¡Hola! ¡Hola!
¡POR FIN! Tras unos meses sin actualizar, aquí tenéis la siguiente parte. La siguiente y la última.
En el anterior capítulo dije que no sabía si sería el último o el penúltimo. Finalmente decidí que sería el último y el más largo.
¡12K palabras! ¡12K! ¡12.000! ¡OMG!
Fácilmente podía haber dividido este capítulo en dos, ya que normalmente cada capítulo son unas 5K o 6K palabras. Pero quise terminarlo en uno solo.
Me ha costado bastante hacerlo, y aunque no tenga que hacerlo, quiero disculparme. Sé que la gente que me seguís por otros fics o historias sabéis la manía que tengo de dejar las historias a medias o sin final. Soy consciente de que debo aprender a que si empiezo un fic debo terminarlo y no embarcarme en otro sin ponerle un final.
Eso es lo que he hecho.
Hay otras 2 historias SenHaku que tengo planeadas en mente e incluso empezadas. Las empecé hace mucho tiempo, pero estos meses me he dedicado a hacer este capítulo y a la par añadir palabras a las otras historias.
¿Mal hecho? Quizás. Pero fue una buena forma de obligarme a mi misma a terminar este. Los otros me daban pequeñas ideas para continuar con este, así que... bien.
En fin, espero de verdad que os guste este capítulo, y como siempre...
¡Nos leemos abajo!
▹Capítulo 9◃
X
Faltaba tan solo un día.
En unas pocas horas se efectuaría aquella boda del que había intentado por todos los medios oponerse. En unas pocas horas su soltería desaparecería convirtiéndose así, en una mujer casada.
Sentada en la que había sido desde hacía años su cama, Kohaku se llevó las piernas al pecho y se abrazó a sí misma con el rostro claramente apenado.
- Esto es una mierda… - murmuró.
Todavía estaba disgustada por la decisión que su padre había tomado sobre ella y aún más tras descubrir que realmente no podía hacer nada para impedirlo. Sin embargo, aquello acababa de pasar a segundo plano tras lo ocurrido recientemente.
- Esto ha sido un error.
Recordó las palabras de Senku.
Había hecho todo lo necesario para que el muchacho del cual estaba enamorada y del cual pensaba que esos sentimientos eran correspondidos, al menos mínimamente, se diera cuenta de ello. Creyó que acorralándolo y expresando todo lo que pensaba, el chico abriría los ojos al fin para ver que iba a perderla.
No le importó.
Tras corresponder a los besos que ella le dio, y tras impedirle que se marchara volviendo a capturar sus labios con los suyos, Senku detuvo en seco todo ese precioso momento y con la mirada más fría que Kohaku había visto en su vida, le ordenó que se marchara de allí.
Ella no lo entendió. Intentó hablarle y decirle que no pasaba nada, que no debía temer a mostrarse interesado en ella, más lo único que recibió como respuesta fue una sádica carcajada seguido por sus tan típicas e hirientes palabras:
- Esto ha sido un pequeño impulso debido a las hormonas, leona, algo natural teniendo en cuenta que te has lanzado sobre mi miembro en busca de ello. Hubiera pasado con cualquiera. No ha sido nada especial.
No solo había jugado con ella y con sus sentimientos. La había tratado como una chica cualquiera, como una ramera, como si el único propósito de su visita fuera perder su pureza con él.
Mentiría si dijera que nunca había sido su intención, pues siempre lo había imaginado. Compartir un momento tan intimo con él era algo que había soñado cientos de veces. Estaba enamorada al fin y al cabo. Incluso en el último momento creyó de verdad que pasaría, pero esa fría mirada y esas agresivas palabras la hicieron darse cuenta de que la realidad era muy distinta.
Cuando quiso darse cuenta las lágrimas había vuelto a ella una vez más, mientras sentía como su corazón y su mano derecha ardían de dolor.
Le había abofeteado.
Senku no se inmutó, o al menos lo supo disimular. Fue entonces cuando le dedicó aquella gélida mirada seguido de esa profunda y rencorosa exigencia:
- Lárgate.
A la muchacha le hubiera encantado volver a golpearlo, sin embargo tan solo le dio un último vistazo lleno de odio y dando media vuelta, se marchó.
El camino a su hogar fue lento, pues intentaba por todos los medios detener el mar de lágrimas que ese estúpido idiota había provocado. Una vez logrado, entró al lugar y siendo observada por su padre y su hermana, declaró alto y fuerte:
- Me casaré con Ukyo.
Miles de preguntas sacudieron el repentino silencio que aquellas palabras habían ocasionado.
Kohaku no contestó a ninguna, pues su vista estaba fija en el chico peliblanco, quien todavía se encontraba en el lugar. Tenía la boca levemente abierta y su mirada mostraba un claro signo de sorpresa.
Era un buen chico, y si él era con quién iba a crear un futuro, no le molestaba tanto. Así sería y así lo haría.
Unos leves golpes captaron la atención de la chica. Parpadeando repetidas veces, Kohaku volvió al presente, y aclarándose la garganta invitó a entrar a quién estuviera tras la puerta.
La delgada figura de su hermana se hizo presente en el lugar, y solo entonces la rubia menor sintió como sus ojos ardían de nuevo.
- Ruri-nee… - pronunció con pesar.
La nombrada presintió aquello como una llamada de auxilio, así que sin pensarlo dos veces se acercó rápidamente a ella y sentándose a un lado, rodeó su cuerpo en un cálido abrazo.
Ocultando el rostro en el pecho de su hermana, Kohaku tuvo que morderse el labio con fuerza evitando así las ganas de romper a llorar. Ya había tenido bastante de lágrimas esos últimos días. No podía darse el lujo de seguir así, y mucho menos frente a quien más quería.
Inspiró con fuerza un par de veces intentando calmarse, y una vez conseguido, se apartó un poco de su lado.
Posó sus ojos sobre los de la mayor al sentir el suave tacto de su mano sobre ella. Ruri estaba contemplándola con su tan cálida y propia mirada, mientras le sonreía levemente y con dulzura, brindándole el apoyo que en esos momentos necesitaba.
Sabía que ella, tomara la decisión que tomara, jamás la juzgaría. Aun así, no pudo evitar preguntar aquello que tanto la carcomía.
- ¿He hecho bien…?
La rubia mayor soltó un pequeño suspiro. Ambas sabían la respuesta. No era lo que Kohaku quería, aunque al final hubiera aceptado. Ruri intuía que algo le había pasado a la joven para que, de un momento a otro, consintiera aquella boda, y aunque no hubieran hablado de ello, creía saber el por qué, o más bien el por quién.
Pese a eso, continuó sonriendo y respondió a su pregunta con total sinceridad.
- Creo que has hecho lo que querías hacer en esos momentos. – contestó. Y tomándole de las manos, comenzó a acariciarlas lentamente. – Te conozco, Kohaku, y sé que a veces haces las cosas por impulso, al igual que sé que si lo haces, es porque realmente quieres hacerlo. Nunca harías algo que no quisieras. Te conozco. – repitió. La rubia menor asintió en silencio. Ruri continuó. – Así que voy a decirte algo que creo que te ayudará: Hagas lo que hagas, tomes la decisión que tomes, errónea o no, si en algún momento te arrepientes, siempre podrás volver atrás.
Kohaku observó a su hermana con detenimiento, repitiendo en su cabeza esas últimas palabras. No tenía ni idea de cuanto necesitaba escuchar algo como eso hasta ahora.
¿Podría volver atrás? ¿Podría retroceder de verdad?
- Lárgate.
Esas palabras resonaron una vez más dentro de ella.
¿Qué más daba? Pudiendo o no, ya había tomado una decisión. Ukyo sería su pareja, desde mañana, hasta el día de su muerte.
Ruri vio como el rostro de su hermana había vuelto a decaerse, por lo que una vez más, la atrajo hacia ella en un abrazo mientras le daba leves caricias en la espalda.
X
No podía concentrarse. Intentó por todos los medios hacerlo, pero su mente no dejaba de rememorar una y otra vez lo sucedido hacía tan solo unas horas.
La había herido. Se habían herido, mutuamente, pero sus palabras habían sido mucho más dolorosas que cualquier cosa que ella pudiera haberle dicho o hecho. Sí, la chica le había golpeado, y bastante fuerte a decir verdad. Su mejilla todavía dolía, y sabía que mañana la tendría hinchada, si no la tenía ya, pero eso sin duda no podía compararse con lo que él le había hecho. Kohaku podría abofetearlo tantas veces como quisiera, que aun así nunca podría asemejarse al dolor que él le había causado.
Se sentía un completo desgraciado, un miserable... Pese a ese pequeño arrepentimiento, seguía repitiendo lo mismo:
- He hecho lo correcto. – susurró para sí mismo.
No sabía si aquello era para poder indultarse un poco por lo hecho, o porque realmente lo pensaba. Fuera como fuera, lo hecho, hecho estaba. Ahora debía volver a la normalidad y centrarse al cien por cien en la despetrificación.
- "Te quiero."
Senku se llevó las manos a la cabeza al escuchar la voz de Kohaku resonar en ella, mientras maldecía en voz alta.
¿Por qué demonios no podía olvidar aquel suceso? Usualmente lo haría. No tomaba en cuenta ese tipo de cosas. Sin embargo, y por mucho que lo intentara, no podía. No dejaba de rememorar una y otra vez aquel momento, no podía dejar de oír su voz, no podía dejar de recordar sus palabras, no podía dejar de sentir sus labios sobre los de él… Y eso último era lo que más le molestaba: el tacto de sus carnosos y suaves labios contra los suyos.
¿En qué momento se había vuelto así, tan… idiota?
Un largo y fuerte suspiro salió de él al sentir una leve ráfaga de aire entrar desde donde la puerta se encontraba. Con fastidio giró su rostro hacía atrás observando al recién llegado. Sabía que vendría, lo sabía, sin embargo tenía una pequeña esperanza de que no lo hiciera, de que no apareciera.
- Senku-chan. – lo escuchó saludar.
Tuvo que hacer un gran esfuerzo por no lanzarle lo primero que su mano pudiera agarra. Casualmente era un jarrón de cerámica mal hecho.
- No tengo tiempo para ti, mentalista. – habló apartando la mirada de él.
En esos momentos aquella sonrisa que siempre traía consigo, lo irritaba más que de costumbre.
- Solo venía a ver como estabas, amigo. – contestó el bicolor caminando hacia la cama y sentándose sin permiso alguno en ella. – Aunque no se te ve muy afectado.
Y allí estaba de nuevo. Senku sabía de sobra a qué se refería y las intenciones que tenía al presentarse allí. Lo conocía como la palma de su mano.
- Ahórrate tus palabras. – habló con sequedad. – No conseguirás nada.
- No sé de qué hablas, Senku-chan. – le respondió él alzando los hombros con inocencia. – Solamente quería saber que tal estabas respecto a lo ocurrido con nuestra querida Kohaku-chan.
El nombrado suspiró hastiado. Quería evitar a toda costa tener ese tipo de conversación, mucho menos con él, pero supuso desde un principio que no podría deshacerse del bicolor tan rápido como hubiera querido. Así que, girándose en su dirección tomó la decisión de expresarle lo que pensaba.
- No me importa, mentalista. – comenzó diciendo. Su rostro estaba serio, cosa que sorprendió al Asagiri. – Lo que haga la leona con su vida, no es cosa mía. Si desea casarse con el hombre sonar, adelante. No es mi problema.
Gen observó al muchacho con detenimiento. Sus palabras sonaban sinceras, más la tensión en su cuerpo demostraba lo contrario. Quiso suspirar al ver lo hipócrita que podía llegar a ser ese tonto líder, sin embargo lo único que hizo fue sonreír con normalidad.
- ¿Estás seguro de eso? – inquirió con sorna. Senku alzó una ceja desconcertado mientras se cruzaba de brazos. – Quiero decir, Kohaku-chan es alguien importante para ti, ¿verdad?
- Es mi amiga. – respondió el oji-rojo con naturalidad.
- Por eso mismo lo digo. Los amigos se preocupan unos de otros, ¿no es cierto?
¿A dónde quería llegar?
- ¿Por qué debería preocuparme? – inquirió rascándose el oído con indiferencia. – Es mayorcita para cuidarse por sí misma.
- Es lo que los amigos hacen. – repitió el bicolor. – Yo lo estoy. Preocupado digo.
- ¿Por qué lo estarías? El hombre sonar es un buen chico. La hará feliz.
Allí estaba lo que Gen quería escuchar.
- Oh, entiendo… – soltó alargando las vocales, mostrando así su clara comprensión. Todo falso, por supuesto.
Senku captó de inmediato su actitud engañosa. Pese a eso, no pudo evitar preguntar.
- ¿Qué es lo que entiendes, mentalista?
Su voz sonaba dura, apática, e incluso quizás aburrida, aun así el bicolor no apartó la sonrisa de su rostro ni un solo momento.
- Tienes miedo. – contestó ocultando los brazos bajo las mangas de su ropa, tal y como solía hacer. – No esperaba eso de ti, la verdad.
Y el que no esperó aquello fue Senku, quien parpadeó confuso ante sus palabras.
- ¿Miedo? ¿De qué demonios estás hablando? – preguntó.
El Asagiri se mantuvo en silencio observándolo con una mirada que el peliverde adivinó era burla. El tiempo pasó y su pregunta no fue respondida, por lo que su paciencia se colmó rápidamente. En cuanto quiso darse cuenta, estaba exigiéndole con cierta agresividad una inmediata contestación.
- Temes no ser suficiente para ella. – Fue lo único que señaló el bicolor.
Una vez más Senku no supo a que se refería.
- No entiendo que estás diciendo, mentalista, pero sea lo que sea, no tienes ni idea.
Podía intuirlo, podía analizarlo si quería, pero no sabía a ciencia cierta como se sentía. Ni él ni nadie.
- Entonces hay dos opciones, Senku-chan. – contestó el bicolor alzando la mano al frente. - O me lo explicas tú, o te lo explico yo. – Y mientras daba ese par de opciones, alzo tanto su dedo índice como el corazón. - ¿Qué te parece?
- ¿Qué te parece a ti si mejor te vas? – soltó el joven líder. – No tengo tiempo para estas tonterías.
Y sin esperar a que contestara, Senku le dio la espalda y continuó haciendo su trabajo. O al menos intentándolo.
- Entonces te lo explico yo. – escogió Gen. Se colocó lo más cómodamente posible sobre el colchón, y con seguridad, repitió: - Temes no ser suficiente para alguien como Kohaku-chan.
El peliverde no contestó. El bicolor sabía que estaba tratando de ignorarle y de no escuchar sus palabras, pero estaba claro que no lo lograría. Así que, aun sin ser contestado, continuó.
- Y la verdad es que entiendo tu miedo, al fin y al cabo ella es mucha mujer para ti. Es fuerte, decidida, graciosa, además de cariñosa y comprensiva. Tiene un gran corazón que no le cabe en el pecho, y no duda en querer luchar por los que ama, dejando incluso su pequeño pero existente orgullo a un lado. – explicó. Senku no se dignó a mirarlo, sin embargo y pese a su pobre intento de no prestar atención, lo hizo. Ciertamente se aburrió rápido, pues el mentalista no le estaba diciendo nada que no supiera ya. ¿Pretendía saber conocer a la leona? Ja, bobadas. No había nadie que la conociera tan bien como él, salvo ella misma. - Tú en cambio… eres un gallina.
Esto último lo hizo girar la vista entera hacia el Asagiri con clara sorpresa. ¿Qué?
- ¿Cómo dices? – inquirió con el ceño fruncido esperando que no repitiera aquello.
Sin duda alguna lo había afectado de cierta manera.
- Alguien como ella, que lo da todo por todos, y que no le importa las consecuencias de ello, no podría estar jamás con alguien como tú.
El tono de voz que estaba usando el muchacho, estaba empezando a irritar al oji-rojo.
- ¿Alguien como yo? – repitió molesto.
- Alguien como tú. – afirmó el bicolor. – Alguien… egoísta.
Esta vez Senku se alzó de su asiento y lo observó con gran seriedad. Sus manos estaban cerradas formando así, unos tensos puños.
- Estoy empezando a cansarme de tus insultos, mentalista. – declaró el peliverde, y dando un paso hacia él, soltó: - Te recomiendo que te vayas.
El bicolor no se movió. Se mantuvo quieto en el lugar observando a su compañero con detenimiento antes de soltar una leve y sarcástica carcajada.
- Y allí esta nuestro querido líder, huyendo de nuevo. – dijo. – Me decepcionas.
- No estoy huyendo de nada. – contestó Senku cerrando con más fuerza sus puños. El color de sus manos comenzaba a tornarse blanco. – Simplemente no pareces querer entender que lo que haga ella no es cosa mía.
- Lo sería si realmente te importara, tal y como dices. – provocó el Asagiri.
- Me importa.
- No, no lo haces.
- ¿Me estás llamando mentiroso?
No lo podía creer.
- Además de egoísta, ¿recuerdas?
Gen sabía que quizás se estaba pasando un poco, sin embargo no podía seguir permitiendo que el muchacho negara el tener sentimientos por la chica. No era justo para nadie.
- Cállate. – bramó Senku.
No iba a dejar que dijera lo que se le viniera en gana.
- ¿Sabes? Siempre te tuve cierto respeto, pero ahora… Me das mucha pena. – recalcó el bicolor.
- Cállate.
No tenía ni idea.
- La has lanzado a los brazos de otro solo por tu maldito orgullo.
- Cállate.
Ni puta idea.
- Eres un cobarde.
- ¡Cállate!
El silencio se hizo presente una vez el eco de aquel grito cesó. Ambos muchachos se observaron con el ceño fruncido y con la rabia corriéndoles por las venas.
El mentalista no tenía ni idea de lo complicado que era para él hacer eso. No tenía ni idea del miedo que sentía en esos momentos. No tenía ni idea del dolor con el que tenía que lidiar constantemente por hacer aquello que no quería. Y todo por querer protegerla.
- Quiero entenderte, Senku-chan. – habló Gen largos segundos después. – Pero no me lo pones fácil.
- ¿Crees que para mí lo es? – soltó el peliverde con una mueca de disgusto. – Intenté distraerme, intenté que no me afectara, intenté alegrarme e incluso darle la enhorabuena a la leona. Para cuando quise darme cuenta ella ya me odiaba. No busqué esto, mentalista. Así que no trates de echarme la culpa a mí cuando lo único que quería era seguir con mi maldita misión.
Y con esas palabras, Senku chasqueó la lengua y se sentó de nuevo en la silla aun con la vista sobre su compañero.
El bicolor suspiró. Nunca quiso echarle la culpa, no era su intención hacerlo. No era culpa suya que Kokuyo casara a su hija de un día para otro. Lo sabía. Sin embargo, era consciente de los sentimientos que el peliverde tenía por la chica, por mucho que quisiera negarlos. Es por esa misma razón que no entendía por qué no hacía nada. La boda se efectuaría, sí, pero quizás había una mínima posibilidad de evitarlo si Senku expresaba lo que sentía. Pero no, prefería callar y ser un cobarde.
- Estas cometiendo un grave error, Senku-chan. – contestó Gen. – Y si no haces algo ahora, será demasiado tarde.
- ¿Tarde para qué? - murmuró él haciéndose el que no sabe. – Ella se casará con el hombre sonar y será muy feliz. Es todo.
- ¿Lo crees de verdad? – preguntó el bicolor.
Senku no contestó, y ese silencio fue lo que Gen necesitaba como respuesta. Estaba claro. Por supuesto que no lo creía. El peliverde había escupido esas palabras con odio casi sin pensarlo.
- No será feliz, Senku-chan. – le dijo. - ¿Y sabes por qué?
Realmente no le importaba demasiado conocer el motivo, sin embargo, y antes de darse cuenta, el joven líder había preguntado:
- ¿Por qué?
- Porqué es a ti a quien quiere. – respondió el Asagiri. Un profundo suspiro escapó de los labios del oji-rojo, mostrando así, su agotamiento ante esa conversación. Sin pensarlo, Gen continuó con sus palabras antes de que su compañero pudiera decir u hacer algo. – Kohaku-chan está enamorada de ti, desde hace años, y no me equivoco al decir que sus sentimientos son recíprocos.
- No vayas por allí, mentalista. – advirtió Senku con seria mirada.
Él lo ignoró.
- Te gusta. – declaró. – La amas.
- Cállate. – exigió una vez más el joven líder poniéndose en pie. - Yo no…
- Sí, Senku-chan. Tú sí. – interrumpió el bicolor alzándose también. Admiraba a su compañero por todo lo había hecho y conseguido hasta ahora, pero comenzaba a cansarse de esa actitud tan negativa. No iba a permitirle que continuara con ello sin antes decirle todo lo que pensaba. – Estas jodidamente enamorado de ella. ¡Admítelo!
Lejos de sorprenderse por escuchar al mentalista gritar, Senku cerró los puños y alzó también la voz.
- ¡Tengo una misión que cumplir! – explicó.
Más eso no fue suficiente excusa para el bicolor.
- ¡Todos la tenemos! ¡Todos estamos en esto! – le contestó dando un paso hacia él. - ¿No te das cuenta de que ya no estás solo? No tienes que cargar con ello por ti mismo. Somos un equipo, una familia. Nos ayudamos mutuamente.
- ¡La despetrificación…!
- ¡La despetrificación no es más importante que tu felicidad! – lo interrumpió. - ¡Deja de usarlo como excusa a tu cobardía!
Nuevamente el silencio inundó el lugar. Ambos se observaron de nuevo, esta vez con cansancio.
- Hice promesas, mentalista. Hice promesas con todos. – explicó el peliverde sentándose una vez más. - Hay familias petrificadas. Hay hermanos, hijos, padres, a los que prometí que haría todo lo posible para traer de vuelta a los que querían. Todos están deseando volver a encontrarse con ellos. – soltó. – Hice promesas… No puedo defraudarlos.
Esa fue la primera vez que Gen escuchaba esas palabras, por lo que observó al muchacho con sorpresa. Sabía que Senku se había auto dictaminado como el salvador del mundo, el héroe de esa historia, el que debía liberar a la gente de sus piedras, sin embargo jamás pensó que había hecho promesas. ¿En qué momento? Era increíble. Y en cierta manera entendía su miedo, lo hacía, mas no podía evitar el no lograr empatizar con ello.
- Eres un egoísta. – Fue lo único que dijo el bicolor tras oír aquello.
No estaba siendo justo, nada justo, y él mismo lo sabía. Senku se enfadaría.
- ¡Estoy intentando no serlo! – Volvió a gritar el joven líder. - ¡Pienso en los demás!
- ¡Pues deja de hacerlo y empieza a pensar en ti! ¡Y si quieres pensar en los demás, haz el favor de incluirla a ella también!
- ¿Crees que no lo hago? Esto es lo mejor que puedo hacer por ella. – explicó una vez más.
- Lo mejor que puedes hacer es decirle cómo te sientes de una maldita vez, idiota, lo que piensas. – escupió Gen con cierto resentimiento en su voz. - Ella lo entenderá.
Y sin esperar a que su compañero respondiera, el Asagiri giró el cuerpo entero hacia la puerta y comenzó a caminar a paso lento hacia ella. Senku lo llamó, más él no se detuvo. Sin embargo, antes de abandonar el lugar, y sin mirar hacia atrás, soltó:
- Si después de tantos años siendo amigos, no eres capaz de confiar en ella, es que no te la mereces.
Y allí, en medio de la habitación, con la cabeza agachada y los pensamientos aún más confusos, se quedó el oji-rojo.
X
El día esperado por fin llegó.
A través del enorme espejo que el viejo Kaseki había creado semanas atrás, Kohaku se observó a sí misma. Observó su cabello, perfectamente peinado y sujetado con lo que Yuzuriha había llamado "lazo". Observó su rostro, ligeramente retocado con maquillaje. Observó sus pies, portando en ellos unos zapatos muy distintos a lo que estaba acostumbrada. Y por último, observó su ropa, el blanco y corto vestido que los de la era moderna le habían insistido en que usara.
Ciertamente no entendía ese empeño por sus amigos en que se viera diferente precisamente ese día.
- El día de tu boda tienes que sentirte especial y diferente. Más hermosa, si eso es posible. – le dijo Yuzuriha con emoción mientras terminaba de acomodar su cabello.
No lo entendía.
La morena intentó explicárselo, y a la conclusión a la que la rubia llegó, fue que eran tradiciones que en el antiguo mundo tenían. Sin embargo no lo comprendía por eso mismo.
Ella aceptó casarse. Momentos después le puso a su padre una condición:
- Será algo íntimo.
Y aunque su padre hubiera accedido, no parecía muy contento por ello.
Eso sí lo entendía. Al ser la hija del antiguo líder, toda la gente esperaba que la celebración fuera más grande de lo que habitualmente era para cualquier persona nacida y criada en la aldea Ishigami. Esperaban poder estar presentes y felicitar a la reciente pareja con regalos y palabras en lo que debería ser el banquete nupcial. Era una tradición que había perdurado durante siglos hasta la llegada de los primeros despetrificados.
Así que no, no había necesidad de llevar ese tipo de ropa. Era demasiado.
Dando un largo suspiro, la rubia muchacha caminó hacia la ventana de su habitación y cruzándose de brazos posó la mirada hacia el exterior.
- Hay mucha gente, ¿verdad?
La repentina voz de su hermana la sorprendió.
- Ruri-nee… - susurró tras verla entrar a la habitación y caminar con lentitud hacia donde ella estaba.
La vio detenerse unos pasos atrás antes de inspeccionarla de arriba abajo con la mirada. Tenía una enorme sonrisa en ella.
- Kohaku, estas preciosa. – le dijo antes de posar ambas manos sobre sus desnudos hombros y obligarla a dar varias vueltas sobre sí misma. – Realmente preciosa.
La menor no pudo evitar sentir sus mejillas colorarse antes de negar con la cabeza repetidas veces.
- Usar esto es ridículo. – comentó. – Todo esto es ridículo.
- ¿Entonces por qué lo haces? – inquirió Ruri mirándola fijamente. Todavía no sabía el motivo exacto por el cual su hermana accedió a eso. Necesitaba entenderlo antes de dejar que tomara una decisión de la cual se arrepentiría después. - ¿Por qué aceptaste casarte?
Kohaku la observó asombrada durante unos segundos antes de suspirar con tristeza y desviar la vista a un lado.
- Es lo que tengo que hacer. – contestó con seguridad. – Es lo que padre quiere, y… es lo que tengo que hacer. – repitió.
- ¿Desde cuándo te importa lo que padre quiere? – inquirió la mayor frunciendo el ceño.
Aquello, pese a saber que eran las palabras de su hermana, habían sonado para Kohaku como un reproche. Y eso, en cierta medida le dolió.
- Ruri-nee. – regañó levemente volviendo a posar la vista sobre ella.
Cierto era que la actitud que había tenido siempre con su padre, sobre todo esos últimos días, habían sido de desobediencia total. Entendía que para mucha gente, incluida su propia familia, ella fuera alguien rebelde e indisciplinado, más ella sabía que tenía una buena razón para actuar de esa manera. Nunca la tomaban en cuenta. Aun así, en ningún momento tuvo la intención de herir a nadie, mucho menos a su padre o a su hermana. No lo hacía adrede…
- No quiero que te sientas mal, Kohaku. – se apresuró a decir la mayor tras ver el desanimado rostro de la joven. – No lo he dicho a malas, sin embargo sabes que es cierto. Lo que ha hecho padre contigo todo este tiempo, incluso ahora, con esta tonta boda no es justo, y es totalmente normal que quieras negarte y luches lo que haga falta y más para que no logre su cometido.
A Kohaku le sorprendió aquellas palabras por parte de su hermana, pues siempre había intentado que tuviera una buena relación con su padre. Más ahora parecía estar reprochándole al hombre de manera indirecta el dolor que le había causado a la más joven.
Aun así, lejos de aplaudir aquella valentía, la rubia menor se acercó a la cama y sentándose en ella, soltó un gran suspiro.
- Me he cansado de luchar, Ruri-nee. – admitió. - No quiero seguir haciéndolo.
Aquello alertó a la sacerdotisa. Con rapidez de colocó de cuclillas frente a Kohaku y la observó con preocupación.
- ¿Por qué no? – preguntó. - ¿Qué ha pasado?
No era propio de Kohaku rendirse, mucho menos tan fácilmente.
- No hay salida. – respondió. - No tengo más opciones que esta.
- Siempre hay salida, Kohaku. – le respondió Ruri. - Te lo dije ayer, ¿recuerdas? Pase lo que pase siempre podrás volver atrás.
La nombrada con la vista puesta sobre ella asintió en silencio, y dándole una pequeña sonrisa, soltó:
- Te agradezco de verdad que estés aquí conmigo, Ruri-nee.
Ella sonrió de vuelta.
- Siempre voy a estarlo. Eres mi querida hermana pequeña, al fin y al cabo.
Kohaku soltó una pequeña risa antes de girar la vista hacia la ventana, allí donde la gente del pueblo esperaba recibirlos.
- Ukyo es un buen chico. – soltó de repente.
Ruri asintió.
- Lo es.
Y así lo creía. Era un buen chico, por no decir uno de los mejores.
- Me hará feliz. – escuchó a su hermana decir.
Su voz sonaba firme, sus palabras creíbles, sin embargo su mirada mostraba pena, tristeza, puede que incluso temor.
- Kohaku…
La nombrada giró de nuevo la cabeza en su dirección y una vez más sonrió.
- Seré feliz…
Y observando como los ojos de la menor se aguaban de nuevo, Ruri rodeó su cuerpo en un gran y confortante abrazo.
X
En el laboratorio, más allá de la aldea, se encontraba el joven líder deambulando de un lado a otro sin saber qué hacer.
Llevaba desde primera hora de la mañana allí, intentando concentrarse y avanzar con sus quehaceres.
Decidido a distraerse comenzó a hacer una de las tareas más complicadas, la cual sin duda alguna, le llevaría todo el día y parte del siguiente. Y aunque fácilmente podría haberles pedido ayuda o más bien exigirles a sus compañeros que colaboraran con ello, Senku decidió hacerlo por sí mismo. Necesitaba alejar su mente de cualquier cosa que no fuera su principal misión. Todo lo demás no importaba.
- "Ni siquiera ella." – pensó en un momento.
Fue en ese instante que toda la charla que tuvo con el mentalista el día anterior volvió a su mente distrayéndolo de nuevo. Aquello ocasionó que una de las piezas más importantes y frágiles que había se quebrara por completo. El joven la guardaba en su mano a la espera de usarla en unos momentos, pero tras el repentino pensamiento, su mano se cerró con fuerza olvidándose de ella y ocasionando así que se partiera en dos.
- Estúpido mentalista… – susurró antes de maldecir su existencia y sentarse unos momentos.
Gracias a eso su mente comenzó a recordar todo aquello que al menos el día hoy quería olvidar.
Kohaku se iba a casar, y si estaba en lo correcto, la boda se celebraría en una hora. En una hora esa tonta leona sería la mujer del hombre sonar. En una hora compartirían sus votos. En una hora se besaría. En una hora ella se mudaría. En una hora empezarían a vivir bajo el mismo techo. En más de una hora, llegada la noche, ambos recién casados compartirían la cama. Y Senku lo único que podía pensar era que tenía ese tiempo para decidir qué hacer, pues todo lo que estuviera por pasar en una hora lo odiaba.
No quería que Kohaku estuviera con Ukyo, y no porque fuera un mal chico. Él era increíble. En realidad era que no quería que estuviera con nadie, con nadie que no fuera él mismo.
Jamás pensó que se arrepentiría de no hacer algo por querer hacer algo. No dejar que la chica estuviera con él por tener una misión que cumplir, era una de las cosas más absurdas que había hecho en su vida, y ahora, un poco tarde, se daba cuenta de ello.
Más la cuestión ahí no era que al fin admitiera lo que sentía por la chica, eso aunque no había sido fácil, era una de las cosas más sencillas. Lo difícil era qué hacer con esos sentimientos. La leona iba a casarse en menos de una hora con alguien que la había tratado de maravilla, al contrario que él. Ir y detener la boda como si de una serie americana o incluso coreana se tratara, no entraba en sus planes. No iba a impedirle la felicidad.
Entonces, ¿qué podía hacer?
- "Dile lo que sientes." – recordó las palabras de su compañero bicolor.
Podría. Era la opción más sensata, sin duda alguna, pero tampoco quería aparecer en el último momento allí, frente a ella, teniendo en cuenta lo mucho que debía odiarlo en esos momentos.
¿O quizás sí?
Instintivamente su mirada se dirigió a uno de los cajones que había medio abierto en una de las cómodas del laboratorio.
¿Debía hacerlo?
- "Te quiero." – recordó las palabras de la chica.
Debía hacerlo.
Iba a hacerlo.
Con rapidez se acercó a la cómoda, abrió el cajón y sacando un objeto que había allí, salió rápidamente del lugar.
Tenía menos de una hora.
X
Una vez llegado allí Senku se quedó quieto en la entrada observando con sorpresa a la persona frente a él.
- ¿Qué haces? – preguntó alzando una de las cejas.
- Impedir que pases. – respondió el chico bicolor alzando los hombros con indiferencia.
El joven líder alzo una ceja curioso por esa respuesta. De todas las personas que esperaba encontrarse, el mentalista no entraba en sus planes.
- ¿Acaso tengo el acceso restringido? – inquirió cruzándose de brazos.
- No. – contestó Gen imitándolo.
- Entonces apártate.
Y dando un paso al frente Senku esperó que su compañero se alejara del camino, sin embargo este último no lo hizo. Gen irguió su cuerpo y observándolo fijamente avanzó un paso hacia él.
- No lo haré. – soltó el bicolor.
El peliverde alzó la cabeza para mirarlo y pese a la sonrisa que siempre traía consigo, pudo notar en su mirada cierto rencor.
- Tengo algo que hacer. – le comentó.
Senku sabía que no tenía por qué decir nada. Su intención era hablar solamente con ella, pero supuso que su compañero no lo dejaría entrar tan fácilmente. Una parte de él lo entendía, puesto que la discusión que tuvieron la noche anterior fue algo agresiva, sin embargo la otra parte le decía que no tenía por qué aguantar la actitud que el bicolor estaba teniendo en esos momentos. Ese asunto no era con él y aun así se lo estaba tomando demasiado personal para su gusto. Eso le irritaba.
- ¿Algo que hacer? – repitió el Asagiri. - ¿Algo como estropearle la boda a Kohaku?
Ese ataque fue bastante directo, mas Senku no dejó que le afectara.
- No voy a estropearle nada, mentalista. – respondió dando un largo suspiro. – Solo quiero hablar con ella.
Gen negó con la cabeza repetidas veces.
- Ya le rompiste el corazón una vez. Debes parar. – dijo.
- Solo quiero hablar con ella. – repitió el oji-rojo.
Ya había admitido en voz alta que le había hecho daño a la leona. Era totalmente consciente de ello, estaba arrepentido y por supuesto que comprendía su enfado. Aun así no iba a permitir que lo tratara como si no tuviera sentimientos. Estaba allí para arreglarlo y demostrar que sí los tenía, y él no parecía darse cuenta. Ni una oportunidad le estaba dando.
- Vas a hacerle daño. – lo escucho decir.
Quiso alzar la voz y reclamarle esa equivoca percepción que tenia de él, pero al ver su rostro se contuvo de hacerlo. Su sonrisa se había ido, su cabeza se había inclinado ligeramente hacia abajo, y su mirada mostraba decepción acompañada de un atisbo de tristeza. Estaba realmente preocupado por Kohaku, por eso mismo no podía protestarle por la actitud que había elegido adoptar hacia él teniendo en cuenta lo sucedido. No era justo.
- Es lo último que quiero. – le contestó con seriedad. – Quiero corregir lo que he hecho.
Gen lo observó desconfiado por sus palabras.
- ¿Y ya sabes lo que vas a decirle? – inquirió el joven cruzándose de brazos tal y como hacía habitualmente. – Porque de no ser así no pienso dejarte pasar.
Una vez más, el agresivo tono que había estado usando hasta ahora, volvió a él.
Senku soltó una pequeña risa a la par que posaba las manos sobre su cintura.
- ¿Acaso quieres que te lo recite?
- No estoy de broma, Senku. No quiero que Kohaku siga sufriendo solo porque tú no eres capaz de aclarar tus sentimientos y organizar tus prioridades.
El muchacho abrió aún más los ojos sorprendido. Muy pocas veces había escuchado al Asagiri llamarle tan solo por su nombre y sin el característico honorifico que siempre usaba, por eso mismo supo que realmente no estaba de bromas y que de su contestación dependía el entrar o no.
- No sufrirá, mentalista. No quiero herirla.
- ¿Entonces que haces aquí? – preguntó Gen chasqueando la lengua. – Kohaku-chan tiene la oportunidad de ser feliz con alguien más. ¿Por qué no la dejas?
Senku posó una vez más los brazos a cada lado de su cuerpo antes de avanzar otro paso hacia el chico y proclamar lo siguiente:
- Porque quiero ser yo quien la haga feliz.
Aquellas palabras junto con la firme mirada del chico sorprendieron al bicolor. Una parte de él estaba comenzando a sentirse satisfecho con lo dicho por su compañero, sin embargo sabía que aunque estuviera siendo totalmente sincero, no podía aceptarlo tan fácilmente.
- ¿Crees ser capaz? – le preguntó.
Senku asintió de inmediato.
- Si.
- ¿Significa eso que ya has aclarado lo que sientes por ella? – continuó interrogando.
- Si. – contestó el peliverde de nuevo.
Efectivamente, estaba siendo totalmente sincero.
- Bien, pues dímelo.
Senku parpadeó confuso a la par que ladeaba la cabeza sin entender.
- ¿Cómo? – inquirió.
Gen dio un paso hacia atrás apoyando su espalda contra la pared, muy cerca de la puerta, mientras se cruzaba nuevamente de brazos.
- Lo que sientes por ella. Dímelo. – soltó. Senku frunció el ceño. - Dime como planeas hacerla feliz.
- No pienso hacerlo. – contestó el joven líder. - No tengo porque decirte a ti nada.
- Si quieres pasar tendrás que hacerlo. – comentó el bicolor.
¿Cuánto tiempo llevaban con esa absurda conversación? Demasiado para el gusto de ambos. Y Senku, por su parte, estaba llegando al límite de la paciencia.
- Te lo advierto mentalista, apártate. – le dijo cerrando los puños con fuerza.
- Lo suponía. – dijo Gen. - Sigues siendo el mismo capullo engreído que no es capaz de expresar lo que siente.
- Soy muy capaz. – respondió el peliverde. - Pero no voy a decirte a ti lo que quiero decirle a ella. Será la única que escuchará mis palabras.
- Eso será si quiere. – provocó con una leve sonrisa. – Te odia, ¿recuerdas?
- No me importa. Al menos tengo que intentarlo. – respondió con calma.
- ¿Por qué ahora?
El Asagiri sabía que era debido al miedo que tenía de perderla, algo que intuía que nunca diría, por eso mismo intentaba forzarle a hacerlo.
- Mejor tarde que nunca. – contestó Senku.
Y nuevamente el bicolor avanzó un paso hacia él.
- Vas a herirla.
Senku abrió la boca dispuesto a contestarle tal y como llevaba haciendo desde hacía un largo rato, sin embargo, una repentina y femenina voz lo detuvo.
- Gen, ¿todo bien?
El nombrado giró la vista hacia un lado mientras que Senku la mantenía al frente observando a la sacerdotisa salir por la puerta del lugar.
- Ruri… - pronunció el peliverde con sorpresa.
- Oh, Senku. No imaginé que vendrías. – dijo la joven con una pequeña e incómoda sonrisa.
- No vengo a ver la boda, si es lo que tú crees. – respondió rápidamente el peliverde.
- ¿Ah, no?
- Quiere hablar con Kohaku. – soltó Gen de mala manera.
- Oh. Entiendo…
- Pero este idiota no me deja pasar. – añadió el oji-rojo posando la vista sobre el bicolor.
- ¿Es así, Gen? – preguntó Ruri con seriedad.
Él asintió.
- Le hará daño. – repitió.
- Ya he dicho que no es mi intención.
- Tus palabas no me sirven. – confrontó el mayor.
- Me estas empezando a cabrear, mentalista.
- Pues vete a casa y desaparece de mi vista.
- No voy a…
- Senku. – interrumpió la joven con firme voz.
El nombrado la observó. Estaba seria, con la mirada fija en él, y el ceño levemente fruncido.
Senku suspiró. Si con el Asagiri era complicado entrar, con Ruri lo sería aún más.
- Solo quiero hablar con ella. – respondió. - No tengo intención de hacerle más daño del que ya le he hecho.
- Al menos eres consciente de ello. – soltó Gen.
- ¿Tienes algún problema conmigo? – preguntó hastiado de esa situación.
- Tú eres mi problema.
- Tú…
- Senku. – lo llamó nuevamente la joven deteniéndolo de avanzar hacia el bicolor.
El nombrado volvió a posar la vista sobre ella.
- Por favor. Necesito decirle algo. – soltó.
Ruri lo observó. Ella sabía que no era un mal chico. Desde su llegada a la aldea las cosas habían sido mucho más fáciles para sus habitantes, y aunque siempre actuaba como alguien que explotaba a sus trabajadores, la realidad era que en ningún momento les pidió ayuda. Aquellos que lo hacían era porque creían firmemente en su propósito y en la idea de conocer un mundo que jamás habrían imaginado de no ser por él.
Senku era un buen chico, y pese a haberle hecho daño, Kohaku también lo sabía. No por nada fue la primera en creer en él.
- Bien. – dijo largos segundos después. - Te dejaré pasar solo si contestas a mi pregunta.
El Asagiri se incorporó rápidamente sorprendido por aquellas palabras.
- Ruri-chan…
Sin embargo ella lo ignoró.
- Es la única opción que te doy, Senku. – advirtió la rubia.
- Bien. ¿Qué pregunta es?
- ¿La quieres?
- Que violento… - soltó Gen con cierta burla.
Dudaba de que pudiera decirlo.
- Ruri. – advirtió el peliverde.
- Senku, ¿la quieres o no? – repitió ella.
Los segundos pasaron, el chico no contestaba, y tanto Gen como Ruri podían notar como la decepción hacia el chico volvía a ellos. Era un cobarde.
- Estoy enamorado de ella. – dijo él para sorpresa de ambos.
Ruri esperaba otra respuesta, una típica de Senku donde usaba el humor. Incluso pensó en la posibilidad de una corta respuesta. Un solo "Sí" o un "La quiero", mas no eso.
- Bien. – soltó segundos después y con una satisfecha sonrisa. - Puedes pasar.
Gen no intentó detenerlo, pues se sentía orgulloso de que finalmente el chico admitiera en voz alta aquello que siempre había intentado ocultar.
Senku les dirigió una mirada a ambos antes de asentir y avanzar hacia la puerta.
- Buena suerte… - escuchó al mentalista decir.
Él no contestó, más en su mente lo había agradecido.
- ¡¿Qué haces tú aquí!? – escuchó el peliverde nada más entrar por la puerta.
Con la vista al frente observó a Kokuyo levantarse de su típico asiento mientras caminaba con furia hacia él.
- Padre, para.
La firme voz de la sacerdotisa retumbó en las paredes del lugar. Había entrado justo detrás del muchacho siendo consciente de que el antiguo líder iba a impedirle acercarse tan siquiera un paso a su joven hija.
- Senku…
El nombrado giró la cabeza hacia un lado viendo a la leona salir de la que pensó que era su habitación con el rostro tremendamente sorprendido.
- Hablemos. – soltó en su dirección.
Kokuyo comenzó a gritar palabras en contra del chico añadiendo algún que otro insulto de por medio. Ruri caminó con rapidez hacia él deteniéndolo de avanzar. Gen se asomó por el umbral de la puerta. Ukyo, a un lado del padre de la que iba a ser su futura esposa, soltó un largo suspiro antes de sonreír hacia Kohaku, quien no pudo evitar mirarlo ante el pedido del peliverde.
- Ve. – susurró el hombre sonar.
Ella no lo escuchó pues los gritos de su padre ahogaban cualquier sonido que pudiera haber, sin embargo supo que eso fue lo que dijo. Leyó sus labios, observó su mirada y vio la dulce sonrisa que le dedicaba. La estaba apoyando.
Era un buen chico, pensó.
Y ante la demanda de su padre de que no se atreviera a moverse de allí, la joven lo ignoró y corrió hacia Senku rodeando su mano con la de él antes de salir ambos de la cabaña ante la atenta mirada de los que esperaban a la recién y feliz pareja.
- ¿Se está fugando? – escucharon decir a alguien antes de alejarse con cierta prisa del poblado.
X
- ¿Por qué has accedido a venir conmigo? – preguntó Senku una vez estuvieron lejos del lugar. – Pensé que me odiabas.
Kohaku detuvo también su andar a la par que separaba bruscamente su mano de la de él.
- ¿Qué haces aquí, Senku? – rebatió ignorando su pregunta. - ¿Por qué has venido?
Por un momento el muchacho no supo que contestar. Dentro de él quiso soltar lo primero que se le vino a la mente, lo cual era una de sus tantas frases bromistas e incluso quizás algo creídas, sin embargo al momento calló. Sabía que ahora que estaba allí y que la muchacha había aceptado estar unos momentos a solas con él, no podía darse el lujo de no pensar. De ser así quizás podría perderla y esta vez para siempre. Tenía que hacer las cosas bien desde un principio.
- Quería disculparme. – formuló con suma lentitud, temiendo quizás que la joven diera media vuelta y se alejara. – Lo que pasó ayer, lo que te dije... estuvo mal. – declaró cerrando los puños con fuerza. – Te pido perdón por ello.
Kohaku abrió la boca levemente con intención de contestar, más ningún sonido salió de ella. Realmente no esperaba que se disculpara, y mucho menos que tanto su rostro como sus ojos mostraran tal remordimiento.
- ¿Por qué? – cuestionó mostrando aún su enfado. Fue lo primero que se le vino a la mente. Un simple y monótono "por qué", ya que realmente no sabía que elección tomar: ¿aceptar o rechazar? - ¿Qué demonios te pasó ayer, Senku? – prosiguió, esperando una buena respuesta para decidir qué hacer.
Él suspiró. Ciertamente pensó que la chica le gritaría e incluso acusaría por lo ocurrido el día anterior, no que tras tratarla como la trató se mantuviera quieta y serena buscando la manera de perdonarlo. Porque sí, la conocía demasiado bien como para saber que estaba lidiando consigo misma para no golpearlo, pues ambos sabían que de hacerlo probablemente lo mataría. Su fuerza era digna de una leona.
- Fui un imbécil. – aseguró posando la vista sobre ella. Una leve sonrisa surcó sus labios al verla asentir totalmente de acuerdo. – No supe cómo gestionar lo que estaba sintiendo. Traté inútilmente de deshacerme de ello usando mi lado más mezquino, pero al ver que nada de lo que hacía servía… me desquité contigo.
- ¿Por qué? – insistió ella cruzándose de brazos. Su voz sonaba un poco más suave, cosa que él apreció de alguna manera. La joven intentaba comprenderlo. - ¿Qué estabas sintiendo como para querer alejarlo?
Y Senku supo en ese instante que esa era la señal para proceder a contarle aquello que había guardado durante tanto tiempo.
- Amor. – murmuró.
Kohaku abrió los ojos estupefacta. Sintió sus brazos caer a ambos lados de su cuerpo y fue entonces cuando notó el calor recorrerle la piel, especialmente en su rostro.
- ¿A-Amor? – musitó inquieta. Y con los labios temblorosos logró preguntar: - ¿D-De qué estás hablando?
El peliverde comenzó a rascarse la cabeza, también nervioso, a la par que observaba cualquier cosa que no fuera el rojizo rostro de la muchacha.
Era más consciente de que aquella situación iba a impedirle hablar con total libertad y sobre todo con total claridad. No era algo fácil de hacer al fin y al cabo. En esos momentos admiraba a todo aquel que aun queriendo huir, luchaban contra el miedo y la cobardía para pedirles salir a la persona que les gustaba. Taiju, por ejemplo. Pese a eso, también era consciente, nuevamente, de que no podía dar marcha atrás. Era hoy o nunca.
- Siempre he creído que la idea de estar con alguien es algo absurdo. ¿Amor? En los tiempos que corren lo único importante es la ciencia. Todo lo demás estorba. – comenzó diciendo. Kohaku hizo una mueca de disgusto ante ese pensamiento, sin embargo, antes de regañarlo por ello decidió callar y esperar a que continuara. – Siempre lo creí, y siendo sincero hasta hace poco quería que siguiera siendo así. Era todo mucho más fácil. Pero entonces apareciste tú.
Senku alzó la cabeza de nuevo para observarla. Su rostro seguía igual de rojizo que antes. Sus ojos, aunque parecía imposible, se habían abierto más por la sorpresa, y ahora tenían un brillo muy distinto al de antes. Por un momento quiso apartar la vista pues la joven estaba mirandolo muy fijamente, pero sabiendo que ya había empezado a hablar, debía continuar.
- No soy un tipo romántico, leona. No me van las cosas bonitas, el color rosa y todas esas mierdas. – aclaró. – Pero si es algo que te gusta a ti, podría de vez en cuando hacer una excepción.
Kohaku frunció levemente el ceño. ¿Qué intentaba decir? Tenía una mínima idea, de la cual no estaba cien por cien segura. Aun así…
- Lo que estás diciendo… es ilógico. – contestó ella. – No te entiendo en absoluto.
Senku suspiró.
- Te creía más espabilada, leona. – soltó él. Aquello hirió levemente a la joven quien no pudo decir nada al ser interrumpida de nuevo. – Creía que después de lo que nos ha pasado en los últimos días, serías capaz de entenderlo.
La joven cerró los puños con fuerza. Le disgustaba que el muchacho dijera aquello con tanta naturalidad.
- ¿El qué? – inquirió con un leve tono que Senku no logró captar al momento. - ¿El momento en el que me insultaste? ¿El momento en el que me humillaste? – El chico soltó un leve bufido. Ese tono era sarcasmo. Estaba regañándolo por el daño que le había hecho. Ciertamente se lo merecía. – ¿Cuál de todos esos momentos? Porque perfectamente los recuerdo y perfectamente los entiendo. Me rechazaste.
Lo hizo, sí. Fue un tonto error por su parte. Por eso mismo estaban teniendo esa conversación.
- No. No hablo de eso. – contestó. Con lentitud comenzó a caminar hacia ella bajo la atenta mirada de la joven. – Sino del acercamiento que tuvimos. El dormir en la misma cama, el abrazarnos, el besarnos… - Kohaku se sonrojó de golpe. – Incluso el momento que tuvimos el último día antes de la discusión.
Kohaku lo recordó de inmediato y por un momento sintió sus piernas temblar levemente mientas una ola de calor surcaba desde sus adentros.
Pegó un pequeño brinco al observar al muchacho llegar a ella, y sin previo aviso, cogerle de las manos con extraña delicadeza.
- No me arrepiento de lo que pasó. – explicó observándola fijamente. - No fue un impulso sexual como te dije. Fueron mis sentimientos exigiendo de una vez por todas salir a flote. – Kohaku enmudeció. La cercanía, la mirada que le deba, la leve sonrisa que le dedicaba, e incluso su sola presencia la hacían sentir pequeña y vulnerable. – Y siendo totalmente sincero, no me importaría volver a repetirlo.
La rubia muchacha abrió la boca de golpe dejando escapar un incomprensible tartamudeo. Las palabras que no había podido todavía pensar con claridad, intentaban salir de ella pese a la mala estructura de la frase.
- ¿Q-Qué demonios estás diciendo? – logró pronunciar un largo rato después.
No lo entendía. Todavía no comprendía que intentaba decirle. No podía creerlo.
Senku chasqueó la lengua, más no apartó la sonrisa de sus labios.
- ¿Me vas a obligar a decirlo? – preguntó con cierto fastidio. – Eso es cruel, leona.
La joven quiso reprocharle aquello, pero algo en ella le decía que no debía. Por eso mismo, con la duda carcomiéndole, se mantuvo quieta en el lugar y con los ojos puestos sobre él. El muchacho lo entendió.
- Bien…
Soltando un largo suspiro y dejando escapar los nervios que aún permanecían en él, Senku apretó un poco las manos de la rubia, y soltó:
- Me gustas, leona.
Por un instante tan solo el sonido de los pájaros cantando y del aire meciendo las hojas de los árboles y de la hierba bajo sus pies, fue escuchado. La chica no podía llegar a creerlo, al menos no hasta que divisó las mejillas del muchacho levemente teñidas de rojo. Fue entonces cuando pudo soltar un pequeño sonido de sorpresa.
¿Era cierto?
Senku abrió los ojos enormemente al divisar como los azulados orbes de la chica comenzaban a brillar a causa de las lágrimas que estaban por formarse en ellos.
- N-No te creo… - la escuchó decir. Un pequeño sollozo salió de ella. – Después de todo lo que dijiste… ¡No tiene lógica! ¡Idiota!
El rostro de sorpresa había cambiado de golpe a uno de enfado. Notando aun las manos del chico sujetando las suyas, dio un fuerte y rápido tirón apartándolas de golpe. Senku se sorprendió.
- ¡Eres un grandísimo idiota! – le gritó nuevamente.
El muchacho suavizó un poco la mirada a la par que asentía.
- Lo soy. – admitió.
- ¡Un imbécil!
- También lo soy.
- ¡Un maldito idiota!
- Así es.
- ¡Un…!
- ¿Ser despreciable? – inquirió el chico ganándose una furiosa mirada por parte de la joven. – Lo soy. Todo lo que estés pensando es cierto, y quizás no tengo perdón alguno. Pero quería decirte como me sentía. Ódiame si quieres. Me lo merezco, pero aun así…
- ¡Me gustas! – gritó ella interrumpiéndolo. - ¡Me gustas! ¡Me gustas! ¡Me gustas…!
Senku parpadeó confuso ante esas palabras, pues pese a las lágrimas que caían de ella, Kohaku mostraba una pequeña y tímida sonrisa.
- Me gustas… - repitió suavizando el tono de voz. – No he dejado de hacerlo incluso habiéndome tú lanzado a los brazos de otro…
- Leona… - susurró él observando cómo se limpiaba los ojos con fuerza. – Lo siento…
Ella negó rápidamente.
- Sé que dices la verdad. – aseguró ella. – No eres un mentiroso. Pero todavía no entiendo el porqué de tus palabras. ¿Por qué ahora? ¿Por qué no entonces? Hubo tiempo para ello.
Senku se rascó la cabeza nervioso. Esta otra parte de la conversación también era necesaria, y aun así lo única respuesta que se le venía a la mente era que fue simplemente un imbécil.
- Sabes como soy, leona. – comenzó. – Eres la persona que más me conoce. – Ella asintió, pues sabía sin exagerar que así era. – La petrificación es algo primordial ahora mismo. No podía dejar que nada ni nadie se interpusiera en mi trabajo.
- No iba a hacerlo, si eso te preocupaba. – contestó ella.
- Lo sé. Lo sé bien, pero en ese momento… me asusté. – declaró. Aquello sorprendió levemente a la joven, quien pese a la pregunta que rondaba por su mente y sabiendo que el chico no había terminado de hablar, decidió callar. – Hice promesas, leona. Con la poca gente que hemos despetrificado. – explicó. – Sentí que tenía un plazo muy corto para cumplir aquellas promesas. Me asusté.
Kohaku lo observó atenta. Estaba siendo sincero. Como siempre era. Su rostro desolado y los puños fuertemente cerrados, lo demostraban.
- ¿Por qué no me lo contaste? – preguntó.
Sabía la respuesta, sin embargo quería que él lo dijera. Solo así se daría cuenta de la realidad.
- No lo sé. – contestó él apartando la mirada a un lado.
La joven suspiró.
- Creíste que estabas solo en esto, ¿verdad? – inquirió sorprendiendo al chico. – Pero no era así. Y muy en el fondo lo sabías. Quisiste cargar con el trabajo tú solo, solo porque fuiste quien descubrió el líquido despetrificador.
- ¿Cómo lo has sabido? – preguntó él sintiéndose atrapado.
- Fácil. Soy la que más te conozco. – respondió ella soltando una pequeña risa. – Aunque nunca pidas ayuda siempre estoy allí viéndote, esperando el momento perfecto para acercarme. – Senku parpadeó repetidas veces antes de posar ambas manos sobre su cintura y sonreír tal y como siempre hacía. Sí. Lo había pillado. – No estás solo, Senku. Nunca lo has estado, y nunca lo estarás. No mientras yo viva.
Y lo último que el chico esperaba fue que ella, pese a seguir probablemente dolida por lo ocurrido, se abalanzara sobre él apresándolo en sus brazos.
El leve aroma que caracterizaba a la chica inundó de un segundo a otro las fosas nasales del muchacho. Una sensación extraña, muy parecida a la calma, lo guio a rodear la delgada cintura de la chica para atraerla más a él.
- Leona… - susurró contra su cabello.
La joven sintió su cuerpo estremecerse ante ese pequeño contacto que ella misma había iniciado, y supo que aun sin haber pasado un solo minuto, debía alejarse de inmediato. Aun había mucha charla por delante.
- No voy a dejarte solo, Senku. – repitió posando una mano sobre el pecho de él apartándolo un poco para poder observarlo. – Pero tampoco quiero que sabiendo eso creas que puedes tratarme como te dé la gana. – Su rostro se volvió serio una vez más. Senku pudo notar en su mirada una gran decisión a la par que cierta decepción. – No vuelvas a alejarme.
El peliverde no sabía si era una demanda o una amenaza. Fuera como fuera no tenía intención alguna de hacerlo. Ya cometió ese error una vez, error por el cual estaban allí en esos momentos. No iba a repetirlo.
- No sé cuántas veces lo he dicho, pero recalco que fui un imbécil. – soltó con una pequeña risa. Una vez más Kohaku asintió convencida de ello. – No me di cuenta de que esta carga que me había puesto, la de salvar a quienes fueron petrificados, era mucho más llevadero teniéndote a mi lado. – La vio ladear la cabeza sin comprender y sonrió por ello. – Tus constantes ánimos, tu apoyo, tu preocupación por mi salud e incluso tu sola presencia, hacen mucho más ameno todo.
- Senku…
- Así que no. No tengo intención de alejarte de mí. – proclamó alto y claro.
Kohaku lo observó perpleja. Quería alegrarse por ello. Era una especie de promesa que él le estaba dando, y conociéndolo iba a cumplirlo hasta el fin de los días. Sin embargo sentía que no era suficiente.
- Ja, soy tu mejor aliada, al fin y al cabo. – contestó girando rápidamente la cabeza a un lado y cruzándose de brazos de manera arrogante. – No hay nadie tan fuerte como yo, capaz de aguantar tus locuras y extrañezas.
Fue el turno del chico de ladear la cabeza, pues pensaba haber sido bastante claro con sus palabras. No sabía si esa respuesta era su manera de aceptarlo, o una simple contestación indicándole que no lo había comprendido. Su mirada, aun decepcionada, lo guiaron a la segunda opción.
- No, no lo hay. – aseguró él. Kohaku dirigió su vista de nuevo a él al sentir su mano siendo agarrada. – Pero no solo eres mi mejor aliada y guerrera. – añadió. – También eres una increíble persona, una buena amiga y una grandiosa compañera. Es por eso por lo que me gustas.
La joven sintió su corazón detenerse momentáneamente a la par que su respiración cesaba de golpe. Un segundo después exhaló el aire acumulado mientras pronunciaba un leve y confundido: "¿Qué?"
- ¿Qué estás diciendo? – logró pronunciar alejando su mano de la que aun la tenía sujeta. – Si es algún tipo de broma…
- No es ninguna broma, leona. – interrumpió él.
- Entonces una jugada para hacer que me quede a tu lado. – Era casi imposible. Senku no era de esa manera, pero quizás el miedo que tenía de perderla le hicieron decir aquello. – Ya he dicho que no me alejaré. No tienes que llegar tan lejos para que lo cumpla.
- Tampoco es una jugada.
El serio rostro del chico descuadraba toda idea que la joven tenía en esos momentos. Plantearse el por qué decía aquello, era difícil.
- Pues no lo entiendo. – declaró frunciendo el ceño.
Y Senku solo pudo suspirar.
- En serio, te creía más inteligente, leona. – repitió una vez más. Kohaku cerró los puños con fuerza. Aunque estuviera queriendo perdonarlo, quizás se merecía un golpe por todo lo ocasionado. Era lo mínimo. – Al fin y al cabo me estoy declarando, tal y como has hecho tú antes.
Antes de poder captar por completo aquellas palabras y analizarlas en su mente, Kohaku vio como de su bolsillo derecho el joven sacaba un pequeño objeto redondo, metálico, y lo posaba frente a ella.
- Eso es…
¿Lo que creía que era?
- Un anillo. – confirmó él leyéndole la mente. – No está cien por cien terminado. Ni siquiera tiene una forma completamente redonda, pero creo que te irá bien.
- ¿Por qué tienes un anillo? – inquirió observando el objeto, embelesada.
- Bueno… Es una larga historia, pero digamos que es culpa del grandullón y sus contantes charlas sobre el querer pedirle matrimonio a Yuzuriha. – explicó rápidamente. – En serio, es difícil hacerlo callar cuando empieza a hablar. – añadió riendo.
Kohaku no contestó, al menos no de inmediato. Senku se la quedó viendo durante unos momentos mientras mantenía una sonrisa en su rostro que cada vez se iba tornando más y más cálida.
- Anda, deja que te lo ponga. – soltó.
Y una vez más, agarró la mano izquierda de la joven y con cuidado deslizó el anillo sobre el dedo anular.
Ambos jóvenes se quedaron viendo dicho objeto uno más sorprendido que el otro. El muchacho pensó que ese era un buen momento para decir que le iba como anillo al dedo. Es decir, perfecto.
- ¿Por qué…? – la escuchó preguntar. Su mirada todavía seguía sobre el anillo. - ¿Qué…?
- ¿Aun no lo entiendes? – inquirió con gracia.
La joven se vio obligada a apartar la vista de la sortija para posarla, aun sorprendida, sobre él.
- ¿Me estás… pidiendo matrimonio?
La duda estaba presente en el tono de voz, pues todavía no podía creérselo. El día anterior él la había rechazado de la manera más cruel posible, insultándola y humillándola. Ahora, tras sacarla con desespero de su propia boda, le daba aquel pequeño y hermoso anillo.
¿De qué iba todo eso?
No lo entendía, sin embargo tampoco podía negar el cumulo de sentimientos que la hacían gritar internamente de emoción hasta el punto de querer llorar.
- No. – contestó él rápidamente.
Y Kohaku parpadeó confusa a la par que sentía sus mejillas calentarse a causa de la vergüenza.
¿Se había equivocado?
- O al menos no ahora. – añadió el muchacho. Y tal y como había hecho con anterioridad, comenzó a rascarse la nuca mostrando así su nerviosismo. La rubia sintió su corazón latir con fuerza al verlo posar fijamente y con determinación la vista sobre ella. – En el mundo moderno, en mi mundo, había muchos tipos de anillos, entre ellos el de compromiso. – explicó. – Había uno en específico que era "el anillo de promesa".
- ¿Anillo de promesa…? – repitió ella observando de nuevo el objeto en su mano.
- Es muy parecido al anillo de compromiso, sin embargo mucha gente los usaba previamente a ellos.
- ¿Por qué? ¿No es más sencillo usar el anillo de compromiso directamente? – inquirió algo avergonzada.
- Para algunas personas sí, pero para otras era una promesa que se hacían entre ambos. – contestó. – Pensé que era algo absurdo. No necesitas ningún objeto para hacer alguna promesa a alguien. – Kohaku pudo notar el leve fastidio en su voz. – Incluso me atrevo a decir que tampoco hacen falta las palabras. Si alguien quiere cumplir algo, no es necesario prometerlo, simplemente debe hacerlo.
- ¿Entonces…?
"¿Cuál era la conclusión?", se preguntaba la joven.
- Aunque me parezca algo absurdo, quiero hacerlo. – dictaminó el chico. Y aun sintiendo los nervios surgir de nuevo en él, logró decir: – Quiero hacer una promesa contigo.
La ojiazul asintió lentamente dando a entender que lo escuchaba, pues realmente tenía curiosidad por saber de qué se trataba.
- Quiero que me esperes. – respondió Senku, y de nuevo agarró la mano de la chica, sumamente asombrada, llevándosela a su propio pecho. Kohaku podía sentir los fuertes latidos del muchacho a través de su mano. – Hay mucho en juego, muchas vidas que recuperar, y no puedo dar marcha atrás, pero… tampoco quiero perderte.
- Senku…
La joven iba a responder rápidamente que no iba a perderla, pese a que recientemente estuvo a punto de hacerlo, pero antes de poder decir más que su nombre, él la interrumpió.
- Sé que es egoísta pedirte esto después de lo que ha pasado… - admitió disgustado. – Pero esta vez quiero hacer las cosas bien. Quiero expresarte cómo me siento y lo que pienso. Quiero ser totalmente sincero contigo. – Senku dio un paso al frente. – Quiero que me esperes.
Kohaku no había recibido nunca una declaración por parte de nadie. Sabía que en la aldea había chicos que se sentían atraídos por ella, sin embargo ninguno tenía la valentía suficiente para acercarse tan siquiera unos pasos hacia ella. Y aunque los tachara de ser unos cobardes, aquello la tranquilizaba.
Era muy directa con sus palabras, siempre decía lo que pensaba, pero intentando no dañar los sentimientos de aquellos con los que trataba. Rechazar a alguien era algo que le daba miedo, puesto que no sabía como proceder a ello sin herir a la persona. Porque sí. No importaba que chico se postrara frente a ella, no importaba lo que dijera, no importaba si decía unas hermosas palabras seguido de lo mucho que era amada por él, no importaba nada de lo que hiciera porque de igual manera iba a ser rechazado, pues en su corazón ya hacía tiempo que había alguien.
Sin poder evitarlo, una leve carcajada salió de ella sorprendiendo al muchacho.
- Perdón, perdón. – se disculpó de inmediato. – No me río de lo que has dicho. – aclaró. Pudo ver como el rostro del chico se relajaba manteniendo aun la duda en su mirada. – Es solo que es increíble que no te hayas dado cuenta de que llevo tiempo haciéndolo.
- ¿De qué hablas? – inquirió el joven.
- Me pides que te espere. – contestó ella. – Pero eso es algo que tenía en mente hacer desde que descubrí que lo que sentía por ti no solo era admiración, sino amor.
La cálida y repentina sonrisa que la chica dejó en su rostro junto con aquellas palabras, alteraron el corazón de Senku.
- Siempre estuve para ti. – prosiguió la joven. – Eso lo sabes. – Él asintió. – Pero no solo para serte de ayuda en tus grandiosos y peligrosos experimentos. Eso no me importaba demasiado, a decir verdad. Simplemente no podía quitar la vista de ti. Allí donde estuvieras, mi mirada te buscaba y no paraba hasta encontrarte. – declaró.
- Leona…
- "El amor es problemático." – soltó con voz grave en un intento por imitar al peliverde. Él lo notó, por lo que sin poder evitarlo, soltó una leve risa. – Eso fue lo que me dijiste al conocernos. Pensaste que me estaba declarando. Fue gracioso... – recordó con añoranza. – En ese entonces no le di importancia, pero al pasar el tiempo noté que esa frase era algo tuyo, pues de vez en cuando en conversaciones sobre el amor lo expresabas.
- Tanto Chrome como Taiju pueden ser muy pesados en esos temas. Era un intento por dejarles en claro que no me interesaba aquello. – se excusó con fastidio. – Por algún casual siempre venían a mí a pedirme consejos o hablar sobre algo que les hubiera pasado con Ruri o Yuzuriha. Era molesto.
- Eso es porque te tienen una gran confianza. – respondió ella con seguridad. – Y no solo para hablar de sus amores. Irían a pedirte consejo sobre cualquier tema, solo por ser tú. Al igual que yo. – añadió. – Te he visto trabajar, te he visto socializar, te he visto pelear, aunque seas nefasto en ello. – Lejos de enfadarse Senku asintió con una sonrisa mientras que Kohaku reía. – Te he visto haciendo cualquier cosa para lograr tu objetivo, pese a que realmente a ti no te beneficia en nada.
El joven entendía aquello último. Era un amante de la ciencia. Le gustaba hacer experimentos, le gustaba hacer pruebas, le gustaba retarse a si mismo e ir a por cosas casi imposibles de lograr, y aún más en la época en la que estaban. La despetrificación era ciencia, algo que de ser posible – y era posible – pasaría completamente a la historia. Sin embargo eso era todo. Para él era ciencia, para el resto de las personas era el poder recuperar a algún ser querido.
Senku estaba solo en el mundo. O al menos familiarmente hablando.
- Quieres hacer lo posible para ayudar al mundo. – continuó la ojiazul. – Es por eso por lo que aun sabiendo y deseando decirte como me sentía, tomé la clara decisión de esperar. – declaró. – No me importaba si eran meses o incluso años. Iba a esperarte pasara lo que pasara.
Senku sabía aquello. No con tanta claridad como ahora, pero era consciente de que la chica guardaba sentimientos por él. Nunca le dio importancia, por lo que nunca indagó en ello. Hasta ahora.
Estaba feliz.
- Te esperaré. – escuchó decir.
- Intentaré que no sea mucho tiempo. – respondió él apretando la mano de la joven, aun puesta sobre su pecho.
Ella negó.
- Siendo tú lo dudo mucho. – contestó. El rostro desencajado del chico la hizo reír. – Pero no me importa. Tengo esto. – añadió, observando el objeto que el joven le había dado. – El anillo de promesa.
- El anillo de promesa. – repitió él. – Y no solo es un recordatorio de que debes esperar por mí.
Kohaku posó la vista sobre él mientras ladeaba la cabeza e ignoraba el "debes".
- ¿Ah no?
Él negó.
- Es egoísta pedirte que me esperes sin recibir nada a cambio, ¿verdad? – preguntó de manera retorica, pues él sabía que efectivamente lo era. Ella no contestó. – Esto – el anillo – es también una promesa de mi hacia ti.
- ¿Qué promesa? – inquirió perpleja la joven.
Y sin esperárselo observó al muchacho inclinar su cuerpo hacia adelante. Sus ojos rojos, fijos en los suyos la hicieron estremecer, más el tacto de sus rasposos labios sobre los suyos evitaron que pudiera abrir tan siquiera la boca para preguntar.
El corazón del chico latía con suma rapidez. Podía notarlo por la mano que aún tenía sobre su pecho. Sin embargo estaba segura de que no le ganaba a la velocidad a la que le iba el suyo propio. Cuando comenzó a cerrar los ojos con lentitud y así poder corresponder a aquel inesperado beso, Senku se apartó obligándola a abrirlos de nuevo.
- Que soy completamente tuyo. – soltó él.
Y el calor que había adquirido por el beso, fue en aumento tras escuchar aquellas palabras. Kohaku estaba avergonzada.
El peliverde soltó una carcajada al verla parpadear con confusión mientras sus labios temblaban ligeramente sin saber bien que decir. Parecía un conejo, o un hámster.
Aquello molestó ligeramente a la rubia.
Iba a replicar que se riera de ella, mas no lo hizo. En vez de eso, habiendo por fin analizado por completo en su mente las recientes palabras del muchacho, una idea se le vino a la cabeza.
Con la mano aun en el pecho del chico, Kohaku lo cerró en un puño agarrando sin querer y al mismo tiempo queriendo, una parte de la tela de la ropa que Senku portaba.
El chico detuvo su risa y por un momento temió haber cabreado de más a la muchacha, sin embargo el miedo no llegó por completo al verla ponerse de puntillas y juntar de nuevo ambos labios.
La sorpresa llegó al notar que a diferencia del beso que él le había dado, el de ella era mucho más intenso.
Sintió a la joven tambalearse levemente, por lo que rodeó con sus brazos la cintura de la chica evitando así que cayera. Aquello solo ocasiono que la joven aprovechara el estar firmemente parada sobre sus pies, para profundizar el beso.
Con cierta demanda, deslizó la lengua sobre los labios del chico obligándolos a abrirlos para introducirla en él comenzando así, una lucha entre ambos.
El chico seguía perplejo y sin entender el porque de aquello. Más cuando los segundos pasaron, y su cuerpo y mente comenzaron a ser conscientes de la atractiva presencia de la joven, no dudó en corresponder.
El tiempo pasaba, el ambiente se caldeaba, y justo entonces, cuando Senku creyó tener el control de la situación, Kohaku se separó.
- Eres completamente mío. – repitió ella segundos después, tras haber recuperado el aire en sus pulmones. – Recuérdalo.
Y fue el turno de ella de carcajearse al ver el confuso rostro del chico. Definitivamente esa chica era una leona, y no un conejo como había pensado con anterioridad.
Senku suspiró antes de posar ambas manos sobre su propia cintura y sonreír.
- Lo haré. – contestó. – Sin embargo no me importaría que de vez en cuando vinieras a recordármelo.
Una vez más la chica se sonrojo con violencia al verlo sonreír de manera picara a la par que se acercaba peligrosamente a ella.
- ¡E-Eres un idiota! – dijo dándose media vuelta evitando la mirada del chico.
Y él rio de nuevo.
Kohaku quiso girarse de nuevo hacia él, mas a lo lejos divisó la figura de su padre corriendo hacia ellos mientras Ruri, Gen y algunos más intentaban detenerlo.
Un suspiro se escapó de sus labios. La áspera mano del chico rodeando la suya la sorprendieron. Alzó la cabeza hacia un lado y lo pudo ver observando a Kokuyo con detenimiento.
- Senku…
El chico giró la vista hacia ella y con confianza y arrogancia le sonrió.
- Me va a matar. – soltó.
Sin embargo la chica observó cómo no parecía tener ni una pizca de miedo.
- Querrá. – contestó ella. Y con una dulce mirada y sonrisa, añadió: - Pero no se lo permitiré.
- ¡Ko…ku!
La gritona voz del hombre comenzaba a llegar a sus oídos.
- ¿Vas a enfrentarte a tu padre? – preguntó el joven aun sabiendo la respuesta.
- ¡Kohaku…!
Ella asintió, y nuevamente posó la vista al frente.
- No será la primera vez que lo hago. – respondió. Pudo ver como su hermana intentaba con todas sus fuerzas detener a su padre a través del brazo que lo tenía agarrado. La mirada de Ruri se dirigió a ella y Kohaku pudo ver la desesperación. Le pedía de alguna manera que corrieran. Ella no lo hizo. Él tampoco. – Debe entender que soy yo misma quien elige quien está en mi vida. Ni él, ni Ruri, ni Gen… - Sin girar la cabeza, posó la vista sobre el oji-rojo. – Ni tan siquiera tú.
Senku soltó un bufido, muy parecido a una risa a la par que posaba la vista hacia el frente.
- Digno de la leona que conozco. – comentó, y aunque ese sobrenombre todavía no le gustaba a la chica, ella no pudo hacer más que reír.
- ¡Kohaku! – gritó su padre.
Estaba cerca.
- Deberías irte. – le propuso la joven sin mirarlo.
Él apretó la mano que aun la tenía agarrada al mismo tiempo que negaba.
- ¿Y perderme el rostro humillado de tu padre? Ni hablar. – respondió con gracia. – Esto será digno de ver.
- Ja. – se rio ella. - ¿Tanta confianza tienes? Es alguien duro de pelar, lo sabes bien.
- Lo sé. – admitió él. – Pero confío en ti.
Kohaku giró una vez mas la vista hacia él observando con sorpresa como el joven hacía lo mismo.
- Confío en ti. Confío en mí. Y confío en nosotros. – soltó.
Y aunque ella ya tenía la valentía suficiente para confrontar a su padre, aquello la llenó aún más de coraje.
- Entonces vamos allá.
Y con estas palabras ambos chicos se observaron una última vez antes de posar las vistas sobre el antiguo líder y sobre sus jóvenes amigos, dispuestos a enfrentarse a cualquiera que les impidiera estar juntos. Porque ellos sabían, que pasara lo que pasara, y viniera quien viniera, tenían una promesa que cumplir. Y lo cumplirían por encima de todo.
X
¡Fin del capítulo 9! ¡Fin de la historia!
¿Qué os ha parecido? ¿Os ha gustado?
Siento que es un buen final. Desde las primeras escenas hasta las últimas, sin embargo siento que Kohaku podía haberle hecho sufrir un poco más. He de decir que Senku, aunque hubo un momento que quise pegarle, terminó por darme pena. Es un chico complicado, mas no falto de sentimientos.
Con este capítulo me he dado cuenta de una forma de escribir que me esta gustando mucho, y es el meter frases o pensamientos en la misma frase de alguien. ¿Entendéis? No se. Siento que estoy mejorando un poco más cada día y descubriendo nuevas cosas y palabras, y me encanta ^^
De nuevo, ¿os ha gustado?
Quizás tenía que haber profundizado un poco más en la escena final contra Kokuyo. Y también me he olvidado - a posta - de Ukyo. Hubiera estado bien una escena donde los tres, Senku, Kohaku y Ukyo charlaran. Pero bueno.
Pensaba en hacer una secuela mostrando el final perfecto e incluso una escena donde, tras unos años, tras haber derrotado a los que petrificaron a la humanidad y viajado al espacio, y tal, Senku le propone matrimonio de verdad a Kohaku. ¿Qué os parecería la idea? ¿Alguna sugerencia?
No sé cuando lo subiría, de hecho no tenía intención de hacerlo, pero me está empezando a gustar la idea jajaja. Soy rara.
En fin. Espero de verdad que os haya gustado. De todo corazón ~
Sin mas que decir:
¡Nos leemos próximamente en una nueva historia!
Os adoro ~
