-Este fic es una adaptación del manga y anime "Versalles no Bara" de Riyoko Ikeda junto a la película de 1979 "Lady Oscar" de Jacques Demy, la película conmemorativa de 1989 "La Revolución Francesa" y la película "Maria Antonieta: La Reina Adolescente" de Sofía Coppola. Los personajes pertenecen por completo a Masashi Kishimoto, más los personajes de carácter secundario y modificaciones las personalidades, hechos y trama corren por mi cuenta y mi entera responsabilidad. Les sugiero escuchar "Pulling Our Weight" de The Radio Dept, que es el soundtrack usado durante la partida de caza en que participa Maria Antonieta en la película de Sofía Coppola.
Sentada a la mesa, Ino jugo distraídamente con su tenedor, haciendo tambalear la gelatina amarillo limón que reposaba en su plato, adornada por un par de cerezas y que pese a su aspecto apetecible, no llamo seriamente su atención al saberse objeto de atención de parte de los presentes que cotilleaban entre sí de modo rutinario, aburriéndola y haciendo que se sintiera fuera de lugar al no comprender las conversaciones con doble sentido que algunos próximos a ella compartían. Tras el inicial deslumbramiento, Ino había vito como el pasar de las semanas convertida a aquel hermoso palacio recubierto de oro en una especie de prisión que le impedía abrir las alas y volar, como deseaba hacer, diariamente se decía muy sola y se aburría con facilidad al no tener mucho que hacer salvo verse hermosa e intentar formar amistades además de Sakura, la princesa Matsuri y sus cuñados los príncipes Choza y Torifu, que casi tenían su edad, por no mención, que casi tienen su misma edad. Desde la primera hora de la mañana no podía estar sola, desde que la ayudaban a vestirse hasta el hecho que representaba pasear sola, coa que obviamente no podía hacer, siempre debía haber alguien observándola, más pese a las innumerables limitaciones y restricciones, había aprendido a no dejarse abatir, al fin y al cabo quizás con el tiempo pudiera adaptarse mejor ya que este era su nuevo hogar.
-Tuvo que despedir a sus sirvientes, mi doncella conocía al cocinero- rió una de las presentes o eso fue lo que Ino consiguió oír.
-Conoce a todo el mundo- concordó su compañera de mesa, -la condesa Utatane se ve muy molesta- observo a la estricta institutriz de la Delfina y que casi parecía rumiar mientras consumía su cena.
-Creo que su esposo le ha dado problemas pasando demasiado tiempo con sus mozos de cuadra- opino un noble caballero junto a ambas.
-Demasiado- volvió a concordar la misma noble dama que además se encontraba sentada junto al Delfín, -Ino se ve muy bella esta noche- observo haciendo que el joven Delfín alzara la vista hacia su esposa, sentada frente a él en la mesa, separada por la amplitud de la larga mesa.
-Sí- asevero Choji, desviando inevitablemente la mirada hacia su esposa.
Tal vez y pese al indiscutible paso de las semanas desde el día de su boda no hubieran consumado su matrimonio ni avanzado en ello en ningún concepto, ni a interactuar demasiado, pero no era porque Choji no sintiera nada hacia ella, sino porque quería darse el tiempo de conocerla y de sentirse a gusto con ella que podía abrumarlo con su belleza, como si fuera una especie de ninfa que parecía flotar entre las nubes. La Yamanaka se encontraba enfundada en un inocente vestido rosa pastel de cortas y ceñidas mangas hasta los codos, con holanes en forma de plumas que a su vez decoraban lo hombros, el escote y el dobladillo de la falda, formando sutiles rosas y diminutos jazmines por sobre la seda; su largo cabello rubio estaba peinado de forma elevada para exponer su largo cuello provisto de una fina guirnalda de diamantes color rosa que dejaba caer un pequeño dije de cristal rosa en forma de lagrima a juego con sus pequeños pendientes y las flores entre blancas y rosáceas que adornaban su cabello; si su esposa podía ser aún más hermosa, Choji no era capaz de imaginarlo, ni de verbalizarlo debido a su timidez, desde luego. Intentando no parecer demasiado absorto, Choji devolvió la atención hacia su plato, más sin perder de vista la ligera sonrisa en los labios de Ino que se continuo observándolo por unos segundos más antes de cambiar sutilmente el foco de su atención.
-Encantadora- adulo sinceramente la duquesa Kurenai Yuhi, -una vida nueva por desgracia, cuando uno lo piensa, esa pobre Ino Yamanaka, tan joven, tan…- descendió su voz en un susurro para que su comentario no resultara ofensivo, -tal vez debería volver a su país- opino inevitablemente ante a evidente juventud de la encantadora Delfina.
Por su puesto que Ino escuchaba todas esas conversaciones referentes a ella, pero ¿le importaban? No realmente ya que nadie tenía una opinión negativa de ella hasta ahora, porque él no hacía nada para que alguien pudiera ofenderse, por el contrario no hacía sino dedicare a agradar a su nueva patria y a su querido abuelo rey que siempre estaba cerca para mostrarle su apoyo y predilección por ser su "nuera favorita", al menos se sentía segura, eso ya era algo, ¿no? Un par de pasos tras la Delfina y de pie tras la mesa con un aspecto reservado y estoico, Sakura convirtió su gesto estricto y serio en una ligera sonrisa en cuanto sintió movimiento a su lado, desviando la mirada hacia Sasuke que le dirigió una mirada como respuesta. No era ninguna broma decir que no tenía nada que hacer últimamente, no con la hermosa e ingenua Delfina intentando adaptarse a la corte y con el pueblo en absoluta calma desviviéndose por desear verla en algún momento, encandilándose con los rumores de su belleza. Las monótonas conversaciones de los presentes resultaban tan aburridas para Sakura como los sermones que en su día le había dirigido su padre cuando actuaba con rebeldía, pero la presencia de tres damas que últimamente no cesaban de aparecer, inevitablemente llevo a Sakura a contemplar un posible problema de cara al futuro, un problema que Sasuke y ella comprendían a la perfección.
-Sasuke, ahí están esas mujeres- señalo Sakura con una ligera sonrisa.
-Las tías del Delfín- bufo el Uchiha con toda la sutileza del mundo, -no puedo creer que las trajeran- negó para sí ante aquellas tres ancianas arpías.
-Lo sé, ¿dónde estuvieron metidas todos estos años?- bromeo la Haruno mordiéndose el labio inferior para no reír y es que tenía la misma opinión que el Uchiha sobre las tías del Delfín. -Temo cual sea la reacción de la Delfina cuando sepa quién es la condesa Emi- suspiro inevitablemente ya que la amante del rey ocupaba su lugar de "honor" junto a él en la mesa, sin ningún tipo de decoro.
-Apuesto todo lo que quieras, y más, a que las tías del Delfín se lo harán saber- planteo el Sasuke, conociendo de lo que esas mujeres eran capaces.
-Acepto- contesto Sakura de ipso facto, convencida de lo mismo que él.
Las tres hijas solteronas del rey Jiraiya eran famosas por su lengua viperina y es que no en vano podía decirse que eran tan poco agraciadas como malvadas, tomándose atribuciones que no les correspondían en lo absoluto, pero…entre ellas y la amante del rey, Madame Emi, ¿Quién era mejor y quien era peor? Simplemente no se podía escoger cuando las cuatro mujeres eran unas auténticas villanas de pies a cabeza. Ino reparo en una mujer que se encontraba sentada junto al rey Jiraiya, de cuando menos veinte años, de belleza vigorizante y voluptuosa que se exhibía en sus mejores galas, con sumo desparpajo y arrogancia, aún más que como si fuera la reina, cosa que por supuesto no era. Unas ceñidas galas rojas de escote cuadrado y profundo cubrían su figura, bordadas en diamantes y decoradas con encaje plateado a juego con los prominentes diamantes que conformaba sus joyas. Hasta donde Ino tenía entendido, el rey no tenía una segunda esposa que ocupara su atención del modo en que lo hacía aquella mujer lasciva que sin ningún respeto se hacía motivo de su deseo, además y siendo tan joven es que Ino no pudo evitar desviar la mirada hacia la condesa Koharu Utatane que se encontraba sentada junto a ella, a su derecha; como en tantas oportunidades desde su llegada, aquella estricta mujer era su único modo para conocer todo cuanto la rodeaba, y ahora deseaba saber quién era aquella mujer.
-¿Quién es ella?- indago Ino en un sutil susurro que llamo la atención de la condesa.
-Esa señorita…- Koharu intento buscar las palabras adecuadas conque referirse a aquella mujer, sin hacer que se escandalizara la joven Delfín, -viene a darle placer al rey- concluyo con una ligera y simplista sonrisa.
-Es Emi, la amante del rey- informo Yoshino, sin tolerar en lo absoluto una mentira de ese tipo, -no podría entrar a la corte pero el rey hizo algunas maniobras para protegerla- evidencio señalando ligeramente con la mirada a Madame Emi.
-¿De dónde viene?- inquirió la Delfina, conteniendo su disgusto.
-De cada cama en Paris- contesto Leiko, con asco ante la presencia de esta baratija para incredulidad de la Delfina.
-No creímos que duraría tanto hasta que se casó con el conde, y él fue enviado convenientemente a alguna parte- desdeño Yoshino, avergonzada de la conducta del rey.
-Y no se queda en la alcoba- añadió Leiko inevitablemente.
-No- segundo Yumiko, negando para sí.
-Es muy vulgar y extremadamente irrespetuosa- suspiro Yumiko, jugando con el tenedor entre sus dedos.
-Y temo decir esto pero creo que no la recibió con respeto- acoto Yoshino, enalteciendo la dignidad de la Delfina por sobre la de aquella meretriz, -es solo mi opinión- añadió, encogiéndose de hombros.
Escuchando a la condesa Utatane y a las tías de su esposo, y siendo honesta, a Ino no le molestaba que no todos le tuvieran respeto, al fin y al cabo el mundo era basto y todos tenían opiniones diferentes, no siempre se podía agradar a todos, pero…la presencia de aquella mujer era una ofensa terrible hacia la de la reputación de la dinastía y del rey. Los hombres tenían amantes, eso lo sabía bien por su difunto padre Inoichi que si bien había amado a su madre y ella a él, había tenido muchas aventuras, pero todas eran algo aislado, mujeres sin importancia que ni siquiera exhibían su rostro por decoro. Pero esta mujer se comportaba como si fuera una reina, se pavoneaba de un poder inexistente y se exhibía como si su condición de amante fuera algo glorioso, más era todo lo contrario. Pero un pensamiento desconcertó a Ino; si esa mujer era de conocimiento público, ¿Por qué su madre no la había informado de su presencia? Como si le hubiera leído el pensamiento, Emi alzo la mirada hacia la Delfina, como si la retara, como si se considerara superior, cosa que desde luego indigno a Ino. Un sirviente se próximo a la mesa para depositar una bandeja, rosando por equivocación su cuerpo contra el vestido de la noble amante del rey que al sentir dicha proximidad lo golpeo con su abanico, alejándolo de si y volviéndose el foco de atención de todos los presentes.
-¿Viste eso?- inquirió Emi al rey, indignada a más no poder, -¿Así es como la gente me trata?- cuestiono en voz alta en caso de que alguien no la hubiera oído.
-Que lo azoten- ordeno Jiraiya, incapaz de negarle nada a su amante.
-Nadie me trata como dama aquí- se quejo Emi, ofendida en su orgullo. Seguidamente tomo su copa de champagne, bebiendo sin ningún disimulo su contenido, emitiendo un eructo espontaneo al devolver la copa a la mesa -Pardon- se disculpó sencillamente.
-¿Escuchaste eso?- cuestiono Asuma a su esposa Kurenai, en el otro lado de la mesa. -Eructo en la mesa- su esposa solo pudo encogerse de hombros como respuesta, esbozando una sutil sonrisa.
Era bochornoso que una mujer de tan poca alcurnia y dignidad como lo era Madame Emi, una mera condesa por matrimonio y con una reputación tan controvertida pudiera pavonearse de todo cuanto poseía, con orgullo; pero Sakura sabía muy bien que ella en lo personal no estaba ahí para manifestar su opinión sino que tan solo para cumplir con su deber, nada más. De pie unto a ella y como en tantas otras ocasiones Sasuke no supo que hacer o decir para calmar la tormenta que veía formarse en sus hermosos ojos; Sakura podía ser fría, indiferente e incluso distante, pero tenía un carácter sumamente volátil y que no sería capaz de control más que por su deber como comandante de la guardia y además guardiana de la Delfina Ino Yamanaka, pero si había una persona que despreciara a Madame Emi además de los rapiñadores cortesanos y las tías del Delfín Choji y él por su puesto junto a u hermanos; esa persona era Sakura y él, no es como si tuvieran un prejuicio contra la idea de intentar ascender socialmente para sobrevivir y vivir la vida con estabilidad, pero no pasando por encima del resto del mundo, aquello definitivamente no era justo. Pese a intentar no ver todo absolutamente rojo por su frustración, Sakura fue perfectamente capaz de notar la mirada de la hermosa Delfina que aun sentada ante la mesa giro ligeramente el rostro hacia ella, llamándola con la mirada de manera cómplice.
-Sakura- llamo Ino haciendo que la comandante Haruno se aproximase de inmediato, -¿conoces a esa condesa?-indago en un susurro solo audible y comprensible para ambas.
-Temo decir que si y no es alguien con quien su alteza deba relacionarse- contesto Sakura que en lo personal no sentía nada…positivo hacia la amante del rey.
-Ni quiero- acepto la Yamanaka, intentando no dejarse dominar por su indignación, -mi madre enviaba a mujeres de su clase a un convento a reformarse- comparo, suponiendo que no se hacía lo mismo en su nuevo hogar.
-Comparto esa opinión, alteza- sonrió Sakura con sutileza, obteniendo una luminosa sonrisa como respuesta.
-Sakura, soy solo yo- recordó Ino, ya que estaba junto a una amiga y no una desconocida, -en mi presencia no necesitas tanto formalismo, puedes fundirte como mejor te parezca- dio a saber, dándole el privilegio único de tutearla siempre que quisiera hacerlo.
Ambas se habían prometido la una a la otra que, pese a las adversas circunstancias, siempre podrían hablarse con libertad y ser amigas, tenían la misma edad y atravesaban—parcialmente—por las mismas circunstancias, forzadas a seguir un camino de vida previamente escrito por sus progenitores y el destino mismo, solo que por razones y circunstancias ligeramente dispares entre sí. Esbozando una ligera sonrisa como respuesta, y guiñándole un ojo, Sakura se retiró apropiadamente de regreso hacia el flanco de las enormes puertas, manteniéndose estoica pese a escuchar a la inocente Delfina contener una melodiosa risa antes de volver a concentrar su atención en la mesa y en las monótonas conversaciones que tenían lugar como si ella en ningún momento hubiese dejado de prestarles atención alguna. Aun desde donde estaban, no hubo sido dificultoso en lo absoluto para Sasuke y Sakura percibir el cambio en el enfoque de la conversación que ahora giraba no entorno a la amante del rey sino a la inocente Delfina de buen corazón, enjuiciándola y atreviéndose cuestionar lo positivo y agraciado que había en ella como si fuera una especie de moneda de canje. Sakura recorrió sutilmente con la mirada a todos los presentes antes de centrarse en la Delfina que si bien podía o no escuchar los cotilleos, parecía intentar ignorarlos, fingiéndose cordial con todos quienes hablaban de ella.
-Es linda…para ser austriaca- comento en un susurro uno de los presentes.
-Es encantadora, se ve como un pastelillo- coincidió encandilada una de las damas.
-Sera interesante ver cuánto dura- sonrió inquisitivamente su compañera de mesa.
Sintiendo como la ira y frustración volvían a apoderarse de ella, Sakura sintió la mano de Sasuke sobre su hombro, haciéndola girar su rostro hacia él que le hacía ver—como siempre—que aquella no era ocasión de desenfundar el sable y combatir, no si se trataba de una lucha que no pudiera ganar. Pobre, pensó Sakura para sí misma, emitiendo un casi inaudible suspiro a modo de resignación y manteniéndose pétrea; la inocente Delfina aun habría de tolerar mucho más adaptándose a aquella nefasta corte.
Aunque no contaba con demasiado tiempo con el que entirse independiente y plenamente a gusto, Ino había aprendido a vivir ente dificultades, tolerando la bochornosa presencia de la condesa Emi, la amante del rey, y en parte la lejanía de su esposo que incluso había intentado evitar compartir la misma cama que ella por varias noches, tanto que el propio rey Jiraiya había tenido que oír sus preocupaciones para proceder a hace que su nieto el Delfín volviera a pasar la noches en la misma cama que su esposa. Ella y Choji aún estaban conociéndose y por ende no podían juzgar si eran afines ente si y si podrían ser felices, aún era demasiado pronto para decirse tal cosa y ambos eran por completo inexperto como para dar testimonio de si podrían consumar su matrimonio, lo cual era obviamente la razón tras el problema, hasta ahora. Otra noche había llegado al hermoso Palacio y recostada sobre la cama, bajo las sabanas, en camisón y con sus largos rizos dorados sobre sus hombros y tras su espalda; Ino volvió su rostro hacia su esposo que despojado de su ropa cortesana y ahora en ropa de dormir, ocupaba su debido lugar junto a ella luego de haber pasado gran parte de la tarde entre los bosques, de cacería y bajo la leal vigilancia y protección de Sakura que cuando no la vigilaba a ella, protegía al Delfín y actuaba como si fuera sus ojos para saber que sucedía mientras ella no podía estar ahí para saberlo.
-Excelente cacería- suspiro Choji de un humor excelente, metiéndose bajo las sabanas.
Le gustaba escucharlo haber así feliz, a gusto y capaz de saber que podía expresarse con libertad junto a ella, saber que podían hablar era lo que le permitía tener esperanzas y que, ahora, le permitió recostar su cuerpo junto al suyo, reposando a medias su cabeza contra su hombro, batiendo las pestañas con inocente coquetería, y sonriendo con tanta amabilidad como le era posible para parecer encantadora ante sus ojos. No es que no sintiera nada por Ino, todo lo contrario, su belleza indudablemente despertaba en el Akimichi sentimientos que Choji no ser de todo capaz de comprender, y no es como si no quisiera pasar todo el tiempo que pasaba diariamente lejos de ella, pero…era un hombre muy inseguro de sí mismo y de sus capacidades para cumplir apropiadamente con su papel de esposo, así había sido desde antes de casarse con la hermosa Yamanaka, más su inseguridad había aumentado al conocerla, porque ella le resultaba tan sublimemente encantadora que lo asustaba, despertaba en él el temor de no resultar encantador. Necesitaba más tiempo conociéndola y mediante el cual aprender a sentirse cómodo en un mismo entono como hacía con otras personas de su entera confianza como lo eran Sakura y Sasuke, así como su abuelo el rey y sus tías. No; esta noche no se sentía diferente a las otras, continuaba sintiéndose incapaz de corresponder a sus miradas y hacer…lo que se suponía que hicieran.
-Me siento cansado- se excusó el Akimichi, intentando no parecer desinteresado.
Seguidamente el Akimichi no hubo dudo en reacomodarse sobre la cama para dormir, teniendo a su joven esposa recostada a su lado, más aun así cerro los ojos como si estuviera completamente solo. Otra vez y conteniendo la respiración para no bufar de la frustración, Ino intento protestar, pensó en hacerlo e incluso entreabrió los labios para decir algo, más ninguna palabra abandono su boca. ¿Qué podía hacer o decir?, ¿Ofrecerse como una concubina? Ni siquiera tenía muy claro que era lo que pasaba entre un hombre y una mujer, solo lo teórico, no la práctica y no estaba ahí para ofrecerse sino para obedecer. Intentando mostrarse tan tolerante como debía, Ino entrelazo una de sus manos por sobre las de su esposo, mostrándose presente. Aun sin abrir los ojos, Choji estrecho su mano con afecto antes de soltarla y disponerse a dormir, como todas las noches hasta ahora.
Era solo otra noche más…
-Alteza real, servir carnes frías en una fiesta de caza no es la conducta más adecuada para la futura reina de Francia- regaño con sutileza el embajador Shikaku.
El embajador Shikaku Nara se había ausentado tras la boda, regresando a Austria para informar a la Emperatriz Miyuki, pero ahora volvía a hacerse presente como la figura a la que ella le tenía tanta confianza y estima, solo que con reprimendas, tal y como se manifestaba su madre mediante incesantes cartas. Se encontraban juntos en el gran salón fuera de sus habitaciones privadas, rodeados de pequeños perros que repanchingaban libremente por el suelo, y sus doncellas que sentadas en los sofás contiguos bordaban y charlaban…y la presencia de Sakura junto a las enormes puertas de sus habitaciones, custodiándola, como siempre. El embajador Shikaku debía reconocer que estaba maravillado con la metamorfosis que había sufrido la joven Delfina; y es que si bien siempre había sido hermosa, ahora relucía como la mariposa más sublime que se pudiera imaginar, luciendo un espléndido vestido de seda rosa pastel de mangas cortas y ceñidas hasta los codos, decoradas con finos holanes de tul blanco como en el borde del profundo escote cuadrado, cerrado por cinco cordones celeste claro, y ribeteado en encaje en el centro del corpiño y a lo largo de la caída y el dobladillo de la falda, a semejanza de la cinta de seda en forma de moño que adornaba su largo cuello, a juego con el sonrojo de sus mejillas, con sus largos rizos dorados recogidos para dejar caer una fina coleta sobre su hombro derecho, acentuando un par de pendientes de diamante en forma de ovalo.
-Solo quería ser una esposa amable en la caza del Delfín- justifico Ino despreocupadamente, -no estoy lastimando a nadie- aseguro ofreciéndole un par de dulces en una bandeja.
-Y recibí otra carta de su madre, advirtiéndole que no cabalgue ya que es una de las principales causas de aborto- dio a saber el embajador Nara, aceptando su ofrecimiento.
-Bueno, todos saben que no hay riesgo de eso- sonrió la Yamanaka, intentado parecer lo más despreocupada posible. -Y no es culpa mía- añadió por temor a recibir una acusación injustificada.
Ya había oído toda clase de cosas para mantener la esperanza, a veces las tías solteras de su esposo le sugerían ser paciente, otras su amiga Matsuri le sugería atreverse a más y verse…tentadora, y vaya que lo intentaba, pero no importa que hiciera o intentara hacer, al final cada día iniciaba y cuando se cambiaban la sabanas, no había mancha alguna en ellas, seguían blancas y pulcras, aquella fibra al interior de su cuerpo que representaba su virginidad seguía intacta, seguía siendo virgen y eso todos lo sabían en la corte y muy bien, pero a pesar de su propia decepción e impaciencia, sabía que ella no era la razón por la que le matrimonio no se consumaba, ella había intentado todo lo que sabía, más aun así no perdía la esperanza de que el matrimonio se consumara y pronto. Para Sakura que e encontraba de guardia a las puertas de la habitaciones privadas de la Delfina, escuchar algo referente a su virginidad se había vuelto algo habitual—aunque agradecía que si lo fuera para ella y no para Sasuke que afortunadamente no tenía que eta con ella en ese momento-y es que increíblemente y con paso de las semanas tornándose en meses, comenzaba a resultar claro que el matrimonio no se había consumado ya por una razón y esta no se debía a la joven Delfina que según ella tenía entendido se encontraba dispuesta a cumplir con su rol de esposa todo el tiempo la "culpa" por así decirlo, era del Delfín Choji, aunque Sakura no quería emitir ningún juicio sin tener su versión de las cosas.
-¿Entiende las consecuencias de un matrimonio real sin consumar, que puede ser anulado?- se expresó el embajador Shikaku, intentando hacerle ver la difícil situación en que ella estaba. Ino bajo la mirada ante esta alusión, comprendiendo bien que ser virgen en esos momentos no era algo digno de elogio. -Su madre le ha pedido que tome muy enserio este asunto, y que haga todo lo que este en sus manos para…inspirar al Delfín- carraspeo al decir esto último, incomodo por tener que tratar tal tema con la joven Delfina.
-Lo intentare- sonrió Ino, recuperando la alegría la ver al embajador en tan difícil labor, -claro que quiero complacer al Delfín y a mi madre- aclaro de inmediato, comprometida a cumplir con su sagrada labor.
-No tendrá influencia sobre el rey y el Delfín sin un embarazo- aludió el Nara en caso de que la Delfina no supiera o hubiera olvidado eso, -Madame, tiene que considerar la alianza- la guerra entre Austria y Francia solo se evitaría si ella conseguía dar el heredero al trono y más pronto que tarde.
-Desilusionar a todos seria mi mayor infelicidad- sosegó la Yamanaka, conocedora de que debía intentar consumar su matrimonio y cuanto antes para no decepcionar a nadie.
-Madame, me complace que esté tomando esto enserio- felicito el embajador Shikaku, más calmado al escucharla hablar así, recibiendo a cambio una luminosa sonrisa. -Oh, y recibí esta carta de su madre- recordó, extrayendo de uno de los bolsillo una carta sellada con lacre.
Agradeciendo la carta con una sonrisa, Ino despidió con la mirada al noble embajador que la hubo reverenciado apropiadamente, siguiendo con la mirada mientras abría la carta con curiosidad y nerviosismo entremezclado, levantándose del sofá para o sentirse tan nerviosa, caminando hacia una de las ventanas bajo la curiosa mirada de Sakura que la observo con cautela. Ino intento no leer las palabras escritas apenas hubo desdoblado el papel, inspirando aire antes de proceder a leer: "Querida Ino, está claro que el corazón de tus problemas en tu nuevo hogar es tu falta de habilidad para inspirar pasión sexual en su esposo" La Yamanaka bufo por lo bajo ante estas palabras, observando el contorno de su rostro en el pulido cristal de la ventana, preguntando ¿Por qué su esposo no tenía nada que decir sobre su belleza como si hacían otros?, ¿Acaso no le gustaba?, ¿No le resultaba hermosa?, ¿Por qué intentaba rehuir su presencia? No teniendo respuestas, Ino continuo leyendo el documento, rememorando la voz de su madre: "No hay razón para que una mujer con tantos encantos como tu este en esta situación" Leer esto hizo que Ino no se sintiera tan sobrellevada por la angustia y el pesar: "Recuerda; representas al futuro, y tu posición no estará asegurada hasta que el acto físico final para concretar la alianza franco-austriaca se lleve a cabo"
Siempre había sentido miedo por lo que su madre tuviera que decirle…pero ahora no recibía acusaciones sino inspiraciones y aliento; ella no tenía la culpa, eso era lo que su madre le decía, eso y que no se diera por vencida, que concretara la alianza franco-austriaca, no en el papel sino en la cama y que diera todo de si por ser una buena esposa, hasta que no fuera reina de Francia ese era su único deber. No se había dado cuenta de que había estado conteniendo el aire, por lo que cuando pudo respirar, lo hizo liberando todo el aliento contenido en un suspiro, bajando la mirada a sus manos, doblando la carta. De pie junto a las puertas, Sakura aguardo en silencio, observando la reacción de la Delfina al contenido de la carta en el reflejo del cristal de la ventana, cuando la joven Yamanaka hubo vuelto su rostro hacia ella, Sakura en seguida supo que la esperanza se había renovado y que no tenía por qué temer, esa joven de idéntica edad a la suya podía ser sensible y frágil pero también muy valiente y muy capaz. Esbozando una radiante sonrisa, Ino avanzo hacia su habitación privada a la par que Sakura le abría las puertas para permitirle pasar, sonriéndose mutuamente en un gesto amigable y cómplice. Sakura cerró las puertas tras el ingreso de la Delfina, volviendo a mantenerse de guardia.
No tenía por qué temer, la Delfina aun no necesitaba de su protección, aun podía luchar por si misma…al menos en el ámbito privado.
Otra noche más en que su esposo regresaba de un día de caza y aventura, y de pasar tiempo en su taller armando cerraduras con ese corazón de cerrajero que ella consideraba que él tenía, otra noche en que regresaba a su cama, ambos en ropa de dormir bajo las sabanas, con las cabezas sobre las mullidas almohadas, en silencio y solo capaces de tener visibilidad por obra de las velas dispersas en los candeleros y candelabros en la habitación. Era curioso; Choji y ella si se conocían, habían conversado varias veces y sabían o sentían que podían mantener una conversación, pero era raro que hablaran mucho el uno con el otro, se sentían incomodos y tal vez fuera porque los momentos privado solo se limitaban a las noches en que estaban solos en la cama y donde sentían además la presión de toda la nación que les pedía perder la inocencia y engendrar un hijo pronto, un príncipe que fuera el próximo rey cuando ellos ya no estuvieran. ¿Cómo sentirse a gusto? Estaba muy inseguro, no tenía ni la más mínima idea de que era lo que se suponía que hiciera, nunca había estado a solas con una mujer que no fuera sus tías y sus hermanas pequeñas, Ino era la primera mujer que estaba tan próxima a él y de aquella forma intima, pero aun así y al no conocerla por completo es que no podía sentirse plenamente a gusto, aun no se hacía a la idea de que una mujer que estaba conociendo ya fuera su esposa, la mujer más hermosa que había conocido y que le inspiraba temor por su avasallador encanto, ya la amaba, pero no se sentía capaz de cumplir su papel de esposo.
-Hace frió- suspiro Ino, aprovechando la instancia para acercarse más a su esposo y estar más juntos el uno contra el otro.
-Está un poco fresco- coincido Choji que ne comparación con ella no veía razón para tal proximidad ya que contribuía a hacerlo sentir incomodo, -¿Quieres una manta?- intento apartar las sabanas para levantarse, más ella se lo impidió, entrelazando su mano con la suya.
-No, descuida- tranquilizo ella con una permanente sonrisa.
Por lo visto las palabras no era lo suyo o bien su esposo era aún más ingenuo que ella que había participado en tantas conversaciones como para saber cuándo había una insinuación y cuando había doble sentido, pero como respuesta Ino supuso que quizás las mujeres se sintieran más cómodas hablando sobre su intimidad que los hombres, aunque ella no se sentiría capaz de ventilar nunca los detalles de su vida privada, de momento, claro; no había mucho que pudiera hacer en base a su educación, más por ahora lo único que se le hubo ocurrido a la joven Delfina fue manifestar lo cerca que quería estar de su esposo…de otra forma, una que esperaba resultase más clara. Resignado a hacer lo que ella le resultase mejor y más cómodo, Choji se mantuvo dónde estaba, sin moverse, temiendo que cualquier acción o comportamiento resultase molesto para su esposa que se hubo abrazado a él, intentando palear el frió que reinaba en el ambiente más al que él era temporalmente indiferente. No necesitaban ir más lejos, no esta noche o al menos eso fue lo que Ino se hubo dicho a sí misma, solo quería estar más cerca de él y no sentirse rechazada mientras intentaba entrelazar sus piernas con las de él, bajo las sabanas. Por lo visto hubo sido una mala idea pues a penas la piel inferior de su cuerpos hubo entrado en contacto, un sobresalto repentino hubo vuelto a abrir el margen de distancias entre ambos, volviendo a cero.
-¿Son tus pies? Los tienes helados- se sorprendió el Akimichi que no hubo esperado que ella sintiera tanto frió. El sobresalto producto de la diferencia de temperaturas corporales hubo enmarcado la distancia entre ambos, aunque Ino no evidencio molestarse por ello. -Bueno, que duermas bien- manifestó él, acomodándose mejor sobre la cama y dándole la espalda, impidiéndole acercársele más.
-Gracias- agradeció la Yamanaka, no sabiendo que otra cosa decir, -descansa- deseo igualmente, acomodándose sobre la cama, más sin variar en su posición.
-Descansa- contesto Choji, esperando no haberla ofendido pues no había sido ese su deseo.
Con la cabeza sobre la almohadas otra vez y eligiendo desconocer si es que su esposo la había alejado por voluntad propia debido a la incomodidad o por el contraste corporal de ambos, Ino sonrió para sí misma al pensar que la temperatura lo había separado, más no porque ella no le resultase agradable. Acomodándose mejor sobre la cama, Ino se dispuso a dormir, al menos Choji se sentía a gusto con ella, algo era algo, ¿no?
El pasar de los días se había vuelto una sucesión extraña y cotidiana, el sol salía por el este y se ocultaba por occidente, veía las nubes moverse y las estrellas emerger y desaparecer en el lienzo llamado cielo, aburrida al ver que no importaba cuanto día pasaran, todo quedaba en nada, el titulo de esposos era todo cuanto hacia que ella y Choji estuvieran unidos, no había consumación y eso solo conseguía contribuir más a hacerla víctima de los rumores y habladurías, pero por ahora lo estaba soportando bien. Ahora, tras u largo paseo por los hermosos jardines y acompañada por su mejor amiga la princesa Matsuri, junto a sus respectivas doncellas ingresaba al imponente salón de los espejos cuyos decorado de oro y enormes candeleros llamaban a deslumbramiento inmediato, aunque ella se había familiarizado tanto con ellos que ahora le resultaban monótonos, al igual que muchas otras cosas de Versalles. Usualmente no tenía mucho que hacer en su día a día a decir verdad, bueno; salvo pasar tiempo con las tías solteras de su esposo el Delfín, tomar clases de clavicordio y canto, es era toda su rutina, lejos de los oficios religiosos por la mañana y al medio día cuando depositaba toda su esperanza en que Dios la escuchara y le permitiera cumplir con su sagrado deber en su nueva patria, y una que otra excursión de caza en que había podido acompañar a su esposo, pero era lo menos recurrente.
-Tu cabello siempre se ve hermoso- elogio Matsuri con sincera admiración.
-¿Tú crees? No estoy acostumbrada- confeso Ino, divertida porque su "maraña" de cabellos fuera considerada hermosa.
-Es precioso, debe ser lindo ser rubia- supuso ya que ella en lo personal se hubiera sentido fascinada de tener un cabello así. -¿Te lo peino Shino?- curioseo.
-No- ego la Yamanaka, que aún no se atrevía a prestar su cabeza al mejor estilita de todo Versalles.
-Me duele la cabeza, Shino debe haber estado de mal humor, porque me jalo muy fuerte el cabello- se quejó Matsuri, intentando distraer a al Delfina de la aparición de la condesa Emi, la amante del rey, que transitaba por el mismo camino que ellas, -y quiero decirle…no sé, no es culpa mía si tuvo una mala mañana, no te desquites con mi cabeza- espero que esta alusión hiciera reír a la Delfina y la distrajera, más la Yamanaka y la condesa se observaban la una a la otra en todo momento.
Escuchaba a Matsuri y sí que quería reír de su relato como acostumbraba a hacer, pero…no podía, no cuando la ramera de Madame Emi; engalardonada en joyas preciosas y sedas rojas cual carmín caminaba hacia ella, rodeada de su propio sequito, significando con su sola persona una afrenta imperdonable hacia su dignidad como princesa por nacimiento y Delfina por matrimonio. Las tías solteras de su esposo le sugerían insistentemente que ignorase a aquella mujer e Ino no dudaba en seguir dichos consejos, ¿Por qué dirigirle la palabra a una criatura tan vil que le exigía con su silencio rendirle poco menos que pleitesía? Un paso, dos, tres…los contaba en su mente mientras veía a la inocente Delfina en un encantador vestido de seda rosa pastel repleto de moños y encajes, mangas ceñidas con holanes y sus largos rizos perfectamente peinados ocultos pro un velo, sosteniendo un abanico rosa y dorado en una de sus manos, sosteniéndole la mirada. Emi se había tragado su disgusto personal hasta ahora debido a que la "niña" no le había dirigido la palabra, más al acercarse más y más, hubo olvidado su disgusto pensando que la Defina la saludaría y lo hubo hecho…solo que no con palabras, sino inclinando ligeramente la cabeza con simpleza, pero eso no era suficiente para sus herido orgullo. Por simple cortesía, Emi le sonrió falsamente, chocando con toda la intención su hombro contra la Delfina al pasar junto a ella. Ino, detuvo su andar para recomponerse, indignada, respaldada por Matsuri que le estrecho la mano a modo de aliento.
-Eso fue innecesario- bufo Matsuri por lo bajo, incrédula ante semejante comportamiento.
Claro quera bochornoso que aquella mujer se atreviera a tanto siendo solo una meretriz, una prostituta sacada de un burdel cualquiera, pero ¿Qué podía hacer? El rey tenia en alta estima a aquella mujer, era su "amiga" y pese a que Ino le guardara un deprecio atroz, sabía que no era quien para interferir en los pareceres del rey, era su nieta por matrimonio pero nada más. Por rango esa mujer no podía dirigirle la palabra sin que ella le hablara antes, cosa que no pesaba hacer, por supuesto que su plan era guardar distancia hasta hacer que todos tuvieran claro quién era ella y que nadie podía pasarle por encima, ella seria reina de Francia en el futuro, no esa mujer. Ya que, debía continuar manteniendo su dignidad, no le convenía ir en contra de todo cuanto su madre le había enseñado, no bajaría la cabeza ni daría su brazo a torcer, no era prudente…pero más nerviosa la hacía sentir que en sus cartas su madre no tuviera nada que decirle en cuanto a este delicado asunto se refería, oh Dios, ¿Qué hacer sin sus consejos? En momentos así sí que se sentía realmente sola y desvalida, necesitado de su siempre omnipotente madre que tan lejos se encontraba de ella. En su camino, al final del salón, hubo visto aparecer al duque Orochimaru, a quien dudo en saludar con una deslumbrante sonrisa tal y como siempre hacia con todo el mundo, especialmente con los miembros de su nueva familia.
-Buenos días, duque Orochimaru- saludo la Delfina con una siempre luminosa sonrisa.
-Buenos días, Delfina- correspondió el viperino duque con falsa cordialidad.
Reverenciando cuanto era necesario a la Delfina, Orochimaru la vio partir antes de seguir con su camino, tenía alguien con quien hablar y era muy importante que lo hiciera…
En un principio Emi había creído que la Delfina no le había dirigido la palabra porque simplemente no había sabido quien era, tal vez el rey en su torpeza no había tenido oportunidad de presentarla apropiadamente a la par que daba a conocer a la Delfina cada miembro de la familia real, pero cuanto más semanas pasaba hasta tornarse en meses, resultaba obvio que la Delfina sabía quién era, solo no quería hablarle por considerarla inferior. Gran error. No iba a ser menos que esa chiquilla malcriada que diciéndose Delfina carecía de educación, esa niña podía ser la esposa del Delfín pero no era quien para despreciarla a ella que por años había cosechado una influencia soterrada sobre el rey, pudiendo incluso elegir ministros que asesoraran al soberano de toda Francia, ¿Quién era esa niña sino una virgen inocente y tonta? De regreso en sus aposento privados, tan dignos como los de cualquier reina y noble de sangre real, la condesa se hubo paseado en círculos cual leona enjaulada, pensando muy bien que hacer para que la Delfina se viera obligada hablarle en lugar de desafiarla. Esa niña era inocente e ingenua y tenía buenas intenciones, cierto, pero tenía el intelecto suficiente como para despreciarla a ella. Aun tan sumergida en sus pensamientos como estaba, Emi logro percibir como las puertas de sus habitaciones se abrían y alguien se atrevía a querer encontrarse a solas, y no podía ser el rey, no a esa hora ni de ese modo tan silencioso.
-Duque Orochimaru- reconoció Emi, de mal humor al volver su rostro hacia su "visita", -¿vino a burlarse de mí como hacen los demás?- supuso, pidiéndole entre líneas que se marchara si así era.
-Jamás me atrevería a ofenderla- garantizo Orochimaru cual alma virtuosa, -vine a ofrecerle todo mi apoyo- corrigió, aproximándose a la venenosa dama.
-¿El primo del príncipe ha venido a ofrecerme apoyo?- reto la condesa, curiosa con respecto al ofrecimiento que él tuviera que hacerle.
-Así es, Ino Yamanaka me disgusta y no se convertirá reina de este país- vaticino el viperino duque, sonriendo ladinamente y con la ardid de una serpiente, -así que nosotros debemos buscar la forma de acabar con ella- sugirió con toda la intención de aliarse con ella, cosa que hubo placido a la condesa.
Era sabido por todos que la joven Delfina continuaba siendo virgen como el primer día en que había llegado a Versalles, todos cotilleaban respecto a ello, más sin que la Delfina fuera conocedora, alguno se preguntaban porque el Delfín no había cumplido con su deber de esposo y otros consideraban a que la propia Delfina era la responsable, fuera cual fuera el motivo, era propicio sacar partido de la ocasión, ¿no?
La corte francesa era un lugar curioso y extraño, todos estaban al pendiente del más leve cotilleo o rumor, si surgía una habladuría todos inéditamente tenía algo que decir, existía la monotonía, pero más que nada existía un grado de intriga que llegaba a asustarla muchas veces aunque ahora permaneciera de guardia en uno de los salones de la corte donde todos charlaban y se divertían entre sí. Montando guardia ante las enormes puertas del salón, enfundada en su siempre galante uniforme; pantalones blancos, camisa y pañuelo idénticos así como guerrera azul con hombreras doradas, recorría a todos con su mirada, luciendo absolutamente pétrea en todo momento. Sentada ante una de las mesas e encontraba la Delfina en un inocente vestido de seda y chiffon blanco repleto de bordados multicolor que replicaban capullos de flores, de mangas ceñidas con ligeros holanes a la altura de los codos y encaje adornando el escote cuadrado y una linea vertical en el centro del corpiño así como la caída y el dobladillo de la falda, con sus rizos rubios perfectamente peinados adornados por una flor de color violeta y un listón azul claro alrededor de su cuello en forma de moño con un par de ligeros guantes sin dedos color granate, revisando minuciosamente las cartas en sus manos antes de proceder a elegir otra de la mesa, rodeada por su esposo el Delfín y sus cuñados Torifu, Choza y Seramu, así como la princesa Matsuri y sus doncellas.
-Me encantaría ir a la ópera en París- manifestó Ino sin poder evitarlo.
-Puede ser peligroso, alteza- recordó Sakura, unos tres pasos tras la Delfina.
Paris era realmente la capital de toda Francia y allí es donde se concentraba más el pueblo, Versalles era solo un lugar más en medio del boque donde el rey Hashirama en su día había decidido establecer su corte y vigilar a la nobleza bajo un mismo techo, pero exponerse y viajar a Paris a la opera o a algún colegio era peligroso, cualquiera con ideas radicales podía atacar y aquello no era nada sensato para la familia real francesa que no podía hacer peligrar a conciencia la vida del Delfín y su esposa, hacerlo representaría no solo una crisis sino también una guerra contra Austria y el Emperador Deidara que no se quedaría de brazos cruzados. Escuchando a Sakura, Ino volvió el rostro hacia ella con un puchero de lo más infantil y divertido, como pidiéndole grito que no fuera tan seria, más intentando a toda costa contener una sonrisa, Sakura le hizo saber a Ino, con la mirada, que toda medida de protección era por su bien y no solo para aprisionarla en la cárcel de oro que era aquel lujoso palacio que no era solo belleza y magnificencia. Dejando sus cartas sobre la mesa aun sin concluir el juego, el príncipe más próximo en edad al Delfín, el príncipe Choza, e hubo levantado de la mesa bajo la curiosa mirada de su cuñada la Delfina y de los demás presentes a la mesa, más ese no era el caso de su hermano Choji que se mantuvo muy al pendiente de que hacer en su siguiente movimiento para no perder, sin desviar en lo absoluto su atención hacia su hermano.
-Madame, ¿nos retiramos a hacer el amor toda la noche?- sugirió el príncipe Choza a su esposa que le hubo correspondido con una luminosa sonrisa, levantándose de la mesa con una sonrisa. -Cuatro veces anoche no bastaron- se jacto, acomodándose el pañuelo alrededor de la camisa.
Tenía la misma edad que la Delfina y como ella desconocía muchos aspectos de…la mecánica de la intimidad, sabia solo lo usual, tal y como Sasuke y cualquier persona de su edad, pero si algo sabia era cuando alguien mentía y los hombres en la corte acostumbraban a jactarse de habilidades amatorias que no tenían para parecer más inalcanzables; Sasuke y ella habían comprendido muy pronto que este comportamiento era tremendamente usual en la población masculina versallesca, eso y que tenía entendido que el príncipe Torifu y su esposa la princesa Seramu aún no consumaban su matrimonio, solo lo aparentaban para fingirse superiores. Tal vez tuviera solo catorce años pero ya era la mujer más importante de todo Versalles, no, de toda Francia, ya que ocupaba el lugar dejado por la anterior reina consorte Mei Therumi. Hasta ahora su y única obligación además de ser la esposa del Delfín era mostrarse dócil con las convenciones y tratar de comportarse con la respetabilidad que todos esperaban de ella, por lo que ahora e hubo mantenido en silencio ante las palabras que su cuñado Choza acababa de pronunciar…por lo visto alguien ya se le había adelantado y bastante en cuanto a consumar su matrimonio se refería, pero Ino no pensaba sentirse incomoda por ella, no tenía porque. El familiar tacto del Uchiha sobre su hombro hizo sonreír ligeramente a Sakura, volviendo el rostro a Sasuke que hubo aparecido tras ella.
-¿Sucedió algo?, ¿Te perdiste?- curioseo la Haruno con fingida preocupación.
-Créeme, conozco cada rincón del Palacio- tranquilizo el Uchiha. -Ven- indico, sabiendo que lo que tuviera que decir no tendría por qué ser oído por otros.
-Ya estamos bastante lejos- detuvo Sakura al llegar al pasillo fuera del imponente salón, donde por ahora no transitaba nadie que pudiera verlos u oírlos, -¿Qué tienes que decirme?- apremio, sabiendo que debía volver a su trabajo.
-No te gustara- advirtió Sasuke, más la mirada de Sakura le hizo ver que de nada servía prevenirla. -La condesa Emi hablo con el rey, quien le permitió…- calló al temer cual fuera la reacción de ella, cosa que no hizo sino impacientar y angustiar todavía más a Sakura.
-¿Qué, Sasuke?- apresuro la pelirosa, al borde de la desesperación por su silencio. -Por el amor de Dios, dime- rogó, casi forzada a suplicar con tal de obtener alguna respuesta.
-Le permitió que tu madre fuera su doncella- soltó el Uchiha finalmente, alzando la mirada para encontrar sus ojos con los de ella.
Si, le tenía miedo a su mejor amiga, podía decirlo aunque fuera vergonzoso; no tenía hermanas, había conocido a las hermanas de Sakura y claro, tenían carácter como muchas mujeres, pero mujeres como Sakura…hacían que la tierra temblara, literalmente, tenía más carácter y valor que cualquier hombre que él hubiera conocido y cuando algo la hacía enfurecer, era mejor no estar cerca. Las mujeres eran la criatura más extraña y difícil de comprender que hubiera creado la madre naturaleza, y él a menos no cambiaba de opinión al respecto, aunque no lo manifestaba frente a su madre ni frente a Sakura, desde luego. Ser doncella o dama de compañía de un miembro de la familia real era un honor insuperable y en otra situación Sakura se sentiría honrada y feliz porque su madre tuviera tal honor, pero no ahora que todo se trataba de favoritismo y e quien ganaba más; no, ella no permitiría que su madre fuera usada en una artimaña así, no para hacerla a ella participe de un guerra ideológica entre la Delfina y a la amante del rey. No sabiendo cómo controlar la furia que despertaba en ella aquella medida tan intrigante, la Haruno le dio la espalda a Sasuke en medio del pasillo en que estaban, chocando con toda la fuerza que le fue posible su puño cerrado contra la pared de mármol de aquel pasillo, ignorando el dolor y centrándose solo en el enorme torrente de ira que abarcaba cada parte de su ser y que esta vez asusto más que nunca a Sasuke.
-Por Dios- jadeo la Haruno, no sabiendo si de dolor o furia.
-Tranquila, lo arreglaremos- intento sosegar Sasuke, con una de sus manos sobre el hombro de ella, intentando mitigar su furia.
-¿Cómo?- cuestiono Sakura, volviéndose a enfrentarlo, pero Sasuke ciertamente no supo que decir para tranquilizarla. -Más que un Palacio esto es un campo de batalla- comparo más úrica e indignada que nunca en su vida, hasta ahora.
Querían obligarla a tomar partido por una de las dos damas, o la Delfina o Madame Emi, pero no iba a apoyar a nadie aunque por pertenecer a la familia Haruno fuera su deber apoyar a la Delfina; permanecería neutral.
PD: Me disculpo por la demora, mis queridos lectores y lectoras, pero he tenido muchos trabajos y eso seguirá así hasta la primera semana de octubre por lo que tardare en volver a actualizar, pero lo haré, no se preocupen que a cada instante libre actualizo poco a poco cada una de mis historias :3 durante las próximas semanas actualizare mis historias "El Siglo Magnifico: Mito Mei & Mikoto", "Operación Valkiria" o "La Bella & La Bestia", por lo cual solo puedo pedirles que sean pacientes y comprensivos si me demoro más de lo previsto, asegurándoles que no abandonare ninguna de mis historias, no dejare ninguna inconclusa, lo prometo :3 como siempre la actualización está dedicada a DULCECITO311(a quien dedico y dedicare todas y cada una de mis historias :3) y a todos aquellos que sigan cualquier otro de mis fics :3
Títulos: para la época una persona no nacida de un linaje de reyes o noble por sangre en la corte francesa—es decir perteneciente a la plebe-no podía dirigirle la palabra a alguien más noble por derecho de sangre, es decir el rey o la reina, sin que él o ella le dirigiera la palabra antes, no era considerado correcto. En este caso la condesa Du Barry (Madame Emi) no puede dirigirle la palabra a Maria Antonieta (Ino Yamanaka) porque el protocolo se lo impide, es la Delfina quien debe iniciar una conversación con ella, de otro modo se considera un desprecio abierto.
Matrimonio: para aquellos que no lo sepan, el matrimonio de Luis XVI y Maria Antonieta tardo siete años en consumarse, sirviendo de carne de cañón para decenas de rumores, sátiras pornográficas y habladurías de la época, como que el Delfín era impotente y la Delfina lesbiana, algo muy lejos de la realidad cabe decir, la razón por la que el matrimonio tarda tanto en concretarse carnalmente y la he aludido pero la explicare más adelante. También he de mencionar que hoy en día las mujeres se sienten—en algunos casos—más cómodas respecto a al sexualidad, cosa que en esa época no sucedía ya que apenas y se hablaba del tema a las niñas y aun hoy en parte también es así ya que yo en lo personal lo investigue solita porque nunca me dijeron nada.
Lady Oscar & Maria Antonieta: según se, en el manga Oscar y la Delfina eran mas cercanas, tanto que se hizo un manga aparte del original para explorar todavía más su relación, mientras que en el anime las distancias están muy marcadas; Oscar es la guardiana de la Delfina y al protege, nada más es testigo de u vida pero no la apoya verdaderamente. En la película de Jacques Demy son muy amigas, de hecho Oscar confiesa sus inquietudes y sentimientos a Maria Antonieta como no lo hace con nadie más, viéndola como una amiga y siempre siendo muy honesta con ella. Seguiré esta ultima versión pues me parece la más acertada y me permitirá expresar todos los acontecimientos que están por venir.
Intenciones: he de confesar que si bien llevo muchas historias pendientes y no pretendo dejar ninguna inconclusa—no se preocupen, completare todo lo que tengo pendiente—me gustaría iniciar otra adaptación, esta vez sobre la guerra de Troya pero siendo lo más fiel posible tanto a lo que nos ha enseñado la película como la historia original de Homero—la Ilíada y la Odisea, así como la Eneida—ya tengo más o menos claro el casting en mi mente pero me gustaría que me dieran su opinión. Reitero, no dejare inconclusa ninguna de mis historias, terminare todas, solo ténganme paciencia, por favor.
También les recuerdo que además de los fics ya iniciados tengo otros más en mente para iniciar más adelante en el futuro: "Avatar: Guerra de Bandos" (una adaptación de la película "Avatar" de James Cameron y que pretendo iniciar pronto), "La Bella & La Bestia: Indra & Sanavber" (precuela de "La Bella & La Bestia") "Sasuke: El Indomable" (una adaptación de la película "Spirit" como había prometido hacer) "El Siglo Magnifico; Indra & El Imperio Uchiha" (narrando la formación del Imperio a manos de Indra Otsutsuki en una adaptación de la serie "Diriliş Ertuğrul"), como algunas ya habrán notado por mis historias "El Sentir de un Uchiha" y "El Clan Uchiha", tengo la intención de explicar el porque de determinado acontecimiento, explicando sus motivaciones y auténticos sentimientos, como yo creo o siento que sucedieron, por lo mismo tengo la idea—si ustedes lo aprueban—de además iniciar un fic llamado "El Origen del Clan Uchiha" centrado en el padre de todos los Uchiha; Indra Otsutsuki, porque considero que también merece su propia historia , si ustedes están de acuerdo, claro :3 Para los fans del universo de "El Conjuro" ya tengo el reparto de personajes para iniciar la historia "El Conjuro 2 Naruto Style-Enfield" (que iniciare dentro de poco), así como "Sasori: La Marioneta", por lo que solo es cuestión de tiempo antes de que publique el prologo de una de estas dos historias, lo cual espero que los tranquilice y anime a su vez. También iniciare una nueva saga llamada "El Imperio de Cristal"-por muy infantil que suene-basada en los personajes de la Princesa Cadence y Shining Armor, como adaptación :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima :3
