No sabía él por qué de su decisión. Algo característico en él, actuar primero y luego pensar, clásico de un Gryffindor. Suspiró pesadamente, su garganta se contrajo dolorosamente en un nudo, amenazando con soltarse a llorar. Tenía dos semanas sin poner un pie en su casa, aquella qué junto a su esposo habían construido llena de amor, ahora parecía un hogar solitario y falto de vida, algo qué ambos juraron, jamás pasaría. Le dolía enormemente.

Dio pequeños pasos adentrándose aún más en la casa, y sin pedirlo, aquel amargo recuerdo inundó su ser, la última vez qué estuvo ahí fue cuando se dio cuenta qué Draco no estaba más, y recordarlo fue algo muy doloroso para él.

Caminó por la planta baja, todo estaba en penumbras, ni siquiera se molestó en encender los faros de luz. Recorrió el salón dónde se encontraba la chimenea, pasó por la puerta de la cocina y uno de los baños hasta llegar a la terraza qué ahora estaba cubierta de nieve, salió sin importarle el frío, a esas alturas de su vida nada le importaba.

Sin embargo el frío le hizo tiritar, obligándole a conjurar un hechizo calefactor qué le envolvió cálidamente y a su vez fue deshaciendo la nieve. Cuando uno de los sofás pudo ser usado tomó asiento, Harry se tomó unos segundos para observar a su alrededor, la imagen sería hermosa si no tuviera destrozado el corazón, la nieve caía con lentitud en el jardín trasero, a excepción en dónde Harry se encontraba en ese momento. Suspiró agobiado y observó junto a él la mesa dónde yacían las flores ahora marchitas, tal y cómo él se sentía. A un costado del florero se encontraba el libro de pociones qué Draco hacía tan sólo un mes había leído. A veces creía estar viviendo otra vida, una dónde él y su marido jamás estuvieron juntos, qué todo había sido producto de su imaginación, de tan sólo pensarlo se le cerraba la garganta y sus ojos amenazaban con soltar lágrimas qué hasta ese momento se había esforzado en retener, sin embargo no logró hacerlo pues se vio a sí mismo llorando tan doloroso qué ni siquiera se dio cuenta cuando tomó el libro y lo abrazó contra su pecho.

El pueblo era lindo a su punto de vista, no el mejor pero se veía cálido y hogareño así cómo todas las casas. Además, presentía que era un lugar dónde difícilmente alguien lo buscaría, tal vez por ello su corazonada, ahí debía revisar ese dichoso papel. Draco continuó caminando por las calles llenas de nieve, llevaba uno de sus tantos abrigos negros, bufanda y guantes qué lo protegían del frío.

De pronto, detuvo su caminata pues una de aquellas casitas llamó su atención, de primera instancia le dio la impresión de qué ya la conocía, tal vez alguien cercano a la habitaba, por lo qué decidió acercarse, al estar a menos de un metro de la cerca principal le pareció mucho más familiar. —Sí, definitivamente conozco esta casa— se dijo así mismo. Draco se abrió paso en la cerca y su pequeño jardín qué ahora era cubierto de nieve, además se percató qué para ser una casa elegante y bonita se veía solitaria pues no había ni un rayo de luz iluminando el oscuro interior, sin embargo su curiosidad fue la qué le animó a acercarse más y ver a través de la ventana, pero su visión seguía siendo la misma; nada. Pasó por su mente irse de ahí pero algo le decía qué debía entrar, así qué tomó la manija de la puerta qué sin problema se abrió para él lo cual le extrañó pues hasta dónde sabía, ninguna casa a menos qué fuera suya se abría con esa facilidad, sobre todo siendo mágica, ¿Acaso era otra cosa de las qué estaban extintas en su memoria? muy probablemente.

Draco dio suaves y pequeños pasos por la entrada principal una vez cerrada la puerta. Estar ahí le dio un escalofrío por toda la columna vertebral y un vuelco en el corazón, presentía qué sí, ya había estado ahí antes pero lo qué le extrañó más después de murmurar un lumus a su varita debido a qué la casa estaba en penumbras, qué fácilmente él podía haber estado viviendo ahí, pues había cosas qué eran muy su estilo y qué sin duda alguna elegiría para adornar su casa, a diferencia de la mansión qué todo había sido puesto en cada rincón sin contar su opinión.

En un punto del pasillo junto a las escaleras qué daban a un segundo piso, una gran cantidad de luz le recibió, murmuró un nox antes de guardar su varita en el interior de su abrigo, caminó hasta el lugar qué rápidamente identificó cómo un jardín, sólo qué cubierto de nieve, sin embargo pudo darse cuenta qué había una parte qué no estaba cubierta por esta, y mucho menos estaba sólo. Un chico a quién no logró identificar lloraba tan amargamente qué su corazón se rompió, este tenía la cabeza agachada y se aferraba a un libro qué se le hizo familiar. De pronto cómo si todo en su cabeza tomara sentido, se vio así mismo en ese lugar tiempo atrás cuando el otoño reinaba el jardín leyendo ese libro y poco después el mismo chico qué lloraba se acercaba a él y lo besaba, cómo jamás había besado a nadie, ni siquiera a Astoria, lo qué le llevó atar cabos… era él, él chico qué sus amigos mencionaron en su primera visita a la mansión después de la mudanza, Harry… Harry Potter, su esposo.


Harry, absorto en sus pensamientos y concentrado en llorar, no se dio cuenta cuando la puerta se abrió y qué alguien entró por ella.

—Harry —aquella voz sonó cómo un murmullo muy bajo qué el nombrado no escuchó pues su llanto era mucho más fuerte—. Harry —esta vez sí logró su objetivo.

Harry detuvo su llanto un momento y frunció el ceño para luego negar con la cabeza, eso era prácticamente imposible, se estaba volviendo loco, era un hecho, se levantó dispuesto a dejar el libro e irse cuando al alzar la mirada se encontró de frente a nada más y nada menos que su esposo, Draco Malfoy.

Harry intentó decir algo pero nada salía de él, ni siquiera un suspiro, Draco se alarmó y se preguntó si el chico todavía respiraba así qué a paso lento se acercó hasta quedar pocos centímetros separados. Lo observó durante largos segundos, dándose cuenta qué su rostro le era mucho más familiar de lo que pensó, aquellos ojos de un verde brillante creyó haberlos visto en alguna parte pero en ese momento no recordaba dónde, una mirada así de bonita estaba posada sobre él.

Harry pareció salir de su transe, sus ojos se cristalizaron de nuevo al mismo tiempo qué volvía a respirar con normalidad, con lentitud levantó ambas manos dirigiéndolas hasta los brazos del chico qué muy despacio comenzó a tocar, casi con miedo de qué fuera sólo una ilusión óptica suya y se fuera desvanecer cómo polvo.

Afortunadamente no sucedió, Draco se sentía real, tanto, cómo su dulce aroma inundaba sus fosas nasales, le tocó con más firmeza recorriendo sus brazos hasta llegar a los hombros y una vez seguro qué no fuera a desaparecer le miró y lentamente aquellas lágrimas acumuladas en sus ojos, fueron resbalando por sus mejillas sonrojadas, su labio inferior temblaba, incluso más cuando en un impulso chocó sus labios contra los de Draco. El rubio apenas y se movió cuando sintió la calidez de la boca contraria, vio al chico de anteojos cerrar los ojos tan apretados qué su corazón se rompió, casi podía sentir su temor a qué fuera a desaparecer, pero él no pensaba ir a ningún lado, ni ahora ni nunca, así qué decidido y ocultando todos esos pensamientos de las últimas semanas cerró los ojos dejándose llevar no sólo por el beso, si no lo qué Harry provocaba en él.

Aquel beso fue subiendo de tono sin darse cuenta, Draco sostenía con firmeza la cintura de Harry, mientras qué este último le tomaba fuertemente de la espalda, pegándole más a él, en un punto el aire les faltó y se apartaron aún con los ojos cerrados pero sus frentes juntas.

—¿Eres real? —murmuró Harry tan bajo qué Draco apenas logró escucharlo.

—Soy real —respondió de la misma forma.

Ninguno dijo una palabra más y volvieron a besarse tan intensamente qué sus dientes chocaron un par de veces y sus labios fueron mordidos con fuerza. El rubio sin soltarlo comenzó a guiarlo dentro de la casa en busca de un lugar dónde aquel amor qué sentía fuera consumido, así qué a tropezones subieron las escaleras, el lugar todavía se encontraba en penumbras y ninguno se molestó en iluminarlo. Al estar frente a la puerta de una habitación qué por puro instinto Draco abrió entraron, era su antigua habitación, pero ninguno tomó ese detalle en cuenta, lo importante ahora era entregarse al amor.

El más alto colocó al más bajo sobre el colchón de la cama, sus respiraciones agitadas era lo único qué se escuchaba, el rubio dejó sus labios para comenzar un camino de besos por su cuello, mientras que Harry jadeaba y se dejaba llevar por el momento tan maravilloso, no entendía cómo eso era posible pero lo quería disfrutar al máximo, ya cuando tuviera racionalidad lo analizaría, además no estaba cometiendo un delito, era su esposo al final de cuentas.

Aquellos besos y mordidas dejaron marcas rojas en el cuello de Harry quién observó a Draco antes de quitarle el estorboso abrigo negro que llevaba, seguido de otro suéter, los guantes y una camisa, dentro de la habitación la temperatura estaba lo suficientemente elevada cómo para requerir alguna prenda, el rubio le facilitó el trabajo dándole espacio y ayudándole a quitar cada prenda, al tener el torso descubierto y a Draco de rodillas en la cama, Harry se enderezó y pasó con delicadeza las yemas de los dedos sobre el blanquecino abdomen para segundos después tocar la suave piel de su esposo con sus labios, dejando pequeños besos húmedos por doquier, Draco le miró maravillado, cómo si de una obra de arte se tratase, posó sus manos en su desastroso cabello y repartió suaves caricias en su cuero cabelludo, el chico se estremeció y se esforzó más en su recorrido por el abdomen del rubio con sus labios, cuando llegó a sus pectorales les dio atención a los pezones qué lentamente tomaron firmeza y causándole varios gemidos al rubio.

Cuando Harry se apartó Draco le tomó por las mejillas y junto sus labios en un ansiado beso, qué poco a poco se tornó en uno atrevido y necesitado pues el rubio se comenzó a restregar contra el azabache, comenzando a gemir en los labios contrarios, obligándoles a quitar el resto de sus ropas, en el caso del rubio se apartó de Harry para quitar sus pantalones de mezclilla azul y su bóxer negro, así cómo sus calcetines y tenis. Él por su parte decidió qué sería una buena vista si le veía así mismo quitarse el restante de ropa y confirmó lo pensado pues el chico en la cama se mordía el labio mientras se desnudaba, cuando estuvo listo volvió a la cama con él y le besó tan feroz y hambriento qué le obligó a Harry pegar su espalda desnuda contra el colchón. Draco se restregó ahora sin ropa provocando gemidos al chico, pero él quería más y el rubio también.

Draco deslizó una de sus manos por su espalda hasta llegar a su trasero el cual apretó y poco después localizó aquel punto qué, apenas tocó, metió lentamente la punta de su dedo, Harry cerró los ojos y comenzó a gemir lenta y pausadamente, mientras que el dedo largo y fino del rubio tomaba más profundidad en Harry, así fueron los siguientes dos dedos hasta sentirlo listo para algo mejor, Draco se acomodó a horcajadas de Harry sosteniéndolo de la cintura con una mano y con la otra su enorme e hinchada erección qué derramaba líquido preseminal a chorros qué, si no lo metía ya se iba a correr, así qué colocó la punta en su entrada y fue recibido por una deliciosa estrechez haciéndole gemir ronco y ahogado. Harry por el contrario se arqueó al sentirlo y dio paso a un gemido largo y placentero, —demonios, lo había extrañado tanto— pensó Harry al sentir la intromisión. Se quedaron quietos unos segundos, esperando a que Harry se acostumbrara y cuando este al fin abrió los ojos eran de un verde intenso, casi oscuro, Draco lo tomó cómo buena señal para comenzar a moverse. Al principio fueron ligeros movimientos qué les causaron gemidos a ambos, pero cuando el rubio se deslizó por completo en el azabache, supo qué era momento de ir por más así qué sin hacerse esperar comenzó las embestidas rápidas y profundas, la música de fondo eran los suaves y placenteros gemidos de Harry, mientras qué los de Draco eran mucho más roncos y delirantes, este último se encontraba recargado sobre el hombro del azabache por lo qué su respiración en el cuello contrario le causaba cosquillas, sin embargo no dejaba de disfrutarlo. Las embestidas aumentaron de ritmo haciéndole gemir con la misma rapidez, Draco se enderezó para verlo a los ojos pero se percató qué los tenía cerrados, además sus gafas se encontraban empañadas por el vapor qué ahora inundaba la habitación, decidió quitarlas con suavidad obligando a Harry abrir los ojos, y fue cuando se dio cuenta, eran sus ojos, aquel hermoso color en sus pupilas qué jamás salieron de su mente y qué no eran los de Astoria, pertenecían a él, a Harry, Draco sonrío y le besó con intensidad, entrelazando una de sus manos y corriéndose dentro, el azabache lo hizo casi enseguida soltando un gemido alto.

La pareja respiraba con dificultad luego del orgasmo, Draco se posicionó a un costado pero sin salir de Harry pues este no se lo permitió, lo único qué hizo fue acurrucarse en su pecho y abrazarlo con fuerza, mientras qué Draco lo rodeó con sus brazos, posicionando su mejilla en su cabello húmedo debido al sudor que ahora cubría sus cuerpos.

Draco los cubrió con las cobijas antes de dejarse llevar por el mundo de los sueños.