El embarazo fue una decisión largamente discutida y planeada. A esas alturas, Hellen llevaba viviendo un par de años en el más completo anonimato en el pequeño pueblo escocés, y se sentía segura.

Sus vecinos veían con toda normalidad cómo su marido la visitaba regularmente. Todos pensaban que él era un profesor en la gran ciudad y nadie hacía demasiadas preguntas. Los hechizos protectores se encargaban de ello.

Por primera vez, ambos se permitieron hacer planes para el futuro, y eso incluía la posibilidad de tener hijos. Hellen no estaba segura de poder llegar a ser madre, debido a los efectos secundarios de la maldición del Señor Tenebroso, así que fue una gran sorpresa descubrir que, en efecto, una nueva vida crecía dentro de ella.

La niña nació en verano, y a los ojos de sus padres era la criatura más bonita y perfecta del mundo. Había heredado los ojos azules de Hellen, y una pelusa oscura poblaba su cabeza. Dormía en brazos de su madre, sin imaginar cuánto amor y alegría había traído con ella.

–¿Cómo quieres llamarla? –preguntó Hellen, meciéndola con cuidado. Severus estaba sentado a su lado, y miraba a la niña embobado.

–Me gustaría que se llamase Eileen, como mi madre.

–¿Qué te parece Lily? –preguntó ella, como si tal cosa, pero Severus la miró alarmado y sorprendido ante aquella sugerencia, sin saber qué decir.

–¿Por qué iba a querer llamarla así?

–Porque es un nombre bonito, y pertenece a una persona a la que quieres –dijo Hellen con suavidad–. No hay nada de malo en honrar a las personas a las que queremos.

–Tú eres la persona a la que quiero –replicó él, más nervioso de lo que quería aparentar.

–Se puede querer a varias personas a la vez –ella sonrió de forma tranquilizadora, y le cogió de la mano–. No pasa nada, no estoy celosa, y no quiero que te sientas culpable por haberte enamorado más de una vez. Eso sólo te hace humano. Además –añadió, tendiéndole el pequeño bulto con cuidado–, lo único que importa es que su padre la quiera más que a nada.

Severus acomodó a la niña entre sus brazos. Desde el primer momento en el que la había mirado, no había existido otra cosa en sus pensamientos. Aquella niña era lo más importante del mundo para él. El mero hecho de tenerla en sus brazos le hacía sentir vértigo y una eufórica felicidad.

–Eileen Lily –murmuró, y al instante supo que era una buena elección.

–Nuestra pequeña Eily –Hellen se acurrucó junto a él, sonriendo.

No podían ser más felices.

Y sin embargo, el nacimiento de Eily trajo una nueva complicación. Ambos esperaban que la niña se desarrollase como una bruja, heredando el potencial mágico de sus padres, lo que supondría que, tarde o temprano, su nombre aparecería en la lista de los niños que irían a estudiar a Hogwarts.

Severus era consciente de que en cuanto eso sucediese, su secreto saldría a la luz, y se preguntó, no por primera vez, si debería sincerarse con Dumbledore antes de que fuese demasiado tarde.

Hellen había dejado la decisión en sus manos, diciendo que podrían seguir contando la historia de que ella era una muggle, o incluso una squib, para contentar la curiosidad del director pero aun así, Severus no se decidía.

No podía explicar qué era lo que le impedía hablar con el mago que tanto había confiado en él, al fin y al cabo, Dumbledore sabía cosas mucho peores acerca de su pasado y no por eso le había juzgado. Pero no era capaz de hacerlo.

La primera vez que intentó sincerarse fue cuando decidió casarse con Hellen, pero Severus se dijo que no merecía la pena llamar la atención de Dumbledore por algo así, a pesar de que le hubiese facilitado las cosas el admitir que sus continuas ausencias de Hogwarts se debían a que estaba casado y prefería pasar el tiempo con su mujer antes que quedarse en el castillo.

Volvió a plantearse hablar con el director cuando Hellen y él decidieron que querían formar una familia, pero entonces se dijo que no era necesario molestar al director con una noticia tan trivial. Al fin y al cabo, desear tener hijos no era lo mismo que tenerlos, y podían pasar años hasta que su deseo se hiciese realidad.

Entonces, Hellen se quedó embarazada, pero Severus volvió a acobardarse, diciéndose que algo podría salir mal durante el embarazo, y no quería arriesgarse a revelar su secreto antes de tiempo.

Pero ahora que tenía a la pequeña Eily en sus brazos, ya no tenía más excusas para ocultarla. Y sin embargo, un sentimiento de egoísmo le impedía revelar su existencia.

No quería compartirla, ni siquiera con Dumbledore. Quería abrazarla y protegerla y tenerla sólo para él. Porque en el momento en el que se hiciese pública su existencia, ya no habría marcha atrás.

Y así, día tras día, el secreto se fue haciendo más grande, y el esfuerzo por sincerarse más difícil, y Severus se dio cuenta de que ya había tomado una decisión, y que se enfrentaría a la mirada penetrante del director cuando no hubiera más remedio.

Y así, Eileen Lily Snape fue creciendo, rodeada por el amor de sus padres, sin ser consciente del reloj invisible que contaba los segundos hasta que su existencia fuera revelada.

OOO

Harry daba vueltas en la cama, sin poder dormirse. Habían pasado demasiadas cosas ese día para poder conciliar el sueño.

La muerte de Alecto Carrow, la visita de Fudge, la pelea entre Vaitiare y la Dama... y la horrible visión de la bañera llena de sangre.

No podía dejar de preocuparse ¿Qué le había pasado a Ginny? ¿Y a Parvatil? ¿Volverían a verlas alguna vez? ¿Y Hermione? ¿Lograría despertar?

Podía escuchar cómo Ron daba vueltas en la cama. Él también estaba nervioso, todos lo estaban, pero con el nuevo castigo no le permitían ir a la enfermería a visitar a Hermione. Y Dumbledore había confiscado su capa de invisibilidad para asegurarse de que no salían a escondidas.

Pero entonces Harry volvió a notar aquella sensación de hormigueo en su cicatriz, y supo que la Dama estaba teniendo una visión. Le parecía curioso que a pesar de estar unido a ella, no le atenazase aquella sensación de dolor cegador que le partía la cabeza en dos, como le pasaba con Vóldemort. Quizá se debiese a que ella era más humana y menos cruel que su padre. Sin embargo, Harry no quería perder aquella oportunidad en inútiles elucubraciones, debía saber en qué consistía la visión.

Respirando hondo, Harry cerró los ojos, sintiendo que se hundía, y se dejó llevar.

OOO

Era una serpiente. Estaba agazapada bajo un animal de peluche. Ahora podía moverse, saliendo de debajo de la chica humana que le daba cobijo. Ella no importaba. No era lo que había venido a buscar.

La serpiente se arrastró por la habitación, dirigiéndose a la sala más grande. Debía tener cuidado y evitar ser vista. Podía sentir a otras niñas agazapadas, pero tampoco eran la que estaba buscando.

Siguió avanzando, internándose entre ellas. Y entonces, la oyó.

"Pequeña serpiente. Ayuda."

Era ella, la persona a la que buscaba. Serpenteó hasta ella, y dejó que la niña la cogiera entre sus manos. Y entonces, la visión cambió de punto de vista.

Estaba sola. Tenía hambre. Tenía miedo. La otra chica no había vuelto. Esa cueva estaba muy fría. Quería volver a casa. Quería ver a mamá. Quería al Señor Foca. Los señores malos venían de nuevo hacia ella. Ellos le habían quitado su peluche. Iban a hacerle daño. Papá ¿Dónde estás? ¡Papá! ¡Mamá! ¡Ayuda!

Harry se vio arrastrado de nuevo, sin poder evitarlo.

Volvía a estar de nuevo en la playa paradisíaca que tan bien conocía. Pero ahora el mar estaba agitado, y las nubes oscuras presagiaban tormenta. La mujer también estaba allí, esperándole. Su cara revelaba preocupación y tensión. Harry la miró con atención.

–Eres tú –esta vez la había reconocido, incluso sin la cicatriz y la túnica oscura–. Siempre has sido tú.

–No hay tiempo para esto. Tienes que ayudarme.

–Quiero respuestas.

–¡No hay tiempo!

–Quieres que te ayude, pero no respondes a mis preguntas ¿Cómo quieres que me fie de ti? Estás unida a Vóldemort ¿Cómo sé que no me entregarás a él?

–Ya te he dicho que este es un lugar seguro. Estamos dentro de un lugar secreto en mi mente, y él no puede llegar hasta aquí.

–No te creo.

–Yo nunca te he hecho daño.

–¿Y qué hay de mis amigas?

–Eso no es obra mía. Yo también quiero encontrarlas.

–Mientes. He estado dentro de la serpiente. Sé que no te importan las demás.

A lo lejos sonó un trueno, y el viento comenzó a soplar con fuerza. Harry y la mujer se miraron fijamente, sin querer ceder. Ella apretó los puños, tensa.

–Eso no es asunto tuyo.

–Sí que lo es. Dices que necesitas mi ayuda, pero no has hecho nada para que confíe en ti –Harry también estaba enfadado, y no quería seguir jugando a las adivinanzas–. Voy a despertarme.

–¡No! –gritó ella, extendiendo una mano. La arena atrapó a Harry por los pies, pero él se resistió.

Ambos pelearon, intentando imponer su voluntad sobre la del otro. Harry sabía que, si insistía, se despertaría, y escaparía de aquel sueño.

–¡Por favor! Yo no soy el Señor Tenebroso –suplicó ella–. Nunca he llevado su nombre ni su marca. Nunca he mostrado lealtad hacia él.

–Entonces ¿qué quieres?

–Alguien muy querido para mí corre peligro. Necesito averiguar dónde está. Su paradero es el mismo que el de tus amigas desaparecidas. Sabes que digo la verdad. En este lugar no puedo mentir.

–Es la niña de la cueva ¿verdad? Ella hablaba Pársel –dedujo Harry.

La Dama esbozó una expresión de sorpresa y frunció los labios, pero terminó asintiendo. Acordándose de los pensamientos aterrados de la niña, Harry se ablandó.

–¿Qué quieres de mí?

–¿Reconoces el sitio donde está la serpiente?

–¿La cueva? Nunca he estado allí.

–Pero ¿no te recuerda a algo?

Harry vaciló. Ahora que lo pensaba mejor, sí que le resultaba familiar.

–Se parece al Departamento de Misterios.

–¿Estás seguro?

–Los dibujos de las columnas son los mismos.

–Gracias por la información –ella se giró y comenzó a alejarse, con paso decidido.

–¡Espera! Yo también quiero ir.

La Dama le miró por encima del hombro con seriedad. El viento cada vez era más fuerte, y las olas les salpicaban al romper sobre la playa.

–Esta no es tu lucha.

–Mis amigas están allí. Ginny esta allí.

–No. Tu enemigo es el Señor Tenebroso, y deberías centrar todos tus esfuerzos para derrotarle. Esto es sólo una distracción.

–No podrás impedírmelo –Harry ya estaba planeando cómo viajar hasta el Ministerio de Magia. Despertaría a Ron en cuanto recuperase la consciencia, y juntos reunirían a los demás.

Pero ella esbozó una sonrisa extraña. Se acerco a él, y Harry no pudo moverse, a pesar de todos sus esfuerzos.

–Olvidas, Potter, que estás en mi mente. No puedes esconderme nada –él no pudo evitar que ella apoyase las yemas de sus dedos sobre su frente, al lado de la cicatriz–. Olvídate de todo –susurró.

OOO

Harry despertó sobresaltado. El sudor cubría su cuerpo y su respiración era agitada.

Había tenido una pesadilla, pero ¿que había estado soñando? No lo recordaba ¿Acaso no había estado en una playa? ¿Con quién había estado hablando? ¿Por qué sentía deseos de despertar a Ron y salir corriendo? No era capaz de acordarse de nada.

Harry cerró los ojos, tratando de concentrarse.

Había una serpiente... y una niña, en una cueva... pero el sueño cayó sobre él, haciendo que se hundiese en las tinieblas, y los débiles recuerdos se disiparon de su mente.

OOO

Los primeros rayos del sol se colaban por las ventanas del despacho de Dumbledore, iluminando los pequeños instrumentos dorados. El fénix Fawkes descansaba en su percha, con la cabeza escondida debajo del ala.

El viejo director escuchaba atentamente, mientras a su lado, la profesora McGonagall fruncía el ceño con desconcierto e incredulidad. Solamente ella había sido convocada a toda prisa para asistir a aquella reunión improvisada.

–El Departamento de Misterios ¿estás segura de eso? –insistió Dumbledore, y la Dama asintió. Tenía todo el aspecto de no haber pegado ojo, pero se mostraba segura de sí misma. A su lado, Snape permanecía con expresión seria.

–No debemos perder el tiempo. Las serpientes dicen que la bañera está lista para ser llenada de nuevo. Hay una alumna de Hogwarts esperando para ser sacrificada.

McGonagall se irguió, presa de la impresión, pero Dumbledore entrelazó las manos, pensando atentamente en cómo proceder.

–Debemos ser discretos y actuar antes de que se den cuenta de que sabemos dónde están ¿qué vas a hacer, Severus?

–Iré al Ministerio junto a la Dama. El Señor Tenebroso me ordenó que la vigilase de cerca, así que sería sospechoso si no lo hiciera –McGonagall le lanzó una mirada de burla, pero no dijo nada. La situación era demasiado seria como para tomarle el pelo a su colega.

–Entonces iremos los cuatro al Ministerio. Si llevamos a un grupo más grande llamaremos la atención –explicó Dumbledore, adelantándose a la pregunta de McGonagall–. Nuestra coartada para entrar será pedirle disculpas a Fudge por lo que ocurrió ayer. Si llegase el caso ¿serías capaz de hacerlo? –le preguntó a la Dama.

–Si eso me permite acercarme al Departamento de Misterios, haré lo que sea.

–Y una vez allí ¿cómo sabrás dónde ir?

–Cuando esté lo suficiente cerca de Eily y las otras niñas, podré rastrearlas. Además, cuento con la ayuda de las serpientes.

–Muy bien. Salgamos sin dilación.

Sin perder el tiempo, salieron al pasillo y se dirigieron a los terrenos a toda prisa, para desaparecerse. Casi nadie les vio, pues los alumnos todavía no se habían levantado. Pero desde una ventana, Narcissa Malfoy tomó nota de sus movimientos.

OOO

Esta vez no iba a poder escapar. Ginny gritó, pataleó y se revolvió, luchando con todas sus fuerzas por liberarse, pero no podía hacer nada. Esas manos eran demasiado fuertes.

Los captores le habían arrancado la ropa y le habían tirado varios cubos de agua por encima. Querían que su cuerpo estuviese limpio para el sacrificio.

Tiritando de frío y de rabia, Ginny trató de cubrirse con los brazos, pero ellos la pusieron en pie a la fuerza, y ataron unos grilletes a sus tobillos. Iban a colgarla del techo, boca abajo, encima de la bañera vacía.

Los captores no mostraban ninguna emoción mientras la ataban, era como si estuviesen preparando la comida antes de cocinar. La obligaron a caminar hasta el borde de la piscina, y comenzaron a tensar la cadena.

Y justo entonces, alguien atravesó la pared mágica, haciendo que los captores se detuvieran en el acto.

"Ginny, es la veela que vimos en Hogwarts."

Estamos salvadas! Ella trabaja para el Ministerio."

Pero Vaitiare miró a Ginny con desdén.

–¿Qué es esto? –gruñó, de forma despectiva, y los captores se inclinaron ante ella, con pose sumisa.

–Estamos preparándola para vos, mi señora.

"Está mintiendo."

–¿Este es el espécimen del que me hablabais? –Vaitiare arrugó la nariz, en un claro gesto de asco, estudiando a Ginny con la mirada.

–No mi señora, esto es un adelanto. Su magia es fuerte y os fortalecerá.

–¡No me interesa su magia, idiota! Tráeme a la otra.

Las criaturas obedecieron, y quitándole los grilletes a Ginny, la empujaron sin miramientos hacia un lado.

Van a por Parvatil!"

"Ella está de su lado." Ginny se encogió sobre sí misma, cubriendo su desnudez como pudo "No nos va a ayudar."

Vaitiare ignoró su terror y su confusión, y esperó mirando de forma impaciente a la puerta. Daba la espalda a la joven, como si su presencia no importase nada, pero Ginny se dio cuenta de una cosa. Con las prisas, los captores se habían olvidado de volver a atarla.