Capítulo 19
Problemas maternales
Los siguientes días pasaron lentamente, como si supieran de su situación y quisieran burlarse de él, cosa que no le hacía ninguna gracia; esperar por esperar era, a su criterio, simplemente innecesario, y en ese sentido no era nada paciente. Cuando se trataba de algo que le gustaba ponía todas sus ganas en ello, necesitando de estímulos constantes y estar lo suficientemente motivado, si no, perdía enseguida el interés. Esperar conllevaba una pérdida de esfuerzo y atención, volviéndole apático y desinteresado, con todo lo que ello implicaba.
Por suerte o desgracia para él, según se mirara, keldeo estaba ahí para recordarle a Rizzo el entrenamiento de varias horas diario; al menos ahora el pokémon singular se amoldaba un poco más a sus horarios y no le despertaba a las siete de la mañana, esperando al menos media hora. A base de costumbre y repetición el chico se acabó medio habituando, pero siempre encontraba alguna excusa para recortar tiempo o terminar un poco antes de lo normal, cosa que le ponía de los nervios a keldeo la mayoría de las veces.
-¡Eres muy indisciplinado, si estuvieran aquí mis maestros te pondrían más recto que un palo en menos de veinticuatro horas!
-Agh, keldeo, en serio ¿cuántas veces más vamos a tener esta conversación?
-¡Las veces que hagan falta, sólo cinco horas por la mañana me siguen pareciendo muy poco, es preocupante!
-Lo que es preocupante es que cinco horas te parezcan poco, madre mía...
-¡Pues claro que me lo parecen! Con tan poco tiempo se pierde tanto el ritmo como la costumbre, y luego se rinde menos en batalla...
-¿Rendir menos en batalla? Te recuerdo que hasta ahora no hemos perdido ni un sólo combate...
Ante eso keldeo no supo muy bien qué contestar, ya que era categóricamente cierto; aun a pesar de la obvia falta de entrenamiento que ya venía de lejos antes de que él llegara al equipo, habían logrado salir airosos de todos los combates sin muchos problemas. Salvo el último combate de gimnasio que cogió muy de bravas al pokémon singular, ningún otro enfrentamiento les había supuesto un gran reto. Eso dio que pensar a keldeo el cual, de todos modos, comentó.
-Bueno, eso es cierto, pero aun así no hemos de dormirnos en los laureles, seguiremos entrenando como de costumbre.
-Está bien, está bien, pero no me atosigues tanto con el tema, anda...
Si de algo estaba orgulloso Rizzo era, sobre todo, de su resolución y su capacidad de resolver la mayoría de los problemas que se le presentaran, fueran de la índole que fueran. No necesitaba nada especialmente meticuloso o un plan sesudo, simplemente haciendo uso de las herramientas y las palabras adecuadas lograba cambiar una situación compleja a su favor, saliéndole por lo general bien. Por eso, no fue ningún problema para él disculparse con Aurora, la cual se encontraba un tanto distante con él desde la discusión del otro día. La vio sentada en el jardín sumida en sus propios pensamientos, acercándose a ella y comentando en ese momento.
-Ya decía yo que hacía algo de frío por aquí para esta época del año...
-Oh ¿lo dices por ti? Pensaba que ya te habías aburrido de mí, aunque con ese carácter no sabría muy bien qué pensar al respecto...
Rizzo guardó silencio, dejando pasar un poco el tiempo antes de contestarla al poco rato.
-Bueno, ahí tienes razón... supongo que algo sí que me falta después de todo.
-Vaya, entonces lo admites...
-Puede... aunque no es por lo que piensas.
-¿Ah, no? Ilumíname entonces...
A modo de respuesta el chico se acercó a ella, mirándola de soslayo mientras apoyaba un pie en el banco donde se encontraba sentada. Unos breves segundos condicionaron los resultados posteriores, al tiempo que murmuraba.
-Al contrario de lo que pueda parecer hasta yo tengo mis momentos. Lo admito, no soy nada emocional, pero incluso alguien como yo es capaz de admitir sus errores. No es algo que haría de buenas a primeras, pero bueno, la intención está ahí...
Ambos se miraron por unos breves instantes, él con gesto solemne y ella con las cejas levantadas, como si no terminara de comprar del todo lo que la vendía. Finalmente fue ella la primera en romper el hielo, dejando escapar una risita tonta y murmurando de seguido con gesto divertido.
-Bah, déjalo ya, no te pega nada ese aire de falsa modestia.
-¿No te gusta? Vaya, hombre, allá va mi técnica secreta infalible...
-Sigues poniéndote en evidencia. Los dos sabemos muy bien cómo eres: un idiota con ínfulas de grandeza y mucho carisma, condenadamente atractivo.
-Qué cosas me dices... ¿y qué hay de ti?
-¿Yo? Sólo soy una chica aburrida de la vida y de sus propias expectativas sin nada que perder... ¿te gusta así o quieres añadir algo más?
Aun a pesar de la pregunta el chico no dijo nada, tan solo esbozó una sucinta sonrisa, mirándole fijamente, al tiempo que ella le imitaba, mordiéndose el labio ligeramente. No hizo falta decir nada más, con eso fue más que suficiente, rematando la faena entre unos matorrales no muy lejos de allí.
También aprovechó los últimos días para explorar un poco por su cuenta, adentrándose un día en la ruta 6, la cual se extendía desde el oeste de la ciudad; un caudaloso río que bajaba de las montañas del norte zigzagueaba por todo un valle rodeado de bosques y vegetación, aunque se podía empezar a vislumbrar zonas montañosas y un tanto rocosas. A medio camino se encontró con el centro de estudios estacionales, donde se investigaba acerca de las estaciones y su posterior influjo sobre el ecosistema y los pokémon; en concreto, había un pokémon que se adaptaba perfectamente a las condiciones climáticas de cada estación y ese era deerling, por lo que le explicaron una vez allí.
-Tanto deerling como sawsbuck, su evolución, poseen una capacidad de aclimatación nunca antes vista en otro pokémon; en cada estación, ambas especies adaptan sus organismos y tanto su forma como color cambian sistemáticamente. Aquí puedes ver a varios deerling en sus respectivas formas de cada estación gracias a estas cámaras especiales que simulan la temperatura y las condiciones meteorológicas de cada estación.
De esta manera, el deerling primavera poseía un tono rosado en su pelaje, mientas que el del deerling verano se volvía más verdoso, a la vez que el del deerling otoño poseía un tono más marrón y opaco y el del deerling invierno adquiría un tono más oscuro y mate; pasaba algo muy parecido con sawsbuck, pero lo único que variaba en éste era su cornamenta. El sawsbuck primavera se coronaba de flores, mientras que el sawsbuck verano se cubría de un frondoso follaje verde, a la vez que el sawsbuck otoño se le oscurecía la vegetación y el sawsbuck invierno se cubría de un pelaje blanco como la nieve y sin vegetación alguna en su cornamenta, que se volvía blanca. El cambio era asombroso.
-Durante estos dos últimos años nuestras investigaciones han avanzado hasta el punto de lograr simular condiciones atmosféricas en entornos completamente cerrados, hemos aprendido mucho, y esperamos poder aplicar esta tecnología en otros ámbitos más allá del académico.
Como no era algo que le interesara particularmente continuó su camino y, al poco rato, hicieron un alto en el camino para comer cerca de allí en compañía de todos sus pokémon. En un momento dado, y mientras descansaban tras una buena comilona, el videoemisor del chico comenzó a sonar, echando un rápido vistazo a la pantalla. Al ver quién era, rodó los ojos con gesto desinteresado, cogiendo de seguido sin muchas ganas.
-¿Qué quieres, mamá?
La forma y el tono con lo que lo dijo llamó inmediatamente la atención de keldeo, reincorporándose ligeramente y mirándole con gesto inquisitivo, sin poder ocultar un leve gesto molesto en su rostro.
-Hola, hijo, te llamaba para saber qué tal te va todo…-oyó en ese momento la voz de la mujer, sonando positivamente interesada.
-Bien, todo bien… ¿algo más?
-Eh… bueno, cuéntame ¿Cuántas medallas tienes ya?
-Cuatro.
-Oh, qué bueno… ¿y cuántos pokémon tienes ya?
-Seis, tengo el equipo completo.
-Ah, qué bien... ¿cuáles son, puedo verlos?
-Están descansando ahora, prefiero no molestarlos.
-Claro, lo entiendo...
Rizzo la miró con gesto neutro y sin ganas de seguir hablando con ella. Por su parte keldeo no terminaba de creer ni de entender lo que pasaba delante de él, sintiéndose cada vez más y más molesto por momentos.
-¿Algo más antes de que sigas poniéndote en evidencia?-inquirió el chico en ese momento.
La mujer le miró con ojos llorosos y quiso replicarle, pero por alguna razón guardó silencio, a lo que él aprovechó entonces para finiquitar la conversación.
-Si no hay nada más, pues te dejo.
Y, tras eso, colgó la llamada sin decir o hacer nada más. Por su parte, keldeo miró incrédulo a su entrenador, espetándole por fin.
-¿¡A qué ha venido todo eso?!
-¿Qué dices?
-¡No te hagas el tonto conmigo! ¡La has tratado fatal!
Hubo un muy breve silencio en el cual ambos se sostuvieron la mirada, Rizzo con una adusta indiferencia y keldeo con una muy visible indignación. Finalmente, el chico murmuró.
-No tengo nada que decirte.
Eso para keldeo fue demasiado, respondiendo rápida y airadamente.
-¡¿Qué?! ¿¡Cómo puedes decirme eso y tratar a tu madre de esa forma?! ¡Ella lo ha dado todo por ti!
-No hables de lo que no conoces.
-¿¡En serio?!
-En serio, no te metas en camisas de once varas, punto.
-¡Una madre lo es todo, no entiendo cómo puedes ser así con la tuya!
Antes de lo esperado siquiera, Rizzo frunció el ceño y exclamó con mucha contundencia.
-¡Tú no tienes ni idea ni conoces a mi madre, así que cállate y no me vengas con ese rollo materno filial tan típico y manido! ¡Me parece estupendo que con tu madre te lleves de madre, pero a mí no me vengas con cuentos felices!
Keldeo se quedó estático, como si de repente todo lo que le había dicho le hubiera dado que pensar; y entonces, como una presa que se rompía debido a la presión, sus recuerdos le inundaron de golpe y porrazo.
Apenas vieron como comenzaba el incendio, sin embargo, sí que vieron a los humanos luchando entre sí muy cerca de las lindes del bosque; esas bestias de dos patas luchaban entre sí, hiriéndose a muerte y destrozándolo todo en el proceso. Arqueros en lo alto de una colina, ataviados con ropajes de guerra blancos, lanzaron multitud de flechas incendiarias contra un grupo de soldados con vestiduras de guerra negras; varias de ellas acabaron clavadas en los árboles y, con toda seguridad, fueron las causantes del incendio que comenzó a diezmar toda esa parte del bosque. Keldeo trataba de apagar con sus ataques de agua los focos menos calientes, pero apenas podía hacer nada, el fuego era demasiado intenso.
-¡Aléjate, keldeo, es peligroso!-exclamó una voz tras suyo.
-¡Pero padre, si no hacemos nada el fuego nos rodeará!
-¡Haz caso a tu padre, keldeo, y vuelve ahora mismo!-exclamó otra voz, más femenina.
-Sí, madre...
En ese justo momento, una rama en llamas encima de keldeo comenzó a resquebrajarse, amenazando con caer encima del pokémon; su madre lo vio enseguida y se lanzó hacia él.
-¡A un lado, keldeo!
De un golpe seco lo apartó rápidamente y la rama cayó al suelo con estrépito, extendiendo más fuego a su alrededor.
-¡Madre, madre!-masculló el pequeño pokémon, reincorporándose rápidamente.
-¡Aléjate, keldeo!-oyó a su padre gritar, arrastrando a su herida madre lejos de las llamas.
-¡No, no me iré sin vosotros! ¡Padre, madre!
En ese justo momento oyó un estruendo justo detrás de él, dándose la vuelta rápidamente y viendo un enorme árbol en llamas partirse en dos de golpe, al tiempo que una gran criatura cuadrúpeda, musculosa y con gruesos cuernos y mirada desafiante se ponía a su lado, urgiéndole de seguido.
-¡Tienes que irte, rápido!
En ese momento, otra criatura de color verde y cuernos horizontales, de mirada austera y porte maternal, se subió a una roca cercana y le indicó.
-¡Estamos evacuando el bosque, sal, rápido!
-¡Nuestro compañero te guiará!-añadió la criatura de gruesos cuernos.
Miró a su derecha y vio entonces a otra criatura más, de piel recia y de color azul, con unos altos cuernos amarillos; su porte era regio e intimidante, aunque su mirada denotaba un semblante más calmado y lleno de determinación, dirigiéndose a él con gesto sereno.
-¡Por aquí, vamos!
Sin embargo keldeo era incapaz de moverse de donde estaba, demasiado asustado como para dar siquiera un paso.
-¡No, no puedo, mis padres están encerrados al otro lado, ayudadlos por favor!
Nada más decirlo oyeron como la madera chascaba por encima de sus cabezas, al tiempo que muchas cenizas eran arrastradas por el viento, extendiendo aún más el fuego. En ese momento dos angustiadas voces se elevaron por encima del rugido del incendio, oyéndose altas y claras.
-¡Tienes que irte, keldeo!
-¡Huye, tienes que vivir hijo mío, vete!
-¡No, no, no me voy sin vosotros, no! ¡Padre, madre!-masculló keldeo, haciendo un amago de ir a por ellos.
Antes siquiera de que pudiera moverse, la criatura de anchos cuernos le detuvo en seco y le arrastró hasta donde estaba la criatura verde, al tiempo que indicaba.
-¡Sácalo de aquí, veré qué puedo hacer!
-¡Es muy arriesgado!
-¡Tú hazlo!-gritó entonces, antes de embestir el tronco en llamas.
La criatura verde llevó a keldeo casi a rastras donde estaba la de color azul, el cual lo sacó del bosque; se quedaron a pocos metros de la linde, viendo como ardía por completo. Las llamas iluminaban la oscura noche, extendiendo un denso humo por los alrededores que tapaba la luna en lo alto del cielo.
-¡Déjame, tengo que ir a por mis padres! ¡Padre, madre!-repetía keldeo, tratando de zafarse de él.
-¡No, es muy peligroso!
En ese momento la criatura verde surgió de entre las llamas de un lustroso salto y se reunió con ellos, al tiempo que la criatura azul la inquiría de seguido.
-¿¡Dónde está?!
-No lo he visto, creo que ya no queda nadie más…
-Maldito estúpido, va a obligarme a tener que ir a por él...
Sin embargo, antes de que pudiera ponerse en marcha, un enorme montón de tierra cayó sobre una zona en llamas, al tiempo que la criatura de cuernos anchos reapareció, embistiendo un trozo de tronco quemado; tenía algunas contusiones y quemaduras leves, pero al menos estaba entero. Se acercó hasta sus compañeros, anunciando con pesar.
-He hecho todo lo que estaba en mi poder, pero no había manera… lo siento, chaval…
-¡No, no! ¡Padre, madre!-chilló keldeo, con intención de volver a entrar, pero los tres lo pararon.
El potrillo se echó al suelo, llorando completamente desconsolado; las tres criaturas miraron al pequeño huérfano, sintiéndolo profundamente. Los llantos de keldeo conseguían alzarse sobre las llamas, que no parecían extinguirse nunca, mientras que la densa negrura de la noche se echaba sobre él.
Entrenador y pokémon se sostuvieron la mirada severamente por unos cuantos segundos y, finalmente, keldeo echó a correr, dejando caer varias lágrimas; Rizzo no hizo nada por detenerle y le vio cruzando varios charcos cercanos antes de desaparecer entre los árboles. Por su parte, el chico echó a andar lentamente mientras que pensaba en todo lo que le había dicho.
Keldeo corrió, sin mirar atrás, sintiendo como las lágrimas le ahogaban; hacía demasiado tiempo desde la última vez que lloró por ellos, pensaba que ya lo había superado, pero los más recientes acontecimientos parecían demostrar todo lo contrario. Ahora notaba sus lágrimas más pesadas que nunca, quemándole por dentro. Se detuvo junto al rio y se desfogó a gusto, soltándolo todo; fue como una liberación en parte, pero ni todas las lágrimas que pudiera llorar calmarían su inmenso dolor. Rizzo tenía el lujo de tener una madre, él no tenía nada; y sin embargo la trataba como si no estuviera ahí. Para él era imperdonable.
Siguió llorando hasta que finalmente se calmó, levantó la vista y observó el paisaje; sin embargo, antes de que pudiera empezar a apreciar la belleza natural del lugar, vio algo que le dejó sin habla. Y es que en lo alto de una colina cercana, pasado el río, vio a una criatura que le era tremendamente familiar; de piel dura, tonalidad azulada y altos cuernos amarillos, parecía mirarlo todo, con ese gesto sereno pero regio que tanto le caracterizaba.
-Ma… maestro…
Realmente era él, uno de sus tres maestros; estaba allí, delante de él, después de todo ese tiempo. No confiaba en volverlo a ver ni a él ni a los demás, sin embargo allí estaba, a escasos metros de donde se encontraba. Por lo que, sin pensárselo siquiera, se levantó y exclamó.
-Maestro… ¡maestro!
Echó a correr en dirección a la colina a toda velocidad, desplazándose sobre la superficie del agua del río como si fuera el propio suelo hasta alcanzar la otra orilla, buscando un camino que le llevara hasta lo alto de la elevación. Finalmente encontró un pequeño sendero algo abrupto que lo subió sin más demora y, en cuanto logró llegar a lo más alto, exclamó.
-¡Maestro!
Sin embargo, y para su mala suerte, ya no se encontraba en el lugar; aun así supo al instante que había estado allí, su sola presencia se había quedado impregnada en el ambiente y él la pudo notar, un aroma característico que le transportaba a otro lugar y otro momento muy lejano en el espacio y el tiempo. Fue entonces cuando una gran nostalgia se apoderó de él, sin poder evitar sentir una honda tristeza en su interior.
-Maestro…
Se tumbó en el mismo lugar donde antes había estado su maestro, cabizbajo y sintiéndose más desdichado que nunca.
Mientras tanto, no muy lejos de allí, Rizzo iba caminando sin prisa y sin pausa, resbalándole todo lo que le dijo keldeo. Por mucho que intentaba entenderlo, no lo lograba. ¿Ahora resulta que un pokémon iba a darle lecciones de como tratar las relaciones materno filiales? Era ridículo. Lo que tuviera o dejara de tener con su madre era cosa única y exclusivamente suya y de nadie más. Ni siquiera de un pokémon, por muy singular que fuera.
Fue a cruzar el río a través de un puente de madera cuando de repente, de golpe y porrazo, una criatura de color azul y cuernos amarillos apareció delante de él, mirándole fijamente.
-¿¡Pero qué demonios es esa cosa?!-masculló el chico, parando de golpe y poniéndose en guardia.
La criatura le sostuvo la mirada, intimidándole; Rizzo posó la mano sobre la ball de lucario, esperando un movimiento que parecía no llegar nunca.
-¿Es un pokémon?-pensó el chico, entrecerrando los ojos.
Pero el supuesto pokémon tan sólo siguió mirándole fijamente hasta que, en un visto y no visto, desapareció; Rizzo se recompuso y se dijo en voz baja.
-¿Qué fue eso?
En ese momento vio a keldeo caminando sobre el agua con paso lento y, al verle, le sostuvo una mirada llena de tristeza y dolor; no se dijeron nada, pero en ese justo instante una voz detrás de él comentó.
-Ese pokémon con el que te acabas de encontrar era el legendario cobalion.
Se dio la vuelta y vio a un anciano, acompañado por el mismísimo Ruga y un soldado del equipo Plasma blanco.
-Anda, usted por aquí... ¿Cobalion?-inquirió el chico, extrañado y sacando su pokédex para saber más.
-Cobalion, el pokémon tesón acero; posee cuerpo y alma de acero. Basta una mirada suya para que pokémon violentos le obedezcan. Junto a sus compañeros, castiga a aquellas personas que hacen daño a pokémon.
-Así es, cobalion, es uno de los componentes de los espadachines místicos-reveló en ese momento el anciano.
-Rizzo, te presento al señor Peabody, es un vecino de ciudad Fayenza y conoce de primera mano la leyenda de los espadachines místicos. Le expliqué que tú tenías en posesión a keldeo y se sorprendió mucho, ya que está relacionado directamente con estos tres pokémon legendarios. Quería conocerte-explicó Ruga acto seguido.
-Así es… vaya, realmente es el legendario keldeo, es increíble-musitó el señor Peabody, acercándose al aludido.
El anciano estuvo comprobando en profundidad a keldeo, observándole detenidamente; tras un examen exhaustivo, murmuró.
-Está sano como una pera… pero dime ¿dónde lo encontraste?
-En el bosque de los Perdidos, estaba encerrado en un claro oculto, envuelto en un enorme trozo de hielo-explicó el chico.
Peabody alzó la mirada, pensando en sus cosas y finalmente habló.
-Qué raro…
-¿Sólo raro?
-No per se, aunque para explicarte su historia también he de explicarte la historia de los espadachines místicos… ¿querrías escuchar a este anciano?-le ofreció en ese momento el señor Peabody.
Rizzo no se lo pensó mucho y aceptó su propuesta; el anciano comenzó a relatar.
-Hace muchos, muchísimos años, en este cantón vivían tres pokémon legendarios de gran poder: cobalion, terrakion y virizion. Eran tres criaturas prodigiosas, surgidas de los más profundos bosques y con habilidades de combate portentosas; los tres convivían en armonía con todos los pokémon del bosque, brindándoles seguridad y protección. Pero durante el periodo de la tercera Gran Guerra, los humanos provocaron un pavoroso incendio en el bosque en el que vivían; cooperando los tres juntos, terrakion despejaba el camino con sus fuertes cuernos, virizion con su gran agilidad salvaba los obstáculos y cobalion, con su gran tenacidad y orientación guiaba a los pokémon fuera del peligro. Entre los tres consiguieron salvar a los pokémon del bosque, y enfurecidos, buscaron a los causantes del incendio, presentándoles batalla; los humanos, asustados por su enorme fuerza, cesaron sus luchas y ellos se retiraron. Y entonces, conscientes del peligro que supondrían los humanos para esta tierra, decidieron separarse y esconderse para no volver a entablar relación alguna con ellos. Y eso es lo que cuenta la leyenda acerca de los espadachines místicos.
-Ya veo… ¿y keldeo? ¿Qué tiene que ver con ellos?-inquirió el chico en ese momento.
-Ahora mismo, joven, todo a su tiempo. ¿Recuerdas el incendio del bosque?
Rizzo asintió con la cabeza.
-Pues en ese incendio, keldeo perdió a sus padres.
Esa revelación cogió entonces desprevenido al chico, el cual cabeceó ligeramente, dejando que el anciano prosiguiese con su historia.
-Tras ese suceso, los espadachines místicos lo encontraron y decidieron adoptarlo, enseñándole todo lo que sabían. En poco tiempo el alumno superó a sus maestros y un día, sin previo aviso, keldeo partió. Nadie sabe por qué lo hizo, pero yo creo que lo hizo en busca de aventuras. Y debió de encontrarlas, puesto que no todo el mundo acaba congelado así como así.
En cuanto la historia terminó, el pokémon singular se apartó de ellos y se sentó en el borde del rio, mirando la superficie del agua con gesto lejano. El señor Peabody, tras observarlo de nuevo, comentó.
-Que haya vuelto ahora después de tanto tiempo no puede que sea una coincidencia; y que estuviera congelado, como bien dices, podría despejar muchas incógnitas acerca de su historia. La leyenda apenas sabe mucho más acerca de él, como has podido comprobar.
-Pues sí…-asintió el chico, mirando de reojo al aludido y pensando en lo que le acababan de contar.
-El señor N sabía de todas y cada una de las leyendas de este cantón, y se interesó sobre todo por la de los espadachines místicos y keldeo, aparte de la de reshiram y zekrom. Según él había descubierto que ambas leyendas, estaban interconectadas mediante el propio keldeo, pero jamás pude comprobar por mí mismo todo lo que él decía. Ni siquiera supe con certeza por qué era precisamente keldeo el que relacionaba ambas leyendas-explicó Ruga en ese momento, al tiempo que el soldado que le acompañaba comentaba al respecto.
-A mí, una vez, me explicó con profundidad la leyenda de los dos pokémon dragones. Me dijo que tanto reshiram como zekrom fueron, hace miles de años, un solo pokémon dragón y que al separarse se dio cierto evento del que nadie reparó. No me quiso explicar más acerca de ese evento.
-Estaba claro que el señor N podía ver cosas que nosotros apenas podíamos advertir. Fuese lo que fuese, percibió que keldeo unía ambas leyendas y por eso se interesó en él. Pero acerca del por qué, nadie lo supo-murmuró el sabio, mesándose la barba.
Rizzo observó a keldeo, el cal apenas se movía de donde estaba; recordaba perfectamente la versión de su historia y, de alguna manera, concordaba con la que el señor Peabody le había contado. De hecho explicaba, aunque de manera bastante pormenorizada, por qué keldeo se fue y añadía nuevos detalles a la leyenda de los espadachines místicos; sin embargo, el chico decidió no decir nada al respecto y se lo guardó. De alguna manera, sabía que no procedía contarlo ahora; y, por alguna extraña razón, vio una posible conexión entre el evento del que nadie reparó, según N, y el enemigo de keldeo. ¿Sería posible? Sin embargo, y antes de que pudiera seguir elucubrando al respecto, sus pensamientos fueron cortados en seco por el señor Peabody, el cual comentó.
-Gracias por escucharme, joven… y gracias también por cuidar de keldeo. Algo me dice que nos vendrá bien que esté de nuevo por aquí.
-Ah, sí, no ha sido nada...
-Nosotros nos vamos ya, hasta luego Rizzo-se despidió Ruga de él.
Tras la charla los tres regresaron a la ciudad, dejando al chico a solas con keldeo y sus pensamientos; al principio no supo muy bien cómo proceder teniendo en cuenta lo que había pasado antes, aunque al final el chico se acercó a él y se sentó a su lado sin decir nada, al menos al principio. Lo único que se oía era el ruido ambiente y el fluir del agua del río, con algún que otro rugido de pokémon en la distancia y el piar de algunos pokémon voladores en las cercanías. Finalmente, y tras pensar bien qué decir a continuación, le habló.
-Vale, ya veo por qué te lo tomaste tan a pecho.
Por su parte keldeo no dijo nada, tan solo continuó mirando la corriente del río. Rizzo se reacomodó un poco antes de continuar.
-Aunque no lo creas, de cierta manera te entiendo. No fue como contigo, ni mucho menos, pero digamos que sí me he visto en una situación parecida.
El pokémon levantó la vista y le miró, curioso por sus palabras, al tiempo que le observaba atentamente. En todo momento el chico conservaba un gesto serio muy poco común de ver en alguien como él, a lo que el pokémon rompió el silencio inquiriendo al respecto.
-¿En qué sentido?
-En un sentido diametralmente opuesto al tuyo. No es que lo perdiera... es que nunca lo tuve para empezar.
El pokémon singular cabeceó ligeramente, sumamente intrigado, pero prefirió no preguntar más al ver que el chico apartaba la mirada. Apoyó su cabeza en el regazo de su entrenador y éste le acarició su roja melena, al tiempo que éste murmuraba.
-Siento haberte gritado.
-No pasa nada…
Los dos escucharon el murmullo del agua, sintiéndose un poco mejor; una ligera brisa azotó el valle e hizo ondear tanto la melena roja de keldeo como el pelo despeinado de Rizzo. Y por alguna razón que no pudieron describir bien, sintieron que todo mejoraba, aunque solo fuera un poco.
¡Y más Pokémon! Buf, estoy tardando más de lo normal en sacar estos últimos capítulos, ya siento si alguien se impacienta. Pero bueno, termino las clases de euskera dentro de nada, así que seguramente podré ponerme más regularmente. Hablemos un poco de éste capítulo.
Ya iba siendo hora de darle más carácter a Rizzo pero por el lado contrario. Y sí, puede que os haya sorprendido ese final, pero es la primera vez que le doy un carácter más positivo desde que empezó la historia, y es, de cierta manera, importante para el devenir de la trama. No todo es malo en el chico, y éste es el primer acercamiento a ese lado, acompañado de más carácter de keldeo, el cual es y va a seguir siendo un pilar importante para Rizzo, no sólo desde el punto de vista combativo, sino también personal. También he aprovechado para expandir la leyenda de los espadachines siguiendo ésta vez el canon establecido, a partir de aquí los tres irán apareciendo progresivamente a lo largo de la historia, así que esperad más avistamientos e incluso interacciones entre ellos y keldeo. Al tiempo.
Y nada más de momento, para el siguiente capítulo se vendrá combate de gimnasio, así que esperadlo más pronto que tarde (trataré de que ésta vez sea así, sorry ^^´). Comentad, dejad reviews y todo eso. ¡Nos leemos!
