-Este fic es una adaptación del manga y anime "Versalles no Bara" de Riyoko Ikeda junto a la película de 1979 "Lady Oscar" de Jacques Demy, la película conmemorativa de 1989 "La Revolución Francesa" y la película "Maria Antonieta: La Reina Adolescente" de Sofía Coppola. Los personajes pertenecen por completo a Masashi Kishimoto, más los personajes de carácter secundario y modificaciones las personalidades, hechos y trama corren por mi cuenta y mi entera responsabilidad. Les sugiero oír "Plaisong" de The Cure para la coronación, perteneciente a la banda sonora de la película "María Antonieta: La Reina Adolescente" de Sofía Coppola, "Paint it Black" de Hidden Citizens para Tamaki, "Fly on my Own" de Celine Dion para Hinata y "Born to Die" de Lana del Rey para Sasuke y Sakura.
11 de Julio de 1775/Instituto Hashirama Le Grand
La ceremonia de coronación había sido algo absolutamente soberbio, digno de un rey francés, pero ser coronado rey no implicaba solo ceremonias fastuosas y sino también trabajo real, compromisos y visitas a diferentes establecimientos para darse a conocer como la pareja que ahora gobernaba Francia, por lo cual, tras la coronación el carruaje en que viajaba la joven pareja—antes de regresar a Versalles—se dirijo a un establecimiento educacional de gran renombre; el instituto Hashirama Le Grand, a cuyas puertas compuestas por colosales rejas se detuvieron, siendo recibidos por una comitiva de jóvenes estudiantes que se destacaban por su brillantez académica. El director del instituto se acercó al carruaje para saludar respetuosamente a sus nuevos soberanos, y con una sola indicación un joven muchacho dio un paso al frente de la comitiva de prometedores jóvenes, parecía tener doce o trece años, de cabello corto y oscuro recogido en una coleta por una cinta negra, a juego con su uniforme y de ojos oscuros, que apoyando una rodilla en el suelo, desdoblo un discurso en latín y que procedió a leer para la joven pareja. Al interior del carruaje, cuya puerta se abrió para que los jóvenes soberanos pudieran ver a los estudiantes y viceversa, se encontraban el rey Choji quien escuchó atentamente el discurso, y la reina Ino que movió acompasadamente su abanico, presta a las palabras de aquel estudiante que se expresaba con la madurez de un adulto.
—Confió que el reinado de nuestro soberano, el rey Choji, habrá de proporcionar a nuestro pueblo bienestar y felicidad— proclamó el joven muchacho con solida convicción, —es por ello que me permito felicitar a los soberanos de Francia— concluyó, cerrando su discurso y reverenciando a sus soberanos.
—¿Quién es el joven que acaba de pronunciar el discurso?— preguntó Choji, inevitablemente curioso.
—Agradezco su interés, majestad, se trata de Obito Akatsuki, estudiante de derecho— contestó el director, sonriendo ligeramente ante el talento de aquel joven estudiante.
Fuera de aquella pregunta, y satisfecho con este primer compromiso oficial, sin pronunciar palabras de agradecimiento ni dar señal de que el discurso había sido de su agrado, Choji asintió en silencio a modo de despedida, segundos antes de que el sirviente cerrara la puerta del carruaje y el cochero se pusiera en marcha para regresar a Versalles, después de todo tenían un baile al que asistir y por el cual Ino se mostraba radiante a su lado en el carruaje, entrelazando su mano con la de él y haciéndolo sonreír por su entusiasmo. Obito Akatsuki era solo un chico más del montón, económicamente hablando, pertenecía al tercer estado, eso significaba que no era burgués ni adinerado sino pobre, su familia apenas y tenía recursos para subsistir, como la mayoría de los franceses, pero a través de su agudo intelecto se había convertido en un prometedor estudiante de derecho y adquirido una prestigiosa beca que financiaba su educación en aquel instituto, era un chico sencillo, formal y conservador que pasaba desapercibido entre sus compañeros, y a quien no le extraño encontrarse a solas tan pronto como el carruaje real se marchó y las verjas de la entrada del instituto se cerraron chirriantes a su espalda, solo una persona se acercó a él, su joven amigo Nagato Uzumaki de brillante cabello rojo peinado en una corta coleta, con ojos oscuros, y que parecía igual de sorprendido que él por la falta de expresividad de parte del nuevo rey, que no había dicho nada por su elaborado discurso.
—No te dijo nada, ni una sola palabra— afirmó Nagato, incrédulo mientras observaba a su mejor amigo. —No puedo creerlo, Obito…— le faltaban las palabras, esa era la mejor afirmación.
—Uzumaki y Akatsuki, vuelvan a la fila— ordenó severamente el director, viendo a ambos muchachos en la entrada, perdiendo el tiempo.
Sin más remedio que resignarse y observándose entre sí, sujetándose del brazo con camaradería, Nagato y Obito siguieron la orden del director y retornaron al interior del instituto como acaban de hacer sus compañeros, después de todo, ¿que podían hacer? Esta había sido una "mala experiencia", el rey y su reina no habían dicho nada por el discurso, pero eso no tenía que ser necesariamente malo, ¿verdad? El pueblo de Francia estaba cargado de esperanza, habían sufrido mucho y odiado a la favorita del anterior rey, la condesa Emi, pero ahora tenían mucha esperanza en el joven rey Choji que detestaba las frivolidades, y en su encantadora esposa la reina Ino cuya belleza seducía los corazones de todos. El futuro apenas estaba comenzando, ellos dos ahora eran jóvenes estudiantes, pero quizás un día serían grandes hombres que incluso podrán cambiar el destino de Francia, ¿no era por eso que estaban en ese instituto, tan lejos de sus casas?, ¿para estudiar y ser mejores que sus padres, sus antecesores? Quizás, un día todo sería diferente para Francia, quizás existiría la igualdad, la libertad y la unidad, la fraternidad, quizás un día el mundo sería diferente, cuando ellos crecieran y pudieran realmente cambiar las cosas, pero por ahora y sonriéndose al ingresar en el instituto, Obito y Nagato simplemente se concentraron en ser niños y en vivir el presente, en tanto pudieran hacerlo.
El futuro parecía demasiado lejano.
El pueblo de Francia estaba cargado de esperanza con la subida al trono de sus nuevos y jóvenes soberanos; el rey Jiraiya había participado en fracasos militares que únicamente habían empobrecido al pueblo francés, aumentado los precios de los víveres y de los impuestos, que oprimían a la gente común, toda la fortuna que había dilapidado en su frívola favorita la condesa Emi tampoco había hecho que el pueblo le tuviese sumo cariño, y si bien lo habían despedido con respeto en su funeral, indudablemente estaban mucho más prestos a seguir a la estrella en auge que a la que había desaparecido. Naturalmente, las personas habían salido a las calles, agolpándose entre sí con el único afán de ver a sus nuevos soberanos, particularmente a la hermosa reina Ino, que había saludado a la gente a su paso, sonriendo con aquella gracia tan encantadora y que conseguía hipnotizar a la gente, ¿cómo no sentirse felices teniendo por reina a una mujer tan dulce y al mismo tiempo hermosa? Con el pasar de las horas, los festejos de la coronación parecían lejanos, la gente paulatinamente comenzaba a regresar a sus hogares y entre pequeños grupos era el momento ideal para comentar las esperanzas y expectativas que se tenían respecto del futuro, Hinata estaba entre ellos, pero no participaba de las conversaciones sino que simplemente escuchaba lo que la gente mayor tenía a bien opinar, sonriendo al pensar en lo maravilloso que sería obtener comida y dinero suficiente para sobrevivir.
-Nuestra vida va a mejorar en forma considerable desde ahora— predijo un hombre, de brazos cruzados y con expresión pensativa.
—Sí, porque el rey Jiraiya despilfarraba todo el dinero de los impuestos, en Madame Emi— justifico un joven, asintiendo ante sus palabras.
—Es preciso que bajen los precios— aportó otro, ya que el dinero rendiría mucho más de no ser por los impuestos.
En ese momento, y sacando a Hinata de sus reflexiones y pensamientos sobre el futuro, un carruaje cruzo la calle, algo habitual ya que París era la capital de Francia y por ende la ciudad donde mayor número de nobles residía, había palacios por doquier a pesar de toda la pobreza de los campesinos, pero lo que sorprendió a Hinata fue ver a través de la ventana del carruaje a su hermana Tamaki, sentada junto a una noble mujer de apariencia ya mayor, pero apenas y tuvo tiempo de verla ya que el carruaje no se detuvo en ningún momento. Tamaki…pese a saber que era una locura, Hinata se sujetó la falda y siguió a pleno trote los pasos de aquel carruaje, necesitando alcanzar a su hermana, y tras tantos meses poder ver dónde y cómo vivía, que clase de vida llevaba, aguardando fuera de las enormes rejas cuando el carruaje se detuvo ante una enorme mansión que le quito el aliento. ¿Cómo es posible que mi hermana viva en una mansión tan elegante? Se olvidó de mi madre, de mí y de nuestro hogar, ¿por qué habrá cambiado tanto? Pero aun así…estuvo a punto de cruzar el umbral de las rejas y acercarse al carruaje, viendo bajar de este a su hermana Tamaki, quien rio cantarinamente, libre de preocupaciones, quisiera acercarme a ella, hablarle, pero no puedo, estoy segura de que se sentirá avergonzada si me presento en su casa, vistiendo con andrajos. Me alegra que sea feliz, con una triste sonrisa, la peliazul se alejó de las rejas y regreso por sobre sus pasos, hacia las calles pobres de París, y en concreto a su hogar…
—Hinata— llamó Hana, sacando a su hija de sus pensamientos, viéndola cruzar el umbral e ingresar en la casa.
—¿Necesitas algo, madre?— preguntó la peliazul, esbozando una sonrisa y cerrando la puerta tras de sí.
—Estabas pensando en Tamaki, ¿verdad?— más bien afirmo ella, irguiéndose ligeramente de la cama.
—Sí, estaba distraída— asintió Hinata con un suspiro cansino, acercándose a la cama de su madre. —Pensaba que ella no merecía vivir entre tanta pobreza, siendo tan hermosa e inteligente, era natural que buscara alejarse de nosotras— intentó entender, sentándose sobre la cama, cara a cara ante su madre.
—No digas eso, Hinata— protestó Hana, entrelazando una de sus manos con la de su hija, —dinero y poder son una cosa, pero un buen corazón lleno de generosidad, lo es todo— de nada servía el dinero, poder y posición si no se tenía caridad, bondad y honestidad.
Sus dos hijas eran muy diferentes, pese a tener el mismo padre y la misma madre en común, Tamaki era sombras y astucia, donde Hinata era luz y bondad, y ni aunque de Hana dependiera, ella no querría cambiar a ninguna de sus hijas, ¿cómo podría? eran sus hijas, las amaba, y no deseaba que Hinata se sintiera inferior o poca cosa solo porque Tamaki hubiera llegado tan lejos, solo por sus mentiras, no tenía nada que envidiar de ella. Animada por las dulces palabras de su madre, que alzó una de sus manos para acariciarle la mejilla, Hinata sonrió ligeramente, sin apartar sus ojos de los de ella, en cierto modo sintiéndose muchísimo mejor, seguía extrañando a su hermana y no se daría por vencida con ella, sin importar que pasara, pero por ahora le daría espacio.
Por otra parte y al interior de aquella lujosa mansión que Hinata había visto solo desde lejos, Tamaki se alisó la falda del vestido y acomodo el cabello con aire seductor y cargado de confianza tras darse un baño y cambiarse de ropa, sintiéndose a gusto con su aspecto, Tamaki abrió la puerta que daba con el salón en que se hallaba la marquesa Namiashi, la noble mujer que la había tomado bajo su protección al creer que realmente pertenecía a la casa Nekobaa, cuando ni ella misma sabía si era cierto. Con sumo respeto y una actitud aparentemente dócil, Tamaki ingresó en el salón, cabizbaja y respetuosa ante el circulo de amigas de la marquesa Namiashi, y que no dudaron en admirarla; portaba un sencillo y femenino vestido de seda y chiffon celeste claro con franjas verticales e inclinadas en tonos crema y aguamarina muy claro, de escote cuadrado con encaje blanco en el borde, perfectamente entallado a su curvilínea figura, falda de dos capas acentuada a su cuerpo por un miriñaque y mangas ceñidas hasta las mangas, con holanes de encaje, y su largo cabello castaño encogido en un elaborado peinado que caía tras su espalda, sujeto por una cinta celeste y blanca. La Marquesa Namiashi se levantó de su asiento, ante la mesa, con una sonrisa con cierto aire maternal al observar a la bella joven que tenía delante, y que estaba probando provenir de una casta noble ante su excelso intelecto y buenos modales, tanto que la Marquesa había solicitado su adopción formal por medio de su abogado, porque se había encariñado con ella como si fuera su hija o nieta.
—Tamaki, que hermosa luces con tu vestido nuevo— celebró la Marquesa, acercándose a la joven con una sonrisa, tomándola del brazo.
—Le agradezco mucho que sea tan amable conmigo, Marquesa— agradeció la pelicastaña con aparente humildad, en apenas un susurro.
—Frente a las visitas, debes llamarme tía— corrigió ella un susurró, guiándola hacia la mesa.
—Sí, tía— asintió Tamaki sin dudarlo, sintiéndose más cómoda con aquella elevación de su posición.
—Es increíble que en tan poco tiempo hallas dominado el arte de la danza, el piano, y también a expresarte como una dama distinguida y bien educada— celebró una de las invitadas, mientras veía a la joven sentarse a la mesa con excelentes modales.
—Es tan inteligente, que ha aprendido todo lo que se le ha enseñado con gran rapidez, demostrando un gran empeño por superarse— secundó otra, observando con admiración a la elegante joven.
—Estoy segura de que, si se presentara en la corte, sería considerada una dama de noble alcurnia, a quien todos respetarían— proclamó la Marquesa al tomar asiento.
Muchas jóvenes tenían que pasar años, si es que no toda su infancia, estudiando para llegar al nivel y estatus que Tamaki había conseguido en, ¿semanas, poco más de un mes? era todo un logro y que indudablemente hizo sonreír a la pelicastaña ante los comentarios de las amistades de su "tía", y la misma mirada de orgullo de la Marquesa, pero por más sencilla y austera que se mostrara, dócil y maleable, por dentro Tamaki sonreía arrogantemente como una serpiente sobre su presa, porque si bien había llegado lejos en sus estudios, no lo había hecho solo por su intelecto ni por los maestros que su "tía" había contrato para ayudarla, sino que por su propia perseverancia y voluntad, estudiando hasta largas horas de la madrugada luego de retirarse a su habitación para dormir. Tamaki estaba completamente decidida a dejar atrás su pasado como una pobre chica, obligada a trabajar para sobrevivir, ahora quería iniciar una nueva vida y llegar lo más lejos que fuera posible, todo para dejar su nombre en la historia y obtener prestigio, riqueza, poder e influencia, todo lo que tanto deseaba, ¿el precio? simplemente no le importaba, solo triunfar. Mientras Tamaki se encontraba en las nubes, cada vez más orgullosa por los halagos que las amigas de su tía pronunciaban, alabándola, llamaron a la puerta y al no encontrar oposición, esta se abrió, revelando a una sirvienta que ingreso con una bandeja en las manos, y sobre esta una tetera de fina porcelana y una serie de tazas, señal de que era la hora del té.
—Aquí está el té, Madame— presentó la sirvienta, esperando por su aprobación para aproximarse.
—Gracias— asintió la Marquesa, a lo que la sirvienta se aproximó para servir el té a las invitadas.
—Dígame, querida tía, ¿cuándo vamos a asistir a los bailes que se ofrecen en Versalles?— curioseo Tamaki, en un susurro únicamente audible para la Marquesa.
—Tamaki, había olvidado explicarte que, por disposición real, no se nos permite entrar al palacio— contestó ella en un susurró, sorprendiendo a su protegida con su respuesta. —Ahora, disfrutemos del té— sugirió para proseguir con la conversación.
Asintiendo a las palabras de su "tía" con una ligera sonrisa, sin otra opción, Tamaki espero a que la sirvienta le sirviera su taza de té, intentando pensar y estudiar sus posibilidades mientras las conversaciones y cotilleos continuaban, ella en silencio, solo contestando cuando le preguntaban. La Marquesa Namiashi había sido muy amable con ella, la había admitido en su hogar, la había protegido, educado y ayudado en todo, y ahora la aceptaba como si fuera de su familia, pero nada de eso significaba algo para Tamaki, quien solo anhelaba alcanzar sus mayores ambiciones, y sabía que no lo conseguiría siguiendo el ritmo de esta anciana, no, necesitaba de alguien más, alguien que se subordinara a sus órdenes y la siguiera en todo, ¿quién?, sonriendo distraídamente al llevarse la taza de té a los labios, Tamaki tenía en mente a la persona indicada…
—¡Sasuke!
El día había sido absolutamente largo, más que ningún otro día al servicio de la familia real; luego de la ceremonia oficial de coronación, había seguido la asistencia de los jóvenes monarcas al instituto Hashirama Le Grand en su primer compromiso oficial, y luego habían regresado a Versalles para un suntuoso y pomposo baile al que había asistido toda la nobleza para celebrar a sus jóvenes soberanos, y del que afortunadamente, la antes delfina y ahora reina había liberado a Sakura de sus funciones, permitiéndole regresar a casa y descansar como ella tanto deseaba hacer, y Sasuke también. No el extraño en nada al Uchiha, que tras nada más regresar a casa, la Haruno se dirigiera a su habitación y se hiciera preparar un baño antes de irse a dormir, para quitarse de encima el cansancio de todos los recientes y ajetreados acontecimientos, y Sasuke planeaba hacer lo mismo, pero primero deseaba poder comer algo, descendiendo velozmente por las escaleras, rumbo a la cocina cuando una conocida voz llego a sus oídos, haciéndolo alzar la mirada y encontrándose con su muy agitada madre, quien se llevó una mano al centro del pecho para recuperar el aliento, deteniéndose frente a él, cargando en sus brazos una serie de toallas, el coronel Kizashi Haruno y su esposa Mebuki estaban esperando a ella y los demás sirvientes sirvieran la cena, y lo último que Mikoto podía hacer en ese momento era perder el tiempo.
—¿Qué pasa, mamá?— preguntó Sasuke, frunciendo el ceño al examinar lo agitada que se veía.
—¿Sabes si la señorita Sakura está en su habitación?— preguntó Mikoto a toda prisa, sin poder perder el tiempo.
—Si, dijo que iba a darse un baño— asintió el Uchiha, sin entender el porqué de la pregunta.
—Por favor, llévale esto, para variar Yuna tiene la cabeza en las nubes y no le llevo toallas— encomendó ella, recibiendo una sentimiento de su hijo.
—Vendría bien que la regañaras personalmente por eso, en lugar de decírmelo a mí— aconsejó él al aceptar las toallas.
—No pedí escuchar tu opinión— regaño Mikoto severamente antes de darle la espalda, no consintiendo que se expresara así.
—Ya oí, ya oí— contestó Sasuke, regresando sobre sus pasos y dirigiéndose hacia la habitación de Sakura.
Siempre era lo mismo, Yuna era una de las criadas más jóvenes de la casa, y naturalmente a su edad tenía grandes responsabilidades, como todos, pero era muy distraída y no era nada extraño que se olvidara de uno que otro quehacer, todos la perdonaban porque era una buena persona, pero a diario pagaban por su ligereza, en este caso Sasuke quien resignadamente subió los escalones de regreso a la planta alta, hacia la habitación de Sakura, entre reprimendas de su madre, quien para variar no estaba de buen humor, pagando el precio como él. Por costumbre, y al detenerse frente a la puerta de la habitación de Sakura, Sasuke ni siquiera pensó en tocar, sosteniendo la perilla en su mano y girándola para pasar, pero cuando la puerta se entreabrió, se llevó una sorpresa que le impidió ingresar de golpe; cansada, moviendo el cuello de izquierda a derecha para destensar las vértebras de su cuello y con los muslos adoloridos de tanto montar a caballo, durante horas, Sakura se despojó de la guerrera que dejo sobre la cama, desanudando el pañuelo alrededor de su cuello para dejarlo sobre esta, quitándose la cinta negra que recogía su corto cabello rosado en aquella elegante coleta que caía tras su espalda, y una vez hecho esto lentamente procedió a desabotonar su camisa, en un ritual que solía realizar desde los doce años, cuando había tomado conciencia de que más allá de su actitud masculina, era una mujer en alma y cuerpo.
Cuando el ultimo botón fue desabrochado, Sakura abrió su camisa que dejo sobre la cama, acercándose al espejo sobre la chimenea, estudiando su torso desnudo, sus pechos pequeños y que siempre permanecían ocultos bajo la holgada camisa y la masculina guerrera, que contemplo con inocencia, sin saber cómo sentirse respecto a su desnudez, insegura por aquello que debía esconder, su feminidad. De pie en el umbral de la puerta, Sasuke tragó saliva sonoramente mientras aguardaba en completo silencio, apartando la mirada y brindándole a Sakura el espacio, privacidad y respeto que merecía, aguardando del otro lado de la puerta a que ella terminara de desnudarse, ingresara en el baño y se sumergiera en la bañera repleta de agua, a la temperatura perfecta, y solo entonces el Uchiha ingreso con sigilo en la habitación, dejando las toallas sobre la cama, donde ella pudiera encontrarlas, saliendo de inmediato. Sasuke admitía que tenía sentimientos muy fuertes por Sakura, estaba enamorado, pero en ocasiones olvidaba que ella era una mujer, esta era la primera vez que veía su belleza en su máxima expresión, y se dio cuenta de que podía sentir por ella algo que jamás había sentido por nada ni nadie; deseo. En se momento y abrazándose a sí misma dentro de la bañera, con el agua arremolinándose contra sus pechos, Sakura volvió el rostro por sobre su hombro, creyendo haber oído que la puerta de su habitación se cerraba, pero ignoro esto al no escuchar ruido alguno.
¿Acaso había sido su imaginación?
Las sorpresas no eran del agrado de Tamaki, la sensación de algo inesperado le era extraño, no sabía ni podía saber si ese algo sería positivo o negativo, si la beneficiaría o perjudicaría, y por ende cuando una de las sirvientas le comunico—mientras su "tía" la marquesa tomaba una siesta—que una pobre chica de los barrios de París se había presentado de visita, insistiendo que tenía algo importante que decirle, la Nekobaa indudablemente supuso de quien se trataba, e ingresando en ese momento en su habitación, donde había indicado que la chica fuera conducida, no la sorprendió ni alegro encontrar a su hermana Hinata esperándola. Vestía sencillamente como siempre; blusa blanca bajo un chal color crema, larga falda con un mandil blanco ligeramente opaco por el uso y desgaste, y su largo cabello azul cayendo sobre sus hombros, bajo una cofia de lino, insignificante como de costumbre, poca cosa. Hinata había aguardado por minutos que parecían no tener fin, hasta que finalmente su hermana ingresó en la habitación, viéndose más hermosa de lo que ella nunca podría haber imaginado, a decir verdad todo en esa mansión era como algo salido de un cuento de hadas, hermoso y lujoso…mas nada impresionaba realmente a Hinata, no como para desviarla del motivo por el cual se encontraba allí y que debía comunicar a su hermana, a quien observo impresionada y al mismo tiempo feliz, deseosa por abrazarla, pero se contuvo.
—¿Cómo has podido encontrarme?— cuestionó Tamaki, cerrando la puerta tras de sí, —¿qué es lo que quieres?, vas a estropearlo todo— regaño sin tener en cuenta los sentimientos de su hermana. —Ahora soy la sobrina de una Marquesa Namiashi, seré heredera y me convertiré en condesa— se jacto al pavonearse por la habitación, aproximándose a su hermana menor, que solo la observo en silencio. —Por el amor de Dios, dime, ¿a qué has venido?— volvió a preguntar, exigiéndole una explicación para el porqué de su presencia.
—He estado siguiéndote, en el último tiempo, buscándote— habló Hinata finalmente, con apenas un hilo de voz, mas adquiriendo la suficiente confianza. —Quería decirte algo que deberías saber, mamá…— por eso estaba ahí, no por si misma sino por su madre.
—¿Quiere que vuelva para despellejarme los nudillos lavando la ropa de un vejestorio?— preguntó la pelicastaña con una seca carcajada, despreocupada de los sentimientos de su hermana, —¿qué pasa con mamá?, ¿mamá está preocupada, mamá está cansada, mamá tiene hambre?— inquirió, lanzando despreocupadamente aquellas preguntas al aire.
—Mamá está muy enferma— contestó la peliazul, triste y decepcionada por las palabras de su hermana mayor.
Era total y absolutamente devastador para Hinata darse cuenta de que, realmente, su hermana Tamaki si le había dado la espalda a su hogar al marcharse, no solo eso, también le había dado la espalda a ella y a su enferma madre, que tanto la extrañaba, ¿cómo podía ser tan cruel?, ¿cómo podía no darse cuenta de que en nada valían las riquezas materiales si su corazón se volvía negro como el carbón?, ¿o acaso siempre había sido una mala persona y solo ahora Hinata podía verlo? En ese momento se arrepintió de tan siquiera poner un pie en esa mansión, sentía una gran repulsión mientras veía a su hermana Tamaki mostrarse indiferente ante sus palabras, encogiéndose de hombros y sonriendo ladinamente. ¿Por qué habría de preocuparse o lamentarse? Tamaki no pudo evitar pensarlo, mostrándose indiferente frente a su hermana, ¿por qué habría de sentir lo contrario? su madre la había forzado a vivir en la maldita y despreciable pobreza desde su nacimiento, nunca había intentado obtener prestigio o riquezas, nunca había intentado darles un mundo mejor, ¿por qué debería preocuparse por su madre ahora? Para liberarla de aquellos cuestionamientos, la puerta de su habitación se abrió sin permiso, rebelando a un guapo hombre de tez oliva, cabello castaño oscuro de aspecto rebelde recogido en una corta coleta por una cinta negra, el mismo color de sus ojos, y vestía una guerrera militar azul marino con detalles plateados, pantalones azules oscuro y botas de cuero; se trataba de su prometido, Kiba Inuzuka.
—¿Qué sucede aquí?— cuestionó Kiba tan pronto como cruzo el umbral e ingresó en la habitación.
—Oh, Kiba— jadeó Tamaki, aproximándose a él y abrazándose a su pecho, —acabo de entrar y encontré a esta chica, que parece demente— dio a saber, mintiendo descaradamente, —creo que entró por la ventana y planeaba robar— añadió, ocultando el rostro contra el pecho de su prometido.
—¿Has asustado a Tamaki?, ¿la has hecho llorar?— cuestionó el Inuzuka, separándose con cuidado de su inocente prometida, y aproximándose a aquella chica, que bajo la mirada, incapaz de pronunciar palabra. —Atrévete a volver aquí y serás azotada— advirtió, sujetándola bruscamente del brazo, sacándola de la habitación y obligándola a salir de la mansión con un seco empujón, regresando prontamente él al interior, a la habitación de su prometida. —La chiquilla que pretendía extorsionarte se ha ido— comunicó arrogante a la vez que caballeresco.
—Cuando quieras entrar a mi habitación, te voy a rogar que toques la puerta— regaño la Nekobaa, manteniendo su honor y dignidad, como se esperaba de una dama noble.
—Pero si somos muy buenos amigos, ¿por qué tanta formalidad?— preguntó él pícaramente, abrazándola por la espalda, sin encontrar resistencia a su afecto. —Sería capaz de arrojarme al rio Sena por ti, si me lo pidieras, haría cualquier cosa por ti, Tamaki— prometió, besándole el costado del cuello, inhalando su dulce y cadencioso perfume.
—¿Cualquier cosa?— repitió ella, arqueando una ceja y volviendo la mirada por sobre su hombro.
—Sí, cualquier cosa— asintió Kiba de inmediato, sin dudarlo y sin apartar sus ojos de los de ella.
—Kiba, ¿es verdad que estás profundamente enamorado de mí?— inquirió Tamaki, zafándose lo suficiente del abrazo para voltear y verlo cara a cara.
—Por supuesto, soy tu siervo, amada mía— declaró él, como un juramento que haría un mortal ante una diosa.
—¿Y estarías dispuesto a que nos casáramos inmediatamente?— pregunto la pelicastaña, estudiando sus reacciones en todo momento.
—Claro, ¿cómo puedes dudarlo?— contestó el Inuzuka con total honestidad, —nos casaremos cuando tú lo dispongas, mi amada Tamaki— manifestó, sometiéndose a sus deseos.
—Entonces…Kiba, ¿serías capaz de tomar las medidas necesarias para que la fortuna de la Marquesa pase a nuestras manos?— planteó la Nekobaa finalmente, siendo sincera.
—¿Qué?— él solo pudo hacer esa pregunta, observando atentamente a su prometida, esperando que ella riera y dijera que aquello era broma.
—Me han hablado de cierta persona, se dice que se especializa en falsificar todo tipo de letra, es un experto en la elaboración de testamentos falsos, querido Kiba— contestó ella, negando con diversión ante su desconcierto.
Quizás fuera una locura, pero no podía transitar sola el camino que había elegido, ya fuera que obtuviera grandeza o calamidad, iba a vivir como deseara hacerlo y para ello necesitaba un cómplice, ¿amaba a Kiba? ahora no, pero su devoción, pasión y vasallaje por ella la enardecía, le encantaba sentirse así, y esa era razón suficiente para confiar en que él podría ayudarla en todo lo que se propusiera y así allanar su camino hacia la grandeza. Desconcertado por aquellas palabras y el peso que tenían, Kiba parpadeo con incredulidad y sin apartar la mirada de los profundos ojos oscuros de su prometida, esperando ver alguna señal de que estaba bromeando, porque aquello no podía ser cierto, pero la sonrisa ladina que ella esbozó mientras le sostenía la mirada le hicieron saber que no mentía, y tras dejar pasar un par de segundos, reflexionando, Kiba correspondió con una sonrisa, sosteniendo una de las manos de ella entre las suyas y llevándola a sus labios, en una señal de absoluta devoción, lo que solo hizo sonreír aún más a Tamaki.
Esto era un pacto, y no había vuelta atrás.
Para alguien como Hinata, la palabra desesperación no existía en su vocabulario, ya que sin importar que tan espantosa, difícil o tensa fuera la situación, con al menos algo de positividad siempre conseguía salir adelante sin importar que pasara, eso le había enseñado su madre y Hinata era el tipo de persona que creía que la voluntad podía mover montañas, pero esta vez creía haber llegado a su límite, caminando por las oscuras calles pobres de París, abrazándose a sí misma con profundo pesar, idéntico a la triste expresión en su rostro. ¿Qué voy a hacer?, ¿qué le diré a mi madre? No he ganado lo suficiente para comprar ni siquiera un mendrugo de pan. Había hecho de todo, incluso había mentido en múltiples establecimientos, diciendo que podía hacer esto o esto otro, solo para poder conseguir trabajo y llevar dinero y comida a su casa, para su pobre madre que se encontraba enferma debido a la falta de alimento, pero nada había dado resultado, Francia estaba esperanzada en sus jóvenes y nuevos soberanos, pero aún parecía como si las cosas no fueran a cambiar, seguía sin haber trabajo y los precios eran demasiado elevados. Estoy desesperada, ¿qué puedo hacer?, ¿cómo puedo conseguir dinero? En ese momento, y como una señal, escucho los cascos de unos caballos acercarse, y al voltear vio un carruaje que transitaba por la calle, era una locura, pero de inmediato recordó la mentira de su hermana Tamaki y sin miramientos se arrojó frente al carruaje con los brazos abiertos.
—¡Alto!— gritó Hinata ante el carruaje, haciendo que el cochero frenara a los caballos que por poco se alzaron sobre sus patas ante su proceder. —Por favor, tenga piedad de una pobre huérfana perteneciente a la casa Nekobaa, noble señor, se lo ruego— imploró, rodeando el carruaje y arrodillándose al costado de este, ante la puerta.
—¿Qué es lo que quieres?— preguntó Sakura, observando con extrañeza a aquella joven con lágrimas en los ojos.
—Noble señor, parece amable y quizás podría ser paciente con una chica de tan tierna edad y sin experiencia— comentó Hinata, con las mejillas teñidas de rosa ante lo que iba a pedir. —Dormiré con usted para pagar mi deuda— ofreció, sin tener nada más de lo que asirse para intentar llevar alimento a su casa.
—Si fuera un hombre, cosa que no soy, nunca pagaría por hacerlo— negó la Haruno con una ligera sonrisa ante la incómoda situación, viendo a la joven quedarse sin aliento, decepcionada por aquella respuesta.
—¿Cuánto?— inquirió Sasuke, a su lado, lo que hizo a la Hyuga alzar la mirada con esperanza.
—Sasuke, ¿cómo te atreves?— cuestionó la pelirosa, horrorizada por su pregunta y ligereza moral.
—¿Qué te parece si te digo que ya es hora de olvidarme de mis sueños de niñez, y empezar a saborear el vino de la madurez?— contestó el Uchiha con cierto aire seductor, pero que desconcertó a la inocente chica.
—Pero si yo no tengo vino, señor— negó Hinata, apenas y entendiendo de que hablaba, —ni siquiera un mendrugo de pan, mi madre esta desfallecida de hambre— añadió con la voz quebrada a causa de la angustia.
—¿Hambre?, la gente no pasa hambre en Paris— protestó Sakura, sin poder creer que alguien sufriera penurias en la ciudad más feliz del mundo.
—La gente se muere de hambre en París— insistió la Hyuga de forma inmediata, sin apartar sus ojos de los de ella.
—¿Cómo te llamas?— preguntó la Haruno, intentando aligerar la situación, abriendo la puerta de su carruaje.
—Hinata— contestó la peliazul, secando las lágrimas que habían deslizado por sus mejillas.
—Hinata, tal vez esto te sirva de consuelo— la pelirosa alargó su brazo y le tendió un pequeño puñado de monedas de oro, que la ojiperla recibió sin aliento, —y por favor, promete que nunca volverás a hacer algo así— aconsejó sabiendo que el resto de la gente podía no ser tan amable.
Esta vez Hinata había tenido suerte, se había encontrado con ella, ¿pero y la próxima vez?, puede que se tratara de un noble que no dudara en matarla solo por cruzarse en su camino o de algún ser perverso que pretendiera aprovecharse de su inocencia, y Sakura no se perdonaría permitir que tal cosa sucediera; era una suerte que acostumbrara a llevar dinero consigo o de otro modo sí que se habría sentido culpable por no poder ayudar a una chica tan pobre y necesitada como esa, además, ¿qué eran unas pocas monedas? Ella parecía tenerlo todo en comparación de esta chica, ojala y pudiera entregarle toda su fortuna con tal de salvarla del hambre y la desesperación. Si, Sakura era una aristócrata, pero lo que siempre había enamorado a Sasuke y provocaba que la admirara era su buen corazón, era muy ingenua e inocente del mundo, pero su buen corazón hacia los demás era la representación misma de quien era. Sonriendo con torpeza, temblando a causa de lo abrumada que se sentía por tanta generosidad, Hinata estuvo a poco de soltar las monedas, pero al instante se reprendió ya que si caían las perdería para siempre, por lo que las oculto al interior de sus manos y alzo la mirada hacia aquella joven mujer que simplemente correspondió a su mirada con una sonrisa, le faltaron las palabras a la Hyuga para agradecer su amabilidad, pero con una mirada la pelirosa le hizo saber que no tenía por qué agradecerle nada, a lo que Hinata no dudo en marcharse con una apresurada reverencia, directo a su hogar.
—Demasiado tarde, Sasuke, tendrás que probar ese vino en otra ocasión— pronunció Sakura, cerrando la puerta del carruaje e indicándole al cochero que continuaran con su camino a la mansión de su familia, con el Uchiha decepcionado por la partida de aquella chica. —No me habías dicho que la gente está hambrienta, no lo sabía— regañó observando severamente a su mejor amigo, molesta por su silencio ante aquella realidad.
—¿Por qué no mirabas?— cuestionó Sasuke, sosteniéndole la mirada, nada a gusto con sus palabras. —Hemos pasado por estas calles miles de veces, ¡el hambre no se oculta!— obvió, alzando la voz al decir esto último.
—Me siento tan estúpida— susurró la Haruno por lo bajo, sin intención de ser oída, pero lo fue.
—Y yo, por no irme con esa chica tan linda— secundó el Uchiha, habiéndola escuchado perfectamente.
—Pues regresa y búscala, volveré a casa sola— sugirió ella, molestándose por su actitud pese a que siempre le instara a ser sincero.
—No me hables— acalló él, volviendo la mirada en otra dirección, no deseando compartir conversación alguna en ese momento.
No estaba realmente molesto, o al menos no en su orgullo, si, habría sido interesante probar ese vino que el mismo había aludido, dejar de ser un niño y convertirse en un hombre, pero en ese momento lo que verdaderamente le molestaba a Sasuke era que Sakura se hubiera convencido de que todo el mundo vivía en un maldito capullo de privilegios, como hacían la mayoría de los aristócratas, que por cierto no pagaban impuestos, su madre y él tenían la suerte de servir a una buena familia que era amable y cercana con ellos, pero eran pobres y como tal estaban a expensas de la caridad de sus amos para sobrevivir, las cosas en Francia tenían que cambiar, y eso incluso él lo tenía claro desde que había nacido, como todos. Hasta el día de hoy, y naturalmente siendo aristócrata, Sakura siempre había tenido presente que existían diferencias notables entre la forma de vivir de los nobles y la gente normal o aquellos que integraban el tercer estado, pero ¿hambruna?, ¿cómo era posible tal cosa? Al haber crecido con privilegios y lujos, en un mundo que para ella había sido feliz, Sakura se había pasado sus dieciocho años pensando que todo el mundo vivía así, que todos eran felices y que quienes protestaban lo hacían en vano, pero se había equivocado, y sentada al interior del carruaje con la vista hacia las calles llenas de gente pobre que vestía harapos y lucían pálidos y delgados, ella se prometió que no volvería a dar tantas cosas por sentado.
No volvería el rostro a la verdad, no era correcto.
Existía un dicho; lo importante es ganar, y para eso todos los medios son buenos, alguien como Tamaki no tenía reparos en asumir que no tenía escrúpulos para pasar por encima de quien fuera necesario con tal de lograr su objetivo, que era la grandeza, el prestigio y dejar su nombre en la historia; claro que la marquesa Namiashi había sido amable con ella y la había acogido en su casa, cuidando de ella y educándola con esmero, como si fuera su hija, dándole todos los privilegios en bandeja de plata, pero eso no era suficiente para Tamaki, y tan pronto como se había dado cuenta de que su "tía" no iba facilitarle el ascenso a lo más alto, ella no dudo en recurrir a un boticario y, con ayuda de Kiba, conseguido un medicado de lo más discreto, que había añadido en sus comidas y bebidas para hacer que lentamente comenzara a enfermar y, posteriormente, morir, ya no le era de ninguna utilidad a ella y aunque tuviera que ensuciarse las manos, Tamaki estaba dispuesta a pasar por encima de quien fuera y cuando fuera. Ahora, Kiba y ella se encontraban en la oficina del abogado de la fallecida marquesa para la lectura del testamento, que por cierto había sido falsificado en pro de su propio beneficio, y tan pronto como pasaran los ceremoniales del luto, Kiba y ella habían acordado celebrar su boda, habían sido cómplices en el asesinato de la marquesa Namiashi, y Tamaki estaba segura de que quería a Kiba como su cómplice en todo cuanto tenía previsto para el futuro.
Tamaki ingresó en el despacho del abogado, con una expresión triste pero completamente falsa en su rostro, portaba un sobrio y enlutado vestido negro de escote en V y mangas ceñidas, perfectamente entallado a cada curva de su cuerpo por el corsé y cerrado hasta la altura del vientre, con falda de dos capas que se ampliaba en sus caderas por el miriñaque, debajo vestía una blusa de encaje y holanes blancos de la cual eran visibles el cuello alto y las mangas, además de guantes negros, y su largo cabello castaño se encontraba peinado en un elaborado moño que dejaba caer una coleta tras su espalda y el resto se ocultaba por un sombrero de terciopelo negro, con una hebilla de diamante en el frente, decorado con plumas rojas y negras en lo alto y los costados. A su lado se encontraba Kiba, quien ya tenía el placer de exhibirse como su prometido y consolarla en su "dolor", vistiendo una formal guerrera militar de color negro con detalles plateados, aunque más sombríos y discretos dado el luto, pantalones negros y botas de cuero, con su rebelde cabello castaño sujeto por una cinta oscura, ambos saludaron al abogado antes de tomar asiento frente a su escritorio por invitación suya, y entonces Tamaki extrajo del interior de una de sus mangas una carta que dejo sobre la mesa, frente al sorprendido abogado que la tomó con sumo cuidado antes de centrar su mirada en la joven pareja que correspondió a su mirada con aparente inocencia o ingenuidad, al menos por parte de Tamaki, quien sostuvo su triste expresión en todo momento.
—Podría examinarlo— pidió la Nekobaa, a lo que el abogado asintió y procedió a romper el sello que cerraba el sobre.
—Es el testamento de la marquesa, ¿no es así?— asumió el hombre, desdoblando el documento al interior del sobre.
—Sí, me pidió que lo guardara desde hace varios meses— asintió Tamaki, con el corazón en vilo y esperando por la resolución que tanto deseaba.
—Es autentico, sin duda, reconozco la letra de la marquesa— declaró el abogado, leyendo el contenido del documento con sumo detenimiento, antes de pronunciar su veredicto; —la única heredara es Tamaki Nekobaa, usted recibirá la fortuna de la Marquesa— declaró con suma seriedad, haciendo de ello algo legal e irrefutable.
Fingiendo que esta noticia era toda una sorpresa para ella, Tamaki se fingió un jadeo de incredulidad y se cubrió el rostro dramáticamente con el dorso de su mano, algo que hizo sonreír interiormente a Kiba por sus natas dotes de actriz, sosteniendo la mano libre de su prometida entre las suyas, intentando consolarla a ojos del abogado que la observo con compasión o lastima, mas por dentro Tamaki no hacia otra cosa que sonreír y dar por iniciadas sus maquinaciones, porque obtendría la grandeza, no importa que tuviera que hacer, llegaría más y más lejos, y nada ni nadie la detendría…
Con sumo sigilo, Sasuke cerró tras de sí la puerta principal de la mansión de la familia Haruno, regresando muy tarde por la noche en el que había sido su día libre, al menos eso es lo que Sakura le había dicho ese día, prescindiendo de él en su día en Versalles para que él pudiera descansar y hacer lo que mejor le pareciera por al menos un día, y aunque él habría preferido pasar cada hora con ella, había aprovechado relativamente bien el día, visitando a un par de viejos amigos en la ciudad, informándose de que hablaba la gente o la opinión que tenían de los nuevos soberanos…y algo más, que lo había entretenido hasta solo unos momentos atrás, y que ahora lo hacía regresar tarde la mansión de los Haruno, siendo más de media noche. Desde lo alto de la escalera principal de la casa, Sakura permaneció de brazos cruzados al ver a Sasuke cruzar la puerta, creyendo que nadie lo esperaba, pero ella no era nadie, y frunció severamente el ceño, desviando la mirada hacia el reloj por encima de la escalera y donde se marcaban casi la 1 de la madrugada, era inconcebible, ¿qué había estado haciendo Sasuke toda la noche para regresar tan tarde a casa?, ¿acaso no pensaba que ella podría necesitar de su ayuda y presencia?, ¿acaso su propia madre, le era tan insignificante que creía que podía tenerla con el alma en vilo? Sakura siempre había considerado a Sasuke como un joven ejemplar de su sexo, un modelo de responsabilidad y dignidad, pero ahora la estaba decepcionando como nunca.
—¿Estás son horas de llegar, Sasuke?— preguntó la Haruno en voz alta, revelando su presencia y haciendo que él alzara la mirada en su dirección. —¿Se puede saber dónde estabas?— cuestionó con voz dura, descendiendo lentamente los escalones, viéndolo acercarse en respuesta, —tuve que mentirle a Mikoto y decir que te fuiste a la cama temprano porque no te sentías bien— obvió, habiéndose sentido mal por ello y con razón, —¿me dirás que sucede?— increpó deteniéndose en el último escalón, a solo pasos de él.
—Nada, solo salí por ahí— contestó el Uchiha únicamente, encogiéndose de hombros distraídamente.
—¿Por ahí?, ¿ahí dónde?— inquirió ella, necesitando una respuesta si iba a seguir mintiendo por él al día siguiente.
—¿Desde cuándo tengo que rendirte explicaciones?— desafió él, incomodo por sus cuestionamientos, que no deseaba responder.
—A mí no, pero no me gusta que preocupes a tu madre, sabes que solo te tiene a ti— diferenció Sakura, dejando en claro que no tenía una responsabilidad con ella, —¿y bien?, dime— insistió ante su silencio, que solo la estaba molestando aún más.
Es cierto, Sasuke no le debía ninguna clase de explicación, eran amigos, y al mismo tiempo ella era una aristócrata a quien él servía, pero por mucha confianza que se tuvieran ambos eran seres individuales que merecían y tenían el derecho a guardarse secretos, claro que pese a esto, Sakura deseó habérselo preguntado, porque se había preocupado muchísimo por causa de su ausencia, había temido seriamente que le hubiera pasado algo malo, pero en ese momento hizo a un lado su sentimentalismo de mujer y demando una explicación, por Mikoto, quien no tenía más familia que su único hijo, Sakura la amaba como a una segunda madre y no podría tolerar que ella sufriera semejante preocupación, pero al no recibir respuesta la Haruno se aproximó en silencio hacia su amigo. Sin saber que decir, Sasuke bajo la mirada, avergonzado por lo que había hecho, había estado en su derecho como hombre, pero pese a esto sentía que había hecho algo malo, no quería que Sakura lo supiera, pero tampoco quería mentirle, mas al alzar la mirada para pronunciar una respuesta, se encontró con su amiga cara a cara frente a él, literalmente nariz con nariz, sin tener en cuenta ningún espacio personal, lo que lo puso nervioso y le quito el aliento, mientras la Haruno deslizaba lentamente su nariz a lo largo del contorno de su mandíbula hasta su cuello, ¿debía detenerla? No quería hacerlo, pero tampoco tenía claro que es lo que ella estaba haciendo, ya que jamás se le había acercado tanto, mucho menos de esa manera.
—Sakura, ¿qué…?— intentó preguntar él, incómodo y sorprendido por su cercanía, segundos antes de que se alejara.
—No hace falta que me digas nada, el aroma te delata; apestas a perfume de mujer— acalló ella, frunciendo el ceño con disgusto ante lo que eso implicaba, regresando sobre sus pasos y subiendo los escalones, en tanto él la observaba sin aliento. —Por favor, si vas a frecuentar a una prostituta, al menos hazlo una hora decente, y no me hagas tener que esperarte— advirtió, volviendo brevemente el rostro por sobre su hombro.
La verdad, no sabía porque se sorprendía, Sasuke era hombre después de todo, ¿por qué le dolía y decepcionaba que hubiera intimado con una mujer? Era algo normal y que ella se forzó a aceptar en ese momento, negando en silencio para sí mientras se dirigía a su habitación, sin voltear y enfrentar a Sasuke, sin preguntarle porque había frecuentado a una mujer, a una cortesana, pero en el fondo deseaba habérselo preguntado, ya que saber que él había estado con una mujer, mientras ella era virgen e incorrupta, hizo que le perdiera un poco el respeto. A solas frente a la escalera principal de la casa, apenas y pudiendo creer lo que Sakura acababa de decirle, Sasuke parpadeó con incredulidad, antes de llevarse una mano al mentón y ahogar un jadeo al finalmente inspirar aire y respirar con normalidad; si, el ver a Sakura desnuda semanas atrás había despertado algo en él, un sentir que no tenía idea que existía, el deseo y que había tenido necesidad de saciar en alguien, era bajo de su parte acostarse con una prostituta solo por curiosidad y para perder la inocencia, despertando su vigor, pero al menos su primera vez había sido pensando en Sakura, porque estaba tan enamorado que aunque ella solo fuera su amiga y jamás pudiera corresponder a sus sentimientos, él quería hacer de ella la razón de su vida, quería que ella estuviera presente en todo, incluso ahora, saliendo de su estupor y subiendo lentamente los escalones, hacia su propia habitación.
Avergonzado de que Sakura descubriera que había estado con otra mujer.
PD: Saludos, queridos míos, prometí actualizar esta semana y lo cumplo, agradeciendo su apoyo y deseando que cada nueva actualización sea de su agrado :3 las siguientes actualizaciones serán "Kóraka: La Sombra del Cuervo" la proxima semana, y la siguiente "A Través de las Estrellas", lo prometo :3 Como siempre esta historia esta dedicada a mi querida amiga DULCECITO311 (disculpándome por la tardanza, pero esperando que el capitulo sea de su agrado), a laus963 (infinitamente halagada por sus palabras, dedicándole cada nuevo capitulo de esta historia), a Kiome (prometiéndole no abandonar la historia y dedicandole todos y cada uno de los capítulos de esta historia), a UchihaMun (agradecida por su apoyo y sus halagos a este despreciable intento de escritora, dedicándole cada capitulo de esta historia) y a todos los que siguen, leen o comentan todas mis historias :3 Como siempre, besitos, abrazos y hasta la próxima.
Escenas y Realidad: la primera escena que represento es un hecho real, ya que el mismo día de la coronación, Luis XVI y María Antonieta visitaron el prestigioso instituto Lui Le Grand, donde el joven Maximilian Robespierre les leyó un discurso en latín, siendo estudiante de derecho, lo que es retratado en el anime y manga "La Rosa de Versalles" y en la película "La Revolución Francesa" de 1989. Al comienzo pensé en que Madara fuera este despiadado revolucionario, pero luego me decidí por Obito, y Nagato Uzumaki es Camille Desmoulins, otro gran personaje de la revolución francesa. La escena de Sasuke viendo accidentalmente Sakura desnuda, tras regresar a casa luego de los festejos de la coronación, es una referencia a la película "Lady Oscar" de Jacques Demy. En el anime y manga, "La Rosa de Versalles" Jean de la Motte planea el asesinato de la marquesa, que lleva a cabo su enamorado Nicolás de la Motte durante un incendio de la mansión, pero preferí que Tamaki envenenara secretamente a la marquesa para provocarle la muerte, una practica común de la época y que se realizaba en colaboración con un boticario. La escena final, de Sasuke llegando tarde a la mansión de los Haruno es una referencia al manga de "La Rosa de Versalles", donde se aclara que la primera vez de André fue a los dieciocho años con una prostituta.
También les recuerdo que además de los fics ya iniciados tengo otros más en mente para iniciar más adelante en el futuro: "Avatar: Guerra de Bandos" (una adaptación de la película "Avatar" de James Cameron y que pretendo iniciar pronto), "La Bella & La Bestia: Indra & Sanavber" (precuela de "La Bella & La Bestia"), "Sasuke: El Indomable" (una adaptación de la película "Spirit" como había prometido hacer), "El Siglo Magnifico; Indra & El Imperio Uchiha" (narrando la formación del Imperio a manos de Indra Otsutsuki en una adaptación de la serie "Diriliş Ertuğrul") :3 Para los fans del universo de "El Conjuro" ya tengo el reparto de personajes para iniciar la historia "Sasori: La Marioneta", por lo que solo es cuestión de tiempo antes de que publique el prologo de esta historia. También iniciare una nueva saga llamada "El Imperio de Cristal"-por muy infantil que suene-basada en los personajes de la Princesa Cadence y Shining Armor, como adaptación :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima :3
