-Este fic es una adaptación del manga y anime "Versalles no Bara" de Riyoko Ikeda junto a la película de 1979 "Lady Oscar" de Jacques Demy, la película conmemorativa de 1989 "La Revolución Francesa" y la película "Maria Antonieta: La Reina Adolescente" de Sofía Coppola. Los personajes pertenecen por completo a Masashi Kishimoto, más los personajes de carácter secundario y modificaciones las personalidades, hechos y trama corren por mi cuenta y mi entera responsabilidad. Les sugiero oír "Dancing's Done" de Ava Max para Sakura, "Falling In Love" de Cigarettes After Sex para Sasuke, "What Was I Made For?" de Billie Eilish para Ino, "Royalty" de Egzod, Maestro Chives & Neoni para Deidara, y "Born to Die" de Lana del Rey para el contexto del capítulo.
Todo había mejorado enormemente para Hinata desde que su vida había entrado en contacto con lady Sakura, no es como si quisiera enorgullecerse ni nada, pero tener oportunidad de formar parte de su servicio en la mansión de la familia Haruno era un indudable privilegio del que no cualquiera podía disfrutar, y ella no pudo evitar apreciarlo de sobremanera mientras descendía del carruaje, dándole las gracias al cochero que la había llevado amablemente a París para acudir en busca de un encargo de lady Sakura y que la Hyuga ahora sostuvo cuidadosamente entre sus manos; se trataba de un vestido, uno muy elegante y confeccionado en una seda muy fina, algo que en su opinión la bella comandante de la reina debería usar más a menudo, aunque siempre se veía muy bella de todas formas. Luego de todas las oportunidades en que la vida había hecho que la Hyuga se topase con la guardiana de la reina, lady Sakura había decidido darle la oportunidad de tener un trabajo estable y respetable como su doncella personal—al fin y al cabo se esperaba que tuviera una como mujer que era—, y por supuesto que Hinata había aceptado, aunque ya hacían tantos meses de aquello, un año, pero se sentía como si siempre hubiera llevado esa vida y le encantaba, manteniendo la deslumbrante sonrisa en su rostro mientras cruzaba el umbral de la mansión para hacer entrega del vestido.
—Sonriente de nuevo, Hinata— apreció Sasuke al verla cruzar el umbral mientras él bajaba las escaleras.
—Siempre— asintió la Hyuga, disimulando su sorpresa al encontrarse sumergida en sus pensamientos. —Sasuke, por favor, dile de nuevo a lady Sakura lo agradecida que estoy con ella por haberme dado trabajo— ya le había dado las gracias a lady Sakura, pero en su mente ello parecía no ser suficiente.
—Lo agradecerá más si lo oye de ti— difirió el Uchiha, pero sin negarse a cumplir lo que ella pedía. —Además, eres indispensable, mi madre llevaba años deseando que Sakura tuviera su propia doncella al ser una mujer, y ahora lo hace— a decir verdad, todo había mejorado en casa desde que Hinata estaba con ellos.
Las cosas habían cambiado mucho en el año que había transcurrido, y no lo decía solo por la creciente inestabilidad que se sentía en el ambiente como consecuencia de los ya siete años de matrimonio no consumado del rey y la reina—y de lo cual se hablaba día sí y día también, ya sea que se quisiera pensar en ello o no—, sino también al hecho de la tensión que había surgido entre Sakura y él, pero no una mala tensión sino aquella que parecía atraerlos como imanes luego de ese primer beso incomodo pero insuficiente para ambos. Mas, no es como si a libre voluntad Sasuke pudiera inclinarse y besar a Sakura cuando quisiera, la sola idea debería de estarle prohibida al ser un sirviente y ella una aristócrata—que encima de todo debía mantener la fachada de ser el comandante de la guardia real—, pero Sakura también había comenzado a cansarse de tener que mantener las apariencias y había sido la primera en halarlo hacia si luego de una jornada de equitación, ambos a solas en los establos, iniciando su segundo beso luego de semanas que había parecido eternas para ambos. Sin embargo, ese segundo beso no había significado gran cosa, aquella intimidad seguía siendo en extremo incómoda para ambos y seguían sin saber que hacer con ello, pero antes de darse cuenta y entre susurros, entre las sombras y los rincones donde nadie podía verlos, habían comenzado a interactuar de formas no muy respetables a ojos de terceros, mas nada de eso importaba en la mente de Sasuke y quien no pudo evitar esbozar una sonrisa ladina al pensar en ello, pero pronto regresó a la realidad.
—¿Y ese vestido?— inquirió Sasuke extrañado, no teniendo información de que Madame Haruno pretendiese acudir a uno de los bailes en Versalles.
—Lady Sakura me pidió que fuera al taller de Madeimoselle Yugito por un vestido que había encargado— contestó Hinata, teniendo cuidado de sostener la tela apropiadamente. —El retraso se debe a que todas las damas de la corte querían un vestido para el baile de esta noche— esas habían sido las palabras exactas de Madeimoselle Yugito.
—Quizás es un regalo para una de sus hermanas, porque Dios sabe que Sakura nunca usaría un vestido— reflexionó el Uchiha en voz alta, aunque las hermanas de Sakura tuvieran fortuna suficiente para comprar sus propios vestidos.
—Me dijo que lo dejara en su habitación— la Hyuga solo se encogió de hombros, no sabiendo bien que pensar.
—Que extraño— suspiró el azabache igualmente extrañado. —Bueno, no te entretengo más— decidió, haciéndose a un lado para permitirle pasar a la Hyuga.
—Suerte con las lecciones de esgrima— deseó la peliazul al comenzar a subir las escaleras.
—¿Por qué supones que voy a entrenar?— inquirió Sasuke volteando a verla, sintiendo un escalofrió en la nuca por sus palabras.
—¿No es lo que siempre hacen lady Sakura y tú a esta hora?— inquirió Hinata a modo de respuesta, y a menos que ella estuviera mal informada.
No teniendo que emitir su opinión más de la cuenta, pues no le pagaban por ello, Hinata continuó con su camino, cargando el vestido que atrajo hacia si mientras sujetaba la falda de su vestido para no tropezar con su mano libre, dando la espalda al Uchiha que no supo si suspirar agradecido o bien esforzarse en seguir pretendiendo que todo era igual que siempre entre Sakura y él, ya que esas presuntas "lecciones de esgrima" no eran tal cosa, claro que Sakura y él continuaban practicando a diario para mantener su respectiva condición, pero ahora había otro tipo de actividad que ocupaba el tiempo y mentes de ambos cuando podían estar a solas y en privado, y el corazón del Uchiha no pudo evitar latir desbocado de emoción por solo pensar en ello. Monsieur Kizashi mandaría fusilarlo de la peor forma posible si supiera el tipo de confianza que tenía con su hija, debería tener claro que ese tipo de cercanía con Sakura le estaba vedada, pero aunque eso dijera su mente y cordura, su corazón pensaba precisamente todo lo contrario, tanto que eligió desentenderse del mentado vestido que Hinata había llevado hacia la planta superior, volviendo brevemente la mirada hacia lo alto de la escalera y luego hacia los pasillos, queriendo asegurarse de que nadie lo estaba viendo, y tras comprobarlo dejó libre un suspiro antes de dirigirse hacia la puerta que daba con el jardín y de allí a los establos, teniendo que preparar su caballo para alcanzar a Sakura, no queriendo perder el tiempo de que ambos podían disponer y que ya era tan escaso para ambos…
El cuadro que tenía lugar indudablemente habría indignado a lord Kizashi Haruno si hubiera tenido ocasión de verlo, pero el punto de encontrarse en privado y a solas—sin que nadie pudiera interrumpirlos o perturbar su paz—era precisamente que nadie supiera lo que el Uchiha y lady Haruno hacían en privado desde ya hacía varios meses. Recostado sobre la hierba medianamente alta de una planicie en que habían dejado pastar a sus caballos, Sasuke envolvió uno de sus brazos alrededor de la estrella cintura de Sakura, acariciando sus sedosos cabellos con su mano libre mientras correspondía al movimiento de los labios de ella contra los suyos, gruñendo contra sus labios al sentirla inclinar su rostro para brindarle mayor acceso, envolviendo su lengua contra la suya con idéntica vorágine hasta sentir que perdían el aliento. Rompiendo brevemente el beso, sintiendo que la falta de aire le quemaba los pulmones, Sakura pegó su frente a la de Sasuke, suspirando su nombre antes de acunar el rostro del Uchiha entre sus manos, estampando sus labios a un ritmo tan desesperado y cargado de necesidad que hizo difícil para Sasuke corresponderle, pero lo intentó lo mejor posible, sintiendo su deseó y hambre por tan maravillosa mujer crecer más y más a cada momento. Esta vez fue Sasuke quien tuvo que romper el beso, sujetando los hombros de Sakura para impedirle retomar el beso, necesitando recuperar el aliento y como también reconoció ella que sonrió nerviosamente, recordándose que tenían todo el tiempo del mundo para ellos.
—Recuérdame de nuevo como llegamos a esto— solicitó Sasuke, absolutamente fascinado por su presente.
—Todo ya es suficientemente complicado cuando no somos solo nosotros, ¿sí?— protestó Sakura, no queriendo que perdieran el tiempo hablando. —Olvidemos lo que hay más allá de este lugar, no hablemos…— pidió acercando sus labios a los suyos.
Apoyando sus manos sobre el pecho de Sasuke, temblando por una emoción que no sabía reconocer ni entender del todo al sentir sus músculos a través de la tela de la camisa contra sus pechos, lo que solo la instó a continuar el beso, mas Sasuke tuvo otra idea, halándole ligeramente el cabello y haciéndola inclinar la cabeza, deslizando sus labios por su mejilla, el contorno de su mandíbula y la sensible piel de su cuello que la hizo gemir por lo bajo y arquear su cuerpo contra él...deseaba tanto que siguiera haciendo aquello y aún más, pero seguía sin entender que era eso exactamente y que la hacía mecer sus caderas contra las del Uchiha, sintiendo su piel arder bajo su tacto, deseando siempre más. Inicialmente toda la interacción habían sido gestos cariñosos o besos fugaces en las sombras, en los rincones donde nadie podía juzgarlos ni condenarlos, pero con el tiempo se había vuelto insuficiente y despertado en ambos—solo Sasuke lo entendía al tener experiencia—un deseó que no dejaba de crecer y que no podían consumar. Llamando a la razón en su mente, sintiéndose como una tonta por comportase como una niña en lugar de la comandante de la guardia real, Sakura alzó una de sus manos para cubrir los labios de Sasuke y acunó su rostro con la otra, diciéndole con una sola mirada que no quería llegar más lejos y ante lo que el Uchiha no tuvo problema, observándola extasiado mientras recuperaba el aliento y ya acostumbrado a ese "juego previo" por parte de ambos y que seguía sin llegar más lejos, sería muy peligroso por obvias razones.
—Creí que no querías hablar— comentó el Uchiha, intuyendo el motivo por el que ella lo había detenido y no teniendo problema con ello.
—La reina quiere organizar un baile— inició la Haruno ignorando el tono bromista del azabache, —una especie de función en que su ahora maestro de música, Monsieur Darui, exponga su talento— era el mayor prodigio musical de toda Francia después de todo.
—¿Y?— inquirió Sasuke, no entendiendo que motivaba aquella conversación. —Tenías razón, no hablemos— respaldó acercando su rostro para besar su mejilla, intentando continuar hacia su cuello.
—También es para despedir al conde Sai, que partirá a América por la guerra de independencia, aunque eso solo me lo ha dicho a mí— continuó Sakura con una incontenible sonrisa al sentir los labios del Uchiha contra su piel. —Y me invitó especialmente— agregó y ante lo que Sasuke se separó y la vio directamente a los ojos.
—Así que es cierto, vas a ponerte ese vestido— comprendió el azabache, sintiendo una opresión en el pecho por pensar que el conde sueco tenía la atención de Sakura. —Ese imbécil te insulto, ¿Crees que vale que te vea de esa forma?— esperaba que ella tuviera mejor gusto, y que pudiera decirle si deseaba terminar con lo que había entre ambos.
—Primero, no necesito que me celes, y no lo hago con esa intención— espetó la pelirosa con voz dura, no queriendo ser vista como una propiedad o un objeto.
—Lo siento, no sé en qué estaba pensando— se disculpó el Uchiha, reprendiéndose por pensar así y no siendo su derecho en absoluto.
—Disculpa aceptada— asintió la Haruno, no pudiendo enojarse con él de cualquier forma. —Y en segundo lugar…compre ese vestido pensando en ti— dijo eso último en voz baja y apartando la mirada con sus mejillas sonrosadas.
—¿En mí?— repitió Sasuke, sintiendo que se le helaba la sangre y no sabiendo como sentirse a causa de la sorpresa.
—Necesito un acompañante, y no pretenderás que vaya sola— señaló Sakura, no queriendo profundizar en el tema.
Era vergonzoso, bochornoso y gracioso a partes iguales ya que siete años antes ella habría desechado tajantemente el vestirse como una mujer o tan siquiera comportarse como una, concentrada en cumplir con todas las expectativas que su señor padre tenía sobre ella...pero ya no era una adolescente como en ese entonces, era una mujer de ya veintiún años y que había aprendido lo suficiente como para querer experimentar la libertad a sus anchas y como le placiera hacer en tanto no perjudicase al resto; además, pasar tanto tiempo con Sasuke y casi intimando a solas de esa manera había provocado que ciertas características femeninas de su persona salieran a flote espontáneamente. Literalmente se quedaba minutos extra delante del tocador por las mañanas tratando de peinarse lo mejor posible, elegia las camisas con mayor esmero y hasta en su fuero interno se preguntaba que podría hacer para verse más bella a ojos del Uchiha, ¡Si, ella! Y ahora quería formar parte del baile de la reina Ino, cosa que nunca había hecho o creído que haría, pero encima de todo usando un vestido y queriendo que Sasuke la acompañase y viese, era la mayor de las locuras y sin embargo no estaba arrepentida de esa decisión. Imaginarse a Sakura con vestido podría haberle hecho mucha gracia a Sasuke, al fin y al cabo, la Haruno nunca se había vestido como una mujer...pero en ese momento la idea le agradó por completo, literalmente deseó ver su estrecha cintura—que él envolvió sus brazos—resaltada por un corse bajo un elegante vestido de seda que resaltase su gran belleza.
—Recuerdo que llevo años deseando verte con un vestido y luciendo como una mujer— pensó Sasuke en voz alta. —Sera algo muy divertido que recordar— concluyó con aire bromista, aunque ni él acabara de creérselo.
—Veremos si sigues riéndote— desafió Sakura, esperando que el vestido lograse capturar su atención.
—Oye, volviendo a lo importante y en caso de que lo olvides, soy un plebeyo— recordó el Uchiha, viéndola asentir. —¿Cómo pretendes que te acompañe al baile?— la creía capaz de todo, pero no de cambiar su rango social, ni siquiera por una noche.
—Tu tranquilo, solo viste la ropa que encontraras sobre tu cama y ya— sosegó la Haruno, no queriendo que se inquietase innecesariamente.
Era la idea más descabellada del mundo, mas era perfectamente realizable para Sakura desde su privilegiada posición—muy pocas veces sacaba partido a ello, por no decir ninguna—como comandante de la guardia real de sus majestades, además contaba con algo a su favor para pasar desapercibida; todos la veían a diario y conocían vistiendo su característica guerrera militar, intentando parecer lo más andrógina y o masculina posible más bien, por lo que al verla caracterizada como una mujer era seguro que no la reconocerían, además era noble por nacimiento y podía moverse por donde quisiera sin rendir explicaciones a nadie, por lo que el éxito era cosa segura. Esbozando una sonrisa ladina, contagiado con este nuevo comportamiento por parte de Sakura y no pudiendo negarse cuando todo lo que deseaba era estar junto a ella el mayor tiempo posible, Sasuke acunó el rostro de la pelirosa hacia si, presionando sus labios en un beso vehemente y cargado de deseo, ahogando el gemido que ella soltó a causa de la sorpresa cuando él envolvió su brazo alrededor de su cintura y la hizo quedar debajo suyo. Sintiendo a Sasuke mecer sus caderas contra las suyas, Sakura se negó a romper el beso, enterrando sus manos sobre la hierba bajo su cuerpo, pudiendo sentir su miembro a través de la tela de sus pantalones y ante lo que ella meció sus caderas contra las suyas, envolviendo sus piernas alrededor de sus caderas, meciendo sus caderas al encuentro de las suyas con abrumadora e inexperta sensualidad, sintiéndolo gruñir en medio del beso…
Iba a resultar, lo que fuera en lo que creyeran, tendría éxito.
En paralelo a Sakura quien se mostraba tan feliz, aunque solo en privado, la reina Ino intentaba ocupar su mente con lo que fuera que pudiera distraerla de la gran deuda que tenía con su país, por el heredero al trono que aún no venía y que solo Dios sabía si algún día existiría realmente…se sentía oprimida, perseguida, observada, la intimidad con su esposo no era lo que ella deseaba que fuera, no sabiendo que a la mañana siguiente todos espiaban las sábanas en espera de la prueba de que ya no era virgen, ¿Quién podía vivir así? La reina portaba un elegante y delicado vestido de seda amarillo mantequilla, de escote redondo y decorado en encaje en el contorno así como en una línea vertical hasta la altura del vientre, ceñido a su esbelta figura, de mangas ceñidas por sobre las muñecas donde continuaban en largos holanes que casi le cubrían las manos, con la amplia falda—debido al miriñaque—dividida en una superior por un grueso margen de encaje, con su largo cabello rubio recogido en un peinado alto salvo por una coleta baja que caía sobre su hombro, con un elegante sombrero dorado e inclinado sobre su cabeza, decorado por jazmines y una larga pluma blanca, la envidia de todos como siempre. La reina recorría los jardines de Versalles junto al paisajista Tosuka Sekiya, queriendo hacer cambios para que todo reluciera aún más, intentando alejar su mente de las constantes preocupaciones de las consecuencias que podría tener—en su fuero interno—el apoyo de su esposo a la Guerra de Independencia Americana, a la revolución que ello pudiera incitar.
—Quisiera plantar robles a lo largo de estos caminos— comentó Ino tras una larga reflexión. —¿Cuánto tardaría en adquirirlos?— preguntó, queriendo como siempre que todo sucediera lo más rápido posible.
—Tardaría unas dos semanas en conseguirlos, pero serían muy pequeños— contestó el paisajista Tosuka, dimensionando el tamaño de dichas plantas con sus manos.
—¿Y cuánto les tomaría alcanzar ese tamaño?— inquirió la Yamanaka señalando uno de los grandes árboles al otro extremo del jardín
—Tardarían al menos tres años— contestó Monsieur Sekiya, sonriendo ante aquel deseo.
—¿Tres años?, ¿Y no puedo adquirir unos grandes?— cuestionó la reina, sacando su actitud de reina aunque solo fuera por un capricho.
—Si es lo que quiere, Majestad, lo intentare— se comprometió el paisajista inclinando respetuosamente la cabeza ante su reina.
—No, traiga los pequeños, de otro modo sería demasiado— contrarió Ino, recordando sus límites y no deseando ser demasiado egoísta.
Era una mujer impaciente e Ino no iba a negarlo, quería ver resultados de aquello que deseaba desde el primer momento y por lo que llevaba un meticuloso registro de sus cursos mensuales en espera de poder quedarse embarazada, mas algo en su mente le decía que el que Choji simplemente penetrase en su interior por las noches y no se moviera por varios minutos no los llevaría a culminar su matrimonio, por ello en sus cartas a su madre la Emperatriz Miyuki continuaba diciéndole que el matrimonio seguía sin consumarse, podía ser sexto sentido o sensibilidad femenina—lo que fuera—, pero Ino sentía que había mucho más que lograr antes de celebrar que fuera a crecer un hijo en su vientre…además, su madre no sería tan comprensiva, probablemente reprocharía su pasividad en la cama, mas, ¿Cómo cambiar eso? Continuando con su tranquilo recorrido por el jardín en compañía del paisajista Sekiya, no queriendo tentar a la suerte o el destino al gastar dinero desmesuradamente, la reina esbozó una sonrisa e inclinó su cabeza al pasar junto a un grupo de nobles en su camino y que la reverenciaron, en especial cuando vio entre ellos al embajador Shikaku Nara quien le era tan querido, mas su presencia también le recordó el motivo tras la Guerra de Independencia Americana ya sea que este buscase el tema o no; si Inglaterra perdía sus colonias, perderían también su gran fuente de ingresos y el comercio se vería mermado, serian débiles en relación con Francia, lo que haría crecer el poder de su esposo y el propio, que era su deber como monarcas.
—Conde Nara— saludó Ino al pasar junto al embajador austriaco, siempre feliz de verlo.
—Majestad— correspondió el embajador Shikaku, siguiéndola respetuosamente y por lo que la reina ralentizó sus pasos para sujetarse de su brazo. —Se que no le gusta que le recuerde su deber, pero ha gastado más de cincuenta mil en este mes— comentó viendo sonreír a su reina ante sus palabras. —No debe olvidar la caridad— ese era uno de los mayores deberes de una reina y ella no podía olvidarlo.
—No lo he hecho, embajador; estoy apoyando el proyecto de una escuela para los niños sordomudos, que espero prospere— explicó la Yamanaka, siendo discreta en decirlo, pues no quería hacer alarde de ello. —Y a Choji le pediré una suma especial para las madres— agregó, queriendo ser lo más generosa posible con su pueblo.
Sus obras de caridad eran más bien discretas, muchas reinas en el mundo buscaban hacer alarde y llamar la atención mediante su ayuda a los más necesitados, pero Ino no, para ella toda acción caritativa no debía hacerse con el fin de hacer que otros la quisieran y por lo que siempre hacía el bien sin esperar nada a cambio y este caso no era la excepción; el abate Hiruzen había iniciado una fundación para los sordomudos, buscando aprender y luego enseñar el lenguaje de señas, integrando a los huérfanos con estas características a la sociedad y que había encontrado en la ciudad de Paris desde hacía largos años, y de entre todos los interesados en patrocinar el trabajo, la reina Ino era quien aportaba el mayor capital posible, siempre generosa. Pero el proyecto no dejaba de ser algo incipiente y por lo que la reina Ino había decidido solicitar la ayuda o el permiso oficial de su esposo, sabiendo que de otro modo iniciativas tan beneficiosas para el pueblo de Francia solo desaparecerían en lugar de perdurar que es lo que ella buscaba, de hecho le había comentado el tema a su hermano el Emperador Deidara en su última carta y él le había pedido mayores detalles, genuinamente interesado y teniendo deseos de implementar dicha idea en sus dominios húngaro-germanos. Ocupar su mente con aquellas genuinas y dulces preocupaciones para con sus súbditos la distraía de los problemas que sentía no poder resolver por su cuenta, pero en el fondo sabía que el tiempo comenzaba a acabársele y que o consumaba su matrimonio, o se desharían de ella…
La puerta acababa de cerrarse hace un instante, la gran noche había llegado y sin embargo todo en lo que Sakura podía pensar para no gritar era en quizás algunas de las ocasiones en que se había caído del caballo siendo una niña, intentó pensar en los huesos que se había roto o en los cortes que había sufrido mientras aprendía esgrima, en lo que fuera que pudiera distraerla del sofoco que le provocaba la manera en que Mikoto terminaba de cerrarle el ajustado corse, que hacía que su cintura se viera muy estrecha en el reflejo del espejo, cambiando su figura de una forma que Sakura nunca hubiera creído posible, volviéndose hacia Hinata quien la observó con ligera lastima antes de indicarle que alzara los brazos—y que Sakura hizo indudablemente, intentando recuperar el aliento en el proceso—, pasando el miriñaque hasta la altura de su cintura, y donde lo ciño para que una vez le colocaran el vestido, la falda de este se ampliara. Una parte de ella estaba ansiosa, nunca había podido vestirse como una mujer, comportarse como una mujer o simplemente ir a una fiesta ya que su padre siempre solo la había visto como su heredero; sus padres estaban visitando a una de sus hermanas en La Vende permitiéndole hacer lo que quisiera por varios días, y Sakura quería aprovechar estas libertades tanto como le fuera posible, con ya veintiún años creía ser perfectamente capaz de tomar sus propias decisiones, de ahí su relación no formal con Sasuke y que estaba dispuesta a imponer a su padre si él se creía con el derecho de reprocharle algo cuando se enterase de ello.
—No sé cómo es que las mujeres de la corte usan esto siempre, es como una armadura, no puedo respirar— Sakura no pudo evitar reír, entre nerviosa y ansiosa a partes iguales. —¿Cómo voy a correr vestida así?— inquirió mientras la Uchiha le pasaba el vestido por sobre la cabeza con ayuda de Hinata.
—Se supone que no debes correr— obvió Mikoto con la voz autoritaria y comprensiva de una madre mientras le cerraba el vestido. —Debes hablar pausadamente y sonreír con mucha dulzura— eso se esperaba de una dama de la nobleza.
El corazón de Mikoto estaba extasiado, desde que Sakura había sido pequeña, había deseado poder vestirla y arreglarla como la belleza que sabía que era pero que siempre se ocultaba con las guerreras y uniformes miliares, mas al menos por hoy la Uchiha pudo darse el lujo de disfrutar el ahora, indicándole a lady Sakura que se acercara a su tocador para sentarse, y arreglarla lo mejor posible, peinando sus largos cabellos rosados a la usanza o moda de Versalles mientras que Hinata se encargaba de maquillarla, ambas igualmente emocionadas que la pelirosa quien no sabía si reír de la emoción o bien de lo curioso que resultaba el escenario en sí, mas en el fondo sabía que este no se repetiría y por lo que simplemente eligió cerrar los ojos, dejarse hacer y disfrutarlo tanto como le fuera posible. Fuera de la habitación de Sakura y paseándose como león enjaulado, Sasuke termino de acomodarse el pañuelo de su traje, igual o puede que más incómodo que Sakura ya que aunque ella se estuviera enfundando en un vestido, en el fondo era una mujer y lo que estaba haciendo era seguir los cánones de su tiempo, él por otro lado estaba vestido como aristócrata, con telas más costosas que su vida y que podrían llevarlo directamente al cadalso si no tenía cuidado en su comportamiento una vez abandonasen la mansión de la familia, y su ansiedad no hizo sino crecer cuando finalmente la puerta de la habitación se abrió, permitiendo que Hinata y luego su madre Mikoto se retiraran, esta última dirigiéndole una sonrisa que el Uchiha no supo identificar.
—¿Ya puedo ver?— preguntó Sasuke, llamando a la puerta y no queriendo invadir la privacidad de la pelirosa.
—Si quieres— contestó Sakura del otro lado, sonriendo y muy alegre por lo que indicaba su voz.
Incontables habían sido las oportunidades en que Sasuke había imaginado a lo largo de los años como se vería Sakura caracterizada como una mujer, pero cualquier idea preconcebida quedó en nada cuando Sakura finalmente abrió la puerta de la habitación y quedando en evidencia a ojos de Sasuke quien simplemente se quedó boquiabierto y sin saber que decir. Sakura ya era una mujer hermosa todo el tiempo y Sasuke lo sabía, pero toda ella se veía maximizada por el estilizado vestido de seda blanca que se ceñía a su esbelta figura por causa del estrecho corse y que formaba un mínimo escote, con el centro del corpiño decorado por una rosa blanca decorada por pétalos dorados, y con encaje blanco en el contorno a juego con los holanes que casi le cubrían las manos y que a ojos del Uchiha parecían delicadas alas, a juego con la falda interior del vestido y que se abría en A, ampliada por el miriñaque que resaltaba sus caderas, con una lisa falda de seda blanca encima, y su largo cabello de rizos rosados estaba peinado para hacer que estos cayeran sobre sus hombros y tras su espalda, adornado por rosas blancas y jazmines por sobre sus sienes, haciendo brillar aún más unos largos pendientes de diamante. Era la visión más etérea que Sasuke hubiera visto en su vida, no tenía palabras para expresar lo abrumado que sentía, analizándola de pies a la cabeza y haciendo sonrojar a Sakura quien alisó nerviosamente la falda de su vestido, no sabiendo como interpretar el silencio del Uchiha en relación con su apariencia y anhelando su aprobación.
—Te ves hermosa— declaró Sasuke por fin, aunque sentía que aquello era quedarse corto. —No es que no seas hermosa siempre…— agregó mientras intentaba hallar las palabras correctas, mas sabía que no las había.
—Tú también te ves muy guapo— sonrió Sakura en su auxilio, esforzándose por no sonrojarse ante la impresión que veía había causado en él.
El Uchiha, habitualmente minimalista en su aspecto general, ahora vestía un elegante chaleco de seda azul oscuro—sobre una impoluta camisa blanca con largos holanes que casi le cubrían las manos—con elegantes bordados más claros que representaban la flor de lis que era el emblema francés con detalles de hilo de plata, con un elegante pañuelo blanco alrededor de su cuello, encima un chaleco más largo del mismo elegante azul semejante al zafiro, que permanecía abierto y de grueso dobladillo repleto de bordados en el contorno, con mangas ceñidas que formaban un dobladillo hasta la altura de los codos, medias blancas y los típicos zapatos de corte, luciendo como todo un aristócrata con esa arrogancia característica que tenía y que hizo sonreír a Sakura. Carraspeando para aclararse la garganta y no estando obligado a decir más, Sasuke eligió expresarlo de otra forma ya que se encontraban a solas, acercándose a la pelirosa quien esperaba sujetarse de su brazo para bajar las escaleras, mas el Uchiha alabó su apariencia de la única forma no verbal que sentía fuera correcta, inclinándose para besarla en la frente con ternura y haciendo que Sakura cerrase los ojos un momento, conmovida, mas recuperando el control de sus emociones al encontrar su mirada con la suya, no siendo momento para arrebatos emocionales y esbozando una de sus confiadas sonrisas características antes de sujetarse del brazo que el Uchiha finalmente le ofreció, sujetándose la falda del vestido para no tropezar mientras procedían a bajar las escaleras hacia la planta interior.
Debian disfrutar de esta noche lo más posible y eso es lo que harían.
—Siento que voy a caerme, y me duelen los pies por los zapatos— se quejó Sakura por lo bajo y apoyándose en el brazo del Uchiha para caminar. —Tú te ves muy cómodo— notó no sabiendo si admirarlo o sentir celos.
—Estoy repitiendo las reglas de etiqueta en mi mente para no equivocarme— contrarió Sasuke, ya que solo eso le impedía salir corriendo.
—Ya somos dos— suspiró la pelirosa, comprendiendo que ambos no se sentían tan cómodos como podían aparentar.
Resultó curioso y anecdóticamente gracioso de una forma que Sakura no podía expresar el cruzar el umbral del Palacio de Versalles bajo la atenta mirada de sus subordinados de la guardia real y que fueron incapaces de reconocerla caracterizada como una mujer, mas la pelirosa no tuvo tiempo de pensar en reír ante lo divertido que le resultaba, aquejada de la incomodidad que no dejaba de percibir al caminar productor de los zapatos, perfectamente apropiados para una mujer pero no muy cómodos para ella que estaba acostumbraba a moverse en botas de montar casi todo el tiempo. Por su parte y en su fuero interno, Sasuke no pudo evitar sentirse enormemente afortunado por tener a su lado a una mujer como Sakura, no es como si planease ponerle nombre a su relación—que ni siquiera debería existir al ser él un plebeyo y ella una aristócrata—, pero le generaba un humano orgullo el encontrarse acompañado por una mujer de tan abrumadora belleza y que se volvió el centro de atención de todos los nobles tan pronto como cruzaron el umbral del salón de baile; era una suerte que la reina hubiese organizado un baile de máscaras ya que eso les evitaba preocuparse por ser reconocidos por alguno de los presentes ante los antifaces que cubrían sus rostros. Lo llamativo de la presencia de la bella pelirosa—quien destacaba con luz propia—solo se hizo aún mayor cuando la reina la reconoció mientras bailaba con el Conde Sai, separándose respetuosamente de él para acercarse y saludar debidamente a su querida amiga a quien admiró en silencio.
—Majestad— reverenció Sakura al inclinarse frente a su reina y como también hizo Sasuke, anteponiendo el protocolo.
—Me alegra verlos a ambos— sonrió Ino, absolutamente anonadada y admirando lo que veían sus ojos. —Debo admitir que me eclipsa esta noche, lady Haruno, y me alegra que así sea— sabía que su amiga era hermosa, mas ahora todos podían verlo. —Pero espero que no se queden quietos toda la noche; fúndanse como mejor les parezca— consintió antes de retirarse educadamente hacia su trono, de regreso junto a su esposo.
—¿Fundirnos?— preguntó el Uchiha por lo bajo, no sabiendo como interpretar sus palabras.
—Se refiere a bailar— sosegó la Haruno, entendiendo las expresiones de la reina. —¿Sigues sabiendo hacerlo?— preguntó al volver la mirada hacia él.
No iba a invitar a Sasuke a bailar, puede que hubiera sido criada como un hombre y tuviera más iniciativa que muchas mujeres, pero el cortejo no era una de ellas y por lo que la pelirosa se apretó nerviosamente las manos que mantenía cruzadas sobre su vientre, sin embargo el Uchiha se anticipó a los deseos de la pelirosa, no sintiéndose como un tonto en aquel ambiente—ambos pretendiendo algo que no eran, a lo que se habían acostumbrado desde niños—sino que sabiendo interpretar su papel de perfecto cabello al reverenciar galantemente a Sakura, solicitando su mano y que acercó a sus labios para besar el dorso de esta mientras la pelirosa se sonrojaba ante la forma en que su penetrante mirada ónix escudriñaba todo de ella. Teniendo el permiso que necesitaba y contaba únicamente, Sasuke sostuvo la mano de Sakura contra la suya antes de acercar lentamente sus pasos hacia el centro del salón donde ya otras parejas aguardaban a que Monsieur Darui—gran prodigio musical de Francia y ahora profesor de musical de la reina—comenzase a interpretar una de sus famosas melodías con su violín, creando el ambiente perfecto; sentada sobre su trono y observando todo, Ino sonrió para si únicamente mientras entrelazaba una de sus manos contra la de su esposo sentado a su diestra, muchas personas se pasaban la vida entera yendo detrás del amor para entender demasiado tarde que este ya se encontraba a su lado como era su caso con Choji, y—ahora lo confirmaba, aunque siempre lo había intuido—el de Sakura con Sasuke.
—¿Puedo saber con quién tengo el placer de bailar?— preguntó Sasuke, fingiendo que no se conocían para distender el ambiente y hacer más relajada la situación.
—Lady Haruno— contestó Sakura siguiéndole la corriente y esforzándose para no reír.
—¿Una prima de la guardiana de la reina?— dedujo el Uchiha sin quitarle los ojos de encima. —El parecido es sorprendente; la mirada amable y la misma sonrisa— estaba siendo muy honesto de hecho, ya que siempre había pensado eso de Sakura.
—Nadie me lo había dicho antes, nadie se había fijado— se sorprendió la Haruno aunque se esforzó por disimularlo.
—Porque nadie se ha molestado en mirar a lady Sakura más de cerca— puntualizó el azabache, inamovible en sus creencias. —Yo sí que lo he hecho, y a pesar de su uniforme, la encuentro bellísima— ella era perfecta a sus ojos tal y como era.
Sin dejar de observar en los ojos del otro, concentrándose únicamente en el momento que estaban compartiendo juntos y que—junto con toda esa noche—no deseaban que acabara, fue enormemente fácil para Sasuke y Sakura desentenderse de lo que los rodeaban, bailando como no habían hecho desde que habían sido unos niños y que solo habían estado aprendiendo, tropezando y pisándose al errar en el proceso, pero que ahora no cometieron error alguno en brazos del otro, Sasuke siendo quien guiaba sus pasos y Sakura siguiéndolo en todo momento. La fluidez del uno con el otro resultaba simplemente envidiable para quien prestase atención a la pareja, contagiosa incluso para quienes se relegaban a observar así como fascinante y mágica para quienes podían considerarse seres mundanos, mas gran parte de los nobles y que increíblemente no se entretenían hablando mal de su reina, no dejaban de preguntarse quién era la misteriosa dama de cabellos rosados que se encontraba asistiendo al baile y que no solo parecía cercana a la reina sino que era muy adinerada como dejaba en evidencia la riqueza de su vestido y joyas, sino que encima de todo era un misterio indescifrable ya que ninguno de ellos sabia su nombre o recordaba haberla visto antes, sí que les resultaba familiar pero no podían dar con su identidad en sus mentes. Fue precisamente esta concentración de los nobles en sus intrigas y preguntas frívolas lo que impidió que se diesen cuenta de la sigilosa figura vestida de negro que se movió por el salón y los pasillos sin ser visto...
El baile había quedado olvidado y enterrado en los salones de Versalles junto a toda la opulencia para Sasuke y Sakura que habían salido a los jardines a dar un paseo, teniendo estos solo para sí mismos y con el ambiente perfecto para toda la intimidad que hasta ahora habían estado forzados a compartir en los rincones o a espaldas de todos...y en ese instante privacidad y tiempo eran algo que tenían de sobra. Sakura echó la cabeza hacia atrás, inmovilizada por Sasuke contra uno de los pilares de roca y mármol de las escaleras, quien reclamaba vorazmente sus labios a cada momento, haciéndola estremecer por completo y suspirar su nombre mientras se arqueaba contra él, el Uchiha rompiendo el beso y deslizando sus labios por el contorno del mentón de la pelirosa, siguiendo la curvatura de su cuello, usando sus brazos para cargarla y sentarla en el barandal de la escalera, sintiéndola abrir las piernas bajo la tela y permitiéndole acomodarse entre ellas. No queriendo solo recibir las atenciones de Sasuke, Sakura haló del pañuelo del cuello del Uchiha, arrojándolo descuidadamente al suelo y palpando sus músculos a través de la tela de su chaleco y camisa, buscando envolver sus piernas alrededor de sus caderas para tenerlo lo más cerca posible y sintiendo las manos de Sasuke alzarle la falda del vestido, aumentando la cercanía del uno con el otro, permitiéndole sentir su miembro frotándose contra ella y ante lo que Sakura meció sus caderas contra las suyas, temblando de emoción y deseo, anhelando más pese a ni siquiera tener claro que era lo que deseaba.
Gruñendo contra la piel del cuello de Sakura a quien sentía tan receptiva ante cada una de sus acciones y sumisa a todo lo que él desease hacer con ella, Sasuke continuó moviendo sus labios por la curvatura del cuello de Sakura, hacia sus hombros por el contorno de la tela y siguiendo la línea de esta tela hacia su escote y al que se sintió atraído como si de un imán se tratase, escuchando a la pelirosa jadear sorprendida tan pronto como sus labios recorrieron la piel disponible a su paso, amasando aquello que se encontraba oculto por el vestido y el ceñido corse debajo. Teniendo que comportarse todo el tiempo como la Comandante de la Guardia Real, Sakura pudo echar la cabeza hacia atrás y gemir a su gusto, sintiendo excepcionalmente sensibles sus pechos bajo el acto de Sasuke y a través de la tela, y más al sentir como arrastraba su lengua por el valle de sus pechos, besando la tela que lo separaba de ella que pasó sus manos y uñas por la espalda y los hombros del azabache a través de la ropa. Ambos estaban experimentando un frenesí absoluto, volviendo a besar los labios del otro con mayor desesperación y pasión de ser posible, el Uchiha rompiendo el beso para descender sus labios por el rostro y cuello de la pelirosa, besando con mayor desesperación la comisura de sus senos, que sobresalían del ajustado vestido, deseando desesperadamente poder estar dentro de ella y oírla gritar de placer, alzando sus manos para amasar sus pechos a través del corse del vestido y que odiaba en ese momento…sería tan fácil consumar lo que deseaba, pero no era el momento.
—Sasuke, esto se está poniendo incómodo— habló la Haruno tartamudeando ligeramente y temiendo no poder negarse otra vez.
—Si, tienes razón— asintió el Uchiha antes de apoyarse en el pilar de roca para marcar las distancias, pero sin dejar de observarla.
—No quiero ir tan rápido, y aunque el vestido es muy bello, me siento poco cómoda— justificó Sakura apresuradamente, no queriendo que él creyese que no lo deseaba también. —Sé que tú ya tienes experiencia, pero yo…— su inexperiencia solo la hacia sentirse menos ante él en ese momento.
—Esperare el tiempo que sea necesario— aseguró Sasuke con la voz ronca de lujuria por ella a quien no dejo de observar. —Mi primera vez ya fue pensando en ti— declaró sin titubeos, teniéndola a ella siempre en el lugar más importante en su vida y su corazón. —Puede que no tenga derecho, pero te he amado durante toda mi vida y seguiré haciéndolo— como sirviente y plebeyo ni siquiera tenía derecho a su vida.
—Tienes todo el derecho, porque sientes lo mismo que yo— defendió ella, apoyando sus manos en sus hombros mientras lo observaba. —Pero no pongamos nombre a esto, por favor— pidió temiendo que todo fuese demasiado rápido y que acabaran lastimándose sin desearlo. —Quiero que todo siga siendo como siempre ha sido entre nosotros— al menos la esencia de su vínculo, ya que todo lo demás había cambiado hace mucho.
A Sakura no le importaba en lo absoluto la absurda idea de "realidad de clases" imperante en el mundo en que vivía y al que debería pertenecer por nacimiento—según la creencia de la época, la sociedad humana estaba dividida en tres clases; la nobleza, el clero y la plebe—, Sasuke siempre había sido su amigo y la única persona que siempre la había aceptado por ser quien era aunque todos los demás siempre tuvieran que verla como un hombre o el ideal de un hombre, para él siempre seria Sakura, su mejor amiga y a quien ahora admitía amar con todo su corazón para emoción de Sakura, que lo atrajo hacia si en un abrazo lleno de afecto, conmovida a la par que no sabiendo que decir...apenas y estaba entendiendo los sentimientos que habían aflorado con el tiempo en su corazón y que Sasuke la estaba ayudando a entender, ¿Cómo decirle a Sasuke que lo amaba y no romperle el corazón en el proceso? No se permitiría lastimarlo nunca. Envolviendo sus brazos alrededor de Sakura para cargarla y dejarla sana y salva en el suelo sobre sus propios pies, Sasuke correspondió a su abrazo al mismo tiempo, no esperando que ella le dijera que lo amaba explícitamente—lo había dicho, pero era evidente que hablaba desde el amor de crecer juntos y ser tanto el uno para el otro—, de hecho ya lo hacía inmensamente feliz saber que Sakura no negaba lo que había entre ambos ni pretendía fingir que todo era igual que antes entre ambos porque no lo era, más cuando ambos ya no eran ningunos niños sino un hombre y una mujer adultos que se deseaban el uno al otro y que se negaban a permitir que algo obstaculizara sus crecientes sentimientos.
—No volveré a vestirme así otra vez— se quejó Sakura tan pronto como sus pies tocaron el suelo. —Detenme esto, ya no soporto los zapatos— pidió al Uchiha, alzando la falda de su vestido y tendiéndosela para poder quitarse los zapatos y que sostuvo en sus manos.
—No tendrás que volver a usarlo si no quieres— sosegó Sasuke soltando la falda de la pelirosa y envolviendo sus brazos alrededor de ella para cargarla. —Te ves hermosa, pero prefiero a la Sakura de siempre— declaró tras escucharla jadear de sorpresa.
Puede que fuera egoísta, pero Sakura deseaba que todo siguiera siendo perfecto entre Sasuke y ella, temía que dejaran de verse como los grandes amigos que siempre habían sido producto de los sentimientos que continuaban creciendo entre ambos y que no podían dimensionar cuanto los afectaban, su amistad seguía presente pero ya antes del baile Sakura había comenzado a entender lo celoso que podía ponerse Sasuke ante la idea de que ella pusiera sus ojos o pensara en arreglarse para alguien más, el antiguo Sasuke de sus días adolescentes no habría hecho nada de eso, pero ella misma no habría sentido celos como si había sentido años atrás al enterarse que el Uchiha había frecuentado un prostíbulo...ni siquiera entendía porque, pero la idea de imaginarlo con otra mujer y compartiendo lo que compartían juntos hacía que le hirviera la sangre. Envolviendo sus brazos alrededor del cuello de Sasuke e intentando no soltar sus zapatos en el proceso, Sakura rió por lo bajo mientras se dejaba cargar por el Uchiha quien dirigió sus pasos de regreso al Palacio de Versalles, pero no para regresar al baile ni nada parecido, sino que para rodear el Palacio más bien—ambos sabiendo bien como moverse por el lugar sin ser vistos—para llegar hasta la verja de la entrada donde encontrarían el carruaje con el cochero ya esperando por ellos, solo deseando regresar a la mansión Haruno y guardar los mejores recuerdos, habiendo pasado desapercibidos ante la perfecta pantalla de aristócratas y por los antifaces que cubrían sus rostros de acuerdo al protocolo del baile.
Había sido una gran noche, la mejor hasta entonces.
Semanas después y con el sigilo de un ladrón, una figura recorrió los secretos corredores de Versalles y todas las puertas le fueron abiertas a su paso, penetrando en los aposentos de la reina y llevándose un dedo a los labios para indicar a los sirvientes que permanecieran en total silencio cuando estos reconocían su presencia, pero el Emperador Austriaco disfrutaba enormemente de pasar inadvertido y por lo que se valió de las sombras, acariciando las orejitas del pequeño perro Pakkun que pertenecía a su hermana y que lo reconoció tan pronto como ingresó en la sala de música mientras Ino tocaba una dulce melodía en el clavicordio, sentada de espaldas a él e ignorando su presencia. No le extrañaba que Ino ocupase sus horas de ocio en la música, ciertamente había provocado jaquecas enormes a su madre la Emperatriz Miyuki—quien había buscado convertirla en una joven dama de bien—en sus primeros años, pero Ino había probado ser una de sus hermanas más talentosas si de la música se trataba, igual que del canto, no había recibido una instrucción profesional en la materia y por ende tenía defectos, pero podía conquistar a cualquiera con lo que deseaba transmitir. La concentración en los rasgos de su hermana resulto admirable para Deidara, sin embargo, este no se dejó engañar y, al detenerse exactamente de pie tras ella, el rubio estampó sus manos sobre las teclas del clavicordio, deteniendo la música y sobresaltando a su hermana que gritó por el exabrupto, pero pronto una sonrisa de júbilo se adueñó de sus labios al encontrar sus miradas.
—¡Deidara!— gritó Ino, levantándose de su lugar y casi saltando a sus brazos efusivamente.
—Mírate, estás deslumbrante— elogió Deidara correspondiendo a su abrazo, pero separándose y dándole una vuelta para analizarla mejor.
—Y tú tan desaliñado, ¿Qué llevas puesto?— increpó ella, palpando el material de su chaqueta y estremeciéndose al contacto. —Tu idea de siempre viajar de incognito un día te traerá problemas— el propósito de ser monarca era llamar la atención; él atentaba contra la naturaleza.
—Eso no ha pasado aún, por lo que no creo— difirió él, siempre eligiendo mantener su propia opinión. —Un Emperador solo ve lo que se le muestra; como un falso conde, puedo ver todo con mis propios ojos— obvió, defendiendo su actuar y que sabia era el correcto.
—¿Y que ves?, ¿Una reina a punto de perder su corona?— cuestionó la Yamanaka intentando que no se le quebrase la voz, sensibilizando a su hermano que se mostró visiblemente preocupado. —Si nuestra madre te envió pensando que suavizarías los ánimos, creo que se equivocó— comentó, eligiendo olvidar la pregunta anterior.
Su elegante hermana portaba un exquisito vestido de seda aguamarina oscuro, de escote redondo que resaltaba sus atributos y con un margen de encaje en el contorno, repleto de bordados más claros en hilo de plata que recreaban mariposas, de mangas ceñidas hasta los codos donde continuaban en largos holanes más claros y traslucidos hasta las muñecas, de falda amplia por el miriñaque que llevaba bajo el vestido, falda abierta en A en el frente, y su largo cabello rubio estaba recogido en el peinado alto que tanto la caracterizaba, adorado por mariposas que brillaban contra la luz, salvo por unos difusos rizos que caían sobre su hombro derecho, resaltando unos largos pendientes de diamante que le rozaban los hombros. Ino por otra parte no sabía que pensar de su hermano, quien vestía un informal traje de montar, practico como era él, y ligeramente húmedo por la llovizna, así como difusamente cubierto por manchas de suciedad fácilmente asociables al lodo, y su largo cabello rubio se encontraba despeinado e indómito como Ino tanto lo recordaba de sus años en Austria…verdaderamente Deidara no había cambiado ni un poco pese a que ya no fuera solo su hermano sino también el Emperador y Co-Regente de Austria. Habiendo sido informado de la sorpresiva llegada de su cuñado el Emperador de Austria, el rey Choji ingresó en los aposentos de su esposa tan pronto como los guardias le abrieron las puertas, volviéndose el centro de atención de Deidara quien se separó de su hermana para acercarse a él y abrazarlo con gran emoción mientras Ino sonreía.
—Mi querido cuñado, por fin te conozco— apreció Deidara al romper el abrazo, pues larga había sido la espera. —Soy Deidara, su hermano mayor— se presentó casualmente, señalando con la cabeza a su hermana que se cubrió los labios para no reír. —Ambos debemos tener una larga reunión— planeó indicándole a Ino que se acercara, y situando él una mano sobre los hombros de ambos cónyuges. —Nuestra madre me envió para solucionar sus problemas matrimoniales, porque es obvio que necesitan ayuda— o ya lo habrían resuelto por su cuenta desde hace años.
—¿Y crees que tengamos remedio?— preguntó Ino directamente, temiendo que fuese demasiado tarde para poner remedio a su situación
—Todos lo tienen, si quieren curarse— asintió el Emperador volviendo la mirada hacia su hermana y no queriendo que se desanimase, —y veo que ustedes sí— era evidente que sentían algo el uno por el otro, y ese era un enorme paso en la dirección correcta.
En la mente de Deidara, consumar un matrimonio no tenía por qué ser complicado y no tenía nada que ver con la atracción física entre ambos cónyuges; su fallecido padre el Emperador Inoichi había sido un hombre de naturaleza apasionada y que junto a su madre la Emperatriz Miyuki había engendrado más de quince hijos con un muy escaso margen de diferencia entre si—no todos habían sobrevivido, quince habían alcanzado la edad adulta y vivían, pero habían tenido muchos más—, no es como si fueran a pedirle a Ino que hiciera lo mismo, pero engendrar dos varones o tres era una cifra perfectamente aceptable para sellar la alianza franco-austriaca y para contentar la línea de sucesión francesa en su opinión, y en la de todos evidentemente. Muchas parejas no tenían química o atracción entre sí y pese a todo conseguían engendrar muchos hijos, porque cumplir con el deber era lo primero, sin embargo, e intercambiando una mirada con su cuñado Choji y quien se sonrojó como un niño inocente, Deidara dedujo muy pronto que una vez tuvieran una charla sobre la intimidad sexual, Ino seria perfectamente capaz de ejecutar su papel como reina. Amando a su hermano, pero sabiendo que su autoritaria madre podía ser sensible cuando se lo proponía, Ino no pudo evitar preocuparse interiormente porque Deidara hubiera sido el elegido para solucionar las tensiones entre Choji y ella para permitir que se consumase su matrimonio, pero ya que estaba ahí con ellos, lo mejor era aprovechar su presencia para resolver el mayor número de dudas que tuvieran...
Si alguien le hubiera dicho a Ino que su hermano le daría un extraño llamado de atención o "terapia de pareja", probablemente se habría reído y habría dicho que era imposible, pero eso habría sido hace muchos años, ya que en el momento presente era exactamente eso lo que estaba pasando; luego de que la presencia del Emperador hubiera sido comunicada a todos en Versalles, se habían hecho todos los preparativos apropiados para recibirlo; como bailes, funciones de teatro, recreaciones artísticas, e incluso el Emperador había acudido a la Opera en compañía de su hermana y visitado la escuela para sordomudos de que ella tanto le había hablado...pero tras todos esos compromisos, ninguno podía postergar lo que era ya inevitable, Deidara sentado sobre uno de los divanes de los aposentos de su hermana, quien estaba sentada muy cerca de Choji en el diván contiguo, ambos luciendo compungidos como dos niños asustados que o habían hecho algo mal o no habían cumplido con el deber que se esperaba de ellos. La verdad Deidara se había esmerado mucho en literalmente hacer huir a los sirvientes—entre ellos al Embajador Shikaku, su mano derecha en aquel asunto político—y hacer que acomodasen los muebles para brindar un ambiente más cómodo y harmonioso para la joven pareja y que continuaba sin saber si la situación en que se hallaban era culpa suya por la ignorancia que tenían o bien de quienes los habían sumergido en aquella ignorancia debido a su inocencia, mas a Deidara solo le importaba solo encontrar una solución.
—Matrimonio, matrimonio, matrimonio…una palabra que no puede tomarse a la ligera— inició el Emperador con máxime seriedad. —Nuestro mundo vive constantes revoluciones, muchas de ellas religiosas, pero quisiera que ambos entendieran que su unión solo podrá anularse si uno de los dos muere, a ojos de Dios, de lo contrario podrán estar libres a ojos de los hombres, pero no a ojos del altísimo y por ende condenaran sus almas, como creyentes que somos, pues estarían pecando de adulterio— declaró citando el canon católico y que no era tan tajante según los luteranos, una fe muy presente en Francia.
Que su hermano Deidara ahora si vistiera apropiadamente como el Emperador que era, o cuando menos como un aristócrata de su debido rango, solo resaltaba aún más la impronta que tenía la situación en que estaban y les recordaba que no podían pedir que aquella conversación se postergase por mucho que los incomodara; pero, además estaba el contexto religioso de ambos, acérrimos y devotos católicos—Ino asistía a misa cada día sin falta, tanto por la mañana como varias veces al día, y Choji sentía un profundo respeto por los religiosos a quienes tenía en puntos respetables de la política y la vida cortesana—y que recordaba continuamente a ambos que aunque todo su entorno versallesco pareciera presionarlos para acordar una anulación de su matrimonio—ya que este no había sido consumado—, esto solo sería a ojos de los hombres, ya que su matrimonio y unión verdadera siempre seria indisoluble a ojos de Dios en tanto uno de los dos continuase con vida, y no era deseo alguno por parte de ambos desear que esta llegase a su fin, ciertamente no todo había sido feliz entre ambos, pero la compresión y afecto que encontraban en el otro los instaba continuamente a luchar por permanecer juntos. Observándose el uno al otro por el rabillo del ojo y no sabiendo que decir a causa de la ferozmente fuerte presencia que era el Emperador Deidara, sin importar que fuera el hermano de Ino, el rey y la reina de Francia tragaron saliva y se mantuvieron silentes, haciendo comprender al Emperador que debería ser más contundente.
—Bueno, primero lo primero, ¿Pueden decir sinceramente que lo han intentado todo?, ¿Se muestran afecto el uno al otro?— interrogó Deidara directamente e intercalando su mirada entre ambos. —¿Se interesan por los pasatiempos del otro?— inquirió observando en específico a su hermana.
—Tanto como podemos, y si nuestros deberes lo permiten— asintió Choji volviendo la mirada hacia su esposa, no deseando fallarle como esposo si es que lo hacía.
—Pero siempre intentamos dedicar tiempo al otro, y a buscar su felicidad— respaldó Ino esbozando una sonrisa y alargando su mano para entrelazarla con la de su esposo.
—Bien, esa es la base de todo buen matrimonio— felicitó el Emperador, genuinamente complacido. —¿Cómo es su intimidad?, ¿Qué hacen, explícitamente?— preguntó esta vez, volviendo a recibir silencio de parte de ambos y que apartaron la mirada sonrojados. —Sé que es incómodo, pero si voy a ayudarlos, necesito conocer los detalles— nadie lo sabría fuera de la habitación, brindándoles la privacidad que ambos tanto valoraban.
—Bueno…— inició la Yamanaka con un poco de valor extra, sabiendo que su esposo no se atrevería a ser el primero en hacerlo, —él me besa, me penetra, se queda quieto por varios minutos, y luego se retira— resumió volviendo la mirada hacia su esposo, esperando no ofenderlo con sus palabras.
—Suele ser doloroso para ella e incómodo para mí, así que intentamos hacerlo rápido— secundó el Akimichi a modo de justificación. —La vuelvo a besar, le doy las buenas noches y nos quedamos dormidos— no pudo evitar esbozar una sonrisa ladina, ya que compartir la misma cama siempre era muy importante para ambos.
Las preguntas de Deidara en realidad no habían estado destinadas a su cuñado, quien era rey al fin y al cabo, sino a su hermana Ino y que él bien sabia podía ser muy frívola y egoísta cuando se lo proponía—era una gran mujer, con un corazón muy noble, pero no dejaba de ser humana después de todo—, mas le sorprendía enormemente la madurez de Ino, quien no solo se interesaba por los pasatiempos de su esposo con genuina curiosidad, sino que era capaz de entender que una mujer debía ser compañera y refugio de su esposo, no una tormenta o alguien que generase tempestad, de hecho Ino parecía ciega a los defectos de su esposo y eso bien merecía celebrarse; así debía comportarse una reina para con su rey. Pero lo que Deidara estaba escuchando lo desconcertaba y helaba al mismo tiempo, le hizo entender que el origen del problema no era otra cosa que la total inexperiencia de ambos conyugues, mas necesitaba corroborarlo. Aunque Ino desease tener a su esposo a su lado más continuamente para reír, compartir aventuras, actividades y todo tipo de cosas, entendía que sus intereses y formas de divertirse eran muy diferentes—ella disfrutaba de estar rodeada de amigos y un gran bullicio de las bacanales parisinas, y Choji de la quietud de su taller de herrero, creando llaves o cerraduras, o sumergido en la lectura—, por lo que podía ser comprensiva y esperar a que él tuviera tiempo para ella, sumado al hecho de que él era rey y tenía una jornada mucho más estricta que la suya, y eso también involucraba la intimidad propia de marido y mujer.
—¿Solo eso?— preguntó Deidara, viendo asentir a su cuñado. —No has dormido con otra mujer, ¿cierto?— no pudo evitar dejar libre un suspiro al recibir otro asentimiento y que le confirmo todo. —Veo que ambos tienen serios problemas sobre la teoría del sexo, pero nada que no pueda solucionarse— sosegó sorprendiendo ambos y que le dedicaron toda su atención. —No han hecho nada malo, solo que, al momento de penetrar, debes retirarte y volver a entrar, repitiendo el movimiento una y otra vez, al ritmo que sea satisfactorio para ambos, hasta eyacular, esa es la clave— aclaró a su cuñado que pareció analizar la propuesta en su mente, entre sorprendido y comprendiendo su error.
—¿Y si…?, ¿Y si Choji practica con otra mujer?— preguntó Ino, temiendo que su inexperiencia solo complicase más las cosas. —Lo digo si no logramos que se resuelva el problema— no sería el primer hombre que recurría a una amante en dificultades.
—Es una opción— asintió el Emperador, siendo perfectamente aceptable, —me alegra que seas comprensiva, Ino— celebró, orgulloso de la forma de pensar de su hermana.
—Un esposo no se desvía si ama a su esposa— protestó Choji valorando enormemente a sus fallecidos padres y lo que había aprendido de ellos. —Mi padre no traicionó a mi madre, y yo no traicionare a mi esposa— volvió la mirada hacia su esposa, quien lo observó sorprendida y conmovida a partes iguales. —Lo volveremos a intentar…si quieres— propuso, entendiendo si ella sentía que ya no tenían por qué seguir juntos.
—Quiero— contestó la Yamanaka de inmediato, sonriendo nerviosamente ante su propia vehemencia.
Hasta ahora Ino había creído que todo era su culpa, todos en la corte lo pensaban, pero además ella temía ser una esposa rara y loca que espantaba a su esposo y le impedía consumar completamente su matrimonio, pero ahora la llenaba de esperanza escuchar de parte de su hermano que todo lo que estaba mal entre Choji y ella era la teoría que habían tenido del sexo y que tenía todo el remedio del mundo mientras ambos procesaban las palabras de Deidara, y todavía más la ternura de su esposo quien se negaba a entregar su primera vez otra mujer que no fuese ella y que la hizo sentir profundamente honrada, le hizo sentirse como la mujer más afortunada sobre la Tierra por haber encontrado a un hombre que la amara tanto solo por ser quien era, y de todo corazón Ino deseó volver a abrirle su cama a su esposo pero para ahora poder consumar completamente su unión y—Dios mediante—concebir un hijo en su vientre, su sucesor al trono. Volviendo a intercalar su mirada entre su hermana Ino y su cuñado Choji, Deidara esbozó una sonrisa ladina al ver que disposición por solucionar su problemática y consumar su matrimonio eran algo que ambos tenían de sobra y eso le daba esperanzas solidas de mantener la alianza franco-austríaca, pero continuaría observándolos a ambos durante los días que aun permanecería en Francia antes de dirigirse a Baviera—unos dominios que deseaba poseer como dote de su fallecida esposa—, porque no quería dejar nada al azar, no tratándose de una unión política tan ventajosa, mas ahora se sentía tranquilo al ver feliz a su hermana.
Todo indicaba que habría un heredero en camino pronto.
PD: Saludos mis amores, prometí que actualizaría esta semana y lo cumplo, esperando como siempre poder cumplir con lo que ustedes esperan de mi, agradeciendo su apoyo y deseando siempre que mi trabajo sea de su agrado :3 las próxima semana descansare, ya que lo necesito, y luego iniciare un nuevo fic sorpresa y de una temática y anime completamente diferente, luego prosiguiendo con "La Reina Olvidada" y "Kóraka: El Desafío de Eros" :3 Esta historia esta dedicada a mi querida amiga DULCECITO311 (esperando que el capitulo sea de su agrado), a laus963 (disculpándome por la demora, agradeciendo su apoyo y prometiendo que el romance en la trama no le decepcionara), a Kiome (prometiéndole no abandonar la historia y dedicándole todos y cada uno de los capítulos de esta historia), a UchihaMun (agradecida por su apoyo y sus halagos a este despreciable intento de escritora, dedicándole cada capitulo de esta historia), a ktdestiny (honrada profundamente por su reconocimiento y agradeciendo cualquier sugerencia que se quiera hacer), por supuesto a YessCristopher (dedicándole este capitulo y los que siguen por sus hermosas palabras) y a todos quienes siguen, leen o comentan todas mis historias :3 Como siempre, besitos, abrazos y hasta la próxima.
También les recuerdo que además de los fics ya iniciados tengo otros más en mente para iniciar más adelante en el futuro: "La Bella & La Bestia: Indra & Sanavber" (precuela de "La Bella & La Bestia"), "Sasuke: El Indomable" (una adaptación de la película "Spirit" como había prometido hacer), "El Siglo Magnifico; Indra & El Imperio Uchiha" (narrando la formación del Imperio a manos de Indra Otsutsuki en una adaptación de la serie "Diriliş Ertuğrul") :3 Para los fans del universo de "El Conjuro" ya tengo el reparto de personajes para iniciar la historia "Sasori: La Marioneta", por lo que solo es cuestión de tiempo antes de que publique el prologo de esta historia. También iniciare una nueva saga llamada "El Imperio de Cristal"-por muy infantil que suene-basada en los personajes de la Princesa Cadence y Shining Armor, como adaptación :3 cariños, besos, abrazos y hasta la próxima :3
