Como ya se hartaban de verlo usando el uniforme de Fontana Roja, Sky, Brandon y Helia le animaron a visitar Ciudad Magix para conseguir ropa de verdad. ¿Y qué mejor guía para tal hazaña que la de Stella? Tras media hora de reprimendas para que le tratase como una igual y no como la flamante heredera al trono de todo un planeta, iniciaron el tour por la capital de la dimensión. La extrovertida chica aprovecharía la oportunidad para renovar por tercera vez en el año su guardarropa, algo que sufrirían los brazos del terrícola. ¿Era acaso una especie de entrenamiento especial? ¿El equivalente a pintar una cerca de madera del mundo mágico?

Los diseños de los edificios servían como una pequeña muestra del estilo arquitectónico de cada uno de los planetas de la dimensión. Así se lograba que, sin importar tu procedencia, te sintieras en casa. Pero para el joven Miller todo eso era nuevo. Con cada paso sus ojos se abrían como platos y sus labios dejaban escapar suspiros de asombro. En más de una ocasión estuvo a nada de chocar con algún transeúnte. Para su fortuna, Stella le hizo reaccionar tirando ligeramente de su brazo o elevando la voz. Se estaba comportando como todo un niño.

La magia se sentía en el aire. Muchos de los ciudadanos utilizaban pequeños hechizos para hacer más cómodas sus vidas, provocando que la mirada esmeralda fuese de un sitio a otro. También notó que la aprovechaban para generar electricidad la ciudad, la cual viajaba a través de tubos cristalinos y brillantes. Cuando vio la multitud de hologramas publicitarios a las afueras del shopping mencionó que le recordaba a Picadilly Circus, pero con más color y menos automovilistas enfurecidos. Confundida le miró su compañera de larga cabellera color oro antes de volver a la cháchara sobre moda, diseños, combinaciones y tonos con la que llevaba un rato entretenida. Por un momento creyó que le habían encasquetado a la más superficial de las Winx, idea que se derrumbó al notar el interés por su persona e historia. Los rumores sobre su persona eran tan diversos que la rubia no sabía qué creer, y deseaba despejar algunas dudas.

Mientras él resumía de la forma más clara posible su curiosa vida, ella le contaba sobre las teorías que sus amigas compartían cada que el tema se mencionaba. Creían que el mandoble era una creación mágica terrestre muy antigua y que el impacto del meteorito que vio de niño solo era una confusión suya debido a algún sueño. Otra opción incluía a hechiceros o hadas que lo dejaron atrás cientos o miles de años antes del desarrollo de la humanidad. La teoría personal de Bloom incluía la todopoderosa llama del dragón. La de Tecna, la posibilidad de que fuese era tecnología alienígena de la otra dimensión. Pensaba que los humanos no debían de ser los únicos en habitar ese vasto universo. Aquella idea tenía una falla importante: la espada era tan mágica como el bastón de Stella o las transformaciones del equipo. El misterio residía en su origen.

— Ya le hicieron mil estudios en la Tierra. Los minerales que la componen no tienen sentido lógico y la humanidad no conoce nada igual. Puedo golpear cualquier material con la espada y no le pasara nada. Creeme, hicieron que lo probara con todo. Y lo que le hace a mi cuerpo es una locura. Mi sangre quema como la lava, se vuelve sulfurosa sin afectar mis órganos. Mi cerebro puede…

— ¡Iugh, ya para! No quiero esa imagen en la cabeza. Mejor pensemos en llenar tu guardarropa y dejar el temita de los espías secretos y las espadas mágicas.

— ¿Qué tiene de malo el uniforme de la escuela?

— ¡Pues qué es eso, un uniforme, y de la escuela! No puedes pasearte por ahí usando eso todo el tiempo.

Dam se rascó la nuca. Lo más arriesgado que usó alguna vez fue una mascarilla rojiza durante las contadas salidas al exterior, y era para resguardar mejor su identidad. Y porque le quedaba cojonuda, para qué negar lo evidente.

Stella tomó la batuta y el brazo del pelinegro para guiarle a través de las boutiques, sugiriendo en más de una ocasión prendas que se salieran de su zona de confort. Sentía que debía resaltar el brillo verduzco de sus ojos o la palidez delicada de su tez. La energía que transmitía con cada paso, gesto o palabra era infinita, recordándole a Musa. Esa misma pasión del hada de cabello azul oscuro por la música tenia muchas semejanzas al entusiasmo natural de Stella, solo que en otro rubro. Eso sí, no entendía ni jota de lo que decía y más de una vez terminaba inclinando la cabeza a un lado, como un perro confundido.

Pasados unos minutos, la blonda preguntó sobre sus gustos, lo que resultó decepcionante. Para alguien tan colorida y vanguardista cuya mejor palabra para describirla era "chic", escuchar que Damian prefería vestimenta más discreta, de tonos apagados y sobrios… Oh, fue una puñalada en sus gustos. Aún tras aceptar eso insistió en que eligiese algo más colorido de entre las miles de opciones. Miller aceptó recoger una camiseta color verde oscuro, sin estampado ni nada que la hiciera especial. Eso y nada más. La princesa lo tomó como una pequeña victoria.

La elección final de pelinegro fueron jeans, tanto deportivos como ajustados, camisetas de colores básicos, zapatillas blancas, una chaqueta de mezclilla, una gabardina y la mencionada prenda verde por la que tanto presionó Stella. Ella habría preferido algo más vivo, similar a los diversos vestidos, blusas y faldas que llenaban las bolsas. Bolsas que, en mayor medida, cargaba Damian.

— ¡Oh, casi me olvido! ¡Tenemos que ir a por un traje! ¡Necesitas uno! — Exclamó en tono alarmista como si se tratase de una tragedia. Una ceja arqueó y una mueca de desconcierto cruzó su rostro, viéndose obligado a seguir el apresurado paso de la contraria que se dirigía de regreso a una de las tiendas.

— ¿T-traje? Me gustan pero… ¡no voy a usar uno en la escuela!

— ¿Y para los bailes, eh?

— Pues no iré y ya.

— ¡Tonto! ¡Nadie falta a los bailes de Alfea y Fontana Roja! ¡Y no voy a dejar que las chicas se pierdan de conocerte! — sentenció traviesa, con la intención interna de introducirlo en la escena social de Alfea y servir de celestina. Los mofletes del pelinegro se pusieron como tomates.

Intentó responder, pero las palabras se le quedaron en la garganta cuando por el rabillo del ojo notó una presencia conocida. Con dos coletas azules.

Mostró una desesperación casi caricaturesca al ocultarse tras una columna, obviando el pequeño detalle de que las bolsas lo delataban. El corazón le latía a ritmo acelerado y su pulso temblaba. Stella disimuló y saludó cariñosa a su amiga, la cual iba acompañada. Al asomarse desde el escondite, Damian supo de quién se trataba.

— Riven. — sentenció desdeñoso, sufriendo un pinchazo extraño en el pecho cuando notó la mano del cretino enredada con la del hada, que se veía tan radiante como en el lago. Las sutiles sospechas que divagaban por la cabeza de la princesa se confirmaron cuando escuchó su pregunta. — ¿Cuánto llevan juntos? Solo por curiosidad.

— Creo que casi un año. Es una relación extraña. — no le agradaban algunos de los comportamientos del especialista, pero prefería no andar de entrometida. Respetaba los sentimientos y las decisiones de Musa. — A veces pienso que Riven no sabe qué sentir por ella, y parece que no es el único.


#USER: ¿Capitulo de relleno? ¿demasiado corto? ¿demasiado largo? ¿demasiado irrelevante? No lo sé, pero estoy haciendo mi mejor esfuerzo jajaja ya dije que esto es mas una prueba para ganar experiencia y animarme a publicar mas historias.Ya tengo un capítulo a medias y otro en mente, espero poder mejorar y estar a la altura.