-Este fic es una adaptación del manga y anime "Versalles no Bara" de Riyoko Ikeda junto a la película de 1979 "Lady Oscar" de Jacques Demy, la película conmemorativa de 1989 "La Revolución Francesa" y la película "Maria Antonieta: La Reina Adolescente" de Sofía Coppola. Los personajes pertenecen por completo a Masashi Kishimoto, más los personajes de carácter secundario y modificaciones las personalidades, hechos y trama corren por mi cuenta y mi entera responsabilidad. Les sugiero escuchar "Je Sais Pas" de Celine Dion, que aparece en el vídeo-tributo al anime, titulado "The True Rose of Versalles".


En sus fastuosos aposentos, acompañada por las tías solteras de su esposo el Delfín, Ino intentaba pensar que hacer con claridad; que Madame Emi eligiera honrar—porque era el termino adecuado—a lady Mebuki Haruno nombrándola su dama de honor la ponía a ella en una situación muy incómoda. Estaban obligando a Sakura a elegir un bando, bien a ella o a Madame Emi y esto último era algo que Ino no pensaba tolerar. Pese a todos sus deberes como Delfina e Francia, si tenía a una verdadera amiga hasta ahora y no permitiría que la involucraran en esos juegos sucios. De pie ante los enormes ventanales que daban con el hermoso jardín repleto de fuentes, Ino escuchaba con claridad los comentarios de las tías solteras de su esposo quienes se tomaban la familiar libertad de aconsejarla y recordarle toda la autoridad de la cual gozaba como futura reina. En Austria jamás habría visto nada como lo que ahora estaba viviendo, sencillamente porque su madre tenía una forma muy moralista de comportarse mientras que en esa corte opulenta imperaba la inmoralidad, el placer y escaseaban las restricciones…Dios, ¿Cómo luchar contra Emi que tenía la experiencia que ella no? Solo habían pasado días, semanas, desde que estaba en Versalles, ¿Cómo entender las intrigas e impedir que le afectaran?, ¿Cómo proteger a quienes le importaban si ella misma estaba en un dilema por no poder consumar su matrimonio? Estaba en un verdadero aprieto que aún no sabía cómo resolver.

-Es algo inconcebible- mascullo Leiko, sumamente indignada.

-Tiene razón, es sumamente ofensivo- secundo Yoshino, negando con incredulidad.

-La popularidad de Sakura es lo único que le interesa- obvio Yumiko, con desdén.

-Es una descarada- insulto Leiko abiertamente, -esto es un desafío- menciono con toda la intención.

Para las tías del Delfín aquella era la única verdad; Emi estaba celosa del encanto que despedía la Delfina austriaca, intentaba ser su amiga pero resultaba obvio para todos que su pasado la condenaba y que como princesa que era—por sangre—, la Delfina Ino no pensaba dirigirle la palabra ni aun cuando fuese terminantemente necesario, porque aquello atentaba contra todos sus principios. La mejor forma para lidiar con Emi y su conducta llena de arrogancia era el silencio, si Ino no le dirigía la palabra, la humillaría ante la corte que era precisamente lo que todos—y ellas tres en específico—deseaban presenciar. Hasta ahora Ino había sido incapaz de soportar el complejo ceremonial que marcaba su vida diaria como Delfina, le había resultado un fastidio desde el primer instante que hubo pisado Versalles, forzada a depender de los demás en cosas que hacia ella misma en Viena, pero en este caso todo ese formalismo y protocolo rigurosísimo tenía sus virtudes; era, a ojos de todos en la corte, la mujer más poderosa de Francia sin ser reina aun siquiera, ¿Quién se opondría a lo que ella decidiera? Ella tenía un estatus real en Francia, no como Madame Emi que era tan solo e entretenimiento del rey y en ese momento era su responsabilidad hacer uso de toda esa autoridad y recordar quien era. Ella nombraría a la madre de Sakura como su doncella, ella protegería a su amiga. No permitiría que nadie obligase a Sakura a cumplir con algo indeseado.

-Le pediré a mi esposo su consentimiento para que lady Mebuki sea mi doncella y dama de honor- concluyo Ino en voz alta, decidida.

Ella era la futura reina de Francia, hija de la Emperatriz Miyuki, hermana del Emperador Deidara, ¿Por qué habría de dirigirle la palabra a una prostituta común? Por su dignidad como futura reina, debía mantenerse firme y no dar su brazo a torcer.


-¿Por qué mi madre?- cuestiono Sakura, furiosa e inquieta a más no poder. -El rey me esta obligando a elegir, esto no es justo- protesto, pisando fuertemente con su bota contra el piso, fúrica.

En cuanto Sasuke le había dicho la suerte que amenazaba a su madre, Sakura había solicitado un permiso especial al rey por un par de días para refugiarse en su propio hogar, necesitando desesperadamente aclarar sus ideas; sabía que era un honor que una dama de la nobleza—como su madre—fuera elegida para ser la doncella de alguna dama favorecida por el rey, era un honor semejante al de ser la doncella de la reina, pero esta vez Sakura no estaba para nada de acuerdo. Madame Emi era insufrible, egoísta y una villana en general, por mucho es que Sakura preferiría que su madre hubiera sido elegida como doncella de la Delfina Ino quien solo tenía buenos sentimientos en su corazón, pero en este caso no quería ninguna opción, no quería que su madre fuera un juguete en esta guerra de damas, eso no era justo para su madre ni para nadie porque lo que en verdad querían era ganarla a ella como aliada y eso no ocurriría, ella tenía un deber como Capitana de la Guardia y como tal no podía tomar partido e ninguna guerra ideológica. En el estudio de su padre, reunida ante él y su madre que permanecía sentada ante el escritorio, Sakura se paseó cual leona enjaulada, iracunda e incapaz de encontrar sosiego alguno, observada seriamente por su padre que permanecía de pie junto a su madre. Ambos sabían que solo podían obedecer aquello que ordenara el rey, pero su hija no podía ni quería entenderlo.

-Sakura, no tienes por qué preocuparte por mí- intento sosegar Mebuki, observando cariñosamente su hija, más Sakura fue incapaz de calmarse.

-Es una orden expresa del rey- recordó Kizashi en caso de que su hija hubiera olvidado cuál era su deber.

-No y es mi última palabra- se opuso la pelirosa terminantemente, -no lo permitiré- el rey Jiraiya era una autoridad indiscutible para ella, pero no en ese ámbito ni en ese momento.

Podía estar forzada a cumplir con un deber con la casa real al ser la encargada de la seguridad del Delfín y la Delfina como tal, pero por Dios que no toleraría ser ningún juguete, ni del rey, ni de Madame Emi, ni de nadie, ella decidiría cuál era su destino y lo que quería hacer, así como aquello que le resultaba tajantemente inadmisible. Había aceptado el cargo como Capitana de la Guardia por sí misma, porque quería proteger a su nación, porque deseaba impartir justicia y pelear por el bien protegiendo a quienes tenían el poder de cambiar para bien las circunstancias, pero esto se alejaba completamente de la inicial visión que ella había tenido sobre este trabajo y no toleraría que se interpusiera en su camino, ni un el rey. Ella mantendría su independencia. Sin tener nada más que decir, Sakura se retiró con prontitud del estudio sin excusarse, cerrando la puerta tras de si. Cuando su hija menor había nacido y su esposo le había dicho que debería vivir como un hombre para ser quien heredara sus títulos, Mebuki había temido por el futuro que supondría para ella tener que vivir de ese modo y este pensamiento no había cambiado en la actualidad; Sakura era demasiado frágil para ser un hombre y demasiad voluble y temperamental para ser una mujer, vivía en un conflicto continuo consigo misma y esto era la prueba, era transgresora del protocolo, lo aborrecía, pero estaba forjada a obedecer como ellos, porque eran súbditos del rey.

-Hija…- intento detener Mebuki, dispuesta a seguirla.

-Déjala- impidió Kizashi, sujetándole el brazo, -necesita organizar sus ideas- justifico sabiamente.

No le gustaba pensar en su hija como una mujer, porque la había criado bajo el ideal masculino, para que no pensara ni albergar sentimientos propios de una mujer, pero si algo no podía evitar en Sakura-como mujer que era-, es que fuera más sensible que muchos hombres. En el fondo las cosas la afectaban más de lo que se atrevía a expresar, y esto era bueno en parte porque la acercaba a la Delfina Ino Yamanaka, pero le impedía ser comprendida por cualquiera. Lo único que él y Mebuki podían hacer era confiar en que Sasuke pudiera ayudarla a entender la situación y que no podía oponerse

Su hija no podía controlarlo todo y esto escapaba de su autocontrol.


"Querida Ino, estoy sumamente consternada por tu situación, por fortuna el rey no demuestra preferencia por tu cuñada, pero ¿Qué tal…si ella se embaraza? También he escuchado que no has hecho invitaciones a Madame Emi, desairar a la favorita del rey en tu posición es…extremadamente imprudente"

Ino cerro lentamente la carta que había llegado para ella esa tarde, pero que por temor e incertidumbre no había leído, temiendo aquello que su madre fuera a decirle o lo que fuera a recriminarle. Sentada sobre el muy cómodo sofá del salón de recepción de sus aposentos, la Delfina vestía un sencillo y alegre vestido de seda amarilla que hacia juego con su cabello, perfectamente calzado a su figura, de mangas ceñidas con holanes de encaje blanco al igual que en el borde del escote redondo cerrado por un vistoso listón amarillo; la larga falda le llegaba hasta los tobillos, terminando en un elegante recogido de encaje color blanco. Finalmente su largo cabello se encontraba perfectamente peinado tras su nuca, adornado por un listón de seda color negro a modo de cintilo, haciendo destacar un par de pequeños pendientes de oro y diamantes en forma de mariposa. Las frases de las cartas de su madre la atormentaban; siempre escribía diciéndole que no tenía otro deber más que complacer y obedecer a su esposo el Delfín, sometiéndose a él en todas las cuestiones, recordándole hasta el cansancio que la única felicidad auténtica que podía obtenerse en el mundo era la de un matrimonio feliz. Toda la responsabilidad del éxito del matrimonio recaía en ella y en que fuera una esposa dispuesta, dulce y divertida. Tantas instrucciones incomodaron a Ino que en su lugar escogió escuchar los cotilleos de las tías solteras de su esposo que nuevamente la acompañaban en sus aposentos, acompañadas por pequeños y tiernos cachorros que mantenían en sus regazos.

-Emi es horrible- comento Yumiko en voz alta, desdeñosamente.

-Horrible- reitero Leiko, completamente de acuerdo.

-Su forma de vestir…cree que ella es la reina- río Yoshino, incrédula con semejante osadía.

-Eso cree, y esas ridículas mascotas…- ninguneo Yumiko, estremeciéndose de disgusto.

Por todo lo que las tías solteras de su esposo le habían dicho, Emi había sido una prostituta común que buscaba los favores de los hombres y el conde Mizuki se había prendado de ella, convirtiéndola a su esposa, luego él había sido enviado a otro lugar en condición de diplomático y Emi se había convertido en la amante, amiga y confidente del rey que accedía a cada capricho que ella tuviera; modistas, joyas y privilegios, lo cual la volvía tremendamente arrogante. El asunto con Madame Emi aún no estaba resuelto del todo, desde luego que la guerra ideológica entre ambas continuaba pero con un victoria de su parte; lady Mebuki, la madre de Sakura, había sido nombrada como su doncella, no de Emi, y eso llenaba de dicha a Ino por poder proteger a su amiga que temporalmente se encontraba ausente de la corte por razones que ella no entendía. Su madre y el embajador Shikaku le insistían que le dirigiera la palabra a Madame Emi, cosa que por su dignidad no quería hacer y quería que la entendieran, que comprendieran que aquello escapaba de lo que le habían enseñado, pero nadie la entendía—no como Sakura que se encontraba ausente—, lo único que hacían era darle órdenes y decirle que podía y que no podía hacer, ¿Cómo pensar bajo semejantes restricciones? Aquel era el momento propicio para pedir consejo a sus tías solteras que como siempre estaban a su lado para evitar que se sintiera sola.

-El embajador Shikaku dice que debo hacerle una visita- comentó Ino, no deseando para nada tener que dirigirle la palabra a la amante del rey.

-Bueno, si te invitamos al té de última hora, no podrás llegar, ¿o sí?- planteo Yoshino, sonriendo ladinamente.

No le convenía a nadie, ni a un a ellas, que la joven Delfina le dirigiera la palabra a Madame Emi, era mejor que todo continuase siendo tal cual como era ahora. Ante aquella idea, que por cierto no era para nada descabellada, Ino solo pudo reír por lo bajo, aferrando la carta a sus manos y encogiéndose de hombros únicamente. Tal vez esa fuera la mejor solución, por ahora…


Encerrada en casa—no literalmente, ya que en ese momento se encontraba en el jardín—, Sakura intentaba encontrar sosiego en su propio juicio; hasta ese punto de su vida su firme creencia autodidacta la había guiado en todo omento, nunca obedecía órdenes o indicaciones solo porque sí, siempre debatía internamente según su instinto que es lo que era correcto y este caso no era para nada diferente mientras se paseaba nerviosamente por el jardín, intentando entender el caos de ideas que circulaban por su cabeza. Le guardaba un enorme aprecio a la Delfina, la consideraba su amiga, pero…en este caso no quería tomar partida por nadie, aunque Sakura bien sabía que estaba obligada a hacerlo, no podía ser neutral, no cuando su deber era proteger a la familia real y a la Delfina, en cierto modo podía ser neutral, en su subconsciente, pero en la realidad esta forzada a cumplir órdenes. Vestida con botas negras de cuero, pantalones marrón oscuro y holgada camisa blanca, la Haruno se paseó inquieta ante la fuente en el centro del jardín, sintiendo su cabello sujetado en una pequeña coleta—por obra de una cinta color negro—chocar contra su espalda. Sentado ante la fuente, Sasuke alzo la vista de vez en vez, pelando tranquilamente una manzana. Vestía muy similar a como lo hacia ella; botas de cuero color negro, pantalones marrón oscuro y holgada camisa blanca, solo que sobre esta llevaba un corto chaleco marrón claro, sin mangas.

-Elegí un bando desde el primer día- obvio Sakura en voz alta, intentando pensar que hacer cuando regresaran a Versalles, -pero no quería inmiscuir a mi madre- lamentaba que su madre se viera obligada a participar en juegos políticas, lo aborrecía muchísimo.

-Te entiendo- intento tranquilizarla el Uchiha, no pudiendo hacer otra cosa en ese momento que estar ahí para ella, como su amigo, -pero esto ya va más allá de lo que tú o alguien más quiera- como sirviente que era, entendía que en dicha situación lo único que Sakura podía hacer era obedecer y bajar la cabeza, sin importar lo difícil que fuera.

-¿Crees que no lo sé?- protesto la pelirosa de inmediato, desquitando su ira contra él sin darse cuenta siquiera.

No había cosa que disgustase más a Sasuke que ver a Sakura presa de semejante desasosiego; usualmente su miga era la calma absoluta, siempre cauta, utilizando su inteligencia para protegerse de todo cuanto fuera necesario, eso era algo que ambos tenían en común, pero esta vez salía al exterior una parte de la personalidad de Sakura que ella siempre intentaba controlar; su temperamento impulsivo, terco y voluble, sentimental, muy propio de una mujer en cualquier caso pero con toda la tozudez que había adquirido por tener que vivir como un hombre. Sakura y él ya llevaban más de una semana lejos de Versalles, y aunque fuese por demás agradable tener el silencio y la quietud de la vida priva para ellos en aquel palacio, eso no podría durar para siempre; Sakura tenía deberes y obligaciones que no podía abandonar así como él que era su sirviente, pero que siempre estaba junto a ella por voluntad propia, siempre la seguiría, pero en esta oportunidad no podía estar de acuerdo con ella. Todos discutían con su conciencia en algún momento, era normal, pero en el trabajo que ella sostenía, la conciencia no se requería, solo que cumpliera con las órdenes dadas y eso ella bien lo sabía, pero no quería reconocerlo. Bufando por lo bajo, Sakura le dio la espalda al Uchiha, intentando acabar con el debate que se llevaba a cabo en su mente, intentando decidir qué hacer puesto que el tiempo se le estaba acabando.

-¿Por qué tiene que pasar esto?- pregunto Sakura al aire, intentando saber que hacer.

Era la Capitana de la Guardia Real, se suponía que su deber era proteger a Francia mediante el servicio a la familia real, pero…¿y su conciencia?, ¿Qué pasaba con eso?, ¿Cómo podría vivir hiendo en contra de lo que le decía su corazón?, ¿Qué era lo que debía hacer?


-Murió dando a luz a su décimo hijo- comento Yumiko con sincera lastima.

-Dios…- murmuro Yoshino, conmovida por semejante tragedia.

-Si, fue horrible, había sangre por toda la…- Yumiko casi se sentía incapaz de seguir hablando, aquello había sido espantoso.

-Ahí viene nuestra austriaca- alerto Yoshino, cambiando el tema de conversación.

Las tías solteras del Delfín se encontraban charlando amenamente sobre cualquier cosa, reunidas en el bellísimo salón de los espejos al momento de la aparición de la Delfina; aquel era un lugar muy común de reunión y el más hermoso de todo Versalles, por lo que no era para nada extraño que muchos de los nobles se reunieran allí para hablar. Acompañada por sus doncellas, la hermosa Delfina resplandecía en un sencillo pero sumamente femenino vestido celeste claro en un tono pastel, casi blanco, compuesto por un ceñido corpiño de escote cuadrado, con el borde del escote y el centro recubierto de pequeñas plumas azul claro, mangas ceñidas hasta los codos con holanes de encaje adornándolas, una amplia falda con una capa inferior de color blanco y sobre esta una completamente lisa, y bajo el escote un broche de plata y diamantes en forma de narciso. Sus largos cabellos rubios se encontraban perfectamente peinados en una marea de rizos que se recogida por sobre la altura de su nuca y cubiertos por un elegante sombrero celeste decorado con rosas blancas y una pluma azul claro, casi opacando por completo un par de pequeños pendientes de diamante en forma de narciso. No es como si la Yamanaka les resultase realmente agradable, de hecho solo fingían que les caía bien, más no era así, pero entre la austriaca y la furcia del rey…mil veces preferían a la austriaca que siendo tan joven como era, era tremendamente influenciable y fácil de manipular.

-Buenas tardes, Madame- saludo Yoshino amablemente.

-Buenas tardes- correspondió Ino con una sonrisa, situándose a su lado.

-Te ves hermosa- elogio Yoshino de forma casi inmediata..

-Gracias- sonrió la Delfina inclinando la cabeza con gratitud, -igual tú- añadió ante los elegantes ropajes de su tía.

-Gracias- sonrió Yoshino, con una pisca de arrogancia, aunque muy sutil.

Además de la princesa Matsuri y las pequeñas hermanas de su esposo que no eran más que niñas, y sus hermanos, Ino se sentía muy sol en Versalles y ve aburría con facilidad. El rey Jiraiya y ella eran muy cercanos, tanto que lo veía como a una segunda figura paterna, más no quería molestarlo por nada al simplemente no saber qué hacer para matar el tiempo, por otro lado pasear por los jardines y el palacio la animaba enormemente y todavía más al encontrarse con sus tías que siempre tenían un buen tema de conversación con el que pasar el tiempo, además de que en parte Ino sentía que no podría vivir sin su devoción y cariño por ella. Sakura y Sasuke aún no regresaban a la corte y eso la inquietaba, no tener a su amiga y protectora consigo la hacía sentir que debía temer a cualquier cosa, se sentía desprotegida aunque según había dicho su amiga en una carta que le había llegado esa mañana, volvería a al corte muy pronto y retomaría sus funciones. Madame Emi, tan altiva y arrogante, apareció como si de una nota discordante se tratara. Llevaba un ceñido vestido de seda azul zafiro que parecía hacerla ver todavía más voluptuosa, con un falda muy detallada a las curvas de su cuerpo, con listones azules cerrando el corpiño en el frente y mangas ceñidas hasta los codos que continuaban en holanes de encaje color negro a juego de un par de guantes sin dedos hasta la altura de las muñecas. Un elegante sombrero azul cubría parte de sus largos rizos oscuros y una prominente guirnalda de diamantes resplandecía en su cuello a juego con unos endientes en forma de lagrima.

-Vean a Emi- señalo Yumiko con la mirada, -¿Qué trae puesto ahora?- inquirió como si viera lo más absurdo del mundo.

-Otra de sus exóticas fantasías- obvio Yoshino, confundida y disgustada por el espectáculo.

-No puede pasar frente a un espejo sin seducirlo- añadió Leiko, con desprecio.

-¿Creen que trae suficiente joyería?- cuestiono la Yamanaka aunque obviamente con sarcasmo.

-Nunca es suficiente para Emi- murmuro Yoshino, indignada por aquel despilfarro.

-Ahí viene- alerto Leiko, disgustada por esto.

Como favorita del rey, sucediendo en importancia su anterior favorita, la fallecida condesa Tsunade; Emi estaba muy orgullosa de su poder e influencia y no le molestaba exteriorizarlo en sus ropajes, llamando abiertamente la atención de todos, y gozando de la atención es que se dirigió hacia donde se encontraba la Delfina, con los ojos de todos puesto en ambas, seguramente esta vez esa insufrible mocosa si le dirigía la palabra. Ino contemplo en silencio a aquella mujer que se le acercaba segundo a segundo; para su enorme sorpresa, su madre y el conde Shikaku le habían aconsejado que tratara a la condesa Emi con cortesía, siendo neutral y hablándole de vez en cuando ya que el rey la favorecía…lo último que Ino quería era discutir con el rey, pero sus tías le habían dicho desde el principio que la ignorara, recordándole así al rey que su relación con Madame Emi no era correcta ni respetable. Su madre le había enseñado a no fraternizar con esas mujeres, ¿Cómo dirigirle la palabra a una mujer que se vendía al mejor postor para adquirir poder y placer?, ¿Quién sería ella si despreciara todo lo inculcado y bajara la cabeza ante una mujer así? Sabía que debería hablarle en algún momento, pero no quería hacerlo. Debía de haber alguna forma de evitar a aquella mujer que en ese momento se les acercaba de forma inminente, ¿y qué mejor que el silencio? Pero en ese momento a Ino se le ocurro otra forma de evitarla; ignorándola todavía más.

-Oh, que lindas zapatillas, Leiko- comento Ino, fingiendo naturalidad, reparando en los zapatos de su tía.

-Gracias, se las compre a Udon en Paris- sonrió Leiko, siguiéndole la corriente.

-Debo contactar a ese hombre- determino la Yamanaka, fascinada

-Hazlo, es maravilloso- aconsejo Yumiko por su parte.

Sabiéndose abiertamente ignorada y no por una casualidad de ningún tipo, Emi se marcho sumamente disgustada, más aquello no hizo sino enaltecer todavía más la conducta de la delfina y sus tías; seguirían haciéndole abiertamente la guerra a esa mujer, no cederían.


Emi retorno a sus aposentos con prontitud, encerrándose a solas con su propio suplico por verse ignorada; hasta antes de que esa princesita estúpida apareciera, ella era la única reina en el palacio, todos se sometían a su autoridad, pero ahora esa niña había llegado para quitárselo todo. Jamás en su vida, hasta ahora, Emi se había sentido más indignada; la madre de Sakura estaba al servicio de la Delfina, no al suyo, el rey le había dado a la familia Haruno la increíble opción de elegir con motivo del "honor" y esto la frustraba mucho…no tenía sangre real, no podía forzar a que esa insufrible Delfina le dirigiera la palabra, ni ella podía hablarle antes sin permiso…era la amiga del rey, pero al no tener privilegios por derecho de sangre, su poder era nulo, era solo una mujer insignificante que tenía que intrigar para adquirir influencia al no ver parte la familia real. No, no podía permitir que esa chiquilla se mofara de ella ante toda la corte, su nombre estaba en boca de todos y todo era por culpa de esa chiquilla terca y altanera. Había nacido en los barrios más bajos de Francia, rodeada de pobreza y gracias a sus esfuerzos se había vuelto un Condesa; era la favorita del rey, por le tenía poder y joyas, todo lo que pudiera desear…pero faltaba que esa chiquilla ridícula le dirigiera la palabra, necesitaba probarle a todos que la auténtica reina del palacio era ella y no la Delfina. Escuchando el repentino eco de pasos y sabiéndose a solas, Emi alzo la mirada, encontrándose con el duque Orochimaru que como siempre parecía cuando ella menos lo esperaba.

-Es usted, duque Orochimaru- reconoció Emi, recobrando la compostura.

-No pierda la calma, Madame- aconsejo el duque, sonriendo de forma viperina.

Sentada sobre su cama, Emi, no ve molesto en levantarse, sosteniéndole la mirada a aquel duque cuyas ofertas eran inquietantes y confusas como su sola presencia. Muchos en la corte—incluido el rey—creían que el duque Orochimaru, como miembro de la familia real, era alguien inofensivo y que estaba completamente a gusto con su poder y sin posibilidades de acceder al trono por la existencia de otros herederos por encima de él, pero Emi siendo tan intrigante como era sabía mejor que nadie que el duque Orochimaru era más ambicioso que otros, su silencio lo atestiguaba, porque solo guardaba silencio como prueba de que ocultaba sus intenciones. Orochimaru, como todos era consciente del desprecio que la encantadora Delfina no se molestaba en exteriorizar hacia la condesa, y a él no le molestaba que fuera así, pero ni él quería a Ino en el trono como reina de Francia, ni Madame Emi tampoco, por lo que lo mejor para ambos era que colaborasen por un futuro, aunque claro que él no tenía pensado cumplir con sus promesas, para nada…pero por ahora era mejor tener a aquella burda mujer como aliada. Orochimaru era muy bueno fingiendo ser el amigo de todos; a quien fuera que preguntase por él, todos dirían algo positivo, nadie creería de que era capaz ni podrían sospechar cuales eran sus verdaderas intenciones y esta era una virtud que pocos tenían y que él desde luego sabia como aprovechar, saliendo invicto en el proceso, sin importar lo que pasara.

-Si este juego continua es probable que Ino sea la ganadora- obvio Orochimaru, sabiendo que la Delfina gozaba de todo el poder que ellos no tenían, por ahora. -¿No ha pensado que el rey ya es muy viejo? Si algo le sucediera el trono pasaría a manos de ese mequetrefe, y si eso sucediera la jovencita que tanto aborrece seria la reina de Francia- ni siquiera él quería que eso sucediera, no cuando ambicionaba el trono y Emi el mismo poder que en el futuro pertenecería a la Delfina. -Y si ese odio persiste podía ser enviada a la Bastilla…o al cadalso- la condesa trago saliva de forma inaudible al sopesar aquella posibilidad. -Pero, si el heredero al trono muriese…- planteo con toda la intención.

-Ella tendría que irse- comprendió Emi, asintiendo en silencio.

-Si colabora conmigo su posición y prosperidad quedarán aseguradas de por vida- planteo el duque, siendo aquella una posibilidad que el rey ni siquiera le había ofrecido, jamás. -Mañana el Delfín saldrá de cacería, aprovechando la ocasión, a nadie le extrañaría que su arma se disparara por accidente, ocasionándole la muerte- menciono ya teniendo un plan en mente.

La verdad Orochimaru no tenía nada contra Ino Yamanaka pero esa niña estaba en su camino y si quería ver rey de Francia algún día, no podía tener piedad de aquellos que estaban en su camino, si lo hacía no obtendría and de cuanto deseaba. Desde su última conversación con Madame Emi semanas atrás, había comenzado a urdir un elaborado un plan para deshacerse del Delfín, ¿Y qué mejor oportunidad que una cacería? El Delfín practicaba la caza varías veces por semana, un accidente seria inimaginable…para muchos. Había ordenado que se fabricase un rifle defectuoso idéntico al que solía usar el príncipe y remplazarlo antes de la cacería no sería un problema, especialmente si Madame Emi le brindaba su ayuda e influencias, por eso la necesitaba. El rifle se dispararía y la pólvora explotaría de forma accidental tomando la vida del Delfín, dejándole el camino libre. Por su experiencia, Emi ya sabía que debía esperar lo peor de la gente para sobrevivir, pero jamás había esperado que el silencioso duque albergase ideas tan oscuras; ni siquiera ella que despreciaba tanto al Delfín Choji ni a Ino Yamanaka por no dirigirle la palabra, había pensado en tomar sus vidas para dejar el camino libre para sí misma…ese hombre sí que guardaba intenciones oscuras, superiores a todo lo que Emi hubiera podido imaginar, pero pese a su sorpresa, Emi debía reconocer que no le desagradaba en lo absoluto la idea, al fin y al cabo así continuaría siendo la mujer más poderosa de toda Francia.

-Su maldad es enorme- comento Emi únicamente, negando con incredulidad.

-Algo debe quedar en claro; a la muerte del Delfín usted debe hacer que el rey me nombre heredero si él muere- espeto Orochimaru puntualmente, -y así nosotros gobernaremos Francia- añadió ofreciéndole todo el poder que deseaba, en bandeja de plata.

Él no iba a darse por vencido; él vería el rey de Francia, no ese estúpido mequetrefe.


-Alteza, se acerca- informo la Haruno, sacándolo de sus pensamientos.

Tras lo que para muchos había sido un verdadera eternidad y luego de casi un mes lejos de la corte, relegando sus anteriores responsabilidades al conde Neji Hyuga como su segundo al mando, Sakura había regresado a sus deberes como Capitana de la Guardia Real en la corte versallesca y no había mejor momento para agradecer su presencia que durante una partida de caza, aquello que el Delfín Choji más disfrutaba. Usualmente y en presencia de todos los nobles de la corte, el Delfín ve sentí como un completo tonto, sentía que no encajaba y le costaba horrores tomar tan solo una decisión, temiendo decepcionar a otros por cometer el más mínimo de los errores. Choji perfectamente podría no ser el futuro rey de Francia; había tenido un hermano mayor que había muerto, había sido joven brillante y muy querido…pero eso no le había evitado morir joven por un enfermedad que Choji un hoy desconocía, y luego de ello siendo aún un niño había sido apartado del resto de su familia y forzado a prender todo lo que se esperaba que hiciera como rey algún día, nadie le había pedido su opinión, solo le había establecido que debería de hacer en el futuro y él tan solo podía obedecer, nada más. Pero era tímido por ello, tenía terror de fallar y decepcionar a todos, por eso siempre delegaba otros la mayor cantidad de responsabilidades, porque no se consideraba brillante para tomar alguna decisión.

Había dudado arduamente en volver a la corte, por ello es que Sakura había tardado incluso más de lo previsto para decidir qué partido tomar, decidiéndose al fin y al cabo por seguir y venerar a la Delfina Ino Yamanaka, no solo porque su deber era protegerla, sino además porque Ino poseía virtudes que Madame Emi no; sinceridad, bondad y un corazón puro pese a pertenecer por nacimiento a la nobleza. Tan concentrado como estaba en sus propios pensamientos, Choji finalmente presto atención a un veloz zorro que se acercaba a toda velocidad en su dirección, perseguido por el sinfín de perros que empleaban en la cacería y que lo tenían acorralado. Manteniéndose a una distancia prudente, pero formando a su vez parte de la partida de caza, el duque Orochimaru aguardo con ansías viendo al torpe mequetrefe sostener el rifle hacia donde se aproximaba el zorro, tanteando el gatillo, predisponiéndose a disparar…no lo conseguiría no se había preparado a tiempo y contrario a otros cazadores con más experiencia, él requería de más tiempo para prepararse. Adelantándose los pensamientos del Delfín, Sakura preparo su propio rifle a la par que él, disparando antes de que el zorro se acercase demasiado y asustara a los caballos. Choji respiro más tranquilo en cuanto el cadáver el bello zorro se desplomo sobre la hierba, quieto y sin vida. Orochimaru maldijo por lo bajo en cuanto vio que el estúpido mocoso no había disparado a tiempo, lo había hecho Sakura.

-Muchas gracias, Sakura- agradeció Choji, más a gusto y calmado estando ella presente.

-Es mi deber, alteza- sonrió Sakura, conmovida por su trato.

Regresar a la corte para nuevamente abandonarla acompañando al Delfín a una de sus cotidianas partidas de caza por los bosques y campos era el mejor panorama posible; lo cierto es que no disfrutaba de matar animales, pero al hacerlo cumplía con su trabajo y además era una costumbre inculcada por su padre que tanto ella como Sasuke practicaban. El Delfín no era en lo absoluto un al cazador, tan solo tomaba su propio tiempo para disparar en el momento propicio y si fallaba o la presa huía, eran gajes como cualquier otros, ella lo entendía muy bien, había fallado muchas veces antes de aprender realmente como cazar. Si algo aborrecía Orochimaru es que la persona equivocada se inmiscuyera en sus planes cuando no debía y en ese momento la Capitana de la Guardia Real era la piedra en su zapato, pero desgraciadamente sí que no podía deshacerse de ella, no en ese momento, pero necesitaba recordarle cuál era su lugar; por muy aristócrata que fuera por derecho de nacimiento, ella no dejaba de ser una súbdita que en ese momento no podía tomarse atribuciones que no el correspondía ni osar actuar sin el permiso de un miembro de la familia real. Con sutileza y propiedad, el duque aproximo su caballo hasta situarse junto a la Capitana de la Guardia quien de inmediato dirigió su atención a él, confundida por su repentino acercamiento siendo que ninguno de los dos solía dirigirse la palabra.

-Sakura, ¿por qué te precipitaste al disparar? Por eso fallo el Delfín- increpo Orochimaru, obligándola a bajar la mirada, -deberías ser más prudente- sugirió o más bien ordenándole que se mantuviera al margen.

Sakura frunció el ceño y guardo silencio en cuanto el Duque procedió a alejarse otra vez; si se tomaba todas esas libertades no solo era porque el Delfín se lo permitía, sino porque sabía bien que no podría responder jamás ante el rey ni ante Dios si el Delfín sufría algún tipo de daño, su cabeza correría peligro y la de tantos otros, incluidos los miembros de su familia. Pero además de eso, detestaba que otros le dijeran que podía y no podía hacer, podía ser tremendamente joven—con casi quince años—, pero no era ninguna niña tonta, sabía muy bien que hacía y si cometí algún error, rectificaba lo más rápido posible para que eso no perjudicase ni su honor ni a su familia. No pudiendo hacer más, la Haruno suspiro únicamente, negando con sutileza en cuanto percibió la confusa mirada de Sasuke por su comportamiento, ¿Cómo olvidar que no estaba sola teniéndolo a él? Los demás integrantes de la cacería no tardaron en aproximarse con otro zorro que era igualmente perseguido por la jauría de perros, como el anterior, solo que esta vez el príncipe si avisto al zorro a tiempo. Más confiado esta vez, el Delfín desvió la mirada hacia Sakura; sabía que esta vez ella no intervendría y le dejaría a él la oportunidad de llevarse la gloría y no porque él se lo dijera, ella lo sabía, podía ser muy buena protegiéndolo, pero también sabía muy bien cuando debía dejar que él siguiera sus instintos como cazador.

-Esta vez ganaré- aseguro Choji, más que dispuesto a no distraerse en esta oportunidad.

El Delfín se preparó de inmediato, apuntándole con el arma al zorro cuanto antes, sin que nadie—esta vez—osase interponerse y quitarle la gloría al Delfín, cosa que desde luego lleno de dicha a Orochimaru que y podía sentir la victoria, cada vez más y más cerca. Huyendo de la innumerable jauría de perros que lo perseguía, el zorro hizo premio de toda su velocidad para salvar su vida a la par que el Delfín le apuntaba imperiosamente con el propósito de no fallar. Repentinamente, asustado con el zorro que se estaba aproximando demasiado en su espacio, el caballo del Delfín se asustó, alzándose sobre sus patas traseras para ahuyentar al zorro, haciendo que su jinete se desplomase sobre la hierba, salvándole—sin saberlo—la vida. El Delfín, al momento de caer al suelo, soltó su rifle que fue milagrosamente alejado de él por su caballo que lo pateo mientras hacía que el zorro huyese, perdiéndose entre la hierba. Cayendo metros más lejos, el rifle exploto en cuanto hizo contacto con el suelo, asustando a los demás caballos y forzando a sus jinetes a esforzarse por controlarlos para no ser tumbados en el proceso. Recuperada por la sorpresa, manteniendo a su caballo tranquilo al sujetarlo de las riendas, Sakura se aproximó a toda velocidad hasta donde se encontraba el Delfín para comprobar si se encontraba bien, ileso no solo de la caída sino además de la explosión.

-Alteza, ¿Esta bien?- socorrió Sakura de inmediato, arrodillándose a su lado.

-Sí- tranquilizo Choji, que lejos de estar herido parecía más bien avergonzado. -Cometí una terrible equivocación, no sé cómo sucedió algo así- se lamentó, tremendamente decepcionado por haber fallado en la cacería. -Sakura, prométeme que no le dirás nada de esto a Ino- solicito humildemente.

-Lo prometo, alteza- acepto la pelirosa, inmensamente feliz de saberlo a salvo.

Como Delfín que era y futuro rey, le habían enseñado y aconsejado muchas veces a Choji que debía de estar por encima de los demás y que nadie podía presumir lo contrario…no podría ver a su esposa a la cara si ella supiera que había caído del caballo en plena cacería, su propio abuelo el rey no le permitiría volver a practicarla si llegaba a saber del incidente, pero él confiaba en que Sakura no diría nada si él se lo pedía. Le había parecido oír una explosión tras caer, pero no viendo daño alguno en los alrededores, el Delfín creyó que se había tratado de su imaginación producto del ligero golpe que había sufrido. Por supuesto que guardaría el secreto de este incidente si el Delfín así se lo pedía, pero Sakura no pudo evitar inquietarse enormemente con lo que acababa de ocurrir, ¿Cómo era posible que otro atentado tuviera lugar tras meses? Primero había sido ese extraño complot por evitar el enlace entre el Delfín y la Delfina y ahora intentar tomar la vida del futuro rey de Francia en plena cacería con el uso de un rifle defectuoso, intentando hacer pasar el hecho como un accidente. No podía ser una coincidencia, ¿o sí?, ¿Era un hecho aislado o ella se estaba volviendo paranoica? No tenía la respuesta. Manteniéndose a una prudente distancia, Orochimaru hubo requerido de todo su autocontrol para no estallar de ira en ese preciso momento…ese estúpido mequetrefe se había salvado de milagro, quitándole a él la gloriosa oportunidad de ser rey.

-Maldito bobalicón- maldijo Orochimaru, por lo bajo.

El estúpido mequetrefe se había salvado, y tomaría muchísimo tiempo encontrar otra ocasión tan propicia. Había fallado…


A solas en un área privada de sus propios aposentos, Ino por fin pudo que podía relajarse al estar prácticamente a solas, únicamente acompañada por el embajador Shikaku Nara a quien veía como a un padre; luego de haber tomado un refrescante baño, la Delfina llevaba un sencillo camisón malva semi transparente y sobre este una bata de seda celeste con detalles rosa, con su largo cabello rubio peinado en una coleta que caía sobre su hombro derecho, manteniendo en su regazo un pequeño plato con dulces y frambuesas que devoraba calmadamente, sentad obre una especie de cama y diván con mullidos almohadones a su alrededor. Ahora que Sakura había regresado a la corte—aunque en ese momento estuviese participando en la cacería junto a su esposo el Delfín—, Ino se sentía mucho más tranquila, aunque el embajador Shikaku estuviera junto ella en ese momento para reprenderla y darle consejos en lugar de para tan solo brindarle su compañía. Ino sabía muy bien porque el Conde Shikaku estaba allí; su madre continuaba enviándole cartas en que la instruía a que le dirigiera la palabra a Madame Emi, cosa que desde luego Ino no pretendía hacer, jamás le hablaría con una mujer que seducía al rey, ni aunque él se lo ordenase, ella era la futura reina de Francia y debía mantener su postura en pro de su dignidad, ¿No era eso lo que su madre le había enseñado?, ¿Cómo podía pedirle ahora que bajase su cabeza ante una prostituta cualquiera?

-Madame Emi, le quiere ofrecer unos diamantes- informo el Conde Shikaku con la debida cautela.

-Tengo suficientes diamantes- agradeció Ino, negándose tan pronto como le hubo sido posible.

Suspirando sutilmente, el Conde alisa la tela de los muslos de sus pantalones, observando con poco interés el plato con dulces que—al igual que la Delfina—mantenía en su regazo, solo que en su caso como un vago entretenimiento. Ya esperaba una respuesta de ese tipo de labios de la Delfina, más no era correcto seguir postergando lo inevitable, aunque a él tampoco le simpatizase Madame Emi, se estaba formando una especie de guerra en el Palacio con motivo del desprecio de la Delfina por la Favorita del rey y aquello no podía continuar, el propio rey ya se lo había manifestado así en una carta a la Emperatriz Viuda Miyuki, por eso es que él estaba ante la Delfina, para intentar que ella entrara en razón. Ino no quería ceder, estaba convencida de que si su abuelo el rey Jiraiya deseara que yo cambiara su comportamiento hacia su Favorita, así se lo habría dicho personalmente, pero lo cierto es que jamás tocaba el tema, no durante sus múltiples conversaciones. Parte del problema es que; de dirigirle la palabra a Madame Emi, ella y su círculo creerían y la tendrían en su poder, obligándola a entablar conversación con ella habitualmente, una y otra vez, lo que desde luego sería intolerable para quien era hija de la anterior Emperatriz de Austria y hermana del actual Emperador de Austria. Tras un breve silencio, el embajador Shikaku alzo la vista hacia la Delfina, como pidiéndole permiso para expresar sus ideas, permiso que ella le otorgo de inmediato con una sola mirada.

-Ofender a la favorita del rey es poner en duda al rey y su comportamiento- recordó a joven Delfina en caso de que hubiera podido olvidarlo. -Solo tiene que cruzar unas palabras con ella, por su rango no tiene permitido hablar primero- obvio, sabiendo lo incomodo que sería para la Delfina tener que inclinar la cabeza ante quien era inferior a ella.

-Lo cierto es que no tengo nada que decirle- sentencio la Yamanaka, harta de tener que lidiar con ese asunto, -¿y por qué he de aprobar su romance con una cualquiera?- su madre le había inculcado que la infidelidad era un pecado, pero en Francia aparentemente no.

-¡Alteza real!- reprendió el Conde de inmediato, incrédulo por oírla hablar así.

-Pues eso es lo que es- simplifico Ino que ya no quería que la vieran como a una niña tonta, sabía quién era esa mujer y no quería hablarle, punto, -todos saben que salió de un burdel y que el titulo se lo compraron- río inevitablemente al decir esto último, tomando otro dulce de la bandeja.

-Su madre y yo estamos preocupados- esclareció Shikaku, sabiendo que tendría que ser sincero con ella, -Emi le ha dicho al rey que usted no se dirige a ella y no se puede permitir caer de la gracia del rey, sobre todo si su matrimonio…- guardando silencio por menos de un segundo, busco las palabras adecuadas conque expresar la difícil situación en la que ella se encontraba, -no se encuentra en una situación sólida- concluyo apartando su mirada de ella.

Escuchar al conde lleno a Ino de frustración; obviamente que su matrimonio estaba en boca de todos, llevaba unos pocos meses casada, pero el Delfín acudía contadas veces a su cama, peor no ocurría nada, habían intentado avanzar, apenas progresando con un par de besos en medio de la oscuridad, no más y al día siguiente no se hablaban más que lo estrictamente necesario. Pronto cumpliría quince años, su madre le había dicho en muchas cartas que su cuerpo cambiaria y que se encontraría en la edad idónea para tener hijos, pero no se sentía feliz, no cuando su esposo la evitaba. Todos decían que gozaba de todos los atributos de docilidad y dulzura que harían que todo el mundo la quisiera, especialmente el rey y el Delfín, pero no se sentía querida, se sentía triste y muy sola, nada era lo que había imaginado; era solo una chica de quince años que extrañaba a su madre y que no podía abandonar al país que ahora era su hogar. Su amiga la princesa Matsuri estaba temporalmente lejos de la corte, porque su suegro y padre en ley recorría sus fincas a lo largo de Francia, siendo el segundo hombre más adinerado de Francia, después del rey. Pero lo que ahora le decía en embajador Shikaku la desconcertaba enormemente, ¿Por qué el rey no le había manifestado abiertamente su disgusto? Ahora estaba acorralada, literalmente, solo había una forma de salir de ese predicamento, tal vez no le gustara, pero era lo único que podía hacer.

-Bien, hablare con ella- acepto Ino, con enorme disgusto.

Todos la presionaban continuamente para que lo hiciera, no quería dirigirle la palabra a Emi, no sería correcto ya que en el futuro sería la reina de Francia, pero ya no podía escapar; tendría que ceder, pero definitivamente no lo volvería a hacer.


Era la celebración de Año Nuevo en la corte francesa, el día en que todos los súbditos debían presentar sus respetos al rey luego de la misa de esa mañana, no solo a él sino que también su favorita que se encontraba de pie a su lado, enfundada en un espectacular vestido purpura repleto de encaje y listones con un sombrero a juego sobre su largo cabello oscuro, con una fastuosa guirnalda y pendientes de diamantes y rubíes. Por su parte y acompañada por su esposo el Delfín quien se sentía tan disgustado como ella por aquella situación, portaba un espectacular abrigo de terciopelo negro recubierto con armiño blanco en un corto chal-bufanda en V con detalle negros y unas cálidas muñequeras, el abrigo ocultaba por completo su vestido y hacia juego con el elegante sombrero de seda y terciopelo negro decorado por plumas que ocultaba sus largos rizos rubios perfectamente recogidos por sobre la altura de su nuca, exponiendo un par de sencillos pendientes de diamante en forma de lagrima. Ino sabía muy bien que ya no podía evadir aquella situación, siguiendo el protocolo, la joven pareja reverencio al rey, más no a su favorita, claro que eso Madame Emi no lo sabía. Todos iban a presenciar lo que ella haría, sabrían que ella no era juguete de nadie, que era una joven mujer que podía discernir por derecho propio, no obedeciendo los caprichos de nadie. Muchos creerían que había perdido el juicio o la moralidad por lo que iba a hacer, pero ella sabía cuál era la verdad y eso le bastaba:

-Hay muchas personas en Versalles hoy- comento Ino simplemente, sosteniéndole la mirada a la favorita del rey, estableciendo que esa sería su única conversación, no habría otra.

-Así es- contesto Emi, ocultando su sorpresa y dirigiéndole una amable sonrisa, con sus ojos resplandeciendo de triunfo y dicha.

Más que satisfecho por ver terminada aquella disputa, el rey le dirigió una ligera sonrisa al embajador Shikaku que inclino la cabeza, sabiendo solucionado cualquier problema. El rey rodeo la cintura de su favorita con su brazo, haciendo reír por lo bajo a Emi que por fin se sentía tranquila; por fin tenía de control de todo. Fingiendo a la perfección que todo estaba bien, al igual que su esposo el Delfín, Ino se retiró respetuosamente, no teniendo más que decir, ignorando la mirada de todos los presentes que la hubieron reverenciado en su camino; podía haber hecho a un lado su dignidad, bajando su cabeza, pero no lo volvería a hacer, sería la perfecta reina de Francia que todos le pedían que fuera, marcaría un antes y un después, porque eso le habían enseñado. Su único deseo era obedecer la voluntad de su esposo en el camino que los conduciría a su felicidad y a la de Francia…pero había recibido traición cambio, el embajador Shikaku le había hecho saber que sus tías habían estado hablando mal de ella con los nobles de la corte cada vez que ella les daba noticias de su matrimonio, poniendo en un aprieto a su esposo que había comenzado a rehuir de su presencia por lo mismo, dejando una marca en su corazón como si fuera hierro candente. Ya no volvería confiar en esas mujeres y a partir de hoy sentía incertidumbre por todo lo que la rodeaba porque su nueva familia había demostrado no ser lo que ella esperaba. Acompañados por Sakura y sus doncellas, ambos hicieron abandono de la capilla, más calmados al estar relativamente solos, por fin.

-Fueron mis últimas palabras a esa mujer- sentencio la Delfina en voz alta y de forma cómplice a su esposo.

-Estoy de acuerdo, es una mujer insufrible, personalmente la detesto- admitió Choji, sorprendiendo y fascinando a su esposa con sus declaraciones. -Madame, me retiro- se despidió, inclinando respetuosamente la cabeza ante ella, tomando su propio camino en la dirección opuesta.

-Alteza- llamo Ino, sujetándose la falda para no tropezar, alcanzándolo. Choji volteo a verla, esperando que ella hablase primero, -¿cree que…podríamos pasar más tiempo…juntos?- solicito, nerviosa y temerosa de obtener un no como respuesta.

-Sera un placer, Madame- acepto el Delfín, perdido en sus bellos ojos, -pero ahora me dirijo al taller- necesitaba quitarse de encima la frustraciones de la corte y no había mejor forma que entreteniéndose en su taller, creando sus amadas cerraduras.

-Suerte- deseo la Yamanaka con total sinceridad, sonriéndole radiantemente.

Lo entendía muy bien, incluso ella no se sentía a gusto siendo escudriñada por todos, solo esperaba que en efecto esta vez él cumpliera con su promesa y pasara más tiempo juntos; además, estaba ilusionada con lo que ella llamaba "su corazón de cerrajero" puesto que le había prometido hacer una cerradura y una llave tan solo para ella, lo cual demostraba que le importaba. Sería paciente por él. Caballerosamente, Choji sostuvo la mano de su esposa entre las sus, inclinándose y besado caballerosamente el dorso de es, obsequiándole una pequeña sonrisa antes de retirarse. Esta vez cumpliría su promesa, intentaría que su matrimonio…progresase. Mucho más tranquila con la promesa de su esposo, Ino se volvió para continuar con el camino que la llevaría a sus aposentos, acompañada en todo momento—por supuesto—por sus doncellas y Sakura, pero inevitablemente, la Delfina detuvo su andar un momento al reparar en que por fin, tras unos pocos meses en Versalles, bajado su cabeza y cedido en su dignidad, todo con tal de no desagradar a nadie, siendo traicionada en el proceso…estaba herida, pero no le daría a nadie el lujo de verla flaquear, no ahora, no hoy. Sakura observo en silencio a la Delfina, esperando poder comprender en que estaba pensando, conociendo el dolor de tener que ceder por otros en sus ideales, ambas habían perdido mucho en esta disputa, pero no permitirían otra vez que las obligaran a hacer algo que fuera en contra de ellas.

-Esa mujer me venció, Sakura- reconoció Ino, cerrando los ojos por un momento, requiriendo de todo su autocontrol para no estallar en lágrimas. -Le dirigí la palabra, pero por mi honor como futura reina de Francia, jamás volveré a hacerlo- prometió en voz alta, necesitándola a su amiga como testigo.

-Es una verdadera reina- elogio Sakura sinceramente y con admiración.

Ya desde la primera vez en que habían interactuado, Sakura había estado fascinada por la dignidad y el portento de la Delfina, estaba segura de que no había otra mujer como ella en toda Francia, pero ahora estaba convencida de que Francia tendría a una gran reina…tan solo si no la obligaban a hacer lo indebido, porque lo que sucediera con Francia solo sería culpa de Francia.


Se había aferrado a la promesa de su esposo con todas sus fuerzas; si bien últimamente apenas y compartían la cama porque él la rehuía, el rey había instado a su nieto el Delfín a que ambos se volvieran más cercanos aunque fuese tan solo en la intimidad. Cada vez que su matrimonio había estado progresando en la intimidad se los había contado a sus tías, suponiendo que podría confiar en ella y recibir consejos a cambio…pero ellas no habían hecho más que comentarle todo a la corte, haciendo que ella y su esposo fueran el tema de conversación más cotidiano. Choji no había podido lidiar con la presión de saber lo que todos esperaban de él cada día y había terminado por intentar alejarse de ella para silenciar los cotilleos. A entender de Choji, ambos aun eran muy jóvenes, no había presión en consumar su matrimonio…pero no todos pensaban igual y por lo mismo es que debían cuando menos intentar que su relación mejorara. Con el corazón rebosante de felicidad, Ino s mantuvo tranquila y a gusto bajo las sabanas, asistiendo solicita a su esposo que recostado a su lado leía y comentaba en voz alta, haciéndola ella participe de su actividad. A ella en lo persona no le parecía tan fascinante el asunto de las llaves y cerraduras, pero le plací interesarse para mantener una buen relación con su esposo con quien muy lentamente habían comenzado a hacerse amigos, sabiendo como entretenerse mutuamente al final de cada día.

-Las primeras cerraduras mecánicas eran de madera- comento Choji emocionado, volviendo el rostro hacia su esposa que le sonrió en respuesta. -Dice que estuvieron en uso hace más de cuatro mil años, en Egipto- esto desde luego que resulto curioso para Ino, más ella no hizo ninguna pregunta al respecto.

La lectura estaba resultando muy entretenida para Choji en ese omento, especialmente teniendo su lado a una amiga incondicional que jamás le reprochaba nada, pero…no podía olvidar la auténtica razón por la que estaba ahí, en los aposentos de su esposa, no cuando todos parecían empujarlo a ello. Doblando el final de la página que estaba leyendo, Choji cerro el libro, dejándolo sobre las sanas pero en un punto que no molestase, guardando por un breve instante, mentalizándose antes de cortar la distancia entre él y su esposa, apartando los suficiente las sabanas y situándose sobre ella, haciendo copio de no incomodarla, apoyando sus brazos en las almohadas. Obviamente y sin dudarlo, Ino se mantuvo recostad sobre la cama, sabiendo cuál era su lugar, comprendiendo que el matrimonio solo se concretaría si él también tomaba la iniciativa. Sintió a su esposo levantarle la falda del camisón, provocando que determinadas zonas de sus anatomías se encontrasen…más de inmediato Ino sintió que algo no estaba bien; por todas las cartas de su madre, sabía que esa parte del cuerpo de un hombre debía encontrarse…rígida, erecta producto del deseo y la excitación, pero no lo sentía así. Además, él parecía no poder penetrar en su interior, como si algo lo estuviera deteniendo, como si ese acto le provocase dolor en lugar del placer que todos habían prometido que surgiría.

-¿Qué sucede?- pregunto Ino, confundida, -¿Es que no te gusto?- no podía evitarlo pero en ese momento sentía que quizás ella tenía algo de culpa.

-No es eso, yo…- Choji no supo que decir…quería continuar, pero había algo que se lo impedía, -no lo sé- fue todo cuanto pudo decir, no encontrando explicación alguna en su mente.

Quería continuar, no solo porque se suponía que debía hacerlo, él también deseaba dejar de estar en boca de todos por rumores infundados, pero…no podía continuar, aquello no se sentía como le habían dicho y no era por culpa de su esposa, era por culpa suya. Es como si ese no fuera el momento adecuado, como si toda la presión que todos situaban inconscientemente sobre sus hombros se hubiera multiplico por diez, forzando a fallar como esposo…y como hombre. Frustrado y no pudiendo hacer más, el Delfín se dejó caer junto al cuerpo de su esposa, dándole la espalda, no pudiendo soportar verla a los ojos y contemplar su decepción, todo por su culpa. Ino guardo silencio en todo omento, intentando asimilar bien lo que acababa de ocurrir y buscándole una explicación; tal vez se debía a la caza, su esposo practicaba tanto aquella actividad tan continuamente que quizás lo dejaba sin energía para cumplir con su rol de esposo. Volviendo su cuerpo hacia el de su esposo, Ino apoyo una de sus manos sobre su espalda, haciéndole saber que estaba ahí y que no lo culpaba, podrían volver a intentarlo, desde luego. Ella seguiría siendo paciente; visitaría los jardines, exploraría los pasillos más desconocidos del palacio, observaría las fuentes…era su amiga, aunque toda la corte Francia hablase de ellos, lo esperaría, le brindaría su apoyo y preocupación, porque era su esposa y no lo abandonaría nunca, sin importar lo que sucediera.

-Tranquilo, lo volveremos a intentar- intento tranquilizarlo la Yamanaka, camuflando su propia desilusión, -cuando tú quieras- añadió, resignándose a ser paciente.

Choji agradecía de todo corazón que ella fuera tan comprensiva, que contraria a otros no lo presionara, pero…se sentía decepcionado consigo mismo, no comprendiendo la razón que no le permitía cumplir con su rol de esposo como ella si se dedicaba a ser una esposa solicita y amable con él en todo momento. Alejándose de su cálido tacto y en silencio, Choji se levantó de la cama, tomando una bata que yacía junto a la cama y abandonando la habitación, necesitando pensar a solas. Ino siguió recostada sobre la cama, como si no pudiera moverse, pero próxima a las lágrimas, frustrada y confundida, asustada; todos en la corte sabían muy bien que el problema existente para que el matrimonio no se consumase recaía en el Delfín, pero de igual forma todos la culpaban a ella, todos hablaban de ella, todos la señalaban a ella…


-Niños, vengan- animo Ino, sumamente emocionada.

Gracias a la presencia de Sakura en el palacio, Ino sentía que podía lidiar mejor con la presión, ella era su amiga y protectora, junto a ella sabía que no tenía por qué tener miedo. Aun albergaba en su mente los recuerdo de la noche que había tenido lugar días atrás y en que ella y su esposo habían intentado que su matrimonio progresase, sin éxito…pero intentaba no pensar en ello, en su lugar en ese momento se concentró en la pareja de pequeños niños—hijos de algunos de los sirvientes del palacio—que había invitado a sus aposentos por muy impropio que fuera y que entonces jugaban con ella, abrazándola y riendo. De pie junto a las ventanas, Sakura observaba conmovida la entrañable escena; ella desde siempre había sido cercana a los sirvientes que la rodeaban, no haciendo distinciones de ningún tipo y la llenaba de dicha ver que la Delfina pensaba igual, eso significaba un próspero futuro para Francia donde la mayoría de la población era sirvientes y personas pobres. La guardiana de la reina vestía su siempre impecable uniforme; camisa y pantalones blancos, pañuelo blanco ceñido al cuello decorado por un broche de oro en forma de cruz con un zafiro en el centro, chaqueta militar azul con hombreras doradas, su sable y sombrero de pluma pendiendo de su cinturón, botas de montar negras y su cabello rosado sujeto por una cinta color negro, en una pequeña coleta que caía tras su espalda. Arruinando el momento, como siempre, Madame Koharu ingreso en los aposentos de la Delfina, llevándose la desagradable sorpresa de ver a la Delfina interactuando con los hijos de los sirvientes.

-Dios, ¿Qué es esto?- cuestiono Koharu, indignadísima, -¿Qué es este desacato?- reitero ante semejante falta al protocolo.

-Nada, Madame Utatane- tranquilizo Ino, riendo con motivo de su aparición.

-Salgan de aquí, ya- ordeno la Condesa, tomando de la mano a los niños y escoltándolos fuera de la habitación, -¡fuera!- los pequeños le sonrieron a la Delfina antes de marcharse junto a la Condesa.

Ino río por lo bajo al despedir a esos tiernos pequeños, agitando apresuradamente la mano para despedirlos tiempo, con la Condesa Utatane cortándole la diversión como siempre. La razón que tenía para haber invitado a esos pequeños a sus aposentos era su enorme deseo de ser madre; ya que su matrimonio no se había consumado y siendo un muy joven, Ino tenía el deseo de ser madre, de poder dar a alguien el inmenso amor que nacía en su corazón y que no podía dar a nadie, porque temía con todo su ser que su esposo el Delfín nunca la hiciera su esposa en el estricto sentido de la frase. Pero ahí, a solas con su guardiana, Ino se sentía dichosa y agradecida con Dios por tener a Sakura como amiga, con ella no se sentía sola. Para Sakura era increíble el tipo de libertades que se tomaba la condesa Utatane; lejos de ser una guía para la Delfina, lo que hacía era ser una estricta y rígida institutriz que no la felicitaba si hacia algo bien, solo la regañaba con la autoridad de una madre cada vez que faltaba al protocolo, incluso en presencia de testigos. Que alguien inferior osase decirle que hacer a alguien con su poder era algo inconcebible. Sasuke, siendo su mejor amigo y leal compañero de aventuras, podía ignorar cualquier formalismo o deber ante ella y ser sincero, pero por supuesto que en presencia de testigos, sabía acallar sus opiniones cuando era debido, claro que ella siempre lo alentaba a ser sincero. Ella no lo consideraba un sirviente sino que su mejor amigo.

-Es como una estatua- comento Ino, negando para sí con diversión, -¿qué piensas?- inquirió desviando la mirada hacia su amiga y guardiana.

-¿Le vertimos cera encima?- sugirió la pelirosa, sonriendo sutilmente.

-Lo sabía, tienes sentido del humor- río la Yamanaka, sorprendida y a punto de reír.

-¿Y cómo no tenerlo?- admitió Sakura, riendo inevitablemente.

Observándose la una a la otra, a solas, ambas estallaron en carcajadas, cubriéndose los labios y dirigiendo sus miradas a otro punto de la habitación para recuperar la compostura. Ahí, juntas, sabían que no necesitaban de ningún protocolo, podían ser ellas mismas, aunque fuera una vez.


La corte no opinaba nada cada vez que el Delfín abandonaba el palacio para practicar l caza, menos si la Delfina no emitía protesta alguna; la Princesa Matsuri había regresado a Versalles tras el viaje que había realizado junto a su suegro, llenando de alegría a la Delfina que por fin ve sentía feliz al tener juntas a sus dos amigas, siendo su guardiana quien en ese momento custodiaba sus aposentos y la protegía, de pie junto los colosales ventanales de oro. Sakura se mantuvo lo más indiferente que le fue posible mientras decenas de jóvenes doncellas desplegaban materiales; sedas, joyas, abanicos, zapatillas, sombreros, plumas, guantes y corsés en todos los rincones de la habitación privada de la Delfina para que ella pudiera elegir que prendas lucir; entre todos los objetos habían presentes enviados desde el extranjero, otros de parte de los cortesanos y el resto eran autoría de Madmoiselle Yugito Nii que en ese momento se encontraba presente, de pie ante las puertas junto a sus asistentes. Yugito Nii era una sombrerera y modista de reconocimiento en la corte que últimamente había dejado de trabajar para otros nobles, diseñando tan solo el selecto vestuario de la Delfina que por cierto poseía un gusto exquisito. De hecho la Delfina vestía un vestido incompleto, que estaba siendo arreglado en se precisó momento en una prueba de vestuario, hecho en seda rosa pastel y que Yugito continuaría a la orden de la Delfina.

-¿Admiradores?- supuso Ino, ya que no todo lo que veía era por solicitud, también habían muchos regalos. -Es hermoso- opino sosteniendo un abanico dorado con encaje rosa claro.

-¿Día o noche?- curioseo Matsuri, abriendo un abanico purpura con encaje plateado, recibiendo un encogimiento de hombros de parte de la Delfina.

-Son estilo Emi- bromeo la Yamanaka reparando un par de zapatillas de color dorado con unos prominentes tacones y holanes…demasiado opulentas para su gusto. -¿Te gusta esto de tocado?- sugirió tomando dos plumas de avestruz rosa claro, emulando como se verían si adornasen su cabello.

-Se ve hermoso- admitió la princesa ante la innovadora idea.

-¿No es demasiado?- supuso la Delfina, temiendo alardear indebidamente.

-Tal vez una- acepto Matsuri, ayudándola a separar las plumas para probar como se vería con una sola pluma a modo de tocado.

-¿Tienen de estas en blanco, tal vez?- consulto Ino, ante lo que una de las asistentes de Madmoiselle Yugito le presento dichas plumas. -No estoy convencida- admitió en voz alta, meditándolo por un momento. -¡Me encantan estas!- chillo de emoción en cuanto su miga le ofreció un par de hermosas zapatillas blancas de cómodo tacón bajo y decoradas por un broche plateado en el centro, -¿También quieres unas?- ofreció, más que dispuesta a obsequiarle a su amiga lo que ella quisiera.

-Son hermosas- comento Matsuri con indecisión, recibiendo a cambio una mirada decidida de la Delfina que no admitiría un no como respuesta, -pero las mías en rosa- acepto finalmente, sonriendo con gratitud.

-Dos en rosa- comunico la Yamanaka a Madmoiselle Yugito que tomo nota de inmediato.

En silencio y asistiendo como testigo de la prueba de vestuario de la Delfina, el Embajador Shikaku aguardo en silencio hasta encontrar el momento propicio y hablar con la Delfina. La Emperatriz Viuda Miyuki estaba profundamente preocupada por la inminente partición de Polonia entre los países Austria, Prusia y Rusia, temiendo la reacción que Francia pudiera tener y que desde siempre Polonia era un pequeño país que desde que había historia era aliado de Francia quien siempre había acudido a la guerra por su ayuda. Austria esperaba que siendo la hermana del emperador austriaco la futura reina de Francia, no fuera necesario ir a la guerra, esperaban que la diplomacia fuera suficiente. Los franceses no tenían conocimiento de lo que está a punto de suceder, porque el joven príncipe de Ōnoki, uno de los integrantes del numeroso séquito que la había recibido en Estrasburgo y a quien el rey Jiraiya había nombrado embajador francés en Viena, estaba demasiado ocupado haciendo apuestas y asistiendo a fiestas como para ser siquiera consciente de la situación internacional. Con motivo de la alianza franco-austriaca es que el Embajador Shikaku y la Emperatriz Viuda Miyuki esperaban que la joven Delfina pudiera interceder para que no sugieran animadversiones. Ajena aquello que el embajador Shikaku fuera a decirle, Ino le indico con la mirada a Madmoiselle Yugito que podía aproximarse y ante lo cual la modista procedió a continuar con el vestido con la venia de la Delfina.

-Madame, ¿leyó el reporte sobre nuestra situación?- consulto el Embajador Shikaku, esperando recibir una respuesta afirmativa.

-No, no lo he leído aun- admitió Ino, lamentando tener que darle la espalda mientras Madmoiselle Yugito continuaba arreglando su vestido, -¿quieres contármelo en resumen?- solicito volviendo el rostro hacia él, ligeramente avergonzada.

-Las reformas del rey Hizashi en Polonia estallaron a la guerra civil, y los rusos y austriacos han tomado 1/3 de Polonia, lo cual es inquietante ya que Polonia es un país aliado de Francia- resumió el Conde, esperando que la joven Delfina comprendiese lo que eso significaba.

-¿Cuál manga te gusta?, ¿con encaje o sin encaje?- consulto la Yamanaka, si habiéndolo escuchado, pero no deseando tratar nada de política, volteando verlo y esperando que el diese una acertada opinión; la manga derecha era lisa mientras que la manga izquierda estaba decorada con encaje color rosa.

-¿Acaso ha prestado atención?- inquirió el Embajador ocultando su sorpresa por la ignorancia que la Delfina mostraba a tan importante asunto. -Su madre cuenta con usted para que resuelva esta crisis- añadió en caso de que la joven no le hubiera tomado el determinado peso a la situación.

-¿Hacia dónde me inclino si hubiera una ruptura entre las dos familia?- cuestiono Ino, entiendo muy bien lo que le estaban preguntando, sabiendo cuál era su responsabilidad, pero teniendo mucho miedo y sabiéndose sola como para poder ejecutarla, -¿Debo ser austriaca o la Delfina de Francia?- todos le solicitaban miles de cosas, pero nadie reparaba en el miedo que sentía, el miedo a fallar y a que nadie la ayudara.

Comprendía lo que el Embajador Shikaku decía, y claro que habría un conflicto con motivo de la repartición de Polonia, Francia no querría que nadie atacase a sus aliados, porque respondería…pero ella no quería estar en el ojo del huracán, no quería intervenir en política cundo por matrimonio su único deber sería el de consorte, no de asesora política ni nada parecido, entonces, ¿Por qué la presionaban tanto si ella ya de por si tenía problemas con los que lidiar? Su matrimonio no progresaba; su esposo había vuelto a compartir la cama con ella, pero no para intentar intimar y todos en la corte tenían sus ojos puestos en ella, preguntándose cada día si continuaba siendo virgen o si ya estaba embarazada, ¡Era horrible! Y no sabía cuánto más podía aguantar llevando tan solo meses casada. Todos en la corte decían que era muy hermosa y encantadora, que no había nadie que no pudiera quedarse prendado de ella, pero para su esposo parecía ser un abominable dragón, es como si no pudiera sentir deseo por ella, por lo que hasta ahora no había ningún progreso real en su matrimonio, ninguno. Sakura aguardo en silencio a que alguien emitiera una respuesta, sintiendo lastima por la Delfina, pero no pudiendo hacer nada para ayudarla, no teniendo respuesta alguna. Dudoso, el Embajador Shikaku no supo que responder en dicha situación, únicamente pudiendo suponer que era lo más acertado a decir.

-Debe ser ambas- fue todo cuanto el embajador Shikaku pudo decir.

Asintiendo en silencio por cortesía, Ino sonrió y vagamente, dirigiéndole una vaga mirada a Sakura que tan solo pudo bajar la mirada, tan decepcionada como ella misma; estaba sola en ese palacio, todos le decían lo que debía hacer, pero nadie reparaba en sus sentimientos…nadie veía lo mucho que estaba sufriendo. Solo Sakura podía entenderla.


PD: Saludos, besos y abrazos a todos ustedes, mis hermosos y queridos lectores, espero que esta nueva actualización les resulte satisfactoria :3 Les recuerdo nuevamente que durante mis vacaciones actualizare todas mis historias nuevamente y además iniciare dos fics nuevos, por lo que les aconsejo que se mantengan atentos en caso de que estén interesados y quieren leer alguno :3

Pronto actualizare otras de mis historias; "El Clan Uchiha" y "Operación Valkiria":3 como siempre la actualización está dedicada a DULCECITO311(a quien dedico y dedicare todas y cada una de mis historias :3) y a todos aquellos que sigan cualquier otro de mis fics :3 El anime "Versalles no Bara" o "Lady Oscar" es uno de mis animes favoritos, pero por supuesto que discrepo en algunos momentos o en los diálogos, por lo que haré esta adaptación según mi propio criterio, por lo que ustedes quedan advertidos.

También les recuerdo que además de los fics ya iniciados tengo otros más en mente para iniciar más adelante en el futuro: "Avatar: Guerra de Bandos" (una adaptación de la película "Avatar" de James Cameron y que pretendo iniciar pronto), "La Bella & La Bestia: Indra & Sanavber" (precuela de "La Bella & La Bestia"), "Sasuke: El Indomable" (una adaptación de la película "Spirit" como había prometido hacer), "El Rey de Konoha" (una adaptación humanizada además del rey león que se me ha venido recurrentemente a la cabeza), "El Siglo Magnifico; Indra & El Imperio Uchiha" (narrando la formación del Imperio a manos de Indra Otsutsuki en una adaptación de la serie "Diriliş Ertuğrul"), como algunas ya habrán notado por mis historias "El Sentir de un Uchiha" y "El Clan Uchiha", también tengo la intención de explicar el porque de determinados acontecimientos, explicando sus motivaciones y auténticos sentimientos, como yo creo o siento que sucedieron, por lo mismo tengo la idea—si ustedes lo aprueban—de además iniciar un fic llamado "El Origen del Clan Uchiha" centrado en el padre de todos los Uchiha; Indra Otsutsuki, porque considero que también merece su propia historia , si ustedes están de acuerdo, claro :3 Para los fans del universo de "El Conjuro" ya tengo el reparto de personajes para iniciar la historia "El Conjuro 2 Naruto Style-Enfield" (que iniciare dentro de poco), así como "Sasori: La Marioneta", por lo que solo es cuestión de tiempo antes de que publique el prologo de una de estas dos historias, lo cual espero que los tranquilice y anime a su vez. También iniciare una nueva saga llamada "El Imperio de Cristal"-por muy infantil que suene-basada en los personajes de la Princesa Cadence y Shining Armor, como adaptación :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima :3