¡Holaaa! Su escritora favorita ya esta aquí jaja. ¡Muchas gracias a todos por sus comentarios! Me hace muy feliz que sigan la colección y disfruten de lo que escribo.
Aquí les traigo un nuevo one shot. Espero que les guste.
¡Gracias a todos por leer!
Advertencia: contenido de clasificación M
La música proveniente del salón principal aún se podía escuchar, colandose entre las paredes del despacho del Rey Kuei, como un leve retumbar de fondo, a pesar de haber cerrado la puerta tras ella.
Katara bufó. Odiaba esas fiestas.
Esa noche se llevaba a cabo el festejo del cumpleaños del rey del Reino Tierra, en el palacio real de Ba Sing Se. Cada año, el peculiar soberano invitaba al Equipo Avatar -destacando "Avatar" en la oración- a la celebración como muestra de su infinita gratitud hacia ellos por su labor de protegerlo durante la guerra.
Las extravagantes veladas incluían lujos, exquisitas comidas a montones, y la presencia infaltable de las familias mas distinguidas de la alta sociedad. Familias con hijas en edad casadera.
La morena apretó los dientes. Si, eso era lo que más destestaba de todo aquello.
Las jovencitas de su misma edad solian rodear a su atractivo novio durante aquellas reuniones, con sus rimbombantes vestidos y sus tontos ojos coquetos, en busca de tener contacto con él. Ni hablar de la presión que imponían los nobles, padres de esas niñas, para que el joven monje aceptara al menos un baile con ellas.
Sin poder soportar tener que ver a Aang obligado a danzar una pieza por cortesia con una de esas doncellas, se retiró del lugar junto a Toph.
No obstante, camino al jardin, oyó unas voces mencionar un nombre muy familiar al otro lado del muro de arbustos.
―...el Avatar Aang!
Las dos muchachas, ignorantes de que las dos Maestras se encontraban allí, continuaron hablando.
―¡Es tan guapo!―dijo una voz femenina―. Mi padre me prometió que me comprometería con él.
Katara rodó los ojos. Solia oir conversaciones así con frecuencia. Niñas de la alta nobleza jurando que se casarían con su novio, o que soñaban con hacerlo. A sus casi veinte años, la Maestra Agua ya sabia que debia restarle importancia a esas conversaciones triviales. Tenia la certeza de que jamás serian ciertas.
―¿Quieres que les pateemos el trasero?―susurró malevolamente la Bandida Ciega.
Ella sonrió. Era tentador en realidad, pero finalmente negó con la cabeza.
―No tiene importancia, Toph. Vamos.
Estaba lista para retirarse silenciosamente, cuando la conversación volvió a llamar su atención.
―¿Pero acaso él no está comprometido con esa Maestra Agua?
―¿Esa sucia campesina del sur? ―cuestionó la chica con altivez―. ¡Por supuesto que no! Esa asquerosa sureña solo lo acompaña. Es como... su esclava. Si, eso es. Además, ¿acaso la viste?―pronunció burlesca―. ¡Su rostro, su piel, su cuerpo tan vulgar! No tiene clase ni educación. El Avatar jamás tomaría a una salvaje como ella.
¡¿Qué había dicho?! ¡¿Cómo lo había llamado?! ¿"Salvaje"? Estaba acostumbrada a que la Nacion del Fuego se refiriera a la gente de las Tribus Agua de esa forma, pues esa era la propaganda que habian difundido de ellos durante la guerra. Pero por alguna razón, nunca le había enfurecido tanto como lo habia hecho en ese preciso instante.
Quizás eran las palabras que habian dicho de ella, quizás era porque hablaban de su relación con Aang, pero sin duda esta vez no lo ignoraría.
Tres pequeños golpes resonaron tras la extensa puerta, trayendola de regreso a su presente en aquella gran habitación.
Era Aang.
Ella lo había llamado. Habian establecido una señal secreta para ocasiones como esas, donde necesitaban escaparse del bullicio del público y descansar en compañia del otro.
Mientras ella atravesaba el salón, en camino al despacho donde se ocultaba ahora mismo, intercambiaron miradas y le hizo la señal acordada para que él fuera a su encuentro.
Sintiendo la emoción por la travesura que estaba a punto de realizar, abrió la puerta y lo dejó pasar.
Y cuando entró, una enorme sonrisa iluminó el rostro del joven Avatar al verla.
Katara contuvo una risita, Aang siempre reaccionaba asi cuando la veía. Aquello le enternecía, y le gustaba. La hacia sentir especial, amada, deseada.
Pero cuando parecía que el muchacho estaba a punto de pronunciar su nombre, apretó los labios y se aclaró la garganta.
―Señorita Katara―dijo galante e hizo una leve reverencia caballerosa―, no esperaba verla aquí.
Katara parpadeó un par de veces ante la acción inesperada, pero pronto entendió lo que el chico pretendía y decidió seguirle el juego.
―Avatar Aang―lo saludó con elegancia femenina―. Solo buscaba tomar un poco de aire, lejos de la multitud―explicó―. Por lo que veo, usted ha decidido hacer lo mismo.
Aang asintió. Juntó las manos detras de su espalda y dio un paso hacia adelante.
―¿Su hermano se encuentra aquí? No lo veo por ningún lado―señaló él, alzando una ceja.
―Me temo que no. Él se ha quedado en el salón de baile, probablemente devorando todo lo que hay a su disposición―respondió―. He venido hasta aquí sola.
Aang enredó sus dedos delicadamente alrededor de la mano de la Maestra Agua, y tiró de ella con suavidad hacia él.
―Una dama como usted no debería andar por ahí sola―advirtió en un susurro ronco, provocando que una corriente electrica recorriera el cuerpo entero de la chica―. Es demasiado peligroso.
―¿Ah sí?―logró formular, su lengua pesandole por los nervios al sentir las mejillas arder en el momento en el que él depositó un casto beso sobre su dorso― ¿Por qué sería peligroso?
―Alguien podría intentar sobrepasarse―la tomó de la barbilla con cuidado y amenazó con pegar sus labios en su mejilla―. Intentar besarla sin su permiso.
Katara arqueó una ceja.
―¿Así como usted cuando me besó durante la Invasión a la Nación del Fuego?―cuestionó, divertida―. ¿O aquella vez que descaradamente me robó un beso en el balcón del teatro de la Isla Ember?―continuó―. A mi parecer, el verdadero peligro es usted.
Aang no pudo evitar soltar una carcajada ante el comentario mordaz de su novia y ella también rió suavamente.
―Es verdad, me declaro culpable― admitió, pasandole una mano por la cintura y pegándola indecorosamente a él―. Pero tu tampoco eres del todo inocente, amorcito.
―¿No?―ella fingió inocencia, colocando sus manos sobre los hombros del muchacho―. Y digame, ¿cuál fue mi delito?
―Primero, haberme robado el corazón―susurró el Avatar y Katara tembló en anticipación al sentir su tibio aliento cosquilleandole tentadoramente sobre la piel del cuello―. Y después―Aang volvió hacia la altura de su rostro y le rozó tortuosamente los labios, tentandola con vileza, pero no la besó―, haberme llamado hasta aquí para estar solos.
―Espíritus, Aang, ya besáme―y antes de que el muchacho pudiese protestar, la Maestra Agua presionó su boca con la de él.
Aang gimió pero no se resistió. En cambio, tomó el rostro de la chica con una mano y envolvió la cintura femenina con la otra. Katara cerró los ojos y se permitió disfrutar de aquel exquisito dulce manjar que eran los labios de Aang.
Se apartaron brevemente en busca de oxigeno, mas el muchacho casi no le dio tiempo de respirar cuando su boca volvió a descender y capturó la de ella en un beso hambriento y abrasador.
Katara abrió levemente los labios en sorpresa, y la lengua del muchacho aprovechó para entrar en su caliente interior. La lengua de Aang era cálida, humeda y resbalosa. Ella gimió ante la placentera sensación de acariciarla con la suya.
El fuego ardiente envolvió las entrañas de Katara, quemandola por dentro, haciendola arder de deseo. Tui y La, lo necesitaba, necesitaba que Aang la tocara.
Y sabía que él sentia lo mismo.
―Katara...― la forma en la que él pronunció su nombre con la voz entrecortada por la lujuria, hundiendo el rostro en el cuello de la chica y depositando húmedos besos hasta donde la tela del kimono que ella llevaba le permitía, fue suficiente confirmación. Un jadeo escapó la garganta de Katara cuando Aang puso sus manos en su espalda y la atrajo bruscamente contra su erección―. No sé cómo podré soportar hasta que la fiesta termine.
―Hagamoslo ahora―sugirió ella con la respiración acelerada.
―¿Aquí?―preguntó el chico y puso una mirada confundida. Observó alrededor, analizando el lugar.
Katara sonrió divertida, él realmente lo estaba considerando. Antes ya habian tenido encuentros clandestinos, habian hecho el amor en lugares como algún rincón oculto de los Templos Aire durante sus viajes o en los cuartos-armarios donde guardaban el lino y seda en el Palacio de la Nación del Fuego; pero nunca lo habían hecho en un sitio tan grande como aquel, tan público y tan prohibido, el despacho de un rey.
Además, aquellas circunstancias eran perfectas para su plan.
―Por favor, Aang―suplicó ella, con voz dulce y aterciopelada, repleta de necesidad por él―, te necesito dentro de mi.
Aquello fue suficiente para Aang perdiera la cordura.
El joven Avatar reclamó una vez más los labios de Katara. Los besos de Aang se volvieron desesperados, voraces e insaciables, tomaban todo lo que tenian y luego pedian aún más. La Maestra Agua siguió el ritmo con la misma pasión, enredando sus dedos detrás de la nuca del chico.
Y de repente, sus pies dejaron de tocar el suelo. Sin romper la unión de sus labios, Aang la tomó repentinamente por debajo de los muslos, y de un impulso la alzó entre sus brazos. Katara liberó un gritillo de sorpresa sin separarse de él, y atinó a sujetarse de los masculinos hombros del chico y rodear su cintura con las piernas.
Aang la cargó hasta el enorme escritorio que habia en la habitación y la obligó a sentarse allí. Empezó a descender, dejando marcas humedas por la mandibula y cuello de Katara, mientras con habiles y experimentados dedos desató los multiples nudos del kimono de la chica, y con ello, puso las manos en sus rodillas para separarlas y hacerse un espacio entre ellas.
Sin embargo, cuando abrió el vestido de su amada, se encontró con más odiosos obstaculos: los nudos de las ataduras de su ropa interior.
El muchacho frunció el ceño y dibujó una mueca en, lo que la chica consideraba, un adorable puchero. Katara liberó una risita.
―¿De qué te ries? ¿Te parece divertido complicarme la tarea de desvestirte?―protestó él.
―Oh, lo lamento, ¿esto es demasiado para usted, Avatar Aang?―lo retó la morena―. No se sienta mal, por favor. Comprendo si es una tarea muy dificil y complicada para su nivel.
El chico elevó una ceja y le sonrió desafiante.
―¿Ah, te burlas?―Katara no pudo evitar reir otra vez―. Bien, tu te lo buscaste, amorcito.
Y entonces, de un tirón destrozó las ataduras superiores y luego las inferiores. Katara chilló ante el frío aire que acarició repentinamente sus pezones y el gélido marmol presionando contra su intimidad, la cual para ese punto se encontraba vergonzosamente húmeda.
Y antes de que ella pudiese siquiera pensar en enunciar palabra, el aliento abandonó sus pulmones en el instante en el que Aang se metió el seno derecho a la boca y estrujó el seno zquierdo.
La espalda de Katara se arqueó hacia delante por instinto, en busca de afianzar aquel placentero contacto. Él pasó a cerrar sus labios alrededor de pezón izquierdo para darle la atención que reclamaba, y atormentó el primero entre sus dedos hasta que fue doloroso para la muchacha, arrebatandole gemidos audibles.
La llama en su vientre bajo estaba ardiendo, la consumia por completo. Las caricias aterciopeladas del chico recorriendo sus muslos, subiendo y bajando, acariciandola con vehemencia y el inmenso amor que sentía por él acelerando sus latidos, inundando su pecho de tibieza.
Se estaba fundiendo. Espíritus, se estaba fundiendo por él. Lo deseaba, anhelaba querer tomar todo de ese muchacho, beber su cuerpo, y que él la poseyera entera.
Las delicadas manos de la muchacha se colaron habilmente entre la prenda superior, abriendose camino y pasando por cada rincón de la espalda masculina, pecho y abdomen que ella podia alcanzar, hasta que llegó al borde del pantalón.
Katara dio un par de tirones hasta que finalmente pudo desatar el estorboso nudo del cinturón y envolvió sus finos dedos alrededor del miembro del muchacho sacandolo de la prenda. Subió y bajo la mano, y presionó sobre la punta. El chico se retorció y gruñó deliciosamente contra su piel, resonando contra su pecho.
Entonces, Aang detuvo su tormento. Se apartó de ella y la tomó de las caderas. La atrajo bruscamente hacia el borde de la mesa.
―Acuéstate―le ordenó con voz ronca y autoritaria.
Katara se tensó pero obedeció de inmediato. Se dejo caer y apoyo su espalda encima del escritorio. Aún llevaba puesto el kimono sobre sus brazos, la tela sirviendole de suave refugio contra la dura superficie y sus largos rizos alborotados y sueltos.
Aang nunca le habia hablado de esa forma, tan imperativa y estricta. La hizo sentir como una niña pequeña y asustada, pero de una manera que desconocía. Le gustó. Aquello solo la hizo mojarse aun más, sus jugos goteando de su centro sobre el ostentoso marmol bajo de ella.
El chico se posicionó en la cálida entrada de la morena antes de subirse a ella, y dio la primera embestida. Katara gimoteó a medida que Aang aumentaba el ritmo de sus penetraciones.
Ella tuvo la necesidad de sostenerse de los hombros del chico. Presionó sus manos contra su espalda, porque de otro modo sentía que se desvanecería. Cada embestida era mas fuerte, mas profunda, mas placentera que la anterior.
De pronto, oyó algo. Pequeños pasos, opacados por el húmedo e indecoroso sonido de su unión. La puerta se abrió levemente, revelando así a una jovencita.
Katara sonrió sin poder evitarlo al reconocerla.
Era aquella doncella que había hablado mal de ella. Aquella que la había insultado.
La Maestra Agua habia ideado un plan para darle una lección a esa chica altanera. Después de indicarle a Toph que la encontrara y le diera el falso mensaje de que "El Avatar Aang deseaba enormemente verla a solas en los despachos privados del Rey", llamó al Maestro Aire para tener uno de sus amorosos encuentros.
Sabiendo que esa invitación, extremadamente tentadora para aquella chica, era imposible de rechazar, Katara aguardaría por ella para obligarla a ser testigo del inmenso amor que se tenian el Maestro Aire y ella.
La expresión de horror y desilusión de la muchacha solo aumentó la lujuria de Katara. La Maestra Agua abrazó con mas fuerza al chico, aprisionandolo contra su cuerpo, fingiendo que no había visto a la chica.
¿La había llamado salvaje? Le mostraría cuán salvaje podia ser.
―Espíritus, Katara... te amo tanto―gimió Aang contra su seno sin detener las estocadas―. Eres tan hermosa...
La chica perteneciente a la alta nobleza se llevó la mano a la boca, en busca de contener el llanto, y se echó a correr lejos de allí, incapaz de seguir soportando presenciar tal desgarradora escena.
Por un momento, Katara se sintió terriblemente culpable, pero en el momento en el que Aang presionó en circulos aquel botón de nervios oculto entre sus piernas, olvidó cualquier remordimiento que podría guardar.
El climax la alcanzó en una intensa oleada de placer. Su cuerpo se tensó, sus piernas temblaron y sus uñas se clavaron en la piel del Avatar.
Aang comenzó a bajar despacio el son de sus embestidas hasta detenerse. La respiración agitada de ambos contrastaba contra el sonido de la música entrando por la pequeña rendija de la puerta abierta.
―¿Por qué te detuviste?―preguntó ella con un hilillo de voz. Las mejillas de color chocolate, sonrosadas, sus orbes azules como zafiros nublados por la lujuria―. No... has acabado aún.
―Lo sé―concordó Aang y depositó un ardiente beso en el hueso de la cadera de la muchacha―, pero, ¿no te parece que fuiste un poco cruel con esa chica?
Katara se petrificó.
Él lo sabía, sabía lo que había hecho.
Las mejillas se le colorearon con intensidad, solo que esta vez debido a la vergüenza de una niña siendo descubierta y regañada.
―Y-yo...―musitó, sin saber que decir. Los nervios comenzaron a inundarla. ¿Cómo se había enterado? ¿Qué pensaría Aang de ella? ¿Estaría decepcionado? ¿Se enojaría con ella?
―No estoy enojado contigo―aclaró, como si le hubiera estado leyendo el pensamiento, y le dedicó una sonrisa tranquilizadora. Katara esbozó una pequeña sonrisa aliviada. ¿Acaso había sido muy obvia? ―, solo quiero saber por qué lo hiciste.
―¿Cómo supiste de mi plan?―preguntó ella en cambio.
La expresión de Aang reflejó con claridad que la cuestionaba por haber cambiado de tema y no responder a su pregunta, pero no se quejó de ello.
―¿Si recuerdas que Toph me entrenó, verdad?―dijo, con una sonrisa ladeada―. Pude sentir que estaba allí, siempre estoy alerta por si alguien viene.
―Pudiste haber parado, o haber bloqueado la puerta con Tierra Control en ese caso―lo acusó, con los ojos entrecerrados.
La cara del muchacho era un poema. ¿Cómo es que ahora él se habia vuelto el culpable de toda esa situación?
―Fue dificil apartarme. Cuando quise hacerlo, tu me abrazaste y no me dejaste―refutó el Avatar―. Me di cuenta de que sabias que ella estaba ahí y aun así no querias que me detuviera.
Entonces, Katara cayó en el entendimiento.
―Lo disfrutaste.
Esta vez fue el turno del Avatar de teñirse de carmín. Lo había atrapado.
―Lo admito―murmuró en voz baja, incapaz de sostenerle la mirada a la Maestra Agua―. Confieso que me gustó que vieran cómo te hacía mía―susurró como un niño pequeño y avergonzado.
Aquella revelación hizo que algo en el interior de Katara explotara. Una calidez invadió su pecho y cosquilleó su estómago, su corazón bombeó con mas fuerza. Colocó suavemente sus manos en ambas mejillas rojas del chico, y lo incitó a que la mirara.
―A mi también me gustó, cariño―confesó, y Aang le sonrió con timidez. Sus labios se encontraron en un beso fugaz.
―Entonces...―continuó el Avatar―, ¿puedo saber por qué decidiste hacer esto?
Katara se sonrojó por la pena.
―Y-yo... quería darle una lección―admitió avergonzada―. Dijo cosas horribles de ti y de mi... Me llamó esclava y salvaje.
Katara notó cómo el ceño se Aang se arrugó de rabia e indignación. Ella sabía que él odiaba que la llamaran así. Durante la guerra, el joven monje habia tenido que soportar la discriminación y oir los mas asquerosos insultos hacia su cultura y su pueblo, producto de la propaganda que inició Sozin, pero ninguno le molestaba más que los que emitian contra los de la Tribu Agua. Detestaba cómo hablaban sobre ella.
―Katara―la llamó con voz firme―. Te amo más que a mi vida―declaró―, lo entiendes, ¿verdad?
El corazón le revoloteó en el pecho y solo atinó a asentir.
―Si―logró balbucear.
Aang suspiró satisfecho.
―Ahora, ¿qué haremos con esa chica?―dudó―. Los rumores comenzaran a circular. Sabes que no me importa, de todos modos ya tenia planeado que nos casemos―Katara se llevó los dedos al nuevo collar de compromiso que colgaba de su cuello―, pero, tu reputación... no me gusta la idea de que digan cosas horribles de ti.
―No le dirá nadie―le aseguró la Maestra Agua―. Si lo hace,tendría que explicar por qué deambulaba sola sin chaperón por el Palacio―el joven Avatar pensó que eso había sido muy inteligente y astuto. Luego de una pausa, ella tragó saliva y agarró valor―... Estuvo mal lo que hice, ¿no?―musitó en voz baja―. ¿Seguro que no estás molesto conmigo? Te usé... hice que fueras parte de esto sin ni siquiera consultarte.
Los labios de Aang volvieron a tensarse en una sonrisa.
―Estuvo mal lo que hiciste, si, y ya te lo dije: no estoy molesto contigo―dijo y reclamó su boca en un beso de fuego―. Sin embargo...
De repente, en menos de un segundo, Aang se retiró de su interior. Katara no tuvo tiempo de gemir por la agradable sensación de roce, cuando el joven monje la tomó entre sus brazos y de un movimiento, la giró, colocandola boca abajo sobre el mismo escritorio.
La muchacha se estremeció entera al sentir la dureza del material y sus pesados pechos siendo aplastados contra la superficie.
―¿Aang?―lo llamó, titubeante. Jamás habian hecho algo así, siempre podian prever los movimientos del otro, siempre avisaban antes de probar algo nuevo.
Entonces, escuchó la puerta cerrarse por completo de un golpe y la roca moverse, probablemente producto del control elemental de Aang. Había bloqueado la entrada.
Las escurridizas manos del muchacho se colaron bajo la tela y le subió el kimono hasta por encima de la cintura, revelando así su redondo y rechoncho trasero a él.
Katara se retorció en respuesta al sentirse tan expuesta y quiso levantarse, pero Aang le aprisionó con gran destreza ambas muñecas con una mano, y las sujetó detras de la espalda femenina. Y entonces, le dio una nalgada.
Katara chilló ante la sensación ardiente que quedó inmediatamente después de que la palma del Avatar abandonara su piel, dejando en ella una marca rojiza, prueba evidente de que él habia estado allí.
―Eso no quita que fuiste una chica mala, ¿estas de acuerdo?―Aang volvió a estrellar su palma contra el glúteo de la morena, haciendolo rebotar deliciosamente y robandole asi exquisitos lloriqueos de placer a la muchacha. Luego, una, y otra y otra vez―. Y las chicas malas deben ser castigadas.
Colocó su pene en el ya nuevamente húmedo sexo de la chica y la embistió de un golpe.
―¡Aang!―gimió ella, sin poder contenerse ante la placentera tortura.
El Avatar comenzó una vez mas aquel intoxicante y adictivo ritmo primitivo.
Respuestas:
Mitzka Avatar: ¡Holaa! Gracias infinitas por tus palabras, me alegro que te haya divertido! Oh, no, no, mi idioma natal es el español, solo que respondí a un comentario que estaba en inglés en el one shot anterior, en ese idioma :) Espero que disfrutes de este cap también!
Shojoranko: omg, muchas graciaaas! Ame tu comentario jiji Pronto estaré actualizando mas caps :)
Invitado: ¡Oh, que bueno que te gustó! Realmente soy nueva aún en este tipo de contenido maduro, asi que no estaba tan segura al escribirlo. Espero que este one shot tambien sea de tu agrado uwu
