¿Cómo era que siempre terminaba en esta posición? Constance se preguntó, dejando de fondo la voz de su madre. La reunión había consistido en varios miembros del consejo y los jefes de varios departamentos. Ahora solo quedaban las personas que trabajaban directamente con Ciao. Su presencia en esa reunión aún seguía siendo un misterio para ella y, por las miradas que Sarah y Rafael le habían lanzado, también lo era para ellos.
Una colaboración.
No supo cómo pudo contener su sorpresa. Sarah abrió los ojos desmesuradamente y Rafael le lanzó una mirada a Constance, como si se estuviera preguntando si ella sabía de qué hablaba Claire.
Constance no se creía las palabras que estaba escuchando. Su madre parecía genuinamente interesada en su último proyecto, en el cual había experimentado con lo que había aprendido a lo largo de los años en Ciao y Bella Vite.
—Me parece una idea estupenda —concordó Rafael y Claire lo miró complacida.
—Tenemos espacio para seis páginas en la siguiente edición.
—Ocho —objetó Claire y antes de que Sarah pudiera interrumpirla, continuó—. Tengo un artículo con algunas ideas, usando las fotos de la presentación de Constance. Sería ideal que un fotógrafo de Ciao tomara fotos de mayor calidad—
—¿Qué está pasando? —exigió saber Constance, poniéndose de pie bruscamente, con un fuego en la mirada. ¿Qué tipo de broma le estaba jugando su madre? Desaprobar durante años sus sueños y logros en el mundo del arte, ¿para ahora llegar y proponer tal barbaridad? —¿Qué estás tramando, madre?
—Mi único interés es el éxito de Ciao. ¿Acaso no ha estado claro? —preguntó, mirando a las otras personas presentes que se mantuvieron calladas.
—Claire, si me permites… —comenzó a decir Rafael, pero cerró la boca cuando Constance se dirigió hacia la salida del salón de reuniones y cerró la puerta de un portazo detrás de ella.
—Perdonen la mala educación de mi hija. Sarah, Rafael, mi asistente ya se aseguró de dejar los documentos y todo lo que podrían necesitar en sus oficinas. Estaré en Nueva York hasta que se termine esta edición.
Los dos se pusieron de pie, asintieron y salieron de la oficina en silencio.
Ella usó su llave para entrar en la casa, revisó el estudio y luego subió las escaleras a la oficina en el segundo piso. La expresión de preocupación permaneció, aunque la comisura de sus labios se arqueó levemente al verla. Dejó la bolsa de comida sobre la silla y dio la vuelta al escritorio para ponerse de cuclillas a su lado.
—Constance —dijo en voz baja, rozando su hombro.
—¿Mmm? ¿Ella?
La sonrisa de Ella se ensanchó al ver los ojos verdes adormilados, y no pudo contenerse de apartar un mechón de pelo del rostro de Constance.
—Volviste.
—Siempre…
Se sorprendió cuando Constance hizo girar la silla y la abrazó con fuerza, casi haciéndola perder el equilibrio.
—Cinco días es mucho tiempo. —Constance se quejó en el espacio entre su cuello y hombro. Ella se rio, estrechándola contra su cuerpo—. Estoy hablando en serio.
—Lo sé, lo sé. Es mucho tiempo, por eso volví antes.
Constance se separó con una mirada sospechosa.
—¿Nada que ver con Sarah y Rafael? ¿Con mi madre?
—Parece que mucho puede pasar en cinco días —fue la confirmación de Ella—. ¿Y despediste a Natalie? Era tu mano derecha. Me agradaba esa chica.
—Era mi asistente —aclaró.
Ella asintió y volvió a apartar el mechón rebelde que cubría el ojo izquierdo de Constance, antes de acercarse un poco más para besarla en la mejilla. Constance sonrió y rodeó su cuello para acercarla una vez más y besarla en los labios.
—Era la tercera vez que no pude ver a Maura por su error. Maura se enojó mucho… dijo cosas que… —Constance apartó la mirada, pestañeando rápidamente intentando contener las lágrimas—. Soy una mala mad—
—No lo eres y no te atrevas a terminar ese pensamiento. Y Maura está entrando en sus años de adolescente, dirá cosas que no cree y se dejará llevar por sus emociones.
—Siento que…
—Dime —alentó Ella unos instantes después de un silencio.
—Que nos estamos distanciando. Quiere irse a Boston a estudiar medicina en Cambridge, ¿puedes creerlo? Es muy joven para eso… A veces creo que ya no sé cómo hablarle. Está absorta en los estudios y sus maestros me han comunicado sus preocupaciones porque no está socializando con los otros estudiantes…
—¿Vendrá este fin de semana? Si deseas podríamos hablar con ella.
Constance negó con la cabeza.
—No quiere venir.
Ella se puso de pie con una expresión pensativa.
—Hablaré con ella. No es propio de Maura y mucho menos que te hable de esa forma. Eres su madre.
—Hablando de madres…
—Antes de eso… vamos a la cocina, traje tu comida chatarra favorita y apuesto a que no has comido. Me puedes contar todo lo demás mientras tanto.
Así no era como Ella esperaba encontrarse con Maura. Constance estaba ocupada con varias reuniones y solo había tenido tiempo para enviarle un mensaje a Ella, pidiéndole que llamara a la directora del campamento.
—¿Es usted la señorita Quinn?
Ella apenas se bajaba del auto y asintió.
—Hablamos por teléfono. Soy Miriam, la directora.
—Perdón por la tardanza. ¿Dónde está Maura?
—Aún está en mi oficina.
Ella hizo una mueca mentalmente. Había hablado con la directora hace casi dos horas, ya que el viaje al campamento era de hora y media. ¿Acaso Maura ha estado sentada allí todo ese tiempo? La directora le hizo un gesto con una mano para que la siguiera.
—Maura, la señorita Quinn ha llegado para recogerte —anunció la directora al abrir la puerta de su oficina.
A Ella solo le dio tiempo a ver cómo Maura descruzó los brazos al verla y, con una expresión de enojo, agarró la maleta de mano y su mochila, y salió de la oficina sin dirigirle la palabra. Ella no podía creerlo y se había quedado tan sorprendida que no reaccionó hasta que la directora le acercó una carpeta, diciéndole que ahí estaba toda la información para Constance. Ella le agradeció con un asentir de la cabeza y se giró sobre los talones para alcanzar a la joven adolescente.
Maura estaba por llegar al auto, arrastrando la maleta con un poco de dificultad sobre la gravilla. Aldo había salido del auto para ayudarla, pero volvió a entrar de inmediato al notar la mirada que Ella le lanzó y las palabras que siguieron.
—¡Maura Dorthea Isles! ¡Detente en este instante! —Llamó y Maura se detuvo en seco a unos pies de llegar al auto.
¿Qué pasó con la niña que saltaba a mis brazos para saludarme? Se preguntó, notando el temblor en los hombros de la joven.
—Maura —dijo con un tono más bajo, casi susurrado. Con una mano rozó el hombro de la joven y cuando esta no la rechazó, le dio la vuelta para ponerse enfrente de ella. Habían pasado casi dos meses desde la última vez que la vio y cada vez se sorprendía un poco de cuánto había crecido.
Maura ahogó un gemido de sorpresa cuando Ella rodeó sus hombros y la abrazó.
—Te eché tanto de menos… No tienes que decirme nada ahora si no quieres —susurró y cerró los ojos con fuerza al sentir que Maura se desmoronó en sus brazos—. Te llevaré a casa con tu mamá.
Ella hizo una nota mental al notar cómo el cuerpo de Maura se tensó ante la mención de Constance. Aldo salió del auto cuando Ella miró en su dirección.
—Permíteme ayudarle, señorita Maura.
Maura asintió levemente y dejó que Aldo agarrara su maleta y mochila. Ella le abrió la puerta del auto y entró después de ella.
—No quiero hablar ahora —susurró la joven unos minutos después de que el auto se pusiera en marcha.
—No tienes que hacerlo, cariño —dijo Ella, mirándola de reojo y notando que Maura había cruzado los brazos a la defensiva. Serán dos largas horas de viaje… pensó y se contuvo de suspirar.
—Yo también te eché de menos.
Ella abrió los ojos de repente al escucharla. Ya había pasado más de una hora de viaje y había cerrado los ojos, resignada a ser ignorada por la joven. Maura aún tenía sus brazos cruzados, pero cuando la miró brevemente, Ella notó que ya no tenía la misma expresión de enojo.
—Me alegra escuchar eso —dijo y Maura volvió a girar la cabeza para mirar el mundo pasar por la ventana.
Las tres estaban sentadas en la mesa de la cocina. Ella y Maura estaban una al lado de la otra, y Constance enfrente de ellas, leyendo el contenido de la carpeta que la directora del campamento le había enviado. Constance dio vuelta a una hoja e inhaló con fuerza al leer las primeras líneas. Maura se encogió en la silla, casi deslizándose por debajo de la mesa, como si quisiera desaparecer en ese instante. Ella había estado agradecida de que Maura estuviera de acuerdo con que se quedara.
—Maura… —La voz de Constance fue descendiendo en volumen mientras leía el resto en voz alta— …ha actuado de manera inusualmente violenta hacia sus compañeros... —Constance alzó la cabeza y cerró la carpeta de un golpe que hizo que Maura diera un pequeño brinco en la silla, sentándose correctamente—. ¿Es eso cierto?
Ella miró a la joven que se mantuvo callada por varios segundos. Las miradas de las dos adultas se encontraron brevemente antes de que Constance lo intentara otra vez.
—¿Hija? —preguntó en un tono más bajo que hizo que Maura se mordiera el labio inferior que había comenzado a temblar.
—Descubrieron mi edad… —susurró— …y se volvieron hostiles. —Ella notó cómo Maura cerró las manos en puños sobre su regazo—. Desde principio de semana han estado actuando raro… ¿o yo? Me decían que soy rara porque no hablo mucho…
Constance frunció el ceño. No había mención alguna sobre eso en los documentos que la directora le envió.
—¿La directora estaba al tanto de eso?
Maura negó con la cabeza.
—¿Por qué dijo que actuaste violentamente? Puedes hablar conmigo, Maura. No te estoy castigando —dijo Constance.
Maura alzó la cabeza al sentir una mano en su hombro y luego dedos que apartaron un mechón de pelo de su rostro. Ella le sonrió y asintió. Los ojos de la joven brillaron con lágrimas que intentaba retener a toda costa.
—Empezaron a actuar diferente cuando descubrieron mi edad… chocaban conmigo, me empujaban ...Casey tiró mi almuerzo ayer porque "no me vio" y se burló de mi estatura. Hoy hizo lo mismo y… —Se mordió el labio con fuerza y siguió cuando escuchó la voz suave de su madre alentándola a continuar— … yo iba a sentarme y llevaba mi bandeja con el desayuno, ella pasó y golpeó la bandeja y todo cayó al suelo menos la bandeja. No quería hacerlo, madre.
Constance se enderezó en el asiento. Se había dado cuenta de que Maura había comenzado a llamarle "madre" en vez de "mamá" o "ma" como hacía antes. El cambio le dolió; se sentía demasiado formal y frío… al principio pensó que era causa de la distancia mientras Maura estaba en el internado o la educación que le estaban dando en dicho lugar. Pero, un día, mientras desayunaban con Claire, Constance recuerda vívidamente cuando dijo "Lo que tú quieras, madre" y su madre soltó una carcajada sarcástica mientras Maura la observaba detenidamente. ¿Acaso Maura la estaba imitando?
—¿Qué pasó, Maura? —preguntó Ella, sacando a Constance de su trance al escucharla.
—No lo quise hacer… solo reaccioné y la golpeé con la bandeja. No… no encajo. No quiero volver al campamento.
—No volverás, hija.
Maura alzó la cabeza, sorprendida ante el tono suave de su madre. Esperaba un regaño, una mirada decepcionada o al menos un tono enojado.
—¿Lo mismo está pasando en el internado? —preguntó al darse cuenta de que su hija ha estado siendo acosada.
—M…me llaman "Maura, la aburrida". Mis compañeros me encuentran aburrida…
Constance se puso de pie y dio vuelta a la mesa para sentarse al otro lado de la joven, acariciando su rostro y secando sus lágrimas.
—Eres todo menos aburrida, hija. Es una pena que tus compañeros no tengan la capacidad mental para reconocerlo —se abstuvo de hacer una mueca y su mirada se dirigió a la mujer que intentaba contener una sonrisa ante su comentario.
—Concuerdo con tu madre —añadió Ella con un tono risueño. Las dos mujeres sonrieron cuando Maura asintió un poco insegura, pero con una leve sonrisa.
—La información que me entregaste sobre Cambridge y tus puntos a favor son muy convincentes y completos ¿alguien te ayudó? —Tenía que asegurarse de que era lo que su hija quería realmente.
—Lo he pensado mucho y Cambridge tiene el mejor programa de medicina.
—¿Eres consciente de que tus compañeros serán mucho más mayores que tú? —preguntó con un tono preocupado.
—Lo sé —dijo Maura con una mirada decidida y observó a su madre que tenía la mirada sobre la carpeta que ella le había preparado y que ahora estaba al lado de la que la directora le envió—. Estaría haciendo algo que yo quiero —añadió.
—Arrendaré una casa cerca del campus universitario para visitarte. Podría estar allí en menos de dos horas en avión —dijo, aunque Maura ya lo sabía porque lo había incluido como uno de sus "puntos a favor" de que fuera en Boston, lo cual estaba 'relativamente' cerca de Nueva York.
Maura brincó en la silla y se contuvo de chillar de la emoción.
—¿Eso quiere decir que aceptas?
—Tengo entendido que las pruebas de admisión son el mes que viene —comentó, reflejando la sonrisa de oreja a oreja de su hija, quien no se pudo contener un segundo más y brincó de la silla para abrazarla con fuerza.
—Gracias, Ma.
Ella no dejaba de sonreír y le hizo un guiño a Constance cuando esta abrió los ojos, sin dejar de abrazar a Maura.
