35.

Berlín no era como esperaba. Si bien en un comienzo encontraba aquellas calles adoquinadas preciosas, luego de una semana y media el sonido de éstas al soportar el peso de las bicicletas zigzagueantes me tenía podrido, especialmente cuando el sol insistía en marcar nuestros cuellos y dejarnos las frentes brillantes de sudor.
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Maldita sea.

Maldito armario.

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Creo que literalmente los pies nos quedaron en la calle, ya que visitamos cada puto anticuario de la ciudad, para estar tan en cueros como cuando comenzamos. Ni una condenada pista. Cero avances. Nada de nada.

–Sólo han pasado diez días, Draco –soltó de pronto Theodore, leyendo a la perfección mi malestar, mientras volvíamos a ese viejo apart hotel que era la única opción de alojamiento en esa época–. Creo que debes bajarle un par de cambios a tus expectativas y subirle el volumen a tu paciencia. Aparecerá eventualmente, ya verás.

Lo miré incrédulo mientras abría la puerta de nuestro departamento compartido.

-Lo dice quien hace un par de semanas me auguraba fracaso rotundo –rezongué, pasándome las manos por la cara, frustrado, en medio de la sala.

Noté que él reprimía una sonrisa mientras se encogía de hombros.

-Ya te dije que no recuerdo haber dicho eso. Y de ser así, no siempre tengo que estar de acuerdo con lo que pienso. Por lo demás, ahí tenía inconscientemente intereses creados. Quería que te quedaras –añadió con inocencia falsificada, mientras me guiñaba descaradamente el ojo.

–¿Y ahora no? –le seguí el juego por inercia.
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¿Qué diablos fue eso Draco?

¿Acaso le estabas coqueteando inconscientemente?

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–Resignación es mi segundo nombre –puntualizó él–. Aunque mi segundo apellido es tozudez. A veces gana uno o lo otro. Quédate con mi charla motivacional en vez de quejarte tanto. Con ese ceño tan fruncido podría echarle agua y fundar un río.

Un resoplido interrumpió la conversación. Ahí, sentada en el sofá con un libro entre sus piernas, estaba Hermione, fulminándonos con la cara en rictus y una ceja levantada.

–Theodore, en serio, ¿puedes dejar de tratar de ligártelo cinco segundos? –siseó, y tuve que desviar la mirada para tratar de esconder la vergüenza que me dio haberme olvidado de ella–, me haces sentir incómoda e invisible.

Theodore se acercó para sentarse a su lado, pasando la mano por encima del hombro opuesto y apretujarla de un modo amistoso. Aún no me acostumbraba a ese cambio de actitud. Era jodidamente extraño verlos interactuar. Hasta podría decir sospechoso. Invitarla a nuestro viaje, luego defenderla cuando traté de hacerles un white fanging, tocarla con esa naturalidad. ¿Acaso había entrado en otro universo más y ni me enteré?

–Solo estoy siendo yo, querida –le dijo con toda la calma del mundo–. No le subas los humos a este otro, que después se lo cree y no querrá abandonarnos... por cierto, ¿que tantas glosas vas a agregar a ese libro? Llevas dos días sin levantar la nariz de ahí. ¿De qué trata? –añadió, tratando de ojear sus páginas.

Ella le cerró el libro en la cara y se liberó de su agarre, ordenando su cabello con la nariz bien respingada, antes de pronunciar sus siguientes palabras.

–Estoy apostando en otra realidad, Nott. No me gusta perder. Ganaré aunque no sea yo.

La miramos confundidos y sin entender ni pizca, pero decidimos que era mejor dejarla en paz. Se notaba que estaba estresada y no podía culparla, nosotros también lo estábamos y no poco. Sin embargo, luego de un instante, ella retomó la palabra con un tono severo.

–Creo que hemos cubierto casi el noventa por ciento de los locales donde podría estar el armario. En el peor de los casos, podría haberse vendido ya. Y en el super peor de los casos, podrían habérselo llevado de Alemania o haberse destruido en un incendio o algo así…

–Granger –advirtió Theo, cambiando su actitud diametralmente, más fue ignorado por la susodicha.

–Creo que es necesario que hablemos sobre opciones y empezar a buscar estrategias alternativas –sentenció, guardando su libro en el bolso para mirarme fijamente–. No voy a endulzarte las cosas, Draco, pero tranquilo, tampoco voy a rendirme ni dejaré que tú lo hagas. A pesar de que, al igual que Nott, tuve conflicto de intereses y probablemente aún los tenga.
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Mierda, ¿Me encendieron el sol en la cara o qué?
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Me giré instintivamente a ver a Theodore justo para apreciar el cambio en su lenguaje corporal, que ahora gritaba lo evidente, ya que estaba en "modo territorial". Los dos eran tan directos como obstinados y eso me descolocaba. Ese tipo de situaciones seguían repitiéndose contra mi salud mental.

Contra mi voluntad, sentí como mis mejillas se coloreaban y cómo ese cuerpo adolescente se alborotaba ante tales declaraciones subrepticias. "¿Tú crees que sepan compartir? Ya sé que Nott dijo que no, pero ya te dijo que no siempre tiene que estar de acuerdo con lo que piensa…" lanzó el estúpido de mi alter ego, empeorando la situación. A decir verdad, ¡ni siquiera supe cómo responderle!, ya que mi cabeza estaba haciendo cortocircuito. Sin darle dos vueltas, sabía que si fuera por ese Draco, ya estaría en una relación poliamorosa hace días y, ¡demonios! él no era así. O al menos, en su propia realidad, no lo era.

Su existencia estaba convertida en un puto dramedy y el silencio reinante solo hacía más denso el ambiente.

–Creo que sería bueno que nos distrajéramos un poco –soltó de pronto Theodore–. ¿Qué les parece? Podemos ir al bar de la esquina a tomar algo y tratar de relajarnos. A veces el estrés pasa la cuenta y no permite ver lo evidente.

–Somos menores, Nott –respondió ella, rodando los ojos–. Y si bien en teoría Draco no lo es, se ve como uno.

Theodore abrió la boca y luego la cerró. Pude ver como por su cabeza pasó decirle que la "única menor era ella". También pude notar como luego recordó que ese pequeño gran detalle le era totalmente desconocido. No había necesidad de ponerla al tanto de ello, porque eso necesariamente llevaría a preguntas incómodas sobre dicha línea temporal y ¿Qué diría Theodore cuando le preguntara sobre su futuro? ¿Podría soportar que después de quinto año no tuvo uno?

–Entonces, buenas noches. Saldré a caminar –anunció él, retirándose sin esperar respuesta.

Nos miramos brevemente con Hermione y luego de un asentimiento, ella regresó a su habitación. Suspirando, arrastré los pies hacia el baño para mojarme la cara, como si ello me permitiera despertar de todo. Quizás en el fondo me encontraba en coma en algún hospital de Londres, y todo esto era una alucinación provocada por los medicamentos. Quizás ahí mismo se encontraba Scorpius tomándome la mano, esperando que despertase. O quizás, de verdad estaba ahí y solo tenía que tratar de albergar la esperanza de que podría encontrar el regreso a mi universo, aunque parte de ese estúpido órgano que protege mi caja torácica se quedara con esos dos que ahora me acompañan.

Salí algo derrotado y sintiéndome como la mierda, lo cual ya se había convertido en algo casi crónico. Entré a mi habitación y me coloqué el pijama con desgano, pensando en cuáles decepciones sufriría mañana para ir adelantando el trabajo de la desilusión, cuando un par de golpes anunciaron visita.

–Una ofrenda. Para que vayas practicando. ¿Hay que repetirlo todo no? borrachera incluida.

Ahí estaba Theodore, estirándome una botella de whisky que quizás dónde se había conseguido, con una sonrisa ganadora digna de comercial de pasta dental. Su cabello estaba algo alborotado, por lo que no me sorprendería que hubiera ido a la licorería más cercana a birlar alcohol para mí y mi depre.

–Te adoro –solté sin pensarlo, mientras tomaba la botella entre mis dedos y la abría para dar un largo sorbo.

El whisky hizo arder mi garganta, y una sensación de relajo la acompañó. Sin embargo, al terminar de beber el trago me di cuenta del desliz y que el mismo no había pasado sin tener repercusiones, ya que los ojos de Theodore eran un cúmulo de emociones reprimidas, que pronto se desvanecieron al darse cuenta de mi reacción tardía.

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Era un maestro de la actuación.
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–Ay sí, me dijiste algo lindo y crees que me heriste –soltó socarrón, tratando de bajarle la importancia a mis palabras–. Draco, en serio, dame más crédito. Nada que puedas hacer será peor de lo que ya viví en el futuro que ya no es. Soy inmune y a prueba de maldiciones. Por mi no te preocupes. Estaré bien.

Una opresión bastarda en el pecho comenzó a cortarme la respiración. ¿Preocuparme por él? ¿Preocuparme por Hermione? No. Ellos eventualmente estarían bien, tenían toda una vida por delante. Pero ¿Yo? Yo sabía que luego de la adrenalina de haber regresado, volvería a ser la misma persona solitaria, salvo por mi adorado hijo, que también algún día haría su propia vida y se iría de mi lado, dejándome irremediablemente solo.

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Esa puta sensación a la que nunca me podría acostumbrar por más que fingiera que era parte de mi naturaleza.
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Y entonces, pasó algo que nunca me había pasado. Sentí pena por mí. Sentí pena por ese adolescente que quedó entre la espada y la pared cuando aún iba a la escuela. Sentí pena por aquel joven a quien le encargaron matar a uno de los magos más importantes del mundo mágico siendo tan solo un crio. Por aquel que debía tolerar por miedo que torturaran gente en su propia casa y aquel que la sociedad rechazó por su pasado oscuro durante años aunque no tuvo muchas opciones de un camino distinto.

Tuve pena por ese adulto que cuando ¡por fin! alcanzó la felicidad, se vio inesperadamente viudo y con un hijo a cuestas. Y sentí pena por esa segunda oportunidad que ahora buscaba desechar porque al fin y al cabo, Scorpius era más importante que mi propia vida.

–¿Estás llorando? –la voz sorprendida de Theodore me sacó de la vorágine de mis pensamientos–. Mierda nunca te vi llorar.

Ceñudo, toqué mi cara y efectivamente la sentí mojada. Dejé escapar una pequeña carcajada ante la revelación.

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"Y yo que pensaba que estaba seco…"

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–Lo siento. Tremendo trauma ha de ser –respondí bromeando, utilizando el puño de mi pijama para secarme.

–No sé qué hacer –esbozó él, rascándose la nuca.

–Solo no te burles.

–Soy bromista, no hijo de puta.

Dejé caer la cabeza, esperando que la calma me devolviese a mis cabales, cuando sentí como se aproximaba y me rodeaba con sus brazos.

Me paralicé y aguanté la respiración.
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Era un abrazo cálido. No muy fuerte pero sí decidido. Era extraño y a la vez acogedor, proporcionándome una tranquilidad que en ese momento necesitaba más que nunca.

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Y entonces, exhalé, liberándome de una extraña pena que no tenía consciencia que era tan pesada.
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–¿Está bien así? –preguntó en un susurro.

No sé si se refería al abrazo en sí o a la presión que estaba ejerciendo, pero tampoco importaba.

–Silencio. Solo… silencio –respondí cerrando los ojos, dejándome consolar por primera vez en décadas.

Era injusto. Una parte de mi así lo percibía. Theodore siempre estaba para mí a pesar de que solo se llevaría de regreso chasco tras chasco de mi parte o de mi alter ego.

-Así como tú entiendes por qué podría estar atraído a Granger, puedo entender porque el Draco de esta dimensión podría haberse sentido atraído a ti –le dije, sin moverme de mi posición–. Lamento que ese Draco te haya lastimado y no te haya tomado lo suficientemente en serio.

Lo escuché reír.

–¿Sabes? Yo creo que si lo hacía a su modo. No era un santo, pero tampoco un cretino. Solo estaba muy atormentado. Todos lo estábamos. Era un futuro muy oscuro. Tener la mente clara en cualquier ámbito era un privilegio.

Un portazo nos separó casi de un salto y pude ver a Granger a espaldas de Nott, sosteniendo la botella que en algún momento dejé caer y que rodó hasta los pies de ella.

–Theodore, me parece el colmo que trates de aprovecharte emborrachándolo y… ¿Está llorando?

Su cara se deformó al notar mis ojos hinchados y en menos de lo que alcancé a reaccionar, ella se lanzó a abrazarme por el cuello, como si tuviera una angustia inconmensurable al verme mal y se culpase por no estar ahí antes para evitarlo.

–Te dije que verte llorar era como ver un unicorno azul –soltó él, cruzándose de brazos–. Sumamente raro. En todo caso, la vulnerabilidad te sienta. Ganas Draco-puntos.

Chisté y le levanté el dedo del medio en respuesta, mientras Hermione soltaba su agarre de mi cuello y retrocedía para afirmarme de los codos.

–Lo solucionaremos. Lo prometo –soltó sin titubear.

–Granger, no prometas cosas si no sabes si las vas a poder cumplir…

–Si alguien puede cumplir sus promesas es ella. Déjala –me interrumpió Theo.

Negué con la cabeza y la miré. Sus ojos eran decididos y por un momento realmente creí que sí ella me lo prometía, más temprano que tarde estaría de regreso con Scorpius.

–¿Quieres que me quede acompañándote esta noche? Solo acompañándote, nada más –me ofreció con dulzura.

Mi corazón se saltó un latido y por encima de su hombro miré a Theodore.

–¿Me estás pidiendo autorización o disculpas? –me preguntó él, incómodo después de escucharla y ver mi reacción.

–Te estoy pidiendo que te quedes también. No quiero estar solo hoy.

Él miró a Hermione y ella lo miró a él. Nuevamente parecía que estuvieran conversando con la mirada, y luego ella solo asintió.

–De acuerdo –respondió Theo, mientras Hermione tomaba mi mano y me dirigía hasta la cama.

Me dejó acostado y arropado, retirando algunos mechones de cabello de mis ojos. Me sonrió tibiamente y luego se echó a mi derecha, mientras Theodore se apretujaba a mi izquierda en esa diminuta cama que con suerte servía para dos.

–Esto es... peculiar –comentó ella.

–Y a la vez cómodo –soltó irónicamente él.

–¿Verdad que sí?

–Ya, duérmanse –reclamé–. Es tarde.

Y como si me hubiese auto hechizado con un encantamiento –o el largo trago de whisky había hecho su magia–, mis ojos comenzaron a cerrarse y caí en los brazos de Morfeo, absolutamente en paz, sin importarme en lo absoluto lo apretado y poco práctico que resultaba compartir ese lecho, totalmente cobijado por el calor corporal de ambos.

"Pregúntales" escuché a mi alter ego insistir.

"Cállate" le respondí en mi cabeza, justo antes de perder el conocimiento y entrar en el sueño más profundo de toda mi vida.

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N/A: contra todo pronóstico, actualicé.