-Este fic es una adaptación del manga y anime "Versalles no Bara" de Riyoko Ikeda junto a la película de 1979 "Lady Oscar" de Jacques Demy, la película conmemorativa de 1989 "La Revolución Francesa" y la película "Maria Antonieta: La Reina Adolescente" de Sofía Coppola. Los personajes pertenecen por completo a Masashi Kishimoto, más los personajes de carácter secundario y modificaciones las personalidades, hechos y trama corren por mi cuenta y mi entera responsabilidad. Les sugiero escuchar "Opus 17" de Dustin O'Halloran, que es el soundtrack usado durante el viaje de Maria Antonieta a Francia en la película de Sofía Coppola.


Siendo ahora el capitán de la guardia real, Sakura tenía una sola obligación a cumplir y que estaba cada vez más próxima; proteger a la Delfina Ino Yamanaka que dentro de tan solo unos días partiría rumbo a Estrasburgo donde la comitiva francesa habría de esperarla y acompañarla hasta encontrarse con la familia real francesa—especialmente el rey y el Delfín—en Compiègne. Lo cierto es que la corte versallesca no había significado la gran aventura que Sasuke y ella habían esperado que fuera, pero no perdían la esperanza d que las maquinaciones de Madame Emi, la amante del rey Jiraiya y que poco menos ejercía de reina a la sombra, desencadenaran una odisea real a resolver, pero eso solo sucedería una vez que la Delfina Ino estuviera en el Palacio, hasta la fecha Sakura solo podía sentirse extenuada por permanecer a caballo todo el día y preparando a las tropas para el viaje a Estrasburgo, y es que solo Sasuke—que se sacrificaba estando a su lado todo el tiempo—podía entender su rutina al acompañarla a cada instante. Hasta ahora afortunadamente había formado una sólida amistad con el Delfín Choji Akimichi, comprendiendo que era un hombre inteligente y más ilustrado que la mayoría, claro que a ojos de muchos podía pasar perfectamente por un bobo o tonto, pero era un genio ya que saber desarmar, armar y crear el complejo mecanismo de una cerradura era una proeza y eso Sakura lo reconocía, y disfrutaba acompañarlo de cacería aunque no fuera precisamente un prodigio en ello, pero se divertía y eso no era un pecado. Pero ahora su padre acababa de entrar en su habitación con un vestido de doncella en las manos diciéndole que por seguridad de la Delfina era pertinente que ella se fingiera una doncella misma o ella misma con el fin de evitarle cualquier peligro…

-¿Quieres que use ese vestido?-repitió Sakura a modo de pregunta, incrédula de lo que le estaba pidiendo que hiciera.

-Sabemos que están tramando secuestrar a Ino Yamanaka, tu deber será proteger a su alteza real aun a cambio de sacrificar tu vida, te vestirás como ella para evitarle cualquier peligro- corroboro Kizashi, esperando que ella no emitiera protesta alguna, aunque para él mismo fuera algo inconcebible imaginar a su hija como una mujer, pese a serlo desde que había nacido.

Lo que le estaba pidiendo era una absoluta, locura, ¿Quién creían que era?, ¿Ponerse un vestido…ella? No evadiría la misión si es que ese era el punto, pero el uniforme de la guardia real la obligaba a cumplir con su deber y por Dios que no usaría un vestido aunque se le fuera la vida en ello; enaguada, miriñaque, corsé, blusa, medias, vestido, tacones…oh, por Dios, siquiera imaginar esas piezas de ropa cerca cuyo era una locura, estaba perfectamente cómoda con su ropa; pantalones, botas, camisa, pañuelo y guerrera, no podría moverse con un vestido, no podría montar a cabello como acostumbraba si usaba un vestido y siendo prácticamente plana no solo se vería ridícula sino que también se sentiría como una tonta, por mencionar que Sasuke se burlaría de ella ya que siempre la había visto como un igual y no como mujer. Según tenía entendido—puesto que era su deber proteger al Delfín y la Delfina de Francia—Ino Yamanaka era una criatura muy hermosa, delicada y frágil como una paloma, mientras que Sakura se consideraba si misma alguien práctica, masculina y cualquier palabra que sirvieran para describir a un hombre, pero ningún adjetivo femenino se adecuaba a ella y es que aquellos que la veían por primera vez llegaba a pensar que era hombre, ¿Cómo fingirse una mujer? Era casi doloroso pensar que privarla de su naturaleza la había hecho así, pero esa era la vida que estaba forzada a llevar y le placía, mucho, porque era libre como un ave en una tormenta que trazaba en un cielo creado por una fuerza mayor, amaba a su padre y tanto por coherencia como pro respeto es que nunca había ido en su contra en absolutamente nada, pero lo que ahora le estaba pidiendo que hiciera era algo inaceptable, no podía aceptar tener que ser lo que le habían inculcado que no podía ser, no podía ser una mujer.

-Padre, siempre he hecho las cosas a tu modo, jamás te he desobedecido- contesto Sakura, emitiendo un inaudible suspiro en medio de sus palabras, haciéndole creer a su padre que acataría su orden. -Pero no puedo hacer esto. ¿A dónde se irían todos estos años si…me pusiera ese vestido?- pregunto, temblando al decir esto último, porque no podía imaginarse, a esas alturas, usando un vestido. -Lo siento, señor, pero esta vez haré las cosas a mi modo y le ruego que lo acepte- decidió inamovible más dirigiéndose hacia su padre con el debido respeto que siempre le había mostrado.

Imaginarse a sí misma como una mujer era algo imposible en todos los sentidos, ni siquiera podía entender cómo es que en algún punto de su infancia Sasuke si había podido verla así para tomar una posición neutral y no juzgarla por comportarse de una u otra forma en determinados momentos, es decir; si, sabía que por momentos era quizás más emocional que los hombres promedio debido a su naturaleza femenina y sabía que a su vez era más…indiferente que la mayoría de las mujeres e incluso más fría y carente de afinidades si se lo proponía…esa era su realidad, era un punto muerto entre hombre y mujer, no era ni lo uno ni lo otro ni jamás podría serlo porque la metamorfosis que se había hecho con ella le prohibir muchas cosas, el amor jamás tendría lugar en su vida como sucedería tanto el caso de un hombre como de una mujer, ni tampoco podría saber que se sentiría ser madre algún día porque en ningún caso estaría preparada ni tampoco es como si eso fuera a tener cabida en su existencia en algún punto. Pero a lo que quería llegar es que ya siendo un hombre en conducta y forma de vivir, no podía ser una mujer a esas alturas, lo que le estaban pidiendo era algo totalmente imposible y esperaba que su padre lo entendiera. Al escuchar la protocolaria resolución de su hija, la primera reacción que tuvo Kizashi fue la de protestar y es que aun cuando hubiera educado a esa niña para ser un hombre y obedecer sus órdenes; tenia mente propia y había aprendido a cuando elegir su opinión por sobre las demás, tomando sus propias decisiones al respecto de lo que consideraba importante…pero al meditarlo mejor es que Kizashi se hubo dado cuenta que lo que le estaba pidiendo era un error garrafal, ¿Cómo pedirle a un hombre que se fingiera mujer? Ese era el caso de su hija que por ser educada como hombre había sido privada de su feminidad, pedirle que fuera exactamente lo que le estaba vedado seria ir en un retroceso apabullante y que no le convenía ni a su hija ni al futuro de nadie relacionado con ella, como siempre su hija tenía la razón.

-Está bien, tú sabrás que es mejor- acepto Kizashi.

Sin importar que Sakura fuera su hija, ya tenía la edad suficiente para saber que hacer por su cuenta y esta vez no era diferente en nada; debería confiar en ella.


Palacio de Schönbrunn/21 de abril de 1770

Para Miyuki Yamanaka, Emperatriz de Austria y reina de Bohemia y Hungría, su décimo quinta hija era una presencia casi desconocida tal y como su hija se sentía con respecto a ella. Inmediatamente tras el nacimiento de la pequeña había retomado sus deberes como soberana del Imperio por el que tanto había luchado, por lo que sus deberes y obligaciones siempre habían estado primero, por encima aun de sus propios hijos que dejaba bajo la custodia de doncellas, sirvientes e institutrices, para ella esos niños y niñas nacidos de su vientre solo le aportaban una esperanza de un buen matrimonio que asegurase la paz con alguno de sus temidos vecinos, por lo cual y sin demora había hecho que toda su numerosa prole contrajera matrimonio y a la edad adecuada. Cuando su decimoquinta hija había tenido diecisiete meses, finalmente y tras dos siglos de hostilidades es que Austria y Francia firmaron una alianza para enfrentarse a dos enemigos que entonces tenían en común: Prusia e Inglaterra. Por supuesto que este evento en nada había eliminado los prejuicios que ambos países sostenían entre sí, pero con tiempo y paciencia ella y el rey francés Jiraiya habían comprendido que por el bien de su propia gente haba llegado el momento de poner fin a la guerra y no existía ninguna otra forma más digna de sellar esta nueva amistad que con un matrimonio entre su hija Ino y el Delfín de Francia, Choji Akimichi.

Por sus numerosas ocupaciones, Miyuki no había sido capaz de cuidar de su numerosa prole, pero no por ello le había pasado inadvertido que de entre sus hijas, su decimoquinta hija; Ino…era la menos estudiosa, dominaba como ninguna el arte de agradar a todos y que tan necesario le resultaría en Versalles, pero fuera de ello era el ser más desinteresado que podía existir en cuanto a estudio y lectura se trataba. Pero si de defenderse se trataba Miyuki reconocía que no había tenido fácil la vida familiar ni mucho menos la maternidad, había tenido un esposo como ningún otro; Inoichi, que había pasado veintinueve años, seis meses y seis días a su lado y que con su repentina muerte la había transformado en una viuda desconsolada con su partida, su deber como mujer la había superado había sostenido el poder en sus manos con tal de que se efectuaran las decisiones pertinentes, ¿Había fallado como madre? Tal vez, pero no como soberana y esto al menos le permitía cierto consuelo. Tras quedarse viuda, había considerado ampliamente refugiarse tras los muros de un convento, pero su sentido del deber se lo había impedido y despojada de su cargo, había aceptado compartir el poder con su hijo mayor, Deidara, que había sido elegido emperador para suceder a Inoichi, pero al ser joven e inexperto la necesitaba para gobernar el imperio. Pero no solo la muerte de su esposo había sido la tragedia a enfrentar durante su vida; una de sus hijas-casada con un noble sajones de baja cuna-había estado a punto de morir por alumbrar una hija que había nacido muerta, pero como consecuencia había quedado estéril, una epidemia de viruela había cobrado la vida de la esposa de su hijo el Emperador Deidara y otra de sus hijas a punto de partir a Nápoles, como novia, también había contraído la viruela y sido enterrada con su vestido de novia. En reflexivo silencio en sus aposentos, acompañada por el conde y embajador Shikaku—representante austriaco en ciudades como Turín, San Petersburgo y en París o más bien Versalles—su mejor amigo, admirador y espía que habría de acompañar a su hija en su viaje a la corte versallesca, Miyuki aguardo a que las puertas se abrieran luego de que la institutriz de su hija apareciera para anunciar su llegada.

Los dos elegantes sirvientes vestidos de negro y dorado con empolvadas pelucas sobre sus cabezas le abrieron las puertas tras haberla anunciado, permitiendo ingresar con gloria y majestad, recordando que frente a quien estaba era al Emperatriz, su madre, y aun cuando su pequeño perrito Pakkun saltara y corriera frente a ella, adelantándose, Ino se condujo dignamente con la frente en alto y una muy arduamente memorizada expresión de seriedad que había aprendido a emular de su madre que se alzaba ante ella con soberbia seguridad enfundada en un exquisito pero triste atuendo enlutado, más transmitiendo toda la gloria de la Emperatriz que había sido y continuaba siendo, solo que a la sombra. Para el ojo crítico de la Emperatriz Miyuki, su hija era una jovencita bastante atractiva, lo suficiente para ser una hermosa reina de Francia cuando llegara el momento, pero el problema de Ino no era su belleza, sino su educación, por no citar y sus conocimientos de historia y literatura que eran casi nulos, pero sabía francés con un casi imperceptible pero elegante acento alemán que desaparecía más cuanto más hablaba el idioma gracias al abad de Vermond, que había sido su preceptor y que increíblemente había conseguido enseñarle a Ino no sólo francés sino también historia de Francia y de las grandes familias nobles que ocupaban importantes cargos en la corte de Versalles. Su hija era una niña afable, amante de los buenos sentimientos, muy ingenua y dulce…y Miyuki temía de todo corazón que su hija se mostrara torpe en público o vulnerable y que pudiera ser el blanco de críticas en una corte tan inmoral como lo era la francesa o por el simple destino que la aguardaba, pero; analizando a su hija que con una sutil reverencia se situó frente a ella, se dijo a si misma que pensar en ello ya no estaba bien, había preparado a su hija y debía confiar en que Ino hiciera todo tan bien como ella esperaba que hiciera.

De sus padres Ino había heredado los cautivantes rasgos inocente pero seductores, una piel tersa y nacarada, unos hermosos ojos azules y un cuello largo y fino, mientras que de su padre-el Emperador Inoichi, duque de Lorena, un caballero sumamente apuesto y amante de los placeres-había heredado su largo cabello rubio y el poder de agradar a la gente. Bajo toda la parafernalia principesca y evitándole estar desnuda es que vestía un sencillo y fino camisón sobre el cual—inferiormente—se encontraba un amplio miriñaque que realzaba la figura de unas caderas que aún no se enmarcaban, o por lo menos no a esa descomunal expectativa. Su inocente figura era ampliamente cubierta por una elegante blusa de seda, tul y gasa blanca ribeteada en encaje con un alto cuello medianamente cerrado en V, y holanes en las muñeca a punto estaban de querer cubrirles las manos al parecer, bajo el vientre continuaba una falda amplia, realzada por el miriñaque y que casi le llegaba a los tobillos. Sobre la blusa y la falda finalmente se encontraba el vestido que superiormente replicaba una chaqueta con un pequeño faldón en A que se abría bajo el vientre, de mangas ceñidas y cuello alto de profundo corte en V, bordado en plata en las muñecas, el dobladillo del faldón y aún más en el centro del corpiño donde seis botones de cristal—entrelazados con bordados de diamantes y plata—cerraban la tela para finalizar en una larga falda que casi llegaba al suelo de no ser por el miriñaque bajo e vestido, exponiendo unos sencillos tacones color crema. Su largo cabello rubio, de un tono claro, abundante y espeso como el de su difunto padre, resultaba muy favorecedor cayendo libremente tras su espalda, escasamente adornado por una cinta de seda negra que servía como cintillo, dejando que unos cortos y rebeldes mechones se colaran en el frente, cayendo a medias sobre sus hombros, si, a joyos de Miyuki esa niña era toda una joya.

-La corte de Francia no es igual a la de Viena- advirtió Miyuki, rompiendo con le impoluto silencio, obteniendo idéntica respuesta de su hija que intento grabarse a fuego esas palabras en su mente, -hazle caso el embajador Shikaku y sus consejos- indico desviando la mirada hacia el embajador que inclino la cabeza ante la archiduquesa y futura Delfina. -Toda la atención estará sobre ti- aludió finalmente temiendo por el futuro que estaba próximo a recaer sobre su hija.

Ino nunca olvidaría que, a los doce años, siendo infantil y despreocupada, se había enterado poco menos que de sopetón que sería reina de Francia, solo dos meses antes de su partida es que su madre había "tratado" de recuperar el tiempo perdido, pasando más tiempo con ella, manteniendo largas conversaciones y preparándola para desempeñar su alto cargo. Aun así y asintiendo como respuesta las palabras de su madre, pronunciadas con un afecto que hasta entonces no había expresado, Ino se vio forzada a romper el protocolo porque ya no lo resistía, lazándose a los brazos de su madre que besándole anticipadamente las mejillas la estrecho amorosamente entre sus brazos. A esta infinita niña de carácter dulce, ingenuo y proclive a tener que agradar a todos sin importar como fuera, Miyuki le había aconsejado desde hace ya mucho tiempo que nunca debería avergonzarse en pedir consejo a alguien, porque todos merecían aprender de la sabiduría de otros mientras esta fuera adecuada, además y conociendo la voluble naturaleza de su hija también le había recomendado no obrar jamás por puro capricho, no podía ni debía olvidar jamás quien era ni de dónde venía, podía estar destinada a ser la reina de Francia y deberse a este rol en su vida como tal, pero tampoco podía traicionar a su patria de nacimiento, si algún día—Dios no lo quisiera—surgía otra guerra, Ino debería abogar por su tierra natal, eso era algo que cualquier persona con sentimientos e intelecto habría de hacer. Estrechando a su hija en sus brazos, Miyuki se sintió culpable y temerosa, deseaba haber pasado más tiempo preparándola porque ahora tenía miedo que un país como Francia significara su ruina y no lo contrario…pero su papel como madre, en ese contexto, había terminado, ahora su hija debería abrir sus propias alas y volar por su cuenta.

Debía confiar en su hija y en que podría ejecutar tal rol como la reina que estaba destinada a ser.

Cuando hubo llegado el momento e intentando no mirar atrás, Ino subió al hermoso carruaje –una de las dos soberbias carrozas que su ahora "abuelo rey", Jiraiya el rey de Francia, le había enviado como anticipado obsequio de bodas—permitiendo que la puerta fuera cerrada tras de sí y, cuando los caballos se hubieron puesto en marcha, solo entonces dirigió una última mirada al hermoso Palacio que hasta hacia solos unos minutos había sido su hogar y donde había tenido que soportar la tiranía e indiferencia de su madre, y por más arrogante que sonara ahora, estaba dispuesta entrar en la historia. Por fin su infancia y juegos de niñez llegaba a su fin y ahora dejaba su hogar como novia, un presente que sellaría la paz con Francia, claro que ella y sus hermanos y hermanas habían carecido de la más mínima libertad y viviendo bajo una estrecha vigilancia, su difunto padre el Emperador Inoichi, de gustos extravagantes, había conseguido relajar las costumbres austeras y estrictas de los Yamanaka con su carácter alegre y desenfadado, pero la vida –tristemente había muerto de un ataque de apoplejía, en un viaje a Innsbruck—se los había arrebatado aun siendo un hombre joven, gallardo e incomparablemente atractivo a ojos de Ino que día y noche lo llevaba en su memoria por que él había sido especialmente cercano con ella desde siempre, mientras que su madre nunca había podido entender que su comportamiento y travesuras, ella siempre había intentado incansablemente llamar constantemente su atención, lo que tristemente jamás había conseguido hacer. Europa admiraba inmensamente a la Emperatriz Miyuki por su fortaleza y decisión y su valor para dirigir con mano firme el destino de su vasto imperio, pero para Ino jamás había sido fácil tener una madre tan autoritaria y controladora que estaba habituada a que se hiciera su voluntad y que nadie le llevase la contraria. Si en política la tachaban de «dama de hierro» por su tiranía, en el ámbito familiar era igual o incluso más severa. Intentando no llenar su mente de pensamientos tristes, abrazando contra si a su perrito Pakkun que reposaba en su regazo, Ino busco un objeto que siempre llevaba consigo y que ocultaba en el interior de una de las mangas de su vestido, una pequeña cajita forrada en seda turquesa y cuyo contenido expuso ante los ojos de sus doncellas.

-Miren- señalo Ino, descubriendo el pequeño retrato de su futuro esposo ante la inquisitiva mirada de sus amigas.

-¿Te gusta?- inquirió Ami, curiosa, recibiendo un inmediato asentimiento de la archiduquesa y futura Delfina.

-Se ve demasiado francés- desdeño Kin, no muy convencida con el retrato.

Sonriendo, divertida por la conclusión emitida por sus amigas y doncellas y que solo la hacían dividir sus pensamiento, Ino cerro el retrato miniatura, estrechándolo entre sus manos, claro que se preguntaba si su prometido y futuro esposo era tan atractivo como su pintura, pero eso solo lo sabría cuando lo viera, no antes, ahora y pensándolo bien es que elegía en su lugar rememorar sobre su pasado, un pasado que ya no volvería pero que la hacía sentir nostálgica. Algo que con toda seguridad jamás olvidaría había sido su primer encuentro con Wolfgang Amadeus Mozart que como prodigio que había sido había llegado a la corte vienesa, tocando el clavecín a las mil maravillas, pero no era eso lo que hacía sonreír a Ino de solo recordarlo, sino más bien la ocasión en que el niño había tropezado con la tarima, yéndose de bruces contra el suelo, claro que el estirado protocolo no contemplaba este tipo de situaciones en un acto social, por lo que todos los presentes se habían quedado parados sin saber qué era lo que debían hacer frente al niño que estaba tumbado sobre el piso, pero Ino aun sabiendo que se saltaba el protocolo y siendo apenas un par de meses mayor que Mozart se saltó el protocolo y acudió a ayudarlo a levantarse, recibiendo un profundo agradecimiento de él que la elogio por ser "buena", llegando incluso a prometerle casarse con ella, algo muy memorable ahora que lo pensaba. No lo negaba, extrañaría su hogar como cualquier niña que a una edad temprana tenía que abandonar todo lo que conocía, pero la habían preparado día y noche para que cumpliera su deber siendo una esposa adecuada, dulce, atenta y sumisa; creía poder hacerlo porque desde una edad muy temprana su madre les había estipulado a ella y todos sus hermanos y hermanas que debía obedecer y servir a sus reinos y ahora su hogar seria Francia, no había vuelta atrás a ese destino al que se había adecuado en un intento por complacer a su madre y se dedicaría a ello con el alma, su vida siempre había sido eso, una eterna espera por complacer y ser lo que su madre quería….pero nunca más la vería y lo que ahora más la asustaba era no poder enamorar a su pueblo y su nueva patria.

Los franceses…¿la querrían? Oraba a Dios de todo corazón porque así fuera.


Si la Delfina Ino Yamanaka ya había iniciado su viaje desde Austria hacía ya tantos días atrás, era obvio que tanto la guardia encargada de protegerla como el sequito francés designado por el rey ya estuvieran en el Rin—en Alemania, Estrasburgo, que serviría como frontera entre las dos naciones—mucho antes de la llegada de la Delfina y su sequito austriaco, esperando ansiosamente poder recibirla y preparando todo para que fuera perfecto. De brazos cruzados y con la espalda apoyada en el tronco del árbol tras de sí, Sasuke se mantuvo sumergido en sus pensamientos hasta la llegada de Sakura que se situó calmadamente a su lado. Era imposible para él olvidar—antes de que ambos hubieran emprendido el viaje a Estrasburgo—las palabras de su madre diciéndole que el general Kizashi convencería a Sakura de usar un vestido y comportarse como toda una dama, lo que por cierto llenaba de ilusión a su madre que tan determinada estaba a hacer que su amiga se reivindicara consigo misma y volviera a su ser de…mujer, pero Sasuke por su parte solo odia pensar en lo curioso y divertido que resultaba para él imaginar a Sakura de esa forma. La parte más lúdica de si le hacía desear ver a Sakura usando un vestido solo para comprobar lo graciosa y extraña que se vería, ya había visto a las damas en Versalles, luciendo sus vestidos…y le sorprendería que al no haber usado un vestido jamás, Sakura no tropezara en el intento y es que siempre la había visto vestida de hombre y comportándose como tal, tener la oportunidad de verla de esa guisa…eso sí que sería divertido. Pero otra parte de su mente deseaba ver a Sakura como lo que era; una mujer, claro que por respeto a ella y por su distancia a guardar ya que ella era noble y él no, no admitiría que la consideraba alguien muy hermosa y en cierto modo no era un error pues muchos la veían así en Versalles, pero no solo la veía como a una mujer hermosa, sino como a su mejor amiga y que al ser casi un año mayor que él sentía que debía proteger y eso es lo que siempre hacia, estar cerca si es que ella llegaba a meterse en algún problema.

-Lástima que no aceptaras, me resulta curioso imaginarte como una mujer- se burló Sasuke y es que era poco menos que imposible pensar en el tema siendo que aunque su mejor amiga fuera una mujer, estaba casi totalmente habituado a verla como si fuese su igual en ese contexto.

-Sueña, Sasuke, eso no sucederá- rió Sakura, no teniendo porque sentirse molesta pro su alusión sino más bien divertido. -Jamás usare un vestido- determino con inquebrantable seguridad en caso de que él albergase la posibilidad que en un futuro lejano ella quizás cambiara de parecer. -Me preocupa lo que pueda pasarle a su alteza- admitió finalmente tras unos escasos segundos de silencio.

-La guardia, bajo tu mando, velara por ella, si a eso te refieres- recordó el Uchiha, ya que ella tendía a ser perfeccionista y creer que lo inimaginable podría suceder y esto no era malo, más bien todo lo contrario.

Como siempre, Sasuke tenía razón; ella confiaba en que cada uno de los hombres bajo su mando y que componían la guardia real, a quienes conocía bien y que la respetaban tanto como ella a ellos, de hecho ciegamente saltaría desde un peligroso acantilado confiando en que ellos la atraparían y no solo porque seguían sus órdenes sin dudarlo ni por un segundo debido a este mismo respeto, sino también porque servían a la familia real francesa como hacia ella, pero—desviando la mirada hacia el ya casi terminado pabellón donde se efectuaría la transferencia de la Delfina del "suelo austriaco" al "suelo francés", y donde por cierto reinaba un notorio ajetreo—no pensaba igual sobre alguna posible amenaza potencial que pudiera surgir, había intereses políticos en juego si se trataba de dos países que habían sido enemigos por más de un siglo y cuya disyuntiva había provocado que otras naciones vecinas se beneficiaran. No solo quería lograr cumplir las expectativas que todos tenían sobre ella con respecto a ese trabajo y cuando decía todos se refería al rey Jiraiya, a su padre, a la corte de Versalles, a toda Francia…en serio tenía un enorme peso sobre los hombros, un peso que solo Sasuke podía ver y entender pero no por completo, después de todo y aun siendo un sirviente—lo que a ella por cierto le resultaba indiferente, ya que era su mejor amigo—él era un hombre, nadie esperaría que flaqueara en su conducta o que hiciera algo mal, de hecho solo esperaban que fuera quien era sin importar que fuera un noble o un sirviente, pero ella por otro lado era una mujer y tenía que vivir como hombre, equivocarse estaba totalmente fuera de discusión, si no esperaban nada de un hombre de ella esperaban todo; los nobles que fuera hermosa, su padre, el rey y toda Francia que protegería a la Delfina y que cumpliera su rol como capitán de la guardia real. Pero se suponía que esa era su vida, una continua expectación.

-Llámalo superstición o instinto, pero quiero estar preparada para lo que sea- aclaro la Haruno con una ligera sonrisa, acomodando un fino mechón que cayó sobre su frente.

-Creo que tienes razón, la princesa no es como tú- acepto Sasuke, siguiendo los movimientos de ella con la mirada, dándose cuenta de que el sentido de sus palabras le había resultado ligeramente ofensivo puesto que ella alzo la mirada hacia él con el ceño fruncido. -No me veas así, me refiero a que ella es más…infantil- corrigió, viéndola asentir y aceptar que tenía la razón, después de todo ella se comportaba como hombre mientras que la Delfina era toda una dama.

-Y por ende proclive a ser manipulada o engañada- murmuro Sakura para sí, pero siendo escuchada por Sasuke, desde luego.

Era esto precisamente lo que la preocupaba, ella misma pese a ser criada como hombre-en sus momentos-tendía a confiarse demasiado, pero al haber tenido que madurar emocionalmente a una edad temprana podía autocorregirse, algo que la Delfina no podía hacer, tendría que aprenderlo, no era solo su deber como capitán de la guardia real lo que la hacía preocuparse por la Delfina sino su propia empatía, después de todo la Delfina era como ella, estaba obligada a vivir una vida elegida por otros, ella no había tenido la opción de elegir…


Pero tal y como tanto temía la comandante de la guardia real, existían ciertas personas que planeaban impedir que la Delfina llegara a su destino; encontrarse con la familia real francesa y el rey Jiraiya, claro que al pensar en una conspiración la futura guardiana de la Delfina se imaginaba a extranjeros intentando mantener la guerra entre los Yamanaka y los Akimichi, pero en autentico complot no se estaba gestando realmente en el extranjero sino más bien dentro de Francia donde un grupo de simples plebeyos—o miembros del tercer estado, más bien—hubieron observado desde una muy prudente distancia como el pabellón donde se efectuaría la ceremonia de "transferencia" terminaba de ser preparado, listo y dispuesto en todo su esplendor para recibir a la Delfina Ino Yamanaka, pero que no llegaría a su destino. Los hombres hubieron atravesado en dirección a un claro donde un camino apenas transitado diariamente albergaba un noble carruaje fuera del cual se encontraba un noble hombre de aspecto villanesco, enfundado en una elegante pero sobria capa negra que ocultaba sus elaborados ropajes pero cuyo sombrero decorado con una elegante pluma hacia ver que era alguien de cuidado. Se trataba de nada más y nada menos que el Duque Orochimaru, un príncipe de sangre de la corte versallesca y que por sus venas portaba la sangre de anteriores monarcas franceses, para él el compromiso entre el torpe Delfín Choji Akimichi y la austriaca Delfina Ino Yamanaka era simplemente inadmisible, por no hablar de que solo lo alejaría más del trono que tanto anhelaba poseer y por lo mismo es que pretendía poner un alto a este compromiso, impidiendo que la Delfina pudiera reunirse con la familia real francesa, ¿Era un conspirador? Guardaba ambiciones, por supuesto, y con tal de cumplirlas estaba dispuesto a todo, puesto que no llegaría más lejos, no mientras los Akimichi gobernaran.

-Ya no tardaran, todo está dispuesto, Duque Orochimaru-garantizo Fushin con un todo de voz sumamente respetuoso.

-Saben que no deben pronunciar mi nombre- corto el noble duque, desenfundando y clavando de forma inclemente su sable en la yugular del hombre, arrebatándole la vida. -Haku- llamo estoicamente.

La sociedad francesa estaba dividida en tres estamentos definidos en el nacimiento, como solía suceder en cada nación cuyo sistema se establecía por un soberano que lo controlaba todo y que tenía un poder autocrático otorgado por Dios, estos tres estamentos eran; el clero, la nobleza y finalmente el tercer estado que representaba a toda la población de Francia que no podía acceder a estas dos jerarquías, y siendo consiente de estos es que Zabuza no hizo más que mantener la cabeza bajar y guardar silencio, evitando con la mirada el cadáver de su compañero que por un mísero error había perdido la vida, los nobles y adinerados decidían—con su poder—que estaba bien y que mal, los plebeyos como él solo podían esperar obtener las migajas para ganarse la vida y ya que la Delfina era una extranjera, expresar su propia desconfianza cumpliendo una labor de peso como aquella no tenía perdida aparente, por el momento, así que más valía la pena y su propia supervivencia que aprovechara la ocasión y actuara en consecuencia. Acudiendo al llamado del duque Orochimaru, una figura apareció tras él, entre las sombras; se trataba de una bella joven de rasgos muy delicados y cuyos ojos celestes—comparables al hielo por brillo y transparencia—fingían inocencia y sosiego, vestía como una sirvienta cualquiera con el fin de pasar desapercibida…o desapercibido más bien ya que era un hombre y no una mujer, cubriendo su cabello oscuro como la tinta se encontraba una elaborada peluca rubia muy bien diseñada para recrear el complejo peinado que se usaba en la corte francesa, cubierto por una cofia sumamente sencilla…a simple vista y fingiéndose una fémina, el joven era muy parecido a los retratos de Delfina Ino Yamanaka que se habían mostrado en el Palacio para hacer alarde de su belleza, el parecido era tal que Zabuza estaba boquiabierto, su amigo lucia igual que una mujer.

-¿Haku?, ¿eres tú?-pregunto Zabuza, absorto de lo que veía, recibiendo un asentimiento de su amigo que por u momento se quitó la elaborada peluca rubia sobre su cabello. -Lograste engañarme- admitió, recuperándose de su inicial sorpresa.

-Escuchen, tendrán que atraparla con vida- recordó Orochimaru, no queriendo que ningún error tuviera lugar.

Por parte paterna descendía de los Nekobaa la anterior familia real francesa que por largo tiempo había contemplado como sus miembros ascendían al trono, y además por parte materna estaba emparejado con la familia Akimichi porque su madre había sido hija del rey Hashirama, mirara por donde se mirara él era más digno y más francés que el rey Jiraiya y mucho más digno de llegar al torno que el Delfín Choji, pero el camino que tenía trazado y lo que esperaba conseguir sería difícil y vaya que lo sabía, pero lo importante no era tanto el viaje sino el destino al que quería llegar y que se juraba obtener al precio que fuera necesario y pasando por encima de quien hiciera falta. Claro que ya tenía fortuna y poder, tierras y propiedades a su nombre y todo cuanto deseara disponer, pero en ocasiones le poder no era suficiente y él ambicionaba más para sí y su propio futuro, porque, pensándolo bien, ¿Qué futuro aguardaba a Francia? Luego de la muerte de la reina Mei Therumi el rey Jiraiya solo tenía por amantes a mujeres vulgares y ávidas de un poder que no sabían utilizar como era el caso de la condesa o Madame Emi como preferían llamarla en la corte—además de otros nombres menos dignos de mencionar—y además estaba el hecho de que como noble en la corte, poseía uno de los títulos más importantes que pudieran existir y por el que era tanto alabado como envidiado, el poder hacia que una persona ascendiera política o socialmente con un impulso de su ego y esta vez su ego le decía a Orochimaru que solo se dirigiera hacia adelante como el príncipe de sangre que era y mereciendo—no la rama secundaria en la sucesión al trono—ser rey de Francia. Este matrimonio jamás llegara a celebrarse, Jiraiya y el príncipe quedaran en ridículo y perderán todo lo que tienen, seré yo quien se apodere del reino, decidió a modo de personal recordatorio, esbozando una sonrisa ladina cuyas intenciones, casi viperinas, lo hacían ver como el nato conspirador que era pero que siempre ocultaba al fingirse leal al rey.

El trono de Francia tenía que ser suyo y para lograrlo estaba dispuesto a hacer lo que fuera…lo que fuera, incluso cobrar la vida de la inocente Delfina de ser necesario.


6 de mayo de 1770, Estrasburgo/Frontera entre Francia y Alemania.

Pocas personas, teniendo en cuenta que ella era una princesa o Delfina, tenían que llevar a cabo el viaje que Ino había hecho, teniendo que atravesar toda Europa central en su viaje desde la corte de Viena a Versalles, siendo que aún no llegaba allí; dos semanas y media de agotadora y monótona travesía, apenas y abandonando la carroza en algún momento. Hasta ese punto del viaje, al menos, el séquito que acompañaba a la Delfina—incluyéndolo a él y las dos doncellas que viajaban en el mismo carruaje que ella—estaba compuesto por más de un centenar de personas a su servicio; entre ellos, damas de honor, camareras, peluqueros, secretarios, costureras, médicos, pajes, capellanes, boticarios, lacayos, cocineros, sin olvidar la guardia noble y un gran maestre de postas. Descendiendo de su carruaje, el embajador Shikaku Nara contemplo como el carruaje de su alteza la Delfina se detenía, aproximándose a él y golpeando respetuosamente a la puerta, considerando que tal vez la Delfina se encontraría dormida y así pareció ser porque cuando abrió la puerta la encontró acomodándose el cabello y cubriéndose los labios para evitar un bostezo mientras se erguía. Era comprensible que su alteza hubiera dormido hasta hacia solo unos momentos, ya estaba anocheciendo y ciertamente la ceremonia de "entrega" no se efectuaría totalmente hasta mañana, pero ya habían llegado a la frontera entre ambas nacidos y como debía la Delfina debía saludar a quienes serían sus representantes en la corte de Versalles. Hasta ese momento Ino no supo que imagen estaría dando si apenas acababa de despertar, no tenía un espejo a mano para saberlo, por lo que acomodándose el cabello y alisándose la falda, carraspeando de forma prácticamente imperceptible, solo atino a hacer una pregunta.

-¿Ya llegamos?- consulto Ino, desviando imperceptiblemente la mirada a sus doncellas que tras despertarse alisaban ominosamente sus ropas.

-Si, hemos llegado a Schuttern para la transferencia oficial- confirmo Shikaku calmadamente, obteniendo un asentimiento de la Delfina, -luego será presentada al rey y a su prometido, Choji Akimichi- este recordatorio pareció alegrar a la joven que sonrió de forma inmediata.

De pie en su lugar, Koharu, condesa de Utatane, quedo inmensamente conforme con la primera impresión—físicamente hablando—de la joven Delfina que tras descender del carruaje con ayuda del conde Shikaku Nara, se acercó con inocencia, cargando entre sus brazos a un pequeño cachorro y escoltada por dos jóvenes doncellas. La Delfina era una visión sumamente agradable de contemplar desde la distancia y que se volvía aún más perfecta cuando más próxima estaba—por sobre el camisón y el miriñaque lucía una elegante blusa de seda, gasa y encaje blanco cuyo cuello y muñequeras eran apenas visibles, contando en una larga falda cuyo largo le rosaba los tobillos, sobre estas piezas de ropa un elaborado vestido que formaba una especie de chaqueta superior mantequilla blanquecino de elevado e inocente escote redondo que no enseñaba nada, de mangas ceñidas y abiertas con un corte en A que casi llegaba los codos y un corto faldón, el bode del escote, las mangas, el faldón y el centro del corpiño parecía estar ribeteado en algodón y sutiles detalles en plata en el corpiño del vestido cuyo largo faldón casi ocultaba los tacones a juego que usaba. Debido al viaje había elegido mantener su largo cabello rubio que caía tras su espalda, si doro alguna, quizás estuviera un poco despeinada pero de ser así no se notaba en lo absoluto. Desde la distancia y sobre su caballo, Sakura se gravo a fuego la imagen de la ahora Delfina de Francia, debería protegerla y con tal de cumplir su deber estaba más que dispuesta a arriesgar su vida, pero a simple vista y con solo verla, Sakura no pudo evitar sentir lastima por quien—apenas siendo una niña—debía contraer matrimonio por obligación y no por amor, quizás ella no tuviera derecho a hablar teniendo en cuenta la vida que llevaba, pero nunca aceptaría un matrimonio así, no por deber, si su corazón no contaba entonces nada tenía sentido para ella. Indicándole a la joven Delfina que se detuviera, Shikaku desvió la mirada hacia la condesa Utatane que hubo reverenciado respetuosamente a la joven Delfina, apenas y esbozando una sonrisa por la rigidez con que expresaba le protocolo.

-Alteza real, le presento a su apoderada en Francia, la condesa Utatane- dio a saber Shikaku, provocando que la joven sonriera al ver a la mujer que como su primera súbdita francesa, la hubo reverenciad con honores.

-Alteza real- saludo Koharu, irguiéndose y dedicando una diminuta sonrisa a la joven archiduquesa, ahora Delfina.

Según Ino tenía entendido, por todo lo que le habían dicho tras comenzar a ejercer como Delfina en su tierra austriaca, quien dirigiría y guiaría en Versalles seria el conde de Utatane, pero al ser recibido por su esposa Ino no se sintió decepcionada sino que todo lo contrario, cuantas más personas pertenecientes a su nueva patria conociera más dichosa se sentía, aún más ante esta imponente figura que la recibía antes que cualquier otra. Aun sabiendo que rompía con el protocolo, más no pudiendo evitarlo, en un acto impulsivo es que Ino—entregándole su cachorro al conde Shikaku—se lanzó a los brazos de la noble condesa, abrazándola como un gesto tanto de buena voluntad como por el hecho de que ya se sentía bienvenida en su nueva patria pese a que aún estaba lejana de ella. En estos momentos y lejos de casa, lejos de su madre controladora y tiránica, Ino veía a esta mujer tan rígida e incluso distante como la mi Guía Maternal; su madre en esta nueva tierra que carecía de reina…pero, en el preciso instante en que se arrojó a los brazos de la mujer, estrechándola afectuosamente, no pudo evitar recordar al pequeño Mozart de seis años, que tras finalizar su asombrosa actuación se había lanzado al regazo de la Emperatriz Miyuki, donde había sido besado y bien recibido. Pero ahora ella se lanzaba a los brazos de una desconocida que removiéndose incomoda la hizo romper el abrazo, haciéndole sentir que no era bien recibida porque no le habían correspondido al abrazo, solo una rigidez que regreso a Ino a la tierra y al hecho de que había roto con el protocolo. Koharu no pensaba condenar tanto a una criatura tan joven, y es que la joven Delfina solo tenía catorce años, pero el protocolo era algo sagrado dentro de la corte francesa, infaltable, ¿Cómo es que esta joven podía hacer algo así? Pero eso ya no importaba, conseguiría que esta joven impetuosa fuera una digna reina de Francia y vaya que lo conseguiría. Esbozando otra rígida sonrisa, la condesa le indico a la Delfina que la siguiera.

-Madame- guió Koharu, tomándole la mano como si fuera una niña.

Había cometido un error y vaya que lo lamentaba con el alma, planeaba compensar intentando ser la Delfina y reina de Francia que todos quisieran que fuera, pero—volviendo a cargar en sus brazos a su cachorro Pakkun, para no sentirse tan vacía y sola—dejándose guiar por la condesa Utatane al elaborado pabellón que había sido establecido solo para ella…Ino no pudo evitar sentir que lejos de alejarse de su tiránica madre, ahora recibía a una altiva institutriz que intentaría o se empeñaría más bien en hacerla cambiar quien era y convertirla en una adulta tan seria y lúgubre como ella a la primera oportunidad, pero esto era algo que Ino por nada del mundo planeaba hacer, era quien era y no cambiaría por nada. Sobre su caballo, desde la distancia, Sakura fingió no sorprender por el comportamiento de la condesa Utatane; ella misma tenia la edad de la Delfina y sabia lo difícil que era controlarse a si misma pese a haber sido criada para ser lo que se esperaba de ella, de hecho le había agradado enormemente ver a la Delfina como un ser tan alegre y humano, tan próximo y real, algo que el pueblo francés necesitaba con todo el corazón era alguien que no temiera demostrar sus sentimientos, pero de ahí a que se lo permitieran…había un gran tramo, Ino Yamanaka era alguien muy inocente, lo concluía con solo verla y temía que es inocencia fuera destrozada en un país tan alegre como duro y tan amoroso como cruel, como lo era el pueblo francés. Pero el camino y la historia estaban trazados, nadie podía arrepentirse de estar donde estaban, nadie podía retractarse ni tampoco cambiar las cosas, no a esas alturas; esta parte del viaje terminaba así, la "entrega" seria mañana.

A partir de mañana, no había vuelta atrás.


Por la mañana del día siguiente, "7 de mayo, el día de la entrega", todo había cambiado y para cuando Ino hubo sido despertaba y conducida al "estrado" o área/salón donde se efectuaría al transferencia entre ambas naciones, vestida aun con ropas austriacas, un grupo de doncellas ya habían elegido minuciosamente unas ropas nuevas para ella, todas de origen francés, si cerca de algo la habían preparado era para este día, ya en Austria y frente a su hermano el Emperador Deidara había renuncia a sus intereses muy derechos sobre los dominios y el Imperio de los Yamanaka, pero ahora debía abandonar cada joya, hilo, encaje, media o pieza de ropa de procedencia austriaca porque era impropio para la Delfina de Francia tener algo de origen extranjero sin estar antes en la corte versallesca. Por la noche apenas y había podido dormir, estos eran sus últimos días de "soltería" por decir así, porque a ojos de Dios y por poderes ya era la esposa del Delfín de Francia, claro que una ceremonia religiosa habría de llevarse a cabo en Versalles peor solo por formalismo, no por otra cosa…era extraño estar casada con alguien a quien jamás había visto, pero así funcionaba el mundo para quienes nacían con sangre noble, por supuesto que Ino esperaba encontrar el amor junto a su esposo, pero no ser así…no había nada que pudiera hacerse, ese era su destino y estaba más que dispuesta a lidiar con ello. De entre los presentes temporalmente no había nadie desconocido para ella, lady Utatane se había encargado de presentarle a todas las doncellas que la ayudarían a vestirse así como los miembros de su ahora sequito francés, y según tenía entendido la mayoría doncellas—mujeres ya adultas y serias—habían servido a la casa de la reina Mei Therumi, difunta esposa del rey Jiraiya, y esto se lo había enseñado el abad de Vermond, haciéndole saber además que al no haber una reina de Francia…ella sería la dama más importante de la nación.

-Preparen todo- ordeno Koharu escuetamente antes de situarse frente a la joven Delfina que meciendo a su cachorro en sus brazos. -El acto de la ceremonia de transferencia se realiza precisamente sobre las fronteras de las dos grandes naciones, estamos en suelo austriaco y pisara Francia siendo la Delfina de Francia- señalo con dignidad y porte, abarcando todo el enorme "salón", como sinónimo de las dos naciones ya que contaba con una entrada austriaca y otra francesa. -Ahora debe despedirse de su compañía y dejar a Austria atrás- instruyo, observando a las dos doncellas de la antes archiduquesa austriaca.

Aunque fuera algo que de antemano supiera que debía hacer en algún momento de su viaje, para Ino fue infinitamente doloroso voltear a encarar a sus dos amigas y doncellas que la abrazaron, justo cuando ella se sentía al borde de las lágrimas, las extrañaría mucho porque ahora se dirigiría a un lugar donde esperaba hacer amigos, pero donde estaría sola, se dirigía a una odisea desconocida. Un casi mudo "adiós" fue todo lo que pudo salir de los labios de Ino a unos segundos de romper el abrazo, viendo partir a sus amigas por el pabellón que conducía a la salida/entrada austriaca, sería difícil iniciar desde cero en un lugar nuevo pero era su deber y se prometía—aun físicamente separada de su madre, para siempre—a sí misma no decepcionar a su madre la Emperatriz Miyuki, no importaba que pasara. Enjugándose las lágrimas un parpadeo y aun sosteniendo en sus brazos a Pakkun, Ino se giró a ver a la condesa Utatane, lista y dispuesta para cambiarse de ropa, pero en lugar de verse ayudada a deshacerse de su ropa, la condesa Utatane le arrebato a Pakkun de los brazos, sin darle tiempo a protestar, entregándoselo a uno se los sirvientes e indicándole que se los entregara a sus doncellas austriacas antes de que partieran. Pakkun era su mejor amigo, el único ser del mundo que no podía mentirle y que la amaba sin obligación, con él siempre se había sentido segura y ahora resultaba que ni siquiera podía llevarlo consigo y le dolía en el alma porque Pakkun era más preciado que cualquier pieza de plata u oro, porque era un ser vivo que correteaba por su corazón con sus cuatro rápidas y pequeñas patitas, su fiel compañero de dulces sentimientos, más aun cuando resultara un puñal en su pecho, las últimas palabras de su madre resonaban en su inconsciencia; haz tanto bien entre el pueblo francés que puedan decir que les he enviado a un ángel…si algo la hería más que despedirse así de Pakkun seria decepcionar a su madre, no, no podía permitirse fallar.

-¡Pakkun!- chillo Ino sin poder evitarlo, sintiendo poco menos que si le arrancaran un trozo del corazón.

-Tendrá todos los perros franceses que quiera- calmo Koharu, considerando que esta oferta seria suficiente.

Articulando una fingida sonrisa, Ino solo pudo asentir, sintiendo la tentación de voltear hacia la entrada austriaca a su espalda, para ver a Pakkun una última vez, pero ya no era correcto hacer eso. Amaría al pueblo francés y ellos la amarían, amaría a su esposo que era tímido—como le habían dicho los representantes franceses a quienes había visto en Viena, antes de su partida—y al rey Jiraiya que sería como su propio abuelo, amaría a las tías solteras de su esposo, que Dios mediante algún día se convertiría en rey de Francia, pero no muy pronto ya que ni su cuerpo ni alma estaban preparados para la difícil función de ser reina algún día. Amaría a todos sin falta alguna por una sola causa: la paz de Europa, y encontraría nuevas amigas, sus propias amigas y a quienes amaría como si fueran sus hermanas. No podía voltear, no podía retractarse, no estando donde estaba, ya no había vuelta atrás. Pero, presa de la incertidumbre, Ino sopeso una pregunta en su mente; ¿Y si los franceses no me adoran, ni el rey, ni el Delfín, ni el pueblo? No, no podía ni debía pensar así, había sido educada y criada para agradar, pero lo haría sinceramente, esperaba amar a todos y viceversa, y en nombre de Dios que se dedicaría con toda el alma a tal fin, después de todo Francia le estaba ofreciendo absolutamente todo sin siquiera conocerla, ¿Cómo no devolver el favor entregándole su amor al pueblo francés? Alejando tantos turbulentos pensamientos de su mente, Ino se quedó quieta como una estatua mientras la ayudaban a desvestirse, sintiendo poco menos que una muñeca de plástico que nada podía hacer contra el destino que ya habían forjado para ella, y ciertamente no había otra comparación más exacta que esa.

-Es una costumbre que la novia deje todas las pertenencias de una corte extranjera, un detalle siempre observado en tales ocasiones- Ino escuchaba las palabras de lady Utatane, pero era neutra a ellas mientras la ayudaban a vestirse con su ahora ajuar francés.

No tenía voluntad, no para cambiar su propio destino, después de todo…otros ya habían decidido por ella, solo podía obedecer.


Si de una corte se trataba, Sakura había esperado que no hubiera ningún tipo de contratiempo teniendo en cuenta el "rígido protocolo" del que Sasuke y ella se mofaban secretamente a cada oportunidad, pero que luego de vestirse y a punto de prepararse para subir al carruaje, la Delfina se arrepintiera y se escondiera de todos…eso no tenía comparación. La Delfina estaba forzada a obedecer lo que otros habían elegido que hiciera, obligada a vivir una vida que habían creado para ella aun antes de que tuviera la edad u oportunidad de que le pidieran su opinión, en ese contexto Sakura no podía evitar autocompararse con la Delfina, claro que Sakura en lo personal disfrutaba de su destino al tener que vivir, actuar y moverse como si fuera un hombre, tal vida traía sus beneficios…pero estar privada de su propia naturaleza—no es como si le emocionara usar vestido, más bien todo lo contrario—era extraño, era como si una parte de su vida le faltara, contraria a otras mujeres cortaba su cabello, no se permitía que creciera a un punto masculinamente inaceptable, y no se permitía ver a nadie…como lo vería una mujer, el amor nunca tendría cabida en su vida, de eso estaba convencida desde que tenía memoria. Era increíble como la Delfina Ino Yamanaka tenía cosas que Sakura deseaba y viceversa, compartirían una vida juntas, ella protegería a Ino y a cambio ella podría confiar en su persona, pero aún no se habían visto siquiera y Sakura no debía olvidarlo, su deber estaba antes que sus sentimientos. Acariciando cariñosamente la cabeza de su caballo sobre cuyo lomo se encontraba, Sakura alzo la vista hacia Neji que, sobre su caballo y junto a ella, permanecía listo y dispuesto a cumplir sus órdenes.

-Comuníquenle al rey que la princesa tuvo un contratiempo y va a retrasarse-pidió Sakura con voz aparentemente pétrea.

-Enseguida- acato Neji.

La Delfina, en un arrebato de nervios y temor había huido de su ahora sequito francés, ocultándose en el pabellón destinado a los visitantes austriacos que ya habían partido, no solo tenía miedo de no ser capaz de lo que se esperaba de ella, sino que también sentía que ella era muy poca cosa para tamaña labor. Lo que muchos a vista y paciencia dirían es que era una niña caprichosa y malcriada a quien no le importaban los hombres o miembros de la guaria que fuera del pabellón arriesgaban sus vidas con tal de protegerla, y no estaba tan mal ejercer esta critica, pero era más bien vacía y de dientes para afuera, no lo sabría Sakura que viendo partir a Neji—que enviaría una pronta carta al rey Jiraiya como disculpa—recordaba la inmensa duda que había albergado sobre si podría ser capitana de la guardia real y si no se equivocaría de forma imperdonable en el intento, al igual que temía la Delfina ahora. Era imposible comparar sus vidas porque ambas eran muy diferentes pero si tenían algo en común era su sangre, noble de nacimiento, y el hecho de las expectativas que se generaban sobre ambas y que esperaban ser capaces de cumplir, y es que aun sin haber tratado con la Delfina, Sakura empatizaba con ella porque sus vidas eran más parecidas que lo que cualquiera de las dos se hubiera detenido a pensar, especialmente ella. Por supuesto que Sakura agradecía con el alma no tener que vivir esperando un compromiso arreglado que decidiera su futuro, pero tener que vivir bajo una constante expectativa no era precisamente mejor; mientras que ella tenía a Sasuke para apoyarla a cada paso y pudiendo confiar en él sin temor alguna, la Delfina estaba sola y aun cuando estuviera en Versalles no podría saber quién era realmente sincero con ella, era horrible imaginar un futuro así y Sakura no podía evitar sentir miedo por Ino Yamanaka, quien siendo tan inocente e indefensa, se vería forzada a pasar por todo eso sin haberlo pedido.

-Me temía que esto sucediera- suspiro Sakura, negando para sí misma.

-Sip, infantil, como suponía- concluyo Sasuke, suponiendo que eso es lo que ella estaba pensando.

-No hablo de eso- contrario la Haruno, sorprendiendo al Uchiha que alzo la mirada, intentando comprender a que se refería, -abandonar todo lo que se tuvo no es fácil, ni mucho menos casarse con alguien sin haberlo visto antes- murmuro para sí, evitando la mirada del él.

El rol de una mujer, en ese siglo al menos, no era algo con lo que se naciera y pudiera vivir como tal indefinidamente; el rol de una mujer se decidía por el matrimonio que tuviera, pro quien fuera su esposo y por los hijos que tuviera y que pudiera continuar con un determinado…"legado", en su caso Sakura lo sabía por todas su hermanas que viviendo lejos de Paris como nobles adineradas con su familias propias, dedicadas a frivolidades y cobrando un rol secundario…y si una mujer no contraía matrimonio a determinada edad, se convertía en una solterona, poco menos que una vergüenza para la familia y es que la verdad una mujer no tenía mucho que hacer por si sola en la vida, no sin poder, influencias y un esposo poderoso que aportara fortuna y poder a su familia, por todo eso y más es que Sakura agradecía ser libre y no tener que reparar en todo eso, pudiendo vivir tranquilamente su vida. No era más que unos contables momentos, además de ese, en que Sasuke inevitablemente recordaba que quien estaba a su lado era mujer, por supuesto que actualmente y por el fin de enorgullecer al general Kizashi como capitana de la guardia real, Sakura no estaría obligada a unirse en matrimonio con nadie, esa era una de las virtudes que ofrecía el presente, pero ese presente tristemente no podría durar para siempre, en el futuro llegaría el día en que el hecho de que su amiga se comportara como hombre y cuando ese día llegara el general Kizashi buscaría un partido muy adinerado en Versalles—seguramente—y con o sin el consentimiento de Sakura decidiría un matrimonio para y ese día él definitivamente ya no tendría lugar en la vida de su mejor amiga, pero cuando pensaba en el indómito espíritu de su amiga y se decía que eso nunca pasaría. Saliendo de sus cavilaciones, Sakura vio a una doncella más entrar en el pabellón por la entrada francesa, tan analítica como ella era es que Sakura no pudo evitar notar algo extraño y que por un minuto creyó que no era más que u juego de su imaginación.

-Es comprensible, pero no puede arrepentirse, no ahora- obvio Sasuke, intentando no abarrotar su mente con pensamientos impropios o más bien innecesarios. El silencio de parte de ella lo desconcierto, al menos hasta reparar que algo que había visto la había dejado sin habla. -¿Ocurre algo?- inquirió, intentando ver que, de entre lo que había en su rango d visión, podía haberla sorprendido

-Puedes considerarlo una locura, pero juraría que una de las sirvientas era un hombre- contesto Sakura, saliendo de su estupor.

-¿Segura?- no es como si Sasuke pensara en dudar de su palabra, pero que alguien hiciera algo tan descabellado e irreal, pues…sonaba un tanto fuera de lugar.

-Pues, no, pero…- titubeo ella, intentando justificarse, aunque pensándolo mejor solo pasaría por una loca. -Me gustaría comprobarlo- admitió, recuperando la compostura, -esperaremos acontecimientos- decidió con absoluta calma.

La Delfina entraría en razón y se prepararía para encontrarse con la familia real en Compiègne, y ella por su parte debía hacer igual y cumplir con su deber; su suposición no tenía fundamento, tenía que proteger a la Delfina y eso haría, pero no podía ver enemigos en todas partes. Si continuaba así, acabaría volviéndose paranoica.


-¡Alteza!

-¡Alteza!

Dentro del elegante pabellón y ahora rompiendo con el protocolo es que la condesa Koharu Utatane y cada miembro del sequito francés—doncellas, sirvientas, mozos y demás—buscaba a la Delfina que no pudiendo más con las presiones que se le venían encima y a punto de partir, había huido de la presencia de su séquito, nada dispuesta o preparada para emprender semejante viaje ahora. Oculta tras uno de los elegantes tapices y viendo pasar a la estirada condesa Utatane, Ino se cubrió los labios para hacer inaudible su risa, claro que había escapado por los nervios, pero en ese momentos su huida se había transformado en un juego muy lúdico y que ni siquiera había podido llevar a cabo en Austria donde todas sus institutrices y doncellas estaban permanentemente bajo las ordenes de su madre la Emperatriz Miyuki, doblegándola todo el tiempo e impidiéndole divertirse, pero estas damas debían tenerle un inmenso grado de respeto porque era la dama más importante de Francia ante la ausencia de una reina, ahora tenía todas las oportunidades de libertad que no había tenido en Austria. Viendo el "peligro" de ser descubierta como algo del pasado y deseando jugar por al menos un lapsus más de tiempo, Ino finalmente aparto el tapiz tras el cual emergió con una sonrisa, alisándose distraídamente la falda del vestido, observando en ambas entradas del pasillo y suspirando ya más tranquila al ver que no había nadie, ahora la pregunta a hacerse era, ¿A dónde ir? Si seguía ahí parada como tonta, la encontrarían y su diversión terminaría, pero tampoco es como si pensara en romper su matrimonio con el Delfín, su lealtad para con su madre y lo que ella había hecho significaban más que cualquier otra cosa, pero consideraba igualmente imperativo divertirse como la niña que era, antes de llegar a Versalles.

-Alteza, por aquí- llamo repentinamente una voz, viendo a una sirvienta muy parecida a ella, oculta tras un tapiz -no se asuste, acompáñeme- guio con una amigable sonrisa.

La primera norma en la vida de una princesa era no confiar en nadie, porque por más absurdo que pareciera las intrigas siempre abundaban y aún más en una sociedad tan doble cara como lo era la nobleza, pero esto era algo que Ino solo había oído y no experimentado ya que su madre la Emperatriz Miyuki y ahora su hermano, el ahora Emperador Deidara, eran figuras invencibles en Austria, dueños de un Imperio sin precedentes, ¿Quién se opondría a ellos? Y ahora, aquí en la frontera rodeado de súbditos franceses que la reverenciaba y llamaban "Delfina", Ino se sentía igual, sentía que gozaba del amor y la inmensa suerte de poder saberse querida, era la esposa—por poderes—del Delfín y futuro rey de Francia, ¿Quién podría llegar a querer herirla o por qué? Pues obviamente nadie. Teniendo el debido cuidado Ino se aseguró que nadie la hubiera visto, sujetándose la falda y ocultándose lo más rápido posible tras el tapiz, quedando cara a cara con esta sirvienta que le sonrió igual de divertida que como ella se sentía, en ocasiones era mejor tener una compañera de juegos a aburrirse jugando sola, pero Ino—escuchando o sintiendo como un grupo de doncellas aparecían en el pasillo, llamándola y buscándola con insistencia—se sintió infinitamente desconcertada al escuchar como esta sirvienta y posible compañera de juegos le sugería que, al ser muy parecidas, cambiaran sus ropajes para continuar con el juego por unos instantes más hasta que la diferencia entre ambas fuera obvia y fueran descubiertas. Ino tenía que admitirlo, era una posibilidad curiosa…nunca se había vestido como sirvienta, peo esta estrategia le parecía divertida y mucho porque salir de ese pabellón sin que nadie supiera quien era ni la reverenciara o llamara "su alteza" o "Delfina", si, sonaba muy divertido, pero…¿Era correcto?

-¿Cambiar nuestros ropajes?- repitió Ino en un susurro, creyendo haber oído mal por un momento.

-Si, ¿no le parece divertido?- sonrió Haku, fingiéndose amigable.

Ante los ojos de Dios y en ese contexto era una mujer casada, su libertad se estaba evaporando más y más a cada minuto, quizás esta fuera la única oportunidad—antes de conocer a su esposo y antes de llegar a Versalles—de comportarse como la inocente y divertida niña que seguía siendo aun cuando todos la vieran como una miniatura de la futura reina de Francia, una minicopia de la poderosísima Emperatriz Miyuki…pero no lo era, solo era una niña de catorce años, virgen, inocente e idealista que soñaba con el final feliz, un final que esperaba lograr aunque fuera un trocito de cielo porque lo que una mujer podía hacer era soñar, desear y anhelar algo que tristemente—en ocasiones—podía no llegar jamás, pero la mente era poderosa y quizás ella si pudiera ser feliz aun por un corto lapsus de tiempos, de alguna manera, pero por ahora lo que Ino quería era disfrutar era de quizás su última oportunidad de ser la niña que era en todo su esplendor y que la hizo aceptar esta divertida y osada jugarreta, sonriendo divertida por la expectación y asintiendo de inmediato. Casi presta a morderse el dorso de la mano, la condesa Koharu Utatane cual inflexible institutriz aguardo a que todas las doncellas y sirvientas se hubieran reunido, en espera de saber si alguien había podido encontrar o ver al menos a al Delfina, pero aparentemente no era así, no estaba tratando con una inexperta Delfina, estaba tratando con una niña que tenía que ceñir al protocolo y convertir en una dama y esposa adecuada. La reina Mei Therumi, difunta esposa del rey Jiraiya, había ido muy querida por haber dado once herederos—de los cuales siete habían sobrevivido—a Francia, se había adaptado muy bien a la corte Versallesca y nunca había roto con el protocolo siendo sumamente instruida en el ceremonial cortesano, pero no era esto lo que la había hecho tan querida—tanto a ojos de la corte como del pueblo—sino sus obras de caridad a los pobres, la discreción con que se había comportado cuando el rey la había abandonado definitivamente por sus amantes, el como nunca había interferido en asuntos de estado y como se había mostrado como una esposa y madre atenta, dedicándose a la crianza de sus hijos. Pero al parecer Ino Yamanaka era una Delfina un tanto…diferente.

-¿La encontraron?- pregunto finalmente la condesa Utatane con un tono de voz tremendamente serio.

-No ha sido posible- se disculpó una de las doncellas, recobrando el aliento por apenas un segundo

-Búsquenla en todos los rincones- ordeno a la par que ella hacía lo propio al cumplir con sus propias palabras, dejándolas partir. -¡Delfina! Delfina, ¿dónde está?- llamo, dispuesta a continuar llamando a la princesa, pero siendo interrumpida con una carcajada tras ella.

-Ya me canse de jugar- se rindió la "Delfina", saliendo tras el tapiz que hasta entonces la había ocultado.

-Alteza real, no vuelva a hacerlo, por favor- crítico Koharu inmediatamente, observándola con severidad. -Ahora debemos prepararnos para partir- recordó, sujetándola del brazo e indicándole que la siguiera ante lo que la "Delfina" no opuso resistencia.

Sosteniéndose la falda y sonriendo para sí, Ino abandono el pabellón tras haberle dado una mirada a esta escena, con una tranquilidad enorme pero sin saber que la capitana de la guardia real había reparado en ella. No es la misma sirvienta que yo vi, noto Sakura, desviando la mirada a su alrededor, pero esta vez Sasuke no estaba cerca le había pedido que se encargara de alertar a todos, pero estar sola no era ningún impedimento, tenía que seguir a esa sirvienta…


Luego de haber aceptado extender el juego por al menos un lapsus más de tiempo, Ino había recibido de la sirvienta una indicación de adonde dirigirse para así no ser descubierta en caso de que alguien, aun viéndola vestida de doncella, pudiera reconocerla, una cueva apenas unos metros lejos del pabellón, lo bastante cerca para volver, pero lo bastante lejos para no ser descubierta o encontrada por nadie, algo confuso a decir verdad pero parte del juego, después de todo un juego era un juego. Teniendo cuidado de donde pisaba es que la joven Defina hubo sostenido la falda de su vestido, tragando saliva de forma casi inaudible y temblando ante a oscuridad que proporcionaba esa cueva, la verdad es que el juego y había comenzado a dejar de parecerle divertido apenas y hubo entrado en la cueva, pero su "espíritu aventurero" le decía que un juego era un juego, aunque comenzaba a dudar ampliamente de su propio criterio en momentos así, pero…¿Por qué alguien no tendría más que honestas y buenas intenciones con ella? Era la Delfina, la esposa del príncipe heredero, el Delfín Choji, ¿Quién pensaría en herirla, hacerla sentir mal o algo parecido? No tenía sentido, por no mencionar el hecho de que se había garantizado—de antemano y en presencia d su madre la Emperatriz Miyuki y su hermano mayor el ahora Emperador Deidara-que su vida no correría ningún tipo de riesgo. Estoy imaginando cosas, se hijo Ino a sí misma, negando mientras se abrazaba a sí misma en un intento por recobrar la calma y alejar cualquier pensamiento negativo que pudiera cobrar protagonismo en su mente, llevando velozmente sus ojos a cada rincón de la cueva, ligeramente atemorizada.

-¿Hay alguien aquí?- pregunto Ino, temerosa de la oscuridad que había en aquella lúgubre cueva, -¡¿Hay alguien aquí?!- repitió la pregunta solo que en un tono de voz más alto, estando convencida de haber escuchado pasos en esta oportunidad. Definitivamente no estaba sola en ese lugar, -¿Quién anda ahí?- exigió, carraspeando de forma casi imperceptible con tal de no demostrar miedo al ver aparecer a dos hombres a quienes por supuesto no conocía en lo más mínimo.

-Nos ordenaron buscarla, Delfina Ino Yamanaka- sosegó Zabuza, fingiendo un determinado grado de "respeto". -La acompañaremos hasta el Palacio, debemos darnos prisa- apremio, teniendo la osadía de sujetarle el brazo ante lo cual ella hubo respondido con una bofetada.

-No ose hablarme así- desdeño la Yamanaka con su temple aristocrático, ofendida por semejante libertad para con su persona, sujetándose la falda con el propósito de salir de allí y pronto, no estaba en un lugar seguro.

-Es tan malcriada como suponía- se burló Zabuza, el plan del duque Orochimaru resultaría más divertido de cumplir de lo que había previsto que seria. -No podrá escapar.

El duque Orochimaru había prometido pagar una suma de dinero muy generosa por los servicios que ellos llevaran a cabo y esa suma de dinero sería aun mayor dependiendo de cómo fuera de éxito el trabajo que llevaran a cabo, y cobrar la vida de la Delfina era un precio menor según había especificado el duque y a ellos no podía tenerlos sin más cuidado tal posibilidad, el pueblo de Francia estaba hambriento si surgía la oportunidad de sobrevivir y tener dinero para subsistir, por supuesto que no habría ningún tipo de duda al momento de aceptar pagar un precio así, se trataba del futuro de personas que no recibían ayuda de los boles, ¿Qué cambiaría esta princesa austriaca? Nada, por lo que no resulto ningún problema para Zabuza y su compañero desenfundar sus sables. El inmediato gesto de Ino fue retroceder, intentando fijarse muy bien donde pisaba, pero en cualquier caso no había mucho que pudiera hacer como mujer y menos desarmada…en su ayuda es que un joven apareció repentinamente, posicionándose entre ella y este malhechor como si de un escudo se tratase, vestía un uniforme militar blanco y su cabello permanecía oculto pro e elegante sombrero de pluma que usaba, pero Ino creyó ver unos mechones rosas sujetos por una cinta negra a la altura de su nuca. Tal vez no fuera realmente un hombre, pero si algo había aprendido Sakura era a defenderse de alguien más fuerte que ella, una de las muchas virtudes de tener por "hermano" y mejor amigo a Sasuke, por lo que Sakura fue capaz de resistir la fuerza de aquel hombre por unos bastos seguidos, encorvando la espalda y alzando las piernas en una voltereta, quitándole el sable en el proceso, amenazándolo y permaneciendo como escudo para al Delfina que permaneció boquiabierta tras suyo.

-¿Usted es la Delfina Ino Yamanaka?- inquirió Sakura más como una afirmación, recibiendo un tembloroso asentimiento de parte de la Delfina, lo cual hubo sido respetuosa suficiente para ella.

-¿Quién es usted?- pregunto Ino, entre asustada y agradecida, no sabiendo que otra cosa decir.

-Insolente, ¿Quién eres?- demando Zabuza, furioso por este contratiempo en los planes del duque.

-Sakumo, Comandante de la Guardia Real- dio a saber la Haruno sin un ápice de miedo

-Te arrepentirás- mascullo Zabuza a modo de amenaza.

Considerándose un obstáculo y permaneciendo donde estaba, apoyándose en la pared de roca a su espalda con tal de no ser sorprendida o atrapada si sucedía algo imprevisto, Ino observo en silencio la batalla que tenía lugar, no pudiendo hacer nada más; en ocasiones había visto al ejercito practicar en el Palacio Imperial donde su hermano Deidara, su madre y ella vivían, o donde ella había vivido, pero nunca había visto tanto esmero, siguió el movimiento de los sables de ambos hombres entrelazándose como si fueran espadas, el compañero de aquel malhechor se abalanzo contra Sakumo solo para recibir un golpe que este le hubo dado en el estómago con la suela de su bota—haciéndolo encorvarse al quitarle el aire—y un segundo golpe en la cabeza en un intento de noquearlo y no queriendo que hubiera intermediarios ni terceros en la pelea, por ahora, lo que solo contribuyo a mencionar a la Delfina. Nunca había visto tanta pasión y delicadeza al usar un sable, pero Sakumo…era como cualquier héroe de cuento que Ino hubiera oído, si había una visión de virilidad, fuerza, coraje y valor, esa sin duda alguna era el hombre más increíble que hubiera visto nunca. Sin soltar el sable cual ley primordial—desde que tenía memoria—y viendo un muro de roca a solo unos cuantos pasos, Con toda su fuerza Sakura empujo al hombre coque luchaba haciendo que chocara su espalda contra la pared, enterrando el filo de su sable en su hombro, impidiendo que se moviera y haciendo que gritara de dolor. Sakura apenas y podía escuchar los aplausos y vítores de la Delfina que servía de espectadora, le resultaba increíble—aun mientras peleaba—que alguien osara hacer algo así, le sorprendía y dejaba sin habla que sus miedos y temores con respecto a esta misión hubieran sido reales…¿En que se había convertido el mundo?, ¿Dónde estaba la justicia? Por lo visto era solo un vago recuerdo que ahora ya no tenía lugar, solo eso.

-¡Eres maravilloso, Sakumo!- animo Ino, obnubilada.

Una parte de su persona quería pensar que tenía la batalla ganada, literalmente porque estaba luchando contra un solo hombre, pero presentía que esto no dudaría mucho tiempo, por lo que y sabiendo que—en nombre de Francia—hacia lo correcto, Sakura corto la yugular del hombre, dejándolo caer sin vida al suelo, se trataba de proteger el futuro de Francia y lo haría; el Delfín y la Delfina eran ese futuro, además, ya obtendría respuestas del otro hombre al que había sacado de la batalla con dicho propósito pero que no vio situarse tras suyo, en peligroso silencio. El compañero de Zabuza hubiera estado a nada de propinarle a la capitana de la guardia una puñalada por la espalda, de no ser por el repentino y desconocido tacto de alguien sobre su hombro y que lo hizo voltear, solo para ser noqueado de plano por un golpe que lo envió directamente al suelo, sumiéndolo en el desconcierto y la temporal inmovilidad…Sasuke se abstuvo de quejarse del dolor que le azoro los nudillos al propinar semejante golpe, esta era la primera "aventura" seria que Sakura y él tenían, fuera de Versalles y hasta ahora se veía más peligrosa de lo que cualquiera de los dos hubiera imaginado, por no decir dolorosa, al menos para él y es que nunca había creído que doliera tanto golpear a alguien. Sakura no supo porque pero se sintió más sorprendida que nunca, tal vez porque era la primera vez que Sasuke iba en su ayuda de ese modo, o por el hecho de que realmente la sorprendía que hubiera podido encontrarla, en ocasiones olvidaba por completo que su mejor amigo era más inteligente y sabio que la mayoría, por no mencionar que era un rastreador experto mientras que ella comenzaba a aprender y de él, Dios, ¿Qué sería de su vida sin su ayuda? Un campo de batalla indetenible, eso era seguro.

-Siempre es igual- suspiro Sasuke, tragándose para si un modo quejido, dejando en el paso la satisfactoria y dolorosa experiencia que era este golpe y que de momento no quería repetir.

-Sasuke…- murmuro Sakura, no sabiendo como agradecerle haberla protegido, él siempre era su sombra, incluso cuando no le pedía que lo fuera.

-¿Qué harías sin mí?- ironizo el Uchiha, no necesitando que le diera las gracias.

Ino se mantuvo en silencio, totalmente quieta en donde se había encontrado hasta ese punto, observando el intercambio de palabras entre Sakumo y este hombre llamado Sasuke, pero inmediatamente se convenció de que él no era ningún enemigo, lo veía en la forma en que brillaban los ojos de Sakumo, por no hablar de que pareció volverle el alma al cuerpo con su aparición. Aun le costaba creer que alguien hubiera armado semejante mentira con el fin de engañarla e impedir el encuentro entre ella y el Delfín, por no hablar de los miembros de su nueva familia, ¿Quién osaría desafiar de ese modo a su madre la Emperatriz Miyuki, aun pero, al rey Jiraiya? Este hecho era una afrenta grandísima, por no hablar de una burla imperdonable contra su persona, ¿Dónde quedaba el amor en todo esto? Dios, tenía mucho miedo de lo que pudiera pasarle ahora, pero por otro lado una parte cuerda de su mente le decía que mantuviera la calma, confiando en que Sakumo la protegería sin importar lo que pasara, después de todo era el comandante de la guardia real. Una radiante sonrisa fue todo lo que Sakura pudo otorgarle a Sasuke como respuesta, si no iba a permitirle agradecimientos "extensos", entonces tendría que conformarse con eso, al menos por ahora, pero; ya que la mente de Sakura era la de una mujer es que podía pensar en muchas cosas a la vez y ahora no hubo sido diferente, trasladando de inmediato su atención al compañero de aquel villano al que ya había asesinado y junto al cual se arrodillo, golpeándole ligeramente el rostro y zarandeándolo para que despertara de la ligera en que lo había sumido el golpe que Sasuke le había propinado, lo cual afortunadamente solo le hubo tomado segundos, necesitaba respuestas, y la primera de ellas era saber quién había orquestado aquel plan y porque, no dejaría esta situación así, no teniendo a la Delfina presente, por su honor como Delfina y futura reina e Francia es que era necesario saber qué clase de enemigos estaban cerca, porque no podían permitir que algo así sucediera, no otra vez.

-¿Quién eres? Dime ¿eres, ingles?- supuso Sakura de inmediato, solo recibiendo silencio acabo, lo que solo contribuyó a despertar su indignación por lo que significaba. -Entonces eres francés. Dime, ¿Quién te ha pagado?- no había otra excusa, el dinero, ¿sino porque hacer algo así?- el hombre se quedó repentinamente quieto, dejando de parpadear o respirar, permitiéndole notar solo entonces que, en silencio, una diminuta flecha se había enterrado en su espalda a la altura de su corazón, la flecha de una ballesta. -¿Quién está ahí?, ¡Deténgase!- gritó, soltando el cadáver al ver un caballo en la distancia, fuera de la cueva.

El silencio era un arma misteriosa y que generaba expectación y así la uso este misterioso individuo, poniendo en marcha a su caballo a pleno galope con tal de no ser alcanzado por capitana que abandono la cueva intentando ver adonde se dirigía pero cuando lo hubo hecho ya era demasiado tarde, y no pensaba usar el caballo de Sasuke para seguir una pista así, no dejando a la Delfina tras. ¿Quién podrá ser?, se pregunto, intentando pensar porque el pueblo francés o alguien perteneciente a su propio país intentaría evitar este matrimonio. Aparentemente había más en juego de lo que se veía a simple vista y eso solo pudiera concluir una cosa para Sakura; debía mantener los ojos muy abiertos.


Luego de una severa reflexión a Madame la Delfina, la condesa Utatane había hecho que todos los miembros del séquito francés se prepararan a partir y cuanto antes, y pese a la infantil jugarreta de la Delfina ahora el carruaje acaba de ponerse en marcha. Obviamente la Delfina no viajaría sola en uno de los dos carruajes que el rey Jiraiya le había obsequiado como regalo de bodas, la acompañaría el emisario y embajador austriaco Shikaku Nara que habría de permanecer en la corte como intermediario político entre ambas naciones y la condesa Utatane que como apoderada—e institutriz—de la Delfina en la corte versallesca. Se tenían grandes expectativas de la unión entre el Delfín Choji y la Delfina Ino, y es que la familia austriaca de la Delfina tenía fama de ser muy prolifera, siendo que su madre la Emperatriz Miyuki había tenido dieciséis hijos en veinte años de casada y la primogénita había nacido apenas a un año del matrimonio, un tiempo perfecto, y ciertamente nadie esperaba menos que la perfección de la joven novia y Delfina y Dios mediante todo sería perfecto la dinastía de los Akimichi sería más fuerte que nunca gracias a esta joven archiduquesa austriaca, ahora Delfina. Con una sonrisa rectada en el rostro la "Delfina" se mantenía callada, apenas y esbozando una palabra salvo si se lo pedían, el embajador Shikaku conocía muy bien a la Delfina Ino Yamanaka, y Haku temía quedar en evidencia antes de tiempo si cometía un error imperdonable, aún tenía un viaje que emprender después de todo. Pero sorpresivamente y ante cualquier pronóstico es que—parando de inmediato al carruaje que ya había iniciado su marcha—un caballo blanco se detuvo frente al carruaje, alzándose sobre sus patas traseras con gesto desafiante y provocando que los cuatro corceles blancos que tiraban del carruaje de la Delfina—que hasta ese punto habían trotado—se removieran incomodos en su lugar, confundidos por semejante exabrupto, además del susto vivido, haciendo que el cochero tuviera que sujetar firmemente las riendas para evitar que se descontrolaran.

-¡Alto!, ¡Detengan el carruaje!- ordeno Sakura, tranquilizando a su propio caballo en el proceso, alzando la mirada hacia Neji que hubo cumplido su orden de inmediato. -Haz que bajen todos.

-¿Qué sucede, Comandante?- inquirió Neji, confundido por el exabrupto.

-Obedece- corto Sakura, no viendo sentido a que la cuestionaran.

Era increíble que estuvieran llevándole la contraria en un momento como ese, a ella, a ella que en solo semanas había probado que podía inculcarles disciplina a nobles engreídos y que podía estipularles un protocolario respeto hacia todos, no tenían por qué cuestionarle absolutamente nada, solo obedecerla teniendo fe en que ella—como capitana—solo decidiría lo mejor tanto para ellos como para la familia real, porque ese era su deber. Sorprendido por el inclemente tono de voz de la capitana, que incluso gesticulaba como hombre, Neji hubo descendido de su caballo y aproximado al carruaje para informar a la condesa Utatane de esta decisión. Repuesta de esta indignación personal por ser cuestionada con respecto a su deber, opinión y trabajo, Sakura se giró a ver a Sasuke que asintió únicamente al comprender que debía permanecer al margen hasta que fuera prudente hacer quedar en evidencia a al Delfina Ino Yamanaka que se encontraba aferrada a él y en silencio, aguardando el momento en que debiera exponerse y dejar atrás esta farsa que se había hecho tras engatusarla con la treta de un juego, poco menos que mofándose de su honor, algo imperdonable, pero afortunadamente había personas como Sakumo y Sasuke que velaran por ella, eso la hacía sentir segura. Cuidadosa y elegantemente la comandante descendió de su caballo que se mantuvo diligente quieto mientras su jinete/amazona, observaba como la puerta el carruaje se abría y del interior emergían el conde Shikaku, la condesa Koharu Utatane y, por supuesto, la "Delfina", quienes aguardaron en silencio a que se les diera una explicación por esta interrupción en un viaje que ya se había demorado hasta este punto. Quitándose el elegante sombrero de pluma que dejo sobre su silla de montar, Sakura avanzo lentamente hasta situarse frente a la rigurosa condesa Utatane que por supuesto exigía, en silencio, una explicación.

-Condesa Utatane- saludo la Haruno, inclinando muy ligeramente la cabeza como escueto sinónimo de respeto.

-¿Qué sucede, Comandante?- riño Koharu, confundida por esta falta de decoro al protocolo.

-Esa persona a quien escoltan no es la Delfina- acuso entonces la comandante, indignando a la condesa que obviamente pensó en no creerle de inmediato, pero albergando una ligera duda.

-La Delfina está aquí- respaldo Sasuke, bajando del caballo y ayudando a la Delfina.

Aun en ese sencillo atuendo de sirvienta resultaba chocante ver a la Delfina, mientras que la belleza de la impostura había resultado habitual o común, si nada excepcional pese a ser exactamente igual, el ver a Ino Yamanaka era algo totalmente distinto, como si sus inocentes ojos celestes—casi aguamarina—evocaran un aspecto angelical y como si sus largos rizos dorados, perfectamente peinados, solo fuera comparables al oro en su estado más líquido, incluso parecía casi como si su piel brillara cual diamante, ciertamente ahora las diferencias eran tales que toda la comitiva de guardias y escoltas, así como la condesa Utatane y el conde Shikaku hubieron reverenciado a al noble Delfina que ya se sentía mejor consigo misma y su propia dignidad al poder dejar atrás estos acontecimientos tanto confusos como agraviantes, todo gracias a Sakumo y Sasuke, de no ser por ellos no sabría qué sería de su vida. La inmediata acción de Sakura ante el estupor de todos aquellos que estaban tan al pendiente de la Delfina, no fue otra que desenfundar su sable con cuyo filo le arrebato la peluca a la impostora que de inmediato se hubo dado a la fuga, seguido por ella que prácticamente le pisaba los talones, en plena persecución. No le estaba costando casi nada de trabajo alcanzar a la impostora, especialmente teniendo en cuenta de que la comodidad de su propio vestuario le daba ventaja, más esta ventaja se acorto abruptamente en cuanto una flecha—pequeña, obviamente lanzada desde lejos y por una ballesta—se hubo clavado en el pecho de la "Delfina" impostora cobrando su vida, por no hablar de una segunda que se dirigió hacia el pecho de la comandante que no hubiera tenido tiempo de evadirla, de no ser por Sasuke que la halo sorpresivamente, enviándola de sentón al suelo junto con él, viendo la flecha caer a sus pies. No teniendo tiempo para agradecerle a Sasuke su ayuda, Sakura se irguió solo para ver al caballo, sobre el cual se encontraba el perpetrador con la ballesta en la espalda, marcharse a toda velocidad sin darle tiempo a seguirlo y aparentemente acompañado por una comitiva numerosa…quien sea que fuera no estaba solo y esos solo dificultaba un más poder hacer algo.

-¿Estás bien?- temió Sasuke, observándola atentamente.

-Si, se escapó otra vez- bufo Sakura, frustrada e intrigada por este individuo misterioso.

No tenía miedo, no sentía temor, si la flecha se le hubiera clavado en el pecho a ella en vez de aquel hombre que ahora yacía muerto sobre el suelo, Sakura estaba intrigada sobre quien—de origen francés y que quizás fuera un individuo doble cara—podía tener intereses en juego para evitar la alianza entre los Akimichi y los Yamanaka, pero pensar en eso no era su deber, no ahora, y alzando la mirada hacia Sasuke que estaba pendiente de lo que ella decidiera hacer, Sakura se giró a ver la Delfina que junto al carruaje y protegida por la condesa Utatane y la guardia real, la observo preocupada y agradecida por su ayuda. Tenía una labor que cumplir ya se encargaría de resolver estos pequeños inconvenientes, después, pero ahora tenía que llevar a la Delfina junto a su nueva familia…


14 de mayo de 1770/Bosque de Compiègne, Francia

Como punto de encuentro para que el Delfín y la Delfina se encontraran, se había elegido el bosque de Compiègne, una elección muy sabia y digna pues había servido el Château de Compiègne había servido de lugar de veraneo y de caza del rey Hashirama y del rey Jiraiya, y el joven Delfín Choji como todo buen apasionado por la caza compartía la creencia de que no había un bosque más perfecto, aunque por motivos diferentes ya que en esta oportunidad no se sentía a gusto de estar ahí, no si de su matrimonio se trataba. Jugueteo distraídamente con su sable, buscando algún animal diminuto entre la hierba, acompañado por sus hermanos Choza y Torifu que parecían hablar más entre sí que con él que se sentía recurrentemente preso de la reflexión, claro que sus hermanos la verlo tan callado—bueno, más que de costumbre—intentaban desviar sus tema de conversación en espera de animarlo, pero al final uno solo volvía a ser el tema del cual hablar; Ino Yamanaka, la Delfina, su esposa. Tanto por elección como por timidez es que el Delfín elegía no mezclarse demasiado con la corte, prefiriendo pasar más tiempo en su taller o en sus aposentos en el Palacio donde se dedicaba a armar, crear y desarmar cerraduras, apasionado por el funcionamiento de mecanismos tan complejos, si había una mujer en el mundo que era de su agrado—fuera del entorno familiar—esa era el Capitan de la Guardia Real; Sakura, y es que no existía una mujer tan transparente, divertida e inteligente al mismo tiempo, lo había acompañado muchas veces de caza y siempre sabía que decir, nunca parecía incomoda por nada y desdeñaba las frivolidades...sabía que no podía pedir que Ino fura así, porque Sakura tenía la fortuna de vivir en el mundo de los hombres sin temor alguno mientras que Ino había vivido en un Palacio como todas las mujeres que él había visto en la corte. Era imposible no pensar en el matrimonio como una prisión.

-Tienes suerte, dicen que es muy hermosa- elogio Torifu, ansioso por saber si la Delfina era tan hermosa como señalaba su retrato, pero al percibir la incomodidad de su hermano el Delfín es que intento cambiar de tema pese a su propio interés. -Tal vez yo termine con una mujer que parezca perro- pensó ya que pronto comenzarían a pensar en un matrimonio para él.

-O caballo- se burló Choza, aunque más que burla es que el sabía que en ocasiones una esposa hermosa no era suficiente, no lo sabría él que se llevaba mal con la suya.

-Escuche que es muy linda- murmuro Torifu para sí, sin poder evitarlo y es que él era temporalmente el único de sus hermanos que estaba soltero y lo preocupaba que su futura esposa no fuera tan despampanante como se decía que era Ino Yamanaka.

-¿Creen que hayan conejos aquí?- inquirió Choza repentinamente al ver que su hermano no había comprendido la indirecta, tenía que cambiar de tema, no quería molestar a su hermano el Delfín.

-Tal vez- comprendió Torifu, buscando entre la hierba crecía con su sable como hacían sus hermanos.

-Vengan- guio Choji, esperando no equivocarse al escuchar a través de la distancia que un carruaje se aproximaba.

Los dos príncipes siguieron a su hermano el Delfín que pese a ser un hombre "casado" lucia bastante desinteresado en cuanto a contemplar a su esposa se trataba siendo que sus hermanos le tenían envidia, especialmente Choza que no se llevaba para nada bien con su joven esposa, pero si trataba con ella en cuanto a…intimidad se refería era solo por el vital asunto que significaba dar un heredero a Francia, algo que le resultaba aburrido a Choji que si bien era un intelectual no se consideraba adecuado para vivir en un matrimonio, especialmente con alguien tan hermosa como lo era su esposa y como había apreciado en su retrato, el más exacto posible había dicho su abuelo, más eso solo contribuía a que Choji se sintiera más inseguro consigo mismo, ¿Cómo enamorar a una joven tan hermosa?, ¿Cómo no decepcionarla? Ni siquiera tenía tiempo para pensar en ello, envainando su sable y observando la llegada de un carruaje, obviamente no era el de sus abuelo el rey que siempre se trasladaba con toda la pompa posible; eran sus tías que ayudadas por los sirvientes y cargando en brazos a su infaltables y pequeños perros emitieron quejidos al descender del carruaje, él las veía con especial cariño pero sus hermanos y otros miembros de la corte las veían como a unas serpientes. Estas mujeres eran conocidas como "les Mesdames de Francia", unas solteronas poco agraciadas y antipáticas que, pese a no haber cumplido los cuarenta años, parecían unas ancianas. Yumiko, la mayor, era famosa por su lengua viperina y por ser la más mala de las tres. Madame Yoshino era muy devota y tan ingenua que muchos la creían tonta, pero desde luego que no lo era. De madame Leiko se decía que su extrema fealdad dejaba estupefacto a todo el que la conocía, pero eso no le quitaba maquiavélicos méritos.

-Hay mucho lodo aquí- observo Leiko, intentando acallar su desde por ensuciar sus tacones.

-Sí, mi estómago esta revuelto- se quejó Yoshino, apretando los labios con disgusto.

-Por Dios, que incomodo está el piso- gruño Leiko, desciendo la mirada e intentando no tropezar por error.

-Adelante, camina- apremio Yumiko que no contaba con un mejor estado de ánimo que ella.

Las hijas del rey intentaron sentirse más cómodas al caminar sobre el suelo repleto de hojas secas, pequeñas ramitas y piedras que intentaban evadir para no tropezar, pero al intentarlo solo llegaba a la conclusión de que literalmente no había a donde ir salvo caminar y esperar a que el rey llegara, pronto y tras ellas hubieron aparecido sus tres sobrinos, especialmente su querido Choji, el Delfín, que esperaban no fuera a una directa condena por haberse casado—por poderes, como se denominaba a una boda llevada a cabo por emisarios que ejercieran como representantes y en la distancia—con esa "archiduquesa austriaca", o "la austriaca" como ellas ya la llamaban porque era una extranjera, no había otra manera de verla sin importar lo ilusionado que su padre, el rey Jiraiya, estuviera por su llegada y la boda que se efectuaría aunque quizás la razón fuera la idílica razón de celebrar con su insufrible amante que hasta la fecha era la reina a la sombra, quizás esta era la única razón por la que estaba ahí deseando ver a "la austriaca", que pondría fin a esta nociva influencia. Finalmente y tras tata espera es que hubo aparecido la noble carroza del rey cuya estructura decorada en oro contaba con cuatro enormes plumas blancas decorando los extremos y recreando en la cima una réplica de la corona francesa. La ola aparición de esta carroza hizo que tanto los príncipes, el Delfín y ellas tres descendieran en profundas reverencias pese a lo molesto que consideraban el incómodo suelo, permaneciendo así hasta que la puerta del carruaje hubo sido abierta y hubo descendido el rey francés que a pesar de haber cumplido los sesenta años, tenía un porte distinguido y aún era el hombre más apuesto de su corte, y esto lo pensaba toda Francia. Acomodándose el sombrero, el engalardonado rey le indico al duque Otsutsuki que se acercara apenas y hubo descendido del carruaje, orden que el dignatario no dudo en acatar.

-¿Cómo es su busto?- pregunto Jiraiya ya que no había visto el modelo de mármol que recreaba el rostro y torso de la Delfina y que no había visto.

-No he visto el busto de la archiduquesa, Majestad- admitió el conde Otsutsuki, lamentando no poder ilustrar al rey.

-¿Enserio?, es lo primero que yo veo- rió Jiraiya pícaramente, con doble sentido.

Escuchando al rey, el duque Otsutsuki se reservó su opinión para sí mismo; después de todo el rey era amante de los placeres y tenía un ojo crítico para evaluar a las mujeres, el sabría si la Delfina era digna de ser reina de Francia…


Sintiendo el carruaje tambalearse y balancearse hacia delante, Ino mantuvo la vista fija en el retrato miniatura de su futuro esposo del cual sabía que le apasionaba la caza así como las cerraduras, esto último resultaba algo divertido para Ino, curioso y aburrido al mismo tiempo, pero sí de participar en la caza se refería ella le encantaba montar a caballo así que la tendría como infaltable compañera, si podía seguirle el paso, claro. Pensar en esto la hizo sonreír mientras cerraba le pequeño retrato y cuyo diminuto estuche combinaba a la perfección con su nuevo vestido; ya que la ropa anteriormente dispuesta para ella había sido "contaminada" por entrar en contacto con el cuerpo de alguien más, Ino había vuelto a verse despojada de toda su ropa tras regresar al pabellón francés, ahora emprendiendo su viaje para reunirse con su futuro esposo y su nueva familia. Alzando la mirada hacia el bosque de aspecto otoñal que a momentos parecía oro por la luz del ya próximo atardecer, luego de días de un viaje que en ningún momento se le había hecho pesado, no como el viaje que había hecho hasta Estrasburgo, porque ahora finalmente estaba en su hogar, en suelo francés. Choji Akimichi era un año mayor que ella, y al pensar en él Ino lo imaginaba alto y fuerte, obviamente deberían haber otras palabras en qué pensar, aparte de alto y fuerte, para describirlo, para ayudarla a imaginar y plasmar su realidad, pero el tiempo se le hizo corto, sintiendo que el carruaje se detenía y tras un momento de incertidumbre que la puerta se abría por el conde Shikaku que—sentado a su lado—fue el primero en descender del carruaje, corroborando que todo estuviera listo y así fue pues en un santiamén le ofreció su mano para ayudarla a bajar. Ahora y descendiendo del carruaje en cuya puerta abierta apoyo su mano temblorosa, aferrando la otra a la del conde Shikaku. Ino se vio enfrentada a un hombre mayor pero a quien no conocía, más no necesito desviar la mirada al conde Shikaku para saber que él la ilustraría.

-El Duque Otsutsuki, el ministro extranjero que fue clave en esta unión- comunico Shikaku, viendo el brillo de la alegría y emoción en los ojos de la Delfina que sonrió de inmediato al saber esto.

-Nunca olvidare que usted fue responsable de mi felicidad- las palabras que Ino estaba pronunciando no habían sido planeadas, porque esa era la verdad más pura emanando de su corazón y siendo pronunciadas por sus labios, con una sincera sonrisa.

-Y la Francia- contesto el duque, infinitamente elogiado con sus palabras. -Por favor- indilgo respetuosamente, recibiendo un inmediato gesto de aprobación de parte de la Delfina.

Desde donde estaba el rey Jiraiya creyó ver una aparición etérea al contemplar por primera vez a la joven Delfina que parecía ser el sinónimo más puro de elegancia, inocencia y belleza mezclados en una sola frase; perfección…enfundada en magnifico pero sencillo vestido de seda azul cielo que rosaría el suelo de no ser por ella que sostenía la tela para no tropezar al caminar; el corpiño de un profundo escote entre redondo y cuadrado no daba lugar a la imaginación haciendo saber que el busto de la Delfina era ciertamente pequeño, por ahora, el borde del escote estaba ribeteado en diminutas plumas de un celeste muy claro, casi blanquecino y cerrado hasta la altura del vientre por siete diminutos botones del mismo color de la tela, continuando en un corto faldón que enmarcaba las caderas antes de continuar en una larga faldas; mangas ceñidas a las muñecas y guantes de igual color ribeteados en encaje y decorados con unas diminutas cintas a semejanza del rosetón celeste claro entorno a su delicado cuello. Su largo cabello rubio estaba pulcramente recogido en un peinado francés que enaltecía su cuello y cuyos rizos dorados eran medianamente ocultos por una boina francesa con una pluma levemente más clara…era perfecta, así la veía Jiraiya. Con este nuevo ajuar, más elegante y restrictivo que el anterior, Ino se veía forzada a erguir aun la espalda, casi quitándole el aliento, pero se impulsaba a si misma a respirar sintiendo tras de si al duque Otsutsuki y al conde Shikaku, sosteniéndose a medias la tela de la falda de su vestido para no tropezar, recordando además que esta vez no podía arrojarse a los brazos de nadie, debía conservar su porte y dignidad, pero manteniendo la sonrisa en su rostro tanto por el placer de agradar como por la dicha que sentía, porque ahora ya no estaba sola, ahora estaba en su hogar y quienes esperaban recibirla eran su nueva familia, el miedo había pasado, ahora solo estaba su realidad.

-Ahí viene la austriaca- menciono Leiko burlonamente pero de una casi inaudible, para no ser oída.

-Espero que te guste el pastel de manzana- contesto Yoshino, sonriendo imperceptiblemente.

Las tres hermanas, tías del Delfín e hijas del rey, se sonrieron entre sí de forma cómplice, muchos recibirían bien a la Delfina, pero nunca dejaría de ser una extranjera, solo Dios diría que destino aguardaría a Francia en el futuro, hasta entonces ellas tres abogarían por lo mejor para Francia y sus intereses, ya tendrían oportunidad de juzgar a la sonriente e idílica joven "austriaca" y ver si merecía ser alabada…o condenada. No era solo el sentirse bienvenida—pues ya lo sentía por estar próxima a su nueva familia—sino que la razón por la que Ino sonreía con tanta dicha que se maximizaba cuando más caminaba era el rey Jiraiya que no le quitaba lo ojos de encima, él que era el hombre más poderoso y guapo de Europa, y sin duda lo era haciendo que Ino se cuestionara ¿Cómo es que podía tener sesenta años? Al analizarlo Ino supo que su mirada se deleitaba con su rosto y figura; le gustaba, se había llevado una buena impresión de su parte y eso era lo que hacía que en esos momentos Ino se sintiera poderosa, porque agradar al rey era su primera tarea y lo había conseguido. Ese hombre que le sonrió al tenerla finalmente frente a sí; sería su abuelo y también su padre, pese a la fascinante impresión que recibía de él con solo verlo por unos segundos, que a Ino por cierto se le hicieron eternos, no se sintió confundida por su grandeza-como había creído que ocurriría-porque le recordaba a su madre, era como tener una parte de su antiguo hogar en su nueva patria y se sentía plena por eso, apenas y pudiendo contener su alegría por su paternal proximidad y la intensa sinceridad de su recibimiento plasmado en su mirada, pero aun así esta vez Ino se mantuvo digna y no lo abrazo, solo le sonrió tanto con inocencia como familiaridad mimetizas tan perfectamente que estaba segura de que nadie habría podido confundir sus sentimientos.

-Le presento a Madame la Delfina, Ino Yamanaka-anuncio el duque Otsutsuki, siendo testigo de cómo la Delfina se sumía en una profunda reverencia ante su abuelo y rey.

-Mi querido abuelo rey- sonrió Ino, irguiéndose y sintiéndose en casa por la sonrisa que le dedicaba este hombre.

-Bienvenida, Madame- recibió Jiraiya, besándole el dorso de la mano por sobre la tela del guante, con galantería. Déjeme presentarle a mi nieto, Choji Akimichi- entonces el rey hubo dirigido toda su atención a su nieto, haciéndole saber a Ino quien de los tres jóvenes era su esposo.

Hasta entonces el Delfín se había mantenido de pie tras sus dos hermanos que se abrieron para dejarlo en evidencia ante su ahora esposa y que lo fascino al verla, más hermosa que su retrato y más alegre que lo que le habían dicho que diría. Chaqueta milita color rojo bordada en oro, pantalones de montar blancos y botas negra superiormente marrones a juego con el sombrero sobre su cabeza y que carecía de algún de ornamento…al verlo Ino pensó en sentir decepción pero no se lo permitió, ¿Por qué lo haría? Era su esposo, por supuesto que era reservado y torpe como le habían dicho o mencionado, entonces no había querido creerlo, pero por ahora lo único que podía pensar al verlo era en como agradarle, quería ser hermosa a sus ojos y nunca antes, aunque todos siempre le dijeran que era bella, es que Ino se sintio el ser más insignificante sobre la tierra, temiendo ser rechazada. Con esperanza Ino espero que él estuviera fingiendo desinterés hacia su persona, a ella en lo personal le gustaba bastante fingir, porque era la mejor manera de entretenerse jugando y porque era sumamente cómodo, pudiendo hacerse en cualquier parte. En su retrato Choji lucia delgado, alto y agradable, pero ahora Ino veía que era más…grueso de lo que sugería su retrato en miniatura y su semblante no presentaba indicio alguno de la viveza de los oscuros y luminosos ojos del rey Jiraiya. Al dar un par de pasos para estar frente a ella, Ino lo vio incómodo, casi con una expresión hosca en el rostro, pero aun así Ino no sintió nada negativo hacia él mientras lo veía ejecutar una torpe pero elegante reverencia como saludo, mostrándose tímido como había oído que era, más nada de eso le importaba a Ino que lo emitió ningún sino de decepción, dándole confianza con una diminuta sonrisa, tranquilizándolo e incomodándolo a la vez por la atención que le dirigía.

-Bienvenida Madame- saludo Choji amablemente.

Recordando todo lo enseñado más guiada por su propia intención de agradar es que Ino esta vez volvió a lanzarse solo que con lentitud hacia su esposo que se inclinó para besarle la mejilla, pero en lugar de apartarse como el esperaría que hiciera tras esto, Ino lo abrazo, ¿Sorprendiéndolo? Tal vez porque lo sintió temblar, pero aun así le correspondió, acariciando su espalda por sobre la tela del vestido tal y como ella o hizo aferrándose a sus hombros por un momento, sintiendo la tela de su chaqueta contra sus guantes antes de romper con lentitud el abrazo. Rompiendo el abrazo, Ino lo observo esperando ver más confianza en él al haber realizado este gesto, pero seguía siendo todo torpeza y timidez, descendiendo la mirada y evitándola, no encontrando palabras que decirle, pero Ino lo entendía y no se sentía mal, no la había rechazado ni tampoco parecía despreciar su afecto, eso era todo cuanto podía pedir porque una pregunta nació en su interior al sentir aun el recuerdo del beso que le había dado en su mejilla; ¿Así son los besos? No sentí nada…concluyo Ino, guardándose sus dudas y preguntas para sí misma, volteando a ver al rey Jiraiya que parecía aguardar expectante a su lado, obviamente aguardando que su nieto fuera del agrado de ella y lo era, no podría ser de otro modo, por lo que Ino le sonrió con máxime felicidad, y es que no tenía miedo; conquistaría su corazón demostrando que sería su amiga y que deseaba de todo corazón resultarle agradable, placentera e irresistible, porque sería para él, y él para ella. Viendo el escaso intercambio de miradas entre los jóvenes y como Ino parecía sonreír a todos cuanto la veían, las tres tías solteras del Delfín e hijas del rey Jiraiya no sintieron animadversión…pero tampoco afecto por esta archiduquesa austriaca…perdón, Delfina.

-Parece una niña- murmuro Yumiko.

Jiraiya estaba satisfecho, claro que la joven Delfina era espontánea y un poco infantil pero eso no era necesariamente mal sino más bien todo lo contrario porque así se adaptaría mejor a la alegre y festiva corte de Versalles donde seria infinitamente bienvenida, además de que la Emperatriz Miyuki, en una carta anteriormente le había pedido ser paciente con esta joven niña y lo seria, no solo porque era un regalo del cielo sino también porque ya era parte de la familia, ahora no estaba en una tierra extranjera, estaba en su hogar. Choji observo muy vagamente a su sonriente esposa, pues aunque debiera llevarse a cabo una ceremonia religiosa, por el protocolo, Ino Yamanaka y él ya estaban casados; su preceptor lo había prevenido de la maldad de los Yamanaka y temía que bajo todo este aspecto angelical la Delfina no fuera sino una víbora en lugar de una mariposa. Fuera del alcance de las críticas, sobre el lomo de sus caballos y pegados al carruaje de la Delfina, Sasuke y Sakura finalmente se observaron, soltando el aire que involuntariamente habían contenido por temor a que algo saliera mal y es que habían estado bastante cerca de correr un peligro muy real, pero afortunadamente y ahora junto a los miembros de la familia real es que la Delfina no podía estar más a salvo de lo que estaba. Hasta la fecha tanto Sasuke como ella se habían quejado secretamente porque la cote de Versalles no había probado ser la odisea de aventuras que habían esperado que fuera, más bien era un nido de cotorras que no paraban de chismorrear en pro de su propio beneficio…pero ahora se venía la verdadera aventura, para ambos.

Partirían de regreso a Versalles.


Luego de una cálida introducción a los demás miembros de la familia real, las tías solteras de su esposo; Yumiko, Leiko y Yoshino, así como sus hermanos los condes de Provenza y Artos; Choza y Torifu, todos los carruajes habían vuelto a ponerse en marcha hacia el castillo de La Muette, en Paris, ya que era la única ciudad lo suficiente próxima a Versalles como para hacer el viaje sumamente corto, aunque esta vez Ino no se sentía cansada en lo absoluto, ¿Cómo? Ya había transitado la mayor parte del viaje desde Viena hasta este punto, y había atravesado por momentos sumamente difíciles, por decir algo, cansarse a esas alturas sería ridículo. Sabía lo que sucedería a partir de mañana y cuando llegar a Versalles; por protocolo se efectuaría una boda "fingida" o recreada ya que estaban cazados por poderes, pero esto era algo que requería la corte versallesca según sabía, luego de eso y cuando ella y Choji estuvieran solos en la cama…sucederían ciertos acontecimientos, los que sucedían en la vida e toda pareja casada y que a su debido tiempo la haría quedar embarazada, nueve meses después de la boda daría a luz a un hermoso bebé, un futuro rey como tanto esperaba poder hacer y que cuando su esposo Choji—cuando ya hubiera ejercido como rey de Francia—muriera, seria rey y Dios mediante la tendría a ella para ayudarlo como su madre la Emperatriz Miyuki hacía con su hermano Deidara. Todo sonaba idílico y perfecto, pero habría quiebres; como había sucedido en el caso de sus propios padres quizás—como todos reyes de Francia—su esposo tuviera amantes, pero ella en cambio sería una mujer con dignidad que amaría a sus hijos y que estaría ahí para él cuando retomara el rumbo y recordara que era su esposa, como había sido el caso de la reina Mei Therumi cuando había vivido y que había sido tan ama por el pueblo, eso era todo cuanto Ino podía desear. Intentando no sumergirse tanto en el futuro es que finalmente reparo en las palabras que la condesa Utatane le estaba diciendo, evitando parecer desconcertada en el proceso.

-El comandante Haruno es el elemento más destacado de la guardia real- elogio Koharu, al ver la atención que la Delfina dirigía hacia la comandante de la guardia.

-Cierto, ha sido muy amable conmigo- coincidió Ino, dedicándose a observar al comandante de la guardia, montado sobre su caballo y que se encontraba justo a su derecha, sin saberse observado.

-Tanta valentía, apostura, elegancia y coraje…-enumero la condesa Utatane, ya que en un hombre todas estas características lo harían un magnifico partido y centro de las miradas de las damas de la corte y así eran, solo que Sakura era una mujer. -Es una lástima que sea mujer- suspiro finalmente, lamentando que esa bellísima joven no prefiriera vivir en la corte y usar vestidos que ensalzaran su belleza.

-¿Qué?, ¿Es una mujer?- Ino a punto estuvo de tartamudear y es que lo que estaban diciendo le quitaba de la mente sus ensueños casi románticos que había tenido entorno a este "hombre" y héroe que la había salvado.

-Si, Sakura Haruno, pero todos nos dirigimos a ella como el Comandante Sakumo- esclareció Koharu, sonriendo levemente por el desconcierto de la joven Delfina. -Me sorprende que nadie se lo haya comunicado- admitió por fin, alzando la mirada hacia el conde Shikaku que se sintió avergonzado por haber olvidado ese pequeño detalle.

-Que desilusión- murmuro Ino, haciendo un puchero levemente infantil.

Con esta nueva prospectiva en la mente y pudiendo ver todo de forma diferente, Ino esbozo una curiosa sonrisa al observar con detenimiento a su protectora y guardiana; su forma de montar era delicada en comparación al hombre que siempre la acompañaba, sus rasgos eran tan frágiles que podían confundirse con lo de un hombre noble, pero la forma de su rostro, sus labios, nariz y ojos tenía un matiz muy específico y distintivo, y su figura tan juvenil cubierta por una guerrera disimulaba los encantos en pleno florecimiento como sucedía con ella misma bajo ese restrictivo vestido cuyo corsé apenas permitía a la Delfina llenar medio pulmón con aire. Ino apenas y contuvo el deseo de imaginarla con un vestido blanco que engalanara su figura y su cabello rosado peinado de forma elegante y decorado con flores y piedras preciosas…¡Era toda una belleza! Y en lugar de vestir como mujer elegía estar perpetuamente sobre el tomo de un caballo, usando espada y vistiendo como hombre, aunque la fascinación por los caballos era algo que Ino podía entender, después de todo ella misma se sentía infinitamente plena al montar, esperaba que ambas pudieran ser amigas, porque ella era la primera mujer que había hecho algo así por ella, era un ser tanto hermoso como particular y que ya evocaba toda su curiosidad. Ya habría tiempo de conocerse en profundidad y quizás ambas tuvieran la suerte de poder ser amigas, pero por ahora y ya a simple vista, Ino ya la quería como amiga, era la mujer más segura, digna, independiente, fuerte y fascinante que hubiera visto, la única mujer de ese tipo que había conocido a decir verdad, quería tenerla continuamente cerca y al ser su guardián esto si era posible.

Sakura Haruno e Ino Yamanaka, dos vidas tan distintas y semejantes, entrelazadas, muchas aventuras habrían de enfrentar juntas, pero el destino quizás eligiera ser caprichoso, vivirían y sentirían amor, alegría, tristeza, desilusión…eso era algo que solo el destino decidiría, pero una cosa si era segura; ambas serian testigos del futuro de Francia.


PD: les dedico mis más afectuosos saludos a ustedes mis queridisimos lectores, vuelvo a cumplir lo prometido pese a haber albergado dudas en su podría cumplirlo a tiempo, avisando de antemano que actualizare el fic "El Siglo Magnifico: La Sultana Sakura" durante esta semana y "El Sentir de un Uchiha" el fin de semana :3 volveré a clases el 12 de marzo pero solo se los digo como noticia y no porque mi rutina vaya a cambiar en algo sino más bien todo lo contrario :3 "La Bella & La Bestia"-que quizás actualice dentro de una o dos semanas-al igual que "El Siglo Magnifico Mito Mei & Mikoto" son fics mas extensos y que prometo continuar pero solo hasta haber finalizado algunos o dentro de poco por lo que les pido paciencia, prometiendoles volver a actualizarlos antes de que termine marzo, prometido :3 les recuerdo que ya finalice el guion completo-diálogos y detalles menores-de la futura adaptación de la película "Avatar", por lo que les pido a los interesados que comenten cuando quieren que inicie el fic u otro que tengan en mente, esperando contar con su aprobación, por supuesto :3 como siempre la actualización esta dedicada a DULCECITO311(que siempre esta cerca y a quien dedico y dedicare todas mis historias, alegranome de que este biejn proque me preocupe por su breve ausencia, comprendiendo cualquier razón que tuviera y enviándole muchos besitos :3) a UchihaMun (agradeciendo con el alma que esta historia sea de su agrado y esperando cumplir con sus espectativas) :3 y a todos aquellos que sigan cualquier otro de mis fics :3 les recuerdo que además de los fic ya iniciados tengo otros más en mente para iniciar mas adelante en el futuro: "El Siglo Magnifico: El Sultan y La Sultana" (siguiendo el final que haré para el fic de "El Siglo Magnifico; La Sultana Sakura" e inspirado en la serie "Medcezir"), "Avatar: Guerra de Bandos" (una adaptación de la película "Avatar" de James Cameron cuya secuela comenzó su rodaje, y cuyo guion-de la primera pelicula-ya he terminado), "La Bella & La Bestia: Indra & Sanavber" (precuela de "La Bella & La Bestia", que prometo actualizar cuando tenga tiempo) "Sasuke: El Indomable" (una adaptación de la película "Spirit" como había prometido hacer) "El Siglo Magnifico; Indra & El Imperio Uchiha" (narrando la formación del Imperio a manos de Indra Otsutuski en una adaptación de la serie "Diriliş Ertuğrul"), por no hablar de las películas del universo de "el Conjuro" y que prometo iniciar durante y a lo largo de este año :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima.

Datos del Anime/Manga Lady Oscar o Versalles no Bara:

-Ino Yamanaka/Maria Antonieta: por supuesto que históricamente este intento de asesinato a la Delfina no sucedió, pero tanto en el manga como en el anime se ilustra como una forma de unir y hacer que se conozcan la capitana de la guardia real y la futura reina de Francia. Maria Antonieta (Ino Yamanaka) fue hija de la tan amada Emperatriz Maria Teresa (Emperatriz Miyuki), apodada como "la matrona de los pueblos" pero que nunca fue una madre atenta pero si una excelente soberana, pero de haberlo sido creo que Maria Antonieta (Ino Yamanaka), quizás, hubiera sido una mejor reina de Francia, por lo que la falta de atención de su madre tendrá nefastas consecuencias en el futuro y la hará intentar sentir amor de aquellos que la rodean, pero no sabiendo si son honestos con ella o no.

-Anime/Manga: en la serie "Lady Oscar" y en el manga "Versalles no Bara" el viaje de la Delfina desde Austria a Francia parece tardar horas pero no las semanas que realmente tomo en la historia y diferentes puntos históricos donde se llevo a cabo, lo que si se mostró en la película de Sofía Coppola "Maria Anotnieta: la Reina Adolescente" al igual que en la película francesa "Marie Antoniette: La Véritable Histoire", además de que me estoy basando en los libros "Reinas Malditas"de Cristina Morato (que narra en uno de sus capítulos la vida de Maria Antonieta) y "Opulencia" de Sena Jeter Naslund (que cuenta la historia de Maria Antonieta desde el viaje a Estrasburgo, como ella lo vivió y sintió), intentando ser lo más históricamente precisa que pueda, en todo; fechas, lugares y personalidades :3

-Duque de Orleans/Duque Orochimaru: el duque Luis Felipe II de Orleans (Orochimaru) fue un personaje real que vivió durante el reinado de Maria Antonieta (Ino Yamanaka) y que fue uno de los precursores y principales causantes de su impopularidad, al igual que las tías solteras del Delfín, lo que hará que el pueblo crea los rumores sobre la futura reina de Francia, y que acabara por llevar a Maria Antonieta (Ino Yamanaka) a la guillotina durante la revolución, habiendo sido una completa victima tanto como sus hijos, pero esto obviamente lo desarrollare más adelante.

-Dato sobre mi :3 : como ya habrán notado, por lo obvia que he sido, soy fan SasuSaku de todo corazón, fue la primera pareja que supe que terminaría como tal y tiene un gran lugar en mi vida por ello, pero no quiero que piensen que solo por eso es que tanto Sasuke como Sakura son siempre mi primera opción para una adaptación, lo hago porque sus personalidades y características se adaptan a mis series y películas favoritas que he visto, de hecho me hago un casting mental al imaginar una adaptación, seleccionando que personaje es quien y porque. La verdad quería decir esto desde hace mucho, para todos quienes siguen mis historia, porque quiero que sepan que no solo exploro una historia desde la perspectiva "fan", sino intentando ser imparcial o neutral, por lo que si tienen alguna sugerencia de otras parejas e historias en verdad los animo con el alma a que comenten lo que sea que tengan en mente, tanto sobre una historia nueva o sobre alguna que este en proceso.