Hola amiguitos, bueno, este relato es un extra extendido del capítulo anterior, el cual narra parte del mismo pero enfocado en el sufrimiento de Honeymaren, así que sin más ni más, espero lo disfruten, y, sobre todo, puedan comprender un poco más los sentimientos de esta bella morena, así como el transfondo de su relación con Elsa. ¡Atentos! que después continuaremos. ¡Nos leemos! :)

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Conocía perfectamente la rutina que se daba entre nosotras, la primera vez que me lo planteó fue un baldazo de agua fría y cálido a la vez y, aunque yo ya le había dicho mis sentimientos antes, nunca supe si ella realmente sabía lo enamorada que me tenía, a lo mejor nunca fue consciente, a lo mejor nunca supo cuanto llegue a amarla, pero de alguna forma supo sobrellevarme bajo esa manía masoquista que, aunque yo luche muchas veces por dejar no pude, no podía, no cuando el triángulo de sus piernas me tenían presa.

¿Y es que cómo podía negarme? ¿Cómo podía luchar contra ese tonito juguetón que me invitaba a hacerla suya? ¿Cómo podía negarme ante ella?

Ante Elsa…

Si soy honesta habían muchos pretextos para hacerlo, muchos pretextos por los cuales abogarme y dejarla, porque las que tenía de perder era yo, creo que de eso si era consciente por la forma en como me miraba, ella me quería, pero parte de mi ser siempre supo que nunca iba a ser capaz de amarme.

¿Y es que cómo podía luchar contra ella?

¿Cómo podía luchar contra Anna?

Contra esa mujer que siempre me decía "desgraciada".

Ay Anna…

No sé quien estuvo más errada, si ella por no saber amarla o yo por intentar amarla aun a sabiendas de que nunca me amaría.

¿Estúpido verdad? Si, así es el amor a veces, doloroso, intenso, masoquista, ingrato y no llegue a probarlo de esa forma hasta que me enteré de su partida aquella noche.

Esa noche…esa bendita y amarga noche.

- ¿Elsa? – susurré apenas, sus ojos estaban perdidos, en muchas ocasiones había intentado que se abriera emocionalmente conmigo, pero ¿a quién engaño? Yo no era su hermana.

- ¿Si Honey? – cuestionó ella borrando su gesto de perdición para no preocuparme.

"Como siempre".

Su cuerpo se giró para verme, aquel que se hallaba descansando junto al mío en esa carpa que sería testigo de nuestro último encuentro esa noche.

- Te quiero – solté con todo el amor del mundo mirándola, cuando Elsa me miró se dio cuenta que mis labios quisieron decir otra cosa, fue una palabra que no me había atrevido a decirle por miedo a no tener la misma respuesta.

- Honey… - sus gestos se suavizaron y logró besarme tumbando el peso de su cuerpo por encima del mío.

Aquel beso no era como los de antes, no era solo sexo, pude notar en su necesitado tacto y corazón que buscaba sopesar algo, alguien.

- También te quiero Honey – susurró apenas – También te…

- ¿Me amas? – me atreví a preguntar mandando al demonio mis temores ¿Por qué no podía dejarlo? ¿Por qué era tan terca?

- Honey… - pude verlo, no me amaba, un silencio gutural nos embargó, y para aplacarlo, convenciéndome de lo contrario, como mis tantos otros intentos fallidos me atreví a besarla, dejándola sin habla, luchando vanamente por hacerla cambiar de opinión.

Recuerdo que ella quedó sin habla ante la forma en cómo la besé, por la forma en cómo reclamé sus labios, con tal necesidad.

Cuando nos separamos y nos vimos a los ojos pude ver que ella buscaba a alguien más en mí, pero yo... yo vanamente la buscaba a ella, solo a ella.

Nuestros labios volvieron a unirse con nueva necesidad, engañándonos ambas, sin decirnos palabras, sin decirnos nada, ella buscándola a su hermana y yo que ella buscara mirarme.

Que doloroso y frívolo es el amor… como calas… como engañas…como dueles.

Tan solo nuestros cuerpos lograron entenderse ante esa vil mentira, de aquello nos percatamos cuando sus ropas volaron y las mías también.

Recuerdo sus gemidos, sus últimos gemidos mencionando mi nombre, gemidos que ojalá pudiera sacar de mi cabeza.

- Ahh-h… Honey – Clamó mientras que cambiando posiciones, me encargaba de besarla y atender cada parte de su nívea piel, recuerdo que mis labios bajaron por su cuello, sus pechos, sus caderas, ombligo, su centro… su bendito centro, aquel que con tocarlo enloquecía, aquel que con probarlo yo caía.

Como adoraba complacerla...

- Honey… - gimió una vez más y yo no hice más que atenderla con mis labios y dedos hasta hacerla perderse, curiosamente no usamos dildos… porque claro, estábamos haciendo el amor según nosotras, amándonos… según nosotras.

- Elsa… - gemí su nombre al ver que me jalaba para nuevamente besarme con anhelo, mis dedos dejaron su centro, y nuestras respiraciones, bordeaban la locura por las estocadas que se daban de mi parte para propinar el roce de nuestros sexos ya mojados.

Sus uñas se aferraron a mi espalda y mis manos a la sábana de aquella carpa para coger el impulso que necesitaba para hacerla llegar junto a mí.

- Oh Elsa...- jadee su nombre una vez más mientras mis piernas se perdían en el roce final de nuestras intimidades, estábamos a punto de llegar al orgasmo – Elsa…

Me tocó mirarla para cuando finalmente se corrió, me tocó mirar sus gestos, pude notar su sonrisa, aquella sonrisa implícita y triste que ocultaba algo que para mí desgracia ya sabía, pero que me negaba a creer o aceptar.

Luego de correrme junto a ella vi como volvió a cambiarse en silencio, y yo, no hice más que imitarla.

Cuando nos hallamos por completo con nuestras ropas volvimos a cobijarnos, a abrazarnos, y como por arte de magia, aquella sonrisa que noté segundos atrás había vuelto a desvanecerse, volviéndola al estado de perdición de antes.

- ¿Qué pasa? – me atreví a preguntar tratando de fingir que no pasaba nada - ¿Todo en orden?

- Si Honey… solo…- noté en ella acentuarse ese gesto de perdición, un gesto que intentó aplacar robándome un nuevo beso – Estoy cansada supongo.

"Claro".

- Sabes que aquí estaré si deseas contarme… no me gusta verte así.

Ahí estaba yo, queriendo que vanamente se abriera conmigo... otra vez

- Lo se Honey.

- ¿Quieres ir a comer algo? – intenté animarla – Podemos ir a pescar al río, luego hacer fogata y…

- Ve tú – fue todo – Yo te esperaré con Ryder ¿le ayudaré a avivar el fuego te parece?

- Está bien – intenté dibujar una vana sonrisa al verla convencerme de lo evidente – Iré entonces, no tardo.

- Ok.

Recuerdo que me fui al río en efecto, pero no a pescar, tan solo quería perderme, olvidarme de todo un rato, olvidarme de ella, aunque claro…

¿A quién iba a engañar?

Elsa estaba pegada como una estaca en mi...en mi ya roto corazón, lo estuvo desde el día en que llegó, lo estuvo desde el día en que me enamoró, lo estuvo desde el día que me llegó a tener a su merced y yo...yo ya no pude salir...no…ya no pude.

¿Y es que uno no elige de quién enamorarse verdad?

"Maldita sea".

Cuando giré mi cuerpo para regresar noté que Bruni saltó a mis manos y su gesto era triste, algo había pasado, una coartada desgarro mi corazón y con ello, corrí, corrí hasta llegar hacia la tienda que hace pocos minutos había compartido con Elsa, y cuando llegué solo vi a Ryder.

- ¿Dónde está Elsa? – pregunté mirándolo de frente, ante esa cuestión Ryder quiso correr a abrazarme, pero no era lo que yo necesitaba, en ese instante solo quería la respuesta para terminar de darme cuenta de lo que ya sabía.

- Se fue – soltó alejándose por inercia al ver que lo había apartado de mi tacto – Lo lamento Honey.

"¿Ya? ¿Ahora si puedes dejarla?".

Me recriminó mi mente llamándome por enésima vez la atención, porque este me había advertido muchas veces, porque este me lo había hecho ver muchas veces, pero esa era mi mente, mi corazón necio no podía, y es que el amor duele, desgarra, rompe, te hace cometer locuras, te hace sucumbir, el amor… no te deja olvidar de la noche a la mañana.

No… no lo hace…

- Necesito estar sola – atiné a decir para encerrarme en aquella tienda que horas antes había sido testigo de nuestro último encuentro.

Cuando llegué me tumbé en la cama y no hice más que mirar a la nada, las sábanas aún tenían su aroma, su perfume, su esencia.

En un determinado momento recuerdo haberme aferrado a ellas y llorar...llorar hasta decir basta.

Mis labios la invocaron por última vez y al caer dormida, susurré en voz baja, como si ella aun pudiera oírme, como si ella aún estuviera ahí.

Porque el amor es necio, el amor rompe, el amor… duele cuando no es correspondido.

- Te amo Elsa.