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Capítulo 13

Frustración

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Hace mucho que no dormía toda la noche, siempre que compartía cama con Kasumi podía dormir más de 3 horas que era lo que usualmente necesitaba. Para él era una señal de que con ella todo funcionaba. Abrió los ojos aun medio adormilado cuando los primeros destellos del día se colaban a través de la cortina, entrecerró sus ojos un par de veces hasta que los abrió por completo mirando hacia el espacio vacío. Se reincorporó rápidamente y miró por toda la habitación. A los pies del futon estaba su camisa, y no había señales de Kasumi.

—No está… —susurró mirando el espacio vacío.

No se duchó, se vistió rápido y salió de la habitación. Recorrió el pasillo a paso firme y saludó al dueño del hostal, ya había pagado por su habitación la noche anterior. Se acercó al mesón y antes de poder hablar, el dueño se le adelantó.

—No pudieron reconciliarse ¿eh? —Satoru alzó ambas cejas y medio sonrió al recordar su mentira y negó—las mujeres son complicadas por naturaleza… les gusta pelear.

— ¿Está usted casado? —preguntó apoyándose en el mesón. El hombre asintió mientras escribía en una libreta— ¿y su mujer?

—Con su hermana en Osaka —comentó restándole importancia—ese es el secreto de un matrimonio duradero, amigo.

—Eh… ¿Cuál? —murmuró confundido, estaba genuinamente interesado en la fórmula de un matrimonio duradero; ahora que buscaba reconquistar a Kasumi, tenía que tenerlo en cuenta si quería que lo de ellos fuera oficial y estable.

—No estar siempre juntos —asintió a sí mismo—pero también darse espacios para el romance, usted sabe —sonrieron ambos—y, recuerde esto que es lo más importante: Ella siempre tiene la razón, siempre. Aunque se haya equivocado ¿Ella…? —preguntó alzando sus cejas mirándolo para que completara la lección.

—Ella siempre tiene la razón —asintió Satoru, riéndose y el hombre se rio con él— ¿llevan mucho tiempo juntos?

—Claro, desde que teníamos 17. Ahora mírame, haz las cuentas —se encogió de hombros— ¿ustedes son un matrimonio joven? —Satoru meditó unos segundos y sonrió.

—Más o menos… eh… bueno, ella es joven, mucho más que yo —susurró desviando la mirada—a veces eso nos dificulta las cosas, a mí en realidad.

— ¿A qué te refieres? —Satoru suspiró y se rascó la cabeza, algo apenado.

—Bueno… la conocí cuando ella tenía 17… no me enorgullezco, pero pasaron cosas en ese tiempo y decidí que debíamos distanciarnos, porque usted sabe—se encogió de hombros—era muy joven.

—Uhm… te falta mundo, chico —negó el caballero—hay muchas parejas con gran diferencia de edad y son felices.

—Sí, pero no significa que sea correcto. Mi Kasumi… no quiero que se salte cosas por mí, ella debe vivir su vida —susurró mirando el lápiz que sostenía el dueño—ahora estamos algo distanciados, no sé bien como recuperar lo que teníamos.

—Es que nunca lo podrás recuperar —Satoru alzó ambas cejas al oírlo y le miró con preocupación—no me malentiendas… no digo que lo de ustedes vaya a ser otra cifra de divorcio en este país —sonrió por mantener la mentira, pero no le corrigió y escuchó atento—ella ya no es la misma jovencita y tú tampoco, solo deben buscar congeniar con sus cambios.

—Sí, supongo que tiene razón —murmuró pensativo. —Iré a buscarla ¿más o menos hace cuánto salió?

—Uhm… como una hora, quizás.

— ¿Tiene útiles de aseo que venda? —lo vio asentir y buscar entre los cajones de su escritorio, revolvió un poco y sacó una serie de estuches pequeños y le mostró el contenido, jabón en barra, una afeitadora, cepillo de diente y una pasta pequeña para viaje; alzó una ceja, eran exactamente los mismos sets que entregaba la aerolínea, pero no dijo nada— ¿A cuánto?

—Me caíste bien, muchacho. Llévalo —le dijo sonriendo. Satoru asintió y tomó el primer estuche.

—Gracias, y por los consejos también.

Usó el baño de la recepción, se lavó la cara y los dientes, al salir el dueño le invitó un café, pero lo rechazó. Necesitaba ir a buscar a su esposa, y él lo entendió. Se despidieron como viejos amigos y salió del único hostal del pueblo.

El pequeño pueblo no era tan activo de día, no como una gran ciudad, parecía que la población era principalmente adulta mayor, pues no había bullicio y se veía más bien tradicional.

Se estremeció con la primera corriente de aire frío que le golpeó en el rostro, el ambiente estaba húmedo y había olor a tierra y pavimento mojado, algunos vecinos ya estaban barriendo las hojas del suelo mientras el caminaba por la vereda. Muchos lo quedaron viendo con curiosidad, otros con extrañeza y desconfianza.

Intentó llamar a Kasumi, pero ella aun lo tenía bloqueado. Suspiró derrotado y fue al centro de salud. Al llegar, saludó a la señora de recepción y preguntó por Maki. Le darían el alta en los próximos minutos, por lo que decidió ir a la sala de espera otra vez. Sonrió al ver que no se había equivocado y Kasumi estaba sentada sola en un rincón mirando su celular. Se acercó rápido a ella, sus pasos la alertaron y levantó la vista al verlo.

—Dejaste a tu marido botado —le reprochó y ella desvió la mirada, con un ligero rubor en las mejillas.

—Maki-san ya está por salir —comentó sin mirarlo—pero Mai estará internada por un tiempo —susurró deprimida.

— ¿Pero está estable? —ella asintió volteando a verlo—bien. Podríamos pedir un alta con consentimiento y la llevamos con Shoko.

—Es una buena idea —ambos voltearon a ver a Maki que estaba de pie al lado de ambos, ninguno la escuchó llegar. Se veía un poco pálida, pero estaba de mejor humor que la noche anterior. —Tengo hambre… la comida de hospital es asquerosa.

—Las invito a desayunar —dijo sonriéndoles y Maki asintió, caminando hacia la salida. Satoru volteó hacia Kasumi que parecía dudar y la tomó de la mano, levantándola de la silla. Ella jadeó por la sorpresa y lo miró confundida—Mai no se irá a ningún lado y tú necesitas comer. Vamos.

No pudo responder, se quedó pasmada viendo como él la llevaba de la mano por todo el hospital. Sentía las mejillas calientes, y miraba a cada momento a Maki, alerta, con el corazón latiéndole a mil por hora. Intentó zafarse de su agarre varias veces, pero él envolvió su mano con firmeza, mas no lo suficiente para hacerle daño. Recién al salir del centro de salud, le permitió alejarse.

Iba aun con las mejillas sonrojadas cuando llegaron a un restaurante que estaba a tres cuadras del centro de salud, era atendido por sus dueños y bastante acogedor con decoración tradicional e iluminación amarillenta. No eran los únicos clientes, había al menos cinco personas más distribuidas en las mesas. Kasumi comió en silencio, Maki y Satoru hablaban de cosas triviales, ella solo oía y sonreía cuando era necesario. Luego de que el hechicero pagara la cuenta, regresaron al hospital.

— ¿Crees que me dejen firmar el consentimiento? —preguntó mirando al que en algún momento fue su maestro—solo soy su hermana.

—Sí, este tipo de sitios buscan tener menos pacientes —sonrió Satoru—además, saben que no tienen la atención adecuada—se encogió de hombros—lo importante es llevarla con Shoko.

Maki asintió en silencio y se acercó al mesón. Kasumi miró desde lejos como platicaba con la señora de recepción y esta se mostraba cooperativa. Se apoyó en la pared y miró el intercambio. Satoru no tardó en apoyarse a su lado, y la distancia de 10 centímetros no bastó para ella. Sus manos sudaron dentro de sus bolsillos y lo miró de soslayo, alzó ambas cejas al verlo con los ojos cerrados, parecía cansado y aun no era medio día. Preocupada y curiosa, murmuró en un susurro.

— ¿Está bien? —preguntó, él abrió los ojos lentamente y tuvo que tragar al ver sus preciosos ojos otra vez. Miró embobada sus largas pestañas y solo pudo apartar la mirada cuando sus pupilas se fijaron en ella, sonrojándola.

—Sí —sonrió él, viendo su mejilla derecha sonrojada mientras intentaba esconderle el rostro—solo me arden los ojos. No estoy acostumbrado a estar tanto tiempo sin lentes o sin mi venda.

—Ah… entiendo —asintió mirando sus zapatos—lo siento —él la miró confundido y se inclinó un poco para escucharla—si no… no hubiéramos fallado, no estaría pasando por esto.

— ¡Tonterías! —sonrió él—si no hubieran sido ustedes, habría sido alguien más. Así se me van las horas todo el tiempo —se carcajeó—solo que salí apurado, estaba preocupado. Me tenías preocupado —se corrigió—además… pude pasar la noche contigo ¿qué mejor?

—No-no lo diga de esa forma —murmuró avergonzada, él sonrió. Iba a responder cuando Maki se acercó a ambos— ¿cómo te fue?

—Bien, en una hora me entregan mi paquete —murmuró con sarcasmo—la debe revisar el doctor y podemos irnos.

—Excelente. —Comentó y volteó a ver a Kasumi, que seguía mostrándose preocupada— ¿lo ves? Todo saldrá bien y podrás irte con tu amiga a Kioto como si nada hubiera pasado —revolvió su cabello con su mano y ella agachó la mirada, evitando que viera lo mucho que le provocaba con tan simple gesto y apoyo.

Tenía el pecho apretado de tanto sentir. Satoru una vez más le había demostrado que era un hechicero amable y amoroso con los suyos. Podría pensar que solo estaba actuando para seducirla o congraciarse, pero sabía que él no era así. Satoru siempre se preocupaba de sus estudiantes y de hechiceros que necesitaban una mano, podía tener una personalidad peculiar y que a muchos no le agradara, pero si lo necesitaban él siempre estaba allí y sentía que nadie lo valoraba lo suficiente. Todos confiaban en él y contaban con su disposición, y él nunca decepcionaba.

Ahora se había pasado toda la mañana distrayendo a Maki, dándole palabras de ánimo a ella misma. Entendió ahí, mientras lo veía guiarlas detrás del hospital a un sitio eriazo para poder usar su ritual, porque se había interesado en él en primer lugar.

Lo vio dibujar símbolos en el suelo con su dedo, Mai dormía en la espalda de su hermana que la cargaba como si no llevara a otra persona, y ella solo podía observarlo con admiración oculta.

Era difícil mantenerse firme con sus sentimientos cuando él se mostraba como era realmente. No un arrogante insufrible que hablaba sin pensar, sino como el hechicero que apoyaba a los débiles, que protegía a sus estudiantes en todo ámbito y que estaba siempre presente aun a costa de su bienestar. Tenía que apartar la mirada, él brillaba tanto que la deslumbraba. Su perfil perfecto, su sonrisa segura y su porte le encandilaban siempre, pero estuvo tanto tiempo viéndolo con recelo que había olvidado quién estaba detrás.

Volvía a ser esa adolescente boba que se impresionaba con todo, que le podía perdonar todo, que solo buscaba un poco de su atención, que notara que existía y no la olvidara nunca. No tenía remedio cuando se trataba de él, no era solo algo superficial, Satoru revolvía todo su ser, era un tornado que le arrebataba la seguridad y dejaba solo caos a su alrededor, todo lo que venía construyendo él lo destruía con su sonrisa y palabras amables.

—Ya ¡todas adentro! —exclamó jovial mientras sacaba su móvil—le avisaré a Shoko para que nos espere en la sala médica —murmuró, envío el mensaje y sonrió a las jóvenes—bien ¡a Tokio!

En segundos el paisaje de Okayama se desvaneció, dando paso al patio del colegio de Tokio. Apenas llegaron, Maki corrió hacia el interior llevando a Mai donde Shoko. Kasumi trotó detrás de ella, pero Satoru la atajó del brazo antes que pudiera avanzar.

—Te prestaré una remera —dijo sonriéndole.

—No-no es necesario —negó sin mirarlo y se zafó de su agarre—gracias por todo, Gojo-san —le reverenció y se alejó rápido antes de que volviera a detenerla.

Satoru frunció el ceño y la miró con cierta nostalgia. Cada vez que pensaba que la distancia entre ambos se acortaba, ella se le escabullía entre los dedos como el agua, imposible de atrapar solo con sus manos. Se quedó de pie varios minutos, pensando qué hacer, suspiró derrotado y se frotó el ojo con el dorso de la mano.

—Iré por mis lentes… —susurró cansado.


(…)


Sonrió aliviada cuando la vio abrir los ojos. Maki estaba sentada a su lado, y ella a los pies. Mai entrecerró los ojos por la luz de la habitación y volteó hacia su hermana con sorpresa, para luego fruncirle el ceño. Maki, seria y con los brazos y piernas cruzadas, la miraba con desgano.

— ¿Cómo te sientes? —preguntó Kasumi, la vio reincorporarse con movimientos lentos y temblorosos— ¿quieres comer algo?

—Como si me hubiera pasado un camión encima —comentó mirando a su alrededor— ¿estamos en Tokio?

—Idiota —habló Maki—debes tener más cuidado —le regañó suspirando— ¿cómo es que resultaste herida tan grave?

—Solo me descuidé —comentó avergonzada— ¿lo exorcizaste tú? —preguntó a Kasumi y ella asintió—eso es bueno… bien, vámonos de aquí.

— ¿A-ahora? ¿estás bien? —preguntó preocupada mientras la ayudaba a bajar de la cama.

— ¿Por qué? ¿quieres quedarte en Tokio? —le preguntó alzando una ceja, y detectó enseguida su insinuación. Se ruborizó y suspiró sin mirarla.

—Bien, te espero afuera —respondió alejándose. Volteó una última vez a ver a las gemelas, parecían discutir algo de mala gana y sonrió. Estaba segura que, si a Maki le sucediera algo similar, Mai no dudaría en correr tal como lo hizo Maki, aunque se mostraban esquivas y siempre se palabreaban, en el fondo se amaban profundamente.

Más tranquila, caminó hacia la sala de estar del colegio. De camino se encontró a Fushiguro con Nobara, quienes la saludaron y preguntaron por las gemelas, ambos fueron a visitarlas luego de la breve plática. Miró la hora en su móvil, era casi hora de almuerzo. Desde que Shoko atendió a Mai habían pasado al menos 3 horas antes que despertara.

Aunque iba con la mente en blanco, no dejaba de buscar con la mirada a Satoru. A pesar de que se había despedido de él, inconscientemente quería encontrárselo de nuevo, o saber qué estaba haciendo. Estaba ansiosa buscando por los rincones, con la esperanza de al menos verlo unos minutos antes de irse. Relamió sus labios y se sentó en un sillón cerca de una ventana.

— ¿Miwa-san? —el tono varonil de Nanami la sobresaltó, volteó hacia atrás al verlo de pie usando sus lentes y con su arma en la mano. Venía de una misión.

—Nanami-san —saludó sorprendida, se puso de pie y le reverenció cuando salió de su asombro.

—Supe lo de la gemela de Maki-san ¿está mejor? —preguntó mirándola serio.

—S-sí —sonrió—ya estamos por irnos —no estaba acostumbrada a hablar con el hechicero de primer grado. Se lo había topado en varias misiones, y nunca hizo algún comentario sobre el tiempo que convivieron en el pasado, por lo que estaba convencida de que él no la recordaba. Y en el fondo se sentía más cómoda de ese modo, desde que supo que Shoko se había dado cuenta de lo de ella y Satoru en el pasado, que esperaba que nadie recordara nada más de esos tiempos.

—Ya veo —asintió—Kusakabe-san estaba convencido de que sería de ese modo, confía mucho en tus capacidades —comentó quitándose los lentes, los limpió con un pañuelo suavemente bajo la atenta mirada de ella.

— ¿Está acá? —preguntó, pero él negó rápidamente—ya veo… —sonrió pensando en el quejumbroso hechicero.

— ¿Gojo-san las fue a ayudar? —preguntó y ella asintió sin mirarlo— ¿y dónde está ahora?

—N-no lo sé —sonrió incómoda. Nanami la estudió en silencio y asintió.

—Entiendo, nos vemos —se despidió moviendo la mano y Kasumi le volvió a reverenciar.

Suspiró cansada y se dejó caer en el sillón nuevamente. Miró el techo varios minutos, intentando mantener la mente en blanco. Oyó pasos firmes, supuso que de Mai y se acomodó en su sitio, pero al ver a Satoru se sonrojó y habló antes de que él pudiera decirle algo.

—Nanami-san preguntó por usted —dijo rápido y él alzó ambas cejas.

— ¿Uh? —sacó su móvil del bolsillo y frunció el ceño—no me ha escrito nada… —murmuró pensativo, sin dejar de caminar hacia ella. La joven lo miró de pies a cabeza, se había cambiado de ropa. Usaba una camiseta de manga larga y gruesa de color blanco sin capucha y unos pantalones grises oscuros, llevaba unas bolsas que, al llegar a su lado, extendió su mano hacia ella entregándoselas. —Toma.

— ¿Eh? —miró confundida las bolsas, pero a los segundos frunció el ceño— ¡¿Por qué?! Le dije que no era necesario.

—No quiero escuchar, no quiero escuchar —cantó mientras se tapaba las orejas con ambas manos—si no lo aceptas, tiraré las bolsas a la basura.

— ¡¿Eh?! —exclamó aturdida, miró la ropa de diseñador y frunció el ceño, definitivamente era algo de lo que sería capaz—está bien… pero no vuelva a darme nada —exigió poniéndose de pie.

—Puedes cambiarte ahora —le habló ignorándola—cuando te mueves mucho se te ve el escote. —Kasumi abrió los ojos de par en par al oírlo, tensándose en su sitio al mismo tiempo que se sonrojaba. —Se ve muy bien, créeme. Pero no creo que te sientas cómoda.

—Ahora que lo sé, no. No me siento cómoda —susurró mirándolo con recelo, suspiró y se puso de pie—gracias… no debió molestarse. —Le reverenció y se alejó dando pasitos breves a gran velocidad—si ve a Mai, dígale que ya vengo por favor.

—Seguro —sonrió viéndola alejarse.

Soltó un profundo suspiro, verla caminar era un deleite que hace mucho no disfrutaba. Incluso si ella mantenía la formalidad y distancia, el compartir algunas palabras, oler su aroma y tomar su mano, le bastaba por el momento. Estaba ansioso por más, no podía negarlo, pero no quería adelantarse tanto.

Tal como ella le había dicho, estuvieron 4 años y medio sin verse-ella a él-, y de pronto quererlo todo, podría espantarla. Debía ir con calma, aunque le costaba, por el momento podía sobrevivir viéndola y hablando con ella.

Pasaron unos diez minutos cuando ella regresó, usando el abrigo nuevo y una blusa blanca debajo, que le había quedado algo ajustada del pecho. Se rascó la nuca, nervioso, y tragó saliva al verla de pie en frente, intentado mirarla a la cara. Aunque estuviera usando lentes, creía que esta vez ella podría sentir su depravación, por lo que debía esforzarse y disimular.

—Gracias, Gojo-san —murmuró apenada, dándole miradas furtivas—no debió comprar el abrigo de nuevo ni las blusas… —susurró culpable—gracias… —repitió.

—No podía dejar que mi Kasumi usara ese abrigo ensangrentado —sonrió y ella se paralizó.

A diferencia de otras veces, no pudo contradecirlo y él lo notó. Se formó un silencio extraño entre ambos, él no se burló por ceder un poco a sus encantos, y ella no se atrevió negarlo o debatirle, e incluso verlo así, solo sonriéndole con ternura, le removió nuevamente. Contuvo el aliento por unos segundos, sintiendo los latidos de su corazón frenéticos, se le secó la garganta y las palabras le quedaron atoradas en la garganta. Él dio un paso más, y Kasumi lo supo allí que, si permitía que se acercara más, terminaría aceptando lo que fuera que él tuviera en mente.

Pero ni así pudo moverse.

Satoru relamió sus labios, y ella lo imitó sin darse cuenta. Sentía el pulso atorado en la garganta al mismo tiempo retumbándole en los oídos, se inclinó un poco más, movimientos lentos para no asustarla, ella no se movió y lo vio como una buena señal. Tragó con dificultad, por un momento todo a su alrededor dejó de importar y prestarle atención, solo eran él y ella. Olvidándose por completo en donde estaban, hasta que los pasos en el pasillo rompieron el encanto y ella se alejó rápido, nerviosa y asustada.

—Ya podemos irnos —dijo Mai al llegar, pero se quedó en su sitio cuando los vio a solas. Kasumi se sonrojó y miró hacia el piso— ¿nos vamos? —preguntó mirándolos con sospecha.

— ¿Cómo te sientes? —preguntó Satoru sonriéndole, la gemela se encogió de hombros y él se carcajeó, era como Maki, pero menos agresiva.

—G-gracias por todo, Gojo-san —le reverenció sin mirarlo y caminó hacia Mai. — ¿Y Maki-san? No me despedí de ella y los demás…

—No sé —dijo alzando la barbilla—discutimos. Ya vámonos, me apesta este colegio —susurró con desagrado. Caminó elegante hacia la salida, pero se detuvo al lado de Satoru y lo miró con desprecio—gracias.

—Vaya… tienes una manera extraña de dar las gracias, pareciera que dices púdrete —se rio y ella sonrió, alejándose—adiós, Kasumi —dijo moviendo la mano y ella le imitó.

La vio alejarse en silencio, con las manos en los bolsillos y frustrado. Estaba seguro que ella le recibiría su beso, sentía el pecho presionándole el corazón, los nervios le cosquilleaban, y el calor le hizo sudar las palmas. Negó sonriendo, burlándose de sí mismo y suspiró derrotado, giró sobre su talón y caminó hacia el pasillo por donde Mai había llegado. Pero no hizo más que acercarse cuando vio a Megumi de pie a unos metros de distancia.

— ¿Qué haces ahí escondido? —preguntó alzando una ceja.

—Nada —respondió serio— ¿y tú? ¿Qué hacías con Miwa-san? —su sonrisa se borró de los labios, titubeó un par de segundos, pero bastaron para que Megumi lo mirara con sospecha.

—Se le arruinó el abrigo —explicó encogiéndose de hombros—le traje uno.

—Ah… —asintió pensativo—a nosotros nunca nos has repuesto ninguna prenda por las misiones. —Satoru alzó ambas cejas y se carcajeó, caminó rápido hacia su antiguo estudiante y rodeó su hombro con entusiasmo, incomodándolo mientras le revolvía el cabello.

—Aaw ¡Megumi-chan está celoso! —exclamó en tono meloso y cantarín— ¿Quiere que papá Satoru lo lleve de compras? —preguntó en un tono burlesco.

— ¡Aléjese por favor! —exclamó molesto, como un gato engrifado y Satoru se rio fuerte en su oreja, sobresaltándolo.

—Vamos a comprar tú y yo ¿qué te parece? Como en los viejos tiempos, no le digas a Nobara —susurró serio—solos los dos.

— ¡No! gracias —se apresuró en responder y lo intentó empujar, Satoru continuó riéndose y se alejó—tengo que hacer.

Su sonrisa se borró cuando lo vio irse. No le preocupaba que supiera que estaba interesado en Kasumi, pero no era el momento, sobre todo porque ella aun no aceptaba nada con él, no podía arriesgar la relación inestable que había entre ambos. Pero llegaría el momento en que dejarían de esconderse, quiso pensar con optimismo.


(…)


Kasumi miraba comer a Mai con una sonrisa en sus labios, la gemela actuaba como siempre, casi parecía una pesadilla lo que habían vivido la noche anterior. Separó sus palillos de madera y revolvió el arroz para separarlo un poco.

— ¿Y bien? —habló Mai mirándola con sospecha— ¿Pasó algo con Satoru Gojo? —Kasumi negó rápido y sacó algo de pescado ahumado con los palitos— ¿Qué hacían solos en la sala? Parecía que tenían un momento.

— ¿Si? —murmuró sin mirarla, sintiendo sus mejillas calentarse—bueno… anoche dormimos en el mismo futon ¡No es lo que piensas! —se apresuró en explicar, el rojo en sus mejillas intensificándose con cada palabra que se le escapaba—no pasó nada… él mantuvo la distancia.

— ¿Y eso te pone triste? —cuestionó alzando una ceja.

— ¡Por supuesto que no! —exclamó avergonzada—… fue muy amable, pero solo eso. Sigo pensando lo mismo de antes —murmuró para sí misma, intentando convencerse de sus propias palabras.

—Uhm… pero él tiene otros planes por lo que veo —comentó mirando las bolsas de diseñador junto a su compañera—me pregunto cuanto tiempo tardará en convencerte. —Kasumi no respondió, soltó un profundo suspiro y continuó comiendo bajo la atenta mirada de Mai—hace un momento… cuando estaban en la sala ¿interrumpimos algo?

— ¿Interrumpimos? —preguntó confundida.

—Convencí a Fushiguro que me acompañara, nos quedamos viéndolos unos segundos antes de hablar. Para mí, alguien que sabe lo que pasó entre ustedes, me pareció que estaban por besarse o algo así. No sé qué pudo pensar él.

—Oh… —relamió sus labios negando y luego mordió el inferior— ¿de verdad? Espero que Fushiguro-san no se haga ideas equivocadas.

— ¿Equivocadas? —dijo alzando una ceja y ella blanqueó los ojos—oye… nadie te juzgará si le das una oportunidad, solo sé más despierta esta vez.

— ¡Eso no pasará! —murmuró molesta, frunciendo el ceño—no miento que… sigo sintiendo cosas, pero no confío en él.

—Como quieras —se encogió de hombros—pero quizás debas aprovechar esos regalos ¿por qué te dio otro abrigo?

—Ah… es que el otro se manchó con sangre, lo llevaré a la tintorería de todos modos… —susurró pensativa—aunque él insistió que lo tirara.

— ¡Dámelo entonces! —exclamó emocionada—lo usaré cuando no esté contigo, así no usamos la misma ropa —Kasumi alzó ambas cejas y sonrió, asintiendo.

—Si no te molesta, claro —sonrió—estuve limpiándolo en el baño del hospital, así que quizás tenemos suerte y sale todo en la tintorería.

—Genial —sorbió de su jugo y Kasumi continuó comiendo—no le rechaces los regalos, no seas tonta —dijo sin mirarla, apartando verduras con los palillos.

—Se me hace incómodo recibirle cosas, cuando no estamos… saliendo—se encogió de hombros—e incluso siento que es comprometerme de cierta forma a que en algún momento debo aceptar algo con él.

—Nah —movió la mano restándole importancia—él te está cortejando, es parte del juego si el día de mañana le funciona esto. Y él lo sabe.

—Uhm… —se quedó en silencio por varios minutos, observando su reflejo en la sopa de cerdo—igual le dije que no quería que me diera nada más, pero dudo que me haga caso. Es algo terco con este tipo de cosas.

—Excelente —sonrió maliciosa—recíbele todo, y si no lo quieres, me lo das. Tiene buen gusto, hay que reconocerle eso.

Kasumi se rio y negó meciendo su cabello. Mai sabía cómo lidiar con hombres, y a pesar de que llevaba un tiempo teniendo citas, no lograba pensar así de fría y calculadora, no iba con su forma de ser, pero le gustaría cambiarlo. A su parecer, su amiga contaba con una astucia particular que le ayudaba bastante para siempre obtener lo que quería sin el mínimo esfuerzo. La admiraba por ello, y por mucho que le diera consejos, no se le daba igual. Lo máximo que había hecho era dejar que pagaran las cenas; con Satoru se rompía el molde, se le estaba haciendo costumbre recibir sus costosos presentes. Y aunque dijera que no le gustaba o le parecía excesivo, en el fondo le hacía sentir algo especial. Y aquello no pasaba todos los días en si rutinaria vida.


(…)


Había pasado casi una semana desde que la vio, y no lo desbloqueó. Estaba deprimido, no había querido visitarla, no por tiempo, pues siempre tenía misiones importantes todos los días y aun así se hacía el tiempo para ir a verla a escondidas; ahora simplemente quería darle espacio.

Estaba frustrado, sumamente frustrado. Cada día despertaba con un malestar en el pecho, que ahora había pasado a su abdomen, lo sentía pesado como si siempre estuviera lleno, Shoko le había dicho que era ansiedad, que debía relajarse un poco e incluso le recetó unos medicamentos que notó eran psiquiátricos. Era lo suficientemente maduro para entender que no lo estaba llamando loco, solo que necesitaba apoyo emocional en pastillas, pero no las tomó. Pues su ansiedad era por ella. No se iba a morir por amor ¿o sí?

Suspiró cansado y le subió el volumen a la canción. Estaba hace horas en su dormitorio en Tokio escuchando música acorde a su sentir y se identificaba con cada canción. Inconscientemente buscaba cualquier cosa para pensar en ella, estaba presente en todo momento y empezaba a pasarle la cuenta. Le costaba fingir que estaba bien en frente de sus estudiantes, y estaba dándole tareas aburridas para no lidiar con ellos. Los exorcismos los hacía durar, para distraerse en la destrucción y desquitarse un poco. Luego en Tokio se quedaba escuchando música y viendo el techo, ya no hacía un esfuerzo por compartir con algún colega, ni siquiera le daba hambre. Comía por costumbre.

Miraba su móvil a cada momento e intentaba escribirle o llamarla, y el resultado siempre era el mismo. Quería saber de ella, cómo estaba, qué pensaba de él. Si el tiempo que compartieron en Okayama le había servido para darse cuenta que le importaba. Pero no se atrevía a visitarla aún. Quizás estaba siendo cobarde, sin embargo, no creía resistir otra mirada esquiva o su rechazo. Estuvo por besarla, y ahora se preguntaba si todo se lo había imaginado por su anhelo de estar con ella, que quizás Kasumi nunca se mostró receptiva.

La duda, la inseguridad y el miedo lo estaban volviendo loco. Él no era así. Kasumi lo había vuelto vulnerable y no le gustaba. Amaba amarla, admirarla y estar con ella, pero cuando no la tenía sufría demasiado y sobre pensaba mucho su situación. No sabía cómo actuar, qué paso dar, tenía pánico de hartarla y que como a todos, terminara irritándola. No quería que ella entre todas las personas fuera una más de la lista de quienes lo detestaba. Se le apretaba el pecho de solo pensarlo.

—Pero… pudimos platicar sin problema —susurró ensimismado, intentando recordar si lo miró con desprecio esos días. Pero ahora no sabía qué era real y qué había idolatrado al punto de alterarlo en su memoria.

Bufó exasperado y se llevó ambas manos a la sien, frotándolas. Volver a verla le había alterado más que anhelarla y conformarse con verla de lejos.

Dos golpes suaves se oyeron en su puerta, se reincorporó rápido pensando que podía ser trabajo, no se lo cuestionó. Con pasos perezosos abrió la puerta y vio a Nanami del otro lado. Alzó ambas cejas al verlo.

— ¿Pasó algo? —preguntó confundido—no me llamaste ¿verdad? No ha sonado mi móvil.

—No has ido a cenar ¿comiste en tu habitación? —Satoru frunció el ceño ¿estaba preocupado por él? Eso era nuevo, extrañado negó y se rio nervioso.

— ¿Qué es esto, Nanami? ¿estás pendiente de tu senpai? —el rubio suspiró y negó rápido.

—Itadori-kun lo está —dijo rápido, llamando su atención—dice que llevas toda la tarde de todos los últimos días escuchando Artic Monkeys y casi no comes ¿Quieres hablar sobre ello?

—Oh… —soltó pensativo—ya veo… estoy preocupando a Yuji —sonrió enternecido— ¿Qué planes tienes? ¿me invitarás a comer? —dijo en tono coqueto, Nanami suspiró y se encogió de hombros— ¡Quiero takoyaki callejero!

—Eso no es una cena —dijo serio—te espero afuera.

Satoru medio sonrió asintiendo y buscó su chamarra negra de cuero, se puso sus lentes y tomó su billetera junto a su móvil. Apagó la música riéndose al imaginar a Yuji afligido por él, quizás solo se había cansado de escuchar las mismas canciones.

Luego de cinco minutos, alcanzó al rubio hechicero. Le pidieron a Ijichi que los llevara al centro de Tokio, y de paso lo invitaron a pasar el rato, pero el asistente se rehusó diciendo que tenía trabajo por hacer. Caminaron por las calles bulliciosas y repletas de gente que avanzaban rápido ajenos a los demás. Satoru iba sonriendo, pidiendo cada bocadillo y dulce que encontraba en el camino, hasta que encontraron un puesto de Takoyaki bastante famoso en internet.

— ¿Es por Miwa-san? —preguntó Nanami de repente, mientras miraban como el cocinero echaba batido a los moldes aceitados con mantequilla.

Satoru se quedó en silencio por varios segundos, pensando si responder con una broma o decir la verdad. Se le secó la garganta de repente, miró de soslayo al rubio e hizo una mueca. Nanami-para mala suerte del serio hechicero-, sabía toda su historia con Kasumi, incluyendo la separación y que la veía desde lejos, se había vuelto en su oyente obligado por saber todo. Pero era siempre él quien llegaba llorándole y desahogándose y Nanami lo escuchaba resignado, por lo que su iniciativa le sorprendió un poco.

— ¿Tan evidente soy? —sonrió sin ganas, miró atento y fascinado como le agregaban el pulpo a cada bolita.

—Estuvo hace poco en Tokio —murmuró mirándolo con calma—me dijo que la ayudaste con lo de Mai-san. Supuse que habías hablado con ella.

—Sí, algo así —susurró resignado—la vi antes, y traté de hablar con ella. Pero no quiere nada conmigo.

—Tal vez es mejor así —respondió mirando al cocinero otra vez, igual de atento que Satoru viendo como le daba la forma al Takoyaki con destreza.

— ¡¿Eh?! —chilló molesto al oírlo, frunció el ceño y lo encaró con los labios amurrados— ¿Cómo va a ser mejor?

—Ha pasado mucho tiempo, deberías dar vuelta la página —respondió calmado—y ya te dijo que no quiere nada ¿por qué insistir?

— ¿Cómo sabes que planeo insistir? —preguntó blanqueando los ojos.

—Por tu reacción —se encogió de hombros— ¿estás deprimido porque no quiere nada contigo?

—Ella me ama —dijo con convicción, sorprendiendo al hechicero—y yo la amo. No veo porque debemos estar separados si es mutuo lo que sentimos.

—A veces el amor no es suficiente, Gojo-san —respondió. Le pagó al dueño del puesto y recibió ambas bandejas con 12 bolitas cada una. Le entregó una a Satoru y se alejaron lentamente del local—seguramente ella es lo suficientemente madura para saberlo.

—Bu-bueno… si es tan madura, no es malo que la persiga ahora ¿no? —dijo mirando la bandeja, tomó un mondadientes y pinchó una bolita la sopló un par de veces y se la echó a la boca. —Digo… pronto cumplirá 24.

—Pero ese no es el asunto aquí —respondió suspirando—es que ella no quiere nada contigo ¿no?

— ¡Pero ella me ama! Solo está molesta por cómo nos separamos —murmuró apenado.

— ¿Y te has puesto a pensar por qué? ¿cómo la hiciste sentir? ¿se lo has preguntado? —Satoru abrió la boca sorprendido al oírlo, lo miró incómodo y negó, deprimido.

—Supuse que no estaba bien por cómo reaccionó… pero no le pregunté ¡Si le pedí disculpas!

—Es lo mínimo —volvió a suspirar—debes darle tiempo y esforzarte.

—Lo sé —concordó abrumado—pero… me… me deprime verla tan distante.

—Me imagino —susurró—pero no tienes tiempo para deprimirte, Miwa-san tiene pretendientes. —Satoru frunció el ceño, sintió un pitido en el oído derecho apenas terminó de escucharlo, volteó a verlo boquiabierto y seguramente molesto, pues Nanami lo miró sorprendido— ¿no lo sabías? Kusakabe-san me lo comentó.

— ¿Cuándo te lo dijo? —preguntó entre dientes. — ¿Sabes quién es?

—Hace un tiempo —respondió serio, pero atento a su expresión. No recordaba cuando fue la última vez que lo había visto realmente molesto—no sé quiénes son.

— ¿Quiénes? ¿hay más de uno? —sintió la sangre hervirle, de pronto el Takoyaki le supo desabrido y tuvo que apartarlo de su boca para no olerlo.

—Deberías preguntarle a Kusakabe-san —suspiró y miró hacia el cielo nocturno, no se veía ninguna estrella por la iluminación de la ciudad—si vas a intentar recuperarla, debes hacer las cosas bien.

— ¿A qué te refieres? —le preguntó en tono golpeado, estaba frustrado y no le importaba que su colega lo notara.

—No sé bien… no tengo experiencia en ese terreno —reconoció sin vergüenza—pero sé que debes ser más delicado con las palabras, la última vez la heriste bastante ¿no?

—Seh… —susurró deprimido de nuevo—los regalos no sirven con Kasumi, no la impresiono.

—Pero no dejes de dárselos —le animó y Satoru lo miró sorprendido—aunque diga que no lo parezca, si dices que te ama, en el fondo esos detalles la conmueven.

—Tienes razón —sonrió animado— ¿haces todo esto porque te preocupo o para que deje de asustar a Yuji? —preguntó riéndose.

Nanami no contestó.


(…)


Se acomodó la espada a la cadera y salió de su habitación. Esta vez le habían asignado una misión en solitario, pues no era de gran complejidad. Cosa que la tenía frustrada, sentía que no avanzaba en nada de su vida y cada vez le era más difícil mantener un buen estado de ánimo.

El sol de la mañana no calentaba, si bien el cielo estaba despejado, la brisa era fría y fuerte. Agradeció contar con el abrigo que Satoru le regaló. No podía evitar pensar en él cada vez que lo usaba, y seguramente nunca dejaría de hacerlo y era una excusa para poder recordarlo sin culpas. El otro abrigo se pudo limpiar en una tintorería y quedó como nuevo, no recordaba haber visto a Mai tan feliz que cuando se lo entregó. Sonrió al recordarlo.

Contestó algunos mensajes mientras bajaba la escalinata, miró sus redes sociales y guardó el aparato en el bolsillo de su bello abrigo y miró por donde pisaba para no caer. Al oír pasos acercarse levantó la mirada, con el corazón en la garganta pensando que podía ser él, pero al ver a Kamo se sintió igual de nerviosa. Recordó enseguida la plática con Mai, y desde que se lo planteó, no dejaba de pensarlo.

No es que le pareciera mala idea, y era lo que le inquietaba. Kamo era un buen chico, responsable y serio, bastante cooperativo en las misiones y lo conocía, como Mai había dicho, era un idiota conocido. Nunca lo había visto con otros ojos, pero desde que su amiga le sugirió que él podría estar interesado, las dudas comenzaron a surgir. No estaba ni de cerca en comparación a lo que sentía o sintió por Satoru, pero por algo se empezaba.

— ¿Qué hace el líder del clan Kamo tan temprano en Kioto? —sonrió viéndolo. Él le devolvió la sonrisa, y Kasumi intentó ver algo más. Lo que fuera, cualquier indicio, nerviosismo, admiración, algo que lo delatara. Pero no vio nada. Quizás las chicas estaban viendo cosas que no eran.

—Utahime-sensei quería hablar de algo —respondió deteniéndose frente a ella, la miró de pies a cabeza fugazmente y murmuró serio— ¿cómo va lo de subir de grado? —la expresión de Kasumi cambió rápido, con el ceño fruncido y una mueca en los labios se encogió de hombros—supongo que igual…

—Ni me lo digas —suspiró—nada relevante.

—Ya veo —asintió pensativo, relamió sus labios y dudó, Kasumi lo notó, parpadeó confundida viéndolo atenta—y… ¿no has pensado dedicarte a otra cosa?

—Ehm… ser hechicera es lo único bueno que sé hacer —sonrió sin ganas, algo avergonzada—no soy brillante como tú o Fushiguro, o Todou… pero es lo que sé —se encogió de hombros.

—Pero… ¿y ser maestra? —preguntó mirando hacia el colegio.

—No lo sé… incluso para eso debes ser brillante —murmuró pensando en los profesores de Tokio, tanto Satoru como Kusakabe pasaron por su mente.

—No te desanimes tan rápido —le aconsejó serio—pero… y… ¿casarte? —preguntó desviando la mirada y Kasumi se sonrojó.

¿Esa era la señal? Tragó saliva, lo miró avergonzada, pero su timidez se esfumó cuando notó que él lo estaba más que ella. Observó curiosa como el hechicero de primer grado movía el pie nervioso, le dio un vistazo rápido y volvió a evitar sus ojos.

—Yo… no lo había considerado —susurró nerviosa, él volteó a verla y asintió, sonriendo—creo que soy joven para eso.

—Claro —se apresuró en responder—lo siento… es que es una opción que pensé te podría servir, lo siento.

—N-no te disculpes —se rio apenada—debo irme, nos vemos. Suerte con tu reunión.

Kamo levantó la mano despidiéndola, serio se quedó viendo su cabello moverse de un lado a otro, tragó saliva y suspiró. Había sido tonto sugerirlo, pero fue el único momento que encontró para tantear en qué postura estaba ella, pues siempre la acompañaban Momo o Mai.

—Eso fue patético —se sobresaltó cuando escuchó a su antiguo compañero de clase.

— ¡Todou! —exclamó frunciendo el ceño—no te sentí llegar.

—Lo noté —dijo asintiendo— ¿Quieres un consejo?

—No —se apresuró en responder, serio y continuó caminando. Pero Todou le siguió y habló de todas formas.

—Debes ser directo con las damas, o no te tomarán en serio. A mi Takada-chan le gustan los hombres con determinación, y a la mayoría de las mujeres. —Dijo serio, como si le explicara una teoría complicada.

Kamo suspiró, y continuó caminando. Aunque no lo dijo en voz alta, por primera vez le encontró razón.

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N/A: Gracias por comentar y leer! sigo pensando que es difícil hacer que Miwa no lo perdone tan pronto hahaha yo le habría dicho que me lleve apenas me salude hahaha

Últimamente cada canción que escucho de Artic Monkey las asocio a lo que siente Gojo en mi fic por Miwa hhaha, y me gusta. Espero poder terminar el fic pronto, quiero avanzar mucho estas semanas, siento que saldrá más largo que "Días pasados" -.-

Espero leernos pronto y que todxs estén muy bien!