-Este fic es una adaptación del manga y anime "Versalles no Bara" de Riyoko Ikeda junto a la película de 1979 "Lady Oscar" de Jacques Demy, la película conmemorativa de 1989 "La Revolución Francesa" y la película "Maria Antonieta: La Reina Adolescente" de Sofía Coppola. Los personajes pertenecen por completo a Masashi Kishimoto, más los personajes de carácter secundario y modificaciones las personalidades, hechos y trama corren por mi cuenta y mi entera responsabilidad. Les sugiero oír "Ho No" de Marina & The Diamonds para Sakura, "City of Angels" de Arrows To Athens para Sasuke, "Breath of Life" de Florence & The Machine para el contexto capitulo y "Primadonna Girl" de Marina & The Diamonds para Ino.
Paris, Salón de Juegos
Teóricamente los juegos de azar estaban prohibidos en la capital del reino, tanto Ino como Choji eran recatados y puritanos—pese a que ella no lo demostrara—por lo que su idea era realizar una limpieza de los placeres que podían pervertir a su población y en especial a la nobleza…pero siendo una mujer joven, hermosa, fértil pero aun virgen y que no tenía nada que hacer fuera de sus obras de caridad y el lidiar con el molesto protocolo del que lentamente comenzaba a deshacerse—pero con el corazón atenazado de dolor porque su cuñada Hanami, esposa de Torifu el hermano menor del rey, se encontraba embarazada mientras que ella no tenía cuando ilusionarse por experimentar lo mismo—…mas nada de eso le era suficiente, se sentía vacía de un modo en que nadie podía entender y su única válvula de escape eran divertimentos como este y en que gastaba mucho dinero, pero sin salir de su presupuesto. Admirada por todos en el salón de juegos de la Opera de Paris y habiendo asistido a una función esa misma noche, la reina portaba un femenino vestido de seda beige pálido—casi blanco—de escote cuadrado decorado con encaje, mangas ceñidas hasta los codos donde continuaban en delicado encaje, falda superior amplia a causa del miriñaque bajo el vestido y falda inferior color turquesa, con pequeñas rosas adornando el costado izquierdo de su escote y su cabello recogido en un tocado alto junto a una brillante pluma rosa, y largos pendientes de diamante a juego con un brazalete.
—Esto, esto…— Ino agregó a la apuesta la mitad del dinero que llevaba, —¡y todo!— rió considerando arriesgarse y apostándolo todo.
—Su Majestad sonrojará a la mismísima Fortuna— elogió la duquesa Tenten, su leal compañera de juegos.
—Querida Tenten, tú me das suerte— diferenció la Yamanaka, sintiéndose afortunada teniendo a sus amigas ahí con ella.
En un gesto que quizás pudiera ser malinterpretado o bien usado como carne de cañón por escritores malintencionados, Ino sostuvo una de las manos de su querida amiga Tenten y besó el dorso de esta compartiendo una sonrisa con la burlona pelicastaña a quien veía como una hermana por su cercanía, pudiendo ser con ella de una manera en que no podía con nadie más al igual que con su otra amiga presente y sentada en el lugar a su izquierda; la recatada princesa Matsuri quien como la respetable viuda que era solo esbozó una educada sonrisa, sintiéndose fuera de lugar en un ambiente como aquel pero incapaz de no acompañar a su amiga y reina. Matsuri sabía que sus planes de diversión eran diferentes de los de su querida amiga—casi hermana pues se veían así entre si—y reina, y se lamentaba interiormente por no poder cambiar ni divertirse como Tenten, pero aunque no tuviera planes igual o más osados, acompañaba a su amiga en todo y esta vez no fue la excepción. El encargado de la mesa de apuestas lentamente comenzó a volver los tres naipes dispuestos sobre la mesa, llenando de júbilo a la reina quien creyó tener la victoria por el resultado inicial…pero apenas se expuso el tercer naipe, la joven reina tuvo que dejar libre un suspiro de decepción al igual que sus acompañantes, ¿Es que se podía tener peor suerte? Siempre comenzaba con una racha ganadora y acababa perdiendo irremediablemente.
—Lo siento, su Majestad, ha perdido de nuevo— lamentó el encargado, teniendo que requisar el dinero de la soberana.
—¡Oh, voilá! Soy pobre de nuevo— suspiró Ino con un asentimiento y no teniendo otro remedio. —Mi pobre esposo deberá pagar por mi otra vez; soy su reina— recordó al aire con tal ingenuidad y ternura que resultó graciosa.
Sonaba despreocupada porque su vida ya era lo suficientemente estresante como para angustiarse pensando constantemente en las preocupaciones que tenía, pero no era una soberana desobligada como muchos podían pensar, sí que en ocasiones le tomaba algo de tiempo y esfuerzo el tomarse en serio sus responsabilidades luego de evadirlas pero solo porque le costaba encontrar la realización personal que su madre la Emperatriz Miyuki Yamanaka había expresado como gobernante del Imperio Austriaco, mas hasta ahora solo podía concluir que la felicidad no se encontraba en el programa de una reina de Francia, pero ella estaba decida a intentar encontrarla hasta que llegara el momento en que su matrimonio se consumara y se convirtiera en madre como tanto anhelaba. Levantándose de su lugar a la mesa sin otra opción y no disponiendo ya de dinero que apostar, tomando nota en su mente de pedir dinero a su esposo para comenzar a financiar una institución para sordomudos que sabía comenzaba a surgir en Paris, Ino caviló en sus gastos, en la opinión negativa que ella sabía tenía la mayoría de la gente sobre ella pese a que las sumas que gastaba no fueran tan grandes como se creía; incluso había tenido que finalizar con sus paseos por los jardines de Versalles en plena noche ya que personas malintencionadas habían esparcidos rumores de que aprovechaba esas instancias para realizar orgias…ojala pudiera, pensó Ino interiormente y siendo aún virgen desgraciadamente.
—No volveré a visitar los salones y apuestas por un tiempo— mencionó Ino finalmente habiendo cavilado en ello durante largo tiempo.
—¿Segura, Majestad?— se aventuró a preguntar Tenten mostrándose desilusionada por ello.
—Los gastos de este mes ya fueron suficientes— asintió la Yamanaka y siendo ya decisión tomada. —Si quiero demostrar mi amor a mi pueblo, debo ser prudente— antes que mujer era reina de Francia.
—Sea, mi reina— respaldó Matsuri, orgullosa de tan sabia decisión.
Dirigiendo una severa mirada a la duquesa Tenten quien era tan amiga de las fiestas, los gastos y un estilo de vida disipado que de una u otra forma—ella lo veía así—había ensuciado la reputación de su reina o alentado los libelos perniciosos que la representaban como una ramera lesbiana; Matsuri aprobó esta decisión, le era muchísimo más fácil acostumbrarse a continuar acompañando a su reina a las funciones de la Opera del Ballet Royal o los bailes que tenían lugar y en que participaba la elite de Paris. Su madre la siempre severa Emperatriz Miyuki ya se había enterado de los divertimentos en que participaba y en sus cartas le había hecho saber su disgusto por las manías que tenía en Francia, alegando que solo debería cumplir con su obligación como reina y mujer proporcionando al reino el ansiado heredero, mas Ino deseó de todo corazón que aquello fuera fácil. Paseando por el salón de apuestas en su camino a la salida junto a sus leales amigas Matsuri y Tenten, Ino se preguntó cuántas de las parejas que veía acabarían compartiendo la cama antes de que finalizara la noche mientras que al llegar ella a Versalles esperaba que ya fuera de madrugada para que su esposo el rey Choji estuviera lidiando con los asuntos de estado. Amaba a su esposo y no podía imaginar la vida sin él, pero tener que lidiar constantemente con la expectativa y presión de concebir un hijo siendo que su matrimonio aún no se consumaba los estaba separando, y ella no quería eso…
Siendo gran amiga de la reina y luego de que se efectuara el duelo en que había salido victoriosa cobrando la vida del Duque Kabuto Yakushi, Sakura regresó a sus deberes como capitana y coronel de la guardia real en Versalles solo que para su sorpresa y al final de ese día, Ino le pidió expresamente que se tomara unos días de descanso con la prohibición de pisar Versalles hasta que hubiera dejado completamente atrás lo ocurrido; lo cierto es que pese a no haber experimentado nunca un duelo entre caballeros como reina que era, Ino casi había podido leer en el corazón de Sakura y el remordimiento que sentía por tomar una vida aunque esta fuera la de un malhechor. Pero decirle a Sakura que se distanciara del trabajo y que realmente lo hiciera eran dos cosas muy diferentes, por lo que para asegurarse de que ella realmente lo hiciera y que quizás viera las cosas de otro modo, el Uchiha organizó un paseo por las calles de Paris para presentarle a algunos de sus amigos, ambos vistiendo de incognito y no de etiqueta como de costumbre en Versalles lo que le dio mayor libertad de acción a Sakura al no sentir que tenía que responder ante nadie y Sasuke desde luego que lo notó. En su camino, Sakura reconoció un antiguo rostro familiar mientras lo veía avanzar por la misma calle que ambos; se trataba de un hombre ligeramente mayor, el señor Tazuna quien en el pasado había sido sirviente de la familia Haruno y junto a quien caminaba un pequeño niño de unos…¿ocho años?
—Pero si es el señor Tazuna— reconoció Sakura deteniendo su andar ante el hombre al igual que el azabache.
—Ha pasado mucho tiempo— asintió Sasuke al hombre quien sin embargo los observó estoico y distante.
—¿Es el pequeño de la familia?— curioseó la Haruno arrodillándose a la altura del pequeño que se abrazó a la cintura de su abuelo.
—Sí, su nombre es Inabi— asintió Tazuna por educación pero aun mostrándose huraño.
—La última vez que te vi eras un bebé, mira cómo has crecido— celebró la pelirosa revolviendo el cabello del pequeño quien se esforzó por mantenerse indiferente.
—Tenemos trabajo que hacer y debemos retirarnos, con permiso— se excusó el hombre para poder continuar con su camino.
Sorprendida por aquella conducta y viendo al señor Tazuna retirarse en compañía de su pequeño nieto, Sakura se irguió y volvió la mirada hacia Sasuke quien si bien intuía las posibles razones del hombre y el niño para actuar así, no podía estar del todo seguro, después de todo para nadie era un secreto el descontento que la gente sentía por la aristocracia y sus privilegios, ¿Pero llegar a ese punto? Incluso él siendo plebeyo se encontraba sorprendido pero no lo demostró sino que en su lugar instó a Sakura a que continuaran con su recorrido, lo que la pelirosa no dudo en hacer pero guardando aquella incógnita. Sin poder evitar lo ocurrido en el duelo con el Duque Kabuto Yakushi, en condiciones normales Sakura fingiría estar bien, diría que solo necesitaba concentrarse en su trabajo para superar lo ocurrido y en parte era así, pero también y aprovechando su tiempo libre no pudo evitar dejarse arrastrar por la tentación del alcohol en una de las tabernas de Paris al final de su jornada. Usualmente no bebía más que en las comidas pero esta vez necesitaba algo que la hiciera desligarse de los problemas y los recuerdos, necesitaba olvidar lo ocurrido por lo que desde varios días consecutivos todo para ella fue sentarse a beber…pero no sola, evidentemente y aunque no se lo ordenara, Sasuke iba con ella a cualquier lado y por lo que en ese momento y sentada a la mesa de aquella oscura taberna, la Haruno observó a Sasuke quien se mostraba igual o ligeramente más ebrio que ella.
—Sasuke, querido amigo— nombró Sakura arrastrando las letras ante su ebriedad. —Explícame este acertijo; ahora que ya he aprendido a caminar, a hablar y luchar como un hombre. Incluso creo que también pienso como un hombre— no pudo evitar reír al mencionarlo. —¿Por qué no puedo matar como un hombre?— cuestionó evidentemente exasperada por esto.
—Porque no eres un hombre— contestó Sasuke aprovechando el momento en que ella bebió de golpe el contenido de su vaso.
—¿Qué dijiste?— inquirió la Haruno estampado su vaso sobre la mesa y sosteniéndole la mirada
—Ya me oíste— negó el Uchiha tomando su propio vaso y evadiendo una confrontación.
—Repítelo— exigió la pelirosa incapaz de dejar el tema, menos tratándose de su sexo.
—Porque no eres un hombre— reiteró el azabache, repitiendo lo que era evidente.
Sabía que sus palabras no eran apreciadas como deberían y no era su intención ofender a Sakura al recordarle que—pese a sus esfuerzos—no era un hombre sino una mujer de carne y hueso, con más fortalezas que la mayoría sin duda pero mujer al fin y al cabo, una muy valiente, decidida, fuerte y aventurera a quien Sasuke admiraba con todo su corazón e incluso estando lo suficientemente ebrio—y bastante aletargado, cabe mencionar—como para verla ligeramente borrosa pero deseando darle un beso, aunque interiormente se recordó que era impropio. ¿Por qué sus deseos o inquietudes afloraban precisamente cuando estaba ebrio? Había escuchado que el alcohol hacia que una persona fuera más sincera pero nunca lo había experimentado realmente hasta ahora. Detestando aquel recordatorio y que interiormente sentía cual memorándum, Sakura se irguió con algo de torpeza apoyando ambas manos sobre la mesa y sin dejar de observar a Sasuke quien prefirió hacerse el desentendido concentrándose en su lugar en beber lo que quedaba de alcohol en su vaso mientras la pelirosa se acomodaba el pañuelo en su cuello—un gesto muy aristócrata—y lentamente se alejaba de la mesa esforzándose por no tambalear hacia la barra donde se encontraba el cantinero. Buscando con su mano derecha la bolsa con monedas de oro que siempre llevaba consigo, la Haruno extrajo una generosa cantidad para pagar por lo consumido y dejar una buena propina por la atención.
—Aquí tiene, por ambos— entregó Sakura al cantinero. —Gracias— apreció genuinamente y sabiendo que Sasuke la seguía.
—Vuelvan pronto— sonrió el hombre, honrado de volver a tenerlos en su local.
—Disculpe, Monsieur— se detuvo la Haruno con una inevitable pregunta en la mente. —¿Cuál es la opinión que se tiene de la reina Ino?— inquirió recordando la pasada reacción del señor Tazuna y su nieto.
—Son extranjeros por lo que veo o lo sabrían— mencionó el cantinero en voz alta. —El pueblo está profundamente desilusionado por la actitud de sus reyes en quienes tanto habían confiado…— confesó en un suspiro apesadumbrado, —la gente espera cambios que no han ocurrido y no parece vayan a tener lugar pronto— nada había cambiado y ello decepcionaba a toda la gente.
A diario y hasta el hartazgo, Sakura se encontraba con libelos cada vez más perniciosos y que retrataban a la reina como una meretriz, una especie de criatura del infierno, una ninfómana, no una mujer virtuosa, prudente y sin duda joven pero inocente al mismo tiempo…mas escuchar de la boca de un patriota, de un francés que la gente común o de a pie estaba decepcionada con sus monarcas le oprimió el corazón; le dolía ver que los gastos y opulencia por parte de la nobleza y que databa de siglos ahora fuera tan mal vista por los plebeyos cuyo sufrimiento parecía tonarse ahora intolerable. Como la gran mayoría de los nobles, Sakura no había reparado en el sufrimiento del mundo, de una u otra forma había ignorado esto, pero había enmendado su camino y constantemente le recordaba a su reina la importancia de ganarse el afecto de la gente común, sin embargo y con diferencia la reina Ino pensaba constantemente en su pueblo y dedicaba sin falta dinero para los más necesitados, para los ancianos, los pobres, las mujeres, los niños…¿Pero por qué no parecía ser suficiente? Una voz en su interior le dijo que esta división entre clases era quizás la razón por la que le señor Tazuna y su nieto la habían saludado de forma tan cortante y al parecer Sasuke tuvo la misma idea mientras abandonaban la taberna en silencio.
¿En qué momento el mundo del que formaban parte había cambiado tanto?
Aposentos de la Reina/Palacio de Versalles
De regreso en Versalles tras haber dejado lo ocurrido atrás, Sakura se mantuvo lo más estoica posible de pie junto a las puertas de los aposentos de su reina, ataviada en su solemne uniforme y contemplando como el peluquero dela reina Monsieur Shino Aburame terminaba de peinar a la soberana con su conocido peinado alto de tipo torre, dejando un mechón suelto para que cayera sobre su hombro derecho y adornando el peinado con pequeñas rosas florecientes a juego con el vestido que portaba, de seda rosa brillante, escote redondo ribeteado en encaje en el contorno así como en la línea que dividía el corpiño y en el dobladillo de la falda que se ampliaba debido al miriñaque bajo el vestido, con mangas ceñidas hasta las muñecas formando cortas muñequeras de gasa y encaje blanco, usando un par de largos pendientes de diamante que parecían resaltar su largo cuello. Observando disimuladamente su reflejo en el espejo de su tocador, Ino se sintió inmensamente satisfecha con su aspecto físico, volviendo la mirada hacia su querido amigo Shino a quien entregó una bolsa con una generosa cantidad de piezas de oro aunque ya le daría más en otro momento como siempre; mientras el Aburame se retiraba, las puertas de la estancia se abrieron para permitirle salir e ingresar a Mademoiselle Yugito Nii su modista predilecta quien era escoltada por una comitiva de doncellas o ayudantes, reverenciando profundamente a su siempre generosa reina que sonrió al verla.
—Ah, Mademoiselle Yugito, justo cuando empezaba a aburrirme— saludó Ino levantándose de su lugar para observar bien la exhibición que tendría lugar. —¿Qué tiene para mi hoy?— preguntó ansiosa y conteniendo un jadeo mientras veía a las doncellas de Mademoiselle Yugito exponer un hermoso vestido rosa y fucsia.
—Los latidos de un corazón inquieto— presentó la modista con una complacida sonrisa ante la reacción de su reina.
—Precioso— sonrió la Yamanaka y aun mas emocionada cuando vio el siguiente vestido.
—La primera flor de la primavera, besada por la escarcha— prosiguió la Mademoiselle presentando un vestido rosa pálido bordado con lo que parecían ser diamantes.
—Simplemente arrebatador— la reina estuvo a nada de sonrojarse ante algo tan hermoso.
—La Canción Silenciosa del Ocaso— prosiguió la Nii, honrada de la aceptación de su soberana y presentando un espectacular vestido de seda azul decorado con tul celeste bordado en diamantes y que relucía como una joya.
—Mon Dieu...— jadeó la presente duquesa Tenten, palideciendo de la impresión por tan solo ver tan hermoso vestido, levantándose apresuradamente y corriendo a uno de los ventanales como si sintiera que le faltaba el aire.
—Mi querida hermana— sosegó Ino, acercándose a su amiga y oscilando su abanico para ayudarla a recobrar el aliento. —¿Qué sucede?— preguntó en espera de poder ayudarla.
—Perdón, Majestad, pero mi corazón sangra porque jamás podre soñar con poseer tanta belleza— se disculpó la Namiashi casi al borde de las lágrimas.
—Querida Tenten, a estas alturas deberías saber que puedes soñar con poseer todo lo que quieras y mucho más— negó la Yamanaka, acunado el rostro de amiga entre sus manos y pegando su frente contra la suya.
—Es demasiado amable conmigo, Majestad— sonrió la pelicastaña, sabiéndose el ser más afortunado sobre la tierra.
—Pueden retirarse— despidió la reina volviendo la mirada hacia Mademoiselle Yugito quien asintió y abandonó lentamente la estancia. —Me quedare con todos los vestidos; excepto La Canción Silenciosa del Ocaso— aclaró antes de que la modista se retirara, permitiéndole tener eso claro. —Ese será arreglado para mi querida Tenten— mencionó en voz alta y con una deslumbrante sonrisa.
Moviendo su abanico juguetonamente en el aire, Ino rosó la sonrisa de su amiga la Duquesa Tenten quien no pudo evitar reír ante la actitud de su reina así como ante su noble corazón cuya bondad parecía ilimitada, ¿Cómo no sentirse afortunada teniendo por amiga a la reina de Francia? Sentada en silencio junto a la chimenea y bordando con iré solemne, la princesa Matsuri eligió no decir nada y continuar con su actividad, no teniendo motivos para fingir debilidad y hacer que su reina le obsequiase con cosas así, ¿Por qué Tenten era tan egoísta?, ¿No podía ver que haría mejor favor a su reina siendo humilde y ofreciéndole su amistad en lugar de reclamando algo para sí misma? Eso es lo que Matsuri hacia y aunque no quisiera vanagloriarse de su actitud, esperaba que esta fuera grata y prudente, y lo era o eso consideraba Sakura en silencio y montando guardia a la habitación y sus ocupantes, enfocando su atención en un punto al azar de la nada mientras cavilaba en la opinión general que la población tenia de su reina y la nobleza…no era tan errada si de opulencia y excentricidades se refería, solo que Ino no era una villana como se contaba sino que vivía consciente del sufrimiento de su pueblo y obraba en consecuencia. Apoyándose en la pared junto al ventanal a su espalda y sin hacer desaparecer su sonrisa, Ino se abanicó mientras contemplaba el mundo en que vivía y en que si bien echaba en falta un hijo, se sentía plena.
—Todo es tan novedoso, tan misterioso…tan elegante— consideró Ino en voz alta antes de desviar la mirada hacia su valiente guardiana. —¿Sabías que varias damas de la corte ya han empezado a emularte, Sakura?— preguntó obteniendo la atención de la pelirosa. —La última moda es vestirse con ropa de hombre— señaló viendo asentir a sus leales Tenten y Matsuri que estaban al tanto de ello.
—Por supuesto que esa no era mi intención, Majestad— se disculpó Sakura bajando la mirada con un ligero sonrojo.
—Lo sé, pero hay tendencia allá donde se va— sosegó la reina no viendo en ello un problema sino lo contrario. —¿Qué es eso?— preguntó escuchado un ruido y ante lo que Sakura no dudo en aproximarse a las puertas, viendo el cerrojo moverse por sí solo, mas al abrir la puerta se llevó una gran sorpresa:
—Majestad— reverenció la pelirosa, abriendo las puertas para permitirle el paso al rey.
—Veo que cumple con su cometido de proteger a mi esposa, lady Sakura— sonrió Choji inclinando la cabeza al pasar junto a ella. —Yo estaba haciendo lo mismo, asegurándome del funcionamiento de la cerradura de su puerta— expuso sosteniendo una pequeña llave en su mano derecha y que él mismo había fabricado.
—Monsieur— saludó la Yamanaka con una ligera reverencia. —¿Por qué cree que Dios le dio el destino de un rey y el corazón de un cerrajero?— preguntó coquetamente.
—Me interesan las cerraduras pero no tengo corazón de cerrajero— negó el Akimichi con una irrefrenable sonrisa. —Pienso en mí más bien como alguien que tiene corazón de cazador— diferenció sin apartar la mirada de su esposa.
Intentando no sonrojarse como una inocente chica de catorce años—aunque lo inocente no se lo quitaba nadie, mucho menos siendo aún virgen—, Ino sonrió radiante de alegría ante las palabras de su esposo, ante su mirada enfocada solo en ella y más ante su galantería mientras sostenía su mano derecha y se inclinaba para besar caballerosamente el dorso de esta. Pese a sus cotilleos, fiestas y devaneos, Ino se negaba a presionar a Choji buscando que el matrimonio se consumara, ella ya sabía y tenía muy presente que las presiones para que ello ocurriera eran enormes y entendía perfectamente que lo último que su esposo necesitaba era que ella aumentara las cargas sobre sus hombros...no, lo que Ino realmente quería era ayudarlo, aliviarlo de preocupaciones y aunque él no le permitía formar parte de la arista política, Ino seria paciente y esperaría para poder serle útil en todos los sentidos, ¿No era ese su deber como esposa del rey? Sintiéndose honrado y afortunado por tener por esposa a una mujer tan virtuosa y prudente pese a las enormes diferencias que parecían separarlos por sus intereses dispares, Choji se comprometió interiormente a esforzarse en frecuentar más constantemente a Ino aunque fuera solo para dormir en la misma cama—y sí que lo echaba en falta—, para que ambos pudieran intentar consumar su matrimonio y aplacar las habladurías de la corte. Solo era cuestión de tiempo y tendrían un hijo, ambos querían creer en ello…
En su camino en carruaje de Versalles a la mansión de la familia Haruno cruzando Paris, Sakura no pudo evitar rememorar en su mente todo lo que había presenciado a lo largo del día y hasta con ternura teniendo en cuenta las interacciones del rey Choji y su querida amiga la reina Ino quienes si bien seguían sin consumar su matrimonio evidentemente eran una pareja muy estable y que tenía un gran futuro por delante si Dios lo permitía; los veía a diario, la actitud de la reina Ino era lo opuesto a lo que contaban los libelos que se diseminaban por aquí y por allá, y la llenaba de ira que otros creyeran en tantas mentiras. Los problemas entre clases por parte de la plebe para los aristócratas habían existido desde siempre, era por lejos la historia más antigua del mundo solo que ahora este odio estaba escalando a proporciones que a Sakura le resultaban preocupantes, ¿Cómo proteger a su reina de su propio pueblo?, ¿Cómo cumplir con su deber de ese modo? Sentado en silencio al interior del carruaje frente a Sakura, no pasó inadvertida para el Uchiha la mirada en sus ojos, tan lejana y que dejaba en evidenciaba que sus pensamientos estaban muy lejos de ahí pero también el brillo de preocupación en sus ojos y que le resultó contagioso, deseaba saber que era aquello en lo que ella estaba pensando para poder ayudarla, ¿Acaso se trataba de la reina?, ¿O alguno de los nobles la había hecho sentir mal?
—¿Qué te preocupa, Sakura?, ¿En qué estás pensando?— preguntó Sasuke esperando poder serle de ayuda.
—No puedo apartar de mi mente nuestra conversación con el señor Tazuna días atrás— suspiró Sakura necesitando hablar de ello con alguien. —Ojala hubiera una forma de que el pueblo conociera los verdaderos sentimientos de la reina, entonces no dudarían de ella— todos deberían pensar antes de hablar.
—Es normal que no todos comprendan la actitud de la reina, no es la primera vez que sucede— intentó sosegar el Uchiha, acostumbrado a escuchar cosas así.
—¡Piedad, por favor!
En medio de aquella ola de pensamientos confusos y de los que parecía imposible obtener una respuesta inmediata aunque ambos se esforzaran en cavilar por lograrlo—y no era la primera vez que lo hacían después de todo—, un gritó femenino sonó como una nota discordante en medio de la conversación y todavía más porque la voz que lo había producido sonaba muy familiar por lo que la Haruno asomó la cabeza por la ventana del carruaje. Se trataba de una joven ligeramente menor que ella, de largos cabellos azules recogidos bajo un tocado blanco de tipo cofia y que vestía una sencilla blusa blanca de aspecto holgado y hombros caídos bajo un chal marrón oscuro y larga falda rosa pálido que hacia destacar unos zapatos o botines marrón apagado; no era la primera vez que veía esa chica y Sakura lo afirmó mentalmente aunque le tomó varios segundos recordar su nombre…¡Hinata! Y quien corría al costado del carruaje intentando que este se detuviera, por lo que volviendo la mirada apresuradamente hacia Sasuke, la Haruno hizo que este ordenara al cochero que se detuviera. Asomando igualmente la cabeza por la ventana del carruaje, Sasuke finalmente entendió las razones de Sakura para reaccionar así, agradeciendo que el carruaje lentamente se detuviera permitiendo que la ojiperla recuperase el aliento, deteniendo sus pasos y apoyándose en sus rodillas mientras trataba de respirar.
—Lady Sakura— reconoció la Hyuga, inmensamente feliz de volver a verla.
—Hinata, ¿cierto?— reconoció la Haruno viendo asentir a la ojiperla. —¿Qué sucede?— inquirió ante su actuar al arrojarse contra su carruaje.
—Imploró su ayuda, una criatura agoniza por una fiebre muy alta— expuso la peliazul con tono desesperado.
—¿Ya llamaron un médico?— inquirió Sasuke intercambiando una mirada con Sakura y siendo eso lo más prudente.
—No pueden costearlo, sus honorarios serian extraordinariamente elevados— protestó Hinata de inmediato. —Pobre Inabi...— susurró con el corazón angustiado.
—¿Dijiste Inabi?— repitió la pelirosa con sorpresa y viendo asentir prontamente a la peliazul. —Llévanos con él, rápido— pidió angustiada por el pequeño.
El plan inicial de Hinata no había sido arrojarse ante el carruaje de la comandante Haruno, de hecho este era el tercer o cuarto carruaje ante el que se arrojaba durante el día pidiendo ayuda a los nobles o aristócratas privilegiados que recorrían Paris, esperando alguna muestra de caridad de parte de estos para con un niño inocente, lo que no había ocurrido hasta ahora y en que como caída del cielo lady Sakura y Sasuke bajaron del carruaje, primero el Uchiha que abrió la puerta y le tendió la mano a la pelirosa mientras indicaba al cochero que los esperara en aquel lugar, y luego Sakura que cerró la puerta del carruaje tras de sí mientras indicaba a Hinata que los guiara a ambos. Vistiendo su uniforme como capitana de la guardia real lo que le confería autoridad con solo moverse, Sakura agradeció que esto hiciera que la gente a su paso se hiciera a un lado para no obstruirle el camino a Hinata quien caminaba delante de ella y Sasuke quien caminaba a su lado, manteniendo su sable sujeto a su cadera y su sombrero bajo su brazo, intercambiando una mirada con el Uchiha quien no supo que decirle ante las anteriores palabras de Hinata, ¿Cómo era posible que esta gente ni siquiera pudiera contar con los recursos suficientes para costear la atención de un médico? Aquello era lo mínimo para vivir, ¿Cómo era siquiera que podía comer aquella gente?, ¿A dónde iba todo el dinero que pagaban en los impuestos?
¿Qué estaba pasando en su mundo?
Sintiéndose un poco mal interiormente por dejar esperando a su cochero aunque confiando en que él entendería sus motivos para demorar en regresar a la mansión Haruno, Sakura recorrió velozmente las calles al mismo ritmo de Sasuke y Hinata, no necesitando de ninguna guía y conociendo Paris como la palma de su mano, encontrando la casa o apartamento en que vivía la familia del señor Tazuna, todos compartiendo una habitación en la planta alta y siendo lo único que—según tenía entendido—podían costear con sus escasos ingresos. Dentro de la habitación en que residía la familia, todos salvo el señor Tazuna se encontraban reunidos en torno a la cama donde el pequeño Inabi deliraba a causa de la fiebre mientras sus padres Tsunami y Kaiza que se mostraban silentes mas interiormente intentaban pensar en la estrategia que fuera que les permitiera costear los servicios de un médico, y fue en este tenso silencio que llamaron a la puerta de la estancia. Apartándose de la chimenea, el señor Tazuna se acercó para abrir la puerta, revelando a lady Sakura quien jadeó para recuperar el aliento e inclinando la cabeza ante el hombre a modo de saludo un par de segundos antes de que Sasuke y Hinata—igualmente agitados por el esfuerzo de subir velozmente las escaleras—llegaran tras ella, sorprendiendo a la par que desconcertando visiblemente al jefe de la familia así como al resto de los integrantes dentro de la habitación y que observaron todo.
—Lady Sakura— saludó el hombre, invitándola a pasar y a sus acompañantes.
—Señor Tazuna, supimos de lo que afecta a Inabi— habló Sasuke en nombre de su amiga y que era mucho más directa.
—Si no lo llevan de inmediato con un doctor, el niño podría morir— secundó Sakura, agradeciendo la intervención del Uchiha.
—Podríamos vender los muebles y las camas…— sugirió Tsunami, impotente por no poder tener una solución.
—No nos alcanzaría— negó Kaiza ya habiendo pensado en ello. —Solo nos queda vender la vaca— era todo lo que tenían, pero Inabi importaba más.
—No lo haremos— protestó Tazuna, acallando a su hija y a su yerno que bajaron la cabeza derrotados.
—¿Por qué?— interrogó la Haruno ante semejante desatino, pero Sasuke la contrarió negando en silencio y comprendiendo las razones que ellos tenían.
—Si vendemos la vaca nos quedaremos en la miseria. Todo lo que produce la tierra nos lo arrebatan con impuestos y debemos subsistir vendiendo leche y queso; si vendemos la vaca nos moriremos de hambre— explicó el anciano apretando los puños con frustración. —Alguien como usted jamás lo entenderá, lady Sakura, pero soy el jefe de la familia y no puedo permitir que mueran de hambre para…salvar a mi pequeño nieto— se le quebró la voz al asumirlo porque ya básicamente era una realidad.
Aunque no dijo nada, prefiriendo callar al entender el estilo de vida de esas personas como sirviente que era—llevando un estilo de vida envidiable pero que realmente no era suyo, básicamente nada en su vida era suyo y lo sabía desde que tenía uso de razón y memoria—, Sasuke sintió lastima por esas personas al igual que Hinata de pie a su lado y que se encontraba al borde del llanto, un sentir perfectamente entendible si se veía a Madame Tsunami quien negó en silencio, siendo envuelta en un abrazo por su esposo Kaiza mientras las lágrimas resbalaban por las mejillas de ambos, igual que por las del señor Tazuna quien se volvió hacia la chimenea, apartando la mirada de su frágil nieto. La sociedad francesa estaba dividida en tres clases definidas por el nacimiento; la primera era la nobleza cargada de privilegios al igual que la segunda, el clero y siendo que ninguno de estos estados precisaba de pagar impuestos…solo el tercero y que era el de todos los demás; tenderos, pescadoras, panaderos, carniceros, escritores, abogados, periodistas, etc. y que lidiaban con impuestos que hacían que el sueldo de un mes apenas alcanzara para comer individualmente, ni se diga de una familia. Con el corazón oprimido por la angustia de presenciar algo así y no pudiendo quedar impasible, Sakura a nada estuvo de ofrecerse para costear la atención de un médico, pero entonces recordó que existía una persona, la única en toda Francia cuya ayuda marcaria totalmente la diferencia y era necesario que interviniera.
—Siendo así, solo conozco una salida— suspiró Sakura y expresándose en voz alta.
—¿En qué estás pensando, Sakura?— inquirió Sasuke, extrañado porque no se ofreciera como ayuda.
—En la reina Ino— contestó la Haruno sorprendiendo a todos los miembros de la familia, —sé que si recurro a ella, no dudara en intervenir por ustedes— aseguró conociendo bien a su soberana y su buen corazón.
—¿Realmente lo cree, lady Sakura?— preguntó Tazuna aproximándose a la noble. —Hay quienes se expresan mal de la reina Ino, pero yo no sé qué debo pensar— señaló volviendo la mirada hacia su familia que asintió compartiendo su opinión.
—Confié en mí— asintió la comandante, esperando que no fuera demasiado tarde.
Era precisamente por opiniones como esa que Sakura prefería desviar toda la atención hacia su amiga la reina y no ofrecerse primero; la gente estaba viviendo un mentira, se concentraban en creer los rumores que terceros difundían, la nobleza vivía tan aislada en Versalles—a kilómetros de Paris—que no podía o no quería ver ni entender el sufrimiento ni las penurias que estaban viviendo sus semejantes como años antes Sakura no había podido verlo, pero quizás aún no era tarde para ponerle remedio, ella entendía el sufrimiento de su pueblo y sabía que Ino también, ella podría cambiarlo todo…y ojala se lo permitieran. Colocándose el sombrero que hasta ese momento había llevado bajo el brazo, Sakura realizó una acción que quizás era impensable en alguien de su estatus; una reverencia como señal de respeto al señor Tazuna y a los demás integrantes de la familia, dirigiendo en el proceso una mirada al pequeño Inabi y orando porque pudiera salir de esto. Con esta acción, la pelirosa se volvió hacia la puerta, intercambiando una mirada con Sasuke y negando en silencio para hacerle saber que ella se sentiría mejor si él se quedaba aquí por cualquier eventualidad, lo que el Uchiha aceptó a regañadientes, permaneciendo junto a Hinata que sonrió en señal de buena suerte a la comandante Haruno. Quien lo hubiera dicho, consideró la peliazul soltando un suspiro; hay nobles de buen corazón…
En su mente y mientras su carruaje se detenía a las puertas de Versalles permitiéndole descender, Sakura sabía que no necesariamente debería haber recurrido a la reina, quería creer que en el encorsetado mundo que era Versalles continuaban existiendo almas nobles que sin dudarlo costearían la atención de un médico—algo que era nimio para la nobleza pero increíblemente costoso y significativo para los plebeyos o más necesitados—, pero el daño que de una u otra forma se había hecho a la imagen de la reina Ino resultaba intolerable; las canciones populares y los libelos, los rumores…todos a su alrededor la calificaba como una ramera, una meretriz siendo que era la esencia misma de la dignidad y bondad, Sakura lo veía diariamente a su servicio pero sabía que las palabras no tendrían sentido si ella las decía. Solo haría falta que su reina hiciera una buena acción y que de cualquier forma quien se viera beneficiado comenzar a correr la voz para que estos rumores y habladurías malintencionadas llegaran a su fin, Sakura estaba segura de eso mientras recorría velozmente los pasillos del Palacio de Versalles hacia los aposentos de su reina, esforzándose por no actuar de manera impropia y comenzar a correr en un arrebato de emocionalidad. Paralelamente y terminando de prepararse en sus propios aposentos, abandonando su habitación privada, la reina Ino tenía un panorama muy distinto en su mente.
—¡Matsuri, ya tenemos que bailar!— celebró Ino anticipadamente y en voz alta, sonriendo a su querida amiga…antes de que la paz se perturbara por escuchar que llamaban a la puerta. —¿Quién podrá ser?— preguntó al aire y esbozando un infantil puchero. —Pase— consintió no quedándole otro remedio.
Ahora que había dejado de lados los gastos en los salones de apuestas—e increíblemente los libelos que la representaban despilfarrando el dinero del estado continuaban circulando, que poco la conocían para inventar mentiras así—, quedaban pocas diversiones para Ino que no fuera imponer tendencias de moda con sus sofisticados peinados altos y decorados con plumas u otros ornamentos, o los elegantes vestidos que conquistaban la atención de todos allá donde iba; una de sus pocas entretenciones continuaba siendo acudir a la ópera en Paris y que esta noche tenía un estreno imperdible, además de un baile que Ino no quería perderse…pero si las responsabilidades llamaban a su puerta, ¿Quién era ella para mandarlas de vuelta? La reina portaba un femenino vestido turquesa metálico hecho de seda, de escote redondo decorado con encaje para formar pliegues como las alas de una mariposa, corpiño dividido en el frente, mangas ceñidas hasta las muñecas donde se formaban unos cortos holanes, falda lisa y amplia debido al miriñaque, con lavandas prendidas de su escote y su largo cabello rubio peinado como un tocado alto y adornado por plumas blancas, resaltando sus largos pendientes y el brazalete en su muñeca derecha. Resultó toda una sorpresa el momento en que las puertas se abrieron y Sakura, quien ya no estaba en horario de servicio, ingresó con su característico andar regio, deteniéndose frente a su reina ante quien se arrodillo manteniendo la cabeza baja.
—Sakura— reconoció Ino invitando a su amiga a levantarse, pero ella extrañamente no lo hizo. —¿A qué se debe tu visita?, ¿Quieres acompañarme a Paris?— si tenía algo que pedir, ante su posición de suplicante, ella no dudaría en darle lo que quisiera.
—Soy quien debe rogarle que me acompañe, Majestad— difirió Sakura aun de rodillas y cabizbaja.
—¿Qué sucede?— preguntó la Yamanaka directamente y comenzando a preocuparse.
—Se trata de un amigo de mi familia, antiguos sirvientes y que no tienen como costear atención médica para el pequeño de la familia— inició la Haruno alzando la mirada hacia su soberana. —Majestad, el pueblo ha perdido la esperanza en el rey y en usted— se lamentó en decir, viendo a su reina tragar saliva y bajar la mirada. —Por favor, no los desampare ahora— ellos la necesitaban y ella misma también.
—No lo haré— sosegó la reina con semblante serio. —¿Dónde está Sasuke?— indagó si poder evitarlo y esperando que no le hubiera ocurrido nada.
—Se quedó con la familia— respondió la comandante, irguiéndose por indicación de su reina.
—Entiendo— asintió Ino quien tenía una expresión reflexiva. —Matsuri, llama al doctor Sarutobi y dile que debe venir con nosotros, yo costeare su atención— delegó, volviendo la mirada hacia su dadivosa amiga.
—En seguida, Majestad— reverenció la pelicastaña, procediendo a retirarse en el acto.
Alma caritativa y amante de las buenas obras, Matsuri se sujetó la falda del vestido para no tropezar mientras abandonaba velozmente los aposentos de su reina en busca del doctor Hiruzen Sarutobi, feliz de cambiar una monótona función de la ópera y baile más por una actividad tan noble y que sabía llenaría más profundamente el alma de su adorada soberana. Nunca fui la más talentosa, inteligente o la más bella de las hijas de mi madre, pero he intentado ser buena y cumplir con mi obligación de cristiana, se dijo Ino interiormente para darse valor, sosteniendo una de las manos de Sakura—ambas ya a solas en la estancia—a quien dirigió una ligera sonrisa, negándose a fallarle ni mucho menos a esta familia que no tenía mucho y que sin embargo la necesitaba a ella; Ino se lo había dicho a Sakura tiempo atrás, la caridad existía para ayudar a las personas que más lo necesitaban y no para vanagloriarse y comprarse un lugar en el cielo, mas en esta ocasión la Yamanaka quería ayudar de todo corazón, le hacía sentirse útil y en su mente antes infantil dejo de tener relevancia el asistir a la opera. Correspondiendo a la sonrisa de su reina, orgullosa de poder llamarse su amiga y feliz de ver que en nada había cambiado, siendo un ángel en contraste con los rumores malintencionados, Sakura sintió la semilla de la esperanza crecer en su corazón.
Y sabía permanecería latente en tanto Ino continuase viviendo.
Sakura creía que no hacía falta mencionar la reacción que el señor Tazuna y su familia habían tenido al ver a la reina Ino; la primera reacción al verla cruzar el umbral de su humilde hogar había sido quedarse paralizados en su sitio y sin poder creer lo que veían pero había sido la propia reina quien había pedido al doctor Sarutobi—y que la acompañaba junto a su leal amiga la princesa Matsuri—que procediera a examinar al pequeño, pidiendo de antemano su consentimiento a sus padres. Sujetándose la falda del vestido y no viendo problema alguno en estar en un lugar tan humilde, Ino retrocedió para tomar asiento sobre una sencilla silla, sonriendo ligeramente cada vez que se sabía observada por los miembros de aquella humilde familia antes de enfocar toda su atención en el pequeño Inabi; quizás era porque anhelaba tener un hijo con toda el alma o quizás porque aún no lo había tenido lo que oprimía su corazón, pero Ino se encandiló del pequeño desde el primer momento y mientras esperaba a que el doctor Hiruzen diera su veredicto, oró de todo corazón por la convalecencia del menor. Sentándose en el suelo a los pies de su reina e igualmente lamentándose por la condición del pequeño, Matsuri fue la primera en advertir que el examen del doctor Sarutobi había llegado a su fin, y su reacción pronto fue seguida por las de los demás que se irguieron de sus respectivos lugares, esperando ansiosamente su resolución
—Doctor Sarutobi, ¿Cómo se encuentra el pequeño?— preguntó Sakura no pudiendo más con la espera
—¿Se va a salvar?— secundó Ino igualmente preocupada que su amiga y los demás.
—No puedo asegurar nada en este momento, depende de la resistencia y voluntad que muestre el pequeño, y no está bien alimentado— contestó el Sarutobi para preocupación de los presentes. —Lo sabremos cuando amanezca— condicionó, prometiendo volver a primera hora del día siguiente.
—Gracias, doctor— sonrió ligeramente la Yamanaka, prometiéndose interiormente el recompensarlo por sus servicios.
Aunque usualmente acostumbrado a atender pacientes de un estatus social más elevado, no fue en lo absoluto un problema para Hiruzen acompañar a su reina a esta humilde morada y atender a un niño que necesitaba un médico, había hecho el juramento de salvar vidas en su profesión después de todo y eso se anteponía a cualquier prejuicio debido al estricto régimen de clases sociales en que vivían, y por lo mismo se alojaría en un hotel cercano para poder prestar su asistencia al pequeño y su familia a la mañana siguiente, realizando una respetuosa reverencia a su reina y procediendo a retirarse junto del señor Tazuna que lo acompañó hasta la puerta. Las horas que siguieron fueron sumamente largas tanto para la familia del pequeño Inabi como para Sakura, Sasuke, Hinata, la reina Ino y la princesa Matsuri, manteniendo una constante vigilia en espera de que el pequeño despertara en cualquier momento y comenzando cada uno a caer en la bruma del sueño en sus respectivos lugares; algunos como la reina Ino sentada en su silla y apoyando el mentón contra la palma de su mano o como Sakura de espalda a espalda con Sasuke junto a quien se encontraba Hinata apoyándose en la pared a su espalda como la princesa Matsuri a los pies de su reina. Lo primero que Inabi sintió mientras el sueño comenzaba a abandonarlo fue el calor del sol, algo natural ya que su cama estaba junto a la ventana y por lo que abrió los ojos, viendo a su madre dormir ligeramente recostada junto a él:
—Mamá— llamó el pequeño haciendo que su progenitora abriera los ojos en el acto.
—Inabi…— jadeó Tsunami nada más despertar, apresurándose en abrazar a su pequeño.
—¡Se ha salvado!— declaró Kaiza, igualmente presuroso y arrodillándose junto a su hijo.
Aturdido y durmiendo de pie junto a la chimenea, tomó un par de segundos para que el señor Tazuna reaccionara y comprendiera que de forma increíble y casi milagrosa su nieto Inabi estaba bien, no parecía tener fiebre y él mismo lo corroboró arrodillándose junto a su pequeño nieto y palpándole la frente, viendo a Inabi sonreír mientras le revolvía el cabello, con sus mejillas sonrosadas y una sonrisa visiblemente enérgica…era un milagro. Sintiéndose un tanto torpe por despertar recientemente y limpiándose los labios por temor a estar babeando y mostrar una imagen indigna de sí misma, Ino se levantó de su lugar alisándose la falda del vestido y lentamente se aproximó a la cama observando al pequeño niño que alzó la mirada con sorpresa ya que delirando de fiebre la noche previa no había sabido de la llegada de la reina. ¿Cómo podía saber que era la reina? Su belleza y elegante forma de vestir la delataban pero en especial la presencia de la comandante lady Sakura quien no tardó en erguirse de su lugar junto a Sasuke, ambos respirando aliviado ante la recuperación del menor aunque sería el doctor Sarutobi quien lo certificaría con seguridad. Enfocada como estaba en ese momento, abrazando y besando efusivamente a su pequeño hijo, Tsunami pronto recordó la presencia de la reina Ino quien se mostraba sonriente y hacia quien se volvió antes de derrumbarse a sus pies para besar el suelo en que pisaba, profundamente agradecida con ella y lo que había hecho.
—Gracias, su Majestad— sollozó Tsunami, sorprendida cuando la soberana se inclinó y la sujeto de los brazos para ayudarla a erguirse.
—No hay porque— sosegó Ino sin sentir merecer tanto agradecimiento. —Si no hay problema, ¿Puedo venir a visitar al pequeño Inabi?— preguntó sintiendo su corazón latir vertiginosamente.
—Claro, Majestad— contestó el señor Tazuna ante el estupor de su hija y yerno.
—Como saben, no tengo hijos aun y no pude evitar encandilarme de este pequeño— se explicó la Yamanaka con una sonrisa nerviosa. —¿Podría llevarlo conmigo a Versalles de vez en cuando?— inquirió sin poder evitar sentir ansiedad y viendo sonreír de entusiasmo al pequeño Inabi nada más oírla
—Es un honor— asintió la madre del pequeño, incapaz de negarse y honrada por aquella sola petición.
—Desde ahora todos gozaran con mi protección, y solo lo mejor, se los prometo— aseguró la reina sosteniendo una de las manos de la mujer entre las suyas.
Anhelaba ser madre con toda su alma; antes y como Delfina de Francia había podido jugar ocasionalmente con los hijos de sus sirvientes o con los de sus propias damas o los hijos de otras nobles de la corte, mas evidentemente no eran suyos y no podía tenerlos cerca siempre que quisiera y deseaba practicar la maternidad no sabiendo bien cuando la experimentaría realmente y por lo que volcaría todo cuanto tenía en adorar y llenar de amor a este pequeño niño que se había robado su corazón nada más verlo y a quien sonrió con ternura. Interiormente y nada más escuchar aquello, Inabi se sintió como el niño más afortunado del mundo, ¡Vería Versalles! Era algo con lo que cualquier otra persona en toda Francia solo podría soñar solo que para él no sería un sueño ni tampoco para los miembros de su familia ante las palabras de la reina Ino y que le parecía el ser más bello sobre la faz de la Tierra, ¿Cómo no sentirse afortunado? Sorprendida por esta petición por parte de la reina y que no era en lo absoluto lo que ella había pensado, Hinata volvió la mirada hacia la elegante soberana junto a quien se situó su amiga la princesa Matsuri quien sonrió con orgullo por su decisión. Intercambiando una mirada con Sasuke quien solo negó en silencio, Sakura sintió esperanzas renovadas de que todo mejoraría, que el pueblo comprendería su error y que pronto en cada esquina solo se cantarían odas por la reina Ino…
6 de Agosto de 1775/Palacio de Versalles
Anteriormente y a un año y medio desde la muerte de su abuelo el rey Jiraiya cuyo deshecho había significado el ascenso al trono de su esposo el rey Choji, Ino había esperado que Dios le diera la alegría que tanto deseaba luego de que su cuñada la Condesa Hanami se quedara embarazada el año anterior…pero por lo visto las alegrías no estaban destinadas para Ino quien de la mano de su esposo cruzó el umbral de los aposentos de su cuñada a quien debía felicitar por el nacimiento de su hijo y que sollozaba enérgicamente mientras una enfermera lo cargaba en sus brazos. Hermosa como siempre, la reina Ino portaba un femenino vestido de seda mantequilla claro, de escote cuadrado con bordados de pequeñas rosas y el escote ribeteado en encaje con el corpiño adornado por dos pequeños lazos de seda como a la altura de las muñecas de las mangas ceñidas que finalizaban en delicados holanes de encaje, y la falda ampliada por el miriñaque se dividía en dos; una superior color mantequilla y una inferior color rosa pastel a juego con las flores que adornaban su peinado alto de tipo torre que hacia destacar unos pequeños pendientes de diamante en forma de lagrima. Pero en esta ocasión la atención de todos estaba en la Condesa Hanami y el Príncipe Torifu que recibió al bebé de manos de la enfermera y examinándolo con una sonrisa se aproximó a la cama donde lo esperaba su exhausta esposa.
—Maravilloso, es un varón muy sano— proclamó Torifu, tomando asiento sobre la cama junto a su esposa y depositando al bebé en sus brazos.
—Que emoción, ¡Estoy feliz!— exclamó Hanami con una deslumbrante sonrisa y al borde del llanto por la alegría.
La reina no iba a mentir, se sentía profundamente tocada por la alegría que su cuñada experimentaba antes de que ella misma lo hiciera, pero no se permitió un solo quiebre y se decidió a que su conducta fuese impecable, digna de una reina; ya experimentaba continuamente el amor de madre con el pequeño Inabi quien gozaba de preceptores, maestros, juguetes, privilegios y la mejor ropa, visitándola, comiendo en su misma mesa y en la del rey...pero está feliz noticia le dividió el corazón porque hizo que una voz en su interior el dijera "tu no vas a tener eso" y le devasto que pudiera ser así pero no lo demostró sino que solo exteriorizó alegría, llevándose una mano al centro del pecho mientras sonreía de la emoción. En un acto de reflejo, Choji se vio tentado a volver la mirada hacia Ino pero se contuvo de hacerlo pues no era el momento, mas interiormente se prometió que pronto Ino y él tendrían una alegría como esta y celebrarían el nacimiento de un hijo...en tanto las presiones por parte de la corte no fueran tan grandes, realmente Choji deseaba poder llamar a Ino "su esposa" en todos los sentidos pero por alguna razón ello seguía sin concretarse y las presiones alrededor de ambos no disminuían para permitirles compartir aquella intimidad como quisieran. Quitándose el sombrero y situándolo bajo su brazo, Choji esbozó una inmediata sonrisa para su hermano Torifu y su cuñada, así como para el pequeño bebé:
—Quiero ver a mi sobrino, el nuevo duque de Angouleme— sonrió Choji feliz por la alegría de su hermano menor y a quien se aproximó para abrazarlo.
—Felicidades— deseó Ino sinceramente, acercándose a la cama para abrazar a su cuñada.
—Gracias— sonrió Hanami, conmovida por su felicitación y que era la más importante de todo el reino junto a la de su soberano y cuñado.
—El primer príncipe Akimichi de su generación— afirmó Torifu con orgullo, envolviendo uno de sus brazos alrededor de los hombros de su hermano mayor.
—Es tan hermoso— observó la Yamanaka sintiendo a su cuñado Torifu envolverla en un afectuoso abrazo.
Le encantaban los bebés, habiendo sido la menor de su familia muchas veces no había podido experimentar el sentir de cuidar de alguien tan frágil y que si habían experimentado sus hermanos y hermanas mayores, y solo había podido experimentarlo en Versalles como Delfina o actualmente adorando al pequeño Inabi como si fuera su hijo y rodeándolo de solo lo mejor…mas Ino debía confesar que si sintió un dolor en el centro de su pecho por ser la dama más importante de Francia y no estar embarazada aun, pero volviendo brevemente la mirada a Choji le dirigió una sonrisa, no teniendo intención alguna de presionarlo y recibiendo a cambio una discreta sonrisa de su parte. Siguiendo la tradición real que implicaba dar las felicitaciones a la nueva madre y a su esposo el príncipe Torifu a quien Ino amaba como un hermano, la reina Ino Yamanaka estaba obligada a quedarse durante básicamente todo el día en los aposentos de su cuñada y confraternizando con el pequeño bebé recién nacido, que le resultó por demás encantador. Cuando por fin pudo retirarse a sus aposentos, Ino recorrió los pasillos del Palacio de Versalles en compañía de sus damas, notando la presencia de burgueses o familias no nobles presentes en el palacio y que sabía eran invitados a eventos felices como este como parte del protocolo y ante quienes inclinó respetuosamente la cabeza mientras pasaba pero sabiéndose observada de forma muy inquisitiva, demasiado incluso.
—Es infértil, ¿Qué esperabas?— susurró una de las mujeres a su compañera al ver pasar a la reina.
—¡¿Cuándo nos darás un heredero?!— cuestionó abiertamente una de las Poissardes o pescaderas de los mercados centrales de Paris.
—Dicen que aún es virgen— mencionó otra mujer en voz muy baja mientras cotilleaba pero Ino la escuchó perfectamente.
Aunque aún era en extremo inocente e ingenua para los estándares franceses e incluso los de su natal Austria, Ino había entendido hace ya bastante tiempo que el ser virgen no era visto como algo que despertara la admiración de la gente por ella sino lo contrario, esto era visto como un problema pues implicaba que no habría un heredero en camino pronto, por otro lado había gente que lo ponía en duda y de ahí los rumores tan descabellados que la acusaban de tener una relación con su querida amiga la princesa Matsuri y con la Duquesa Tenten. Apresurada y agitada aunque no lo demostró, Ino agradeció el momento en que las puertas de sus aposentos le fueron abiertas por los guardias y sin detenerse siguió de largo hacia su habitación privada cuyas puertas fueron abiertas a su paso y cerradas a su espalda permitiendo llorar como tanto se había contenido de hacer durante todo el día; no sentía celos de su cuñada, eso no formaba parte de su personalidad pero sí que sentía una inmensa tristeza por su propia situación y que parecía nunca tendría fin. No era intención de Ino ser egoísta en lo absoluto y de hecho estaba profundamente feliz por su cuñada la Condesa Hanami...pero ella por su parte no podía olvidar que ni siquiera podía tener esperanzas de experimentar la misma felicidad de convertirse en madre, no siendo virgen aun y destinada a soportar la mortificación de ver a su cuñada más joven dando a luz un niño sano, ¡Dios, ayúdame! rogó Ino sollozando desconsolada.
¿Cuándo dejaría de sufrir?
PD: Saludos queridos míos, prometí que actualizaría esta semana y lo cumplo, agradeciendo como siempre su apoyo, deseando siempre que mi trabajo sea de su agrado :3 las próximas actualizaciones serán "A Través de las Estrellas", luego "La Reina Olvidada" y por último "Kóraka: El Desafío de Eros" antes de comenzar a publicar "Avatar: Guerra de Bandos" la primera o segunda semana de diciembre :3 como siempre esta historia esta dedicada a mi querida amiga DULCECITO311 (disculpándome por la tardanza, pero esperando que el capitulo sea de su agrado), a laus963 (disculpándome por la demora, agradeciendo su apoyo y prometiendo que el romance en la trama no le decepcionara), a Kiome (prometiéndole no abandonar la historia y dedicándole todos y cada uno de los capítulos de esta historia), a UchihaMun (agradecida por su apoyo y sus halagos a este despreciable intento de escritora, dedicándole cada capitulo de esta historia), a ktdestiny (honrada profundamente por su reconocimiento y agradeciendo cualquier sugerencia que se quiera hacer), por supuesto a YessCristopher (dedicándole este capitulo y los que siguen por sus hermosas palabras) y a todos quienes siguen, leen o comentan todas mis historias :3 Como siempre, besitos, abrazos y hasta la próxima.
Acontecimientos Históricos & Reinterpretación: a lo largo del capitulo mencionó muchos acontecimientos históricos, por un lado tenemos los juegos de azar en que ciertamente participaba la reina María Antonieta pero que en determinado punto de sus inicios como reina abandonó sabiendo la mala imagen que ello provocaba pese a que sus gastos fueran tan grandes, también gastaba en vestidos y peinados que por cierto fueron obras de muchas criticas por quienes eran sus enemigos pero que fueron toda una tendencia de moda en su tiempo. También es cierto que dejo de presionar a su esposo el rey Luis XVI para que se consumara su matrimonio, eligiendo congraciarse con él y hacer las cosas como él quisiera lo que Luis XVI siempre aprecio de ella. La escena de Ino pidiendo que Inabi la acompañe a Versalles y que sea casi su hijo es un hecho histórico ya que la verdadera María Antonieta pidió este favor a una familia pobre de Paris a quienes honró y protegió hasta su caída y muerte durante la Revolución Francesa, brindándoles educación, comida, techo y todo lo que pudieran necesitar. También y a lo largo del capitulo mencionó la importancia de los libelos o sátiras pornográficas que distorsionaron la imagen de la reina ante el pueblo que acabó odiándola injustamente.
También les recuerdo que además de los fics ya iniciados tengo otros más en mente para iniciar más adelante en el futuro: "La Bella & La Bestia: Indra & Sanavber" (precuela de "La Bella & La Bestia"), "Sasuke: El Indomable" (una adaptación de la película "Spirit" como había prometido hacer), "El Siglo Magnifico; Indra & El Imperio Uchiha" (narrando la formación del Imperio a manos de Indra Otsutsuki en una adaptación de la serie "Diriliş Ertuğrul") :3 Para los fans del universo de "El Conjuro" ya tengo el reparto de personajes para iniciar la historia "Sasori: La Marioneta", por lo que solo es cuestión de tiempo antes de que publique el prologo de esta historia. También iniciare una nueva saga llamada "El Imperio de Cristal"-por muy infantil que suene-basada en los personajes de la Princesa Cadence y Shining Armor, como adaptación :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima :3
