CAPITULO 11:

DESPEDIDA NOCTURNA

La pradera, antes sacudida por la intensa batalla, comenzaba a recobrar su serenidad. Las huellas de la lucha entre Kenji, Kikyo y Naraku se disolvían en la oscuridad de la noche. Kenji y Kikyo, marcados por los eventos recientes, decidieron buscar un lugar donde pudieran descansar y recuperar sus fuerzas agotadas. Caminaron en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos, mientras la luna iluminaba su camino. Aunque la victoria les fue esquiva en ese encuentro con Naraku, la determinación ardía en sus corazones.

El cielo nocturno estaba salpicado de estrellas, y una suave brisa agitaba las hojas de los árboles cercanos. Los dos compañeros caminaban en silencio, sumidos en sus pensamientos, mientras se dirigían hacia un lugar que les ofreciera resguardo y tranquilidad.

Ha sido una batalla intensa, Kenji. La oscuridad que emana de Naraku es abrumadora — comentó Kikyo, rompiendo el silencio.

Kenji, asintiendo con seriedad, recordaba los desafíos que habían enfrentado. La transformación de Naraku y la revelación de su verdadera forma habían dejado una marca imborrable en su memoria. En ese momento los pensamientos empezaron a su cabeza, pensando en la recomendación del anciano monje, y a su vez lo atormentaba la idea de haber perdido contra Naraku, y más aún la idea de no poder haber protegido a Kikyo en ese instante tan crucial, que de no haber logrado aquella transformación tan misteriosa hubiera acabado con la vida de la sacerdotisa.

Naraku es más poderoso de lo que imaginaba. Su verdadera forma es aterradora, presiento que continuara incrementando sus poderes con la ayuda de la perla de shikon — comentó Kenji, con la mirada perdida en las estrellas.

Kikyo, con gesto serio, observó las heridas que Kenji había sufrido durante el enfrentamiento con Naraku. Marcas en su piel que contaban la historia de la lucha contra las fuerzas oscuras.

Tus heridas son profundas, Kenji. Hay que curar tus heridas, necesitas descansar y permitir que tu energía se recupere — dijo Kikyo con preocupación.

Kenji, a pesar de las heridas, mostró una sonrisa agradecida. — Gracias, Kikyo. Tu ayuda es invaluable. Estoy seguro de que, sin ti, la batalla habría tenido un desenlace diferente.

En ese momento Kikyo se tropieza con una piedra que había en el sendero de la pradera perdiendo así el equilibrio, su rostro fue a parar al pecho de Kenji quien para evitar que ella cayera al suelo la sujeta gentilmente entre sus brazos. El abrazo casual dejó a ambos en una posición que resonaba con una intimidad inesperada. Bajo la luz de la luna, sus miradas se encontraron. En ese momento, el tiempo pareció ser solo un concepto lejano, mientras el viento jugueteaba con los cabellos de ambos. Las emociones fluían en el silencio, y el corazón de Kenji latía con una intensidad desconocida ante la proximidad de Kikyo. Era la primera vez que experimentaba la presencia de la sacerdotisa de una manera tan cercana. Por otro lado, Kikyo se vio invadida por una extraña sensación. La cercanía de Kenji, el latir acelerado de su propio corazón, todo resonaba con recuerdos enterrados en lo más profundo de su ser. Los eventos del pasado, su conexión con Inuyasha y la maldición de Tsubaki, se agolparon en su mente como sombras del pasado.

¿Te encuentras bien? — preguntó Kenji con cierta timidez, su mirada buscando la de Kikyo.

Kikyo se repuso en una manera un poco brusca tratando de ocultar ese extraño sentimiento. Y con el semblante serio que siempre la caracterizaba respondió:

Sí, no te preocupes por mí. Mejor continuemos nuestro camino — respondió Kikyo, desviando la mirada hacia el sendero que se extendía ante ellos.

Kenji asintió, soltándola con suavidad, pero algo en su expresión revelaba que aquel breve encuentro había dejado una huella en su corazón. Juntos, retomaron la marcha por el sendero nocturno, la luz de la luna acompañándolos en su viaje.

El silencio entre ellos era tenso pero cargado de significado. Mientras avanzaban, la pradera se convertía en un escenario mágico, con las sombras de los árboles danzando con la luz lunar. Kikyo, perdida en sus pensamientos, se cuestionaba las emociones que habían despertado en ella aquellos breves instantes.

Hay algo en ti que me resulta familiar, algo que va más allá de esta vida — murmuró Kikyo para sí misma como si tratara de desentrañar los hilos del destino que los unían.

El sendero continuaba extendiéndose ante ellos, y las sombras de los árboles danzaban en complicidad con la luz lunar. Mientras avanzaban, un aura de misterio rodeaba a Kikyo y Kenji, cuyos destinos parecían entrelazarse en esa noche encantada. A medida que se adentraban en la oscuridad, el susurro del viento y el latir de sus corazones resonaban en armonía con el viaje que se desenvolvía en la quietud de la noche, de pronto su camino los llevó a las ruinas de lo que fue un majestuoso palacio.

El camino que los llevó a este lugar parecía haber sido guiado por fuerzas más allá de su comprensión. Entre las ruinas del palacio, Kenji y Kikyo compartieron un intercambio de miradas que revelaba la conexión que los unía. La fatiga se acumulaba en sus cuerpos después de la intensa batalla y, a medida que la noche avanzaba, la quietud del palacio los envolvía en su abrazo protector.

Con mucha cautela ambos ingresaron a aquel palacio y al ver que estaba libre de cualquier amenaza, les pareció un buen lugar para refugiarse y pasar el resto de la noche. Kenji, con un gesto gentil, encendió un fuego para traer algo de luz al lugar. El fuego, testigo silencioso de sus pensamientos, arrojaba sombras danzantes en las paredes del antiguo palacio. Kikyo y Kenji, en esa quietud compartida, se sumieron en un momento de paz y reflexión. Entre susurros de la noche, Kenji sugirió a Kikyo que descansara.

Aquí podremos descansar por esta noche. Deberías dormir un poco, Kikyo. Mañana será otro día de desafíos y descubrimientos — expresó Kenji con una mirada serena.

Aunque desconfiada, la sacerdotisa finalmente cedió a la fatiga que se acumulaba en su ser. En un rincón del palacio en ruinas, bajo el manto de la luna, Kikyo se entregó al sueño reparador, mientras Kenji permanecía vigilante, contemplando la noche que abrazaba sus destinos. La noche parecía avanzar velozmente, mientras la luna reinaba en el cielo nocturno, los pensamientos de Kenji se agolparon. Las palabras del anciano monje resonaban en su mente, y a su vez aquella batalla recién contra Naraku, donde estuvieron a punto de ser derrotados. Pero más aún, su preocupación por no haber protegido a Kikyo durante la batalla se apoderaba de él.

En la distancia, un lobo solitario aulló, y Kenji, perdido en sus pensamientos, se acercó a la ventana para contemplar el horizonte. La gigantesca luna iluminaba con su resplandor las ruinas del palacio, creando una atmósfera mística. La mente de Kenji divagaba entre sus responsabilidades, el deber de proteger a Kikyo y el camino que aún tenía por recorrer para comprender plenamente sus poderes espirituales.

Al volverse, la mirada de Kenji se posó en la figura serena de Kikyo, quien yacía dormida. La contemplación de la sacerdotisa en su momento de descanso provocó en él una mezcla compleja de emociones. La determinación por cumplir su misión se entrelazaba con el cuidado y aprecio que había desarrollado por su compañera de viaje. En ese silencioso rincón de la noche, entre las ruinas del pasado y los destinos inciertos que les aguardaban, Kenji se sumió en sus propios pensamientos, esperando que el nuevo día trajera consigo respuestas y, quizás, un entendimiento más profundo. Pero de pronto los ojos de Kikyo se abrieron, sintiendo la mirada intensa de Kenji sobre ella.

¿Se puede saber que estas buscando Kenji? — interrogó Kikyo con cierta desconfianza — No te atrevas a intentar nada sospechoso.

Tranquila — respondió Kenji con suavidad — no fue mi intención asustarte. No intento nada, solo estaba cuidándote.

No es tu deber el cuidarme — respondió Kikyo un tanto molesta — La noche es testigo de muchos engaños.

Estamos juntos en este sendero — contestó Kenji — creo que es deber de ambos cuidarnos, pues no sabemos que peligros nos asecharan de ahora en adelante. Pensé que ya confiabas en mí.

Escucha Kenji, a pesar de que estamos juntos en este viaje no es tú deber cuidarme. Quiero que recuerdes muy bien que el único propósito por el cual decidí acompañarte es para purificar la esencia de Naraku junto a la perla de Shikon, no para formar lazos cercanos.

Al escuchar las palabas de Kikyo, Kenji se estremeció sobre sí. En ese momento un silencio incomodo reinó en la habitación de aquel majestuoso palacio, el joven guerrero no comprendía el porque del comportamiento de la sacerdotisa en ese momento. Sus palabras hicieron un eco en su corazón, donde comenzó a sentir un gran vacío. Kenji solo alcanzó a asentir ante el comentario de Kikyo y abandonó la habitación.

Kikyo al observarse sola en la habitación su gesto cambio totalmente de estar enfadada a transmitir una mirada melancólica. Llevo ambas manos a su pecho y quedó pensativa.

Por otro lado, Kenji se encontraba caminando sin rumbo por los pasillos del palacio, la mente de Kenji era atormentada por las palabras de Kikyo, y aunque trato de calmarse, comenzó a meditar sobre la situación, y la única solución que se le presentaba en ese momento era una dolorosa verdad.

Después de todo en algo tiene razón — dijo Kenji, quien hablaba para si mismo. — Creo que para evitar eso, lo mejor será separarnos.

La decisión de Kenji resonó en la noche, como una melodía de despedida que marcaba un giro en sus destinos entrelazados. Y la llegada del amanecer así llegó, iluminando las ruinas del palacio. Kikyo salió de la habitación y observó a Kenji listo para partir.

¿Te vas, Kenji? — preguntó Kikyo, rompiendo el silencio con palabras que apenas susurraban la mezcla de emociones que la embargaban.

Kenji asintió con solemnidad, su mirada encontrándose con la de Kikyo. Un silencio tenso flotaba entre ellos, cargado de palabras no dichas y decisiones que se perfilaban en el horizonte.

Anoche estuve meditando mucho sobre esta situación — contestó Kenji con cierta seriedad que reflejaba tristeza — y parece que lo mejor es que ambos tomemos caminos diferentes de ahora en adelante. Será lo mejor para ambos.

Kikyo, aunque comprendía la lucha interna de Kenji, no pudo evitar sentir una punzada de pesar. La conexión que compartían, forjada en la batalla y la superación, parecía desvanecerse ante la inevitable separación.

Si esa es tú decisión, no te detendré — respondió Kikyo con el semblante serio que la caracterizaba.

Kenji, aunque consciente de la despedida, no pudo evitar sentir una punzada de nostalgia. La conexión entre ambos se había forjado en la batalla y la superación, y ahora, en la quietud de la noche, confrontaban la realidad de sus caminos individuales.

No sé qué depara el futuro, pero estoy agradecido por haber compartido este tramo del camino contigo, Kikyo. Nuestra historia, aunque breve, ha dejado una marca en mi corazón — confesó Kenji con sinceridad.

Somos hojas en el viento, Kenji. Nuestros destinos son guiados por fuerzas que van más allá de nuestra comprensión. Que encuentres la luz en tu camino.

Kenji esbozo una ligera sonrisa y así de esa manera comenzó a emprender su viaje en solitario. Kikyo observaba como la silueta de aquel guerrero iba desvaneciéndose en el horizonte.

Quizás es lo mejor, Kenji. Pero no olvides que nuestras vidas están entrelazadas por algo más que la casualidad de un encuentro. — dijo Kikyo en sus pensamientos con una mirada que revelaba una tristeza apenas contenida.

Así, en la luz del nuevo día, se consumó la despedida nocturna, y Kenji emprendió su viaje en solitario, llevándose consigo la añoranza de un lazo que se había desvanecido en la oscuridad de la noche.