Las plumas primarias de sus largas alas cortaban el viento por décima vez ese día; ¿y en serio podría alguien culparla? Apenas había transcurrido no más de un mes desde que recuperaron la magia y el mayor sueño desde que Zip tenía memoria había sido el de volar.
Lo acontecido en estos días parecía irreal, algunas veces ella se despertaba y la tenue luz que se filtra por la ventana del faro --el faro de todos-- se parecía demasiado a la que generalmente se reflejaba en la alcoba de Zip, allá en el palacio de Altos de Céfiro. Pero nunca era igual, el sonido de las olas del mar azotando contra orilla el lugar del silbido que provocan las ventiscas cuando circulan entre los peñascos que rodean la ciudad; el aroma salado que acarreaba la bruma marina y las voces de las gaviotas contra la intensidad del olor de los minerales húmedos, los pinos y el musgo que rodean su hogar.
Todo aquello ahora mezclado con la usual voz de su adorada hermana, Pipp, quien nunca se perdía su vocalización matutina, los incesables parloteos de Izzy, sobre qué nuevo objeto unicicló o algún nuevo amigo que conoció, y por supuesto, la delicada sonrisa de Sunny que iluminaba la habitación en cuanto salía de la cocina seguida por el dulce aroma de bayas y bizcochos que siempre preparaba como desayuno.
No era sino hasta que la brisa matutina acariciaba sus alas, que realmente se sentía en casa. Lejos quedaba el faro en la costa, casi tan lejos como Altos de Céfiro, le gustaba pensar. Por un segundo no había horarios, ni reglas, ni obligaciones que la ataran a la tierra. El peso de la corona en su frente desaparecía y solo existían el viento y ella.
El viento arrastraba un olor cítrico, a lo lejos, Zip logró divisar una figura que se había vuelto familiar en su mente. Es el Sheriff. No pudo evitar la sonrisa que le iluminó el rostro. Una de las principales razones por las que se había obsesionado con estudiar la magia, era precisamente la gran incógnita. El por qué los ponis terrestres carecían de magia.
Ese día, cuando Sunny desplegó sus alas radiantes, cuando los unicornios desprendieron su brillo y los pegasos emprendieron el vuelo, él sonrió.
"Hitch, que increíble sería que tú también pudieras volar..."
Por un segundo, Zip tuvo el impulso de escabullirse y sorprenderlo, pero honestamente aquel árbol se veía bastante agradecido por tener a alguien tan gentil recogiendo los limones que ponían una carga extra sobre sus exhaustas ramas. Hitch siempre ponía una expresión seria, pero desde el principio pudo ver detrás de la fachada que solo muestra cuando cree que nadie lo puede ver.
Ella decidió entonces elevarse aún más alto que antes, más lejos, en donde el retumbo en su pecho no le impidiera pensar con claridad. Después de todo, descubrir el misterio de la magia era su mayor obligación en esos momentos.
A medida que el tiempo pasaba, podía sentir como el ozono a su alrededor se condensaba más y más. Era una tormenta. Los relámpagos no se hicieron esperar, pero Zip no sintió ningún temor en el cielo, su segundo nombre era Storm por algo.
Mientras probaba la fuerza de su vuelo contra las ráfagas y la lluvia, algo llamó su atención en la playa. Una pequeña esfera amarilla salía rodando de aquel peñasco, seguida de otra, y otra más. Eran los limones de Hitch.
Sin pensarlo dos veces, Zip cerró sus alas volando en picada hacia el peñasco. El aterrizaje fue más duro de lo que esperaba porque sus alas estaban mojadas.
Y ahí estaba él.
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Continuará
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Hola, aquí con un nuevo capítulo. Mil gracias por sus bellos comentarios en el capítulo anterior. Esta historia tendrá un capítulo más, espero poder tenerlo lo antes posible y muchas gracias a quien lee. Nos veremos pronto n.n
