AUTORA 1: YO

AUTORA 2: SIBREKA

ARTISTA DE LA PORTADA: ORIHIMEKO O LALA

CREADOR DE BLEACH: TITE KUBO

Capítulo 1: Ultimátum del Heredero.

El metal de dos espadas retumbaba por la gran arena, dos figuras se movían con agilidad y destreza intentando desarmar al otro mientras el sudor recorría la cara de ambos contrincantes pero no daban su brazo a torcer, uno de ellos sería el vencedor y el otro tendría que tomar la senda del perdedor.

Uno de ellos era un hombre alto y pelirrojo, tenía algunos tatuajes en su frente y brazos y un uniforme plateado con negro, recibió un ataqué directo que iba a su pecho pero lo bloqueo con gran habilidad, su mirada no escapaba de los movimientos

De su oponente, de un momento a otro blandió su espada hacia la izquierda haciendo que la guardia del otro titubeara un instante pero no dejó caer el arma; atacó uno, dos y tres veces seguidas de forma consecutiva, sin embargo la otra figura se percató de una abertura y golpeó su arma con la otra.

Metal contra metal peleaban en el aire hasta que el primero dejó caer un poco su arma y obligó al otro a tirar su espada, el filo del acero contra la piel blanca brillo de forma espeluznante declarando la victoria de éste.

—Muy bien, ya entendimos que eres un as de la espada ¿Quieres bajar eso? –Hablo el pelirrojo con una mueca resignada.

Se escucho un bufido mientras el filo del arma oscura bajaba y era enfundada nuevamente en su vaina, la figura de un hombre alto de cabellos naranjas y ojos chocolates dejaba ver a un hombre atractivo en su veintena, el cual maldecía por lo bajo.

—Hoy estás más agresivo de lo usual ¿Paso algo? — Sado Yasutora, un caballero y marqués del reino le arrojaba una toalla para que su amigo se limpiara el sudor del rostro.

—Una estupidez, eso ocurrió. — Después de limpiarse el sudor, el rostro del hombre de cabellos naranjas se dejó ver.

Kurosaki Ichigo, conocido como heredero de la casa y noble ducado Kurosaki en el imperio Karakura, hablo de forma cortante cosa que su amigo entendió prefiriendo no preguntar más detalles. Es conocido por muchas cosas, un excelente caballero, espadachín genio desde los trece años, el más joven en obtener el título de maestro de la espada, un buen partido para las damas y un joven listo y responsable. Sin embargo también tenía su lado oscuro como cualquier otro y éste era el no querer atarse.

Las mujeres eran placeres de la vida como un buen trago entre amigos o un acostón momentáneo; muchas damas nobles e incluso algunas princesas habían pasado por sus sábanas, siempre condicionadas de que no había atadura alguna de su parte.

Y eran esos pequeños placeres los que habían provocado su estado emocional actual, por lo que después de respirar profundamente decidió disculparse con sus amigos y explicarles su situación.

Esa misma mañana, en el ducado Kurosaki, Ichigo había empezado su día normalmente, se levantó como siempre, fue ayudado a vestirse por sus sirvientes cómo era habitual por las mañanas, recibió los buenos días de parte de su hermana pequeña de quince años, quien había ido personalmente a sus habitaciones como lo había hecho desde que era una niña pequeña; bajo al comedor para tomar su desayuno como cada mañana, pero por algún motivo cuando se había despertado había tenido un mal presentimiento.

Era una extraña sensación de frio que le recorría la columna como un escalofrío intenso, aunque se recompuso y trato de ignorarlo lo mejor que pudo para seguir su rutina diario sentía una vocecilla interior que le trataba de advertir sobre algo, el problema era ¿Qué?

Esa molestia no tardó en hacerse realidad cuando al terminar de tomar sus alimentos junto a Karin y Yuzu, Richiro el cual era su mayordomo de toda la vida se acercó a él antes de que pudiera poner un pie fuera de la mansión.

Joven maestro, el duque y la duquesa lo esperan en su estudio.

¿Ahora mismo? — Arqueo una ceja.

Me pidieron decirle que era un tema de suma importancia. — Dijo educadamente el hombre.

Ya veo, me dirigiré ahí entonces. Ordena a Sato que comience a preparar a mi caballo.

Si joven maestro. — Respondió respetuosamente.

Ichigo camino por los pasillos que eran adornados por hermosas esculturas y obras de arte, el lujo se podía oler en cada rincón de esa mansión, las pinturas de sus antepasados colgaban de paredes con una mirada altiva y orgullosa en cada uno de esos cuadros, si no fueran objetos inanimados algún extraño pensaría que estás los vigilaban, no por nada la familia Kurosaki era conocida por ser uno de los cuatro grandes Ducados del imperio, el que tenía poder sobre el ejército principal la orden del dragón negro, sin embargo hubo un punto en que esa noble y antigua casa había estado al punto de la extinción debido a la muerte repentina del heredero anterior, su tío Shisuo Kurosaki.

De no haber sido por su madre quien sin quererlo había flechado al príncipe heredero del imperio, el ducado habría desaparecido pues la ley actual no permitía a las mujeres heredar el título; su padre Isshin Shiba, el cual al entregar su corazón a Lady Masaki Kurosaki aceptó renunciar a su derecho al trono y tomar el apellido de su mujer en favor de ella al casarse ya que ella no quería que se perdiera el apellido familiar. Esto causo un gran revuelo en la sociedad aristocrática y la nobleza durante mucho tiempo pero al pelinegro no le había importado, diciendo que no le interesaba la corona desde el principio y seguiría a su mujer hasta el fin del mundo; dicho esto abdico sus derechos en favor de su hermano que era tan solo un año menor que él e ingreso oficialmente en el árbol genealógico de la familia Kurosaki como el cabeza de familia.

Mientras seguía divagando en esto último sin darse cuenta había terminado enfrente de un par de puertas de roble hermosamente talladas, el estudio del duque. Respiró profundo y tocó las mismas para avisar a quienes se encontraban dentro del despacho, recibiendo una respuesta de que podía entrar sin problemas.

Buenos días madre, padre. — Saludo educadamente, aunque admitía que a veces tenía peleas con su padre por pequeñeces y se insultaban de vez en cuando, no era nada grave y todos en el gran imperio de Karakura sabían que el duque quería a su hijo mayor y lo había educado como un hombre de bien.

Ichigo acércate más. — Ordeno el gran duque de Kurosaki el cual se veía imponente sentado detrás del gran escritorio de caoba, junto a éste se encontraba su mujer de pie quien cargaba algunos papeles, la duquesa sonrío dulcemente a su hijo y este inclino levemente la cabeza en respeto.

Richiro me dijo que necesitabas hablar conmigo.

Así es hijo. — Isshin abrió una pequeña caja y saco un puro de este, el cual corto y encendió rápidamente con una pequeña vela que tenía cerca. — Sabes que pronto cumplirás veintiocho años, pronto tendrás que sucederme como cabeza de familia.

Sí, lo entiendo padre, y estoy listo para asumir las responsabilidades del ducado. — Expreso con seriedad.

Sin embargo hay un tema que a tu madre y a mí nos tiene preocupados.

¿Qué podría ser eso?

Cariño. — La duquesa tocó levemente el hombro de Isshin y éste le cedió la palabra, siempre había respeto mutuo en ambos. — Me preocupa el hecho de que con la edad que tienes aún no has sentado cabeza.

Creo que mi capacidad para manejar los asuntos políticos y el liderazgo que manejo en el ejército no es importante con ese aspecto de mi vida, madre. — Declaró.

Lo entendemos, sin embargo una gran figura como lo es el duque Kurosaki que está solo por debajo de la familia real debe tener una mujer que lo apoye en todo momento.

Y que se encargue de dar continuidad a esta noble casa. — Continúo la duquesa Masaki.

El punto de todo esto es ¿Que desean que me case? — Expreso cansinamente.

Ya hace mucho tiempo que has dejado la infancia atrás Ichigo. — El duque le dio una calada a su puro y el humo inundó la habitación. — Es tiempo de que dejes tu inmadurez y tomes una esposa.

¡Padre!

Ichigo nosotros ya estamos cansados y deseamos verte feliz, con una buena mujer que ames y respetes.

Y honestamente deseo conocer a mis nietos. — Declaro la duquesa.

Ichigo se masajeó el puente de la nariz con frustración, ahí estaba esa molestia que había estado sintiendo desde que se había despertado.

Insisto que no es necesario el hecho de que yo me case, varios de mis antepasados han podido heredar sin tener que estar casados.

No me importan los antepasados y fundadores de los Kurosaki, estamos hablando del presente, Kurosaki Ichigo. — Su padre elevó la voz con molestia.– No es agradable por el cómo te acostaste con la hija del conde Falcón y ella fue llorando con su padre.

Aun recuerdo cuando vino aquí para exigir un compromiso.

Yo desde el principio le dejé muy claro a la señorita Merirah que no había ningún tipo de compromiso y ella lo acepto abiertamente, le advertí que no se hiciese ilusiones.

Ichigo una cosa es decirlo pero otra cosa es hacerlo ¿No has pensado que esa dama de verdad te amaba?

Madre con todo el respeto, todos en esta habitación sabemos que lo que ella anhelaba era subir de estatus y convertirse en la gran duquesa Kurosaki. — El joven de ojos chocolate sabía el objetivo de las damas que se acercaban a él, por eso evitaba acercarse a las princesas extranjeras que en sus países natales eran aceptadas como legitimas herederas al trono y así evitar un problema que afectará las relaciones diplomáticas del imperio. — No niego que he tenido mis... altibajos como hombre que soy y las he saciado con algunas damas pero fuera de ese caso que pudimos arreglar discretamente nunca he manchado el nombre de la familia.

Pero ya es momento de acabar con eso. — Isshin tiro los restos del puro y cruzo sus manos sobre el escritorio. — Así que tendré que llegar a este punto, si de este momento a dos años no te comprometes con una buena joven decente y respetable se te revocara el derecho de sucesión, en otras palabras te desheredare.

¡Isshin! — Exclamó Masaki sorprendida, es cierto que deseaban aclarar que su hijo sentará cabeza pero nunca habían hablado al respecto de desheredarlo oficialmente.

Es la única manera querida. — Vio de reojo a su mujer quien lo veía sorprendida.

La cara de estupefacción del joven de cabellos naranjas actual era un cantar, no podía creer a los extremos que había llegado su progenitor para hacer que se comprometiera.

¿Lo estás haciendo para probarme?

No, lo hago pensando en tu futuro y hablo muy en serio. — Isshin lo veía a los ojos sin titubear e Ichigo supo de inmediato que no estaba amenazando, le estaba advirtiendo lo que pasaría en un futuro si no cumplía con esas condiciones.

Bien, supongamos que no he conocido a una dama con las características que me pides o que llame mi atención ¿Que harás en ese caso?

El parlamento lleva un tiempo deliberando que las mujeres puedan heredar el título. Si en dado caso no puedes escoger una buena dama y sentar cabeza y se aprueba eso, Karin heredará el titulo de duquesa o en caso que no sea aprobado, esperaré a que alguna de tus hermanas decida formar una familia y al igual que pasó conmigo su marido será ingresado oficialmente en el árbol genealógico de los Kurosaki como líder de la familia, la última opción sería buscar alguna rama lejana emparentada con la familia y disponer de él como sucesor directo.

No puedes hacer eso. — Dijo con notable irritación. — ¡Hablamos de mi derecho de nacimiento!

Derecho que te puedo revocar si no cumples con tus deberes.

He cumplido mis deberes a la perfección ¿Has tenido alguna queja mía del campo de batalla? ¿En las recepciones reales donde los represente a ambos o los negocios en los que he invertido en nombre de la familia? Negocios que por cierto han duplicado nuestro patrimonio.

Ninguno. Pero es momento de que te dejes de niñerías y comiences a cumplir con tu deber noble.

Maldita sea, bien lo he entendido, me retiro padre, madre. — Ichigo dio media vuelta y salió del estudio notablemente molesto.

En cuanto salió de la mansión tomo rápidamente si corcel y se dirigió al campo de entrenamiento del ejército, necesitaba desahogarse.

Renji y Sado escuchaban como este terminaba su relato y tomaba de su cantimplora de forma agresiva.

—Así que para resumir. — Hablo Renji al tiempo que lo señala con el dedo. — ¿Tu padre te dio un ultimátum y te dijo que si al menos no te has casado en menos de dos años te quitará tus derechos de sucesión?

—En conclusión, sí. — Exclamo Ichigo cansado.

—¿Pero hay alguna dama que llene tus expectativas? — El marqués Sado pregunto esto confundido.

—No hay alguna que me interese especialmente.

—¿Qué hay de lady Basterbine? — Sugirió Renji. — Es vizcondesa, educada y su familia no es tan poderosa políticamente hablando.

—Que Rukia no te oiga decir eso. — Bromeo Ichigo.

—Por suerte sé que mis amigos no me echarán de cabeza ahora que está en Gardenium Village ¿Cierto? — Murmuro nerviosamente, el tic en su ceja lo delataba.

—Ya sabes que no, pero eso depende de tu lealtad.

—Eso es traición.

—Sabes que no diremos nada. — Agrega el castaño tratando de aligerar el ambiente, con una mano sobre el hombro del pelirrojo. Ve a Ichigo otra vez. — Pero lo que dijo Renji es cierto ¿Porque no consideras a esa señorita?

—¿Bambietta? — Lady Bambietta Basterbine, primera hija de un vizconde de rango medio alto sería una buena opción, además que llevaban un tiempo estando juntos y admitía que era increíblemente buena en la cama, pero algo no lo convencía.

—El idiota de Ichigo seguro estará pensando más con el pene que con la cabeza. — Una cuarta persona se escuchó a lo alto y los tres aristócratas levantaron la mirada.

—¿Qué haces aquí Uryuu? — Pregunto un molesto Ichigo.

—Al parecer escuchar tus lamentos y lloriqueos por la posibilidad de perder el ducado de tu familia. — Ishida Uryuu, sucesor del ducado y casa Quincy y primo segundo por parte de su madre, salto desde las gradas a las bancas donde todos tomaban un descanso, se sacudió el poco polvo de su traje de caballería blanco con azul y se acercó a sus amigos. — ¿Finalmente el tío lo ha hecho?

—¿El qué?

—Me refiero a querer cortar de raíz tus amoríos clandestinos.

—¿Desde cuándo escuchaste?

—Casi al final, pero era algo que se veía venir desde hace tiempo. — Se encogió de hombros despreocupadamente. — Además la mayoría aquí ya están comprometidos… o en proceso. — Miro de reojo a Sado.

—¿Hmm?

—No es nada amigo. — Le resto importancia al asunto dejando a un joven Yasutora confundido.

—No son amoríos clandestinos, nunca los he ocultado. — Recalco Ichigo con una vena en la frente. — Pero todas saben que lo que hacemos no tiene compromiso alguno.

—¿Ya tienes candidatas?

—Ninguna.

—¿Y tu última amante?

—¿Porque todos la mencionan a ella? — Gruño.

—Bueno, es la dama con la que más tiempo has estado saliendo. — Agrega su primo arreglándose las gafas.

—Es educada y sabe ser discreta. — Continua Yasutora. — ¿No es eso lo que buscas?

—También es lista y sacó buenas notas en la real academia de Piat.

—Pues cásate tú con ella. — Dijo malhumorado al escuchar la lluvia de halagos hacía su amante.

—Yo ya estoy comprometido idiota. —Reclama Ishida con un rubor de enojo.

—¿Y automáticamente eso la convierte en buen prospecto para mí?

—¿Y no es así? –Pregunto Renji.

—No. — Dijo firmemente.

—Pues deberás comenzar a buscar una mujer que coincida con lo que quieren los duques actuales. — Se burló el pelirrojo.

—Ojala que la mujer que elijas te de algunos dolores de cabeza. —Ishida sonríe socarrón.— ¿No sería un buen karma para ti?

—Traes muchas ganas de hablar ¿no crees primo? –Se puso de pie y desenvaino su espada. — ¿Por qué no me muestras esas misma ganas con una duelo de espadas?

—Por supuesto, esperaba que dijeras eso. — Una sombra de rivalidad apareció antes los jóvenes. — Aunque mi especialidad sea la arquería no te la voy a dejar fácil. — Uryuu desenvaino su espada, de un metal blanco con detalles dorados y azules en la empuñadura y la hoja.

—No esperaba menos. — Ambos se posicionaron al centro de la arena y comenzaron el duelo.

Mientras los primos se daban a madrazos con sus armas, el marqués Sado no para de darle vueltas a un asunto.

—¿Qué habrá querido decir Ishida?

—Quizás por el conde Cang. — Murmura el pelirrojo recordando la manera en que el de las gafas miraba al moreno.

—¿Cang Du? ¿Qué tiene que ver él con compromisos?

—Fue a la casa de los Die Adelle al pedirle permiso a Zefir con cortejar a Cristal. — Dice durante un encogimiento de hombros.

Sado había abierto los ojos en asombro. Eso era lo último que se esperaba.

—¡¿QUE?!— Ichigo había sacado, indirectamente, en un grito lo que pasaba en la cabeza de su amigo. — ¿Ese brabucón se quiere meter con Cristal?

—Entre mujeriegos se entienden. — Dice Ishida al mismo tiempo que ataca sin preocuparle que esté preparado o no.

—¡Cállate idiota y no seas rufián!— Exige luego de esquivarlo apenas.

La familia Die Adelle son muy cercanas a la familia Kurosaki a pesar de ser un rango bajo en la nobleza gracias a la amistad de las madres y la fuerte lealtad del padre (y sus ancestros) a dicha familia, eso ha permitido que los hermanos Cristal y Zefir crecieran con Ichigo prácticamente desde la cuna. Por lo tanto han sido amigos también de Yasutora, Uryuu, Rukia y Renji. Cristal es como otra hermanita para Ichigo y no permitirá que un canalla cualquiera la ande cortejando.

—¡Espero que Zefir haya sido listo!

—Le dijo que eso es decisión de Cristal, no suya. — Algo poco común ya que las mujeres en la nobleza tienen que acatar lo que digan los varones a cargo, en el caso de Cristal su hermano mayor por dos años tras la muerte de su madre y el retiro de su padre al campo. — Y Cristal se ha negado a darle una respuesta antes de su debut en el palacio.

Una evasiva discreta.

Decisión inteligente.

Por el momento.

—Pues entonces Chad tendrá que apresurarse.

—¿Qué tengo que ver yo en eso?

Sus amigos respondieron en un gruñido.


Gardenium Village era un pequeño pueblo ubicado en las montañas del cuervo cerca de la frontera con Londo, formaba parte del territorio del duque Kuchiki conocidos como los terceros en poder en el imperio después de los Shiba y los Kurosaki y una de las diez familias más antiguas desde la fundación.

Era conocido por ser un pueblo pintoresco con un bello paisaje, hermosas cascadas de agua cristalina para nadar en verano y un enorme y precioso lago donde varios aldeanos solían ir a pescar o los ricos tenían botes solo para navegar por diversión; era también un lugar de paso para quienes querían ir a Xing, Fullber o al Imperio y reconocido porque en primavera se solía hacer un enorme festival de la cosecha y en invierno las festividades decembrinas eran coloridas y muy agradables, también las posadas eran muy conocidas por su buen servicio incluso entre la alta nobleza; y tenían un nivel de vida medio alto donde el alcalde y la seguridad de la aldea eran de las mejores.

Entre las casas pintorescas habita un matrimonio ya en sus cuarenta y que trabajan en una pastelería. La señora había tenido un resfriado hace dos semanas, una bastante seria en la que por un momento se creyó que partiría a los brazos de Dios. Por suerte el doctor del pueblo se había encargado y la ha ido a ver cada dos días para asegurarse de su mejoría.

Hoy no pudo ir por una emergencia, pero fue nada menos que su hija a sustituirlo en su rutina de "revisar a los enfermos". Quizás para alguien ajeno sea raro que un doctor envié a una mujer hacer el trabajo de hombres, pero la joven es tan capaz como su padre, no por nada ha sido instruida por él.

—Todo parece en orden señora Kagawa. Para mañana le doy el alta y seguirá engordándonos con sus pasteles.

—Oooh, muchas gracias pequeña petirrojo. Ya me estaba desesperando de estar en cama.

—Lo importante es su salud, señora Kagawa. — Sonríe comprensiva mientras acaricia la mano de la mujer. — ¿Ha seguido con los té de hierbas que le he dado?

—Deliciosos, tienes un don Orihime.

—¿Y ha hecho sus caminatas cortas?

—Puntual como un reloj cucú.

—Entonces no le será muy cansino volver a trabajar... pero hágalo despacio, no quiero una recaída. Deme su palabra.

—Claro Orihime, te prometo portarme bien.

—Bien, entonces se merece las galletas que mi madre ha cocinado para usted y su marido. Las he dejado en la cocina para la hora del té.

—Las esperare con ansias.

La joven de nombre Orihime sonríe nuevamente y hace un gesto de despedida.

Cierra la puerta en silencio y baja las escaleras. Un espejo deja ver por un segundo que tiene el cabello largo de un color naranja oscuro y lleva un sencillo vestido verde claro, ideal para andar en el campo sin dificultades de su corsé o algo por el estilo.

—Le he dado el alta para mañana a su esposa, señor Kagawa — Anuncia al hombre calvo y de tez arrugada por la edad. — Volverá a molestarlo con su lentitud. — Bromea.

—Dios me proteja. — Sigue con la broma y los dos se ríen. — Gracias por venir pequeño petirrojo.

—Es mi trabajo como doctora.

Se despiden con una inclinación cortés y Orihime sale de la casa.

La recibe el calor del verano más la gente andando de un lugar a otro. Aquello la obliga a recoger su largo cabello naranja y mantenerlo en un moño con la esperanza que el viento le llegue a la nuca y la refresque.

Hace cinco visitas más a domicilio, pasa a comer unos panes recién horneados con chicharrones de relleno y compra algunas pinturas para su cuadros y semillas para plantar.

Vuelve a casa sentada en el borde de una carreta llena de paja, llevado por tres burros y dirigidos por un abuelito que hace el mismo recorrido los martes y jueves como hoy. Siempre le da las gracias con algún bocadillo para el camino y unas monedas. Habría esperado a que su madre cerrase su boutique y se fueran juntas en el carruaje de rúa que usan en verano por la falta de pared y techo, pero su madre no quiso abrir hoy ya que se anda preparando para el debut de Rena, su hermana menor.

En cuando ve el cruce que va hacia sus tierras, se baja de un salto, sin la necesidad que los burros paren.

—¡Gracias señor Alaitz!

—¡Gracias a ti pequeña y salúdame a tus padres!

—¡Así lo hare!— Promete moviendo su mano extendida de un lado a otro en señal de despedida.

Gira en sus talones sin problema a pesar que sus botas son de taco alto y camina a casa.

Su hogar es como los cuentos, oculta entre medio de un bosque. En cuando lo terminas de cruzar, te encuentras una cerca que te separa de un glorioso y expansivo jardín, una mansión tamaño normal (no es gigantesca ni ostentosas como la de los Kuchiki u otro noble superior), a lo lejos se distinguía el área de herbología y un camino que lleva a los termales.

También, entre las cercas y la mansión hay una pequeña cabaña en donde habitan el jardinero y el vigilante. El primero obviamente cuida las bellezas de su madre y el segundo se asegura que los clientes de las termas no pasen en el terreno privado de la familia Tenjirou.

Su pequeño paraíso.

Saluda al vigilante, Shuuhei Hisagi mientras cruza la cerca y le entrega uno de los panes calientes que ha comprado. Corre hacia su casa y apenas abre la puerta escucha el escándalo de Rena por lo emocionada que esta.

Sonriendo se guía por el ruido y la encuentra con su madre en el estudio privado de ésta. La baronesa no deja de examinar los trajes que ha preparado para la princesa bebé mientras la nena en cuestión se mira en el espejo.

—Ya llegue madre.

—Ara, bienvenida Orihime. — Su bella madre, Shutara Tenjiro, es poseedora de una larga cabellera negra, piel blanca y ojos rojos. — Llegaste justo a tiempo.

—¿A tiempo de ver a Rena probarse cien vestidos? Paso.

—¡Claro que no!— Exclama su hermana, una joven de quince años de ojos castaños como Orihime y larga melena verde claro. — ¡Obviamente es para que te pruebes tus vestido del debut!

...¿Qué?

—Rena.— Dice Shutara de forma acusatoria. Estaba claro que quería tomar otro camino para dar la noticia.

—¡¿Me quieren lanzar al matadero?! — Grita Orihime sin respetar las normas de conducta de una dama noble. —¡No iré!

Shutara suspira, ha pasado exactamente lo que ha previsto.

—Por favor Orihime, quisiera ver a mis dos hijas hacer su debut.

—Para eso tienes a Rena, la pariste para jugar al debut. Vayan ustedes y déjenme sola y feliz en casa.

—Sera divertido. — Apoya Rena. — Rukia y Jugram estarán allí así que no te aburrirás.

—¿Jugram?— Casi parecía ceder con ese nombre pero no, se iba a mantener firme. — No, olvídenlo. Eso no recompensa el agobio que voy a tener por esos niñatos nobles que creen tener un derecho sobre mí.

—Nosotras también somos nobles. — Le recuerda su hermana.

—Cállate, nadie pidió tu opinión. — Rena le saca la lengua y Orihime le devuelve el gesto.

—Niñas. — Shutara consigue traer la calma y ve a Orihime. — No te pido que vayas en busca de un marido, sé que no lo quieres ni lo necesitas... y lo entiendo, si no han cambiado las cosas, ninguno se merece la atención de mis nenas. — Arregla uno de los vestidos. — Solo quiero que hagan a su madre feliz.

Ese último comentario claramente es psicología.

—Voy a aburrirme más que un cadáver.

—No te impondré las reglas de una dama.

—No quiero ser la chaperona de Rena.

—No lo serás si no quieres

—Quiero seguir haciendo mis cosas

—Lo harás

—¿Y andaré por donde se me antoje?

—Sera igual que estar en casa

—Y yo elegiré el guardarropa.

–Me parece justo

—Y quiero regresar al día siguiente que termine el debut.

—Permaneceremos un mes en la capital.

—¡¿Un mes?! — Exclamo indignada. — Me volveré loca con todos esos nobles estirados y prepotentes. No, definitivamente no, yo me quedo aquí.

—Te vuelvo a recordar que nosotras también somos nobles. — Repitió Rena.

—No te pregunté.

—Pues te lo diré las veces que hagan falta. — Claramente podían verse las chispas por las miradas que ambas hermanas se echaban una a la otra.

—Ya, ya, niñas. — El sonido de las palmas de Shutara resonó en el estudio. — Rena tiene razón Orihime, después de todo nosotras también somos nobles.

—Nobles de bajo rango. Nuestra familia no tiene un trabajo importante para el emperador ¿Porque tenemos que ir? Tenemos todo lo que necesitamos aquí.

—Orihime deseo verlas a ti y a tu hermana debutar en sociedad juntas. –Comenzó su progenitora. — También deseo saludar a algunos viejos conocidos ¿No puedes hacerle este pequeño favor a tu madre? — Orihime vaciló un momento. — ¿Por favor?

—Nnggg. — Orihime golpeteo el piso con el tacón de su bota y suspiro resignada. — Muy bien pero promete que respetaras todas mis solicitudes.

—Lo juro por el honor de los Tenjirou. — Jurar por el honor de la familia y romper aquella palabra era un gran insulto, así que Orihime solo suspiro resignada.

—Iré a cambiarme y volveré enseguida. — Aviso la muchacha mientras salía del estudio, apenas había dado vuelta por el pasillo cuando noto a su doncella personal quién cargaba unas toallas. — ¡Kyoko! — Saludo efusivamente.

—Bienvenida a casa señorita, recién vengo de cambiar las toallas de su habitación.

—Se que vienes de mi habitación, pero justo voy a cambiarme de ropa y necesitaré tu ayuda.

—No se preocupe, ya había previsto eso y he preparado un vestido. — Sonrió la joven que le llevaba solo un año a Orihime.

Kyoko Haida había sido una gitana cuya familia había sido asesinada por bandidos cuando era pequeña; sola y desprotegida en una noche de lluvia estaba lista para morir, sin embargo el destino tenía otra cosa escrita. El barón Tenjiro, que volvía de revisar un paciente ese día, al verla desprotegida bajo esa terrible tormenta la cobijo y llevo con él a su hogar, los barones le ofrecieron techo y comida sin ninguna condición y Orihime rápidamente hizo amistad con la pelinegra, así que cuando Kyoko tuvo suficiente fuerza y se recuperó se atrevió a pedir trabajo a la baronesa, quién acepto encantada ya que necesitaba una doncella para su hija. Con el tiempo y aprendizaje de parte del poco personal que necesitaba la familia demostró ser bastante capaz y tenía ese don por su naturaleza gitana de predecir ciertas cosas. La primera señorita de la casa la apreciaba tanto que la consideraba más una hermana mayor que su doncella personal.

Después de ayudarla a ponerse un ligero blusón blanco y un vestido rojo con varios cordones al frente y una sección negra al frente de este regreso al estudio, donde Rena le pedía emocionada a su madre el tipo de bordado que quería en su vestido y Shutara asentía con una suave sonrisa. Llegó el turno de Orihime para medirse y tras largas horas de medirse telas y elegir colores finalmente podía respirar libre, Kyoko había llevado refrigerios al estudio donde su madre terminaba de bocetar su vestido y se lo mostraba a Orihime y Rena, quiénes bebía u té de tomillo con tranquilidad.

—Cariño ¿Estás segura que este es el diseño que deseas? — Pregunto su madre con tranquilidad.

—Por supuesto mamá, estoy totalmente segura. — Agrego mientras veía el boceto en papel. — Es perfecto ¿Pero esta área no está un poco vacía? –Señalo.

—Ahí tengo una linda sorpresa, se que te va a agradar.

—De acuerdo confío en ti mamá.

—Papá y mi hermano están tardando. — Agrega la menor.

—Sora dijo que volvería en cuatro días y tu padre fue a Green Valley para ver a un par de pacientes, me comentó que posiblemente volvería esta noche, pero si se presentaba algo y se retrasaba después de la puesta de sol pasaría la noche en una posada y volvería mañana a medio día.

—¿Y el hospital? No podemos dejarlo solo. — La pequeña clínica de solo cinco habitaciones ubicada en Gardenium Village era propiedad del Barón Tenjirou. Kirinji es conocido por atender tanto a plebeyos como a nobles reconocidos en la zona como los Kuchiki cuando estaban en su chalet, los condes Mc Allon, la condesa Ianthe entre otros, ya que estos últimos eran gente de recursos y podían pagar por medicina, se les cobraba una jugosa factura por sus tratamientos mientras que a los plebeyos se les permitía pagar como podían ya fuera con dinero o con objetos (Orihime aún recordaba esa vez cuando tenía quince años y un aldeano le regalo un par de gallinas debido a la falta de efectivo) siendo que estos últimos vivían en el condado vecino de Roussen a solo un par de horas de ahí. — ¿Ha decidió papá a quien dejara como encargado?

—Aun no lo tenía pensado, dijo que se encargaría de ello cuando volviera. — Dejo el boceto terminado a un lado y tomo la taza que Kyoko le ofrecía mientras bebía un sorbo. — El té ha quedado perfecto Kyoko, reposo el tiempo justo.

—Se lo agradezco baronesa. — La joven pelinegra se inclino levemente con una sonrisa.

—¿Para qué fue mi hermano con el tío Hachi? — Rena se dejó de todos los modales y se recostó en el pequeño sofá.

—Parece que encontró un buen negocio para invertir en seda y lino, así que necesitaba hablar con tu tío que cerrará el trato en nombre de los barones Tenjirou.

—Además seguro que va a aclarar algunos puntos en persona, ya sabes cómo son nuestro hermano Sora y el tío Hachi. — Se río Orihime. — No dejan que se les escape una cuando se trata de números.

Hachi Tenjirou era el hermano menor de Kirinji aunque era difícil deducirlo por la estatura del hombre, aunque el mayor era Kirinji y por ende el título le pertenecía a él, ambos hombres eran bastante unidos, cada uno destacaba en un campo que al otro le faltaba. Mientras que Kirinji se encargaba de estar al frente de los negocios y supervisarlos, Hachi se encargaba de la administración, las cuentas y firmar a su nombre en caso de algo beneficioso para la familia; de alguna forma era como si el título de barón fuera compartido por los hermanos ya que solo se informaban el uno al otro de los movimientos importantes, pero por lo demás ambos tenían libertad para cerrar tratos o movimientos de forma independiente sin pedir permiso mutuamente.

—Hace mucho que el tío no viene a visitarnos. — Rena hizo un puchero, adoraba a su tío, al igual que Orihime, su primer estetoscopio de juguete se lo había dado él cuando era joven.

—Tu tío está ocupado con la administración en la casa principal, no es fácil que deje el puerto de Neza y con el pre infarto que tuvo hace un año es preferible que sea Sora quien vaya a verle.

—¿Deberíamos ir a visitarlo cuando volvamos de la capital? — Sugirió Orihime.

—¡Es una gran idea! — Dijo la más joven emocionada. — Comprare muchos regalos para el tío.

—No le puedes llevar montones de dulces.

—No le llevaré dulces. — Orihime arqueo una ceja incrédula. — Puede que solo uno o dos, pero no serán nocivos para su salud.

—De acuerdo, te ayudare a elegir… ¿Deberíamos hacerle un traje? — Miro a su madre pensativa.

—Me parece bien, podré buscar una buena tela en la capital.

—Yo puedo hacer un diseño. — Orihime al igual que su madre era buena para la moda.

Las mujeres Tenjirou siguieron su conversación hasta tarde, fue ya entrada la noche que todas decidieron retirarse a sus habitaciones y descansar adecuadamente.


Orihime se encontraba ya en su camisón para dormir color melón, como estaban en junio comenzaba a sentirse el calor del verano y las noches se hacían cada vez más insoportables, así que lo mejor era dormir fresca. Kyoko terminaba de cepillar el cabello de Orihime como cada noche y arregló el vestido que le pondría al día siguiente, la pelinaranja amaba esa dedicación de su doncella de saber que necesitaría usar exactamente al día siguiente, ni una sola vez se había equivocado.

—Kyoko hoy hace calor, abre el balcón. — Pidió mientras se sentaba en el colchón con un abanico en mano y comenzaba a refrescarse un poco.

—¿El balcón? ¿A esta hora señorita?

—No te preocupes, si algo pasa el que se lo llevaría mal sería el ladrón. — Orihime levanta levemente la esquina de su colchón, dejando ver un pequeño cuchillo.

—Entendido señorita Orihime. — Esta corrió las cortinas y abrió la pequeña terraza con balcón que daba una linda vista a las montañas. — Me retiro, que pase buenas noches mi lady.

—Te veré por la mañana. — Se despidió con una sonrisa.

La joven morocha se inclino levemente y salió de la habitación, dejando solo a Orihime en esta. La joven de cabellos naranjas se puso de pie con un suspiro y salió un momento para recibir el aire fresco proveniente del bosque, se sentía bien.

—La capital... — Orihime vio la hermosa luna menguante mientras seguía abanicándose. — Solo lo hago por ti madre.

Además podría no ser tan malo, ese año Jugram no había ido a su finca de veraneo a diferencia de la Familia Kuchiki que solían ir cada año a pasar las vacaciones en familia.

Un ligero rojo coloreo la mejillas de Orihime al pensar en Jugram ¿Le habría ido bien en la Cruz Blanca?

No pudo contener un gran bostezo y se frotó el ojo cansada, habían sido muchas emociones en un solo día, se iría a la cama y arreglaría todo al día siguiente, por lo que había dicho su madre en dos semanas más se irían al imperio y estaría ocupada esos días.

Entra de vuelta a la habitación y se dejó caer agotada, perdiéndose profundamente en los brazos de Morfeo.