-Este fic es una adaptación del manga y anime "Versalles no Bara" de Riyoko Ikeda junto a la película de 1979 "Lady Oscar" de Jacques Demy, la película conmemorativa de 1989 "La Revolución Francesa" y la película "Maria Antonieta: La Reina Adolescente" de Sofía Coppola. Los personajes pertenecen por completo a Masashi Kishimoto, más los personajes de carácter secundario y modificaciones las personalidades, hechos y trama corren por mi cuenta y mi entera responsabilidad. Les sugiero oír "Hong Kong Garden" de Siouxsie Sioux para la escena de la mascarada, "Aphrodisiac" para el encuentro entre Ino y Sai, y "Fools Rush In" de Bow Wow Wow para las escenas entre Sasuke y Sakura, y "Plaisong" de The Cure para la escena final de la coronación en la catedral de Reims, todas las canciones pertenecen a la banda sonora de la película "María Antonieta: La Reina Adolescente" de Sofía Coppola.
En completo silencio y en sus apartamentos privados, Ino se dejó caer sobre la pequeña cama del despacho secreto que tenía, sosteniendo una copa de champagne en su mano derecha y en cuyo interior se encontraban una serie de pequeñas frambuesas que lenta y perezosamente se llevó a los labios, a su lado y en idéntico silencio se encontraba su amiga Matsuri, la única y verdadera persona de su entorno a quien podía llamar amiga. El viaje a Paris había quedado en el pasado hace meses, el tiempo pasaba con lentitud mientras continuaba presa en aquel palacio pues no importa que tantos privilegios tuviera, la libertad seguía siendo algo completamente inaccesible para ella y su esposo Choji. Claro que ahora que el pueblo parisino los conocía tanto Choji como ella podría visitar la ciudad siempre que quisiera pero siempre había algo que se los impedía, el rey no daba su venia para que se ausentara tan seguido como Ino si desearía hacer para abandonar Versalles y aunque lo hiciera siempre debían existir recepciones, bailes, eventos formales…no había libertad, no había independencia, todo era protocolo, etiqueta y formalidades que detestaba por completo, se sentía enclaustrada y sola como un ave dentro de una jaula de oro, golpeando sus alas y cabeza contra los barrotes en un inútil intento por hacerlos ceder, solo para recordar una vez más y día tras día que la libertad era un sueño, presa de la monotonía.
-Que aburrimiento más grande— suspiro Ino, dándole un ligero trago a su copa y llevándose otra frambuesa a los labios, —no tengo nada que hacer— era una penosa y perezosa realidad pero la vida que estaba forzada a vivir al fin y al cabo.
-Podríamos destinar algo de dinero para la caridad— sugirió Matsuri quien siempre era su ángel guardia, romántica y de buen corazón, tal vez demasiado inocente pero su mejor amiga.
-Ya lo hice, es todo lo que me dejan hacer— obvio la rubia, tendiéndole la copa con una difusa sonrisa, —destine dinero para las madres y los huérfanos— añadió como si hablara con su madre; era costumbre de su familia destinar dinero para los más necesitados.
-Deberíamos ir a la mascarada de esta noche en el teatro de Paris— sugirió la pelicastaña, dándole un trago a la copa de champagne antes de devolvérsela, recordando aquello de lo que todos hablaban últimamente, aunque no fuera de su interés.
-Qué más quisiera, pero no dejan que Choji y yo salgamos sin una recepción formal— negó la Yamanaka con tristeza, removiendo con su dedo las frambuesas dentro de su copa, si pudiera escapar y ser libre…que diferentes serían las cosas.
-Pues, es una mascarada— insistió ella con normalidad, —nadie se va a entrar, ¿o sí?— era una idea peligrosa y las fiestas no eran lo suyo, pero por su amiga haría lo que fuera.
A diferencia de Ino y pese a ser tan joven, Matsuri era viuda y más bien reservada, las fiestas eran lo último que pensara en disfrutar o hacer con el tiempo libre del que disponía, en lugar de ello prefería dedicar su tiempo a aprender de cultura, leer o bien destinado sumas de dinero para los pobres y necesitados pero comprendía bien que Ino deseaba disfrutar de la vida, era joven, ni siquiera tenía dieciocho años y pese a estar casa aún era virgen, nadie tenía porque culparla por desear ser libre. Considerándolo por un momento y aun sentada en la pequeña cama, no se enderezo lo suficiente como para voltear a ver a su amiga con una ingeniosa sonrisa en su rostro al encontrar sus ojos aguamarina con los ojos negros de Matsuri, sonriéndose la una a la otra de manera cómplice, que gran plan era ese, su escape a la libertad, aunque fuera por una noche…
Opera de París/30 de Enero de 1774
Tras otro largo día de trabajo y como una rutina cotidiana, el carruaje se detuvo fuera del hogar de los Haruno a la par que un grupo de sirvientes se apresuraban en acercarse para encargarse de los caballos y desengancharlos para regresarlos a los establos, la puerta del carruaje se abrió dejando bajar a Sasuke quien ni siquiera tuvo la necesidad de tenderle la mano a Sakura quien bajo un segundo después quitándose el sombrero de pluma y revolviéndose ligeramente el cabello recogido en su corta coleta que caía tras su espalda. De haber sido su voluntad habría deseado acompañar a la Delfina en su viaje a la ciudad de París, no le habría molestado realizar un turno de noche que le habría quitado el sueño porque era su deber pero Ino había insistido en querer acudir a solas junto a su esposo el Delfín Choji, sus hermanos Choza y Torifu así como su amiga la princesa Matsuri. Fácilmente cualquiera que estuviera leyendo sus pensamientos habría de pensar que estaba sonando paranoica por preocuparse porque la Delfina acudiera a una fiesta inocente, pero si ella no veía los peligros en cualquier lugar. ¿Cómo prepararse para lo peor? Prever lo imprevisto era una táctica como cualquier otra, la dinastía podía llevar bastante tiempo en el poder como para mantenerse a salvo pero los enemigos siempre estaban al asecho en cualquier parte y atacaban cuando menos se esperaba, eso es lo que temía, temía no poder estar ahí.
-En cuanto la Delfina regrese al palacio habremos de extremar la vigilancia sobre ella— informo Sakura en voz alta, Sasuke era el único que tenía el derecho de conocer sus pensamientos y decisiones incluso antes de que las tomara, nadie más.
-¿Y eso por qué?— curioseo Sasuke mientras ambos subían los escalones, cada vez más cerca de la puerta y del cómodo interior.
-No quiero armar rumores infundados pero sospecho que esta visita a Paris traerá consecuencias— confeso la Haruno, sin exteriorizar sus miedos o preocupaciones pero si haciendo evidentes sus pensamientos para que Sasuke leyera su mente como un libro, —a mascaradas como la de esta noche no acude solamente gente de bien— obvio ya que vivían en unos de los países más disolutos y sexualizados del mundo, con una corte egoísta y vacía de sentimientos.
-Es una diversión inocente, ¿tanto daño hace?— cuestiono el Uchiha en desacuerdo con ella, una fiesta no podía hacerle daño a nadie, ¿o sí? Era solo diversión, no era un pecado tan grande.
-Palabras como esa harían que termines en el exilio— recordó ella, la moral podía ser muy disoluta pero para aquellos que vivían del prestigio y las apariencias podía significarlo todo, y sugerir otra cosa era causa de muerte, reclusión o en el mejor de los casos exilio.
-No te dejes llevar por tu intuición femenina— sugirió él con desafío, después de todo era tan inocente como ella si es que quería suponer otra cosa. —Si sospechas tanto, deberías haberla acompañado— riño ya que de nada servía llorar sobre la leche derramada.
-Quería hacerlo, pero su alteza insistió en viajar sin escolta— protesto Sakura, comenzando a cansarse con su arrogancia, aunque solo entre ambos pudieran tener esa confianza. —Solo espero que no suceda nada mientras yo no estoy— deseo en voz alta, confiando o intentando confiar más bien en la sensatez y prudencia de la Delfina.
Visitaba Paris a diario, al fin y al cabo para regresar a casa desde Versalles primero debía atravesar la ciudad más importante de Francia, y sabía bien que el pueblo no era tan dócil como los nobles tendían a creer, el descontento por la gente hacia las clases más acaudaladas existía desde el principio del tiempo porque la división invisible entre riqueza y pobreza no era del agrado de todos, pero Sakura creía en el carisma de la joven Delfina y en la bondad de su esposo el Delfín Choji, el pueblo amaba a sus herederos y tenía esperanza en que el futuro surgiría venturoso a través de ellos; la esperanza es lo último que se pierde, decía la expresión. Observando en silencio a Sakura y su preocupación, su dedicación y empeño por su trabajo, Sasuke no pudo contener un ligero suspiro que abandono sus labios, le habían dado la labor de proteger a la Delfina como una imposición, una obligación para legarle el título del señor Kizashi como capitán de la guardia real, título que ahora pertenecía por completo a Sakura pero ya sea que ella estuviese resignada a vivir esa realidad como hombre o no, era admirable su profesionalismo y devoción que expresaba día con día, incluso él debía reconocer y admirar su coraje y bravura, y no podía dejarla sola en esto, si ella necesitaba la ayuda de alguien él siempre habría de esta a su lado, no conocía ni podría desear conocer otra realidad.
-Si te hace sentir mejor, me levantare muy temprano y acudiremos a Versalles a primera hora— propuso Sasuke, incapaz de verla triste o disgustada por algo, —¿qué te parece?— pregunto pensando en todo para hacerla sentir mejor.
-¿Eres adivino acaso?, porque me leíste el pensamiento— celebro Sakura, maravillada y sorprendida por su habilidad para leer su mente en un instante. —Gracias, Sasuke— agradeció con una inevitable sonrisa, reconfortada por su apoyo en momentos como ese.
Ahí estaba esa cálida sensación llenando su pecho, siempre presente ahí y no importa que sucediera, por su obligación de vivir como un hombre pese a no serlo realmente, Sakura se sentía sola más habitualmente de lo que acostumbraba a expresar, pero cada vez que se sentía perdida Sasuke aparecía a su lado o le recordaba su sola presencia para aligerar su carga como ahora, para hacerle sentir que nunca estaría sola y era una costumbre de la cual no podía ni quería alejarse, no imaginaba un futuro en que no lo tuviera a su lado, siempre habían estado juntos después de todo. Esbozando una ligera sonrisa, Sakura situó su mano brevemente sobre el hombro de su amigo antes de darle la espalda e ingresar en la casa con andar lento y seguro al mismo tiempo, ajena de la calma impresa en el rostro de Sasuke así como del brillo en sus ojos al observarla largamente, que diferente podría ser todo si ella conociese la profundidad de sus sentimientos, si pudiera corresponderle, si pudieran ser tan solo un hombre y una mujer, pero la vida no era tan sencilla ni para ellos ni para nadie en Francia, no se trataba solo de que él fuese un hombre y Sakura—pese al estilo de vida que estaba forzada a llevar—una mujer sino que él era un sirviente y ella parte de la aristocracia, podía amarla en silencio pero su historia jamás tendría futuro, jamás.
Solo podía observarla y amarla en silencio, solo a eso podía optar, no más.
Puede que Ino y Choji estuvieran sobradamente acostumbrados al disoluto ambiente de Versalles más nada pudo prepararlos para la algarabía que presenciaron en el salón de la opera; música, vestidos de todos los colores y bordados en encajes adornados por diamantes, oro, plata y demás, máscaras de todos los colores, cuerpos abriéndose paso, saltando y bailando de acá para allá de todas las formas posible, no importaba si seguía el ritmo de la música o no, todo lo importa era moverse, nada más. Sosteniendo la mano de Matsuri y alejándose momentáneamente de su esposo, Ino se adentró en el corazón de la fiesta, dejándose llevar por la música, recibiendo saludos de personas a quienes no conocía pero que la trataban con amabilidad y amistad, ¡nadie sabía quién era ella! Y le encantaba, se sentía libre, no sentía presión alguna para fingirse perfecta, por fin podía ser ella misma con su rostro oculto por un antifaz, sonriente, alegre y divertida, comportándose como una niña. Habiéndose perdido de la mano de Ino desde hace un tiempo que se le antojo eterno, Choji se mantuvo en un lugar en lo alto de la escalera y desde donde podía contemplarlo todo, ese no era su ambiente, no se sentía cómodo entre tanto divertimento y fiestas cuando lo que prefería era la tranquilidad, el silencio y recogimiento, pero por ver feliz a Ino estaba dispuesto a perder una noche de sueño, ella lo hacía inmensamente feliz y todo lo que podía hacer era intentar hacerla feliz también.
-¿De dónde viene, Monsieur?— pregunto un individuo a su lado con inevitable curiosidad ante su opulento ajuar y su dignidad.
-Versalles— contesto el Akimichi con una ligera sonrisa, ciertamente divertido por sentirse cómodo ya que nadie sabía quién era realmente, era curioso a decir verdad.
-Oh— asintió el hombre, comprendiendo el porqué de su actitud, —¿y el Delfín ya concreto su asunto?— curioseo con una pisca de mofa.
-¿Qué?— cuestiono Choji, confundido por el sentido de la pregunta así como el tono implícito en ello.
-Que si el Delfín desfloro a la Delfina— aclaro el individuo como si fuera lo más obvio del mundo, y lo era, —me encantaría hacerle los honores— confeso pícaramente ya que todos hablaban de la sublime belleza de la delfina, y cualquier hombre desearía tener el placer de tenerla en sus brazos.
-Disculpe— se excusó él educadamente antes de alejarse, sin hacer a un lado su dignidad en ningún momento.
No podía escapar de la presión ni en Versalles ni tampoco aquí, en Versalles siempre todos estaban hablando del nombrado placer de la intimidad día si y día también, deseaba poder hacer feliz a Ino tanto como ella lo colmaba de alegría a él pero continuaba siendo imposible que compartieran esa intimidad tan fundamental y que consumaría su matrimonio, ojala y todo fuera tan sencillo como todos tendían a pensar más no era así, si lo fuera él ya habría hecho algo al respeto hace muchísimo tiempo pero su propia inexperiencia dificultaba todo aún más. La noche estaba llena de bailes, siluetas, ritmos y múltiples estados de ánimo que hicieron que Ino pronto se extenuara de tanto bailar aunque no hubiera seguido ritmo o pauta alguna en ningún momento, solo brincando y bailoteando al igual que Matsuri quien en ningún momento se apartó de su lado como buena amiga y guía, incluso sus cómodos zapatos de tacón negro hacían que le dolieran los pies y le temblaran las piernas de tanto bailar así como por la emoción y la enorme sensación de placer que nunca había sentido hasta entonces, era como si el vacío que la soledad y la presión de Versalles en su vida hubiera desaparecido, sentía que por fin podía respirar con algo de tranquilidad mientras Matsuri y ella se apoyaban contra uno de los pilares, contra un rincón, tomando un par de copas de champagne de una de las mesas antes de brindar sonriéndose la una a la otra.
-No veo nada interesante— suspiro Matsuri, aburrida por el ambiente festivo y que le parecía demasiado ostentoso, aunque su amiga se estaba divirtiendo muchísimo y era obvio. —¿Quién es ese atrevido? No te quita la vista de encima— menciono ya que desde que ambas se habían situado en ese rincón un galante caballero no deja de ver a Ino como si fuera una diosa y él un vasallo. —finge que te estas divirtiendo mucho— sugirió en broma haciéndola reír y viceversa. —Iré por una copa, ya regreso— se disculpó en una muda señal que ella comprendió al instante.
-Ven, estaré bien— asintió Ino, dándole su entera aprobación para lo que tenía planeado, aunque de ser por ella se quedaría en esa fiesta para siempre.
No mentía mientras asentía a Matsuri quien se alejó para reencontrarse con los demás pues ya era buen momento de retirarse, habían pasado horas en esa fiesta y parecía ser tiempo suficiente, pero desde su lugar Ino solo pudo quedarse observando a un muy atractivo desconocido vestido en formal uniforme extranjero, sin mascara y cuyo rostro de piel blanca le resulto irresistible, alto, joven y guapo, era la personificación de un caballero. Alejándose de su hasta entonces acompañante, Sai avanzo confiadamente hacia la dama más encantadora de la fiesta y que había percibido lo estaba observando desde hace varios segundos, portaba un exquisito vestido de seda negra a juego con su antifaz y que se entallaba favorecedoramente a su figura, de escote redondo, mangas transparentes hasta los codos, amplia falda, largo cabello rubio peinado en un elegante tocado alto decorado por una pluma y que dejaba caer lagos rizos sobre su hombros, Sai había visto a muchas mujeres hermosas en su vida pero ninguna más hermosa que ella y que siendo tan joven—uno o dos años menor que él, no más—le extraña no tuviera un acompañante, ¿Qué mujer tan hermosa podía encontrarse sola? Era un gran pecado y él se sintió indigno de estar en su presencia, situándose a su lado al mismo tiempo que ella volvía el rostro por encima de su hombro haciendo que sus miradas se encontraran…tenía unos ojos hermosos, como dos pozos aguamarina, únicos como ella.
-¿Te conozco?— pregunto Sai con confianza, tuteando a esa encantadora dama que lo había embrujado con una sola mirada y aún más al tenerla cerca.
-No, no lo creo— negó la Yamanaka, volteando lentamente su cuerpo para verlo a la cara, luchando interiormente por no exteriorizar el efecto que él tenía sobre su persona. —¿Y no planeas algún avance con ella?— curioseo en relación a la anterior acompañante con quien él había estado antes.
-Pues tal vez— asintió el pelinegro, divertido por su evasiva, —¿y me dirás quién eres?— pregunto ansioso por conocer su nombre y saber si era tan hermoso como su rostro.
-¿Y tú?— inquirió la rubia, mordiéndose sutilmente el labio inferior ante su nerviosismo, temblando por dentro más intentando no exteriorizarlo.
-Conde Sai, del ejército sueco— dio a saber él con una profunda y galante reverencia, sin apartar sus oscuros ojos de ella, haciéndola estremecer.
-Conde Sai— repitió Ino con una coqueta sonrisa, inclinando la cabeza antes de pretender darle la espalda.
Dicho esto y ahora que ambos no eran completos extraños entre sí, Ino dispuso marcharse, no era correcto ni decente que una mujer casada hablase tan íntimamente y a solas con un individuo que acababa de conocer, no importa que tan atractivo fuese. Al darse cuenta de que la hermosa dama planeaba marchare, y aunque fuera un vano Sai entrelazo una de sus manos con la suya aunque fuese por un breve instante, pidiendo, clamando en silencio por que se quedara puesto que se había vuelto adicto a su compañía tras sostener tan breve conversación, y sentía necesitarla tanto como el aire para respirar. Divertida ante semejante atrevimiento y por el que en Versalles fácilmente lo fusilarían si fuese consiente de quien era ella, Ino le sostuvo la mirada al encantador conde sueco por varios segundos antes de por fin zafarse sin mucho esfuerzo de su agarre y continuar con su camino, pero no sin antes quitarse el antifaz por un momento y voltear a ver al conde, permitiéndole ver su rostro como recuerdo al menos una vez ante de volver a cubrirse, como si jamás nada de eso hubiera sucedido. Se sentía tan extraña, no podía explicarlo con palabras; sentía un fuego latir en su interior al ver a ese hombre, se sentía confiada, fuerte, hermosa, nunca nadie la había mirado como ese hombre lo estaba haciendo, como si fuese todo en el mundo y como si bastara una sola mirada para desnudarla…que hombre.
-¡Es la Delfina!— jadeo una de las presentes en un susurro, pudiendo reconocer el rostro juvenil que había sido brevemente descubierto por el antifaz, cubriéndose los labios para guardar el secreto.
Escuchando los mismos cotilleos que habitualmente tenía a evitar, Sai sintió que se le cortaba la respiración, ¿ella era la Delfina de Francia, la mujer de quien tanto había oído hablar? Justo en ese momento y como si ella le leyera el pensamiento, la hermosa musa volteo a verlo con una sonrisa que inevitablemente lo hizo sonreía a él tras nada más verla, lamentando enormemente que el ahora elaborado antifaz de seda negra le impidiese contemplar con libertad la abrumadora belleza de su rostro. No le incomodaba en lo más mínimo haber estado hablando con la Delfina de Francia, al fin y al cabo eso era solo un título, pero ella…era hermosa como una diosa, incomparable, no podía sacar su rostro de su mente mientras sonreía con admiración siguiendo sus pasos hasta perderla de vista. Ino Yamanaka era un sueño hecho realidad, la belleza y dulzura personificadas, y él deseaba continuar soñando. Con monotonía y en su lugar al pie de la elegante escalinata, Choji sostuvo uno de los extremos de su capa, jugando al hondearla contra el aire mientras sus hermanos Choza, Torifu y la princesa Matsuri se reunían a su alrededor, ya era muy tarde y era hora de volver a Versalles. Tras una prolongada espera y con una sonrisa adorando su hermoso rostro, Ino se aproximó reluciente de alegría, una alegría que él tristemente debía terminar y que le oprimió el corazón en tanto ella se detenía delante de él.
-Debemos irnos, son las tres de la mañana— recordó Choji, viendo como la sonrisa se desvanecía del rostro de su hermosa esposa.
-No, aunque sea un rato, por favor— rogó Ino con un infantil puchero, la fiesta estaba muy animada y no tenía ganas de irse a dormir.
-Es tarde— negó él, de serle posible le diría que sí pero debían volver antes de que todos despertaran en Versalles y para hacerlo no podían perder tiempo, —habrá otra vez, lo prometo— garantizo como promesa indisoluble, porque podrían volver a París siempre que lo desearan, ella solo debía pedirlo.
-Está bien, te tomo la palabra— acepto Ino, alzando el meñique y uniéndolo al de él en una promesa personal que tenían.
A ella no podía negarle nada, Ino bien podría desear tener el mundo a sus pies y él de serle posible haría que cumpliera todos sus deseos y caprichos, porque solo anhelaba hacerla feliz, tan feliz como ella ya lo hacía sentir a él día y noche. Manteniendo permanente entrelazada una de sus manos contra la de su esposo, Ino se sujetó ligeramente la falda del vestido para no tropezar mientras subían los escalones hacia lo alto de la escalinata, acompañados por sus compañeros, sintiendo a cada momento el irrefrenable deseo de voltear y ver otra vez al gallardo conde Sai…había sido como un sueño, un hermoso sueño que habría vivido toda la vida de serle posible, pero solo había sido libre por una noche y ahora esa noche había terminado.
Días después de la secreta excursión de la Delfina a la ciudad de Paris por la noche, la corte versallesca se sintió halagada por un visitante por demás encantador, se trataba del noble y gallardo conde Sai, proveniente de Suecia y que bien traído por la opulencia de la corte francesa de la que tanto había oído hablar o bien por la hermosa Delfina a quien había conocido noches atrás, decidió prolongar su estadía en un país que estaba a la vanguardia mundial en cuanto a arte y cultura se trataba. Acompañada por una numerosa comitiva de nobles y sirvientes, el conde y la Delfina recorrieron los jardines ajenos a la compañía de quienes lo rodeaban, sintiéndose a salvo y en compañía el uno del otro como nuca había sentido estando junto a nadie más, lo cual desde luego les resulto extraño. Desde su lugar en la entrada de los hermosos jardines y con una de sus manos tras la espalda, teniendo a Sasuke a su lado, Sakura contemplo curiosa la complicidad entre el conde y la joven Delfina, a esas alturas ya sabía quién era Sai exactamente, por lo que no precisaba preocuparse por la seguridad de la futura reina de Francia, más de todas formas se mantenía vigilante, el conde sueco era muy encantador e incluso a ella le provocaba un ligero escalofrió cada vez que lo veía—suponía que era mera atracción física por lo atractivo que era, nada más—pero no dejaría que eso empañara su sentido del deber.
-La Delfina siente gran aprecio por el conde Sai— observo Sasuke desde su lugar, no sabiendo que sentir en relación a la presencia del conde sueco en la corte.
-Es una joven honesta que no acostumbra ocultar sus sentimientos— obvio Sakura a su lado, encogiéndose de hombros con tranquilidad o eso pretendía, —espero que esto no le ocasione problemas—no quería desconfiar de nadie más era su deber hacerlo para proteger a la Delfina.
-Tus temores son infundados, suenas como mi madre— tranquilizo el Uchiha a modo de broma, más Sakura mantuvo su mirada sobre el conde sueco por varios segundos, demasiados para él.
Una de las mayores virtudes de Sakura era su intelecto así como su sentido de la prevención, pero hasta Sasuke debía reconocer que en ocasiones se volvía un "poquito" extremista, lo suficiente para desconfiar de todo y todos—excepción de él, claro está—a su alrededor, más en ese momento Sasuke habría deseado que Sakura hiciera eso en lugar de observar al conde sueco como lo estaba haciendo, no con desconfianza como solía observar a todos sino como las mujeres normales miraban a un hombre que era de su interés, con atracción, Sakura no lo sabía o tal vez no se diera cuenta siquiera pero él sí y le dolía presenciarlo, era la primera vez que Sakura tenía esa mirada en los ojos y Sasuke habría deseado que fuera para él, deseaba que Sakura lo viera a él de aquella forma, pero no era ni sería posible jamás, era un sueño irrealizable en su mente y corazón enamorado. Al estar al lado de Sasuke en ese instante, Sakura fue perfectamente capaz de oír un profundo suspiro abandonar sus labios, una práctica que se estaba volviendo común en el último tiempo a decir verdad y que la hizo volver el rostro en su dirección, no lo manifestaba siempre pero Sasuke le preocupaba, estaba algo melancólico a diario, claro eso no afectaba su conducta ni nada pero todo lo que le afectara a él también la afectaba a ella, eran amigos y ella no podía dejarlo solo así como él jamás la dejaba sola a ella.
-¿Ocurre algo, Sasuke?— curioseo Sakura haciéndolo despertar de su divagaciones, —por lo general los hombres nunca suspiran— añadió esperando una explicación de su parte y esperando serle de ayuda.
-No es nada, divagaciones mías— negó Sasuke con una ligera sonrisa, ocultando eficazmente sus sentimientos a tal punto que ni ella pudo ver que estaba mintiendo.
-Si tú lo dices— asintió la Haruno con un tinte de desconfianza que desestimo al instante. —No acostumbres a suspirar tan seguido o creerán que te has enamorado— sugirió bromista antes de darle la espalda y pretender abandonar el jardín.
-¿Enamorarme yo? Ya quisieras— le siguió la corriente el Uchiha, escuchando una cantarina risa escapar de sus labios, volviendo brevemente la mirada en su dirección.
Con una ligera sonrisa adornando sus labios y una expresión de ingenio en su rostro, Sakura acepto como válidas las palabras de Sasuke sin importar que no estuviera del todo convencida de que fueran verdad, ¿Por qué? Porque lo conocía desde que ambos eran niños, habían crecido juntos, sería tonto de su parte no saber leer sus expresiones y emociones como si de un libro abierto se tratara, más dándole libertad de acción la pelirosa se acomodó el elegante sombrero de pluma en la cabeza antes de marcarse para corroborar que las tropas estuvieran cumpliendo debidamente con sus labores. Permaneciendo en su lugar por varios segundos, Sasuke contemplo en silencio la espalda de Sakura hasta perderla de vista, negándose a creer que ella pudiera sentir algo por el conde sueco, no, debían ser solamente imaginaciones suyas. En la mente de Sakura no parece haber un lugar para mí, se recordó en silencio y con decepción para retornar a la realidad, solo eso era verdad, Sakura estaba forzada a vivir su vida como un hombre sin importar lo que deseara su corazón, o el suyo en este caso, más fuera cual fuera el destino él siempre estaría a su lado, siempre.
Sentada delante de su tocador, Emi disfruto de su mayor vicio en el mundo, contemplar la material belleza de sus joyas, probándose collar tras collar y guirnalda tras guirnalda de diamantes que poseía, ciñéndolas alrededor de su cuello, todas ellas presentes del rey Jiraiya quien semana tras semana ordenaba al joyero e la corte un nuevo set de joyería, y si bien todo era hermoso, Emi estaba ansiosa y más que extasiada por poner sus ojos en el último presente que el rey había encomendado especialmente para ella y que equivalía a nada más y nada menos que 1.600.000 libras, ¡una fortuna!,¿Cómo no ser feliz de ese modo?, ¿Si se sentía dichosa por ser la amante el rey de Francia? Por supuesto, claro que las riquezas materiales eran algo vacío pero no para quien había luchado tanto para alcanzar la plenitud económica, el camino para llegar a la cima del poder no había sido fácil, la lejana joven que había vivido de allegada en casa de otros como una limosnera junto a su madre, que se había convertido en prostituta para vivir y comer y que se había relacionado con la aristocracia para ascender en la escalafón social era un pasado ya olvidado para ella, hoy era condesa y lo más importante la más íntima amiga del rey Jiraiya, ¿es que se podía pedir más siquiera? Bueno, tal vez más diamantes, considero con una vanidosa sonrisa, rodeada de las nobles y aduladoras damas que siempre pedían audiencia con ella para recurrir a sus favores.
-Condesa Emi, el rey la ama profundamente—celebro una de las damas, admirando con silente envidia tan hermosas joyas y que cualquiera desearía poseer.
-A nadie deberían de sorprenderle todos estos obsequios, fueron hecho pensando en usted— completo la vizcondesa Yugito, manteniendo una permanente sonrisa en su rostro ante la cercanía que les permitía la favorita del rey.
-Vizcondesa, en relación a la promoción para su esposo que comentábamos hace unos días, me alegro decirle que pude interceder ante el rey y el anuncio oficial se hará dentro de unos cuantos días— informo Emi, rompiendo con el silencio presente hasta ese momento, apartando brevemente la mirada de su reflejo.
-Gracias, madame, es muy amable— jadeo la rubia, hundiéndose en una profunda reverencia como agradecimiento por la intercesión de la condesa.
-Ha sido un placer servirle, vizcondesa— sonrió la condesa con una sonrisa que parecía humilde y amistosa, aunque fuera solo por cordialidad.
No era ninguna tonta, sabía muy bien que estaban intentando comprar su influencia como favorita del rey, ¿y qué? Así es como funcionaba la vida en Versalles, así es como funcionaba el mundo entero; quien tuviera más fortuna y poder es quien más lejos podía llegar, eso ella lo había aprendido muy bien hace muchísimo tiempo, desprendiéndose mucho antes de la inocencia y la honestidad. Al no haber una reina en Francia desde la muerte de la esposa del rey Jiraiya, la reina Mei Terumi, todos volcaban sus respetos y adulación hacia ella para que intercediera ante el rey y hablara en su favor…que curiosa era la vida, ¿verdad? Las cosas cambiaban en un instante, costaba creer que en su día ella hubiera sido quien se arrodillaba ante los nobles poderosos, clamando por sobras, ya que hoy era la reina aunque no en nombre pero si en todo lo demás, y precisamente al considerar el peso de aquella realidad, Emi sentía irrefrenables deseos de llorar de pura emocionalidad al reparar en lo lejos que había llegado, pero no podía ni se lo permitía ya que el sentimentalismo no era lo suyo, además flaquear o llorar no le serviría de nada, ni aun cuando fuese por alegría. En medio de la reunión entre la condesa Emi y sus invitadas, la puerta de sus aposentos se abrió repentinamente por obra de un sirviente que tras reverenciarla respetuosamente hablo antes de que la condesa pretendiera hacer que lo castigaran por su desacato al ingresar de ese modo.
-Condesa, sucedió algo terrible, su majestad se cayó del caballo— informó el sirviente al instante, bajando la cabeza y no percatándose de la incredulidad en el rostro de la condesa.
Esas solas palabras hicieron que Emi sintiera como se le detenía el corazón o al menos se realizaban sus latidos hasta poder oírlos, sentirlos contra la palma de su mano como si se lo hubiera arrancado en un parpadeo y sin sentir dolor, sentía como si el mundo entero hubiese dado un vuelco para dejarla completamente sola, aquello no podía ser real, debía haber un error, tenía que haberlo, el rey no podía estar enfermo, no, el rey no podía estar enfermo…
La noticia de que durante una expedición de caza al rey cayera del caballo había conmocionado a todos en la corte, su rey fuerte y vigoroso había enfermado y debía ser muy serio para que algo así pudiera sucederle, por lo que al instante fue trasladado en su carruaje al palacio de Versalles donde los médicos podrían atenderlo apropiadamente, tomando la enfermedad como algo serio por esa sola señal. El rey se encontraba recostado sobre la cama, azorado por la fiebre y sintiéndose permanentemente según había informado, demasiado débil para mantenerse despierto en ese momento mientras seis doctores, cinco cirujanos y tres farmacéuticos no apartaban los ojos de él en ningún momento, examinándolo minuciosamente. Jiraiya tenía 64 años, una edad relativamente avanzada para muchos monarcas en el mundo y pese a ser enérgico y robusto no dejaba de aproximarse al final de su vida, algo que todos debían considerar de cara al futuro, más ignorando esa clase de pensamientos es que el Delfín Choji y su esposa Ino se habían mantenido en la habitación del rey en compañía de sus tías Leiko, Yoshino y Yumiko mientras los doctores lo auscultaban una y otra vez para no dejar pasar ningún detalle, esperando ansiosamente por un diagnostico o al menos una explicación para tranquilizarlos a ellos y a todos en el palacio que estaban hechos un lió al igual que ellos, la enfermedad los había tomado por sorpresa.
-Doctor, ¿Cómo se encuentra su majestad?, dígamelo, por favor— solicito Choji, esforzándose para que su voz no se quebrara a causa de los nervios.
-Aun no lo sabemos, altezas, aún no tenemos un veredicto— contesto el medico en jefe, bajando la mirada ante su propia impotencia.
-¿Por qué tardan tanto?, ¿Es tan difícil emitir un diagnostico?— cuestiono la princesa Leiko en representación suya y de sus hermanas, inquieta por no poder hacer nada más que observar a su padre.
Ante aquellos cuestionamientos los médicos del rey y sus acompañantes que eran profesionales en múltiples campos de la salud no podían emitir ningún juicio o se condenarían de ineptitud, incluso ellos se encontraban permanentemente frustrados porque la ciencia de la que tanto dependían no fuese capaz de explicar lo que le sucedía al rey pero estaban atados de manos, las opiniones en cuanto al diagnóstico iban y venían sin llegar a un consenso, reservados a cumplir con su labor sin más dilación, por su rey y por Francia. En ese momento y siguiendo las instrucciones que los médicos habían dado tan pronto como el rey había regresado al palacio, un grupo de sirvientes ingreso para cerrar las cortinas de la habitación, según sabían algunas enfermedades eran tan delicadas que provocaban a los enfermos malestar ante la luz misma o evolucionaban gravemente al contacto con la luz, sumergiendo la habitación en las penumbras a la par que uno de los sirvientes se aproximó a la diestra de la cama para encender el candelabro como único medio de iluminación y al acercarse tanto al rey y observar su rostro, el sirviente soltó el fósforo a causa de la impresión; ante el evidente contraste entre luz y oscuridad, iluminado por el fuego de las llamas del candelabro quedaron en evidencia una serie de marcas rojizas que poblaban su piel, marcas distintivas y que eran motivo de preocupación desde tiempos inmemoriales.
-Doctor, venga de inmediato— llamo el sirviente con un hálito de voz, alejándose de la cama con andar lento y temeroso, esa enfermedad era sumamente contagiosa.
-No…tiene viruela— idéntico el médico para horror de todos que perdieron el color del rostro en un instante. —Altezas, rápido, abandonen la habitación cuanto antes, deben evitar cualquier contagio— dio a saber volteando a ver al Delfín y su esposa quienes no supieron si obedecer o no, no querían abandonar al rey, —es su deber como heredero al trono, alteza— recordó con vehemencia, porque si perdían al futuro rey entonces el país se sumiría en el caos.
Tras realizar una respetuosa reverencia al futuro rey, el doctor se retiró junto a sus colegas para discutir como habrían de proceder ya que necesitarían recurrir al consejo de verdaderos especialistas en la materia, pero…la verdad es que la viruela era una enfermedad que se manifestaba a través de fiebre extremadamente alta, debilitamiento y manchas color rojo en la piel que se convertían en ampollas que a la larga dejaban cicatrices permanentes, además era sumamente contagiosa, causal de muerte y por lo que incluso los médicos abandonaron la habitación cerrando con seguridad las puertas tras de sí, lo único importante por ahora era el futuro de Francia; el rey Jiraiya era el pasado y el presente era el heredero Choji, el futuro rey, debían mantenerlo a salvo. Sintiendo el descomunal peso del mundo sobre sus hombros, en silencio Ino volvió su rostro hacia el de su esposo, escudriñando la aparente calma de sus facciones, pudiendo ver una fina gota de sudor deslizándose por su sien…que enorme carga les había sido impuesta por el destino a ambos; reinar Francia, no importa que aun fuesen solo adolescentes, nadie iba a pedirles su opinión sino que todos daban por hecho que cumplirían con su papel y ya, no había otra opción, y pensando precisamente en su esposo y en cómo debía estarse sintiendo, Ino busco a tientas una de sus manos, entrelazándola con la suya, haciéndolo alzar la mirada y viéndose a los ojos.
-Oremos, esposo mío, porque nuestro abuelo rey recupere la salud— sugirió Ino con una ligera sonrisa adornando su rostro para animar a su esposo y a sí misma, negándose a perder la esperanza.
-Sí, eso haremos— asintió Choji, superando su propia incredulidad ante la fortaleza de su esposa, siempre de acuerdo con sus decisiones.
Intrigado y a la vez maravillado con la habilidad de Ino para hacerlo sentir mejor en un abrir y cerrar de ojos, Choji consiguió serenar la tormenta de pensamientos que daban tumbos en su cabeza, haciendo que toda su preocupación se transformara en una pequeña sonrisa, porque solo ella conseguía hacerlo sonreír, nadie más tenía ese poder. La esperanza es lo último que se pierde, o al menos eso es lo que se tendía a decir y por lo que Ino y Choji se retiraron en silencio para dirigirse a la capilla real y orar, siendo innecesariamente—en su opinión—reverenciados a su paso como si ya fueran los reyes de Francia…no, aún era pronto, aún era demasiado pronto.
Quitándose el sombrero de la cabeza y dejándolo pender del borde de la punta de su sable que colgaba al costado de su cadera, Sakura se revolvió ligeramente el cabello a causa de los nervios e incertidumbre que sentía, con la cálida brisa de verano rosar contra su siempre en un vano intento de consuelo para con sus preocupaciones, si, era noble pero no temía a la solventad de su vida y estilo costumbrista como hacían la mayoría, ya fuera que hubiera estado de acuerdo o no con la política del rey Jiraiya como soberano o no, era su sagrado deber proteger a la familia real, ¿Cómo no sentirse mal si estaban hablando de una muerte inminente? Mientras todos elegían un bando de poder al cual asirse, ella solo se sentía triste y preocupada, tenía la misma edad que Ino, ¿Cómo no empatizar con la enorme carga que pronto habría de ceñirse sobre sus frágiles hombros? Qué lugar tan cruel es el mundo, pensó Sakura al inspirar aire profundamente pero sin conseguir sentir que eso llenase sus pulmones, no importa que se encontrara en el patio, con aire fresco y junto a sus tropas, nada importaba lo suficiente como para distraerla, más aun sabiendo esto es que Sasuke rompió con las distancias y se situó a su lado de forma infaltable, podía entender lo que sentía, no lo compartía ya que como sirviente su vida no cambiaría no importa que pasara pero lo que la afectaba a ella también lo afectaba a él.
-Estoy tan preocupado como tú, pero no hay que perder la esperanza— menciono Sasuke, volviendo la mirada hacia Sakura quien bajo la cabeza, cerrando los ojos, buscando sosiego, —el rey podría recuperarse pronto— no era la primera vez que el rey estaba enfermo y si se había recuperado antes también podía hacerlo ahora.
-Nos guste asumirlo o no y ya sea que significa traición, el rey ya no es tan joven como antes, y aunque lo fuera y continuara siendo fuerte no podemos olvidar que sobrevivir a la viruela es imposible incluso para alguien joven— protesto Sakura, abriendo los ojos y volviendo el rostro en su dirección, teniendo cuidado del tono de voz que usaba para no ser oída por sus subordinados. —Me preocupa el futuro pero más me preocupan Ino y el Delfín, no están preparados para ser reyes, el pueblo tiene esperanza pero…— se mordió interiormente la lengua, acallando sus palabras por lo que significaban.
Interrumpiendo sus palabras y siendo plenamente consciente de ellas, Sakura deseo lavarse la boca con jabón de forma inmediata, ya fuera verdad o no, declarar semejantes palabras era traición, no estaba en su poder ni tenia porque inferir algo en relación al futuro de Francia, si, conocía a Ino pero ya no podía sencillamente llamarla Ino Yamanaka la Delfina de Francia, el mundo se encontraba volcado en una ferozmente implacable cuenta regresiva hacia una nueva era donde ella sería la reina consorte y esposa del rey de Francia, Choji Akimichi quien ya no sería solo el Delfín sino el rey, ahora todo sería diferente no importa que a ella no le parecía apropiado, era la verdad, incluso Sasuke podía verlo mientras fruncía los labios en una tensa línea recta, ocultando sus pensamientos porque ella ya los estaba manifestando en nombre de ambos, ¿tontamente inocentes? Tal vez ambos lo fueran por anteponer su sentimentalismo cuando otros—en su lugar—estaba anteponiendo sus ambiciones y deseos personales porque ellos veían el peso de la realidad, una era terminaba para dar surgimiento a otra completamente nueva, ¿pero a costa de qué?, ¿estaba bien depositar todas sus esperanzas sobre una joven pareja que ni siquiera tenía dieciocho años y que no poseían experiencia de gobierno alguna? Eran dos niños inocentes, aún era niños en sus conciencias, ¿Qué es lo que podían esperar que sucediera?
Nada venturoso, no importa que tantas esperanzas tuvieran.
Tras días eternos que sucedían en una inmutable transición de días y noches donde la salud del rey no mejoraba sino más bien empeoraba, minutos, horas y días que se eternizaban hasta que un sacerdote tomo el valor de solicitar entrar en la habitación del rey a pesar del peligro, disponiendo de todo lo necesario para administrarle a su soberano el sagrado sacramento de la extremaunción y permitirle confesar sus pecados para ser recibido en el paraíso. A una distancia prudencial con motivo del riesgo de contagio así como por el horrible hedor despedido por las manchas rojas sobre su piel y que ahora eran yagas que jamás desaparecerían, ni siquiera las especias esparcidas por el suelo podían disimular el hedor, más nada de eso le importo al sacerdote que observo el rostro del rey quien se encontraba a medias tumbado sobre la cama tenía su mirada perdida en la nada, fuerte y débil al mismo tiempo. Las cortinas cerradas sumergían a la habitación en penumbras, solo la luz de los candelabros iluminaba la estancia y no demasiado, dificultando saber cuánta gente estaba en la habitación; dos doctores, cirujanos y farmacéuticos que continuaban tratando al rey quien ya se sabía enfermo, él mismo había identificado la enfermedad al ver las manchas en su piel, se sabía enfermo y mucho pero continuaba vivo y ahora, estando tan cerca de la muerte había llegado la hora de prepararse y asumir sus culpas.
-Majestad— se anunció el sacerdote con voz clara, temiendo no ser oído por el rey que no aparto su mirada de la nada, —es hora de encomendarse a Dios, he de escuchar su confesión— informo esperando que él se encontrase lo suficientemente bien para hablar.
-Estoy listo— contesto Jiraiya, completamente consciente y lucido aunque se encontrara mortalmente pálido y con la vista perdida en la nada, sumergido en sus propios pensamientos.
-Pero primero debe despedir a su amante, no puedo escucharlo hasta que lo haga— menciono el religioso bajando la mirada, el santo oficio no podía implementarse si el soberano continuaba ligado a la condesa Emi.
-Redacten una carta— ordeno el rey a uno de los sirvientes y que al instante se arrodillo tras la cama para proceder a escribir. —Madame Emi, estoy mal y se lo que debo hacer, te aseguro que siempre tuve un profundo sentimiento de amistad por ti, pero es preciso que nos despidamos para siempre, quiero reunirme con Dios con mi conciencia en paz y no puedo hacerlo teniéndote como íntima amiga, espero que lo entiendas y sepas perdonarme— sintió un nudo en la garganta, sabía que ordenar aquello significaba quedarse solo, pero debía hacerlo para salvar su alma. —Mantendrás todas sus posesiones y vivirás en paz, tienes mi palabra— añadió como promesa filial, y la promesa de un rey era ley.
Intrigante, cruel, ambiciosa, malvada y todo lo que dijeran, pero tras la muerte de su querida esposa Mei Terumi y su anterior favorita Tsunade Senju, Emi había sido la única persona a quien había podido llamar amiga sincera, la única persona en quien había podido confiar, y a quien ahora le decía adiós con un enorme dolor en el alma. Mientras los sirvientes terminaban de guardar su equipaje y acomodarlo en el carruaje junto a sus aves y su pequeño mono—obsequios del rey—, y enfundada en una brillante capa de seda azul en tanto se aproximaba al carruaje con la frente en alto, Emi volteo a ver el palacio de Versalles una última vez y con lágrimas en los ojos, diciéndole adiós a esa vida, diciéndole adiós al pasado y adiós a la época dorada para siempre…secándose las lágrimas y serenando su rostro antes de subir al carruaje que en cosa de minutos estuvo listo y abandono Versalles para siempre, un palacio y una vida que nunca volvería a ver. Horas más tarde, sintiéndose arrepentido por sus acciones, deseando devolver el tiempo atrás, Jiraiya deseo pedir que trajeran a Emi ante su presencia al menos una última vez, deseaba poder ver a su amiga una vez más para sentir que no estaba solo en su lecho de muerte, pero sabía mejor que nadie que ya era tarde para hacer algo así, percibía el hálito de la muerte rodeándolo, más de todas formas aun le quedaban fuerzas suficientes para mantenerse consiente y formular una pregunta:
-¿Se fue?— pregunto Jiraiya con un hilo de voz, confiando en que resultaría lo suficientemente audible para no necesitar repetir sus palabras.
-Así es, majestad— corroboro uno de los doctores que había alcanzado a oírlo, para tranquilizarlo.
Aunque hubiera sabido de antemano que recibiría esa respuesta, aunque ya hubiera estado próximo al umbral de la muerte múltiples veces en el pasado y también se hubiera despedido de sus amantes para luego traerlas de regreso a la corte al recuperarse, esta vez Jiraiya sollozo en silencio para sí, solo en esa habitación salvo por la presencia de los doctores que incluso sentían gran renuencia de aproximársele, estaba completamente solo en ese palacio sin importar que hubiera contado con los privilegios que todo ser humano habría deseado tener, estaba solo en esa enorme jaula de oro llamada palacio, solo con su enfermedad…tal vez la muerte no era algo tan malo, tal vez la muerte venia en su mejor momento como un alivio y escape de la opresión y la soledad en que tanto había vivido desde que tenía memoria, después de todo no servía temerle a la muerte como todos tanto hacían, la muerte no era el fin de todo sino que eran tan solo una transformación.
10 de Mayo de 1774
-¡El rey ha muerto!, ¡Larga vida al rey!
A lo largo de los eternos días en que había durado la enfermedad del rey, una vela se había dejado permanentemente contra la ventana de su habitación, una vela cuya llama crepitante simbolizaba la vida del rey, una vela que por días y días entretuvo a quienes podían pasarse horas en el patio del palacio para contemplar esa vela, sabiendo que siempre y cuando esa llama ardiera el rey seguiría con vida, porque cuando muriera la vela se apagaría…hasta que ese día llego, una mañana alguien apago la vela dando una respuesta ante la cual la mayor cantidad de nobles y sirvientes posibles emprendió veloz carrera hacia los aposentos de los ahora reyes de Francia. Acomodándose la bata sobre el camisón rosa de seda que usaba, Ino intercambio una mirada con Choji quien le devolvió la toalla a uno de los sirvientes tras lavarse el rostro, llevaban noches enteras durmiendo en la misma habitación, orando hasta tarde y disfrutando de la compañía del otro en paz, una paz que en ese momento se quebró. Las puertas de los apartamentos se abrieron dejando ingresar a una gran comitiva de nobles encabezados por la condesa Koharu Utatane y que se desplomaron de rodillas ante los adolescentes que si bien inicialmente se sintieron desconcertados, entreabrieron los labios sin emitir palabra alguna al darse cuenta de lo que eso significaban; su mayor temor se había hecho realidad, pero nadie más que ellos lo sabía.
-Majestades, yo me entrego a su servicio— declaro Koharu en representación de todos, inclinando la cabeza ante los ahora reyes de Francia.
Palabras sencillas, aquellas solo eran palabras y que sin embargo tuvieron el peso suficiente para hacer que Choji e Ino—tomados de la mano en todo momento—se arrodillaran en el suelo tras nada más oírlas; él con la mirada hacia el cielo, obnubilado y abrumado, y ella cabizbaja, humilde y penitente, que fortuito y trágico destino había caído sobre ambos en ese instante, ni siquiera tenían dieciocho años y ahora sus vidas habían cambiado para siempre, la muerte del rey lo había cambiado todo, la vela se había apagado y el antiguo sol se había ocultado para dar paso a una nueva estrella, el futuro de Francia estaba delante de ambos, ellos eran el futuro. En la habitación se encontraba presentes hombres y mujeres de diferentes rangos, diferentes mundos sociales, incluso los guardias fuera de la habitación desenvainaron sus espadas con reverencia y veneración hacia sus ahora reyes, presentando sus respetos como parte de la guardia real, sin embargo para Choji e Ino todo aquello significaba un peso descomunal que no querían, que no habían pedido y que los condenaba, los días de inocencia y libertas se había acabado para siempre, ahora el trono de Francia era su única vida, y si bien los habían preparado tanto para ello durante toda su vida…¿Por qué sentían que su ascenso al trono significaría la muerte? Porque eso es lo que ambos sentían sin necesidad alguna de leerse los pensamientos, lo sabían.
-Dios, guíanos y protégenos, somos jóvenes para reinar— oró Choji en voz alta, temeroso del futuro que se avecinaba.
En el mundo normal los dolientes tenían oportunidad de llorar al ser querido que perdían, pero en este mundo de oro, joyas, privilegios, poder y riquezas sin par, el sentimentalismo no importaba en lo absoluto, tan solo importaba la sucesión de poder y que los nobles se disputaban como perros royendo un hueso, desesperados por comida, solo que esta comida jamás los saciaba sino al contrario, exigían más tras cada nueva ración, amaban el poder, vivían por él y desayunaban su influencia día con día…que lastima. Dese su lugar en la entrada de los apartamento de los ahora reyes de Francia, Sakura contemplo el cuadro con lastima, era su deber estar ahí como capitana de la guardia pero Dios bien sabía que no quería estar ahí, ella no quería tener nada que ver con ese mundo cruel y de sangre fría donde nadie estaba pensando en el dolor que Choji e Ino sentían por la muerte del rey, todos estaban pensando únicamente en sus propios interés y lo que obtendrían de los nuevos reyes. ¿Quién estaba preparado para reinar? Aquella era una pregunta capciosa y es que si bien se tenía entendido que los reyes eran elegidos por Dios para hacer su voluntad sobre la tierra, infinitas eran las ocasiones en que individuos no aptos habían llegado a tronos de todo el mundo en relación a los contados soberanos que se habían desempañado bien en su tarea, ¿Qué clase de rey seria Choji y que clase de reina seria Ino? Esa era la cuestión.
Un sol se oculta y otro aparece, en qué mundo tan egoísta vivimos…reflexiono Sakura con pesar y lágrimas en los ojos, lagrimas que no pasaron desapercibidas para Sasuke quien entrelazo distraídamente una de sus manos con la de ella, permitiéndole llorar con libertad.
Catedral del Reims/11 de Agosto de 1775
Desde su lugar, sentada sobre un trono de oro sólido, Ino se mantuvo tranquila y callada, portaba un elegante vestido de satén blanco en reminiscencia a los ajuares de su esposo, de escote cuadrado y adornado por encaje beige claro en el borde del escote, en el corto de los laterales, el borde de las mangas que parecían etéreas y el dobladillo de la falda exterior así como al pie de la falda interior, con el centro del corpiño bordado elaboradamente en hilo del mismo dolor para replicar hojas y capullos de flores, con su largo cabello rubio peinado en un tocado alto adornado por broches de diamantes a juego con los largos pendientes y la guirnalda alrededor de su cuello y que pertenecían a la joyas de las reinas de Francia. No había muchos precedentes para la coronación de una reina en Francia, por lo que ella se mantuvo al margen mientras veía como su esposo revestido en una soberbia capa azul zafiro bordada en oro se mantenía solmene en tanto el cardenal depositaba con sumo cuidado una portentosa corona de oro decorada por diamantes de todos los colores sobre su cabeza haciendo que todos los presentes se arrodillaran y bajaran la cabeza. Resignado, Choji sentía el peso de la corona como si fuera atlas condenado a cargar el mundo con sus brazos, incluso había deseado abolir la ceremonia, no quería ese formalismo, no quería sentir el peso de ser rey pero no podía escapar de su destino, esa era su realidad y su vida; era el rey e Ino era su reina.
-Que Dios te corone, con una corona de gloria— deseo el cardenal con respeto y veneración así como con voz clara y fuerte para que todos los presentes lo escucharan y supieran.
Conforme con ser una simple espectadora, Ino sonrió ligeramente desde su lugar, no porque estuviera alegre ni nada sino como un acto de entrega a su destino, su destino la había llevado a Francia a casarse con el ahora rey, su destino había decidido que llegara hasta ese punto y ahora su destino la había convertido en reina, su posición era más segura o eso es a lo que intento aferrarse. La coronación era el más grande de todos los eventos para un pueblo, era la inauguración del mandato de su rey, un símbolo del cielo que reconocía a un soberano elegido por Dios y que reforzaba un vínculo que existía desde el principio de los tiempos entre Dios y el hombre. Cetro en mano, Choji se volvió lentamente para observar a todos los presentes dentro de la catedral con una expresión enteramente solemne en su rostro mientras alargaba una de sus manos a la nada en un muda señal que Ino entendió, sujetándose ligeramente la falda del vestido mientras se levantaba del trono y se acercaba a él para entrelazar su mano con la suya, iniciando un lento andar hacia las puertas que se abrieron para permitirles ser observados por el pueblo que detenido a una distancia prudente por la guardia real se deshacía en vítores por sus jóvenes soberanos, repletos de esperanzas por el futuro, más Ino y Choji no deseaban estar ahí, no deseaban ser reyes ni deseaban esa vida pero era su destino y su obligación, solo podían acatarlo, nada más.
-¡Viva el rey!
-¡Viva!
-¡Viva la reina!
-¡Viva!
Con una aparente sonrisa adornando su rostro, Ino mantuvo su mano entrelazada con una de las manos de su esposo, sonriendo e inclinando la cabeza a todos quienes se encontraban a su diestra y siniestra, viendo los pétalos de flores inundando el ambiente como signo de buena ventura y prosperidad mientras Choji y ella se detenían ante las enormes verjas de oro que separaban la catedral del pueblo, haciéndoles saber de su amor por ellos como sus soberanos, Choji había prohibido que cerraran las calles porque ambos deseaban ver al pueblo, deseaban hacerles saber que ellos velarían por su seguridad y traerían la paz e igualdad para Francia, eso es lo que deseaban hacer con todo su corazón, deseaban hacer que todo fuera diferente. Un mundo de cuento de hadas donde todo se convirtiera en otro tras nada más tocarlo y donde solo existiera la alegría, eso es lo que todos los asistentes a la coronación estaba viendo o es lo que querían creer mientras aplaudían, sonreían y se deshacían en incesantes virotes, más nadie podía ver en el interior de los corazones de la joven pareja que ahora eran los soberanos de Francia para saber que se estaban crucificando a sí mismos por no sentirse lo suficientemente buenos para ocupar el trono de Francia, puede que fuera su destino pero ambos sentían como si lentamente estuviera caminando hacia sus tumbas, como si caminaran sobre un millar de espinas.
Dios, guíanos y protégenos, rezaron ambos en silencio una y otra vez, somos jóvenes para reinar…
PD: ¡Lo logre! Saludos, mis amores, estaba tan concentrada en la creación del guion y en ser veraz en los acontecimientos que temí no poder terminar esta historia antes del miércoles pero lo hice, para mi propia incredulidad, esperando que disfruten tanto de leerla como yo lo hice al escribirla :3 las siguientes actualizaciones serán "Titanic Naruto Style" a más tardar el viernes de serme posible y "El Velo del Amor" a mas tardar el domingo, lo prometo :3 Como siempre esta historia esta dedicada a mi querida DULCECITO311 (disculpándome por la tardanza, pero esperando que el capitulo sea de su agrado), a laus963 (infinitamente halagada por sus palabras, dedicándole cada nuevo capitulo de esta historia), a Kiome (prometiendole no abandonar la historia y sintiéndome tan agradecida por sus palabras que le dedico todos y cada uno de los capítulos de esta historia), a UchihaMun (agradecida por su apoyo y sus halagos a este despreciable intento de escritora, dedicándole cada capitulo de esta historia), y a todos los que siguen, leen o comentan todas mis historias :3 Como siempre, besitos, abrazos y hasta la próxima.
Diferencias e Hitos Históricos:
María Antonieta & Axel Von Fersen: durante una mascarada en el teatro de la opera en Paris la noche del 30 de Enero de 1774, María Antonieta conocería al que seria el gran amor de su vida, el conde sueco Axel von Fersen, con solo meses de diferencia entre si ambos contaban con la misma edad, Fersen estaba de visita en Francia en un tour intelectual para aprender más del mundo y además de conde era militar del ejercito sueco, según los retratos y crónicas de la época era excepcionalmente atractivo como señala una cita: "todas las mujeres deseaban estar en sus brazos y todos los hombres los envidiaban". María Antonieta y él se conocieron en la mascarada y él aparentemente descubrió su identidad a pesar de la mascara que ella usaba y no volvieron a verse hasta 1778 cuando María Antonieta ya era reina de Francia. La breve visita de Sai a la corte de Versalles que represento en el capitulo es una libre interpretación del personaje de Fersen en el anime y manga "La Rosa de Versalles" donde aparece más de lo que originalmente estuvo en Francia. Les sugiero a todos ver la interpretación de Jamie Dornan en la película "María Antonieta: La Reina Adolescente" de Sofía Coppola ya que hasta hoy me ha resultado su versión mas convincente y su encuentro con María Antonieta es muy acertado a como tuvo lugar en la vida real.
La Muerte del Rey y Los Nuevos Soberanos: para fines de Abril de 1774, el rey Luis XV quien se encontraba en una partida de caza se sintió débil y mareado a tal punto que cayo del caballo pese a ser un hábil jinete y estaba tan mal que tuvo que emprender el trayecto de regreso a Versalles en un carruaje, durante días los médicos—personales de la corte, especialistas, cirujanos y farmacéuticos—lo examinaron sin encontrar una causa para su fiebre y malestares hasta que un sirviente vio las marcas de la viruela en su piel al acercar un candelabro a su rostro, la vacunación contra esta enfermedad era algo raro en la época—Catalina II "La Grande" fue la primera soberana en vacunarse cuando aun era algo experimental—por lo que era causal de muerte en la gran mayoría de los casos. Para cumplir con los oficios religiosos y consciente de que iba a morir, Luis XV envió a su amante Madame Du Barry fuera de Versalles a quien nunca volvió a ver. Luis XVI y María Antonieta se convirtieron en reyes de Francia a la muerte del rey Luis XV el 10 de Mayo de 1774, pero su ceremonia de coronación no se celebro hasta el domingo 11 de Agosto de 1775 en la catedral de Reims en París, Luis intento abolir la ceremonia sin éxito pero al no lograrlo ordeno que las calles no fueran cerradas para que el pueblo pudiera ver su coronación.
Dracula de Bram Stoker: recientemente y gracias a mi madre me hice con este clásico del terror que llevaba casi una década deseando leer, e inspirándome en gran parte de las películas de vampiros que he visto, principalmente en Van Helsing de 2004-maravillada por la actuación de Elena Anaya, Silvia Colloca y Josie Maran como Aleera, Verona y Marishka-, estoy pensando en hacer una historia de vampiros, obviamente protagonizada por Sasuke y Sakura, así como por Tenten e Ino, y titulada hasta ahora como "Reina de los Vampiros", como siempre veo necesario comentar la posible creación de toda nueva historia, esperando contar con su aprobación y sugerencias si las tienen.
También les recuerdo que además de los fics ya iniciados tengo otros más en mente para iniciar más adelante en el futuro: "Avatar: Guerra de Bandos" (una adaptación de la película "Avatar" de James Cameron y que pretendo iniciar pronto), "La Bella & La Bestia: Indra & Sanavber" (precuela de "La Bella & La Bestia"), "Sasuke: El Indomable" (una adaptación de la película "Spirit" como había prometido hacer), "El Siglo Magnifico; Indra & El Imperio Uchiha" (narrando la formación del Imperio a manos de Indra Otsutsuki en una adaptación de la serie "Diriliş Ertuğrul") :3 Para los fans del universo de "El Conjuro" ya tengo el reparto de personajes para iniciar la historia "Sasori: La Marioneta", por lo que solo es cuestión de tiempo antes de que publique el prologo de esta historia. También iniciare una nueva saga llamada "El Imperio de Cristal"-por muy infantil que suene-basada en los personajes de la Princesa Cadence y Shining Armor, como adaptación :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima :3
