Discleimer: El mundo Harry Potter es de su autora. Sólo son míos Lennah y algunos personajes más, así como el fic en sí
Agradecimientos: a ti: mi editora, mi Slytherin y mi contable. GRACIAS
Las luces tenues hicieron que toda esa gente con ropa oscura y extrañamente abrigosa se viera aún más tétrica, triste y fría. Había susurros y conversaciones apagadas y, aunque ella estaba ahí y, probablemente estaba respondiendo a la conversación que la mujer de pelo gris estaba encendida, ni siquiera tenía idea de qué iba la conversación. Había perdido el hilo, en el punto en que ella le había presentado sus respetos y había dicho alguna cosa más.
Dió un sorbo a la copa que tenía en la mano y fue cuando se dió cuenta de que no era vino, sino agua… Se disculpó con la señora y se acercó a la mesa en la que alguien (o quizás ella) había puesto un par de botellas de vino, cervezas y café.. además de la jarra de agua.
Miró las botellas como si sucediera la decisión de su vida, como si decidira si tomaba tinto o blanco fuera a cambiar lo que estaba viviendo. No, no va ha hacerlo…. Acerco la mano al tinto y alguien acerco rapidamente su copa. La responsabilidad sin mirar y luego de buscar su propia copa, se llevó la botella a los labios.
Después del trago, recordó que no le gustó el tinto así como que no le gustó esa sensación que estaba naciendo en su estómago: ¿pena? ¿tristeza?
Salió de la sala de estar a través de la puerta que daba al jardín trasero. No era más que un pasillo estrecho de baldosas rotas, en que Albert había dejado la maceta de la palmera que su cuñada les había regalado cuando se mudaron.
Se acercó a la planta que agonizaba por falta de tierra y agua y se dejó caer por la pared hasta sentarse a su lado. Apoyó la botella de nuevo en sus labios y después de otro sorbo en el que pareció que el tinto era menos tinto, apoyó la cabeza en sus rodillas. ¿Qué hacía ahí?
El "plop" hizo que moviera lentamente la cabeza hacia un lado. Hacía tanto tiempo que no oía ese tipo de "plop" que creyó que era una pequeña ilusión de su cabeza… Aún más cuando vio la túnica: Debo llevar más copas de las que creí.
- ¿Srta Drew? - La voz…. Esa voz era inconfundible y estaba casi segura que no podia ser parte de su embriaguez.
- ¿Dum…. Profesor? - Era tan extraño como la mano arrugada que apareció delante de sus ojos para ayudarla a levantarse.
- ¿Vengo en mal momento? - Preguntó haciendo un imperceptible gesto de cabeza hacia la gente que aún estaba en casa.
- N-no.. Yo… - No tenía claro hasta qué punto él sabía o ella quería decir en voz alta. Seguramente, tal y como era el profesor, ya sabía más de lo que ella quería decir. - ¿Qué hace aquí? - Su sonrisa era entre enigmática y encantadora. Como siempre…. Hay cosas que no cambian.
- Hay cosas que si cambian, Srta Drew. - Siempre parecía que leía en su rostro la respuesta a las preguntas que lanzaba, pero debía advertirle.
- Holden. Ya no soy Srta Drew, ahora soy Sra Holden. - Le rectificó con voz apenada.
- Creí que ahora volvería a ser Drew… Lo lamento. - Parecía contradecido, pero se recompuso en un momento.
- Cre-creo que por el momento seguiré con él. Por respeto, ya sabe. - El profesor asintió y mientras rebuscaba en su bolsillo para sacar un pequeño envoltorio amarillo. - Aun no me ha respondido… ¿Qué hace aquí?
- Como le decía, Sra Holden, hay cosas que sí cambian y.. - Puso el caramelo, seguramente de limón, en su boca. - … estamos buscando nuevos profesores para Hogwarts. Más concretamente buscamos a alguien que nos ayude con las clases de defensa,...
- ¿DCAO? - De repente tuvo muchas ganas de reir. - ¿Ya ha olvidado cómo quedó el salón? - Y sí, por su cara se acordaba.
- La oferta que quería presentarle no era precisamente de Defensa…- parecía entre divertido y culpable por no ofrecerle esa plaza - Pensaba más en Criaturas Mágicas. - Sus ojos chispearon.
- ¿Cri… ¿Criaturas mágicas? - Él asintió. Sabía que ella necesitaba procesarlo: no solo por el momento personal en que se lo había pedido, sino también el social. - Y-yo… hace años que… Quiero decir…
- Lo sé. Ha estado un poco apartada del mundo mágico últimamente pero… Sra Holden, Hogwarts, siempre ha querido contar con los mejores. - Suspiró. Sabía que había introducido la duda e incluso la esperanza de modificar, de desaparecer, de cambiar esos últimos meses.
- Y-yo.. - vió una cabeza rubia acercarse a la puerta. Venían a buscarla. - Lo pensaré. - Dumbledore sonrió y susurró un "La espero en septiembre" mientras desaparecía igual que había llegado.
- Lennah, te reclaman. - La voz chillona de su cuñada la hizo aterrizar en la realidad que le tocaba vivir: el funeral de Albert.
Dos meses después había conseguido un comprador y en un mes firmarían la transacción. Por fin, ¡por fin!, se desharía de ella y de los malos recuerdos que emanaban de la misma. No era una mala finca, pero era muggle, llena de su propia pesadilla y…. aún… aún olía a Holden. Lo que la hizo decidirse fue aceptar la oferta de trabajo de Hogwarts. No estaba convencida, pero sabía que sería la manera de seguir con su abandonado doctorado, pero sobre todo, sería la manera de volver al mundo al que le había dado la espalda por Albert.
Sólo una maleta (hechizada, claro) y un abrigo largo y negro. Cerró la puerta como si de una alegoría se tratara y pensó en él.
No sería una visita fácil, ni agradable, pero se lo debía.
Ojeó el pequeño objeto de metal que estaba tirado en el suelo y con una mano en la maleta y la otra se dispuso en el tirador metálico de puerta del suelo. En ese instante notó como su cuerpo quedaba succionado a través de él y todo a su alrededor cambiaba de sitio y de color. Odiaba los trasladadores, pero las apariciones no eran tampoco su mejor forma de viajar.
Se tropezó con sus propios piés al aterrizar de su viaje y quedó sentada encima de su maleta. ¿Cómo lo había hecho? Ni idea, era Lennah y había usado un trasladador. No se necesitaba mayor explicación.
Se levantó aun con la cabeza dando vueltas e intentó ver dónde había aterrizado. El camino de entrada.
Cogió aire y se encaminó, maleta en mano, hacía la verja del jardín. Abrió la misma con la mano y enseguida vio como todo lo verde que alguien había plantado una vez, ahora estaba muerto o moribundo.
Definitivamente, no es lo nuestro…
Su cabeza había imaginado mil y una formas distintas de llegar, explicar, charlar y salir de ahí… Absurdamente (o no tanto), en ninguna de las mil versiones la conversación era racional y/o placida.
Tomó aire. Lo dejó ir y llamó a la puerta.
- Un elfo, dos elfos.. - su susurro casi inaudible era lo que usaba para calmar los latidos de su corazón que ahora parecían haberse instalado en sus orejas. - ..tres elfos… - Oyó las cerraduras abrirse, un candado… no, uno no… dos… pasar de un lado a otro… - cuatro elfos, cinco elfos.. - un par de llaves abrirse y, de repente, la puerta se entreabrió.
- ¿Tu?- Su voz… Su voz no había cambiado nada. Tal y como la recordaba, escupiendo cada sonido y eso, por tonto que le pareciera, la hizo sonreir.
- Yo. - Dijo sin más. Esperaba que la puerta se abriera un poco más para poder ver más allá de un ojo de color negro y un poco de su cetrina piel, pero no fue así.
- ¿Qué quieres? ¿Por qué has venido? - Y ahí estaba, el inicio de la conversación poco educada y mucho menos decorosa.
- Para hablar contigo, lagartija. - No sabía porqué había tenido que insultar a la primera de cambio, pero él no había abierto la puerta. Dos años después de todo y … ¿la dejaba fuera?
- ¿Lagartija? ¿En serio? ¿Vienes a casa, a mi casa, sólo para insultar? - La puerta de abrió mientras él elevaba el tono y, por fin pudo verle del todo: Su cabello negro (que ya no recogia en una cola), sus ojos oscuros y negros que daban contraste con su piel cetrina, su tunica negra larga hasta los pies… Y el gran cambio: su altura y peso. Ahora, a diferencia de su niñez, él era dos cabezas más alto que ella y había dejado de ser un niño esquelético. Ambos eran adultos… ¿Quién lo habría dicho? ¿Quién hubiera apostado a que llegarían a esta fase de la vida? Yo no dijo una voz en su interior.
- Déjalo ya, ¿quieres? - Ella sonaba cansada y el tono enfadado de él desapareció. ¿Él ganaba este primer round? - ¿Me dejas pasar? - Fue en el momento en que ella lo pidió y en que movió su mano, en que él se percató de la maleta.
- ¿Vienes para quedarte? - él mismo se sorprendió al preguntar y ella, al ver donde posaba la vista de él, miró, también, su maleta.
- No. Vengo a informarte. - Él se apartó un poco de la puerta, lo justo para que el cuerpo, delgaducho de ella, pasara para adentrarse en la mansión Prince.
Inhaló el aire, ya no olía como ella recordaba. Ahora lo hacía a… ¿Azufre, azalea y un toque de lavanda? O es romero con ….
- ¿Informarme? - su cabeza dejó de analizar lo que su sentido olfativo le hacía llegar y se centró en el rostro serio que mostraba signos de hostilidad.
- Sí. - Sin dejar ir la maleta, sin ni siquiera desabrocharse la chaqueta afrentó los ojos negros y dejando ir el aire contendio entre medio de sus palabras, se lo contó - El martes 1 de septiembre seré nombrada profesora de Criaturas Mágicas en Hogwarts. - Sin esperar respuesta o, mejor dicho, sin dejar que interviniera, prosiguió - La oferta la firmé hace quince días y el Director informará al resto de personal en las próximas horas, junto a las nuevas incorporaciones de DCAO y Vuelo. No espero nada de ti más allá de cordialidad y buenos modales, motivo por el cual he venido a informarte. Por respeto a nuestras madres. - Ese era el respeto en el que se movían. El de su sangre materna. Sobre todo desde que ella se había enamorado por primera vez.
- ¿Respeto? - consiguió decir él. - ¡¿Respeto?! - Y aquí acaba la cordialidad, se dijo ella. - ¡¿Irrumpes en mi casa para decir que vas a invadir mi espacio, en mi trabajo?! - Hacía soñar los "mi" con más fuerza que el resto de palabras.
- No te pido permiso. Sólo te informo, Severus. - Intentó parecer calmada, pero por dentro le hervía la sangre: ¿Su casa? ¿Su trabajo? ¡¿Su?!
- ¿Informar? Oh, gracias, su alteza…Gracias por pensar en los plebeyos… - La ironía que usaba, las palabras escupidas, el tono y la irritabilidad hicieron que explotara. Lo había intentado pero solo se quedó en un lamentable intento.
Se insultaron y agredieron verbalmente hasta agotarse mutuamente. Siempre pasaba igual. Era crònica de una batalla ya jugada y pérdida.
- Alguno de ustedes sabría decirme, sin mirar el libro, ¿Qué es un Doxy? - Hacía aproximadamente un mes que las clases habían empezado y en lo que refería a la vida de profesora se había adaptado rápidamente, mientras que retomar el doctorado… Eso, en fin, era odiosamente difícil encontrar un par de horas para centrarse: clases, reuniones de profesorado, alumnos inquietos que llamaban a su puerta o atracaban en medio de una escalera cambiante, discutir con Severus… Eso era probablemente lo que más tiempo le sacaba. Día sí, día prácticamente también, ambos profesores discutían y, por suerte para ambos, casi nunca tenían más de uno o dos espectadores y estos siempre eran adultos.
- ¿El hada que muerde? - Una voz apagada y casi ineludible se escuchó desde el fondo.
- Agradeceré, Señor Bakmut, que la próxima vez levante la mano antes de hablar. - El chico de ojos enormemente azules, se puso rojo. - No obstante, - prosiguió la profesora - la respuesta es correcta y por tanto, Hufflepuff suma 5 puntos. - Hizo girar su varita y apareció una imagen traslucida de un pequeño ser lleno de pelo espeso y negro, con alas gruesas y briallates y una doble hilera de dientes. Un pequeño respingo por parte de toda la clase, hizo que Lennah entendiera que había captado la atención de su pequeño público. - Son plagas comunes en hogares mágicos, pero si uno de los miembros de la familia mágica es mordido por un Doxy deben tomar rápidamente el antídoto. - Se sentó en la mesa que presidía el aula. Era el mejor sitio para sentarse, pues si se sentaba en la silla, debido a su altura, las últimas filas dejaban de verla. - ¿Señora Maya, podría indicarme cuántos huevos puede poner un Doxy en la época de puesta? - Estaba claro, que la había pillado cuchicheando con su compañera, pero también era conocido por todos que esa pequeña Ravenclaw era buena en cuanto a bichos y seres mágicos refería.
- ¿Unos…. cien? - Estaba claro que era más interesante el rumor que prestar atención al libro que tenía abierto delante de sus narices.
- ¿Algún Ravenclaw dispuesto a ayudar a su compañera? - El silencio inundó el aula. - ¿No? - Suspiró. - Quinientos… En las épocas de puesta pueden depositar hasta quinientos huevos en un hoyo, el cual enterraran hasta que las crías salgan al cabo de dos o tres semanas. - Hizo un movimiento de nuevo con la varita y el Doxy desapareció. - El Ministerio clasifica este ser como triple X, es decir: el ministerio entiende que estas criaturas no deberían ser un problema para magos competentes". Así pues, vamos a ver cómo o cuán competentes son.
- ¡Maldita sea Lennah! ¡¿Es que no sabes llamar?! - Y de repente un pequeño botecito resbaló de sus manos para quedar flotando a uno o dos milímetros del suelo, por un rápido hechizo dicho sin casi pensar.
- ¡Mierda, Severus! ¡¿Es que no ves que llevo varios frascos?! - Antes de que el Slytherin contestara, ella prosiguió. - ¡Y, está claro que tienes un problema de oído, porque si, he llamado!
- ¡Pues espera que te de paso! - Lennah no esperó más, se acercó a la mesa de madera que ocupaba el gran espacio del despacho de Severus Snape y dejó cuidadosamente diez pequeños frascos con un espeso y brillante líquido azul.
- ¡Para ti, profesor de Pociones! - Casi se podría decir que había escupido cada una de las palabras. - Que te aproveche, Snape. - Sin dejar que él contestara se giró, encaró la puerta de salida y salió, pero volvió a meter la cabeza dentro del despacho, lo cual pilló desprevenido a Severus . - ¡Que te aprovechen! - Cerró de un portazo, sabiendo lo mucho que odiaba eso el Slytherin.
Ambos pensaban que el otro era desesperante, arrogante y tremendamente egoísta, pero la sangre pesaba y, probablemente por ese motivo, seguían preocupándose un poco por el otro. Aunque ninguno de los dos iba a reconocerlo. jamas.
