Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Capítulo 6

Edward

― ¿Estás seguro que no quieres hacerte cargo de ellos? ―Indagó mi padre.

Él había escuchado atento todo mi relato sobre Elizabeth, hablarlo con mi mujer me había servido para poder externar mis emociones sobre mi progenitora.

― ¡Es que no sé cómo! No es tan fácil como parece… Bella y yo ―sacudí la cabeza― no tenemos idea de cómo avanzar con ellos.

Mi padre caminó frente a mí y se sentó en el borde del escritorio de madera, mirándome detenidamente.

― Necesitan asesoría. No entiendo como pudieron dejarte los niños así tan fácil, antes debieron pasar por un protocolo para saber si ustedes eran elegibles.

― Según lo estamos. No es seguro que se queden con nosotros y todo depende tanto de ellos como de nosotros.

― Hijo, sé honesto. ¿En verdad quieres que se vayan y terminen en un hogar distinto?

Moví ligeramente la cabeza, negando.

― No. ―Respondí mirando sus ojos azules―. Sin embargo temo por Bella, que todas las culpas aparezcan con la llegada de ellos, ¿entiendes? Sabes lo complicado que fue sacarla de su depresión, no me perdonaría nunca si ella cae en lo mismo. No es justo para mi esposa, me parece una completa locura que ahora tenga que lidiar con ellos después de todo lo que pasó.

― Entiendo hijo. Solo que Bella no estará sola, te tiene a ti para sacar adelante a tus hermanos, porque antes que todo debes empezar a llamarlos por lo que son… tus hermanos.

Bufé. Carlisle fue directo como el hombre cabal que era.

― No estoy diciendo que no ayudaré a mi mujer ―increpé molesto―. Lo que trato de decirte es que Bella se sigue culpando por lo de Grace. Ella cree que no me doy cuenta y la conozco tan bien, que sé está llena de miedos. No quiero que se sienta así, no es justo.

Carlisle me sostuvo la mirada por largo rato. Meditó mis palabras y luego de un largo silencio expresó:

― Fue muy difícil lo que vivieron con Grace. Pero no sé rindieron, hijo. Eso es lo importante de la vida, no rendirse y salir adelante de cada situación que se presente.

― Yo puedo hacerlo ―espeté― qué más da. Tengo la piel y el corazón curtidos a base de golpes bajos, pero no puedo soportar que Bella se lleve la peor parte, no ella. Porque mi esposa es mi punto débil.

Y era verdad. Bella era lo único importante en mi vida, era mi fortaleza y la mujer que amaba.

― Entonces ayudala ―dijo mi padre―. Necesitas hacerla sentir segura, que ella no es culpable por nada, debes hacerle ver que lo sucedido con Grace fue algo natural y aunque doloroso, nadie tiene la culpa.

― Pensé que le había quedado claro ―confesé perdido en mis pensamientos― cuando fuimos a terapia creí que de verdad había entendido.

― Hablen, Edward. Si es necesario sacar el tema del su bebé, háganlo. Nunca demérites sus emociones porque ella debe ser siempre tu prioridad, debes poner siempre a tu esposa y tus hermanos por encima de ti.

― Bella siempre será lo primordial en mi vida. Por ello quiero saber si está de acuerdo en tener a ellos en casa, me niego a imponer mis necesidades antes que las de mi esposa.

― Vayamos a tu casa y de una vez hablen este tema. Hay unos niños que los necesitan y no es recomendable darles falsas esperanzas ―se incorporó y acomodó los botones de su saco.

― ¿A qué te refieres?

Mi padre volvió a fijar su atención en mí.

― ¿Qué pasará si Bella no los quiere con ustedes? ―cuestionó―. ¿Tienes un segundo plan? Porque te recuerdo que eres el hermano mayor, lo único que esos niños tienen. Y no me veas así que lo único que estoy tratando de decir es que debes hacer que todos puedan convivir juntos, tanto tu esposa como tus hermanos, todos.

Tal vez las reticencias de que fueran hijos de Elizabeth estaban a nada de caer sobre mis pies y hacerse pedazos.

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Bella

Limpié disimuladamente mis lágrimas cuando se acercaron. Suspiré hondo y sonreí. Así era la vida, siempre sonreír y dar la mejor cara.

Y no es que siempre hubiese sido una maldita hipócrita, sino que mi carácter se endureció luego de la partida de mi bebé. Volví de piedra mis emociones y la frialdad arropó mi corazón. Justo así como mi Edward se había vuelto desde entonces; ambos necesitábamos sentirnos bien, así que empezamos a trabajar sin descanso, comenzamos a viajar y darnos todos los lujos necesarios.

Él era el mejor abogado de Arizona y yo aplaudía cada logro realizado. No había espacio ni tiempo para más que no fuéramos nosotros dos. Hoy simplemente nuestras vidas dieron un vuelco donde el maldito miedo empezaba a paralizar mis pasos.

Hice un carraspeo.

― Ellos son: Benjamín, Bree y Olivia ―los presenté―. Chicos, ella es Esme, mi suegra y madre de Edward.

Puse mi mejor cara cuando ellos groseramente rodaron los ojos. Me refería a los chicos más grandes porque la niña pequeña solo nos miró en nuestra dirección sin pronunciar una palabra.

― ¿Puedo darles un abrazo? ―les preguntó Esme. Ninguno aceptó porque incluso dieron algunos pasos atrás. Esme siguió esbozando su bella sonrisa, viéndose tan cálida como era ella―. No forzaremos nada ―dijo― soy maestra de escuela elemental desde hace más de veinticinco años. Si necesitan de mí para cualquier cosa pueden llamarme ―pegó en el refrigerador su tarjeta de presentación con su número de celular y les sonrió ampliamente centrando su mirada en la más pequeña―. Hola, preciosa ¿tendrás alguna duda con matemáticas? Yo soy buena en ello.

― Ella no habla ―comenté cuando los niños guardaron silencio, jamás fue mi intención incomodar, lo único que pretendía era seguirle la conversación a Esme estaba tratando de ser agradable y nada parecía funcionar.

― Ella tiene su nombre ―respondió Bree de una forma altanera― se llama Olivia.

― Sé su nombre ―respondí―. No tienes porque ser tan desagradable cuando se dirijan a ustedes.

Esme tocó mi antebrazo. Hizo una leve inclinación con su cabeza, sabía que me estaba pidiendo que no me exaltara. Resoplé y crucé los brazos quedándome de lado y dejando que ella se hiciera cargo.

No dudó en acercarse a los tres niños; se puso de cuclillas frente a Olivia.

― ¿Tiene algún problema que le impida hablar? ―Mi suegra inquirió sonando amigable, sujetó las mejillas sonrojadas de Olivia y jugó con su cabello lacio y dócil.

Bree hundió la cabeza entre sus hombros, no queriendo hablar del tema. Benjamín solo frunció los labios mirando hacia otra dirección mientras tanto Olivia miraba con grandes ojos a Esme, parecía cautivada por la presencia de mi suegra.

― Olivia puede hablar ―murmuré, recordando las palabras de la trabajadora social― solo está en un lapso que se niega a hacerlo. Es una forma de protestar porque no quiere estar con nosotros.

La niña arrugó el entrecejo y se escondió detrás de su hermana.

Era siempre así. Olivia se negaba a pronunciar una palabra con nosotros y para no vernos se escondía detrás de sus hermanos.

Necesito paciencia, me repetí.

― ¿Por qué no vamos de compras? ―Esme propuso―. Tengo muy buen gusto con la elección de atuendos.

Benjamín rechinó los dientes y sonrió de lado de la forma casi exacta en que Edward lo hacía. Ese simple gesto llamó mi atención, él y Bree eran tan parecidos, pero también tenían mucho de Edward, esos intensos ojos verdes eran compartidos entre ellos. En cambio, la pequeña Olivia tenía ojos marrones como el chocolate derretido, como los ojos de…

Negué.

Volteé hacia la entrada al escuchar la voz de Edward y su padre. Ambos entraron con rostros serios como si acabaran de tener una discusión entre ellos; enseguida Carlisle recompuso su gesto y sonrió más animado.

― Hola, buenos días… ―dejó un beso en mi mejilla y caminó hacia los niños―. Soy Carlisle Cullen ―se dispuso a saludarlos de mano― están enormes, eh.

― Le decía a Bella y los niños que fuéramos de compras ―comentó Esme―. Ahora que están aquí deberíamos ir todos juntos.

Edward había rodeado mi cintura y descansaba su mentón en mi cabeza.

― Te noto extraña ―murmuró en mi oído, me hizo voltear hacia él y me observó, acunando mi rostro―: ¿Por qué lloraste?

Exhalé muy suave.

― No es nada ―mentí.

Sus largos dedos removieron un mechón de cabello de mi rostro antes de acercar sus labios y darme un corto beso.

― Sé que algo tienes, no puedes engañarme ―susurró. Elevó su mirada hacia sus padres y luego se enfocó en mí―. Salgamos un momento, quizá nos ayude a despejar la mente. Y no creas qué olvidaré que vamos a hablar, no me gusta verte así.

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En el centro comercial fue aún más complicado de lo que ya había sido. Los chicos nunca cambiaron sus caras aburridas y cuando algo parecía llamar su atención se miraban entre ellos y de inmediato su gesto se volvía indiferente.

Juro que hice mi mejor esfuerzo porque ellos cambiaran su actitud. Intenté ser amable, sonriente y parlanchina, pero no funcionó.

Esme y yo elegimos un poco de ropa. Si ellos la usaban o no, era su decisión.

Los hicimos comer y fue una pequeña victoria. No pudieron resistirse a unas enormes hamburguesas con queso y papas fritas. Lo más sorprendente fue verlos interactuar y conversar tan cómplices, por supuesto que lo hacían solo entre ellos.

De vuelta en casa de nuevo su mutismo surgió, se negaban por completo a entablar cualquier conversación.

Esme y Carlisle se despidieron pidiéndonos que tuviéramos paciencia y que ellos estarían al pendiente de nosotros por si necesitábamos su ayuda. Sentí que era una promesa que no estaba dispuesta a desaprovechar.

― ¿Por qué no hablamos los cinco? ―comentó Edward.

Los niños se miraron entre ellos. No sabía si tenían una especie de comunicación en clave, usando miradas, porque claramente me di cuenta que Benjamín abrió mucho los ojos y ellas asintieron. Los tres negaron y volvieron a la habitación que por ahora ocupaban.

Edward resopló cansino. Se había sentado en la esquina del sofá y no dejaba de verme, alargó una mano y me pidió que lo acompañara.

Una vez que me senté con él sus brazos me rodearon con mucha euforia. Entre risitas, repartía besos en mi nuca.

― ¿Por qué lloraste hoy? ―insistió con la misma pregunta de la mañana―. Quiero la verdad, Bella.

Asentí sin verlo. Mis dedos se curvaron en sus manos con fuerza.

― En la plática que tuve con Esme hablamos de Grace, sabes que me duele mucho traer el tema de mi bebé.

― A mí también me duele ―confesó―, aunque muchas veces siento que somos injustos, amor, porque deberíamos de hablar más de nuestra niña, de recordarla.

― Lo hago a mí modo. En mi soledad, en mis silencios… siempre pienso en ella y cómo sería si estuviera hoy ―mi voz se apagó.

Al instante sus brazos se apretaron en mi cintura. Me acercó a su pecho y apoyé mi cabeza en él.

― También la pienso, Bella. Me hago miles de preguntas; ¿cuál hubiera sido su primera palabra? Seguramente sería su favorito ―rio― las niñas siempre aman a papá y estoy convencido que Grace me hubiera amado tanto.

― Creo que sí hubieras sido su favorito ―susurré, tragando el nudo en la garganta.

― Estoy seguro que bebé Grace sería muy parecida a ti, las niñas suelen tener la belleza de las madres.

Mis ojos se empañaron de lágrimas. Miré hacia fuera del ventanal, era una tarde gris y lluviosa.

― No. Mi bebé realmente tenía más parecido contigo ―comenté nostálgica― nuestros padres lo dijeron.

Sus manos tomaron mi cadera hasta posicionarme en su regazo, acunó mi rostro y me hizo mirarlo.

― Me volví una perra ―articulé― por cuidar de mis emociones no quise volver a mencionarla, pero duele mucho, Edward.

― Y nos dolerá siempre, nena ―su voz se cortó― es una herida que probablemente siempre se mantendrá abierta por el resto de nuestras vidas.

― Hemos sido egoístas ―reconocí―. Bebé Grace merece nuestros pensamientos ―esbocé una triste sonrisa― que no la olvidemos.

― Nunca podré olvidar a mi bebé ―admitió triste antes de besar mis labios.

Alejó su rostro y me sonrió mientras sus pulgares jugaban con mis mejillas.

― ¿Qué vamos a hacer? ―Me referí a sus hermanos.

― Es lo que quiero saber. Necesito que me digas si estás de acuerdo en tenerlos aquí, si no puedo buscar otra opción. Lo único que quiero es saberte bien y que su presencia no te altera, he visto que últimamente tus emociones están jugando en tu contra, a parte de que soy un cabrón que no supo corresponder tu confianza, merezco que me eches de tu vida y aun así quiero quedarme porque te amo.

Lo miré fijo. Creía en todo lo que me decia porque lo conocía y en el tiempo que teníamos juntos jamás me había fallado. Simplemente hoy no podía darle la espalda porque él también luchaba contra sus propios demonios.

― Daremos lo mejor de nosotros para qus tus hermanos estén bien ―fui honesta a pesar de mis dudas.

Edward sonrió de lado y asintió.

Sabíamos que nos quedaba un largo camino por recorrer y este apenas era el comienzo.


Hola. Un capítulo un poco más largo, estoy tratando el tema con mucho respeto, mi intención es proyectar los miedos que sufren las personas que tuvieran una pérdida como tal, es por ello que Bella y Edward siguen estando reticentes. También les digo que tocaré más el tema de su bebita, eso sucederá conforme avancen los capítulos.

Infinitas gracias a quienes comentaron el capítulo anterior: Lily Pattinson Stewart, Sofia (gracias por contarnos tu testimonio), aliceforever85(gracias por confiarnos), Nadiia16, Pepita GY(gracias por tu paciencia), Rosemarie28, mrs puff, sandy56, Liz, ALBANIDIA, Lucía (hola, qué más detalles quieres? Así me puedo guiar), Diannita Robles, patito feo, Mapi13, Andrea(si ella no es mala solo dice que se ha endurecido su corazón), Car Cullen Stewart Pattinson, marisolpattinson, Daniela Masen, kasslpz, Cassandra Cantu, Coni Salinas Ríos, Smedina(gracias por unirte), Maribel 1925(gracias a ti), Mabelli Masen Grey, Adriana Molina, Lizzye Masen, Torrespera172(hola, perita gracias por volver, saludos), Dulce Carolina, Flor McCarty-Cullen, Valeria Sinai Cullen, Lili Cullen-Swan, Ary Cullen 85, solecitopucheta (la llegada de los niños es ua gran prueba), Antonella Masen, Gloria (te agradezco mucho tus palabras), Lore562, Jade HSos, Sindey Uchiha Hale Malfoy, Maryluna, The Vampire Goddess, rociolujan (te dije que no era mala), Noriitha(es una forma de ser padres sin desearlo), Cinthyavillalobo (gracias) y comentarios Guest

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