Discleimer: El mundo Harry Potter es de su autora. Sólo son míos Lennah y algunos personajes más, así como el fic en sí

Agradecimientos: a ti: mi editora, mi Slytherin y mi contable. GRACIAS


10

Sus manos acariciaban su espalda mientras sus lenguas quedaban unidas por un beso húmedo y lleno de urgencia. Estaban semidesnudos, aún lejos de la cama que presidía la habitación de matrimonio.

Hacía poco más de un mes que se habían prometido y se habían casado esa misma mañana,Jacob había conseguido arreglar todos los papeles en poco más de quince días y había conseguido una cita en el juzgado gracias a uno de sus contactos. ¡Qué bueno era que su mejor amigo fuera Notario!

Apretó más el cuerpo delgado de Lennah hacia el suyo y le hizo notar cuan excitado estaba. ¡Qué suerte había tenido al conocerla! ¡Y qué hermosa era!

Un suspiro ahogó un pequeño grito de excitación que salió de los labios sonrosados de la morena. Había dado con una de sus zonas erógenas. Sonrió orgulloso para sí mismo y se encaminó hacia la cama arrastrando el cuerpo de su mujer con él… ¡Su mujer! ¿No era increíble?

La tumbó en la cama y terminó de desnudarla, llenándola de besos y caricias mientras que sus propias prendas iban cayendo al suelo.

Un gemido algo más alto de lo esperado lo hizo detenerse y sonreír. Lennah estaba extasiada y verla de esa manera con el pelo revuelto encima de los cojines blancos y fuera de control lo hizo sonreír. Ahora mismo era suya. Sin duda alguna era la cosa más hermosa que había en este mundo y en este momento, estaba segurísimo, haría lo que fuera.

Dejó que el cuerpo de Lennah gozará un poco más del placer que le daban sus caricias y se situó entre sus piernas. Vió como ella dejaba su placer a un lado y se ponía sería por unos instantes. Le pareció que susurraba algo y que su mano hacía un gesto extraño pero no le dió más importancia, porque justo después sus caderas se levantaron y él quedó atrapado en su propio placer.

Hicieron el amor varias veces esa noche.

Su noche de bodas.

Se despertó con el pelo enredado de Lennah en su mano y con su cuerpo pegado al de él. Debía tener frío porque las sábanas se habían caído y se estaban tapando con un batín rosa que no recordaba de dónde había salido.

Intentó moverse para alcanzar la sábana y cubrirlos a ambos sin despertarla.

- Espera, me muevo. - La voz adormilada de la morena le hizo ver que había fracasado en su misión, pero sonrió al ver como ella seguía con los ojos cerrados. Los tapó a ambos con la sábana y se acercó para abrazarla de nuevo.

- Buenos días, moi moitié. - Lennah abrió los ojos para ponerse colorada de golpe.

- No me acostumbro a ese apodo.

- Y a mí me encanta lo roja que puedes llegar a ponerte. - Lennah alcanzó el cojín y le dió un golpe con él, mientras no dejaba de sonreír.

- Te quiero.

- Y yo a ti. - apretó su cuerpo al de él y le dió un beso en la coronilla. - Y no me apetece nada salir de esta cama en unos… no sé… ¿Mil años? - La morena se rió.

- No me parece mal plan… pero… tengo que ir al baño. - Se deslizó fuera del abrazo y se sentó en la cama para ponerse el batín rosado.

Mientras la veía levantarse y meterse en el baño, se sentó en la cama acomodando unos cojines detrás de su espalda. Tomó una pequeña jarra de agua de la mesita de noche y se sirvió un buen vaso. Se lo tomó el agua casi de golpe.

- ¿Moi moitié? Tengo curiosidad…

- ¿Si? - La voz detrás de la puerta sonaba amortiguada.

- Cada vez que pareces preparada para que yo… - Ni siquiera sabía cómo plantearlo sin sonar rudo. - Bueno … - Era un hombre y no era algo de lo que supiera hablar, -... Para que yo entre … - Pero la quería y estaba dispuesto ha aprender y mejorar, si eso le hacía sentirse mejor antes de tener sexo. - Te quedas absolutamente sería y pareces rezar…- Se oyó la cadena y al poco la puerta se abría. - ¿Tienes miedo a que te lastime? - Su mujer se quedó quieta en la puerta. Parecía pensar y buscar la mejor manera de explicarse. Mientras hacía eso, empezó a morderse el labio desde dentro y parecía estar bastante agobiada. La había fastidiado, estaba claro. - Oye, no quería… Yo…. No tienes por qué contármelo. Sólo quiero que sepas que si alguna vez te he lastimado no ha sido queriendo y que no pretendo…

- No es eso. - Su voz sonó terriblemente cansada y eso provocó un cierto desconcierto en él. Lennah dejó de mirarle para mirar cómo sus propias manos jugueteaban con el nudo del batín.

- ¿Moi moitié? - Captó su atención y dando dos palmadas al lado vacío de su cama la invitó a sentarse. Lennah respiró hondo y se acercó a la cama. Se sentó a su lado y subió las piernas para quedar apoyada en el cabecero.

- Albert, hay algo que no te he contado. - Tenía toda su atención. Toda. - Soy bruja. - La tensión quedó volando en el aire y, por un momento, se creyó las palabras de su mujer. Luego cayó en la cuenta de lo que ella acababa de decir y vió su cara tan seria que, obviamente, eso era una broma y estaba muy bien conseguida. La carcajada salió casi al momento en el que se percató de la situación: los dos semi desnudos, él esperando que ella le hablara de algún trauma o rito antes de hacer el amor y ella le salía con una broma para romper el hielo.

Cuando en medio de su ataque de risa se dió cuenta que Lennah seguía sería y totalmente ajena a su risa, intentó calmarse y acompasar su respiración.

- Vamos Lennah, ha sido una broma muy buena. - Se fregó los ojos con las palmas de las manos quitando todo rastro del ataque de risa, antes de mirar de nuevo a su mujer.

- No era una broma. - La morena le miraba seria. Muy seria y parecía no comprender de qué se reía él.

- Lennah, moi moitié, las brujas no existen. Sólo son cuentos de hadas. - Se giró levemente hacia ella mientras le hablaba con voz dulce intentando que la risa no volviera a él.

- Si existimos… - Su voz sonaba contrariada. Se giró levemente hacia su mesita de noche y sacó algo que él no vio en un primer momento. - Somos reales. - Se volvió a girar para enfrentar su mirada y en sus manos acunaba un trozo de madera amarillenta tallada y pulida.

- Moi moitié, es un bonito palo de madera tallado.

- No, Albert, es mi varita.- Reprimió la risa que volvía acumularse en su cuello. Ella parecía totalmente convencida de sus propias palabras. Suspiró y tomó la varita entre sus dedos. - Mira. - Señaló la silla que habían dejado en un rincón de la habitación para poder dejar la ropa y que esa noche no habían usado. - Leviosá - Movió levemente la mano y la silla quedó flotando a unos dos palmos del suelo.

La risa se le quedó atragantada en medio del pecho.

- ¿Qué…? - Le clavó la mirada en sus preciosos ojos y se dió cuenta que no, no era un sueño.

- Soy bruja. - Sus palabras sonaban mucho más convincentes y con más seguridad de lo que habían sonado antes.

Se pasó una mano por la cara intentando asimilar lo más rápidamente posible todo lo que esas cinco letras podían significar. Y de repente, su duda:

- ¿Rezas al Diablo? - La silla cayó estrepitosamente hacía el suelo.

- ¿Cómo? - La voz desconcertada de su mujer le hizo darse cuenta de lo absurda que parecía la pregunta.

- Yo… ¡No lo sé, Lennah! ¿Lo haces? - No se había dado cuenta, pero su voz había subido dos tonos y sonaba más aguda.

- ¡Merlín! ¡No!

- ¡Oh por dios! ¡Ahora entiendo lo de Merlín! - sus piernas cayeron pesadamente encima de la cama y prefiero dejar de mirar a su esposa.

No sabía cuántas horas habían pasado desde la confesión de Lennah de esa mañana, pero teniendo en cuenta que ahora parecía que anochecía, debían haber pasado muchas. Tampoco tenía claro cuando había entrado en el bar, en ese bar…ni por cuántos había pasado antes de ese.

No recordaba haber llamado a Jacob, pero él era quien llevaba la mayor parte de su peso. Sus piernas prácticamente no aguantaban su propio peso. Quizás Lennah podría usar ese mismo hechizo que usó con la silla esa mañana…

- Bruja … - Lo que creía que era un pensamiento salió de sus labios casi como un gemido. Sonaba a perro lastimado.

- No puede haber sido tan grave - Jacob colocó de nuevo el peso de Albert en su hombro e intentó conversar con él. Aunque hablar con un borracho siempre era una tarea complicada. - Albert, aún no me has explicado qué ha pasado.

- Bruja.

- ¿Os habéis peleado en vuestra primera noche? En serio Albert, es la mujer de tu vida. No has dejado de decirme eso desde que la conociste.

- Es una bruja…- El vómito inundó su garganta y se apartó rápidamente de su amigo para poder descargar lejos de él.

Sentía la boca totalmente seca, como si tuviera esparto en ella. Intentó generar saliva, pero parecía que sus glándulas salivares estaban en huelga.

Abrió los ojos y descubrió que la habitación giraba. No, no giraba, pero no tenía claro que su cuerpo estaba tumbado, sentado o de pie. Intentó fijar la vista en algún punto, pero su estómago lo tomó como una afrenta y corrió hacia un jarrón para vomitar.

- Veo que has despertado. - La voz dulce de Lennah sonaba cerca de su espalda, pero no se giró. Su estómago seguía vaciándose. - Jacob te trajo esta madrugada. No podías tenerte en pie y no conseguimos meterte en la cama.

- Podrías haber hecho tú truco. - Logró verbalizar cuando su estómago se lo permitió. Consiguió enfocar sus ojos hacia el cuerpo delgado de su mujer y vio en ella una mezcla de pena y horror. - ¿Eres bruja no? Quítame la resaca. - Ordenó, en vez de pedir.

- No funciona así, Albert. - Y esas cuatro palabras lo encolerizaron. Abrió una parte de su ser que ni siquiera él sabía que existía.

Dejó caer el jarrón y en dos zancadas eliminó la distancia entre ellos, para acabarla de cerrar con su mano en la mejilla de la morena.

- Pues tendremos que ver cómo funciona. - El cuerpo de Lennah chocó contra el suelo. Quizás no había sido un golpe demasiado fuerte, pero si algo que ninguno de los dos esperaba.

- Albert yo… - La pateó en las costillas, dejándola por un momento sin aire.

- No me contradigas, Bruja. - Y todo su miedo y su desconocimiento, se entremezclaron con el odio a lo inesperado de la condición de su mujer y transformó esa palabra de cinco letras, en el mayor insulto que podía existir.