[Colección: OMEGAVERSE]
Las Crónicas de la Media Luna de Venus
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—Rise of the Teenage Mutant Ninja Turtles—
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En un mundo donde los yōkais y humanos conviven tratando de no liquidarse mutuamente, los hermanos Hamato se enfrentan a una nueva temporada de apareamiento donde las cosas sólo pueden salir mal. O quizás no tan mal.
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Advertencias: SÓLO HETERO. (Parejas disparejas a gusto de la escritora). / Semi-Universo Alternativo. / WHAT IF—Omegaverse, al estilo de la escritora. / La trama no sigue las reglas generales ni típicas del omegaverse; escrito todo a conveniencia y entendimiento de la autora. / Crack!Ships / OOC. / Uso de lenguaje fuerte, sucio y vulgar. / Contenido violento explícito. / Relato NO aptos para menores de edad.
Disclaimer:
Rise of the Teenage Mutant Ninja Turtles (2018) © Kevin Eastman/Peter Laird / Nickelodeon.
Las Crónicas de la Media Luna de Venus © Adilay Vaniteux/Reine Vaniteux
Aclaración: Este fic participa en el OMEGACEMBER 2023 realizado por la página Es de Fanfics, en Facebook.
Notas:
La verdad es que me cuesta un poquito hacer estos fanfics con bebé-MikeyRise. Aunque exprese en su totalidad que para este fanfic le he dado la mayoría de edad y no haya violencia de ningún tipo, ni proveniente de él ni contra de él, pienso que aún es demasiado joven para estas cosillas del diablito xDDD
Aviso!
Contenido sexual muy explícito.
NO PLAGIEN, NO RESUBAN Y TAMPOCO TRADUZCAN SI YO NO LO HE AUTORIZADO. —Gracias.
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Día 11: GRUÑIDO.
Ship: Michelangelo (enigma) x Sunita (omega).
VI.
El problema con dejarse llevar.
Después de inhalar profundamente, Sunita abrió los ojos con lentitud. ¿Manzanilla?
«Huele… muy bien» pensó, enfocando poco a poco su mirada por todos los rincones de la alcoba donde estaba.
De estilo masculina… y adolescente…
Michelangelo.
Este sitio tenía su nombre en todas partes; en los pósteres de cómics y películas; en un cartel tamaño real de Júpiter Jim. En los cómics esparcidos por el suelo; en la iluminada lámpara de lava anaranjada; en el escritorio de madera raída con una lámpara de noche, también encendida, enfocando el centro del mueble; en las fotografías esparcidas por todos lados de los hermanos tortuga, en todas, apareciendo el menor de ellos.
Sunita inhaló profundo, llevándose la manta que estaba sobre ella, directamente en su nariz. Olió profundo.
«Mikey» pensó ella con gusto, recordando vagamente la última vez que lo vio.
Jamás pensó que un chico tan bonachón, bromista e inocente, pudiese tener esa otra personalidad adentro de él. Una muy violenta, amenazante, posesiva, y excitante.
Sunita se tapó la cara. ¿Acaso no había aprendido con su anterior novio? Los chicos violentos no eran buenos partidos…
«Pero Mikey no es violento todo el tiempo, al parecer, sólo cuando está en brama» pensó Sunita en negación, queriendo sentirse mejor con eso. Lo cierto era que le había gustado ver esa otra faceta en él. Había sido en extremo caliente.
Se levantó como pudo de la cama; su intimidad dolía, palpitaba y se encontraba demasiado húmeda; miró a su alrededor y no pudo resistir la tentación de curiosear. Empezó con el escritorio. Para su sorpresa, ahí se hallaba una nota escrita a mano, y no precisamente con la caligrafía de April.
"Me daré cuenta si tocas mis cosas :) ".
Sí, incluso venía con el emoticón sonriente de ese modo.
Tragando saliva, Sunita se alejó de la nota y estuvo a punto de salir de la alcoba cuando encontró pegada a la puerta, otra nota:
"Yo no saldría si fuese tú".
Esta nota tenía un dibujo; el símbolo de precaución. El triángulo amarillo y el signo de interrogación hacia abajo adentro de este. Además también estaba el emoticón de una carita sonriente con la lengua afuera, como si saboreara algo.
Okey, de nuevo, esto no era algo propio del Mikey que ella conocía. Él era bromista, pero estas notas eran amenazantes. Caminando hacia atrás, Sunita volvió a la cama. Miró el lado opuesto de la almohada al que había visto al despertar y… ¿otra nota?
La tomó, estando nerviosa.
"Buenos días. Te aseguro que estarás bien… mientras no salgas de mi habitación hasta que Raph venga".
¿Raph?
Sunita trató de buscar su celular, pero no lo hallaba. Miró debajo de la cama, echó otro vistazo al escritorio, tratando de ignorar la nota amenazante sobre ella.
Al final, se sentó en la cama, con resignación. Suspirando, Sunita volvió a sentirse caliente; incapaz de detenerse, subió sus manos por encima de sus pechos, pasando por su cuello, y finalizando en su cabeza, la cual masajeó con lentitud. Suspirando otra vez. Necesitaba calmarse, pero no podía hacerlo.
Miró la almohada, la nota; Sunita tomó la nota y la dejó sobre el escritorio junto a la otra.
—Mientras no salga… ¿estaré bien? —susurró, mirando de reojo la puerta.
¿Él estaría afuera? ¿Estaría esperándola?
Tomó la almohada y la abrazó contra su pecho; luego de pensárselo, Sunita decidió no contenerse más. Su celo estaba volviendo a molestar. Menos mal que ya no tenía los zapatos puestos, y su vestido era corto por lo que ella, con completo descaro, subió a la cama, de rodillas, dejando la almohada en medio de sus piernas, y sentándose sobre ella. Su centro palpitó, mojando más sus bragas. Gimió suavemente, comenzando a restregarse sobre la almohada, de adelante hacia atrás; mientras hacía esto, acomodó el objeto mejor para encontrar una mejor satisfacción.
Al cabo de un corto tiempo, Sunita bajó los tirantes de su vestido, bajando este hasta sus caderas; subió la falda, ocasionando que esta prenda fuese casi un cinturón. Subió su blusa hasta por encima de sus pechos, liberándolos del sostén, luego lanzó dicha prenda adrede a una esquina de la alcoba, sobre una pila papeles, latas de refrescos y jugos. ¿Un regalo? ¿O una invitación?
Por un segundo, jugó con el piercing en su ombligo usando sus dedos; este era una versión mejorada del broche en su ropa.
Desde aquella ocasión en la que le robaron su jema de camuflaje humano, Sunita había buscado un modo más práctico para evitar otro incidente así. April la había ayudado a encontrar un sitio para elaborarse una perforación bastante humana, en el ombligo, pero a diferencia de una piedrita cualquiera para adornar el trabajo, Sunita había adherido su gema (una de menor tamaño) al metal directamente; sólo ella podría quitárselo, y ponérselo. Lo mejor es que sólo tenía que quitar la gemita, pues la perforación podría quedarse incluso en su otro estado corporal; claro, tendría que tener cuidado con eso de estallar, pero todo hasta la fecha, estaba todo bajo control.
Volviendo a lo suyo; Sunita ya estaba moviéndose rítmicamente sobre la almohada, inhalando el aroma de la alcoba; dejando que su propio olor se adhiriese ya no sólo sobre la almohada sino sobre la cama. Sunita no dejó de ver la puerta mientras frotaba sus senos, meciéndose ahora en círculos, haciendo más ruido. El colchón chillaba debajo de ella; más al comenzar a dar sentones entre sus movimientos. Alzó la cara un poco sin dejar de ver la entrada de la alcoba, sintiéndose bastante bien; no tardaría mucho en terminar.
—Mikey… —gimió su nombre, estando ahora muy segura, de que él estaba al otro lado de la puerta; sus sentidos se habían agudizado, sí, él estaba ahí; casi podía oírlo respirando pesadamente—. Mikey… más… más.
Pellizcando sus pezones, gimiendo más alto, a punto de llegar al clímax, oyó un golpe. Asustándose, ella se detuvo en seco. Respirando agitada.
—No pares —lo oyó gruñir al otro lado—, no sé qué estés… sólo sigue.
Con su permiso, Sunita retomó sus movimientos; se hizo más ruidosa y errática; siguió llamándolo. Al llegar al orgasmo, pues había involucrado a sus dedos en esto, con los cuales se penetró y jugó con su clítoris, Sunita exclamó su nombre al aire; temblando. Lo oyó gruñir otra vez, agitado, también intensificando su aroma; no mucho después, lo escuchó soltando aire con alivio, casi al igual que ella.
¿Acaso él estaba…?
De sólo pensarlo, Sunita se dejó caer sobre la cama, hacia delante, mirando la puerta; la nota. Aún quería más.
Quiso abrir la puerta. Quiso ignorar la advertencia, sujetar a Mikey y encerrarse los dos juntos en la alcoba; pero él dio dos golpes fuertes, despertándola de esa fantasía.
—Raph ya viene con April —avisó en un tono fuerte—; ¿estás vestida?
—No —susurró en respuesta.
Mikey volvió a gruñir, como si algo le hubiese dolido. Sunita adoró ese sonido.
—Entonces vístete. Rápido.
Sunita resopló cansada; forzándose a sí misma a obedecer; la verdad, no quería que su amiga se encontrase con ella en este estado. Ya suficientemente vergonzoso sería que oliesen la habitación de Mikey, y se diesen cuenta de que ella había hecho algo muy indebido ahí adentro. Se levantó con las piernas temblándole, se acomodó la ropa lo mejor que pudo y tomó la almohada, dándole vuelta, donde no estaba mojada con sus fluidos, y se volvió a acostar sobre ella; tapándose con la cobija.
—Mikey… —masculló, ahora con algo de lucidez y vergüenza, queriendo disculparse.
—Debo irme… nos veremos luego. Cuando estés mejor.
No lo oyó, pero seguro él se fue con el sigilo y la rapidez de un ninja. Poco después ingresaron April y Raph; ambos preocupados y aliviados de que ella estuviese sola.
—Traté de no tardar mucho. Ya llegamos, y pudimos conseguir un supresor para ti —dijo April, feliz; caminando hasta ella—. Bueno, Raph lo consiguió.
El hermano mayor de las tortugas sonrió afable, pero Sunita pudo oler algo curioso en él. Una mezcla de aromas. Mmm… seguro él sí había estado disfrutando de su brama, a diferencia de ella, y a diferencia claramente de Mikey también. Por otro lado, era evidente que él fue el primero en darse cuenta de la intensidad de su aroma en la alcoba de su hermanito, lo que le hizo verse muy incómodo y ella el doble de avergonzada.
—Gracias —musitó evitando ver a Raph.
—Ten, tómatelas —le extendió April unas pastillas que no eran desconocidas para Sunita. Eran 2 supresores en tabletas, estando aún en su empaque sin caja. Con eso bastaría.
¿Pero dónde estaban las otras 4 faltantes?
Bueno, eso no era de su incumbencia.
—April, qué linda eres. Y gracias a ti también, Raph —Sunita tomó las pastillas, metiéndolas a su boca, aceptando una botella nueva de agua—. ¿Fue muy difícil conseguirlas?
—Eh… —él carraspeó su garganta; el pobre estaba muy incómodo ahí adentro—, más o menos; pero está bien, lo importante es que tú estés mejor.
—Sí… gracias.
April la hizo acostarse de nuevo en la cama y le dijo que estaría cerca; que haría algo para comer y volvería de inmediato. Raph dijo que estaría cerca también, pero luego debería dejarlas solas por un momento, pues tenía algo que hacer esta noche.
—No me lo vas a creer —le susurró April a Sunita, que poco a poco iba sintiendo el efecto del medicamento, apaciguando su calor interno.
Ahora estaba a punto de quedarse sólo con la vergüenza. ¡Dios! Se había masturbado, en la alcoba de Mikey, sobre la cama de Mikey y con la almohada de Mikey… ¡con Mikey escuchándola al otro lado de la puerta! ¡Qué pena! Dudaba poder verlo a la cara después de esto.
Aun así, trató de centrarse en lo que April estaba a punto de decirle. Esperando que no fuese algo relacionado a ella y su vergonzoso estado de celo.
—¿Qu-é?
April se agachó para susurrarle.
—Creo que Raph estuvo luchando en la Batalla del Nexus.
—¿De verdad? —masculló realmente sorprendida.
—Sí. No sé si lo viste, pero tenía algunas heridas.
—La verdad, no. No me di cuenta —respondió tímida, y es que no quería ver a Raph a la cara tampoco, al menos no por un tiempo.
—¡Y eso no es todo! —musitó un chillido, emocionada—. Creo que ahí conoció a una chica. ¿Lo oliste, verdad?
Eso sí. Sunita no pudo identificar el segundo aroma que Raph había tenido encima, pero lo había percibido.
—Creo…
—Splinter dijo que Raph no quiso pelear contra una mujer yōkai; seguro ese olor es de ella. Splinter me dijo que ella no pudo lastimarlo por mucho que lo intentó, pero es que él ni siquiera se defendió; se quedó quieto, y… creo que eso significa que le gustó —se rio emocionada, cual niña pequeña descubriendo que su artista favorito estaba teniendo un romance que aprobaba.
Sunita consideró eso curioso. ¿Cómo te llegaba a gustar alguien que te estaba golpeando? Raph debía tener gustos extraños.
—Y… ¿crees que…?
—¿De dónde crees que salieron las tabletas? —le preguntó April, sin quitar esa enorme sonrisa—. Llamé a Raph y Splinter; me dijeron que tratarían de conseguir tu medicina en Hidden City, pero normalmente en estas fechas siempre esta agotada; Splinter no consiguió nada, pero Raph nos encontró en las alcantarillas, y llevaba una sonrisa… —se rio extasiada—, no, no te lo puedes imaginar; y olía mucho a mujer. Claro, él insistía en que logró comprar las pastillas, pero Splinter y yo no le creímos nada. ¿Ves? Faltan cuatro. Bueno, en el camino, Raph caminó "por accidente"… —con sus dedos hizo comillas en el aire—, en un chorro de agua, de una de las tuberías con agua limpia, que ahora seguro ya deben estar arreglando. Por eso seguro no lo oliste bien, pero hasta Splinter dijo que ese aroma era el mismo que esa mujer llevaba encima. Me pregunto si ella le dio el medicamento, ¿y qué le pidió a cambio? —aguantando el chillido que amenazó con salir de su boca, April alzó las cejas sugestivamente.
A Sunita le costaba imaginar a alguien tan tierno y bonachón como Raph dejándose llevar también por su brama, pero bueno… ya había oído, visto y… olido… a Michelangelo.
—Bueno, te dejo un momento —rápido se puso de pie y fue hasta la puerta—; iré a prepararte algo para comer; por cierto, te traje algo de mi ropa, por si quieres bañarte una vez que te sientas mejor. Ehm… pero avísame cuando lo hagas. Creo que Mikey está por los alrededores, y aunque ya me siento segura de que no te hará nada… y más con Raph vigilando, prefiero estar alerta.
Sudando mucho. Sunita rogó a todo dios que conociese, por qué April no le preguntase por qué la alcoba de Mikey olía demasiado a ella… eso sería demasiado vergonzoso.
—Tranquila, April… to-todo está bien.
—De acuerdo —su amiga sonrió—; nos vemos.
—Sí, te lo agradezco.
April salió rápido de la habitación y Sunita inhaló profundo, sonrojándose. Estaba tan apenada. Y al mismo tiempo, tan agradecida por tener amigos como ellos.
No mucho tiempo después, estando a solas, la puerta se abrió un poco. Creyendo que podrían ser Raph o April, otra vez, Sunita miró sin decir nada cómo algo se deslizaba adentro de la habitación y la puerta se volvía a cerrar.
Ahora más tranquila, ella se aproximó hasta el artefacto que había sido introducido a la alcoba. Era su teléfono. Sunita lo tomó y encendió la pantalla con su bloqueador activado; tenía llamadas de su padre, mensajes también; y…
Sunita desbloqueó el teléfono, mirando un mensaje que venía del número de Mikey.
"Lo encontré tirado en las alcantarillas; por suerte no estaba cerca del agua, pero lo limpiaría si fuese tú".
Y ahí estaba el Mikey que ella conocía; amable y considerado. Sonrió, respondiendo.
"Muchas gracias. Y… discúlpame, prometo limpiar antes de salir".
Estuvo a punto de borrar el mensaje y sólo agradecer por su teléfono, pero necesitaba pedir perdón. Aunque se notó que Mikey lo leyó, no respondió de vuelta; Sunita aprovechó eso para notificarle a su padre que estaba bien, con April y con medicina en su sistema, aunque debería esperar un poco antes de volver a casa. Este le mandó un mensaje de voz, lloroso y aliviado diciendo que estaba feliz por saber eso y que estaba muy agradecido con April por su ayuda.
Luego de responderle de nuevo a su papá, prometiéndole estar de vuelta pronto, Sunita volvió a la cama. Al cabo de un rato, su celular sonó ante un mensaje nuevo. Ella tomó el aparato y lo leyó. Era Mikey.
"No te preocupes por eso. Me alegra que estés mejor".
"Sólo ten más cuidado la próxima vez".
Suspirando, Sunita no supo por qué pero su corazón dio un vuelco. Casi pudo imaginarlo sonriéndole y acariciando su cabeza. Se llevó su celular al pecho e inhaló profundo, volviendo a dormirse. Estaba muy cansada.
…
Al otro lado de la puerta, Mikey bajó su celular, el cual tenía en silencio, y caminó por el pasillo de su alcoba, con algo de tranquilidad.
Estando Sunita cada vez más estable con respecto a su celo, sus propios instintos también estaban calmándose. Aunque… a Mikey le preocupaba un poco el sentir que ella… bueno, ahora le pertenecía. Su lado racional sabía que Sunita y él no tenían nada, nada entre ellos salvo una amistad, que ni siquiera era tan fuerte… pero el otro lado… bueno, su lado yōkai, la había elegido a ella para… para hacer… eso…
Qué peligroso se sentía ahora mismo; y no le gustaba sentirse así.
Se había esforzado muchísimo para no entrar a su alcoba luego de percibir como April salía corriendo a buscar a Raph y Splinter en las alcantarillas. Escribió las notas, casi apretando los dientes por la ansiedad que le exigía despertar a Sunita y tomarla sobre su cama, mientras le quedaba algo de autocontrol, y respeto hacia ella… pero si Sunita salía de la habitación… él no podría controlarse.
Él la ansiaba. Y tanto como deseaba verla abriéndole la puerta, así Mikey había rogado porque ella hiciese caso a sus advertencias y no lo encontrase esperándola.
Él también estaba apenado; no pudo evitar masturbarse al imaginar lo que ella hacía sobre su cama. Los sonidos y el aroma pudieron con su buen juicio y ahora tenía que ir a la alcoba de Dee para bañarse.
Raph no hace mucho lo encontró en la cocina y lo miró con una ceja arqueada. Fue incómodo para ambos; después de todo, Raph tenía la maldición de poseer un olfato sumamente desarrollado que le obligaba a descubrir si sus hermanos o cualquier otro ser que se le acercase, había hecho algo pecaminoso.
»Ni se te ocurra juzgarme —le dijo Mikey a su hermano mayor, viéndolo de reojo.
Yéndose a su alcoba, Raph alzó los hombros.
Ahora, entrando a la ducha del laboratorio de Dee, Mikey se dijo que ya estaba mejor. Su cuerpo ligeramente aliviado y su cerebro regresando lento a la normalidad.
Al salir, mojado, y a punto de tomar una muda de ropa del armario de Dee, sabiendo que los pantalones le quedarían algo largos, se sorprendió al verlo llegar…
—Hola, Dee. Perdona por usar tu baño, es que mi habitación esta ocu…
Donatello pasó de largo. Lo ignoró por completo. Se veía tan molesto, pero no por la invasión a su privacidad; lo que usualmente lo volvía loco. Sólo entró a su ducha y se encerró ahí. El agua no tardó en caer encima de él.
¿Se habría quitado la ropa primero o se había metido al agua con esta?
Mikey no pudo evitar notar que él olía… a jazmines. Demasiado.
—Mala noche también, eh… —musitó, tomando lo necesario de la ropa de su hermano, dejándolo en paz.
Tal vez, de todos, era Dee el que peor la estaba llevando en esta lunática temporada de apareamiento.
Por el aroma invasor en su hermano, Mikey deducía que Dee, a diferencia suya, había cedido a la lujuria con una pareja, pero por su semblante, era obvio que Donatello no estaba orgulloso de eso; es más, parecía estar muy enfadado consigo mismo. Quizás porque eso de "dejarse llevar" contrarrestaba con su personalidad controladora y calculadora.
«Con eso de que siempre presume de ser el más "lógico" y "civilizado", no sé si yo quiera oír lo que pasó» pensó Mikey sabiendo que no podría ignorar a Dee si es que él quisiera hablar. Pero tampoco iba a obligarlo a contarle nada ahora.
Terminando de vestirse, Mikey notó que Donatello tardaba mucho en la ducha, así que salió hacia la cocina en busca de Raph, pero tarde recordó que él estaba en su alcoba, así que (aún incómodo) lo iría a ver.
Mikey sabía que Splinter no sería de mucha ayuda ahora, así que prefirió no contar con su apoyo.
Ojalá Raph pudiese ayudar a Dee. O tal vez Leo.
Ahora que lo pensaba, ¿dónde estaba su líder?
—…—
Espero que el fic haya sido de su agrado.
Si es así, no duden en comentarlo :D
¡Saluditos!
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—Gracias por su atención.
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