Aclaración: La historia original pertenece a la maravillosa NightBloomingPeony, yo solo la traduzco con su permiso. Los personajes son de Stephenie Meyer.

Thanks Bianca for allowing me to translate it.

Nota: contiene escenas sexuales, por ellos es clasificación M.


The Devil Next Door

Capítulo 5. Sudoku

POV Bella

Mi teléfono zumbó con lo que debía de ser otro mensaje de Angela. Era impresionantemente buena conteniendo sus emociones cuando tenía que cubrirme cuando mis padres llamaban a nuestro teléfono fijo. Pero cuando se trataba de mí, era una constante bola de ansiedad. Suspirando, desbloqueé el teléfono.

"B, creo que es hora de que vuelvas a casa, esta vez de verdad. No creo que pueda cubrirte mucho más tiempo".

No podía culparla, ni un poco. Después de todo, mi valiente intento de irme significaba que ella tenía que lidiar con el caos sola. Estaba en deuda con ella de por vida.

"Lo sé, lo siento. Creo que esta era la última parada, empiezo a echar de menos mi casa. Y a ti".

La historia oficial para Angela era que necesitaba tomarme un año sabático, para resolver ciertas cosas. Ni en un millón de años habría admitido que la verdadera razón por la que me fui fue para perseguir a un hombre que me había cogido bien, sólo para que le importara un carajo inmediatamente después. Ya podía imaginarme sus discursos, no necesitaba oírlos también en la vida real. Y me habría llevado una eternidad explicarle por qué me importaba tanto, cuando ni siquiera yo lo entendía bien.

Mi viaje había resultado ser algo bastante inútil, en el gran esquema de las cosas. Básicamente estaba buscando una aguja en un pajar, porque él podría haber estado en cualquier parte. Mi método tampoco era el más brillante: deambular de ciudad en ciudad, preguntando por un tal Edward Masen, no podía considerarse un trabajo detectivesco de primera. También intenté buscarlo en Internet, pero el único Edward Masen que había encontrado era un médico de Londres que no se parecía en nada a él.

Aun así, no me rendí, aunque lo más probable es que lo hubiera hecho una persona cuerda. Había algo en él que me atraía: tenía que haber algo más. Tenía que haber algo que le hiciera marcharse. No podía creerme la excusa de la «muerte segura» que esgrimía en su carta. Después de todo, no era un asesino en serie. Y mencionó que nuestra noche juntos había sido la mejor de su existencia; no lo habría dicho si no quisiera volver a verme la cara.

Pero a medida que pasaban los meses, una sensación de ridiculez empezó a hacer acto de presencia en algún lugar de mi mente. Una pequeña pero persistente voz me decía que tal vez tomarme un año sabático para enamorarme ―no, no enamorarme, en realidad, no podía ser esto, porque no sabía cómo manejarlo si lo fuera― no valía la pena, ya que definitivamente no estaba ampliando mis horizontes. Claro, se podría argumentar que visitar nuevos lugares podría considerarse una ampliación de horizontes. ¿El único problema? Rara vez prestaba atención a lo que me rodeaba, porque siempre estaba demasiado ocupada buscando entre la multitud.

También me sentía mal por presionar innecesariamente a Angela. Era una buena amiga, mucho mejor de lo que yo era para ella, pensándolo bien, y por eso quería volver. Con las vacaciones cada vez más cerca, sabía que no podía ausentarme durante mucho más tiempo. Después de todo, ya había hecho el ridículo, no había necesidad de demostrarlo aún más.

La cola en la estación de Amtrak de Siracusa parecía interminable, pero no me importaba. Me daba tiempo de sobra para concentrarme en la revista de sudokus de bolsillo que había comprado en Ithaca. Ya había terminado la mitad y estaba segura de que me entretendría durante la primera parte del viaje en tren de Siracusa a Pittsburgh. Después aún tenía que cambiar dos trenes para llegar a Port Angeles, lo que significaba más revistas de sudokus, teniendo en cuenta que eran mucho más baratas que comprar libros, y no es que los libros de autoayuda que se encuentran en las estaciones de tren parezcan atractivos o medianamente interesantes.

Me movía mecánicamente, cada vez que avanzaba la fila, apartando los ojos de la gente que esperaba delante de mí. Me sentía ridícula por esconderme bajo la capucha de mi chaqueta, pero también me sentía segura. Después de verme en una pantalla de televisión ―aunque todo hubiera sido filmado desde atrás― me sentía extrañamente expuesta. Intenté enterrar el recuerdo, ya que me parecía un sueño febril, pero el rostro del hombre seguía persiguiéndome. Su grito de agonía era aún peor.

No, se lo merecía.

Era obligatorio recordarme a mí misma que había actuado en defensa propia. Nunca había pretendido hacerle daño, sólo distraerle lo suficiente para poder huir. Además, la alternativa habría sido infinitamente peor. Me estremecí, levanté los ojos de la amalgama de números que tenía bajo los dedos y escudriñé a la multitud. Cinco mujeres delante de mí. Arriesgándome a echar un vistazo por detrás, pude ver a una madre con su hijo. Otro hombre detrás de ella, pero estaba demasiado concentrado en la conversación telefónica que mantenía. Me di la vuelta, con una nueva sensación de alivio.

Aquí no había nadie que pudiera ser una amenaza. Esta era una zona segura. Pronto estaría dentro de un tren lleno de gente. Otra zona segura. La gente seguramente reaccionaría si ocurriera algo dudoso. No estaría sola. No tendría que enviar accidentalmente a otra persona al hospital.

A pesar de mis propias palabras tranquilizadoras, sentí que los latidos de mi corazón se aceleraban, que me sudaban las palmas de las manos, que se me formaba un nudo en la garganta.

No, este es un lugar seguro.

Repetí este mantra, una y otra y otra vez…

―¿Qué te ha hecho esa revista para merecer semejante maltrato?

Mi mantra salió por la ventana y mi estado de nerviosismo se rompió en ese mismo instante. No hubo forma de controlar la corriente que me hizo estremecerme, ni el jadeo audible que solté al escuchar la suave voz.

Levanté la vista, sólo para darme cuenta de que ya no estaba sola en la cola. Vi la tela negra de una chaqueta de invierno antes que nada. Mis ojos recorrieron la línea plateada de la cremallera, pasaron por el cuello perfectamente esculpido y se posaron en un rostro que conocía demasiado bien. Un rostro que pertenecía a los museos de arte, para ser admirado por las masas, para molestar a los críticos con su imposible perfección, no en esta tediosa estación de tren.

De repente, me sudaban las palmas de las manos por un motivo totalmente distinto.

Objetivamente, no tenía sentido que Edward estuviera aquí ahora. No debería haber sido posible. Después de meses intentando verle, ¿era aquí donde me lo encontraba? Parpadeé, considerando brevemente la posibilidad de estar teniendo alucinaciones. Pero él seguía allí, mirándome con sus ojos de carbón, como si yo fuera una criatura de otro planeta. Su pelo cobrizo parecía más oscuro, ahora que estaba empapado por la lluvia helada de fuera.

―¿Ya ni siquiera lo necesitas? ―preguntó, señalando mis manos.

Me costó apartar los ojos de él, pero lo hice, aunque sólo fuera para asegurarme de que no se daba cuenta de mis mejillas repentinamente acaloradas. Mirándome las manos, me di cuenta de que estaba agarrando la revista y el bolígrafo con demasiada fuerza, hasta el punto de que el papel había empezado a arrugarse por los bordes.

―Sí ―conseguí decir―. Aún lo necesito.

Lo absurdo de la situación hizo que mi ataque de pánico, que antes se avecinaba, se convirtiera en algo completamente distinto. Cuando me atreví a devolverle la mirada, parecía divertido. Supuse que si no empezaba pronto a comportarme como una persona no loca, igual se reía en mi cara.

―¿Qué haces aquí? ―pregunté, porque era la pregunta más obvia.

―Podría estar preguntándote lo mismo, pero… me di cuenta de que entrabas desde fuera y tuve que comprobar si eras tú de verdad.

Una respuesta comprensible. Pronunció las palabras casi como si yo fuera la rara por preguntar.

―¿Me estabas siguiendo o algo así?

En cuanto las palabras salieron de mi boca, me di cuenta de la hipocresía que había detrás de ellas. De repente, quise derretirme en el suelo.

―No lo hacía ―dijo, y su voz no debería haber sonado como chocolate derritiéndose sobre satén, sin embargo lo hizo. Maldita sea―. ¿Estás bien? Pareces bastante angustiada.

El negro intenso de sus ojos se encendió, recordándome brevemente la intensidad de su carta.

"Anoche estuviste más cerca de una muerte segura de lo que nunca sabrás".

Seguramente no lo decía en serio. Tenía que ser algún tipo de eufemismo para… algo. El aura de este hombre podía ser más oscura que la noche, pero no era un psicópata. Con sus ojos escarbando en mi alma, tuve que apartar la mirada para ordenar mis pensamientos.

―Sí, estoy bien ―respondí―. Sólo intento tomar un tren.

―¿Adónde?

―Pittsburgh.

―Visitando la ciudad de los puentes, ya veo.

―No, de visita no. Sólo de paso. Vuelvo a casa, a Port Angeles.

Edward me siguió, y aunque ya no me miraba fijamente, era muy consciente de la proximidad que había entre nosotros. Si me hubiera movido veinte centímetros a la derecha, habría alcanzado fácilmente su mano.

―¿Tienes prisa por llegar? ―me preguntó.

La pregunta me sorprendió por su brusquedad. Por un segundo, casi tuve la sensación de que había algo más de lo que él decía. Sin embargo, me negué a dejarle ver mi esperanza.

―Um… depende.

―¿De qué?

―¿Por qué lo preguntas?

Al ver que seguía evitando sus ojos, dio otro paso adelante, haciendo imposible no mirarle directamente.

―Te lo pregunto porque he visto las noticias ―soltó―. Sé lo que te ha pasado.

―Oh. Eso es… ―Me esforcé por encontrar la palabra adecuada, pero desistí de inmediato―. Eso no es nada.

―Difícilmente podría llamar «nada» a lo que hiciste. Ojalá no tuvieras que enfrentarte a ese depredador.

Me estremecí, volviendo a pensar en aquel momento. Un segundo estaba intentando encontrar el camino de vuelta al motel, y al siguiente me veía acorralada en un callejón oscuro. Un maldito cliché, pero no mejoraba las cosas. El hecho de que fuera yo quien tuviera que llamar al 911 cuando me di cuenta de que había herido terriblemente al hombre lo empeoraba de alguna manera.

―Fuiste valiente ―añadió Edward, ahuyentando el malestar con su voz―. Pero, ¿cómo te sientes ahora?

No quería engañarme, pero juraría que había preocupación en su voz. Quería preguntarle cómo lo sabía. Después de todo, mi cara nunca había aparecido en las noticias.

―Bueno, ese idiota ha sido ingresado en el Hospital Universitario Upstate, y después se enfrentará a los cargos correspondientes. Así que… algo aliviada, supongo.

―¿Aliviada? Antes parecía como si estuvieras a punto de desmayarte. Por no mencionar el hecho de que parece como si no hubieras comido una comida adecuada desde hace tiempo.

Una parte de mí quería decirle que comer bien no era una opción cuando se viajaba con un presupuesto muy ajustado y, la mayoría de las veces, había que conformarse con fideos instantáneos y galletas de mantequilla. Pero me lo guardé para mí.

―¿Y? ―conseguí decir al final, porque sinceramente, ¿por qué le importaba a él? Fue él quien se fue.

―¿Y? Déjame llevarte a cenar antes de que te vayas más lejos.

―No tengo hambre ―le aseguré.

―No, pero supongo que pronto la tendrás.

Levantó una ceja, y era un poco difícil concentrarse en mi ingeniosa respuesta cuando me estudiaba así de pies a cabeza, como si estuviera sopesando si era comestible o no. Me recordaba demasiado a la forma en que me miró durante nuestra primera ―y única― noche juntos. El recuerdo desencadenó una oleada de calor que se abrió paso a través de mí, recorriendo cada miembro y asentándose en la boca de mi estómago.

―No sé qué decir ―admití en voz alta. No quería decir que no, teniendo en cuenta que el cruce de nuestros caminos había sido el objetivo de mi viaje. Pero tampoco quería decir que sí y demostrarle lo desesperada que estaba porque me diera la hora.

―Di que sí ―sugirió, curvando los labios en una sonrisa deliciosamente torcida.

Era lo único que quería decir. Pero algo más importante necesitaba salir.

―Edward, te fuiste.

Su sonrisa se desvaneció y casi me arrepentí de haberlo dicho. Tal vez acababa de desperdiciar la única oportunidad que tenía.

―Lo sé, y lo siento. Pero fue por tu propio bien.

La punzada de arrepentimiento que había sentido hacía unos segundos desapareció. ¿Realmente estaba jugando la carta de «no eres tú, soy yo»?

―Sí, claro ―refunfuñé.

que sueno como un imbécil, pero lo digo en serio. Y quise decir lo que escribí en esa carta. En realidad… podría explicar las cosas mejor durante la cena.

―Ahora me estás tomando el pelo.

La línea no se movía, lo que no ayudaba en nada a mi situación. Sólo hacía que mi deseo de aceptar su invitación fuera más fuerte.

―No estoy jugando contigo, Bella. Dame una hora, y si sigues pensando que lo estoy, no volveré a molestarte.

No tenía ni idea de cuándo se había acercado, pero aquella embriagadora mezcla de miel y lilas de su aroma me estaba nublando mucho el juicio.

―¿Entonces me explicarás mejor las cosas? ―pronuncié, tratando de sonar persuasiva, pero mi frase se convirtió en pregunta antes de que lograra terminarla, delatándome.

―Haré todo lo que pueda.

Volví a analizar la fila. Sólo tres damas antes de que fuera mi turno. Entonces me volví hacia Edward, con su pelo mojado y despeinado y su atuendo negro: por fin de carne y hueso, no sólo una quimera. De repente, mi decisión me pareció sencilla.

―De acuerdo ―dije―. Vámonos.


Hola

¡Una cita! ¿Creen que todo vaya bien? ¿O habrá algún desvió, y Edward… será honesto?

Gracias por sus comentarios a: lolitanabo, mrs puff, Anon1901, EriCastelo, Pelu02, Cassandra Cantu, UserName28, Sindey Uchiha Hale Malfoy, Guest, jacke94, Car Cullen Stewart Pattinson, Mapi13, Mamuelita144, sandy56, sandy56, Annalau y Lizzye Masen.

El adelanto de este capítulo por alguna razón no se publico el miércoles y hoy me di cuenta, espero el próximo se suba correcto, mañana martes adelanto en el grupo Elite, y el miércoles en mi grupo adelanto visual. El siguiente espero pode subirlo el sábado o el domingo, por tareas escolares extra se me ha complicado subir los sábados.

Espero sus comentarios del capítulo, son mi única paga, gracias por tomarse unos momentos más para dejarlo.

Saludos.

P.D. para adelantos en mi grupo de Facebook Fics IsisJanet