NOTA : Al momento de publicar este capítulo aún no había sido animada la temporada del Entrenamiento de los Pilares. Por lo que, si lo estás leyendo luego del estreno, quizá no sea tan fiel a cómo se vio en el anime. Muchas gracias por leer (y por esperar las actualizaciones.)

Mente.-

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A la luz de los acontecimientos que se desarrollaron en la Aldea de los Herreros con la muerte de las dos Lunas Crecientes, los altos mandos habían convocado a los Pilares en una reunión de emergencia.

Y dado el surgimiento de las Marcas, tanto los Pilares como la familia Ubuyashiki, representada por la Señora Amane, decidieron que se imponga un entrenamiento a todos los miembros Cazadores del Cuerpo, con el propósito de que todos sean capaces de despertarlas. Así que la exigencia sería máxima.

El Pilar del Amor

-Bueno, no puede ser tan malo, ¿o si?- Preguntó Saori a Sanemi, mientras desayunaban. El alba recién estaba despuntando y ella empezaría en pocas horas ese entrenamiento.

Estaba nerviosa por todo lo que sucedería así que la noche anterior había dormido poco y nada.

- ¿Por qué piensas eso?-

- Porque...se supone que tu entrenamiento es el más duro. Y yo pude pasarlo.-

Sanemi la miró y sonrió.

- Eso no quiere decir que el entrenamiento de Kanroji sea sencillo.-

- ¿Cómo sería eso?- preguntó ella, con la boca llena de arroz.

- Pues...¿cómo te explico?.- Dijo él, pensativo, y frotó distraídamente el cabello.- Ah, tú cocinas muy bien.-

- Em...¿Gracias?- Contestó Saori, totalmente confundida.

- Se te dan bien las cosas saladas. ¿Y los postres?-

-Bueno...- Pensó Saori.- no me gusta lo dulce. Aprendí a hacer ohagi porque...bueno básicamente porque me lo pediste. Aunque el Anmitsu también me queda bien. Pero no son mi fuerte.-

-Tus primeros ohagis eran feos.-

- Pues claro, nunca los había hecho.- Se defendió ella, cruzándose de brazos.- Sé cocinar almuerzos y cenas, no postres.-

- Bueno, esto es exactamente igual. Almuerzos o postres, todo es cocina.-

- Pilar del Viento o Pilar del Amor, todos son entrenamientos...- Dedujo Saori.

-Exacto. No subestimes a Kanroji, no la soporto pero sé que es muy fuerte. Yo que tú no iría tan confiada.-

Y una semana después, Sanemi decidió pasar a buscar a su tsuguko por la casa de Kanroji ya que Tegami, había ido hasta su dojo a comunicarle que finalmente ella había terminado el entrenamiento allí.

- ¡Shinazugawa! Que felicidad verte!-

Él cerró los ojos. El tono de voz de Kanroji le sonaban como uñas en un pizarrón.

- Hola, Kanroji.- Contestó, con el tono normal para cualquier ser humano.

- ¿Vienes por tu tsuguko?-

- ¿Por qué otra cosa sino?- pareció gruñir él.

- Oh, Sanemi.- Rió ella.- ¡La chica es excepcional! El grupo que vino con ella aún no está ni a la mitad del entrenamiento y ella ya lo terminó.-

Sanemi no dijo nada, pero se sintió orgulloso internamente. Claro que era excepcional, era su sucesora, su descubrimiento. No podía ser menos que excepcional.

- Tiene una flexibilidad asombrosa.- Agregó Mitsuri.

- ¿Esa es la base de tu entrenamiento?- Quiso saber Sanemi, realmente curioso.

- Así es, ¿quieres pasar a ver?-

Dudó. Pero la curiosidad le ganó y siguió a Kanroji al interior de su hogar.

Lo que Sanemi vio lo dejó boquiabierto.

Baile. Era básicamente baile en mallas ajustadas, largas cintas que usaban para danzar y música. Música alta y constante.

- ¿Los haces bailar todo el día?- preguntó, bastante confundido.

- Así es.- contestó orgullosa Mitsuri.

- La ropa ajustada y reveladora es para hacerlos sentir incomodidad frente a los otros...ya veo.- Dedujo Sanemi.

"Es una estrategia interesante de hecho...torcer su autoconfianza los deja a todos al mismo nivel." Pensó él, asombrado de que Mitsuri Kanroji haya ideado eso. Quizá la menospreció, quizá no era tan tonta como él creía.

Realmente se veían incómodos. La tela era muy pegada al cuerpo, pero claramente liviana y flexible, se notaba porque se adhería a cada músculo. "Si alguno llegara a tener una mínima y leve erección no sería posible ocultarla. Y eso los haría quebrarse. Es casi... sádico."

Él sabía que a veces, por el aumento de la circulación de la sangre en el cuerpo, esa reacción puede manifestarse sin siquiera un estímulo sexual. Era incómodo, vergonzoso si se daba, pero posible y sumamente natural. Sumó a eso el uniforme poco recatado de Kanroji y sintió pena por los jóvenes.

-Oh no, solo pensé que se verían muy lindos.- Contestó Mitsuri.

"Bueno, creo que estaba esperando demasiado de ella..." Pensó él, cubriéndose el rostro.

Entonces Sanemi cayó en la cuenta de que Saori anduvo por allí vestida así. Frente a los demás cazadores masculinos.

Una semana entera.

No le gustó ni un poco.

- Así que es esto, y luego los hago elongar los músculos al máximo.-

- O sea...-

-Tomo sus extremidades y las alargo a la fuerza.- sonrió ella, con satisfacción, poniendo las manos en la cadera.- Tengo que volverlos mucho más flexibles.-

De repente, Sanemi sintió la mano de Saori en su hombro. Se había bañado, peinado y puesto su uniforme de cazadora.

- ¡Saori! ¡ay Saori!- Chillo el Pilar del amor, le dio un abrazo y Saori también la abrazó.- ¡Felicitaciones por terminar tu entrenamiento aquí, puedes pasar al siguente!

Saori no dijo nada, solo le hizo una reverencia, y comenzó a caminar con Sanemi.

-¡¡Adios Shinazugawa, adiós, nos veremos pronto!!-

Sanemi no dijo nada, ni siquiera volteó a verla. No soportaba a esa mujer.

- Estás muy callada.- le dijo a Saori luego de caminar unos minutos.

- Necesito silencio. Una semana escuchando música y al Pilar del Amor afectó mis oídos.-

Sanemi rió por lo bajo.

- Parece que fue un entrenamiento interesante.-

- Fue una jodida tortura.- bufó ella.- Sobre todo para los hombres. Las mujeres somos por naturaleza más flexibles.-

- Lo terminaste bastante rápido.-

- Si...me motivó la meta de no escucharla más.- Murmuró ella.

El Pilar de la Niebla.

Saori sabía que la Respiración de la Niebla y Viento eran parientes lejanos.

Por eso, a grandes rasgos no le costó mucho el entrenamiento con Tokito, estaba acostumbrada a la velocidad con la que los usuarios de esas respiraciones se movían, y siendo ella misma una usuaria de la Respiración del Viento, logró acoplarse bastante bien.

Pero hubo unos factores que Saori no tuvo en cuenta del Pilar de la Niebla: era mucho más pequeño físicamente y muchísimo más silencioso, casi insonoro. Eso la fascinó.

Y aunque terminó su entrenamiento en 7 días incluso teniendo una leve ventaja por la respiración que ella usaba, se fue llena de moretones en los brazos, espalda y cuello.

Sentados en la sala de la casa de Sanemi, él le colocó el maravilloso ungüento de Shinobu en la espalda, sobre las amplias marcas.

-Si. El niño es raro.- dijo Sanemi, distribuyendo el mejunje por la piel blanca, en los largos moretones morados y verdosos, claros indicios de golpes con espadas de entrenamiento -Pero es excepcional. Se convirtió en Pilar a tan solo dos meses de ser Cazador.-

-¿¡QUE!?- Saori se tensó y los músculos le aullaron de dolor -¡AY!

-Si, el mocoso tiene 13 o 14 años y ya es un Pilar.-

-Bueno, eso explica muchas cosas.- dijo Saori.

-Si. Cómo la paliza que te dio, realmente te pateó el trasero.- Rió Sanemi.

- Si quieres ayudarme solamente para burlarte de mi, lárgate.- Dijo Saori, cruzándose de brazos.

-Aw, que sensible.- Dijo Sanemi, en un tono burlón.

- Ya lárgate, déjame a mi.-

- Era una broma, carajo, quédate quieta, ya casi termino. ¿Con quién es tu próximo entrenamiento?-

Hubo un momento de silencio, Sanemi supo que ella seguía un poco molesta y sonrió.

- Con el Señor Uzui.-

- Bien.- dijo él, cerrando el pote. Se puso de pie y le pasó la mano por el cabello a Saori, despeinandola levemente. - Entonces deberías dormir. Serán días largos.-

El (ex)Pilar del Sonido.

El entrenamiento con Tengen Uzui se centró en general en mejorar el estado físico y subir la resistencia.

Saori estaba acostumbrada a esos ejercicios, los hacia con Sanemi todo el tiempo, pero en este caso había una variante: entrenaban en la cima de una montaña bastante alta, donde el aire era más delgado y era difícil mantener la respiración de concentración total constantemente. Además tanto el ascenso como el descenso se realizaban corriendo.

El entrenamiento comenzaba al alba, y finalizaba un poco antes de que se ponga el sol, y era sumamente exigente con el cuerpo, estaba enfocado en aumentar la estamina y la resistencia.

Por la noche, los que llegaban, estaban tan cansados que algunos se dormían incluso durante la cena.

- Tú eres el tsuguko del Pilar del Viento ¿verdad?- Una voz juvenil y muy entusiasta le llegó desde detrás.- Soy Tanjiro Kamado.- dijo y se sentó, sonriente, a su lado.

-Saori Minamoto.- Se presentó ella.- Así es, soy su tsuguko.-

-Vaya, oí que su régimen es brutal. Debes ser sumamente fuerte como para haberlo soportado.-

- Eso creía.- Rió ella.- Pero esto de entrenar con otros Pilares me tomó por sorpresa y descubrí que todos los entrenamientos son difíciles a su manera.-

- ¡Es verdad! - Exclamó él.- ¡Me parece una experiencia genial! Oye, observé que no usas una katana.-

-No. No soy buena con la katana, pero si con la naginata y esa es mi arma.-

- La naginata es una especie de lanza, ¿verdad? ¿Cómo... funciona? No se ve como una lanza.- dijo Tanjiro, mirando hacia el rincón donde descansaban todas las espadas.

- Porque es retractil, mira...ven.- dijo Saori, tomó su naginata y salieron al jardín.

Ella la sostuvo frente a él, en vertical, con la hoja de tonalidad verde brillando hacia el cielo, y la luz de la luna la hizo resplandecer.

- Presiono levemente aquí y...- con un ligero clic, el asa de la naginata duplicó su tamaño.

- ¡ESO ES GENIAL! ¿Y como la enfundas?- preguntó Tanjiro, visiblemente entusiasmado.

Saori rió, volvió a presionar el botón y la lanza regresó a su versión pequeña. Plegada, era maniobrable también, y fácilmente transportable.

-¡OH! ¿Me la prestas?- preguntó Tanjiro, los ojos parecían brillarle con mil estrellas mientras miraba el arma.- ¿Puedo verla?-

-Claro, solo no se lo digas a Sa...a Shinazugawa.-

-No lo haré. No tolero a tu Maestro.- Le sonrió Kamado mientras tomaba la naginata, con los ojos brillando de entusiasmo.

Saori no dijo nada. Era entendible, ella había escuchado hace mucho tiempo de la boca del mismísimo Sanemi lo que había pasado en la reunión de Pilares cuando se presentó el caso de Tanjiro y Nezuko, así que entendía la poca simpatía de él por Sanemi.

Mantuvieron una charla muy agradable. Hablaron sobre batallas, técnicas, particularidades de las respiraciones. Ella le preguntó sobre su hermana y él le contó sobre su anhelo de volverla humana nuevamente. Entonces Saori le habló sobre su pequeño hijo fallecido, y le dijo que esa era la causa por la cual ella se había vuelto una cazadora.

Para cuando ella concluyó su entrenamiento, 10 días después, se habían vuelto bastante amigos.

El Pilar de la Serpiente.

Fue traumático.

Llevó los niveles de ansiedad de Saori por los cielos. Tanto que durante todo ese tiempo le costó mucho dormir de noche y el cansancio se fue acumulando en su cuerpo.

Iguro Obanai era inhumanamente ágil, flexible, y tenía un nivel de manejo de la espada que era, a la vista de Saori, sublime, perfecto. Podía hacer que su espada de madera se doble como si fuera una serpiente, realmente. Saori estaba fascinada, llena de curiosidad y total y absolutamente aterrorizada.

Le costó muchísimo entrenar con él. Tenía el cuerpo dolorido y agotado por todos los entrenamientos previos y además el cansancio acumulado y el estrés al que Iguro la sometió no la ayudaron. Pero, principalmente fue porque el lugar de entrenamiento era un cuarto con varios obstáculos.

Obstáculos humanos, vivos, compañeros Cazadores. Saori quiso preguntar por qué habían terminado ahí, atados a las paredes y vigas de madera, pero Tanjiro le sugirió que no lo haga.

Logró pasarlo, aunque ya estaba sintiendo las consecuencias del cansancio y el estrés.

El último día, Sanemi se hizo presente, avisado por Tegami, para ver el entrenamiento final.

Así, bajo la mirada severa de su Maestro, Saori dio el examen: un duelo con el escurridizo y letal Pilar de la Serpiente.

Con armas reales.

Así que, con los nervios a flor de piel, Saori peleó contra Obanai. Logró alcanzarlo con su naginata, e hizo volar unos cuantos cabellos con el corte.

El entrenamiento se dio por finalizado ahí.

- Es buena.- Iguro se acercó a Sanemi, que había visto todo desde un lugar privilegiado, mientras Saori se fue a cambiar.- Logró cortarme un pequeño mechón de cabello.-

- Lo sé. Es mi tsuguko.- Sonrió él, cruzándose de brazos.

- Pero es mujer y se contiene mucho. Piensa demasiado sus ataques, es muy emocional.-

- Oye, la entrenaste en un campo minado, pusiste cazadores como obstáculos. - contestó Sanemi, molesto.- Ya quisiera ver yo si el resto de las Cazadoras llega al menos a terminar el maldito entrenamiento. Es mujer pero tiene unas pelotas muy grandes.-

-Yo no dije que no.- contestó Iguro, y miró fijamente a Sanemi, que estaba concentrado en ver a los otros Cazadores entrenar.- Vaya, que sensible...-

- Será mi sucesora, es mi creación, si menosprecias su habilidad, me menosprecias a mí como Maestro. Me estás tocando el orgullo, es como tocarme el culo.- espetó Sanemi.

- Estás distinto. - Dijo Iguro, luego de un momento de seguir observándolo. Kaburamaru, por su parte, se estiró hasta casi rozar el cuello de Sanemi.

- ¿Distinto?-

-No lo sé con seguridad. Pero hay algo... diferente.- dijo el muchacho de los ojos particulares. Kaburamaru, por su parte, siseó para coincidir con el hombre.

- Me corte el cabello.- Sonrió Sanemi, encogiéndose de hombros.

- No me tomes por idiota.- espetó Iguro.

- Te estás imaginando cosas.- contestó Sanemi, haciendo un ademán con la mano.

- No. Sé que no. Es algo en tu mirada. ¿Ya te tiraste a la chica?- Quiso saber Iguro.

- ¿Por qué Tengen y tú están pendientes de eso? - se quejó el hombre de las cicatrices.

- ¿Lo hiciste o no?- insistió el otro.

- No.-

- Vaya que eres lento...- dijo Iguro.

- ¿Realmente quieres hablar de lentitud en concretar? No eres el más indicado para decirme eso...Señor Cartas de Amor.- sonrió Sanemi, burlonamente.

Iguro le dio una mirada entrecerrando los ojos, y Kaburamaru siseó, claramente en sintonía con su dueño.

- Vete al carajo, Sanemi.-

El Pilar del Viento rió, echando la cabeza hacia atrás, satisfecho de haber ganado la pulseada. En ese momento, Saori apareció.

El Pilar de la Serpiente miró a la chica con detenimiento un momento. Era bella, si. Tenía unos potentes ojos azules y el cabello negro, largo, que llevaba siempre recogido en una cola de caballo. No se compraba con Mitsuri, por supuesto. Pero tenía que admitir que era bastante bonita... después de todo, Sanemi no tenía un pelo de tonto para elegir.

Saori notó que Obanai la miraba detenidamente, casi analizándola. Y se sintió incómoda, se acomodó el uniforme, y se rascó levemente la nuca, intentando no prestarle atención.

- Puedes irte. Pasaste.- le dijo finalmente Iguro.

Los vio alejarse, charlando animadamente. Sanemi rió de algo que ella le dijo. Claramente estaban cómodos el uno con el otro.

Y él se preguntó qué podía tener esta mujer para que su amigo estuviera tan prendado de ella.

El Pilar de la Piedra.

Cuando Saori llegó, ya había gente entrenando.

Y a decir verdad, llegó con muchas expectativas. Venía motivada por haber pasado los otros entrenamientos, por haber logrado cosas que la ponían cada vez más alta en la medición de poder.

Saori se sentía sumamente agotada y dolorida, pero en la cima del mundo. Entrenaba hasta que los músculos le vibraban y fallaban pero ese ritmo frenético la sumía en un extraño éxtasis. Y volvía a intentarlo.

Sin embargo, al llegar al entrenamiento del Pilar de la Roca, sintió como si se hundiera en un pantano.

No dijo nada, se convenció de que podía, y que solamente la estaba traicionando el cansancio. Se acopló, o eso intentó, a los demás en su entrenamiento.

Fue lo más difícil que hizo en su vida, la demanda física era monstruosa, inhumana, sobre humana, a diferencia del entrenamiento de Sanemi, el de Gyomei era agresivo en otro sentido, apuntaba a un refinamiento físico muscular que no cualquiera podría lograr.

Era, francamente, abrumador.

Estuvo allí veinte días.

Pero no logró llegar al final. Por más que se sentó en esa maldita piedra y trató, no pudo moverla ni siquiera un milímetro.

Finalmente, se disculpó con Himejima, y regresó a su casa.

Nunca antes se había sentido tan derrotada.