Son las 6:51 un jueves por la mañana, y estoy a treinta segundos de alcanzar un maravilloso orgasmo. Las mujeres de todos los lugares deberían tomar una página del manual del hombre. Sólo porque no tengo los signos evidentes de los hombres, como la erección matutina, no significa que no debería hacerme cargo de mis necesidades personales antes de ir a la ducha. Mi día siempre es mejor cuando comienzo con un trago de la botella de los orgasmos.

Estoy justo allí, tambaleándome al borde del cielo. Cada terminación nerviosa está ardiendo de la mejor manera posible. Mis músculos están apretados, mis dedos moviéndose a un ritmo salvaje, el vibrador —que Dios bendiga al maldito vibrador —está tocando el p-p-p- p-punto, y todo está a punto de ponerse felizmente en blanco.

Y ese es el momento en el que la voz estridente de mi madre rompe toda la magia orgásmica, destruyendo mi masturbación matutina. Debe haber entrado de nuevo con su llave, como es típico.

Aquí está la cuestión; No vivo con mi mamá. Me mudé hace más de cuatro años, a la maldita casa de la piscina. Técnicamente, está dentro de la misma propiedad, pero se supone que sea mi espacio privado. Mi refugio lejos de mi loca e impresionante, aunque súper inapropiada, madre. La puerta de mi habitación se abre cuando apago el vibrador y tiro hacia arriba los cobertores. Mi vagina está furiosa. Ni siquiera puedo explicarlo. Es el equivalente femenino de bolas azules.

—¡Mamá! —Me desplomo aún más debajo del edredón—. ¿Cuántas veces tenemos que tener esta conversación?

—¡Ya deberías estar fuera de la cama! ¡Tengo algo para ti! —Agita sus manos en el aire igual que el loco muñeco inflable en la televisión. Es demasiado para ser tan temprano en mi día.

—Acabo de despertarme, literalmente. Necesito cinco minutos antes de que conversemos, ¿de acuerdo?

Sus brazos caen a los lados, sus hombros cayendo con su sonrisa, lo que me haría sentirme mal, excepto que entró en mi casa e irrumpió en mi habitación sin previo aviso. Así que todo lo que siento es frustración.

—Oh, claro. —Su desánimo es felizmente de corta duración—. ¿Qué tal si preparo una taza de café?

Mi mamá ama ser útil, y aunque estoy enojada, no quiero herir sus sentimientos a pesar de su inconveniente interrupción. —Eso sería genial. —Cualquier razón para sacarla de mi habitación es buena, pero una taza de café fresco es más que bienvenida.

Se retira y cierra la puerta, dejándome en paz. Por tres segundos contemplo el terminar lo que empecé, pero no hay forma de que me venga con mi mamá en la cocina. En vez de eso, lanzo el vibrador dentro de la mesita de noche y me detengo en el baño para lavarme las manos.

Con veintidós años, debería ser capaz de mantener cierta distancia de mi madre. Sin embargo, ella tiene muchas dificultades con el concepto de espacio personal. En mi primer año en la Universidad, lancé la idea de mudarme a un apartamento cerca del campus. Mi mama y Minato, mi padrastro, recientemente se habían casado. Eran peores que adolescentes vírgenes. Tuve la mala suerte de encontrarlos en posiciones comprometedoras más de una vez. La tercera vez fue mi punto límite.

Culpa y vergüenza por el daño psicológico que causó, Minato ofreció a renovar la casa de la piscina. Acepté solo porque me ahorraba miles en renta.

Cuando conseguí mi trabajo hace unos meses, empecé a buscar un apartamento de nuevo, en parte debido a la frecuencia de las visitas no planeadas de mi madre. Siendo la siempre servicial madre, fue conmigo a la expedición y me contó historias de terror de compañeras de cuarto à la Mujer Blanca Soltera. Viendo que los únicos lugares que podía pagar eran lugares compartidos, escogí quedarme en la casa de la piscina por un poco más de tiempo. Como ya no tengo la carga de la matrícula, volver a revisar esa opción parece un buen plan.

Me seco las manos sin olor a vagina en mi camiseta cuando entro a la cocina. Mi mamá está sentada a la mesa y ojea una de las revistas de chismes que ama leer mientras toma una taza de café.

—Creo que hicieron que Naruto se viera peor de lo que es en realidad, ¿no crees? —Voltea la revista para que pueda ver las horribles fotos de mi hermanastro.

Tomo una taza, la lleno con el líquido celestial, y me siento en una silla frente a mi mamá.

—Creo que Naruto hace un trabajo decente en hacerse ver mal solo, sin ayuda de los medios.

Mi hermanastro es un puto. Estoy tentada a aplicar esa etiqueta a todos los jugadores profesionales de hockey. Es una declaración general, una generalización demasiado entusiasta y posiblemente incorrecta. Sin embargo, basándome en experiencia personal, creo que es verdad en su mayoría. Ciertamente aplica para el jugador de hockey con el que salí el año pasado. Consideré que era como Voldemort: el que no debe ser nombrado.

La tercera página de la sección de entretenimiento de la semana pasada confirma mi hipótesis. La evidencia está salpicada en toda la extensión granulada de dos páginas de Naruto con su mano debajo de la falda de una mujer. En un baño público. Parece estar devorando su cara mientras la desnuda dentro de un cubículo, con la puerta abierta. Que sucio.

La foto en sí no es una sorpresa. Cientos de fotos similares pueden encontrarse en Internet. Naruto ha compartido su miembro masculino con la mitad de la población femenina en Estados Unidos y probablemente algunas en Canadá. La mujer con la que lo está haciendo es el problema. No se está metiendo con una conejita de hockey. Oh no. Es la sobrina de su ex entrenador. Su nombre es Fran. Es adorable, y ahora luce como una total conejita, gracias a Naruto.

En su defensa, dijo que no sabía quién era. No es inteligente y estaba ebrio, así que probablemente fue un error, no es que eso haga que el ser puto sea menos aborrecible. Este pequeño incidente es la razón detrás de su reciente cambio a los Halcones. Su regreso a Chicago significa que veré mucho más de él de nuevo.

—Bueno, creo que han hecho esto más grande de lo que es. Minato está emocionado de tenerlo de vuelta en la ciudad. De todos modos… — Empuja un pedazo de papel hacia mí. Después de examinarlo, me doy cuenta de que es un tiquete de avión.

Lo levanto y frunzo el ceño. —¿Qué es esto? ¿Por qué tiene mi nombre en él? ¿Qué hay en Atlanta?

—¡Sorpresa! —Hace un gesto con las manos—. Es el primer juego de Naruto con los Halcones.

—Mamá, no puedo…

—Vamos a ir como familia para apoyarlo. Ha tenido dos semanas difíciles.

—No es mi culpa que Naruto no pueda mantener su pene dentro de sus pantalones y fuera de la sobrina de su entrenador.

—¡Sakura! —Arquea las cejas y sus labios hacen una mueca como si estuviera chupando un limón—. ¡No seas tan grosera! Esto no es sobre Naruto y su… —Se corta y hace un gesto hacia debajo de la mesa.

—Sí, lo es. A Naruto no le importa si no voy a sus juegos.

—Se encontraba muy enojado de que no fueras a los últimos. Tal vez si hubieras ido a este… —señala la revista —, no se habría metido en tantos problemas.

—¿Me estás culpando para que vaya? —La miro por encima de la taza.

—No, en absoluto. Sólo estoy arrojando hipotétisis.

Me ahogo y toso. —¿Quieres decir hipótesis?

—Eso es lo que dije.

Corregirla no tiene sentido al igual que pelear por esto. Una vez que mi mamá decide algo, racionalizar una alternativa es como golpear tu cabeza contra una pared de titanio, doloroso e inútil. Necesito reconsiderar la situación del apartamento.

Trato de evitar ir al juego con un último esfuerzo. —Tengo que trabajar este fin de semana.

—No, no es cierto.

—¿Cómo lo sabes?

Ignora mi pregunta. —Un auto estará en la casa a las seis para recogernos.

—No salgo hasta las cinco. ¿Cómo vamos a siquiera llegar a tiempo al juego?

—El vuelo no es hasta mañana por la mañana. —Toca la fecha en el tiquete, que no leí.

—Oh. —Tanto para encontrar una salida. Parece que voy a otro juego de hockey. Yupi.

—¡Será tan divertido! ¡Podemos ir de compras! Amor, ¡tengo que irme! ¡No quiero llegar tarde a mi clase de pilates! —Salta y se balancea hasta la puerta, a su siguiente tarea.

Después de que mamá se va, reviso la hora. Tengo media hora para alistarme. Tomando la revista de la mesa, me apresuro hacia mi mesita de noche, tomo mi vibrador y voy al baño, primero necesita una lavada, luego cambio hacia la publicidad de la leche. El sujeto de interés es un tipo follable que completamente evita su boca y riega el vaso de leche sobre su pecho. No sé por qué es tan caliente. Quiero decir, la leche no es una bebida sexy, pero como sea.

Levanto el pie sobre el tocador y me pongo en ello mientras miro al chico pornográfico de la leche. El orgasmo que perdí temprano me lleva hasta el suelo, y la revista aterriza en mi cara. No importa. Me estoy viniendo y se siente bien.

La sesión de masturbación me toma más tiempo de lo esperado, así que tengo que conducir más rápido de lo normal para llegar al trabajo. Al ser una graduada reciente del programa de contabilidad de la Universidad de Illinois, obtuve un trabajo a través de mi pasantía, que Minato obtuvo para mí. Tener un padrastro que es cazatalentos de la Liga Nacional de Hockey tiene algunas ventajas. Soy una contadora junior para una firma de Relaciones Públicas especializada en, esperen por ello, manejo financiero de deportes. Esto incluye invertir las fortunas de los jugadores de hockey profesionales. Estoy rodeada de hockey todo el tiempo.

Temari, mi mejor amiga y colega, está sentada en el borde de mi escritorio, tomando café mientras organizo frenéticamente unos archivos.

—No puedo salir esta noche. Tengo demasiado que hacer para la cuenta de Kuntz —le digo.

—¿Me estás rechazando para quedarte trabajando hasta tarde un viernes?

—Mi mamá me está obligando a ir al juego de Naruto mañana en Atlanta. Aparentemente necesitamos juntarnos como familia para apoyar su incapacidad de mantener su pene en sus pantalones.

Temari hace una cara comprensiva. —Realmente lo arruinó esta vez, ¿no?

—No me hagas empezar. Es tan idiota. De todos modos, vamos a volar temprano en la mañana. Así que necesito estar preparada para el lunes antes de que me vaya el fin de semana.

—¿No puedes trabajar en ello mientras estás allá?

—Mi mamá quiere ir de compras, así que no estoy segura de cuanto tiempo libre tendré. Además, tengo cien páginas que terminar para el club de lectura el martes.

Temari rueda los ojos. —Maldita Lydia. Digo que la saquemos del club.

—No puedes sacar a las personas del club de lectura.

—¿Quién lo dice? Yo era feliz leyendo obscenidades sin sentido. Voy a comprar los resúmenes.

No es tan mala idea. Aunque siendo la persona competitiva que soy, odiaría estar en la discusión del club de lectura con solo un vago entendimiento del horroroso libro que Lydia está haciendo que leamos. Sufriría si no tengo algún argumento inteligente del por qué es tan terrible.

—Probablemente llevaré el libro al juego en caso de que pueda tener algo de tiempo para leer.

—Oh, vamos Saku. Los Halcones están teniendo una temporada asesina. Estoy segura de que el juego será increíble.

—Ajá. —Estoy segura de que no se equivoca. Sin embargo, no tengo la misma emoción hacia el juego, o los jugadores, como Temari.

Ha sido una fanática hasta la muerte de los Halcones durante toda su vida. Ve cada juego e incluso participa en esas rifas en los que creas tu propio equipo. Como Fútbol Fantástico, pero con el hockey.

—De todas maneras —Temari agita la mano alrededor—, ese no es el punto. El punto es que podrás codearte con los jugadores después del juego, ¿verdad? Lo que significa que conocerás a Shikamaru Nara.

—¿A quién?

Temari hace un puchero y me da una mirada enojada. —Juega de ala derecha con los Halcones. —Comienza a enlistar sus estadísticas; suena como bla, bla, bla. Apago todo hasta que pregunta—: ¿Le tomarías una foto si tienes la oportunidad?

—Primero que todo, Tema, los jugadores de hockey no se 'codean', salen juntos. Segundo, planeo saltarme la mierda de la fiesta después del juego. Tengo que ponerme al día con el trabajo. —Le doy un golpecito a los archivos en mi escritorio.

—¡Que montón de mierda! —Mira alrededor para asegurarse de que nadie la está escuchando. Jimmy, cuyo cubículo está frente al mío, levanta una ceja y señala hacia el teléfono en su oreja, para que Temari baje la voz—. Vamos Sakura, tienes que ir. Por mí, ¿por favor? Sólo lo suficiente para tomar una foto. Luego puedes ir a aburrirte a tu habitación de hotel sola.

—Te enviaría a ti en mi lugar si pudiera.

No tengo problemas mirando el juego, incluso a pesar de que las reglas me evaden la mayoría del tiempo. Algunos de los chicos son sexys, pero hasta ahí llega el atractivo. Naruto es el ejemplo perfecto, como también lo es el único jugador de hockey con el que he salido. No era siquiera un jugador de la NHL, solo un idiota en las ligas menores con el que salí el año pasado para que me echara una mano. Desafortunadamente, resulté ser la dueña de dicha mano. No solo era pésimo en la cama, solo porque estos chicos son fornidos no significa que tienen el equipo que haga juego, también me humilló de una manera que no seré capaz de olvidar pronto.

—Vamos Saku. Puedes disfrutar de ver, solo eso.

—Sí, porque chicos putos son tan excitantes.

—Shikamaru no es un puto.

La apaciguo en vez de discutir con ella. —Ya veré sobre la foto. Sin garantías. —Las fiestas después de los juegos son en su mayoría comida gratis para los jugadores, complementadas por hordas de conejitas buscando el postre.

Grita y aplaude. —¡Eres la mejor!

Levanto las manos. —No prometo nada, pero lo intentaré.

Temari me convence de tomar un descanso para salir a almorzar, y nos apresuramos hacia el bufete de todo-lo-que-puedas-comer de comida Thai. Afortunadamente, la cantidad de comida que consumo no ralentiza mi rol de la tarde.

A las nueve de la noche ya no me puedo concentrar en la pantalla de la computadora. Mi estómago está gruñendo tan fuerte que sigo revisando para asegurarme de que no es un oso el que anda vagando por la oficina.

El auto servicio de comida rápida es mi elección venenosa. Me devoro tres hamburguesas pequeñas y unas papas fritas grandes mientras conduzco a casa. Me salto el batido a regañadientes porque indigestión más el vuelo no encajan bien.

Mi madre ha dejado una nota en mi puerta recordándome que nos vamos mañana en el aeropuerto a las culo en punto de la mañana, esas son mis palabras, no las suyas. La cosa lógica de hacer sería empacar mis cosas e ir a la cama para no estar cansada en la mañana. En vez de eso, me cambio a mi camiseta y mis pantaloncillos favoritos inspirados en los comics de Marvel, me quedan tan bien, y paso los canales. Debí haberme dormido porque lo siguiente que sé es que mi mamá está de pie sobre mí.

—¡Sakura! ¿Por qué aún estás durmiendo? ¡Debemos irnos en diez minutos! Perderemos el vuelo. —Su voz gritona matutina funciona como el peor tipo de alarma.

Trato de esconderme debajo de una almohada, pero me la quita.

—¡Levántate, levántate, levántate! —Toma mi brazo y tira de él, obligándome a ponerme de pie.

Debido a mi completa falta de preparación, empaco en un apuro, lanzando ropa dentro de una bolsa al azar mientras me pongo los vaqueros. Tomo el primer sostén que encuentro; es muy escandaloso, con un patrón de manchas de leopardo de color fucsia y encaje negro. No tengo tiempo para nada más, no con mamá golpeteando sus uñas en forma de garras en la puerta, merodeando como siempre. Tengo la previsión de empacar mi copia de Tom Jones para poder terminarlo para la discusión del club de lectura del martes.

Mamá me arrastra hacia el auto mientras cierro la cremallera de mi bolso, con miedo de que perdamos nuestro avión. Está exagerando totalmente. Solo tenemos que caminar a toda velocidad a través del aeropuerto para llegar a nuestra puerta de embarque.

Minato, siendo el genial tipo que es, reserva tiquetes de primera clase. Los asientos son amplios y cómodos. Esto me permite dormirme hasta que la azafata venga ofreciendo bebidas. Pido una mimosa, es mayormente jugo de naranja, y ojeo la copia de The Hockey News que Minato trajo. Es lo mismo de siempre. Estadísticas y más estadísticas con algunas fotos de sexys jugadores desaliñados dispersos allí.

Abandono la revista y saco mi copia de Tom Jones. Tal vez me aburra tanto que me duerma. Me enoja el tener que terminarlo para el martes. Me gusta leer. Diablos, incluso tomé un par de clases de literatura inglesa en la Universidad puramente por diversión. Podría haber disfrutado este libro si no hubiera sido seguido por historias divertidas llenas de sexo que he leído últimamente.

Después de leer el mismo párrafo veinte veces, me doy por vencida y juego juegos sin sentido en el teléfono durante el resto del vuelo.

Hay un coche esperándonos en el aeropuerto, porque así es como circula Minato, y somos llevados con un movimiento brusco al hotel. Es el mismo en donde se queda el equipo, por lo que será fácil escaparse de las celebraciones si los Halcones ganan.

Sin embargo, nos encontramos con un pequeño problema con el conserje del hotel. Nos reservaron una suite. Esto no era parte del trato; yo esperaba tener mi propia habitación. Me muerdo la lengua y finjo que está totalmente bien porque no quiero parecer ingrata, a pesar de que no pedí venir a este improvisado viaje en primer lugar.

Por el lado positivo, la suite es enorme. Hay una amplia sala de estar, y tengo mi propia habitación con un baño privado completo con bañera de hidromasaje. Me encierro y me quedo unas dos horas en remojo, donde una vez más trato de leer más de mi libro. Accidentalmente, se me moja la cubierta y lo pongo en la rejilla de ventilación para que se seque.

Conseguir un vestido es una aventura. Hice un trabajo de mierda empacando. Soy lo suficientemente afortunada de tener un par de pantalones vaqueros negros que ponerme. Lamentablemente, el único sostén que tengo es el fucsia, el cual combinaba con la sudadera de capucha negra que llevé en el avión. Sin embargo, estoy limpia, así que no voy a volver a usar la sudadera, y mis opciones se limitan a una camiseta de color rosa pálido o una azul con manchas en la teta. La de color rosa tendrá que servir. Me pongo la camiseta y echo un vistazo a mi reflejo en el espejo. Ah, sí, el estampado de leopardo es obviamente visible a través de la fina tela. Me cubro con un suéter ligero y veo que mi ropa es un éxito.

Las gafas se empañan en los estadios, así que me pongo lentes de contacto. También parezco mucho menos nerd sin gafas, y teniendo en cuenta que tengo que conocer a un nuevo grupo de compañeros de equipo toda esta noche, voy a utilizar toda la ayuda anti-nerd que pueda conseguir.

En el momento en el que finalmente consigo colocar los lentes de contacto en mis globos oculares, necesito tres intentos, no hay tiempo para que mi madre me asalte la cara con su paleta de sombra de ojos. Es una gran fan del azul. Siempre termino pareciéndome a alguien de una comedia de los setenta.

Armada con mi abrigo de lana y mi bolsa de mensajero, que alberga una bufanda, guantes, sombrero, mi copia semi-seca de Tom Jones, y mi teléfono, me encuentro preparada para que empiece el juego. En el último momento, compruebo mi paquete de cigarrillos. En realidad no fumo. Son mi muleta cuando quiero liberarme de situaciones sociales incómodas. Sucede mucho. He aprendido a liberar el humo lentamente para que las personas no se den cuenta de que no lo inhalo.

El estadio se encuentra lleno. Por suerte, contamos con grandes asientos, y Minato conoce a todo el mundo, así que llegar a la primera fila no es un problema. Me instalo, apreciando el amplio espacio para las piernas y la vista sin obstáculos del hielo central. Minato pide una ronda de cervezas mientras los Halcones toman el hielo. La mitad de la multitud estalla en aplausos a pesar de ser un partido como visitantes.

Estoy fascinada por la forma en que estos chicos se deslizan sobre la superficie peligrosamente resbaladiza con tanta facilidad. Me muero del miedo por el patinaje, al igual que algunas personas tienen miedo a las serpientes y arañas. Usar cuchillas en los pies grita peligro. Luché por dominar la postura en el yoga del perro boca abajo; no necesito cortarme una arteria en un intento de ampliar mi repertorio en deportes.

Minato se pone de pie y bombea su puño en el aire mientras Naruto patina sobre el hielo. Naruto es gigantesco, como un yeti. Un enorme, pervertido y mujeriego peludo yeti. Según los comentaristas deportivos, Naruto es un excelente jugador de hockey. Estoy de acuerdo, solo en base a su salario anual. Nadie consigue esa cantidad de dinero siendo malo, ni siquiera las prostitutas muy cualificadas.

Detrás de mí, una pandilla de chicas, cuyas faldas podrían doblarse como diademas, sueltan risitas desagradables acerca de un tipo llamado Sasuke Uchiha. El nombre me es vagamente familiar. Mencionan una tripleta. Debe ser un jugador increíble por lograr uno de esos.

Su discusión toma un giro interesante cuando una chica trae a colación el tamaño de los penes de los miembros individuales del equipo. Supongo que obtienen sus estadísticas de la experiencia personal.

Con la caída del disco, las conversaciones de penes cesan. Los Halcones marcan un gol en los primeros tres minutos. Nunca he visto a nadie moverse tan rápido como su jugador central. Es como un relámpago rojo a través del hielo. Los Halcones mantienen fácilmente la ventaja hasta el final de la primera parte. Segundos antes de que suene la campana, subo las escaleras como un rayo y encuentro el baño más cercano, con la esperanza de evitar las prisas. Mi vejiga se encuentra a punto de estallar, gracias a la cerveza gigante que consumí.

Por desgracia, hay una fila de mujeres que sufren la misma situación, así que tengo que apretar los dientes y hacer los ejercicios Kegel hasta que se abra un urinario. La aventura del pis lleva mucho más tiempo de lo que esperaba, y el partido ya está en la segunda parte cuando vuelvo a entrar en el estadio.

Al acercarme a mi asiento, me doy cuenta de que algo está yendo mal en el hielo. Como que, de verdad yéndose a la mierda en frente de mí. Estoy a partes iguales eufórica y horrorizada cuando un jugador golpea a otro en la barricada de plexiglás. Se estrella precipitadamente, el casco y la rejilla salvándole la cara.

Vibrantes ojos avellana, del color del musgo cortado con un trago de bourbon, se encuentran con los míos. Es sólo un segundo y luego se ha ido de nuevo. Él y el chico Atlanta luchan por quitarse los guantes mientras agarran el jersey del otro. Los cascos golpean el hielo.

La emoción de la multitud es infecciosa. Todo el mundo está gritando, y me siento tentada a unirme, pero hay violencia, y parece mal el disfrutar de ella, por lo que mantengo los labios sellados. El concepto de mentalidad de masa tiene mucho más sentido ahora.

El chico con los ojos bonitos tiene la ventaja. El nombre Uchiha está escrito en grandes letras negras, a través de sus hombros. Es el número once. Este es el hombre mágico, ¿eh? Su rostro está oculto por un puño agitándose, pero admiro su tenacidad. Está dando tan buenos golpes como los está recibiendo.

Los árbitros se involucran, rompiendo la lucha e incitando a la gente al gritar sanciones. Uchiha parece enfadado. No tan ligeramente, tampoco; está furioso, como un loco furioso. Se desliza a través del hielo, a toda velocidad a la zona de tiempo muerto. Lanza su casco por el pequeño espacio sólo para recogerlo y hacerlo de nuevo. Un árbitro le advierte, por lo que se deja caer en el banco de mal humor.

Uchiha está lejos de la calma mientras el árbitro le echa la bronca. Su cara es de color rojo y los labios se mezclan en una delgada línea. Me es vagamente familiar. Incluso sudoroso y enfadado, es bastante atractivo. Me doy cuenta de por qué las mujeres detrás de mí se visten para su turno en la esquina.

Minato fue lo suficientemente amable para conseguir otra ronda de cervezas, así que bebo la mía mientras observo a Uchiha. Se encuentra mirando los segundos avanzar de su penalización de cinco minutos. Examina el estadio, mirando en mi dirección, o por lo menos creo que lo hace. Mis lentes de contacto hacen que los ojos se me sequen, por lo que no puedo estar segura. Las chicas detrás de mí asumen que las está mirando y trinan como si tuvieran doce años. Pongo los ojos en blanco. Uchiha ladea una ceja. Oh, no, debe pensar que iba dirigido a él. Por el lado positivo, el poner los ojos en blanco me ha ayudado a aclararme visión. O algo así.

Hago un verdadero espectáculo hurgando en mi bolsa para encontrar las gotas para los ojos. En el momento en que por fin las encuentro, su atención se centra en el juego de nuevo.

La emoción parece estar terminada por ahora, así que saco mi libro. Dos párrafos, y la campana suena, quitando mi atención de la historia que estoy leyendo a medias. Uchiha salta la valla de la zona de tiempo muerto con el casco y los guantes. Estoy bastante impresionada con este movimiento. Yo no podría hacerlo con un par de sudaderas y una camiseta, y mucho menos con todo un conjunto de armadura.

Una mancha negra se detiene mientras el palo de Uchiha se estrella contra el hielo. Gira en un movimiento que a la vez es elegante y agresivo y carga hacia portero de Atlanta, bailando con el disco a medida que avanza. Echa el palo hacia atrás y golpea el disco sobre el hielo como si fuera un meteoro de goma. Va a la derecha entre las piernas del portero y rebota en la red.

Uchiha ha estado en el hielo unos quince segundos.

Las prostitutas del hockey detrás de mí pierden la cabeza, gritando como banshees con sus molestos lloriqueos. El resto de la gente se pone de pie, y grita con ellas. Como yo. Parece razonable, más que mi disfrute por los rostros golpeados. El partido es de ritmo rápido y los cuerpos corren deprisa. Soy como un gato siguiendo una de esas luces laser alrededor. De repente, un brazo se estrella contra el plexiglás delante de mí. Me sobresalto, derramando cerveza en mí abrigo.

Al principio estoy inapropiadamente entusiasmada ante la posibilidad de otra pelea. En cambio, me encuentro reuniéndome con esos mismos ojos impresionantes una vez más. Juraría que Uchiha sonríe mientras me limpio la cerveza del pecho. Frunzo el ceño y le doy a mi teta un apretón, con qué propósito, no estoy segura. Dudo que lo vea. Es como si fuera un tirachinas, patinado tras el disco.

El equipo de Naruto aplasta a Atlanta con un seis contra uno. Aplaudo y vitoreo, mi entusiasmo siendo auténtico. Lo atribuyo en parte a la cantidad de cerveza que he tomado. Una vez que los jugadores abandonan el hielo, hacemos fila para salir del estadio. Las multitudes me ponen nerviosa, por lo que quiero esperar hasta que la mayoría de la gente haya despejado el estadio, pero Minato está ansioso por encontrar a Naruto.

—Vamos, Saku. —Arroja un brazo alrededor de mis hombros, protegiéndome de las masas.

Mi madre engancha su brazo con el mío, intercalándome entre ellos. —¿Te divertiste?

—Estuvo bien —digo mientras Minato maniobra para abrirse paso a través de la multitud.

—¿Solo bien? Animabas con el resto. —Minato le da mi hombro un apretón.

—¡Creo que le gustó la pelea! —le grita mi madre por encima del ruido.

—No fue sólo la pelea —respondo.

Minato se ríe. —Finalmente te estamos convirtiendo en una fan del hockey. —Como un cazatalentos y entrenador de uno de los mejores equipos de las ligas menores, es muy respetado en la comunidad de hockey. Le proporciona importantes privilegios y algunas ventajas interesantes, como asientos de primera fila en los partidos.

El pasillo de los vestuarios huele a sudor y a equipo rancio. Me imagino que el olor en el interior es infinitamente peor, con todos los chicos sudorosos desnudos pululando, golpeándose los traseros unos a otros con toallas mojadas.

Naruto deambula fuera de los vestuarios con una toalla envuelta sobre sus hombros desnudos y sus pantalones de hockey puestos, gracias al Señor. La cantidad de piel que luce le hace parecerse a un yeti enmarañado.

Me quedo cerca de la periferia de la multitud para evitar aparecer en las fotos. Los paparazis toman fotos de Naruto con su camisa de vello mientras que Minato luce todo orgulloso y varonil a la derecha. Le preguntan a Naruto algunas preguntas intensas. Sus respuestas son ordinarias; probablemente algo en lo que su agente le entrenó. Ese tipo es bien pagado con toda la porquería en la que Naruto se mete.

Cuando Naruto se va a los vestuarios para ducharse, salimos. El tráfico del estadio al hotel es terrible. Minato pide una ronda de cervezas tan pronto como llegamos a la barra. Con mucho gusto acepto la bebida, mi leve zumbido habiéndose ido durante el largo trayecto en coche.

La llegada del equipo es seguida de cerca por una estampida de conejitas de hockey. Estoy rodeada de cuerpos escasamente vestidos, cálidos y de un agudo parloteo. Mientras Naruto le revela a Minato los detalles más finos del juego, como si no hubiera estado allí, busco la señal de SALIDA en rojo. Hurgando en mi bolsa, encuentro los cigarrillos y voy hacia el faro de libertad provisional, emocionada por mi respiro de malestar social. Naruto se da cuenta de mi intento de fuga y me agarra el brazo.

—¿A dónde vas? —grita Naruto.

Sostengo en alto el paquete de cigarrillos; tendría que gritar para que me escuchara, de lo contrario.

Arruga la nariz con disgusto. —De verdad, no debes fumar. Es malo para tu salud.

Estoy irritada por la atención que estamos recibiendo y por mi falso mal hábito, así que le disparo un insulto. —Como las enfermedades venéreas. No me has escuchado darte una conferencia por tus actos mujeriegos.

Ignora el comentario y me arrastra a la mesa de su equipo. Está cubierta de platos amontonados de comida, los cuales los chicos inhalan a un ritmo sin precedentes. Las mujeres medio vestidas revolotean alrededor como moscas de fruta cerca del vino.

Viendo que ya estoy aquí, voy a tratar de hacer bien la petición de Temari. Todo lo que necesito hacer es averiguar quién es Westing, sea como sea su cara, y así poder tomar una foto, fingir un dolor de cabeza, y salir de aquí.

Encuentro un asiento vacío; las sillas a cada lado de mí están vacantes, además de una chaqueta descuidadamente arrojada a través de la de mi derecha.

Una chica al azar se engancha a Naruto antes de que pueda preguntar por el enamoramiento de Temari. La sonrisa en su cara puede parecer amable, pero he estado alrededor suyo el tiempo suficiente como para saber que no es así. Disfruto de su creciente frustración mientras ella hace selfie tras selfie. Cuando le agarra sus testículos, me compadezco de él.

—Oye, machote, basta con la sesión de fotos de porno suave. ¡Coge una silla!

Su cabeza y la chica se vuelven en mi dirección, así como las de la mitad del equipo. Puedo haber levantado demasiado mi voz. Con la forma en la que Naruto está sonriendo, debo estar del color de un tomate. Su alivio e incredulidad por la chica son bastante satisfactorios, por lo que la incomodidad vale la pena. La puta murmura algo, y Naruto se pone sombrío. —Esa es mi hermana.

Su expresión cambia de irritada a incómoda; se disculpa y se va tambaleándose sobre sus extravagantes tacones.

Naruto se deja caer en el asiento al lado del mío, lanzando su brazo sobre mi silla.

—Gracias por salvarme. Pensé que iba a sacarme la polla allí mismo.

Me burlo. —Lo que sea. Tu micro pene es apenas visible a simple vista. Además, no quería escucharte quejarte acerca de un brote de herpes.

Un movimiento en mi visión periférica me llama la atención mientras uno de los compañeros de equipo de Naruto lleva el asiento a mi lado. Espero que no me oyera criticar el garabato de Naruto.

Le echo un vistazo a la vez que un conjunto de tetas prácticamente golpea mi cara mientras una camarera coloca una copa frente a él. Parece leche. Le echo una mirada de desaprobación mientras ella se aleja. El hombre sentado a su derecha le hace una pregunta, llevando su atención lejos de mí.

Lo reconozco por la zona de tiempo muerto: Uchiha. Maldita sea, es tan sexy. Su cabello oscuro es corto, y tiene un travieso rastrojo. Incluso con la barba creciendo, puedo decir que ha sido bendecido con una de esas duras líneas de mandíbula.

Los nervios, la vergüenza, y la sexualidad de Uchiha tienen un efecto acumulativo, poniéndome sudorosa. Me quito el suéter por encima de la cabeza, sin tener en cuenta la estática, y la camiseta se queda pegada a la capa exterior de lana. Con la cara cubierta por la tela, me revuelvo para tirar de la camisa y ponerla en su sitio. El silencio en la mesa lo dice todo. Una vez que me libero del suéter, me reúno con una serie de ojos muy abiertos centrados en mi pecho. Bajo la mirada. Vale. Mi sujetador es visible a través del algodón de color rosa pálido, y ahora todo el mundo en esta mesa, incluyendo Naruto, lo ha visto sin filtro por la camiseta.

Naruto se inclina y susurra—: Ponte el suéter de nuevo. Me hago la tonta. —¿Por qué?

—Todo el mundo puede ver… —Hace un gesto hacia mi pecho sin mirar.

Sacudo la mano. —No es tan obvio. —Es totalmente obvio.

Me lanza una de sus miradas. Está destinada a ser mortal, pero lo hace ver estreñido. Dejo el suéter para irritarlo. Es eficaz. Su rostro se vuelve de un interesante tono de rojo.

—Necesito otra cerveza —Golpea su jarro sobre la mesa y me mira mientras se levanta y va a la barra, a pesar del jarro medio lleno de cerveza sobre la mesa.

Estoy a punto de ponerme el suéter de nuevo cuando Uchiha se gira hacia mí.

—Hola, soy Sasuke. —Es todo sonrisas y dientes blancos. Son probablemente falsos. Esos ojos son otra cosa, sin embargo, incluso con un ojo negro. Me esfuerzo por no mirarle directamente, con miedo de quedarme atrapada por su robusta y bonita cara.

—Soy Sakura.

—No me di cuenta de que Uzumaki tenía una hermana.

Incluso su voz es familiar, de satén suave y profunda. Toma un sorbo de su bebida, dejando tras de sí un bigote de leche que rápidamente se quita. Es entonces cuando me doy cuenta de donde lo reconozco: los anuncios de leche. Dulce Señor, me he estado masturbando con él. Mi mortificación alcanza nuevas alturas, haciéndome decir algo más loco que de costumbre.

—Soy su hermanastra. Le gusta mantenerme en secreto ya que quiere ir todo Ofelia tras mi trasero. —Mis ojos se abren por mi terrible broma. Aunque, si es algo como Naruto, no va a pillar la referencia.

—Uzumaki haría una monja de mierda, ¿eh?

Juro que ha hecho una referencia precisa a Shakespeare. Aturdida, hago contacto visual directo. O lo intento. Sus ojos siguen rebotando entre mi pecho y mi cara, así que eso es un desafío.

Normalmente, me incomodaría su flagrante mirada lujuriosa, pero pedí eso con la camiseta trasparente y el sostén ostentoso.

Muevo lejos mi propia vergüenza y la suya ahuecando mis pechos y apretándolos. —Son bonitos para ser reales, ¿eh?

Sus ojos se disparan a los míos. Atrapado.

—Yo uh… No pretendía… No estaba…

Esta es una de las interacciones más entretenidas que he tenido con un miembro del sexo opuesto desde hace siglos. Hago un ruido como una risita y un resoplido y miro hacia otro lado.

Naruto se apoya en el bar, hablando con una chica cuya falda es tan corta que es muy claro que no lleva ropa interior. Doy un codazo a Sasuke. Su brazo es como una roca. —Echa un vistazo a la amiga de Naruto.

El momento no podía ser más perfecto. La exhibicionista de vagina se inclina hacia adelante y da a nuestra mesa una mejor vista.

—¿Es eso…? ¿Lo que estoy mirando es su castor?

En la mitad de mi bebida, me ahogo con el trago de cerveza, escupiendo y tosiendo. Después de recuperarme, le pregunto en tono de broma—: ¿Castor? ¿Eres canadiense o algo?

Esos ojos vibrantes se mueven hacia la míos. Dios, es muy guapo. Y está cerca. Está muy cerca. Como a centímetros de distancia, el brazo de roca rozando de cerca el mío. Incluso puedo oler su colonia o desodorante, sea lo que sea, huele delicioso.

Está en silencio por lo que parece un largo rato. O tal vez es porque estoy mirando. O porque la pregunta puede haberle dejado perplejo.

Mis experiencias con Naruto, y el jugador de hockey con el que salí previamente, me llevaron a la afirmación de que los jugadores de hockey no son muy inteligentes. Soy consciente de que esto no es una verdad universal. Pero Naruto sin duda refuerza mi estereotipo percibido: definitivamente no es un genio. Ni siquiera el ayudante de un científico de cohetes. Sin embargo, estoy casi segura de que Sasuke hizo un juego de palabras literario hace un momento. Uchiha podría muy bien ser una anomalía inesperada. Me intriga.

—Sí, soy canadiense.

—¿Es que todo el mundo en Canadá llama a los coños castores?

¿Así cómo los británicos los llaman conchas? —No puedo creer que le esté preguntando esto. Estoy apenas un poco entumecida; de lo contrario, me gustaría echarle la culpa a la embriaguez.

Parpadea un par de veces. —¿Dijiste "coño"?

Es posible que su casco no hubiera estado bien ajustado y sufrió una lesión en la cabeza durante la pelea. Hay un dulce moretón en el costado de su mandíbula cincelada. Su nariz está torcida con un modesto golpe de lo que me imagino es debido a múltiples golpes. No es feo, sin embargo. Es sexy, de forma jodo-con-las-personas.

—No, dije "coños", en plural, como más de uno. —Me avergüenzo a mí misma.

Para evitar decir algo peor, me excuso para pretender fumar. Agarro mi bolsa y suéter y dejo la cerveza. En base a la mierda que sale de mi boca, no necesito añadir cualquier combustible a ese fuego.

Naruto agarra mi brazo mientras lo paso. —Oye, ¿qué pasa contigo y Uchiha?

Sasuke se pone su chaqueta. Tal vez se va. Que pena; era divertido para hablar y agradable a la vista.

Suspiro con irritación. —Es cortesía común entablar una conversación con la persona sentada junto a ti, ¿o no te acuerdas las reglas de etiqueta social del jardín de infantes?

—¿Reglas de qué?

—Olvídalo. ¿Qué otra cosa se supone que debo hacer? ¿Ignorarlo? Estaba siendo educada. —Y Sasuke es entretenido.

—Sí, bueno, no conozco mucho a estos chicos todavía y él tiene una reputación. Ten cuidado con quien te pones amigable.

—No lo manoseaba debajo de la mesa. Hablábamos. Voy a fumar.

Dejándolo con la exhibicionista de vagina, me dirijo a la puerta. La temperatura ha bajado en la última media hora, así que me pongo mi suéter. Encontrando mis cigarros, llevo uno a mis labios y busco mi encendedor. No puedo encontrarlo.

—¿Necesitas fuego? —Levanto la cabeza de mi bolso para encontrar a Uchiha sosteniendo una caja de fósforos.

—¿Me estás siguiendo?

Se encoge de hombros y me da una sonrisa que podría destruir mi ropa interior. Si fuera lo suficientemente tonta como para dejarme ser afectada de tal manera. No lo soy. Parcialmente.

—Pensé que te gustaría un poco de compañía. —Abre la caja de fósforos y saca uno.

Aprieto el cigarrillo entre mis labios. Sasuke lo enciende y lo rodea con su mano para proteger la llama. Mira mientras inhalo, las brasas ardiendo de color naranja mientras tomo una superficial calada y toso.

—¡Mierda! —Lágrimas aparecen en mis ojos cuando el humo llega a ellos. Maldiciendo como un marinero, me tapo los ojos con mi palma.

—Tienes una boca sucia, ¿eh?

—Sólo cuando trato y fumo con mi globo ocular —digo entre toses.

Sasuke lanza los fósforos en una mesa y da golpecitos a mi espalda hasta que dejo de botar humo de mi pulmón. —Uzumaki no parece muy feliz.

Por la ventana, veo a Naruto y exhibicionista de vagina. Ella no está tomando constantes selfies, por lo que a él no parece importarle que esté colgando de su brazo mientras mira en nuestra dirección. Se comporta como un imbécil colosal esta noche.

—A la mierda Naruto. —Tomo una calada falsa de mi cigarrillo.

Los hoyuelos aparecen en las mejillas de Sasuke cuando exhalo una nube de humo y ahogo de regreso otra tos.

—¿Fumas si quiera?

Me debato entre mentir y decidir la verdad. —En realidad no. Lo hago como una manera de escapar de situaciones sociales difíciles.

—¿Así que viniste aquí para escapar de mí?

—No eres tú en particular.

Su lengua se asoma para barrer a través de su labio inferior. Tiene una bonita boca, incluso con la división en la esquina. Recordando la forma en que tumbo al tipo de Atlanta, me hace calentarme por todas partes. Pensamientos como estos están obligados a meterme en problemas. Los jugadores de hockey son malas noticias. Especialmente los tan calientes como él.

Me mira expectante. Maldita sea. Debe haber hecho una pregunta. Mi mente vaga como una ardilla que tomó Red Bull.

—Lo siento, ¿qué? —Sacudo la ceniza de mi cigarrillo.

—Leías durante el juego, ¿qué libro? —Suena realmente curioso y un poco ofendido.

—Tom Jones. Tengo que terminarlo para mi club de lectura el martes.

Guau. Sí que sueno como una ganadora. Debe haberme observado mientras estuvo suspendido por un tiempo.

—¿Desplegándote en un partido de hockey? Algo así como intelectual con cerveza y violencia, ¿no es así?

Parpadeo como si hubiera sido alumbrada con una linterna. Sasuke sabe quien escribió Tom Jones, y usó la palabra intelectual en el contexto apropiado. Tenía razón; sí entendió mi referencia de Shakespeare. Sasuke Uchiha ha destruido por su propia cuenta mi equivocación con respecto al intelecto inferior de los jugadores de hockey, con una sola frase. De este modo, se ha convertido infinitamente más caliente de lo que era hace cinco segundos.

—¿Has leído a Fielding? —Doy un paso más cerca. Mi voz es baja, como si hubiera cambiado al modo operadora de sexo por teléfono.

—Yo… yo… yo…

Es adorable. Lleva una expresión con la que estoy familiarizada: el pánico fusionado con el miedo. He pasado por lo mismo cuando inadvertidamente revelé mis tendencias nerds extremas. Casi todas las noches prefiero mucho más quedarme en casa acurrucada con un libro o jugando solitario que pasar el rato en un bar. De ahí el consumo de cerveza excesiva y fumar falsamente cigarrillos.

—Creo que la alfabetización es sexy —susurro.

—Yo también. —Sus hoyuelos hacen acto de presencia.

Tengo uno de esos raros momentos donde mi cerebro se fríe y hago algo completamente fuera de lugar. Es tan fuera de mi código de conducta personal que probablemente voy a revivir el incidente una y otra vez tratando de averiguar lo que accionó el interruptor. Por el momento, culpo a las cervezas, diferencia horaria, y sus preciosas referencias literarias.

Agarro a Uchiha por la camisa y llevo su cara a la mía.

Su boca es suave y cálida. La barba en su mentón rasca mi piel, y me gusta. Meto mi lengua en su boca. Bueno, eso no es cierto. La deslizo al otro lado de su labio inferior, tocando la división apenas sanada, y se abre para mí. Lo suave, cálido y húmedo se vuelve aún más suave, cálido y húmedo. Sabe como a chocolate, y más débilmente, a licor de café.

Su mano extiende un rastro caliente a lo largo de mi costado, y me jala apretadamente contra él. Es todos bordes duros y calientes, y puedo sentir… Santa… hay una masiva protuberancia presionándose contra mi estómago.

Después de muy poco tiempo para mi gusto, rompe el beso, arrastrando sus labios por mi mejilla hasta mi oído. —¿Quieres salir de aquí?

—Naruto te va a matar.

—Puedo manejarlo.