-Este fic es una adaptación del manga y anime "Versalles no Bara" de Riyoko Ikeda junto a la película de 1979 "Lady Oscar" de Jacques Demy, la película conmemorativa de 1989 "La Revolución Francesa" y la película "Maria Antonieta: La Reina Adolescente" de Sofía Coppola. Los personajes pertenecen por completo a Masashi Kishimoto, más los personajes de carácter secundario y modificaciones las personalidades, hechos y trama corren por mi cuenta y mi entera responsabilidad. Les sugiero escuchar "Orpus 23" de Dustin O'Halloran de la película "Maria Antonieta: La Reina Adolescente" de Sofia Coppola.
Eludir el paso del tiempo era algo imposible para los humanos aun cuando fueran reyes o gobernantes de vastas extensiones de tierra y tuvieran a miles de personas a sus pies, no importaba que artificios se emplearan en ocultar la verdad, esta tarde o temprano siempre salía a la luz y por lo mismo el tiempo hizo evidente que el matrimonio entre el Delfín y la joven Delfina presentaba serias complicaciones; luego de semanas de celebrada la boda las demandas porque el matrimonio se consumara eran amistosas, luego de meses impacientes y ahora que habían transcurrido casi tres años desde el enlace era evidente que algo no marchaba bien en la joven pareja pero nadie se atrevía a decir nada para cuestionar la unión que había traído consigo la paz entre las dos familias y sus países. La joven Delfina Ino Yamanaka pertenecía a una familia noble y de gran temple aristocrático, los Yamanaka si bien habían sido enemigos de los Akimichi por largos años, eran reconocidos por su gran fertilidad que se remontaba hacía más de un siglo, la propia madre de la Delfina, la Emperatriz Miyuki, había tenido no menos que catorce hijos que habían alcanzado exitosamente la edad adulta, por lo que el problema del matrimonio no recaía en ella…pero cuestionar aún más al joven Delfín sería una traición a Francia, por lo que todos en la corte se reservaban a admirar a la pareja y aguardar porque más pronto que tarde se encontrase un heredero en camino mientras el rey Jiraiya aún se encontraba sano y lleno de vitalidad, eso concedía tiempo, ¿pero cuánto duraría eso?
-¿Vas a volver cuanto antes?— pregunto Ino amablemente, intentando no parecer tan impaciente de como realmente se encontraba.
-Sí, mi cielo—contesto Choji, entrelazando su mano con la de ella. -Es solo una rápida excursión de caza, volveré enseguida— tranquilizo, ya extrañándola sin importar que aún no se hubieran separado.
En la entrada del enorme complejo que representaba el palacio de Versalles, esposo y esposa se despedían para que el Delfín acudiera a una de sus largas partidas de caza en compañía de la capitana de la guardia real y el habitual sequito designado. Bellísima como siempre, a sus diecisiete años, la joven Delfina se encontraba enfundada en un sencillo vestido aguamarina claro hecho de seda y que resaltaba favorecedoramente su figura por obra del miriñaque bajo este, de escote cuadrado ribeteado en encaje en el contorno, mangas ceñidas hasta los codos adornadas por holanes casi angelicales y larga falda parcialmente recogida en diversos puntos de la tela como si se tratara de una nube, con su largo cabello dorado recogido en un moño alto para hacer aún más envidiable su cuello de cisne y exponer un pequeño par de pendientes de cristal en forma de lagrima. Por su puesto que Ino entendía la pasión de su esposo por la caza, no la compartía pero comprendía lo maravilloso que era estar sobre el lomo de un caballo y por lo que en múltiples ocasiones anteriores lo había acompañado en esta afición, pero esta vez no podía hacerlo, no con tanta presión de parte de la corte y los nobles que de forma silente exigían que el matrimonio se consumara, y montar a caballo en un momento así podría dar a entender que ella no se comportaría como una madre consciente si se encontrase embarazada aunque no existiera posibilidad de ello ya que aún seguía siendo completamente virgen.
-Yo me vería humillada, frente a la corte y el público…si la esposa de tu hermano se embaraza primero que yo— menciono la Delfina no pudiendo evitarlo, no deseando presionarlo pero si recurrir a su ayuda en tan difícil situación.
-Cuando regrese de Saint Cloud, te prometo que reanudare mi régimen—se comprometió él, igual de consiente que ella de lo que se esperaba de ambos, -y espero que todo resulte fructífero— deseo sinceramente, intentando parecer seguro al menos al encontrarse frente a ella.
No importaba que tanto quisieran permanecer ajenos de la realidad, llevando vidas separadas, ambos comprendían el peso que se cernía sobre ellos como futuros herederos del trono francés, se esperaba que tuvieran un hijo pronto y sí que lo habían intentado, pero no importa que tanto pusieran de su parte o el empeño que dispusieran el matrimonio seguía sin consumarse, no sabían muy bien que hacían al compartir la cama, nadie les había explicado detallada y claramente en qué consistía su deber, ambos siempre caminaban a tientas en la oscuridad, frustrándose por su propia incapacidad para lograr tal fin, especialmente el Delfín que se sentían insignificante ante su hermosa esposa que en ese momento le dedico una luminosa sonrisa como siempre, confiando en que todo seria para mejor en cuanto volvieran a intentarlo. Caballeroso como siempre, el Delfín correspondió a su sonrisa, sosteniendo una de las manos de ella entre las suyas y besando el dorso de esta, haciéndole saber su vasallaje y lo importante que era para él antes de romper el contacto y descender velozmente por las escaleras hacia la partida de caza que aguardaba por él, subiendo con ayuda a su caballo y cuando antes regresando su mirada a su esposa que lo observaba en todo momento y a quien dirigió una última sonrisa de despedida que ella correspondió. Eran felices de este modo, ¿Por qué debía existir algo más?, ¿Qué era ese algo más que todos querían que hicieran?
Contemplando los caballos prepararse para partir, en cuanto su esposo le dio la espalda Ino centro su mirada en Sakura quien enfundada en su elegante uniforme y tan hermosa como siempre inclino la cabeza con respeto hacia ella antes de partir. No viendo otro motivo por el que permanecer allí, en solitario, Ino dio la espalda al patio, comenzando a transitar el camino de regreso a sus apartamentos, más deteniendo brevemente al oír el eco de los cascos de los caballos alejándose, ya añorando a su esposo…pero retomando su camino con el temple que se esperaba de ella como futura reina de Francia, porque aún tenían un largo camino que recorrer hasta entonces.
Tres años…era el increíble todo el tiempo que llevaba siendo la Capitana de la Guardia Real, pero para Sakura más que el entretenimiento o aventura constante que ella había creído que sería este nuevo rol en su vida, poco a poco este rol se había tornado en un deber que hoy tenía un gran peso en su vida, implicaba una gran responsabilidad consigo misma y con su país, una responsabilidad que nada ni nadie le impediría cumplir. Como mujer que era y aun enfundada en los severamente elegantes usares como capitana de la guardia, aun cuando debiera parecer un hombre resultaba evidente la enorme belleza de la joven Haruno cuyos gatunos ojos esmeralda parecían reflejar la luz del sol, su piel blanca como el marfil y sonrosadas mejillas, la suavidad de sus labios que la hacían parecer estoica, la sedosidad de su cabello rosado recogido tras su nuca en una pequeña coleta por obra de una cinta color negro, sus femeninas curvas bajo la camisa y pañuelo blanco que hacían resaltar la chaqueta azul zafiro de marcadas hombreras doradas, ceñidos pantalones blancos y largas botas de cuero negro, con su sable permanentemente en su cadera. Era imposible no ver lo hermosa que era. Más aun cuando siempre debiera mantenerse en silencio y reservarse a tan solo cumplir con su deber, en ese momento no pasó inadvertida para Sakura la expresión de permanente angustia en el rostro del Delfín que cabalgaba a su lado y que se mostraba así desde que habían abandonado Versalles hacia varios minutos.
-¿Hay algo en que pueda ayudarle, alteza?— pregunto Sakura, intentando poder serle de ayuda de ser posible.
-Siendo sincero, ya no sé qué hacer, Sakura— confeso Choji, profundamente apesadumbrado.
Ante Ino y en presencia de todos en el patio de Versalles, se había mostrado resuelto y seguro, había intentado ser todo lo que se esperaba de él como futuro rey de Francia…pero en realidad él no era nada de eso, no era un modelo a seguir como Delfín y no era el esposo que deseaba ser para Ino, no era nada de lo que ella realmente se merecía y eso lo angustiaba profundamente porque él tiempo pasaba y no importaba que tantas fueran las presiones o exigencias de parte de los nobles que querían ver consumado ese matrimonio y el fruto de la alianza franco-austriaca, él era incapaz de agasajar o complacer a Ino como deseaba, ni como Delfín ni como hombre, ¿Cómo podría ser rey algún día? Tres años de matrimonio, en ese tiempo él ya debería saber qué hacer para poder hacerla su esposa en todos los sentidos existentes pero no podía llevar a cabo su cometido sin importar que ella hubiera intentado tomar la iniciativa en decenas de oportunidades, halagándolo enormemente en el proceso, pero él no sabía qué hacer para hacerla sentir tan maravillosa como ya lo era a sus ojos. Amaba a Ino Yamanaka de todo corazón sin importar que en sus inicios hubiera desconfiado de ella por ser una completa desconocida en su vida, era su esposa, la primera persona en quien pensaba al abrir los ojos por las mañanas y la última persona en quien pensaba al cerrarlos, ¿Cómo podía hacerla feliz?, ¿Cómo podía honrar lo feliz que lo hacía que ella le sonriera todos los días? Ella era todo y él era nada.
-Ino es tan hermosa, tal dulce, me desespera…me angustia no saber cómo expresarme—admitió el Delfín, sabiendo muy bien que podía confiar en Sakura de un modo en que no podría confiar jamás en nadie. –En cambio ella todo lo que hace, lo hace bien—ella le resultaba poco menos que un ser superior, un ángel, una ninfa de la mitología en su vida. –Sé que soy feo, pequeño, con piernas cortas y vientre voluminoso, pero debo confesar que la amo con todo mi corazón—era consciente de sus propios defectos y eso muchas veces lo sobrepasaba y le impedía cumplir con su deber por temer a decepcionar a su amada.
Oh, las temidas inseguridades, el pan de cada día de la raza humana sin importar que tanto intentaran ser ignoradas o eliminadas. Todos ellos eran humanos, ¿se encontraban por encima de los demás por ser nobles y tener títulos o fortuna? En lo absoluto, eso solo los hacia más vulnerables en su empeño por parecer omnipotentes o superiores de alguna forma, y Sakura en lo personal no se encontraba exenta de tal debilidad, ¿Cómo no sentirse poca cosa? Todos esperaban algo de ella, o ser una figura femenina a la cual desear al tener la edad idónea para contraer matrimonio y tener hijos o bien ser la figura masculina que protegía a Francia como capitán de la Guardia Real, sus preocupaciones no eran menores ni mayores que las del Delfín sino solo preocupaciones, pero en ese momento Sakura eligió ignorar sus propios problemas y centrarse en el joven a su lado y que era tan solo unos meses mayor que ella. Puede que él no fuera el hombre más galante del mundo ni el caballero de modales más finos pero era una gran persona de corazón bondadoso, alguien alegre, carismático y divertido a su propio modo, de gustos sencillos y más bien tímido pero que brillaba con luz propia en su ambiente, fabricando llaves y cerraduras tan complejas que eran admirables, él era una de las pocas personas que merecían ser felices pero cuya felicidad se veía truncada por culpa del mundo egoísta en que vivían, él era un gran hombre y un buen esposo que era amado por su esposa la Delfina, no tenía por qué preocuparse por no ser suficiente, porque era un gran hombre.
-Las apariencias no lo son todo, alteza— opino Sakura, tras un breve instante de silencio, estudiando sus palabras y sorprendiendo al Delfín con su respuesta. –Un rostro atractivo es superfluo si en el fondo se esconde un corazón negro— ¿Qué más era una cara bonita? Ella había visto a decenas de hombres gallardos y galantes pero que no tenían cerebro ni bondad en sus almas y ante esto era mejor un adefesio de buen corazón, y el Delfín tenía todo para ser un buen esposo y un hombre maravilloso. –Usted tiene un corazón más lleno de bondad que muchos hombres de gran belleza, eso vale más que cualquier fortuna en el mundo— era más importante un corazón latiente que una fortuna incomparable, porque el dinero sencillamente no podía comprarlo todo, o por lo menos no podía comprar la felicidad ni el amor. –Créame, la Delfina piensa igual que yo—añadió de forma cómplice y para que ninguno de los integrantes del séquito pudieran oír su conversación.
Probablemente estuviera excediendo los límites y yendo más allá de lo que era su deber, pero Sakura sabía que en ese momento necesitaba ser sincera como mujer para poder ayudar al Delfín que se sorprendió por sus declaraciones a tal punto de encontrarse sin habla. Todo lo que Choji pudo hacer fue observar a la Haruno con total incredulidad mientras que ella le sonreía plenamente, llenándolo de paz con este simple hecho, permitiéndole por al menos un momento olvidar que existía todo un país exigiéndole que cumplir un deber…esperaba que Sakura tuviera razón, porque él por su parte ya amaba a Ino con todo su corazón y hasta donde sabia en tanto existiera amor en un matrimonio, todo lo demás se desenvolvería exitosamente si se ponía el empeño suficiente. Tal vez todo lo que tuviera que hacer fuera continuar intentando ser un buen esposo y dedicarle todo su amor a Ino, y de ser así, él continuaría haciéndolo.
-No tengo la más mínima intención de romper la alianza con Austria—declaro Jiraiya de forma indeleble, sin siquiera detenerse a dudar en sus palabras.
Sin importar que tan frustrante fuera el extraño matrimonio entre su nieto y la hermosa Delfina, Jiraiya no perdía la esperanza de que un día todo fuera diferente y más pronto que tarde la familia real tuviera un nuevo integrante luego de tantos años sin oír pequeños pasos o risas por los pasillos ya que ni siquiera sus otros nietos ya casados eran capaces de engendrar descendencia hasta ahora y por lo que todo continuaba dependiendo enteramente de su nieto mayor y su bellísima esposa. La joven pareja aún era—valga la redundancia—joven, por lo que si algo sobraba era el tiempo, más aun cuando Jiraiya se esforzase por ser paciente, debía reconocer que estaba impaciente y muy confundido, la joven Delfina era una de las mujeres más bellas que hubieran existido en la casa real y que hubieran sido retratadas en los enormes retratos que adornaban las paredes de todo Versalles…¿Por qué su nieto no podía tomar su virginidad? Ya le había hecho esa pregunta múltiples veces y Choji siempre respondía diciendo: tiempo, necesito tiempo, Ino por su parte no presentaba queja alguna de esta decisión de parte del Delfín, por lo que Jiraiya debía suponer que ambos habían llegado a un acuerdo, algo que en cierto modo lo tranquilizaba si así podía decirse. En ese momento y mientras su nieto se encontraba de casa en Saint Cloud, el rey estaba reunido "a solas" en su despacho con el embajador Shikaku sentado delante de él, y decía "a solas" porque Emi estaba presente en la habitación como su amante y gran confidente, como de costumbre.
-Que enorme alivio escuchar eso, majestad—confeso Shikaku, suspirando con profundo agradecimiento.
-Quiero entender que sucede con esa joven pareja—exigió el rey, esperando que el embajador tuviera alguna respuesta que darle.
-Son un desastre—critico Emi frívolamente, aportando su opinión.
Como siempre y marcando presencia se encontraba la amante del rey quien tras quien se situó, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello, cargando en su hombro a un pequeño perico que movía la cabeza en todas direcciones, haciendo juego con su exuberante vestido esmeralda bordado en oro y de profundo escote que hacia destacar inevitablemente su voluptuosa figura, con su largo cabello oscuro peinado en una coleta que caía sobre su hombro derecho y su coronilla adornada por plumas de tono verdoso. Esa mujer continuaba siendo la mayor enemiga de la Delfina en la corte, claro que desde que se habían dirigido escuetamente la palabra hacia años todo era más ameno, pero el peligro continuaba rondando en cada esquina. Siendo honesto, Shikaku no sabía cómo justificar la decisión de parte de la joven pareja que si bien continuaban intentando consumar su matrimonio—así se expresaba la Delfina en las cartas a su madre, a quien recurría en busca de ayuda y consejos—, no parecían avanzar mucho en ello puesto que la joven Delfina continuaba siendo virgen, las sabanas de la cama que eran cambiadas cada día seguían sin tener mancha alguna que indicara lo contrario y de ser así esto representaba un problema ya que la alianza franco-austriaca dependía por completo de este matrimonio político que no daba fruto alguno. En cierto modo todos—o por lo menos muchas personas—se veían beneficiados por esta alianza política, nadie quería perder, por lo que había que buscar una solución para que la joven pareja engendrara un heredero y pronto.
-Envié al doctor Hiruzen a visitarlos—decidió Jiraiya al no oír respuesta alguna de parte del embajador que parecía tan confundido como él ante la situación.
-Sí, claro—asintió Shikaku, completamente de acuerdo con tal decisión.
No era lo idóneo, pero en tal situación puede que lo mejor fuera consultar a un médico si existía algún problema…físico que dificultara la consumación del matrimonio, para con un diagnostico buscar la mejor solución y cuanto antes.
Aunque resultase de lo más incómodo posible sentarse ante un hombre de avanzada edad para contarle sus problemas maritales, Choji e Ino no dudaron en obedecer lo que su majestad el Rey había decidido y recibir al doctor y físico Hiruzen Sarutobi en los apartamentos de la Reina de Francia, sentados en el centro de la sala mientras él los examinaba a ambos superficialmente por sobre sus vestimentas y sin invadir en su privacidad en ningún concepto, algo que desde luego resulto confuso para ambos e inexpertos jóvenes, ¿Cómo sabría cuál era el problema para culminar el acto físico si ni siquiera les había pedido desvestirse para examinarlos apropiadamente? Pero como ni Ino ni él eran médicos, solo se reservaron a aguardar por un diagnostico que satisficiera a los nobles, al rey, y que los tranquilizara y alentara a ellos para cumplir con su deber. Tras culminar su examen físico a la joven pareja, el Sarutobi procedió a guardar todo el instrumental que había empleado en tal tarea, centrándose en oír a ambos jóvenes que procedieron a hablarle con franqueza de su interacciones en la cama y de sus cuerpos, con pudor evidentemente, así como torpes e ignorantes en todo lo referente a la intimidad. Existía un posible diagnóstico: en sus largos años como médico, Hiruzen había tratado a muchos hombres y hasta ahora el único problema físico real para no consumar una relación era una fimosis, una ligera deformación en el órgano reproductor masculino que podía remediarse con una cirugía, ese era el único diagnostico posible ya que evidentemente la Delfina no tenía ningún problema para tener hijos.
-¿Le parece que su cuerpo responde?— pregunto Hiruzen tras tan solemne silencio.
-¿Qué?— cuestiono Choji, creyendo haber oído mal.
-¿Le parece que su cuerpo responde?— reitero èl, pacientemente.
Sentada junto a Choji quien guardo silencio ante tal pregunta, meditando profundamente su respuesta, Ino permaneció en completo silencio, preguntándose interiormente porque el doctor no había iniciado la conversación preguntándole tal incógnita primero a ella como ocurría con los nobles de la corte que la señalaban como la principal causante de que el matrimonio siguiera sin consumarse hasta el día de hoy, pero eso lejos de confundirla no hizo sino tranquilizarla, convirtiéndose en un bálsamo que por primera vez en mucho tiempo le susurró al oído una palabra: no es tu culpa, por primera vez desde que estaba casada alguien además del rey no creía que todo dependiera de ella que había hecho preguntas muy íntimas a su madre—que increíblemente era muy severa al regañarla y recordarle cuál era su deber—en sus cartas en busca de ayuda, incluso le había hecho preguntas a Sakura quien poco o nada podía ayudarla ya que era tan inexperta en la intimidad como ella por…obvias razones. Observando a la nada, Choji intento obtener una respuesta concisa pero lo cierto es que Ino y él no tenían problemas en la intimidad, ella era hermosa y deseable en todos los sentidos y él en lo personal lograba obtener una erección…pero, puede que el problema real fueran las presiones que tenían, ¿Cómo disfrutar del acto sabiendo que al día siguiente todos esperarían que ya existiera un heredero en camino? Era imposible olvidar su deber, y así no podían imaginarse disfrutando de la intimidad como lo haría cualquier matrimonio normal, más parecía una obligación que otra cosa.
-¿Qué es lo que come en el desayuno?— pregunto el Sarutobi esta vez, buscando una respuesta satisfactoria.
-Chocolate caliente— contesto el Akimichi sin dudarlo, más de inmediato se dio cuenta de que el Sarutobi ni lo había entendido. -Chocolate caliente— repitió en un tono ligeramente más alto para ser entendido.
Tomando nota de todo en su mente, lo único que Hiruzen hizo su asentir en silencio, llevándose una mano al mentón pensativamente mientras la joven pareja se observaba entre sí con aun mayor confusión de la que ya habían mostrado hasta ese momento, encogiéndose de hombros y permaneciendo en silencio. ¿Cuál era el problema real en su matrimonio?, ¿Tendría solución?
Tras tres años de matrimonio y como la mujer más importante de toda Francia, Ino por fin había tomado el valor de exigir algo para sí misma; una visita a Paris, la joya de todo el esplendor que representaba este hermoso país, quería ver la Catedral de Notre Dame, los Campos Elíseos, las obras, el arte, la Opera…en Versalles se sentía como una ave encerrada en una jaula dorada, pero afortunadamente su abuelo el rey había entendido este sentir de su parte, permitiéndole visitar Paris junto a su esposo el Delfín pero no en son de una mera visita de cortesía sino de una visita oficial de la pareja Real a la capital de la nación, aunque claro que la joven Delfina no veía las cosas de ese modo, para ella todo era diversión más que formalismo y deber. Libre—en cierto modo—en un mundo donde la servidumbre implicaba esclavitud desde el nacimiento, Sasuke no tenía una opinión muy crítica que aportar en torno a la familia real, él elegía no ver sus defectos ni lo humanos que eran bajo semejante fortuna y títulos nobiliarios, concentrándose mucho más en permanecer incondicionalmente al lado de Sakura a lo largo de todos estos tres años, como ahora que ambos se encontraban a solas en uno de los balcones del palacio, contemplando los jardines desde una distancia apropiada, vigilantes en todo momento a la par que discutían lo favorable y a la vez preocupante que resultaba la idea de la Delfina de visitar Paris, claro que el pueblo amaba a sus jóvenes y futuros soberanos pero también existían muchas personas que estaban hastiadas con la familia Real y que ya no querían saber más de la nobleza.
-Te preocupas demasiado, solo será una visita de cortesía— intento disuadir Sasuke, no viendo sentido a que ella llenara su cabeza de pensamientos preocupantes y sin sentido.
-Tal vez, pero es precisamente esto lo que me preocupa, no puedo sacarme de la cabeza todo lo que Ino ya vivió para llegar aquí—recordó Sakura, apoyando una de sus manos en el borde del balcón, observando severamente ante su actitud despreocupada y que en ese momento en nada coincidía con ella, -¿y si se repite?, ¿y si tiene lugar un atentado contra ella o el Delfín?— su deber como capitana de la guardia real era proteger a Francia y a sus reyes, y lo cumpliría sin importar lo que ello significara. Cruzando los brazos por sobre su pecho, conociendo ese discurso, Sasuke la observo tranquila y monótonamente, como si le pidiera a la tormenta en su interior que se calmara. –No me veas así, no puedo distraerme, tengo que ver peligros incluso donde no los hay, en eso consiste mi trabajo—obvio, dándole la espalda y concentrándose en la vista que significaban los jardines en pro de mantener la calma y no dejarse dominar por sus sentimientos en ese momento.
-Sí, pero eso fue hace años—acepto el Uchiha, situando una de sus manos sobre la espalda de ella, conociendo sus preocupaciones pero no queriendo que perdiera el sueño por ello, -estas siendo paranoica, reconócelo—se jacto, sabiendo que tenía la razón como de costumbre.
No era su intención decir que él siempre tenía la razón porque no era así, pero de los dos, Sakura era más voluble y no porque fuera una mujer sino a que su temperamento era un poco—o mucho, más bien—fuerte que el suyo, ella siempre necesitaba tener el control de todo lo que ocurría a su alrededor para así mantener la calma, necesitaba saber que ocurría a su alrededor y si algo obstaculizaba tal control se irritaba y mucho. Contraria a la joven Delfina que no soportaba verse encerrada en una jaula de oro en que le era dado todo pero sin poder salir y volar libremente, Sakura llevaba toda su vida como un ave libre pero con las alas amarradas a su espalda, teniendo que ser lo que otros querían antes que lo que ella desearía ser, y Sasuke admiraba profundamente que no hubiera perdido la razón en medio de todo eso, era la persona más fuerte y valiente que él hubiera conocido, tal vez se reservaba a ser lo que toros esperaran que fuera, pero en el proceso recibía satisfacción propia, no había nacido como hombre pero se había convertido en uno en casi todos los sentidos posibles a tal grado de que muchas veces Sasuke era capaz de olvidar que la persona a su lado era una mujer, no su igual en el aspecto humano. Sakura tenía la misma edad que la Delfina, ambas pertenecían a la nobleza, ambas tenían un deber que cumplir y que estaba más allá de lo que anhelaran en su vida pero aun teniendo tanto en común eran tremendamente diferentes; la Delfina era infantil, risueña y algo frívola mientras que Sakura era serena, voluble y al mismo tiempo determinada, era más seria que muchas personas lo cual en cierto modo tenía su lado bueno.
-Me asombra que tengan la misma edad— admitió él en un reflexivo suspiro.
-¿Quiénes?— inquirió ella, volviendo el rostro por encima de su hombro hacia el de él.
-La Delfina y tú, son completamente opuestas—contesto Sasuke, situándose a su lado, apoyando los brazos por sobre el barandal, observando el jardín, -no parece tener diecisiete años sino menos, tú por otra parte…- aprecio, analizándola de arriba abajo con obviedad ya que ella era muchas cosas salvo una dama.
-¿Me estas llamando vieja como un cumplido o un insulto?—cuestiono Sakura, fingiéndose seria, no sabiendo si sentirse halagada o bien ofendida por el comentario.
-No seas ridícula, ¿quién piensa en eso?—sonrió él, no queriendo que ella se hiciera una idea errónea de lo que pensaba.
Ella era una mujer sin importar que su conducta fuera muy poco femenina, y él en lo personal tenía ojos en la cara, ¿Cómo no darse cuenta que aun en tan severo y regio uniforme militar su amiga era la mujer más hermosa que él hubiera visto en su vida? Su madre ya se lo había advertido incontables veces pero Sasuke no sabía si o era muy terco o simplemente no quería escuchar las advertencias, porque nunca sería posible que existiera algo más que amistad entre Sakura y él, era lo más imposible del mundo aunque su mente de adolescente fantaseara de todo corazón con tal posibilidad. Eligiendo ignorar a Sasuke, la Haruno centro su mirada en los hermosos jardines que eran recorridos por caballeros y damas; desde donde estaba podía ver a finos caballeros cortejando a bellas damas de vestidos inocentes y/o muy halagadores, todos siguiendo el ciclo natural de la vida que los guiaba a ser un hombre o una mujer y ella…no sabía que era, para su padre era Sakumo, su heredero, su hijo, el único miembro de la familia que podía sucederlo, pero para Sasuke era solo Sakura, una persona que no necesitaba elegir ser hombre o mujer, que podía ser libre, que podía expresarse como mejor le pareciera y vivir como quisiera, ¿Por qué el mundo tenía que ser tan complicado? No es como si pretendiera envidiar a Ino, pero por momentos Sakura debía confesar que desearía estar en su lugar y ser una mujer como cualquier otra, una mujer que pudiera vivir y experimentar el fulgor y la pasión del amor y que le estaba privado a ella, ¿estaba mal desear aquello que le estaba privado pero que a su vez era su propia naturaleza?
-En el fondo la envidio un poco, ¿sabes?— pregunto Sakura de pronto, rompiendo con la calma del momento.
-¿Es una broma?— refuto el Uchiha, pensando que ella quería vengarse por mofa a ella hace solo unos instantes. -Porque es de pésimo gusto— aclaro, no pudiendo reírse.
-No, piénsalo; yo nunca tendré su naturalidad ni libertad para ser quien es— se explicó ella con absoluta seriedad, sosteniéndola la mirada, -ser hombre es todo lo que conozco o conoceré, no elegí quien seria, nací y otros ya decidieron por mí, en cambio ella…- no sabía que sentía realmente, si era envidia o anhelo propio por ser la mujer que ocultaba en el fondo de su corazón, -¿qué estoy pensando? Ella tiene sus propios problemas—contrario emitiendo una melodiosa carcajada, negando para sí ante tales pensamientos.
¿Deseaba ser una mujer? Sakura no tenía la respuesta, muchas veces, por las noches al bañarse se detenía a estudiar su propio cuerpo, sintiendo el contraste de lo que era con lo que debería ser, tenía el cuerpo de una mujer pero que la mentalidad de un hombre como un rol autoimpuesto desde su nacimiento por obra de su padre; no podía sentir deseo por un hombre, no podía anhelar un matrimonio ni llenar su vientre con una pequeña vida, ninguna de esas posibilidades existían para ella pero si para Ino quien vivía en una jaula de oro, ¿Quién era realmente?, ¿Sakumo Haruno, el capitán de la guardia real o Sakura Haruno, la mujer? Intentando alejar estos pensamientos de su mente, Sakura bajo la mirada, intentando centrarse en sus obligaciones y preocupaciones ahora que la pareja real visitaría Paris, más ajena a Sasuke que se dedicó a admirarla en silencio. ¿Ella debía envidiar a la Delfina? Sasuke creía que no, ella era el ser más hermoso de la creación, poseía el valor y la libertad de ir a lugares que otros solo podían imaginar y a vivir experiencias que otros no podrían tan siquiera soñar, ella era su mejor amiga pero también la mujer a quien deseaba en secreto, pero ninguno de los dos era un niño o un adolescente, el tiempo comenzaba a pasar para ambos y las aventuras antes que tanto habían deseado eran cosa del pasado, tenían muchas preocupaciones reales en que pensar; ella era una noble y él un sirviente, trazar esas diferencias era un sueño idealista, no la realidad y era tiempo de que Sasuke comenzara a entenderlo antes de continuar haciéndose más daño al corazón al amar a una mujer que nunca podría pertenecer o corresponderle como anhelaba.
-¿Aun nada?—pregunto Sasuke, intentando distraerla, sabiendo que lo importante en ese momento eran sus obligaciones y no otra cosa
-No, y te confieso que empiezo a preocuparme—confeso Sakura, cruzando los brazos por sobre su pecho.
-Bueno, al menos tienen el tiempo a su favor—intento alentar él, encogiéndose de hombros distraídamente en un intento por evitarle mayores preocupaciones.
-¿Pero cuánto durara esto?—cuestiono ella, volviendo su rostro hacia el suyo, tan seria como de costumbre si de la Delfina se refería. –Has oído los rumores, no te finjas tonto—obvio ya que a esas alturas sería una tontería ignorar el problema del matrimonio real.
-Prefiero ignorarlos—acepto el Uchiha, sin negar ni afirmar nada, eligiendo guardar silencio.
El ayer ya no existía, lo único importante era el presente, hoy todo era demasiado complicado tanto para el Delfín y su esposa como para ellos, más Dios mediante el futuro trajera consigo un mejor por venir porque por ahora todos estaban al filo del abismo emocional y con una cuerda ciñéndose alrededor de sus cuellos cual yugo mortal. ¿Por qué el amor tenía que ser tan complicado? El universo aun no daba una respuesta.
Paris/8 de Junio de 1773
El día destinado para que el Delfín y la Delfina entraran en Paris fue una ocasión insuperablemente feliz para todos, tanto para la joven pareja como para el pueblo francés que se deshacía en vítores que alzaban al cielo casi completamente despejado, contemplando la luz del astro rey reflejarse en tal bello carruaje dorado que transitaba por la vía, con un par de personas a cada lado que o lanzaban flores a este o no cesaban de gritar y vitorear por la ilustre presencia de quienes en el futuro serían los reyes de Francia. Choji e Ino, quienes se habían sentido completamente enclaustrados en Versalles y tras tantos lujos suntuosos, se encontraban extasiados de ver a toda esa gente apretujándose contra los guardias de los diversos regimientos militares de Paris sumados a los integrantes de la guardia real en un intento por aproximarse al carruaje, demostrándole a la joven pareja el enorme amor que sentían por ellos, la esperanza que depositaban en que ellos dos pudieran cambiar sus condiciones de vida y ser soberanos mucho más misericordiosos de lo que había sido el rey Jiraiya. El pueblo de Francia solo podía vivir en base a la esperanza de que el futuro cambiara, el dinero no rendía en los hogares de la gente y día con día el precio del pan se hacía más alto, sobrevivir ya no era fácil, obligando al pueblo a pagar impuestos altísimos que eran despilfarrados por el rey Jiraiya y su frívola amante, pero esta joven pareja cargada de inocencia e ingenuidad representaba vientos nuevos, vientos que toda Francia anhelaba por sentir.
-Según sé, hay doscientos mil personas reunidas—comento Choji a su esposa quien se encontraba tan obnubilada como el ante semejante número de personas.
-¿Tantas?— jadeo Ino volviendo su rostro hacia el de él, sonriente en todo momento. -Oh, mon die…- rió cantarinamente, intentando no hiperventilarse de la emoción con ayuda de su abanico.
Sonriendo a la multitud, Ino inevitablemente rememoro su llegada a Estrasburgo desde Austria, recordaba el recibimiento amoroso de la gente en los caminos hasta Copenhague, pero esta vez todo era aún más feliz maravilloso y glorioso de lo que ya lo había sido en su momento porque en ese momento ella tenía a Choji a su lado y él la tenía a ella, admirando su belleza mientras sonreía a toda la gente feliz que agitaba sus sombreros y banderas o que no cesaba de lanzar flores al carruaje mientras transitaban su camino, incluso él con lo tímido que era debía reconocer que estaba feliz con semejante recibimiento, se sentía casi como en casa, un sentimientos que en múltiples ocasiones ni siquiera Versalles le había proporcionado sin importar que hubiera nacido y crecido allí. El carruaje continuo su camino por las calles de la ciudad ante los intensos vítores de la gente que no sabían de aburrimiento mientras contemplaban a la joven pareja que era su salvación, ellos eran el futuro de Francia.
Mientras en las calles transitadas por el carruaje de la pareja real se celebraba de forma incesante, en otras calles menos animadas no hacía sino reinar el silencio, porque por muy emocionante que fuera la visita del Delfín y la Delfina, eso no alimentaba al pueblo que debía trabajar laboriosamente para ganar el dinero suficiente con que llevar el pan a su mesa, aun cuando se tratara de mujeres porque la pobreza no hacia distinción de género. Vistiendo una simple blusa lila claro de aspecto desgastado y falta hasta los tobillos color gris claro con botines negros de cuero muy desgastado al igual que el mandil blanco que usaba por sobre la ropa, Hinata ayudaba a su madre a cargar un enorme cuenco de madera repleto de ropa que tenían que lavar para ganarse la vida, ambas ya habiendo perdido la cuenta de las horas que pasaban sumergiendo sus manos en el agua, lavando cada pieza de ropa hasta que al final del día sus manos sangraran de lo lastimadas que estaban, pero sin quejarse en lo absoluto, sabiendo que nadie haría ese trabajo por ellas y en cierto modo sintiendo una gratificación personal al ver que el esfuerzo les permitiera comer pan todas las semanas, tenían que racionarlo, pero lo conseguían. Ignorando al resto de la gente en la calle, Hana y su hija menor de dieciséis años por fin entraron en su casa, un modesto hogar de madera de una sola planta con escasas comodidades y en cuyo interior se encontraban tendidas hileras de ropa de múltiples personas sumadas a la que aún faltaba por lavar.
-¿Tamaki?— llamo Hana a su holgazana hija mayor en cuanto Hinata cerró la puerta tras su ingreso, -Tamaki, ¿Qué haces escondiéndote?— llamo, pudiendo ver a su hija, oculta del otro lado de una de las sabanas colgadas en la habitación.
Trabajo, trabajo y más trabajo, ¿es que no existía otra causa por la que vivir en el mundo? Cansada de tener que despertarse temprano cada mañana y dormirse tarde para poder tener comida en la mesa, Tamaki aparto la sabana que hasta ese momento le había servido de camuflaje, aguardando por el regreso de su madre y su hermana menor, pudiendo sentir la incredulidad al verla usando un vestido que no era suyo y que no debería estar usando. Como plebeyas y lavanderas comunes, estaban habituadas a lavar la ropa de personas de múltiples clases sociales, trabajaban de forma encomiable sin importar que la paga no fuera lo suficientemente gratificante por ello, por lo que en esta oportunidad Tamaki no mostró reparo alguno en probarse uno de los tantos vestidos que habían lavado mientras aún estaba ligeramente húmedo. La seda rosa claro se entallaba perfectamente a su figura sin importar lo rebajado que fuera el escote cuadrado cuyo centro del corpiño y falta se encontraba estampado de lunares rosa oscuro, con holanes casi alados en el borde de las mangas ceñidas hasta los codos y con su largo cabello castaño claro cayendo descuidada pero bellamente sobre sus hombros…ese vestido se sentía tan bien sobre ella, como si ser una dama noble fuera todo lo que necesitaba en su vida, pero tristemente esa no era su realidad ni su presente, no era más que una donnadie del montón que buscaba sobrevivir, pero su padre si había sido alguien muy importante aunque ella solo fuera una hija bastarda.
-Tamaki, es el vestido de Mademoiselle Toka— reprendió Hinata, no pudiendo creer que su hermana cometiera semejante estupidez.
-Me queda mejor a mí que a esa puta— desdeño ella como si nada, encogiéndose de hombros despreocupadamente.
-¡Tamaki!—regaño Hana, no consintiendo que su hija usara ese lenguaje ni se expresara de ese modo.
-¿Acaso no es cierto?—cuestiono Tamaki, recorriéndose superficialmente con la mirada como un acto de vanidad, -¿No es cierto?—reitero, sintiendo la ira adueñarse de ella, harta de esa vida tan monótona e injusta, -¿Qué hay de malo en desear un vestido bonito?, ¡¿Qué hay de malo en eso?!—inquirió en busca de una respuesta que satisficiera su ego y su ambición.
-Quítatelo, ni siquiera está seco—contesto Hana, no queriendo sostener esta discusión con su hija mayor que no podía ser como Hinata que era inocente, despreocupada y responsable. -Estoy cansada, no pienso discutir—bufo por lo bajo, eligiendo comenzar a separar la ropa con ayuda de su hija menor.
-¿Cansada?—repitió ella, divertida y sarcástica por esa palabra tan rutinaria en su vida. –Yo te diré quién está cansada; yo estoy cansada—alego, priorizando su propio sentir por encima del resto del mundo, velando por sí misma. -Estoy cansada de lavar todos los días hasta que mis manos sangran, estoy cansada de toda esta maldita injusticia—no quería ser pobre, no había pedido esa vida, ¿Por qué debía llevarla entonces? Se supone que tenía sangre noble por causa de su padre y sin embargo estaba ahí, atrapada en ese mundo, quiero tener cosas, tener muchas cosas, ¡y no sé por qué razón no puedo tenerlas!—rebatió con exigencia, queriendo ser más de lo que ya era.
-Quítate ya ese vestido—ordeno su madre, ignorando todo su alegato.
-¡No!—contrario Tamaki, harta de ser ignorada, emprendiendo inmediato rumbo hacia la puerta.
-¡Tamaki!—llamo Hana en un intento por detenerla.
Viendo a su madre con el propósito de seguirla y no queriendo que ella se esforzara innecesariamente, no contando con buena salud, no queriendo que su madre enfermiza se hiciera daño, fue Hinata quien abandono la casa a toda prisa en busca de su hermana mayor, sujetándose ligeramente la falda para correr sin problemas, con su largo cabello azul rebotándole sobre los hombros en el proceso, esperando poder alcanzarla ya que el vestido que su hermana llevaba resultaba demasiado restrictivo para correr, y así fue pues por muy hermoso que fuera el atavió sobre su persona, Tamaki tuvo la necesidad de detenerse en medio de la calle casi vacía hasta escuchar un ruido que la hizo esbozar una sonrisa ingeniosa…un carruaje, esa era su oportunidad, su tablea de salvación para escapar de ese basural. Aun cuando fuera lo más indignante del mundo y mentalizándose para sostener una expresión de absoluto desamparo y lágrimas falsas en su rostro, Tamaki se volvió hacia el carruaje con los brazos abiertos, llamando la atención del cochero que sin otra opción tuvo que hacer que los caballos se detuvieran, dándole tiempo a la bella joven de aproximarse a la puerta del carruaje y desde cuyo interior la contemplo una noble dama de gran belleza vestida en sedas esmeralda bordadas en plata y diamantes, con joyas que reflejaban la luz del sol y que lejos de mostrar desprecio más bien mostraba curiosidad por una criatura tan bien vestida en un barrio tan marginal de Paris.
-¡Piedad!, ¡Piedad!— clamo Tamaki, sosteniendo la actuación de su vida, arrodillándose junto al carruaje, contemplando con lágrimas en los ojos a la noble mujer. -Por favor, por favor, tenga piedad de una pobre huérfana perteneciente a la casa Nekobaa, por favor, tenga piedad— imploro con las manos entrelazadas, como si orara por misericordia.
-¿La casa Nekobaa?—repitió la dama con incredulidad y una sonrisa ladina, no sabiendo si creerle o no. –Imposible—infirió de inmediato ya que tal familia había desaparecido hacia años.
-Imposible pero cierto, mi padre murió cuando yo solo era una bebé—contrario Tamaki, calculando mentalmente cada respuesta, planeándolo todo para ser la victima perfecta.
-Imposible—insistió la dama, analizando de arriba abajo a aquella joven de gran belleza, -¿pero por qué ibas a decirlo si no fuera cierto?—se preguntó en voz alta, acunando el mentón de la niña con una de sus manos enguantadas.
-Este vestido es todo lo que me queda de esos días felices, era de mi madre—prosiguió señalando la tela que vestía, intentando crear aun más lastima ante su humilde existencia.
-¿Y dónde está tu madre ahora?—se interesó la mujer, eligiendo creer en esa joven tan adorable y desvalida.
-Está muerta, murió de hambre—mintió descaradamente, sin lamentar en ningún momento alguna de sus palabras sino más bien todo lo contrario.
-Dios mío, dulce criatura—se lamentó la dama, no pudiendo soportar más ver a una criatura tan inocente en ese entorno, -no digas nada más, ven conmigo—invito abriendo la puerta de su carruaje e invitándola a ingresar de inmediato.
Otra persona, de estar en su posición seguramente se habría detenido a reconsiderar más en profundidad las cosas y cuestionarse, ¿Quién era realmente esta joven?, ¿Decía la verdad? Pero ella no podía imaginar que estuviera mintiendo, era tan solo una muchacha de dieciocho años que nada sabía de la vida o las iniquidades del mundo, con sus relucientes ojos brillando a causa de las lágrimas, ¿por qué ella habría de mentir? Ella en lo personal elegía ignorar tales preguntas. Tomando la oportunidad mientras se encontraba servida ante ella en tan sublime bandeja de plata, Tamaki no dudo en sujetarse la falda del vestido y sostener la mano de la noble dama para subir al carruaje, cerrando la puerta tras de sí en una señal que hizo que el cochero pusiera en marcha a los caballos otra vez, alejándose de esa calle, de esa vida y comenzando desde cero, siendo una nueva persona a partir de hoy. Contemplándolo todo desde la entrada de la casa, esperando que Tamaki recapacitara, Hinata asistió a toda su pantomima y teatro con los ojos llenos de incredulidad, no pudiendo creer que esa mujer tan cínica que se decía una víctima fuera su propia hermana y que ni por un breve instante había dudado en darle la espalda a su vida en pro de algo aún más atrayente como lo era el dinero, ¿Cómo es que podían ser hermanas? Hinata jamás pensaría en hacer algo así, lo más importante para ella era su madre enfermiza a quien amar y cuidar, ¿Por qué Tamaki no había pensado en eso?, ¿Por qué su hermana era tan egoísta?
-Tamaki…- suspiro Hinata con profundo dolor, cubriéndose los labios, queriendo llorar pero no permitiéndoselo.
Tamaki había hecho su elección, había elegido abandonarlo todo, a su familia; a ella, a su madre…no tenían por qué llorar su partida ya que en cierto modo era un consuelo por muy cruel que sonara, una boca menos que alimentar, pero una perdida que hería enormemente el corazón por perder a su hermana, ¿En verdad era más importante el dinero que la familia o el amor?, ¿En verdad todo se solucionaba arrojándose a un carruaje, clamando por ayuda? El mundo era un lugar desconocido para aquellos que eran tan jóvenes, era un paraje incierto…
Tras tan maravilloso recibimiento de parte del pueblo e instalados en el Palacio de las Tullerías, el Delfín y su esposa la Delfina no dudaron en acudir a todos los compromisos que el rey les había designado; visitar Notre Dame y estar presentes en la celebración de una misa en su honor conocer al alcalde de Paris y recibir las llaves de la ciudad, y por supuesto acudir a la Opera como Ino tanto había deseado hacer, acompañada en todo momento por su amiga la princesa Matsuri que en ese momento se encontraba sentada a su lado y disfrutando de la función. La joven Delfina atraía todas las miradas, enfundada en un bello vestido rosa pastel de mangas ceñidas con angelicales holanes blancos a la altura de los codos, con el centro, borde y contorno del escote adorado por encaje granate brillante, con su largo cabello rubio peinado en un recogido alto adornado por rosas crema y rosa claro que dejaba caer parte de sus rizos sobre sus hombros, enmarcando un par de largos pendientes de diamante en forma de lagrima. Aun sabiendo la verdad del país al que había venido a parar por obra del matrimonio orquestado por su poderosa madre, Ino elegía ignorar lo impopular que era su abuelo el rey entre el pueblo francés tanto por las excesivas fiestas que celebraba como por los costosos regalos que hacía a su amante Emi que últimamente había exigido al joyero de la corte un collar de diamantes como no se había visto ninguno en el mundo hasta ahora. Rompiendo con el sublime espectáculo de la opera que la joven pareja contemplaba junto con su comitiva, la puerta del palco se abrió permitiendo el ingreso de un pequeño grupo de personas, encabezados por una bellísima dama.
-Hola—saludo la dama nada más entrar, atrayendo la atención por su risueña y cantarina voz.
-Hola, Tenten— correspondió Matsuri al voltear a verla, reconociéndola de inmediato.
La Opera era un gran acontecimiento en la vida de la nobleza francesa, y Tenten en lo personal siempre disfrutaba de todo buen espectáculo aun cuando fuera una mujer casada a sus veinte años y ya fuera madre de dos hijos, pero por supuesto que la vida matrimonial no le aportaba a Tenten las grandes satisfacciones que ella aspiraba como mujer, no amaba a su esposo ya que se había casado con él por obra de un compromiso acordado, por lo que se tomaba ciertas…libertades gracias al dinero que poseía, visitando diversos lugares del mundo y vinculándose con hombres con tanta libertad como lo haría un hombre al recurrir a la cama de otras mujeres, vivían en un mundo libre, ¿no? En cuanto la vio, Ino se sintió maravillada por una joven de tanta belleza, con unos ojos avellana tan brillantes, un cabello castaño tan sedoso y peinado en un recogido alto, adornado por plumas de pavo real y que dejaba caer sus largos rizos sobre su hombros izquierdo, resaltando un par de largos pendientes de oro y diamantes que llegaban a rosarles los hombros, a juego con un elegante vestido amarillo brillante como el oro, de favorecedor escote redondo adornado por encaje mantequilla adornado en el borde del escote por un broche de con una prominente piedra de ámbar, mangas ceñidas hasta los codos adornadas por holanes a juego y larga falta que resaltaba su figura por obra del miriñaque. Toda esa belleza y su actitud la hacían alguien muy divertida y enigmática de contemplar, como un payaso que atraía la risa por ser quien era.
-¡Qué gusto verte!— saludo Tenten alegremente, sonriéndole a su vieja amiga antes de besarle la mejilla.
-Ella es la duquesa Namiashi— presento Matsuri a su gran amiga la Delfina.
-Su Alteza—reverencio la duquesa, encantada por tener el honor de conocer a tan noble mujer.
Ni aun cuando lo hubiera soñado, Tenten no había podido pisar Versalles hasta hoy, no solo porque sus hijos la requirieran continuamente debido a los pequeños e indefensos que eran sino porque el título de su esposo como militar no era lo suficientemente importante ni aportaba las rentas suficientes como para aparecer con desparpajo en la corte tanto como Tenten quisiera, por lo que en lugar de ello se gastaba el dinero viajando a otras partes del mundo, algo era algo, ¿no?, pero si bien en ese momento ella se mostraba completamente calmada y serena, divertida como de costumbre con esa sonrisa y el vivaz brillo de sus ojos, encandilada como una polilla ante una vela, pero realmente no supo cómo es que fue capaz de realizar una apropiada reverencia ante la Delfina, la mujer más poderosa de Francia y que si bien era prácticamente una niña, resulto de lo más encantadora con su sonrisa inocentemente coqueta y actitud cálida, ¿eso era lo que esperaba a Francia cuando ella fuera la reina?, ¿Amor y ternura pura? Dios mediante ese futuro se avecinara pronto. Sonriendo en todo momento, distraída de la Opera por tan luminosa presencia, Ino inclino la cabeza en respuesta, siguiendo todos los movimientos de la mujer ante ella y que si bien no era tan lejana a ella en edad, parecía el ser más alegre y divertido del mundo, por primera vez desde su llegada a Francia, Ino sentía que había encontrado la "compañera de juegos" que tanto había deseado, alguien con un espíritu tan libre como el suyo y que no le aportara las insensibles críticas que si le lanzaban el resto de las personas que día sí y día también rodeaban su entorno.
-No te había visto en algún tiempo—menciono Matsuri con el fin de iniciar una conversación.
-Exacto, estaba en San Petersburgo, de ahí viene Atsui—contesto Tenten, alegre en todo momento, volviendo el rostro hacia su galante acompañante de cabello rubio que la esperaba en el umbral de la puerta y que no dudo en dedicar una carismática sonrisa a al Delfina y la Princesa. -¿No está divino?—obvio sin ningún desparpajo, orgullosa por su buen gusto al elegir a sus amantes, -¿han dormido con un ruso?—pregunto como si fuera lo más normal del mundo hablar tan libremente de la intimidad.
-No…- intento refutar Matsuri, sonrosada por tan íntima pregunta en un lugar así.
-Son dominantes—elogio ella con total sinceridad y sin pelos en la lengua, haciendo reír por lo bajo a la Delfina que en su inocencia se reservaba a disfrutar de la extraordinaria y divertida forma de ser de la duquesa Namiashi. -Miren como ha engordado el Marques, espero que no rompa la silla—menciono, observando hacia otro de los palcos, localizando a dicho hombros, frunciendo ligeramente el ceño al analizarlo, -¿sigue durmiendo con Karin?—cuestiono en voz alta, haciendo mueca de asco o disgusto ante tal pensamiento.
Apartando el rostro, Matsuri deseo ponerle una venda en la boca a su amiga, Tenten era la persona más alegre y carismática del mundo, tan bella como divertida pero tenía el fatal defecto de que no sabía cuándo cerrar la boca, puede que esto se debiera a lo joven que había sido al momento de casarse y no por otra cosa que obligación, por lo que al no tener límites en su vida Tenten vivía la vida como si el mundo fuera a acabarse mañana, algo positivo pero no muy bien visto por algunas personas como por la propia Matsuri que vivía con más decoro y menos libertinaje, aunque claro que ella sabía disfrutar de toda buena experiencia. No pudiendo evitar y con el corazón rebosante de una mezcla de felicidad, diversión, amor y triunfo, Ino no dudo en reír ante las palabras llenas de doble sentido de la condesa, rememorando a su galante padre en sus gestos, un alma que vivía con pasión, lujuria y alegría todos los momentos, un hombre que le había enseñado que la vida era una sola y que el ser humano vivía para obtener la felicidad, ¿por qué los nobles en Versalles no podían ser como ella? No había maldad en su corazón, solo alegría y espontaneidad. El panorama que Tenten había tenido pensado para ese día era tan solo visitar la ópera, pero conocer a la Delfina…eso no era para nada lo que había esperado, más estaba feliz de poder haber conocido a tan maravillosa persona, pero esta visita no podía durar, ella tenía otras cosas que hacer y no sería muy apropiado que ambas continuaran sosteniendo una conversación fuera de Versalles siendo que la propia Delfina y su esposo ya tenían otros compromisos a los que acudir, no, su deber en ese momento era marcharse, ya tendrían otra oportunidad de hablar y conocerse mejor.
-En fin, debo irme ya—suspiro Tenten, lamentando tener que abandonar la noble presencia de la encantadora Delfina. -Fue un placer conocerla—menciono, sonriéndole a la Yamanaka que le correspondió de igual modo, -or bua, chérie, or bua—se despidió de Matsuri que inclino la cabeza en respuesta.
De todo corazón Ino hubiera deseado que esta visita durase más tiempo, pero no pudiendo hacer que fuera así, la Yamanaka se resignó a contemplar la partida de tan encantadora mujer a quien en definitiva deseaba volver a ver…pero a falta de tal posibilidad, Ino volvió a concentrándose en la ópera, sonriendo espontáneamente ante tan gloriosa experiencia para los ojos y oídos, inmensamente feliz por todo lo que representaba esta visita en Paris y donde se sentía como en casa. Tan feliz se encontraba la Delfina que quiso compartir al menos un atisbo de esa felicidad con su esposo, volteando a verlo brevemente con una luminosa y contagiosa sonrisa antes de regresar su atención a la ópera, más si Ino le hubiera sostenido la mirada a su esposo o si en ese momento hubiera retornado su mirada hacia él se habría dado cuenta de que su esposo se había quedado viéndola por varios segundos, completamente fascinado por ella, enamorado por su sonrisa y alegría. Contemplando a los actores de la obra así como a los músicos que integraban la orquesta culminar su maravillosa actuación, el inmediato impulso de Ino fue aplaudir efusivamente como haría si se encontrara en Austria donde era una obligación demostrar satisfacción al presenciar tanto talento reunido, pero lejos de imitarla todos a su alrededor se mantuvieron quietos y en silencio, observándose entre sí y contemplando el comportamiento de la Delfina con gran confusión.
-No se permiten aplausos en una obra de la corte— susurro Matsuri a su joven amiga, intentando disuadirla de tan impropio comportamiento.
-¿Por qué no?—cuestiono Ino, divertida por tan absurda regla, -fue maravillosa—obvio sin dejar de aplaudir, encantada por la función de ópera. -Aplaudan, aplaudan—animo, levantándose de su asiento y alentando a todos en el palco a hacer igual.
Algo torpes y meditabundos debido a lo que implicaba romper el protocolo, todos siguieron lo indicado por la joven Delfina, levantándose de sus lugares en los palcos o bien frente al escenario, aplaudiendo con regocijo, haciendo sonrosar a los integrantes de la Opera que de inmediato se sumergieron en profundas reverencias como símbolo de agradecimiento, especialmente hacia la Delfina quien en ese momento intercambio una melodiosa risa junto a su gran amiga la Princesa Matsuri, quien se encogió de hombros mientras aplaudía, no sabiendo que hacer. Para la nobleza francesa que era tan poco seria y tan sexualidad, romper el protocolo con el que contaban era algo inimaginable, pero sin embargo ahí estaban todos aplaudiendo pese a lo mal visto que era aquello, todos ellos contagiados por la alegría infantil de aquella bella joven que les sonreía, desde el palco; la Delfina. Alejando la mirada del mar de personas que aplaudían, contemplando con gran alegría a la pareja real, Choji volvió el rostro hacia Ino quien sonreía encantada por causar alegría en todas esas personas por causa de su propia espontaneidad, ¿no era encantadora? En ese mundo de encajes, lujos y riquezas frías, donde la alegría era imposible, ella había llegado para iluminar su vida y las vidas de todos en Francia, ella era el sol en medio de las tinieblas, ¿podía ser aún más encantadora? Como si la respuesta viniera a él, Choji sonrió en tanto Ino volteo a verlo.
El mundo no podía ser maravilloso, porque ya era maravilloso desde que ella estaba junto a él.
La alegría era un estado emocional que llenaba de dicha al ser humano, al fin y al cabo era lo que todos buscaban en el mundo, la felicidad era el propósito por el que se vivía y que podía obtenerse por medio del amor, el dinero u otros bienes materiales o inmateriales dependiendo las personas y las circunstancias. Aun siendo tan joven, Ino sabía que lo tenía todo en el mundo para ser feliz, pero ni aun viviendo en un palacio tan fastuoso como Versalles y siendo la mujer más poderosa de toda Francia podía ser feliz. Su vientre permanentemente vacío le recordaba que era virgen a sus casi dieciocho años, aún era joven y tenía toda la vida por delante pero el resto del mundo no la veía así, todos veían en ella la esperanza del futuro, un futuro que todos ansiaban naciera cuanto antes. A solas en sus aposentos, Ino se dejó caer sobre el suelo, junto a la ventana tras leer el contenido de una nueva carta de su madre, enfundada en un bello vestido beige claro estampado en decenas de flores que parecían hacer que se fundiera con el estampado de la habitación, con holanes angelicales de gasa a la altura de los codos tras las mangas ceñidas adornadas por encaje turquesa a semejanza del que adornaba el borde del escote, con un fino listón rosa pálido alrededor del cuello con un pequeño nudo y su largo cabello rubio peinado en lo alto para exponer su cuello y halagar su rostro. Tras su regreso a Versalles y tras su estadía en Paris, Ino había esperado que su madre le escribiera para felicitarla por acercarse al pueblo, pero no era felicitaciones lo que sostenía entre sus manos sino todo lo contrario:
"Querida Ino, me complace contarte lo estupendo que les va a tus hermanos y hermanas en sus matrimonios: Hanami está embarazada, su primer hijo nacerá en junio, y Yagura está encantado con Kaori, habiéndola hecho su esposa de inmediato. Estas noticias que deberían llenarme de gozo, se opacan por lo precaria de tu peligrosa situación. Todo depende de la esposa si es que es atenta y dulce. Te repito hasta el cansancio la importancia de que emplees tu encanto y paciencia, nada de mal humor para remediar esta desafortunada situación, porque te recuerdo que tu posición allá seguirá siendo incierta hasta que des a luz a un heredero".
Contemplando al cielo a través de los cristales de la ventana junto a ella, Ino se preguntó ¿qué más podía hacer? Mientras se hundía aún más en el suelo, apegando sus piernas hacia sí, sollozando en silencio, con el corazón lleno de angustia: demasiado coqueta, holgazana, distraída y frívola, alguien que se pasaba el tiempo jugando a las cartas, eso es lo que su madre y tantos otros creían que era, ¿es que no podían entender? Estaba en un país que aún le era ajeno, había aprendido el idioma y día con día se desvivía por aprender sus costumbres y ser aceptada como la Delfina y no una extranjera, su esposo y ella luchaba por consumar su matrimonio y enamorarse pese a las constantes presiones de la corte, ¡solo tenía diecisiete años! Y ya sabía que su vida era un eterno deber, nunca podría hacer lo que quisiera, ¿Por qué nadie podía entender lo mucho que anhelaba desesperadamente algo de libertad? El doctor y físico Hiruzen Sarutobi había llegado a la conclusión de que Choji al igual que su hermano Choza sufría de una dolorosa fimosis, algo que podía remediarse con una pequeña operación de rutina pero que a Choji le aterraba realizarse, e Ino estaba resignada a esperar a que el problema se solucionara solo con el tiempo o a que simplemente su esposo obtuviera el valor necesario, conformándose con saber que ella no tenía la culpa de tan desafortunada situación, pero su madre pensaba diferente, para ella saber que Ino estaba libre de toda culpa no era suficiente.
Le reconfortaba saber que su matrimonio había contribuido a fortalecer a Francia y asegurar la paz con Austria, pero eso no era suficiente, tenía que engendrar un hijo, su madre no estaría tranquila hasta que lo hiciera y Francia no la amaría completamente hasta entonces. Sin un hijo y sin amor, seguiría siendo la austriaca.
Regresar a Versalles no era lo más encantador del mundo, significaba regresar a la monotonía y las constantes presiones de los nobles que nada más verlos los habían recorrido con sus miradas inquisitivas intentando saber si su matrimonio había logrado consumarse durante su ausencia de Versalles, algo que por supuesto no era así. Ahora y en las penumbras de su habitación, en la noche, ambos se encontraban en absoluta confianza, tumbados uno al lado del otro y dedicándose a observarse en silencio entre si, pudiendo hablar el uno con el otro de sus verdaderos sentimientos, confiando íntimamente como no lo harían con nadie más, algo muy raro en la corte de Versalles, más aun cuando desearan que todo fuera ameno y sereno entre ambos, ninguno podía olvidar las presiones que tenían. Distraídamente, Choji jugo con los largos y sedosos cabellos rubios de su encantadora esposa que lo observaba con el mentón apoyado contra la palma de su mano, pensativa y a la vez libre de toda preocupación vana a diferencia de los nobles que no cesaban de atosigarlos a ambos día y noche, sonriendo ante las cálidas atenciones de su esposo, Ino casi chillo de gusto en tanto sintió los labios de su esposo posarse sobre su mejilla, anticipando un nuevo intento por hacerla su esposa en ese sentido tan carnal y que por fin habría de sellar la alianza franco-austriaca como tanto exigía su madre, el rey y todos quienes formaban su entorno.
Quieta en todo momento, resignada a interpretar el perfecto papel de esposa que todos le pedían que interpretase, Ino simplemente se dejó hacer, sujetándose de los hombros y la espalda de su esposo, viéndolo a los ojos, intentando percibir si este nuevo intento le brindaría a ambos aunque fuera un poco de placer que es lo que tanto estaban esperando en medio de tantas presiones, pero lejos de ver eso, teniendo su rostro tan cerca del de su esposo, Ino solo vio incomodidad en su nuevo intento por penetrar en el interior de su cuerpo, esto continuaba resultándole doloroso, aun no era el momento apropiado. Intentando distraerse a sí mismo, ignorar su propio malestar en pro de tan solo satisfacer a su esposa, Choji inicio una serie de cortos besos, intercalando los labios, el rostro y cuello de su adorada Delfina, besos a los que Ino se mostró permanentemente solicita y entregada…todo podría ser perfecto, esta podría ser la primera de muchas noches de placer puro, ese placer del que todos en la corte no cesaban de hablar, pero Choji no se sentía a gusto porque esto no era placentero sino más bien doloroso, demasiado como para continuar intentando pese a los insuperables encantos de Ino, por lo que tras depositar un beso sobre la frente de su esposa, Choji se dejó caer a su lado sobre la cama, no pudiendo continuar intentando hacer algo que le causaba dolor. De inmediato Ino pensó en decir algo para consolar a su esposo; aun podían esperar, tener un hijo al primer intento no era algo tan urgente, ambos aun eran muy jóvenes, pero en cuanto se volvió hacia él, Choji le dio la espalda, demasiado avergonzado como para verlas a los ojos.
-Lo lamento—suspiro el Akimichi, no pudiendo voltear y verla a los ojos en ese momento.
-No es nada—intento tranquilizar Ino, situando una de sus manos sobre su espalda, haciéndole saber que ella no estaba enojada o disgustada.
-Lo lamento…- replico Choji, no sabiendo en que oyó meterse para escapar de la vergüenza.
-Descuida, no importa—insistió ella, no queriendo hacerlo sentir mal innecesariamente. -Descansa—deseo sinceramente, procediendo a acomodarse sobre la cama para dormir.
-Descansa—contesto él, mucho más tranquilo por su respuesta.
Era enormemente frustrante para Choji que su propio miedo a realizarse tan fundamental operación le impidiera complacer a su esposa, amaba a Ino con todo su corazón y esperaba que ella lo amara de la misma forma, pero este predicamento parecía alejarlos día con día, más afortunadamente Ino continuaba sin darse por vencida, ella continuaba siendo paciente y amable con él, así que por ahora este nuevo intento era suficiente para ambos, por ahora. Con sutileza, intentando no ser un problema de ninguna forma, Ino le dio la espalda a su esposo, intentando encontrar una posición lo bastante cómoda como para dormir cuanto antes, pero aun cuando su mente le pidiera dormir y olvidar este nuevo y fallido intento, su corazón no hacía más que clamar porque llorara, algo que iba más allá de su propio autocontrol y que la hizo soltar silentes lagrimas que se deslizaron por sus mejillas, frustrada con todo lo que la rodeaba, teniéndolo todo para ser feliz excepto la libertad que tanto deseaba. No hacia sino rezar todas las mañanas porque Dios se apiadara de ella y le permitiera consumar su matrimonio para escapar de la mirada inquisitiva de todos en la corte y de la espantosa presión que reasentaba para ella ser virgen y tener su vientre vacío de un heredero para Francia.
¿Cuándo podría ser libre?, ¿Cuándo por fin podría respirar en paz?, ¿Acaso moriría antes de ver llegado ese día?, ¿Acaso la muerte seria su único escape? Solo el tiempo lo diría.
PD: Me disculpo por tardar tanto en actualizar pero esta demora de mi parte esta justificada, queridos míos,porque la proxima semana he de rendir mi examen final para salir de la universidad, por lo que he estado bastante ocupada, pero prometo no dejar de actualizar en estos días, claro que me tardare un poco pero no dejare inconclusa ninguna historia, lo prometo :3 Como siempre esta historia esta dedicada a mi querida DULCECITO311 (disculpándome por la tardanza, pero esperando que el capitulo sea de su agrado) y a todos aquellos que leen y comentan cada una de mis historias :3
Diferencias e Hitos Históricos:
La fimosis del Delfín: en la época en que Luis XVI y María Antonieta estuvieron casados, que su matrimonio tardara 7 años en consumarse fue todo un escandalo en una sociedad donde los matrimonios reales por deber y obligación eran pan de cada día para la nobleza y donde los protagonistas se veían reservados a tener sexo desde el día de su boda pese a no conocerse. Por entonces se creía que Luis XVI era impotente o que su esposa María Antonieta era frígida, pero hasta hoy no se confirma como algo tangible que el Delfín haya padecido una fimosis, para la época se declaro que si. En la película de Jacques Demy, una María Antonieta ya adulta (interpretada magistralmente por la bella Christine Böhm así como en la película Waffen für Amerika) declara que espera a que su esposo se someta a una operación que le permita cumplir con su deber como esposo, por lo que se da por hecho que Luis XVI padece con la fimosis.
Tenten-Yolande de Polignac: este primer encuentro esta basado en la interpretación de Rosy Byrne de quien fuera una de las grandes amiga de la reina Maria Antonieta y cuya cercana relación es increíblemente maravillosamente bien representada en la película de Sofia Coppola. Si bien Maria Antonieta y Yolande no fueron presentadas formalmente hasta 1775 en Versalles, nada impide que tal vez si se hallan encontrado antes, por ello adelante su encuentro. Muchos consideran a Yolande como la gran culpable de que la figura de Maria Antonieta fuera vista como alguien frívola a ojos del pueblo francés, pero aunque así haya sido considero a Yolande una gran amiga así como alguien sumamente espontanea que si bien perjudico inconscientemente a Maria Antonieta, le dio la libertad y apoyo que ella no pudo encontrar en su nueva familia salvo por su esposo el Delfin y por la princesa de Lamballe, por lo que no la representare como la villana que fue en el anime "La Rosa de Versalles".
Tamaki Nekobaa-Jean de la Motte: fue una noble francesa desconocida por la historia, según algunas versiones fue descendiente ilegitima de la familia Valois que en su día había gobernado Francia antes de que los Borbones tomaran el poder. En el anime "La Rosa de Versalles" y la película de Jacques Demy, es representada como una mujer ambiciosa que disfruta de causarle mal a otros para dejar su nombre en la historia a como de lugar como consecuencia de la injusticia de nacer en la pobreza, mientras que en la película "The Affaire Of The Necklace" es representada como una pobre figura de los Borbones que perdió todo y que cobro venganza heroicamente al implicar a la reina María Antonieta en el tan polémico asunto del collar. En lo personal y aunque resulte ofensivo para algunos, considero a Jean de la Motte como una víbora que hizo aun más detestada la trágica figura de María Antonieta, representándola como una traidora a Francia y una mujer distante del pueblo, por lo que la representare como la villana que fue.
También les recuerdo que además de los fics ya iniciados tengo otros más en mente para iniciar más adelante en el futuro: "Avatar: Guerra de Bandos" (una adaptación de la película "Avatar" de James Cameron y que pretendo iniciar pronto), "La Bella & La Bestia: Indra & Sanavber" (precuela de "La Bella & La Bestia"), "Sasuke: El Indomable" (una adaptación de la película "Spirit" como había prometido hacer), "El Siglo Magnifico; Indra & El Imperio Uchiha" (narrando la formación del Imperio a manos de Indra Otsutsuki en una adaptación de la serie "Diriliş Ertuğrul"), como algunas ya habrán notado por mis historias "El Sentir de un Uchiha" y "El Clan Uchiha", también tengo la intención de explicar el porque de determinados acontecimientos, explicando sus motivaciones y auténticos sentimientos, como yo creo o siento que sucedieron, por lo mismo tengo la idea—si ustedes lo aprueban—de iniciar un fic llamado "El Origen del Clan Uchiha" centrado en el padre de todos los Uchiha; Indra Otsutsuki, porque considero que también merece su propia historia, si ustedes están de acuerdo, claro :3 Para los fans del universo de "El Conjuro" ya tengo el reparto de personajes para iniciar la historia "Sasori: La Marioneta", por lo que solo es cuestión de tiempo antes de que publique el prologo de esta historia. También iniciare una nueva saga llamada "El Imperio de Cristal"-por muy infantil que suene-basada en los personajes de la Princesa Cadence y Shining Armor, como adaptación :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima :3
