Hacer contacto con un esclavista en Abafar no era realmente difícil, pues la venta de esclavos era más común que los mercados de comida. Boil caminaba por esas calles llenas de tanta maldad con pesar. Algo a lo que Mirana ya se había acostumbrado desde muy joven.
Boil siempre fue un buen soldado. Fiel a sus ideales, a la República en su momento, y a su antiguo general Kenobi y la orden Jedi, pero siempre había algo que lo molestaba.
En los tiempo de las Guerras Clon, escuchaba historias de cómo los Jedi se infiltraban a mundos tan corruptos como Abafar, pero no para salvar a sus habitantes, sino para hacer alguna misión concreta. Por mucho tiempo le pareció algo hipócrita que los defensores de la paz no salvaran a los más necesitados cuando tenían la oportunidad y los juzgaba por ello. Pero ahora que él se encontraba en esa situación tenía un punto de vista muy diferente.
Cientos de inocentes yacían a sus pues, y un sensación de culpa e impotencia recorría cada célula de su cuerpo. Sentía un impulso arraigado a su ser, un impulso que lo obligaba a empuñar su arma, acabar con la vida de cada traficante de esclavo presente y liberar a los indefensos. Algo que se le inculcó en su entrenamiento en Kamino.
Aunque el fin de su creación tuviese un sentido tan macabro como la orden 66, sus valores aún lo martirizaban por dentro. Aun cuando tenía que presenciar la cruda realidad de ver a niños encadenados y listos para ser vendidos al primer rufián que se presentase con el efectivo adecuado. Niños tratados como animales bajo la sombra de un Imperio que prometía paz y prosperidad a la galaxia. "Cuanta blasfemia."
Aun así, puso sentir ese ápice de hipocresía que tanto juzgó en el paso de su generala y su orden. Ahora el mismo se alzaba como un defensor de la paz y la justicia, pero no podía hacer nada al respecto. Tenía una misión, y era mucho más importante que rescatar a los inocentes que plagaban sus alrededores. Tuvo que ser fuerte. Endurecer su corazón y caminar con la vista al frente. Sabía que si alguno de esos niños prisioneros lo miraba directamente a los ojos no sería capaz de controlarse. Por mucho que su alma le pedía a gritos lo contrario. Ni caminar por las áridas arenas de Geonosis había sido tan duro.
Para bien o para mal, el camino por el cual Mirana los guiaba llegó a una zona desprovista de esclavos encadenados, una zona que obviamente pertenecía a seres más pudientes. Una zona que olía diferente. Un olor a perfume y miseria humana. Un olor que despertaba el rencor de aquellos que probaron la esclavitud una vez.
Mirana: - Estamos cerca. No se separen. - Su voz ronca y filosa daba a entender que no se sentía a gusto en ese lugar.
Numa y Lubo solo asintieron en silencio. Ambos estaban bastante asustados, aún sabiendo que los droides comando los vigilaban desde las azoteas. Boil, en cambio, logró salir de sus pensamientos autocríticos y pudo reenfocarse en la misión. No era tiempo para juzgarse a sí mismo en conflictos morales. Tenía que prestar atención. Ya habrá tiempo para juzgarse a sí mismo cuando regresaran a casa.
Ante ellos se alzaba una mansión demasiado ostentosa para el gusto de todos. Incluso Mirana pensó que era demasiada opulencia. Y eso que ella había visto cosas impensables. Tanto que hasta dudo en acercarse al trandoshano que estaba esperando por ellos en la puerta del lugar.
Trandoshano: Usted debe ser Omnicida Trandoshano: Usted debe ser Omnicida. [Nombre clave que Mirana usaban en sus tiempos de cazarecompensas] He de admitir que me siento to honrado de presenciar una leyenda.
Mirana: Que puedo decir. Todos necesitamos el dinero. ¿Está tu jefe? Tengo algo que se que le gustará.
Mirana tiró de la soga que sujetaba las manos de Numa y Lubo, parte de la actuación para no levantar sospechas. El trandoshano sabía el motivo de la visita, pues Takke le había avisado, pero no podía ver el rotro de los encapuchados.
Numa vio horrorizada como el trandoshano acercaba su mano a su rostro, seguro para comprobar la "calidad del producto." Boil vio desde la espalda de todos, mientras la sangre le hervía ante la idea que ese rufián tuviese en su mente. El clon estaba a punto de tomar su cuchillo y arrancarle la mano, pero gracias a la fuerza que Mirana intervino.
Trandoshano: - Au... - Se quejo cuando sintió como la mujer golpeaba su mano. - ¿Acaso estas loca? -
Mirana: - No tocaras el producto hasta que se halla pagado. -
Trandoshano: - ¿Qué? No... No es eso lo que...Grrrrr... Esta bien... Solo entren... El jefe los espera. No se desvíen. -
Eso fue raro sin lugar a dudas. La forma en la que el trandoshano reaccionó no era la de un tipo que estaba acostumbrado a tartar con esclavos, pero eso tenía poca relevancia en ese momento.
El grupo entró y comenzó, siguiendo los pasillos que lo conducían a su destino sin siquiera mirara a los lados, pues lo que menos querían era que alguno de los bandoleros que plagaban el lugar posasen los ojos sobre ellos. Numa estaba cada vez más asustada, sobre todo por lo que acabada de ocurrir con ese trandoshano. Ya incluso su propia idea no le parecía tan buena. Pues al ser una fémina entrando en su pubertad, su seguridad física y mental no estaría asegurada si algo malo ocurría. Aún así, la mano que Boil apoyó sobre su hombro le pudo dar un poco de confianza.
Mirana: - Andando. No se distraigan. -
El tono de la mujer sonaba agresivo, pero fue una advertencia para el resto más que una amenaza. Si Boil mostraba afecto hacia ella pudiese que algunos sospecharía. Eran esclavos y esclavistas después de todo. Un error y todo se descontrolaría en pocos segundos. Y cada paso era peor que el anterior.
La voz de otro trandoshano los detuvo. Un par de guardias aguardaban frente a una gran puerta, donde le exigieron entregar todas las armas antes de seguir adelante. Boil pudo esconder su enojo bajo su casco, pues no había pensado en estar desarmado en esa misión, aunque eso probablemente fue culpa suya al no pensar las cosas con más sentido común. Mirana, en cambio, ni siquiera lo dudó y dejó su pistola sobre la mesa que indicaban los esclavistas, pues ella si se esperaba algo así.
Solo cuando Boil dejó su rifle, los guardias le permitieron la entrada al interior de una habitación bastante simple en comparación del lugar. Una habitación grande y espaciosa, pero carente de muchos muebles o adornos. Un lugar donde solo una figura y un trono improvisado de metal se alzaba por encima de todos.
Mirana: - Takke Mirana: - Takke... - Murmuró la mujer con rabia.
Takke: - Bueno. Bueno. Bueno. Pero mira lo que la galaxia trajo a mi humilde morada. Si nada más ni nada menos que a la propia Onmisida. Aunque... Parece que no tienes ese aura sombría que solías portar. -
Mirana: - Puedo decir lo mismo de ti. Ahora te sientas sobre un trono, pero respondes a tus amos Hutt como un perro faldero. Has caído bajo si lugar a dudas. -
Takke: - ¿¡Cómo osas decir eso!? ¡Yo soy quien tiene el control de Abafar! ¡Yo soy quién da las órdenes aquí! -
La forma en la que el trandoshano reaccionó era bastante desconcertante, como si una vieja rabia se apoderase de él ante los insultos de la ex-cazarrecompenzas. ¿Acaso Mirana y Takke compartían un pasado en común? La respuesta era obvia, pero al parecer las cosas no habían terminado de la mejor manera.
Mirana: - Si si si. Igual que antes. Siempre creyendo que tienes todo bajo control. Por eso Mustafar salió tan bien. - Dijo con ironía y enojo.
Takke: - ¡Silencio! ¡Eso fue un error del contratista! -
Mirana: - Un error que nos costó todo. -
Takke: - Grrrrrrrrr... -
El trandoshano estaba ardiendo en cólera. Al parecer esos recuerdos no eran muy placenteros para ninguno de los dos. Aún así, Takke logró respirar profundo, recordando su puesto y dejando de lado rencores del pasado. Tenía cosas más importante en mente justo ahora. Conseguir un par de esclavos twi'lek para su maestro Jabba, el cual "adoraba" a los esclavos de esta especie. Algo muy cotizado en toda la galaxia en esta era imperial. Con eso, tal vez pudiera conseguir algunos favores de su señor.
Takke: - Muy bien... ¿Sabes que...? No me importa lo que tu pienses. Eso es tu problema... No el mio. Solo di a que has venido y terminemos con esto. -
Mirana: - Al fin algo de inteligencia en ese cerebro. -
Mirana no dejaba de escupir veneno por su boca, cosa que cabreaba a Takke cada ves más. Boil a sus espaldas y oculto bajo su casco la miraba preocupado, cuestionándose si era buena idea seguir avivando esa llama sin motivo aparente más que el rencor. Pensaba en intervenir, pero antes de siquiera poder decir algo Mirana siguió en su papel.
Mirana: - Estoy corta de créditos. Es todo lo que necesito saber, así que he venido a vender a estos dos. Sabía que alguien como tu no podría resistirse. -
Takke: - Y supusiste bien. -
El trandoshano se puso de pie y comenzó a caminar hacia ellos. Inclinó el cuerpo para ver a los jóvenes twi'lek a los ojos, pero manteniendo una distancia prudente. Esos ojos de reptil y ese siseo constante atemorizaba tanto a Numa como a Lubo por igual, y no pudieron evitar sentirse intimidados por una presencia tan amenazante.
Al percibir su miedo, Takke sonrió complacido. Sabiendo todos los beneficios que adquirir tan valiosos esclavos les darían. No los veía como seres vivos conscientes, sino como sacos de carne que tenían un precio. Siempre fue así, y Mirana lo sabía muy bien.
Takke: - Muy bien... Je je. Jabba estará muy... satisfecho cuando le diga lo que tengo para él. Jeje... - Reía con malicia. - Muy bien. ¿Cuál es tu precio! -
Mirana: - Dame algo que valga la pena. -
Takke: - Diez mil por cada uno. ¿Te parece suficiente? -
Ese monto era demasiado. Incluso Mirana se sorprendió al saber que alguien tan avaro como Takke estaba dispuesto a entregar canta cantidad de créditos. Pero eso era una buena señal. Mirana podía jugar con eso para acercarse a su meta.
Mirana: - No quiero créditos. Necesito algo que valga la pena. -
Takke: - Tan exigente como siempre. Dime... ¿Qué quieres? -
Mirana: - Quiero cien barriles de rhydonio. Tengo entendido que estas al mando de todo esto. Un poco de combustible no será mucho. -
Takke se tomó un momento para pensarlo. Si bien cien barriles era una cantidad bastante grande, el precio no estaba tan lejos del monto original. ¿Por qué Mirana quería el rhydonio? Eso no le importaba. Solo poner sus manos sobre su nueva adquisición.
Takke: - Muy bien. Acepto. Necesitaré un tiempo para reunir el rydonio. De momento, sientase como mis invitados.
Mirana: - No es necesario. Máñana regresaremos y... -
Takke: - Insisto. -
La voz del trandochano fue muy desafiante. Y por buenos motivos. Numa y Lubo miraron confundido como dos droides entraban repentinamente a salón. Pero en cambio, Mirana y Boil vieron con horror de qué se trataba. Viejos recuerdos vinieron a sus mentes, y un miedo innato afloró en su interior.
Takke: - Mis "guardaespaldas" los llevará a sus aposentos. -
