Capítulo 5. El Gato de Cheshire II.
El Dr. Terada acudió al despacho del Profesor Li un poco nervioso. Intuía por qué lo habían llamado, pero aún así era demasiado importante como para no sentir nervios.
–Hemos estado discutiendo sobre tu futuro. –le dijo Hien.
–¿Mi futuro? –preguntó Terada con una sonrisa nerviosa.
–Supongo que te lo imaginas, pero sólo con tus trabajos de investigación no puedes adquirir el rango de profesor.
–Pero, Profesor…
–Escúchame. –interrumpió Li. –La cuestión es que el presidente de la Constructora Oribe tiene que someterse a una operación muy pronto, como puedes ver en esa tablet.
–¿Hay que extirparle los tumores de la submucosa gástrica? –preguntó Terada al ver la información.
–Es un paciente muy especial que nos ha estado haciendo generosas donaciones. –dijo Hien. –Desafortunadamente, yo estaré en un congreso ese día y no podré operar. Me gustaría que te hicieras cargo de la operación. También es una oportunidad de oro para ti.
Al escuchar aquella petición, la cara de Terada se tensó y al mirar la pantalla, esta se fue diluyendo poco a poco, desde el exterior hacia el centro. Entonces, se le vino a la mente aquel naipe que había recibido.
–¿Podrás hacerlo?
–Sin problema. Puede contar conmigo. –dijo Terada con una sonrisa nerviosa.
–Bien, puedes retirarte.
–Haré lo que hago siempre. –dijo para sí cuando salió del despacho, mientras hacía el gesto de la incisión. Del despacho fue hacia el departamento, buscó a Yamazaki y le contó las novedades.
–¿Yo?¿Quieres que realice una operación tan importante? –preguntó Yamazaki.
–Sólo creo que debo darle oportunidades a médicos más jóvenes. –dijo Terada.
–Muchas gracias, pero, ¿qué le va a decir al Profesor Li? –preguntó Yamazaki.
–No te preocupes por nimiedades como esas. Yo asumo la responsabilidad. –dijo Terada.
–Muchas gracias, Dr. Terada. Puede contar conmigo para lo que quiera. –dijo Yamazaki agradecido, al pensar que sería una gran oportunidad para él.
Cuando ambos médicos terminaron de hablar y tras haber escuchado la conversación, Sakura se dirigió hacia Terada.
–Doctor, hay algo que me gustaría saber. ¿Qué cualidades debe tener un cirujano? –preguntó Sakura.
–Pues…, habilidad y experiencia. –dijo Terada tras pensar unos segundos. –Y supongo que también es importante estar en buena forma física.
–Entonces, como la vida de los pacientes está en nuestras manos y es una gran responsabilidad, es importante que nuestro físico esté en las mejores condiciones, ¿no es así?
–Es lo natural como profesionales. –dijo Terada. –Pero hay algo más importante si quieres sobrevivir en este mundo. Lo más importante es evitar los riesgos.
–¿Los riesgos?
–Los pacientes molestos que muestran una preocupación desmesurada y te bombardean con preguntas y las cirugías largas son sólo riesgos. Déjaselas a los que quieran hacerlas. La verdad es que no entiendo cómo la gente corre esos riesgos voluntariamente. No pueden ser más estúpidos. Además, debemos pensar en nuestra propia familia. Al fin y al cabo, la familia es lo más preciado. –dijo Terada.
–Por supuesto. –dijo Sakura.
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Cuando Sakura llegó a casa puso toda la información que necesitaba en la pared de objetivos. Esta vez se llenó de información sobre Yoshiyuki Terada, incluyendo mapas de los sitios frecuentados y fotografías de su hija. Tras recordar lo borde que fue con ella al salir del quirófano después de operar a su padre, supo cómo lo haría caer. Utilizaría lo que él más quería: su hija.
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Miku estaba llorando junto al control de enfermería. Era muy común verla por allí, porque de vez en cuando acudía al hospital para visitar a su papá, o su madre la dejaba allí porque ella estaba ocupada y él se encargaba de ella, como había ocurrido en aquella ocasión. Pero esta vez, su padre estaba ocupado y no podía atender a la niña, por lo que la dejó en el control de enfermería.
–¡Papá! –lo llamaba la niña.
–Tu papá está ahora mismo con un paciente. No llores. –intentó calmarla una enfermera.
–Necesito un respiro. –se quejó Meiling harta de escuchar los lloros de la niña.
Desde un rincón, Sakura ya obtuvo lo que necesitaba, por lo que se acercó a la niña.
–¿Estás bien? –preguntó Sakura poniéndose a su altura. –Seguro que termina pronto.
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–Mañana, el Dr. Terada le operará. –dijo Hien presentando al cirujano que operaría al importante paciente, que estaba ya ingresado en una habitación bastante exclusiva.
–Es un médico con mucha experiencia e investigaciones muy productivas. No podría estar en mejores manos. –añadió Eriol Hiragizawa.
–Está bien, si un abogado tan prestigioso como tú lo dice, no tengo dudas. –dijo el paciente.
–Gracias. –dijo Eriol por el halago.
–Yo también soy un hombre muy ocupado, así que, cuento con usted para que me realice la operación de la manera más suave y rápida posible.
–Puede estar tranquilo. –dijo Terada.
–Cuento contigo, Terada. Descansa bien esta noche. –le dijo Hien al salir de la habitación del paciente.
–No se preocupe. Habré terminado para cuando vuelva del congreso. –dijo Terada.
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Cuando Sakura salió del hospital, se reunió con Spinnel, pasándole unas fotos y diciéndole lo que tenía que hacer.
–Oh, venga. Dame un respiro. No me hagas hacer esto. –se quejó Spinnel.
–¿Acaso tienes elección?
–Pero…
–Hazlo. –dijo Sakura, fulminándolo con la mirada.
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Al día siguiente, Miku estaba en el tobogán del parque mientras su madre hablaba con otras madres haciendo algo de tiempo antes de ir al colegio. Aprovechando la distracción de la madre de la niña, Spinnel, que llevaba un gorro de pesca, se acercó a ella.
–Hola. –saludó Spinnel.
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Yoshiyuki Terada caminaba por un pasillo del hospital cuando recibió la llamada desesperada de Rika, su mujer.
–¡No encuentro a Miku!¡¿Qué hago?! –lloraba Rika mientras corría desesperada por el parque. –¡Estaba jugando en el tobogán y de repente se ha esfumado!¡No está en ninguna parte!
–Está bien. Cálmate. Sigue buscándola. Estará bien, ¿vale? –dijo Terada intentando calmar a Rika. Nada más colgar a su mujer, recibió una llamada de un número oculto. –¿Diga?
–He secuestrado a su hija. –dijo una voz distorsionada. –¿La oyes?
–¡Papá! –decía la niña llorando.
–¡Miku!
–La niña está bien cuidada. –dijo Sakura con la voz distorsionada desde el sótano del hospital.
–¡Miku! ¿Qué quieres, dinero?
–No quiero dinero. Sólo tienes que hacer lo que te diga. Tienes que ser tú quien opere al presidente de la constructora Oribe. –dijo Sakura.
–Su operación está programada de todas formas. –dijo Terada sin comprender.
–He dicho que lo tienes que operar tú. –dijo Sakura enfatizando la última palabra. –Degeneración pigmentaria de la retina y estrechamiento del campo visual. Y los síntomas empeoran en estado de tensión, por ejemplo, en cirugías, ¿me equivoco?
Al escuchar aquello, a Terada se le heló la sangre a pesar de que comenzó a sudar y a soportar un calor agobiante. No comprendía cómo alguien sabía todo aquello, cuando ni si quiera su mujer lo sabía. Cuando llegó a su mesa, volvió a ver un sobre familiar. Era como el de la otra vez. Al abrirlo volvió a encontrar otro naipe. El dibujo era el mismo, pero abajo rezaba Otro secreto. La carta venía acompañada de un folio que cuando lo desplegó y leyó, el rictus de su cara no podía ser más tenso. Recordaba perfectamente aquella cirugía. Terada comenzó a respirar como si acabara de correr una maratón.
–Dr. Terada. –dijo Yue entrando a la sala de médicos del Departamento de Cirugía Digestiva. Del susto, hizo el informe una bola y se lo metió en el bolsillo de la bata. No podía dejar que nadie viera aquello. –Quería hablar sobre el anuncio sobre la investigación sobre las células cancerígenas de la conferencia académica del otro día.
Terada estaba visiblemente nervioso, sobre todo cuando empezó a vibrarle el teléfono, que buscó de forma torpe por sus bolsillos.
–¡Ya hablaremos en otro momento! –exclamó Terada saliendo como una exhalación.
Extrañado por la actitud de Terada, Yue salió y vio al médico hablando por teléfono en una esquina del pasillo.
–¿Mi hija está bien? –preguntó Terada. –Está bien. Haré lo que me pides.
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La hora para el Dr. Terada había llegado. Cuando entró en quirófano, el equipo que asistiría la operación ya estaba allí preparándolo todo. Al entrar, hasta las voces de sus compañeros saludándole le sonaron sordas, porque lo único que escuchaba era el violento latido de su corazón.
–Él nunca lo sabrá. Haré lo que hago siempre. –se dijo a sí mismo en un intento por tranquilizarse.
–¿Se encuentra bien, Doctor? –preguntó Sakura, que también asistiría en el desarrollo de la operación.
–No es nada. –dijo Terada tras un suspiro. –Procedemos a la operación. Koichi Oribe, de sesenta y cinco años. Extirpación de tumores de la submucosa gástrica. Bisturí.
Cuando la enfermera de instrumental le pasó el bisturí, Terada percibió movimiento. En la zona superior de los laterales del quirófano había unas cabinas en las que podían asistir alumnos. Pero esta vez no eran alumnos los que entraron, sino representantes de la empresa del paciente. Aquello le recordó lo importante que era ese paciente para el hospital. Cuando pensaba que había conseguido dominar sus nervios, la tensión volvió a su ser, a lo que se le sumaba la distorsionada voz del secuestrador de su hija. De repente, su visión se fue reduciendo.
–¿Doctor? –preguntó Yamazaki, al ver que no empezaba la incisión.
–No es nada. –respondió él, aunque Sakura sabía perfectamente lo que le estaba ocurriendo. Pero Terada, aunque estaba con el bisturí preparado, seguía sin realizar la incisión. Tan sólo intentaba enfocar la mirada.
–Doctor, ¿se encuentra bien? –volvió a preguntar Sakura. Entonces el aludido cerró los ojos.
–Se cancela la operación. –dijo Terada dejando el bisturí en la bandeja. –No me siento bien.
Y abandonó el quirófano.
Cuando Sakura salió, se fue a la azotea y llamó a Terada.
–Me he enterado de que has huido de la operación. –dijo Sakura sosteniendo un móvil con un dispositivo para distorsionar la voz, un auricular y una grabadora por si volvía a necesitarla.
–¿Cómo lo sabes? –preguntó Terada mirando a todas partes, por si había cámaras ocultas, a pesar de estar en medio del pasillo.
–No has cumplido con lo que te dije. –dijo Sakura. –¿Debo tomármelo como que no te importa lo que le ocurra a tu hija?
–Espera. Dame otra oportunidad.
–Supongo que tendré que hacerlo. Dile al presidente de la constructora las palabras exactas que te voy a decir.
–¿Palabras?
–Unas palabras que conoces muy bien. –dijo Sakura. Mientras le decía las palabras, Yue apareció en la azotea buscando a Sakura, pero ésta no se percató porque estaba de espaldas.
–¿Cómo sabes eso? –preguntó Terada.
–Hazlo. Palabra por palabra. No consentiré ningún error. No olvides que te estoy vigilando. –dijo Sakura, que colgó.
Terada colgó el teléfono derrotado cuando algunos compañeros acudieron a él corriendo.
–¡Doctor!¡El presidente dice que se marcha! –exclamó Yamazaki.
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–¿Qué diablos estás haciendo? –preguntó Yue arrebatándole la grabadora a Sakura, pero ya era tarde. La llamada ya había acabado. –¿Has llegado al punto de secuestrar a una niña por tu venganza?¿Acaso no sabes que eso es un delito muy grave?
Sakura le arrebató la grabadora.
–Precisamente tú no tienes derecho a criticarme. –dijo Sakura. Tras decirle eso, se marchó. Tenía que observar si Terada iba a hacer lo que le había ordenado.
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Terada fue corriendo seguido de Yamazaki y otro médico en busca del presidente de la constructora para evitar que se marchara. Cuando llegaron al hall principal, Meiling ya estaba intentando que no se marchara, pero el hombre parecía decidido.
–¡Aparta!¡No quiero estar ni un segundo más aquí! –exclamó enfadado. Había permanecido ingresado un día, le habían anestesiado y cuando despertó no habían hecho nada. Era algo que no podía tolerar. Se sentía engañado, humillado y había perdido el tiempo.
–¡Espere, por favor! –se interpuso Terada.
–¡Tú!¿Por qué has cancelado mi cirugía? –preguntó enfadado.
–Porque no me encontraba bien. –dijo Terada.
–¡Sandeces!¡Si te encontraras mal no podrías correr como lo acabas de hacer! –exclamó enfadado y apartándolo. Mientras sus compañeros intentaban detener al presidente, Terada recibió un mensaje que decía: No olvides que te estoy vigilando.
Terada miró a su alrededor, pero no identificaba a nadie que pudiera estar llevándolo hasta ese límite. Por si no le podían ir peor las cosas, vio entrar por la puerta principal al Profesor Li y a Eriol Hiragizawa.
–¡Presidente, espere! –gritó Terada yendo hacia él. Pero Li vio el revuelo que había montado.
–¿Qué quieres? No tengo tiempo que perder. –dijo enfadado. Pero Terada sólo balbuceaba. –¿Vas a hablar o no?¡Suéltalo de una vez!
–¡Yo también tengo familia! ¡No puedo dejar que destroces mi reputación por una acusación falsa y sin fundamento! –gritó Terada. Sakura sonrió mientras que todos los que estaban allí no entendían nada.
–Muy bien. Veremos si vuelvo a este hospital. Dile al director que de ahora en adelante no voy a donar ni un solo yen más. –dijo el presidente, que se dio la vuelta mientras Meiling y Yamazaki intentaban detenerlo.
Hien y Eriol fueron hacia el presidente de la constructora.
–Profesor, hay un motivo para esto. –intentó justificarse Terada.
–Le pido disculpas por todo lo que el Dr. Terada ha hecho. –dijo Hien inclinándose bajando la cabeza, a lo que se unió Eriol y el propio Terada. –Haremos todo lo posible por recuperar su confianza. ¿Podría darnos otra oportunidad?
–Se lo rogamos, Presidente. –dijo Eriol.
–Lo siento muchísimo, pero la próxima vez…–dijo Terada, que se vio interrumpido por Hien.
–No habrá próxima vez para él. Desde ahora mismo ya no forma parte de la plantilla. –interrumpió Hien. –Le enviaremos una notificación oficial con una nueva fecha para la operación.
–Está bien. –dijo el presidente de la constructora. Eriol y Hien acompañaron al presidente a un lugar más privado.
Tanto Meiling como Yamazaki pensaron que la aparición de Hien fue providencial. Gracias a él y a su calma pudo reconducir la situación. Quien no salió tan bien parado fue Terada, que había sido despedido fulminantemente de la manera más humillante.
El Profesor Kaito apareció allí alertado por otros trabajadores.
–¡Si no me necesitáis, me iré a un hospital en el que sepan apreciarme! –exclamó Terada mientras veía cómo se marchaba Hien. –¡Aunque no sea un hospital universitario!¡No me hace falta besarte el culo, Li!¡Hay montones de hospitales por ahí!
–Al menos no vas a tener que lidiar con él. –le dijo Eriol a Hien.
El Profesor Kaito se dirigió hacia donde estaba Yue, que había sido testigo de todo.
–Hola, Profesor Kaito. –saludó Yue.
–La medicina existe para los pacientes. Pero parece que hay demasiados médicos aquí que no se dan cuenta de algo tan obvio como eso. –dijo Kaito.
Tras el escándalo montado en el hall, Sakura volvió a la azotea y envió un mensaje a Terada, con la dirección en la que podría encontrar a su hija.
–Hice lo que me dijiste. –dijo Spinnel, reuniéndose con Sakura en la azotea.
–Buen trabajo. –dijo Sakura.
–Esta es la última vez, ¿me oyes? –dijo Spinnel antes de marcharse. Una vez que se fue, Sakura sacó la grabadora de su bolsillo y reprodujo el llanto de la niña que grabó previamente en el hospital el día que la niña tuvo que esperar a su padre durante más tiempo.
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Terada, todavía con el pijama del hospital salió corriendo hacia la dirección que el secuestrador le había enviado. Cuando llegó, se dio cuenta de que era el colegio de su hija. Tocó en el portero automático.
–¿Quién es?
–Terada. –respondió él. Cuando abrieron las puertas, entró en el patio.
–¡Miku, tu papá ha venido a recogerte! –dijo la maestra. La niña salió.
–¡Hola, Papá! –saludó la niña desde lejos. –Pero quiero jugar un poco más.
–Lo sé, pero tu papá ya está aquí para ir a casa. Ve a recoger tus cosas. –dijo la maestra.
–Miku. ¿Ha estado aquí todo el tiempo?
–Al saber que era tu hija, la dejé en el lugar más seguro. –dijo Sakura, apareciendo tras él.
–¿Has sido tú? Zorra, ¿cómo te atreves a tocar a mi querida hija? –dijo Terada enfadado cogiéndole de la solapa de la chaqueta, pero Sakura no borró su sonrisa.
–¿Y tú cómo explicas lo que hiciste hace quince años? Tú me arrebataste a mi querido padre. –dijo Sakura.
–¿Tú eres la hija del Dr. Kinomoto? –preguntó Terada, al realizar la conexión entre el informe que recibió y todo lo que había ocurrido.
–No tienes derecho a seguir siendo médico. –dijo Sakura, que sacó su móvil y le enseñó la escena que había montado en el hall del hospital. –Si cuelgo esto en internet, no importa a qué hospital del país vayas, la gente hablará del papá de Miku a sus espaldas. Dirán que su padre es escoria. ¿Qué vas a hacer?
–¿Me estás pidiendo que deje la medicina? –preguntó Terada.
–¡Papá! –exclamó la niña que salía corriendo.
–¡Espera, Miku!¡Has olvidado tu corona de cartulina! –dijo la profesora tras ella. Terada miró a su hija.
–Mi padre fue apartado de su hija por tu culpa. –dijo Sakura. –Y no te perdonaré hasta el día que me muera.
Derrotado, Terada cayó de rodillas. Sakura se dio la vuelta para marcharse, pero Terada empezó a hablar.
–Intenté informar. En realidad no queríamos encubrir la negligencia. Por eso intenté denunciarlo. Pero ese abogado, Eriol Hiragizawa, para manteneros a la familia callada incriminó a tu padre diciendo que robaba y vendía sustancias del hospital. Y nos amenazó con denunciarnos si decíamos algo. ¡Él está detrás de todo!
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Eriol bajó al aparcamiento subterráneo del hospital, donde le esperaba un coche al que se montó.
–Después de la Dra. Madoushi, ahora el que se ha portado mal ha sido el Dr. Terada. –dijo Eriol.
–¿Y? –preguntó Hien, que fumaba un cigarro.
–Sólo que se me ocurre que hay una extraña conexión con lo que ocurrió hace quince años. –dijo Eriol.
–La verdad sobre ese incidente jamás saldrá a la luz. –dijo Hien.
–Por supuesto que no. –dijo Eriol. –El quirófano es una blanca caja negra.
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Después de lo que Terada le había dicho, Sakura se marchó al patio del hospital y se sentó en unos escalones frente al cerezo. A pesar de que no era tarde, ya había oscurecido.
Yue, que salía en aquel momento del hospital, no pudo evitar recordar a su hermano al ver el cerezo y se acercó a Sakura. Al verlo acercarse, Sakura se levantó para marcharse.
–Estoy sorprendido de que estuvieras dispuesta a hacer algo tan atroz. –dijo Yue. –Supongo que tienes razón y ya no eres la misma Sakura que conocí.
–¿Me vas a delatar?
–No. Voy a ayudarte. Creo que es la forma en la que puedo resarcirme por lo que hice. Se lo debo a tu padre. Además, yo también quiero saber la verdad.
–Haz lo que te dé la gana.
–Entonces es lo que haré.
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Shaoran deambulaba por los pasillos del hospital sin poder quitarse de la cabeza las palabras que le dijo Sakura.
–Mi propio estilo. –dijo Shaoran para sí con una sonrisa soñadora. Mientras iba pensando en Sakura, Meiling giró con un carro, pero se le cayeron un montón de sobres con gasas.
–Oh, mierda. –se quejó Meiling.
–Déjame que te eche una mano. –se ofreció Shaoran al verla.
–¡Ni hablar! Si me ve el Profesor me reñirá. –se negó Meiling.
–No te preocupes. –dijo Shaoran insistiendo. –Sólo soy yo.
Cuando todo estuvo en su sitio, Meiling quedó cautivada por la sonrisa y la amabilidad del castaño. Tras un agradecimiento con la cabeza, Meiling continuó arrastrando el carro. Tras varios pasos se le volvieron a caer las cosas y Shaoran volvió a ayudarla mientras reían por la tontería.
Cuando Meiling por fin consiguió llegar al control de enfermería, Sakura la vio con una sonrisa bobalicona.
–¿Qué te pasa? –preguntó Sakura al ver la expresión de Meiling.
–Te lo diré en cuanto tengamos un rato. –dijo Meiling por lo bajo. –Por cierto, ¿te has enterado? Parece que el idiota de Terada ha dejado la medicina y ha vuelto a su pueblo.
–¿De verdad?
–Le está bien empleado. Pero, ¿no crees que es extraño lo que pasa últimamente?
–¿A qué te refieres?
–Todo el mundo habla de ello. Es como si alguien estuviera arreglando las cosas en este hospital. –dijo Meiling.
–Dra. Asumi. ¿Tienes un minuto? –preguntó el Profesor Kaito.
–Claro. –dijo Sakura.
Continuará…
