La cura para los males se encuentra en... quién sabe. Quizá en algo de afecto. Como fuera... Si alguien se sentía mal en este mundo; si alguien la pasaba mal... ese era Trunks; siempre entre muerte, desesperación y lágrimas.

El cruel destino acababa de arrancarle a su madre; el ser más amoroso y entregado... antes de Mai. El destino cruel se la arrancó a través de Black; esa extraña y malvada sombra del señor Goku. Con suerte había alcanzado a escapar, ¿pero para qué?, se preguntaba al tiempo que corría con el combustible de la máquina del tiempo en su mano. ¿Para qué? ¿Para salvar lo insalvable? De cualquier manera... lo habían criado para salvar; ese había sido su legado. Nada de goce para él, solo sufrimiento. Así era la vida con él.

Desgarrado, se presentó a la puerta de su mejor amiga y compañera de batalla. Mai apareció frente a él, y al verlo tan afligido, tan acabado, también se hundió con él.

—¡¿Qué sucedió?! —le preguntó con sus grandes ojos azul oscuro en busca de la señora Bulma.

—Mi madre... murió para salvar esto... —y Trunks se interrumpió para mostrarle el combustible.

Mai respiraba tensa. ¿Cómo darle ánimos al amigo... que todo lo había perdido? Lo abrazó fuertemente y con cariño, demostrándole que estaba ahí para él. Trunks derramó sus lágrimas tan sentidas en el hombro de la amiga. Mai... era lo único que le quedaba en este mundo.

...

Luego de un rato de dolor, ya más tranquilos, entraron al pequeño departamento. Trunks se sentó en el único sofá, cabizbajo. Mai se apresuró a sentarse con él y volvió a abrazarlo, con los ojos cerrados, para transmitirle su amor, que era grande. El joven se dejó querer. No dijo nada. Ya nada podía decir; el mundo era dolor para él; solo eso. Mai abrió los ojos, y enseguida se deshizo de su gorro verde, que siempre llevaba cuando se trataba de pelear. Se separó del joven de cabellos azules para ponerse de pie y pintarse los labios de rojo, como antes... cuando el mundo estaba lleno de vida. La acción pasó desapercibida para Trunks, quien estaba sumamente abatido y sumido en sí mismo.

Mai, sonriente, se inclinó frente a él y le levantó la cabeza. Trunks no pudo corresponder su sonrisa; su cara estaba llena de lágrimas.

—Has pasado por tanto... —le dijo Mai en voz baja— y yo también. Nos merecemos un buen rato, ¿no crees?

Desde luego, Trunks no comprendió sus palabras; no podía hacerlo. Su mente había sufrido un choque. Aun así... en el dolor y la locura, pudo ver su belleza, que era inmensa. Estaba enamorado de Mai... aunque nunca lo había dicho; no había tiempo para eso.

Mai, ni tarda ni perezosa, le abrió los pantalones a Trunks de inmediato. El joven no sabía qué pensar; se encontraba inmóvil, pues la acción lo tenía sorprendido, boquiabierto. Mai bajó la ropa interior y dejó a la vista el gran pene de su amigo. —¡M-Mai...! —solo eso logró decir Trunks.

—Te mereces un descanso —le dijo Mai mirándolo directamente a los ojos y a continuación acarició su mejilla. Trunks estaba pasmado... y anhelante. La respiración se le había acelerado. En el fondo —y quizá no tan en el fondo— deseaba a Mai más que a nada. Era la amiga adorada; el primer amor; la mujer de sus sueños. Y se dejó querer...

Mai, deseosa de la vida —de todo—, aunque con la inexperiencia, agarró el miembro de Trunks, que se irguió en un instante, listo para recibir su cariño. Sin pensar, en la poca oscuridad del lugar, empezó a chuparlo. Primero la punta, y pronto se lo metió a la boca hasta la mitad, que era lo único que cabía. Trunks arqueó la cabeza; la recargó en el sofá. Rápido la alzó de nuevo, puesto que no quería perderse el cuadro maravilloso y excitante compuesto por Mai devorándole la verga. Trunks no se hizo esperar y comenzó a gemir. Sus gemidos eran fuertes e inundaban el cuarto. Mai también gemía y despedía sonidos lascivos mientras le chupaba el miembro a Trunks. Se escuchaba la boca succionando y la saliva, que escurría hasta los testículos, que para Mai brillaban tanto como las deseadas Esferas del Dragón, el sueño de su juventud.

Soltó el pene para lamer como un cachorrito los testículos del joven al que amaba profundamente. Trunks se sentía en un sueño; de repente el dolor, de toda clase, se había esfumado... al menos por un rato. No se trataba de ser egoísta, pero creía que en verdad merecía esto; era lo justo después de perder tanto.

Se mordió el labio inferior al ver las manchas de lápiz labial en sus partes más íntimas.

Excitado, ya como un animal feroz, acariciaba la cabeza de su amada Mai con un poco de fuerza y de ella la hacía comer su pene y testículos.

—Sigue así, Mai... —le ordenaba, y Mai obedecía.

Al sentirse venir, la impulsó algo brusco a tragar la leche; Mai lo hizo sin chistar. Tomó todo, hasta la última gota.

No satisfecho, tomó a la mujer; la cargó de las caderas, como si nada pesara, y la colocó encima de su miembro de espaldas a él, y sosteniéndola todavía de las caderas blancas, la hizo montarse sobre su pene, entrando así en ella de golpe y robándole la virginidad. La cogía sin piedad. Mai se entregó también sin importarle nada; en verdad que merecían un descanso.

Nota de autor: ¡Hola! Espero que este relato subidito de tono haya sido de su agrado.

Nos vemos pronto.