[Colección: OMEGAVERSE]


Las Crónicas de la Media Luna de Marte


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—Teenage Mutant Ninja Turtles 2012—

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En un mundo donde los mutantes y humanos conviven tratando de no liquidarse mutuamente, los hermanos Hamato se enfrentan a una nueva temporada de apareamiento donde las cosas sólo pueden salir mal. O quizás no tan mal.

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Advertencias: SÓLO HETERO. (Parejas disparejas a gusto de la escritora). / Semi-Universo Alternativo. / WHAT IF—Omegaverse, al estilo de la escritora. / La trama no sigue las reglas generales ni típicas del omegaverse; escrito todo a conveniencia y entendimiento de la autora. / Crack!Ships / OOC. / Uso de lenguaje fuerte, sucio y vulgar. / Contenido violento explícito. / Relato NO aptos para menores de edad.

Disclaimer:

Teenage Mutant Ninja Turtles (2012) © Kevin Eastman/Peter Laird / Nickelodeon.

Las Crónicas de la Media Luna de Venus © Adilay Vaniteux/Reine Vaniteux

Aclaración: Este fic participa en el OMEGACEMBER 2023 realizado por la página Es de Fanfics, en Facebook.

Notas:

Volvemos con una de mis ships favoritas; Rapha y Mona.

Para quienes no lo sepan, estos dos tenían algo pendiente. 7u7


Aviso!

Contenido sexual explícito.


NO PLAGIEN, NO RESUBAN Y TAMPOCO TRADUZCAN SI YO NO LO HE AUTORIZADO. —Gracias.



Día 10: GARGANTILLA.

Ship: Raphael (enigma) x Mona Lisa (enigma).


V.

La conexión entre someterse y someter.

Adentro del Cuartel de los Mutanimales, que era un edificio alto de 6 pisos; y la cual ahora mismo se hallaba vacío por obvias razones, Mona Lisa esperaba a Raphael en su alcoba, la cual estaba en el cuarto piso de aquel edificio que el Dr. Tyler había comprado para todos ellos con sus propios fondos.

Ella estaba inusualmente quieta, sentada sobre su cama a oscuras, soportando el inmenso calor que azotaba su cuerpo, preguntándose cómo carajos se supone que debería proseguir con lo que dejaron ella y Raphael pendiente en el tejado. Ella dijo que lo esperaría, y estaba segura de que Raphael la buscaría… ¿y luego…?

Su cuerpo estaba ansioso y deseoso por volver a besarlo, sentirlo, y pertenecerle. Pero, mentalmente estaba inquieta. Es decir, se supone que él era el de la experiencia, Mona tal vez debería dejarlo hacer lo suyo y aprender un poco. Pero eso no era algo que a ella le convenciese. ¿Se quedaría quieta como una muñeca de trapo y ya?

Tratando de no sobrepensar demasiado, Mona se desvistió por completo, se acostó bocabajo y metió su cara contra su almohada. Apretó sus piernas ante los ligeros espasmos que la asaltaban; la humedad en su intimidad comenzaba a ser molesta, su cola (como si la estúpida hubiese cobrado vida propia) iba de un lado a otro, rozando sus pantorrillas y sus glúteos; cabe mencionar que su cuerpo ahora mismo estaba demasiado sensible, por lo que, con cada ligero roce hacia ella misma, daba igual la zona, Mona no podía evitar estremecerse. Sus manos, con finas y cortas garras, se deslizaban sobre las sábanas, sintiéndose en agonía.

Ella cerró sus ojos, recordando todas aquellas sensaciones que la habían embargado cuando Raphael la besó y acarició. En poco tiempo él había demostrado su experiencia, su gusto por hacer que su compañera disfrutase tanto como él. Algo que le daba mucho valor como pareja de alcoba.

«Estoy pensando demasiado otra vez» se dijo, apenada «eso no es propio de mí».

En lo absoluto se dio cuenta del momento en el que su puerta se abrió con lentitud y silencio. Ni tampoco del momento en el que una sombra se posó a su lado.

Sólo cuando un par de dedos se deslizaron sobre su nuca, ella, soltando un gemido alto, pudo mantener la calma a medias por saber de quién se trataba. Ese embriagador aroma a planta de ruda, que creyó haber estado imaginando por su estado, realmente estaba ahí con ella.

—¿Viniste a jugar conmigo? —preguntó, temblando ligeramente, mirando en su dirección. Sorprendiéndose al verlo completamente desnudo frente a ella, sin un ápice de vergüenza. Mona Lisa no supo si reflejó demasiado nerviosismo, porque él acarició su rostro con suavidad, ocasionándole calma.

—Eso suena tentador —admitió.

Sin decirle nada más, Raphael deslizó sus dedos sobre su mentón e hizo una ligera presión; ella captó bien la indirecta, levantándose poco a poco hasta quedar arrodillada sobre el colchón. Sin dejar de verse a los ojos. Mona Lisa estaba tan atrapada en su mirada que no se percató del momento en el que su cuello fue abrazado por un extraño collar negro.

—¿Qué es…? —susurró ella, permitiéndole ajustarle aquello. Se sentía curiosa.

Este collar se ajustaba bien a su piel, siendo de textura fuerte y suave; fría al tacto. De este sólo colgaba un aro un tanto grande, de metal. Raphael introdujo uno de sus dedos adentro de este aro y jaló de él sin brusquedad, acercándola a ella hacia su boca, besándola.

Excitada, Mona Lisa cerró sus ojos, dejándose llevar; aceptando de buena gana que la lengua de él entrara en su boca y se encontrase con la suya, que, trató de ir a su ritmo, pero fue claro quién era el que sabía lo que hacía.

En un principio ella pensó que Raphael la haría acostarse sobre su cama y la tomaría ahí, pero al parecer, él sí había venido con las intenciones de sorprenderla… o jugar con ella… o ambas. Con una mano sobre su espalda, y la otra sujetándola todavía el aro del collar, Raphael la hizo a salir de la cama, sin dejar de besarla, con cuidado. Al separarse un poco para tomar aire, Mona Lisa no pudo alejarse ni un poco de Raphael dado a que él se negaba a darle más espacio que unos centímetros. Manteniéndola tan cerca como él quería, Raphael mordió con suavidad su labio inferior.

A Mona Lisa no le incomodó agacharse un poco para quedar cara a cara con él, de hecho, el que Raphael la mantuviese en esa postura, la estremeció.

—Estás temblando —le susurró él, como si escaneara su alma a través de sus ojos.

—¿En serio? —ella quiso sonar seria y orgullosa, pero su voz no colaboró; salió titubeando de sus labios, ocasionándole a él una sonrisa arrogante. Mona Lisa frunció el ceño, desviando su mirada; no le gustaba sentirse usada para chistes, aunque estos fuesen de Raphael, pero había algo de excitante en esto, y al parecer él se dio cuenta de que eso le gustaba a ella.

—Mírame —ordenó, tirando suavemente del aro, jalándola un poco.

Si eso hubiese salido de la boca de cualquier otro mutante, y esa acción de cualquier otro sujeto que tuviese las intenciones de someterla, la cama de Mona Lisa se habría bañado con sangre. Pero ella le daba su permiso a Raphael para hacerlo, porque confiaba en él; porque sabía que él no la lastimaría ni humillaría. Porque Mona Lisa quería saber qué tanto él podía mostrarle de sí mismo.

Porque Mona lo quería… y lo hacía más allá del índole sexual.

—Mírame, Mona Lisa —ordenó el, otra vez.

Ella obedeció, tímida, sintiéndose pequeña a pesar de que en alturas, ella lo sobrepasase por poco.

—Bien hecho —le felicitó roncamente, tomando sin problemas el liderazgo de la situación.

Siendo más esbelta y menos pesada que él, Mona Lisa se dejó intimidar un poco por su musculatura y se sujetó de sus anchos hombros al sentir cómo Raphael la jalaba otra vez hacia él, esta vez para inclinarse un poco y atrapar uno de sus pechos con una inesperada euforia, haciéndola tensarse y gemir. Su otra mano, bajó por su espalda, rozando con sus dedos, el inicio de su cola, comenzando a acariciarla. Mona Lisa ya no pudo fingir que no estaba temblando bajo su dominio.

Degustando de su lengua rodeando su pezón, sus dientes presionando su carne y sus labios chupándola, Mona se sentía casi dominada, y eso a su naturaleza de mutante enigma no le gustó; no le gustó rendirse… sin pelear. Este se oponía a mostrarse cien por ciento colaborativo, por lo que, sin saber el raciocinio de ella por qué, su cuerpo trató de alejarse de él a pesar de estarse sintiendo muy bien. Como si su bestia interna quisiera ponerlo a prueba y saber si Raphael era digno de ella.

Pero como si él ya hubiese predicho que eso pasaría, se separó de ella rápido y aprovechó que Mona Lisa tuviese una ligera sensación de libertad, antes de abrazarla posesivamente con sus fuertes brazos, impidiéndole a ella mover los suyos. Incapaz de controlarse, Mona Lisa se resistió al agarre; afilando su mirada, viéndose agresiva.

—¿Qué haces? —gruñó ella, sin saber exactamente por qué de pronto se sentía tan enojada.

Quiso detenerse, pero era como si "otra Mona Lisa" se hubiese apoderado de ella y le impidiese entregarse voluntariamente al mutante que había elegido.

—Bien, compruebo que los rumores eran ciertos —musitó Raphael, interesado en verla actuando así.

Considerando eso algo "ofensivo", Mona Lisa no pudo decir nada, no sabía por qué además se sentía con la necesidad de golpear a quien trataba de domarla, aún si este era aquel que su corazón había elegido para amar. Siguió removiéndose, aferrada a no dejarse joder por él.

—No puedo creer que me guste esto tanto como a ti —dijo él, sonriendo, aceptando el reto.

Mona Lisa se soltó de su agarre, logrando encestarle una patada en una de sus espinillas. Inmediatamente quiso disculparse, pero sus instintos la obligaron a tratar de huir de la habitación; quería… alejarse… pero también quería que él batallase para conseguirla, y quería ser atrapada. No quería dejarle las cosas tan fáciles.

Llegó hasta la puerta, pero no pudo abrirla cuando giró del pomo; el seguro estaba puesto.

Su lado instintivo maldijo a la astucia de él.

La mayoría pensaba que Raphael Hamato no era un tipo que hiciese planes; eso más bien se les adjudicaba a sus hermanos Donatello y Leonardo, pero lo cierto era que Raphael era un tipo muy listo e intuitivo. Al parecer, ya se había imaginado que algo así pasaría, de lo contrario, ¿por qué cerrar la puerta (que era de metal, por cierto) con el seguro?

Antes de que ella pudiese desactivar el seguro de la puerta, su cuerpo fue sujetado por detrás y alzado sin esfuerzos. Mona Lisa gimió al sentir su verga endurecida sobre su trasero. Su cola (traidora) se movió de lado para permitirle a aquella extremidad, rozarse más entre sus nalgas.

Ella soltó un grito cuando su cuerpo fue lanzado sobre la cama, bocabajo otra vez; su cara pegó contra las almohadas, y quiso girarse para tratar de responder, pero el peso de Raphael sobre ella le imposibilitó hacer eso.

—Controla esas manos —le ordenó severo, sujetando con bastante fuerza sus muñecas, alzándolas a la altura de su cabeza.

Sin rendirse, Mona Lisa gruñó contra su almohada, removiéndose aún, respirando agitada. Cansándose de no lograr apartar a Raphael de encima. En un combate (aunque sea uno de entrenamiento) ella pudo haber usado su cola para darle un golpe en su nuca y hacerlo a un lado, pero ésta ahora no tenía cerebro, y junto a sus caderas, ambas se mecían contra su verga, tratando de sentirla más.

—Y quise ser tierno —murmuró decepcionado, logrando unir sus muñecas y sujetarlas con una sola de sus manos. Mona Lisa se resistió, pero él las azotó una sola vez sobre la cama, dándole una clara advertencia. Luego fue deslizándose hacia abajo con ayuda de sus pies, hasta quedar justamente sobre su trasero; su cola se hizo a un lado para no estorbarle—. Lo hiciste bien, pero ya no hay nada más que puedas hacer, cariño. Te voy a joder.

Queriendo negarse más, a pesar de sentirse inmensamente estimulada por el rápido forcejeó, ella respiró agitada; sintiendo como su intimidad se mojaba aún más con su amenaza. Y, dios… su voz.

Mona Lisa enterró su cara contra la almohada, cerrando sus ojos mientras él la ayudaba a alzar sus caderas, manteniendo bien unidas sus piernas. La ancha y dura punta de su pene logró posicionarse justo sobre su entrada, abriéndose paso entre su húmeda carne, que palpitaba, ansiándolo.

—¿Lo sientes? Voy a entrar, ¿lento o duro, amor? —gruñó cerca de su oído—, tú decide.

Las manos de Mona Lisa se hicieron puños.

Muérete —espetó el lado irracional, salvaje de ella, que se seguía resistiendo. Mona Lisa supo lo que había elegido.

—Adoro cuando hablas así, tan soberbia —meció sus caderas sobre las de ella, apenas cubriendo la punta de su miembro con sus labios vaginales superiores; haciéndola jadear.

—Maldición, maldición —decía entre dientes, sintiéndose tan desesperada que ella misma trataba de introducirlo en su interior, sin éxito.

—¿Mantendrás las manos quietas? —preguntó amenazante.

La primera reacción de Mona Lisa fue la de querer insultarlo otra vez, pero ya no quiso seguir peleando más. Era demasiado inexperta, y estaba sufriendo por estar en esta situación. Su lado salvaje se doblegó y su cabeza asintió algunas veces con rapidez.

—Sí… —susurró al final—, mantendré quietas… mis manos.

Tal vez, sin creerle del todo, Raphael la soltó con cautela, acariciándola en su lento camino hacia sus caderas, las cuales sujetó con una mano, con la otra, sujetó su verga y la fue introduciendo en su intimidad. Abriéndose paso, con cuidado, adentro de Mona Lisa, que respiraba agitada, nerviosa.

—Carajo… —gruñó él—, ¿por qué aún estás demasiado apretada?

—¡Rapha-el! —gimió, encontrando con el ligeramente incómodo inconveniente de que…

O ella era demasiado estrecha o él era demasiado ancho, ya que era difícil para Mona no sentirse un tanto incómoda y adolorida con su lento camino hacia un himen que, tal vez sin darse cuenta, él de pronto traspasó. Raphael supo lo que había pasado, ya poco tarde. Ella soltó un grito. Mona Lisa no pudo contenerlo; ante el breve instante de dolor, su instinto despertó otra vez y se alzó bruscamente; él, siendo tan rápido como el ninja que era, volvió a abrazarla por detrás, sin salir de su cuerpo, sujetándola con un brazo rodeándola a ella y sus brazos, completamente, manteniendo su antebrazo debajo de sus pechos, y la otra sujetando su cuello, volviendo a meter uno de sus dedos adentro del aro; presionándola posesivamente contra su cuerpo. Básicamente, ella casi se encontraba sentada sobre él.

Mona Lisa se tensó, con el cuello estirado hacia atrás; haciendo quejidos que de incomodidad que nunca en su vida había hecho. Maldiciendo internamente, ahora sabiendo por qué Mona Lisa había estado tan estrecha siendo que estaba tan húmeda, Raphael no salió, y ella no pudo sacarlo ya que lo único que logró con ese movimiento fue darle un mejor acceso. Su verga se introdujo más en su interior. Él siguió abrazándola.

—Tranquila… relájate; si te tensas, podrías sentir más dolor —le susurró, tratando de darle algo de confort, «maldita sea, no quería creer que aún podría ser virgen» con culpa, Raphael soltó el collar y acarició su rostro.

—No es dolor… es sólo… —gruñó Mona Lisa, soportando dicha incomodidad. Se negaba a aceptar que estaba sintiendo dolor.

—Yo no sabía que… —él apretó los dientes ante la instintiva necesidad que tenía de empezar a moverse. El raciocinio de Raphael le decía que debía esperar a que Mona ya pudiese sentir placer; su lado irracional, le exigió penetrarla hasta cansarse. Tuvo el buen juicio de hacer lo primero—. No sabía que aún tendrías un himen… perdona, debí preguntarte.

—Yo no sabía que aún lo tenía… creí que… con tanto trayecto como guerrera… se rompería solo o algo así… a veces pasa… o eso oí —respondió ella, temblando, respirando agitada; sintiendo su carne palpitar sobre el miembro de él. Raphael seguramente estaba haciendo un esfuerzo enorme para evitar moverse, y tenía mucha razón.

—¿Quieres que salga? —preguntó entre dientes.

—No… no creo que eso resuelva algo.

Mona Lisa se removió, gimiendo, percatándose de que él aún no entraba por completo. Apretando los dientes, se enojó consigo misma por estar parando esto por una incomodidad mínima. Ella había tenido huesos rotos, heridas profundas y golpes de gravedad como para que esta ridiculez la imposibilitase de disfrutar estar con el hombre que amaba.

Sí… ella lo amaba. Por eso, seguro la mataría el saber que él no sería exclusivo para ella; que Mona sería otra amante suya, nada más.

Aguantando las ganas de llorar, y no sabía de dónde le había salido tanta fragilidad de la nada, Mona Lisa descendió su cuerpo por sí misma sobre la verga de Raphael, que se tensó.

—Espera… deberías esperar… ¡más!

Ambos exhalaron cuando Mona logró introducirlo por completo adentro de ella, pegando sus nalgas sobre la piel de él, quien la apretó un poco más sobre sí mismo. Su miembro palpitaba, causándole un agradable confort.

—Hazme tuya, Raphael —pidió Mona, abriendo sus llorosos ojos—, hazme tuya —repitió eso último desde el fondo de su corazón, pero sabiendo bien que él lo tomaría por el lado únicamente sexual. Y estaba bien, si él no la amaba, esto quizás era lo mejor que ella pudiese recibir de su parte.

—Dime si te lastimo, por favor —respondió pesadamente, volviendo a sujetarla del cuello y sin dejar de abrazarla con su otro brazo. Ella asintió con su cabeza.

Al primer empuje, que vino suave, ella hizo un quejido, al segundo, soltó un suspiro, y con los siguientes, únicamente gemidos. Él trataba de ser cuidadoso, procuraba no ser brusco. Cosa que Mona Lisa agradeció, porque poco a poco su interior fue acostumbrándose a su tamaño, anchándose y contrayéndose sobre él, otorgándoles a ambos ese anhelado placer.

—Mona Lisa —suspiró yendo un poco más rápido, no tan profundo, pero más rápido—. Maldita sea, qué bien me tomas —inhalaba y exhalaba pesadamente sobre su hombro; ella dejó caer su cabeza hacia el lado opuesto.

—Se siente bien —habló entrecortadamente, permitiendo que él la moviese a su voluntad, con cada empuje.

Ambos de rodillas sobre la cama, ella apoyando su peso sobre él, Raphael penetrándola desde atrás, abrazándola fuerte y sujetando con firmeza el aro en su cuello; acariciando su mentón con sus dedos.

Al cabo de un rato, Raphael aumentó la velocidad, manteniendo la suave intensidad; Mona Lisa soltaba cortos y suaves gemidos con cada movimiento.

El dolor y la incomodidad habían quedado atrás; ambos estaban entregándose al mutante que habían deseado por tanto tiempo, y querían gozarlo lo más que pudiesen, pues creían erróneamente que, tal vez, no volverían a tener otro encuentro así una vez que dejasen de sentir ese primitivo calor en sus cuerpos.

Ella gemía su nombre con cada embestida; él decía el suyo entre suspiros. Ambos, sin darse cuenta, estaban entregándose mutuamente en cuerpo y alma, pues estaban empeñados en no olvidar un solo momento de esto.

Entonces, estremeciéndose y teniendo su primer orgasmo, Mona Lisa se arqueó hacia adelante y gritó su nombre de una forma que ni él pudo creer que ella podría hacerlo. Ni en sus fantasías más pervertidas. Apretándola contra él, Raphael se quedó quieto adentro, soportando la dulce tortura de ser apretado por su húmedo y cálido interior, el cual vibraba a su alrededor con la delicadeza de una trituradora industrial. Casi lo hizo terminar también, pero logró mantenerse en el juego.

Dejándola saborear aquel momento, pero permanecía duro en su interior, Raphael respiró tan agitado como ella, admirándola pasar por el éxtasis hasta la dulce calma.

—¿Quieres que salga un momento?

—¿Lo harías? —susurró ella, sorprendiéndose de haber oído eso. Más se impactó cuando lo sintió abandonar su cuerpo poco a poco—. Espera, sólo te hice una pregunta —se removió ella, deteniéndolo.

—No te lo preguntaría si no pensase en hacerlo —respondió, evidentemente adolorido por esta pausa.

—No hasta que acabes también.

—¿Estás segura? —ahora fue él, el confundido—. No quisiera lastimarte, siendo esta tu primera vez.

—¿Qué? ¿No quieres? —le preguntó ella, ahora irritada.

—Tú mandas —musitó él, causándole una risa. Pero pronto esta murió cuando Raphael retomó sus embestidas, ahora un poco más intensas. Con lo sensible que aún estaba, a Mona Lisa no le quedó más que gritar y estremecerse con cada movimiento.

Dejándose mover a la voluntad de Raphael, Mona Lisa dejó de sentir cualquier tipo de dolor e incomodidad; su cuerpo sintió mucho mejor esta nueva ronda. Ella iba disfrutando de cada empuje, hasta tal punto de permitirle a él morder su hombro, sin dejar de entrar y salir, rápido y fuerte.

Ella exclamó su nombre, sintiendo un dolor bastante diferente al anterior; irónicamente, este a diferencia del anterior llegó a serle placentero. Cuando fue ella la que de nuevo, llegó a su clímax, Raphael meció sus caderas mientras ella se tensaba y temblaba; sintiendo como sus fluidos los mojaban a ambos.

—Yo aún no termino —le avisó él, moviendo su brazo, soltándola un poco para agarrar uno de sus pechos; la otra se aferró a su cuello. Con un brazo libre, Mona Lisa sujetó su nuca, acariciándolo; diciéndole sin palabras que estaba lista para más.

Raphael retomó sus empujes; cada vez más agresivos y fuertes. Perdida en un mar de emociones, Mona Lisa dejó la nuca del mutante, deslizándose sobre su propio vientre, encontrando su intimidad siendo invadida; con cuidado, buscó su clítoris, acariciándolo al ritmo de los empujes, doblegando su placer; gritando aún más alto. Él apretó un poco más fuerte su pecho, sujetando con dos dedos su pezón. Mona Lisa alcanzó un tercer orgasmo, más intenso que los anteriores, aferrándose al miembro de Raphael, el cual se anchó adentro de ella, liberándose por fin mientras él gruñía, exhalando entre dientes, los cuales volvieron a su hombro. Mona Lisa exhalo también, sonrió al estar tan cansada y retomando el control de su propia cabeza, el cual ahora sólo pensaba en estar tan cerca de Raphael como fuese posible. Lo sintió correrse bastante en ella, llenándola por completo, combinando su esencia con la suya, haciendo una curiosa mezcla de aromas.

Una vez que el miembro de él abandonó su intimidad, Mona Lisa permitió que Raphael la ayudase a acostarse bocarriba. Teniendo cuidado de no golpearlo con su cola, ella abrió sus temblorosas piernas para él, que seguía arrodillado, mirándola.

Mona se estremecía poco con la sensación de saber lo que escapaba de su intimidad con lentitud, manchando sus glúteos y finalmente su cama. Todo bajo la intensa mirada de él.

—Ven —le dijo ella, tendiéndole su mano.

Quería abrazarlo. Quería que él volviese a abrazarla. Y temió ser rechazada por el tiempo que Raphael no se movió, pero su corazón dio un vuelco cuando la mano de él sujetó con suavidad la suya, y se inclinó un poco, besando sus dedos. Todo sin dejar de mirarla.

—¿Me veo rara? —preguntó ella, temiendo ser todo un desastre.

—Te ves hermosa —respondió estrechando su mirada.

Mona Lisa tragó saliva. No sabiendo qué responder. La verdad es que no había esperado esa respuesta.

—Mona…

—¿Mmm?

—¿Podemos…? —él pareció buscar un refugio en su mano.

—¿Qué?

—Ya sabes… —era muy extraño verlo de pronto tan tímido—. Pasar lo que quede de esta temporada… ¿juntos?

—Raphael… me mordiste, dos veces —dijo ella, sonriendo, casi emocionada—. Cualquiera que me huela pensaría que ya estoy unida a ti. —Y la sola mención de eso, le produjo una felicidad incalculable a Mona.

Ellos no estaban unidos tal cual, ya que no se había hecho el consumo de sangre mutua; él sólo la había mordido superficialmente, pero aún eso era suficiente para que Mona oliese a él por unos días.

Por otro lado, él se contrajo con mucha pena.

—Discúlpame, traté de contenerme.

Ella no quiso que él se arrepintiese de haberlo hecho; en realidad, Mona quería que Raphael la mordiese más. Y más. Qué volviese a tomarla y marcarla como suya, tanto como fuese posible, pues ella también quería impregnar su propia marca en él. Perfumarlo con su esencia. Qué todas esas amantes suyas del pasado, se diesen cuenta de que tal vez, Raphael sí iba a tener a una favorita.

Su duda era; ¿ella podría tener otros amantes además de Raphael? Bueno…

Si sus sentimientos no eran correspondidos…

La verdad Mona aún no quería pensar en eso.

Quitándole su mano, embargada por una manta de tristeza ante la incertidumbre que sentía en su interior, Mona Lisa se sentó, sujetándolo a él de las mejillas, haciéndolo besarla. Ahora fue ella la que metió su lengua en la boca de Raphael, quien la tomó de los costados, acercándose. Ella se dejó caer hacia atrás, arrastrándolo. Él puso sus manos de lado a lado, evitando aplastarla. Gracias a su altura, Mona Lisa pudo abrazarlo por encima de su caparazón con las piernas, cruzándolas de los tobillos.

—Me gusta tener tu aroma conmigo —aceptó Mona Lisa sobre sus labios, notando con agrado cómo él se sonrojaba—. Y me gusta tenerla dentro de mí.

—Mona Lisa —susurró él su nombre, sorprendiéndose, besándola otra vez.

Ambos habían aceptado al otro. Se abrazaron mutuamente con la misma pasión, pero con la misma duda en sus cabezas, el temor de que el otro sólo buscaba el placer sexual y no una relación seria; un compromiso eterno. Y, aún temerosos por pensar que su pareja no correspondía sus sentimientos y sólo estaba dejándose llevar por sus instintos, ellos trataron de ocultar su amor muy bien con sus actos físicos.

Él volvió a tomarla; ella volvió a aceptarlo. Pasarían algunas horas antes de que cayesen rendidos por el sueño; permaneciendo abrazados sobre la cama; cómodos y brevemente felices.

—…—


Espero que el fic haya sido de su agrado.

Si es así, no duden en comentarlo :D

¡Saluditos!


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—Gracias por su atención.


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