muerto. Y casi prometí que las imágenes de seguridad que íbamos a tomar mostrarían eso mismo. Este imbécil realmente sabía cómo cubrir sus huellas.
Lo que necesitábamos era que uno de los suyos hablara de su jefe. O tal vez uno de sus chicos todavía sentado en la cárcel del condado. El eslabón débil era Paul. Huía a la primera señal de problemas, así que, si se le apretaba lo suficiente, podría soltarlo todo.
Me froté la cara y me volví hacia Garrett y James, que estaban de pie.
—Los acompaño al casillero de Maria. No nos hemos animado a limpiarlo.
Puse los ojos en blanco ante esa afirmación viniendo de James, y ni siquiera me molesté en ocultarlo. Seguimos a James de vuelta al vestuario mientras Garrett llamaba a los de CSI para que trajeran un par de cizallas.
Me entraron ganas de reír al ver la expresión perturbada de Jessica cuando aparecieron ella y su compañera, una chica joven y rubia a la que había visto en otras escenas del crimen. Me dio la herramienta y abrí el pesado candado de la taquilla de Maria.
—Quédate conmigo —le dije a Jessica—, pero...
—Lauren —dijo la otra chica.
—Entendido. Lauren, ve con Garrett a buscar las imágenes de seguridad.
—Claro, Masen —respondió Lauren.
La mirada irónica de Garrett al ver que otro miembro del departamento sabía mi nombre cuando yo no tenía ni puta idea me hizo reír. No pude evitarlo. A él le divertía mucho más que a mí, pero su reacción fue muy divertida.
Una vez que otro miembro del equipo de seguridad de James se los llevó, me encaré al casillero.
—¿Qué estamos buscando? —preguntó Jessica en un susurro.
—No lo sé —respondí con la misma suavidad, mirando a James, que estaba charlando con una bailarina en la esquina—. El cabrón está metido en este caso, pero no podemos probar nada. Mira sus zapatos. ¿Crees que coincidirían con las huellas de la escena del crimen?
Jessica entrecerró la mirada. —Probablemente coincidan. —Se puso los guantes y me dio un par—. Bien, veamos por qué tenía un candado tan grande en esta cosa.
Sonriendo, abrí la pequeña puerta. Dentro había ropa colgada, la mayoría trajes para el escenario. Había un viejo iPod y auriculares en el estante superior, junto con un montón de maquillaje y productos para el cabello. Todo aquello tenía sentido, dado dónde estábamos y lo que ella hacía.
Jessica embolsó cuidadosamente todas aquellas cosas, junto con una taza de café térmica de Common Ground, que me hizo sacudir la cabeza. En el fondo de la taquilla había unos cuantos pares de tacones y algunas de esas chanclas deportivas.
—Masen —susurró Jessica, arrodillándose en el suelo. Estaba sacando un recipiente metálico del fondo, del tamaño de una caja de zapatos.
La miré enarcando una ceja. —¿Está abierto?
—Es uno de esos baratos que regalan a los niños —contestó abriendo el pestillo—. Viene con una llave, pero son bastante fáciles de forzar. ¿Ves?
—Cuidado —dije, porque nada más levantar la tapa vi las jeringuillas, la cuchara y el torniquete de goma. Había unos cuantos billetes de cien dólares enrollados en un rincón, unas cuantas bolsitas vacías y, extrañamente, un pendrive.
Esto último nos dejó helados a Jessica y a mí. —¿Qué crees que hay ahí? —preguntó retóricamente.
—No sé. Embolsa toda la caja, ¿de acuerdo?
—Ay, como ayer —dijo, y ya estaba en la bolsa de pruebas y sellada antes de hablar. Se encontró con mi mirada—. Tengo un amigo en el laboratorio especializado en informática. Le diré que eche un vistazo a primera hora, ¿bien?
—Gracias —le dije, cogiendo las bolsas de pruebas que había recogido para ayudarla a llevarlas a la furgoneta.
James nos recibió en la puerta de los vestuarios, sonriéndole a Jessica, lo que me puso de los putos nervios. —James —se presentó, tendiéndole una mano que ella no quiso ni pudo estrechar, pues tenía las manos ocupadas—. Ven a verme cuando el dinero de servidora pública no sea suficiente. Podría...
Jessica se echó a reír. —Sí... no.
Parecía a punto de decirle alguna mierda desagradable, y me puse en su línea de visión. —Estaremos en contacto, Hunt — aseguré con firmeza—. No salgas de la ciudad por si tenemos más preguntas.
Me miró con desprecio, pero fue lo bastante listo como para mantener la boca cerrada. Lo cual fue una pena porque realmente esperaba que me pusiera a prueba. Era una porquería de ser humano, y nada me apetecía más que enterrarle el puño en la cara.
En el pasillo, nos encontramos con Lauren y Garrett, pero él estaba en su teléfono, cruzando miradas conmigo.
—¿Está muerto? —preguntó por la línea.
—¡Ay, demonios! —dijo Jessica a mi lado, pero Lauren se adelantó.
—Paul Lahote fue atacado hoy en el KCC. Se desangró en la enfermería —nos susurró a las dos, pero sus ojos se desviaron detrás de mí.
No necesité mirar; sabía que James estaba haciendo todo lo posible por escuchar a escondidas.
Garrett colgó el teléfono y se lo guardó en el bolsillo. —Tenemos que irnos —dijo, guiándonos fuera de The Inferno. Una vez en la furgoneta del CSU, nos miró a todos—. Paul fue atacado en la ducha. Una paliza. Y Jacob Black y Laurent Brunelle acaban de salir bajo fianza.
—Mierda —siseé, pasándome una mano por el pelo—. Quiero otra patrulla en Common Ground.
—¿No crees que serían tan jodidamente estúpidos? —preguntó Garrett con una ceja levantada—. ¿En serio?
—Creo que esta visita ha puesto jodidamente nervioso a James Hunt —afirmé, apoyándome en mis palabras con cuidado, y tanto Jessica como Lauren asintieron con la cabeza—. Creo que no está muy seguro de lo que encontraremos porque no sabe dónde escondió Maria la droga. También estoy bastante seguro de que ella llevaba trabajando contra él más tiempo del que creemos.
Garrett estudió mi cara, asintiendo una vez. —Tenemos que ir a la cárcel. Y no nos iremos de este estacionamiento hasta que ustedes dos estén en esta camioneta y en camino.
—Entendido, Garrett —dijo Jessica, colocando todas sus bolsas de pruebas en la parte trasera de la furgoneta, incluyendo las cosas que yo llevaba—. Pongámonos en camino, Lauren. —Se encontró con mi mirada—. Tan pronto como sepa algo, los llamaré.
—Gracias.
Una vez que las chicas estaban arrancando, Garrett me miró interrogante.
—Dentro de ese casillero había una caja metálica y entre las cosas que contenía había una memoria USB. Va a investigarla cuanto antes. Tengo la sensación de que Maria sabía alguna mierda profunda y oscura de Hunt.
—Dios, eso espero, porque es un cabrón baboso, y sólo hablar con él me dieron ganas de darme una ducha.
—No me digas. —Sonreí, caminando hacia mi camioneta—. Ahora, a la cárcel. Quiero saber cómo fue ese golpe.
~oOo~
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BELLA
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—Mierda —exhaló Alice, mirando hacia la puerta de Common Ground—. Luce como si se hubiese estado revolcando. —Hizo una pausa por un segundo—. Lo que suena a pasar un buen rato con él.
Resoplé, girándome hacia el timbre que sonaba en la puerta. Edward estaba entrando, y ella tenía razón, parecía absolutamente desaliñado. Y no quise fijarme en cómo su mano pasándosela por el pelo o esa sombra de barba lo hacían ridículamente atractivo. Sin embargo, esos ojos verdes y cansados se encontraron con los míos y pude ver que había sido una noche horrible para él.
Ni siquiera se molestó en buscar un sitio para sentarse. Vino directamente a nuestra mesa, donde yo me aseguraba de que Alice desayunara algo más que pancakes. Necesitaba proteínas, fruta y leche. Sacó una silla y se sentó. Y casi le di una patada a Alice por su suave sonrisa. Ella odiaba a Jake, y en algún momento había odiado a Edward, pero no podía negar lo atractivo que era, ni podía dejar de suponer que me gustaba.
—¿Buenos días? —Le ofrecí sarcásticamente—. ¿Acabas de llegar?
Suspiró, asintiendo un poco. —Tengo que avisarte de que hemos añadido otra patrulla a la zona.
Directo al grano, pues.
—De acuerdo —respondí despacio, con el ceño fruncido, porque sabía que tenía más noticias.
—Paul Lahote fue asaltado y asesinado ayer en la cárcel —declaró, pero levantó una mano cuando ambos tuvimos preguntas—. Tienen que saber que también intentaron llegar a Jasper.
Ambas jadeamos.
—Él está bien. Tuvo suerte porque se había metido en una refriega en la cafetería, así que tuvo suerte de que lo aislaran.
—¿Quién? ¿Quién lo hizo? —pregunté, pero estaba bastante segura de saber la respuesta.
—Jake y Laurent empezaron la pelea con Jasper. Nadie vio quién atacó a Paul —nos dijo—. Lo que debe preocuparte ahora es que esos dos están libres.
—Nadie vio... Lo que significa, que tienen un guardia ahí dentro que trabaja para James —supuse con los ojos entrecerrados.
Asintió, con la nariz arrugada de una forma que no debería ser sexy, pero lo era, por mucho que yo no quisiera admitirlo. Porque admitirlo no cambiaría el hecho de que Edward exudaba una vibra del tipo «no tocar». Nada de tocar, nada de información personal, nada de compartir. No compartía nada. Apenas revelaba nada.
—Puede que tengas razón. Vi a Jasper —admitió, volviendo a pasarse una mano por el pelo—. Quizá quieras hablar con él la próxima vez que te llame. Las dos —volvió a levantar la mano cuando Alice y yo empezamos a discutir—. Señoritas, la razón por la que hubo una pelea con Jake y Laurent fue... que le contaron lo del embarazo de Alice.
—¡Ay, carajo! —Apenas respiré en voz alta, mirando a Alice, que se había puesto blanca como una sábana.
—Tú les dijiste —lo acusó de inmediato y bastante acalorada.
—Alice, él no habría hecho eso. Pero no puedes ocultarlo —le expliqué y lo defendí al mismo tiempo.
Edward era muchas cosas, pero estaría dispuesta a apostar mi vida a que era digno de confianza. No daba la impresión de ser alguien chismoso, no cuando el tema podía poner a alguien en peligro. Incluso yo entendía que James podía usar la condición de Alice en contra de Jasper – estando en la cárcel del condado o no.
—No estaba preparada para que él lo supiera —susurró, con lágrimas brotando de sus ojos azules.
—Entiendo que tuvieras tus razones, Alice, pero él tiene derecho a saberlo —dijo Edward con más suavidad de la que esperaba de él, ya que ella casi lo había llamado mentiroso.
—Lo sé —dijo ella entre resoplidos—. Es que... no sé cómo se lo tomará, porque si... estaré sola en esto, si decide no madurar nunca, mierda.
—Sinceramente dudo que estés sola —argumentó, señalando hacia mí, lo que me hizo sonreír un poco.
—Que es lo que papá y yo le hemos dicho. En repetidas ocasiones. —Enarqué una ceja en su dirección, y finalmente asintió, pero sabía que ahora estaba completamente aterrorizada por hablar con mi hermano, lo que tenía que ocurrir más pronto que tarde.
Edward miró entre nosotros como si estuviera decidiendo si decir algo o no. Respiró hondo y dijo—: Necesito que ustedes dos, y Charlie, tengan mucho más cuidado. —Nos ofreció dos tarjetas de presentación—. Asegúrense de vigilar su entorno, de cerrar las puertas con llave y procuren no ir solos a ningún sitio de noche.
Acepté su tarjeta. Edward A. Masen Jr. - Departamento de Policía de Seattle. Su teléfono celular era el número principal, y también aparecía el de la comisaría principal.
Estúpidamente, mi cerebro solo se fijó en el hecho de que era un junior. Lo que significaba que había un senior. Y entonces me di cuenta de que el padre ya no estaba. Mi curiosidad se disparó, pero sabiendo que era un tema delicado, opté por algo más benigno.
—¿Qué significa la A?
Parecía confundido, lo cual era bastante adorable cuando su ceño se frunció. —Anthony.
Sonriendo por haber obtenido al menos esa respuesta, guardé su tarjeta en el bolsillo de mis vaqueros. —Bien, Edward Anthony. Dime que los criminales se toman un descanso lo suficiente para que comas algo y luego duermas. —Señalé hacia la cocina.
Una expresión sombría cruzó su rostro. —No tienes que ocuparte de mí, ¿sabes? No soy una de tus muchas responsabilidades.
Había algo duro en esas palabras, algo que no estaba diciendo. Era una especie de alejamiento, para mantenerme a distancia. Sucedía cada vez que le preguntaba algo personal. Aparentemente, los segundos nombres eran un maldito detonante.
—No seas imbécil, Edward. Sé que has estado trabajando toda la noche. ¿Qué coño quieres comer?
Se estremeció, fulminando con la mirada la risita bufona de Alice. —Um... yo... —Finalmente me miró a los ojos, con cara de disculpa—. Sólo... sorpréndeme.
Poniendo los ojos en blanco, me levanté de la mesa y miré a Alice. —Será mejor que pidas una videollamada con Jasper hoy. No puedes esconderte de él.
Alice se levantó de la cabina para ir a mi oficina a usar mi computador. Ella lo solicitaría bajo mi nombre y las dos estaríamos allí.
Me encontré con la mirada de Edward. —Entiendo que seas una persona reservada, Edward. Entiendo que has estado despierto toda la noche y probablemente has visto cosas que me asustarían. Te ofrezco comida porque estás en mi restaurante. Me preocupo por ti porque recuerdo cómo era cuando mi padre estaba despierto toda la noche con un caso o un accidente de tránsito. No intento entrometerme. Intentaba conocerte, ya que tu mundo y el mío parece haber chocado a toda velocidad. Pero me detendré.
—Bella, espera...
Me detuve, girándome para mirarlo por encima del hombro. —Págale a Carmen cuando hayas terminado.
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Nota de la autora: Si alguien tiene curiosidad, la canción que sonaba en The Inferno era "Buttons" de Pussycat Dolls Ft. Snoop Dogg, porque... destila sentimientos de stripper.
¡Hola! Ayer inicié la publicación de una nueva traducción por si quieres acompañarme también en esa historia.
Because of a Boy: Edward es hijo de un padre autista. Bella es la madre de un niño con autismo. ¿Qué ocurre cuando sus caminos se cruzan? ¿Podrán encontrar la paz y el amor en medio del caos? Escrita por cutestkidsmom.
