POR LOS VIEJOS TIEMPOS
Capítulo 2: Una gélida pelea y una cálida bienvenida:
El granizo seguía cayendo intensamente en la Isla Ventisca, mientras Grovyle continuaba su pelea contra una Froslass que pretendía congelarlo, al igual que ya había hecho previamente con un par de Porygon.
La fantasma lanzó un viento hielo que Grovyle esquivó ágilmente de un salto. El de tipo planta entonces aprovechó el impulso para contraatacar cayendo desde lo alto mientras usaba su hoja aguda, que impactó en el brazo de Froslass, derribándola contra el suelo.
-Libera a los Porygon inmediatamente – le exigió el geco entonces – De lo contrario, no me dejarás más opción que derrotarte.
-¿Por qué debería hacerte caso? – preguntó ella con cara de muy pocos amigos mientras se ponía en pie de nuevo – Este es mi territorio. Al igual que tú, esos dos Porygon aparecieron por aquí sin pedir permiso, así que estoy en mi derecho de congelaros a todos si me apetece.
-Un razonamiento un tanto egoísta, ¿no te parece? – contestó él – No seas cabezota. Puedo asegurarte que solo estamos aquí de paso y que no venimos a invadir tu territorio.
-Pues mala suerte para vosotros – respondió la fantasma haciendo salir un rayo hielo de entre sus manos, el cual golpeó en una pierna a Grovyle, que puso cara de dolor – Además, estás en desventaja de tipos. Eres tú quien debería rendirse.
-Eso habrá que verlo – comentó el geco desafiante y después usó excavar para ocultarse bajo tierra.
-¿Dónde te has metido? – preguntó Froslass mirando hacia todas partes – ¡Sal ahora mismo!
Grovyle apareció justo a sus pies y la golpeó lanzándola por los aires, aunque ella cayó sobre un montón de nieve blandita y apenas se hizo daño.
-Veo que tienes técnicas interesantes – reconoció la fantasma de hielo – Pero aún no estoy acabada – añadió poniéndose en pie de nuevo.
"Me temo que este combate va para largo" pensó el de planta mientras notaba algunos golpes que le daba el granizo al caer.
8(-o-)8
Mientras tanto en Aldea Tesoro, Melissa subía unas escaleras que, tras llevar todo el día caminando, se le estaban haciendo interminables.
-Por fin… – murmuró algo cansada al llegar al último escalón.
Alzó la vista y observó que ante ella se extendía una amplia explanada, la cual albergaba al final del todo una especie de tienda de campaña rosa con la forma de un Wigglytuff, con unos tótems de madera con forma de cabezas de Pokémon decorando a ambos lados de la entrada.
Melissa no tuvo ninguna duda al contemplar el edificio, ese era el famosísimo Pokégremio de Exploradores. De nuevo al igual que en la playa, una extraña sensación de nostalgia la invadió y, de alguna manera, se sintió como en casa de nuevo después de mucho tiempo fuera.
"Pero… ¡si yo nunca he estado aquí!" se recordó confusa. "Aunque sí que he visto algunas fotos del Pokégremio en libros y revistas. Sí, seguro que me resulta familiar por eso" le restó importancia.
La chica agitó la cabeza para terminar de quitarse esos extraños pensamientos y después caminó hacia la entrada hasta que vio algo en el suelo justo delante de ella.
-¿Una trampilla con una reja? – se preguntó en voz alta – ¿Para qué servirá? – agregó mientras se acercaba dispuesta a echar un vistazo dentro.
-¡Sitúate encima de la trampilla, por favor! – le sorprendió una voz que venía de ahí abajo, lo cual le hizo saltar hacia atrás del susto – Debo comprobar tu huella.
-¿Mi huella? – repitió Melissa extrañada.
-Eso es. Pon tu pie sobre las rejas, por favor – explicó la voz.
-Eh, sí, sí. Ahora mismo – contestó la chica sin entender demasiado y acto seguido colocó uno de sus pies sobre la trampilla – Espera, espera… ¿no será esto como en el concurso ese de la tele en el que si no acierto una pregunta me tiráis por el agujero?
-¿Qué dices? No vamos a hacerte preguntas ni a abrir la trampilla – le aseguró – Aunque me temo que sí que vas a tener que quitarte ese zapato que llevas puesto.
-¿Qué?
-Ya sé que normalmente llevar calzado es cosa de humanos, pero con esos zapatos que llevas no puedo ver claramente la forma de tu pie, así que podrías estar haciéndote pasar por quien no eres, ¿me explico? – respondió la voz.
-Bueno, está bien – accedió Melissa y acto seguido se agachó para desatarse una de sus deportivas – Esto… ¿los calcetines también tengo que quitármelos? – preguntó con algo de pereza.
-¿Tú qué crees? Y venga, date prisita que ya estamos perdiendo mucho tiempo – le contestó y la chica rodó los ojos.
-Vale, vale. Ya voy – respondió ella mientras se quitaba el calcetín, y después puso su pie derecho completamente descalzo sobre la reja – ¿Así está bien?
-Veamos. Se trata de una huella alargada y con cinco dedos, está claro que pertenece a un ser humano – analizó la voz.
-Está bien. Dile que puede pasar – escuchó entonces que hablaba una segunda voz y acto seguido unos barrotes metálicos que bloqueaban la entrada al Pokégremio se abrieron ante Melissa.
-Adelante – le dijo el primero que le había hablado.
-Gracias – contestó ella.
"¡Qué emoción, qué emoción!" pensó la chica mientras se ponía de nuevo el calcetín y se ataba el zapato rápidamente para después pasar corriendo al edificio.
Un pequeño hall la recibió. Allí no había gran cosa, simplemente a un lado una señal de madera advirtiendo que no admitían vendedores y, al otro, un panel en el que estaban anotadas las diez consignas de los aprendices que estudiaban allí. Finalmente, al fondo de la estancia había unas escaleras que partían hacia abajo, a las cuales Melissa no tardó en dirigirse.
La chica enseguida apareció en una sala muy amplia donde había un montón de gente de todo tipo congregada.
"Todos estos deben de ser exploradores" pensó ella dirigiendo su mirada de unos a otros con emoción. "Es como un sueño estar aquí".
En ese momento a Melissa le llamaron la atención unos paneles electrónicos colocados en la pared, delante de los cuales varios exploradores hacían fila para consultarlos.
-Guau – susurró completamente absorta mientras veía cómo los utilizaban.
Cuando uno de los paneles se quedó libre, Melissa no pudo resistirse a la tentación y, poniendo una sonrisa traviesa en su cara, se acercó con curiosidad a mirar más de cerca y después le dio un par de golpecitos con el dedo para comprobar el material del que estaba hecho.
-Buenas tardes – le saludó entonces una cara naranja con ojos azules y amplia sonrisa que apareció de la nada en la pantalla.
-¡Ah! – chilló Melissa asustada dando un paso hacia atrás.
-¿Qué? ¿Nunca habías visto un panel de anuncios tan moderno? – preguntó riéndose divertido al ver su reacción.
-No, esperaba que alguien colgara los anuncios a mano… o algo así – contestó ella pensativa.
-¿En qué siglo vives? ¡Eso ya está pasado de moda! – exclamó – Ahora gracias a los paneles Rotom la información se actualiza al minuto. ¡Qué digo al minuto, al segundo! Y hablando de eso… ¡actualizando el estado de las misiones! – añadió con voz robótica.
Melissa observó embobada cómo en ese momento se añadían varios cuadritos con lo que parecían misiones nuevas, mientras otros ponían "completada" y desaparecían.
-¡Vaya! – exclamó impresionada.
En ese momento, apareció un Chatot por las escaleras y se dirigió hacia donde estaba ella.
-Disculpa, no te había visto antes por aquí. ¿Eres exploradora? – le preguntó el pájaro.
-No detecto que lleve una placa de exploración con ella – se le adelantó Rotom.
-¿Qué? ¿Y qué haces aquí entonces? ¡Nada de vendedores! – chilló Chatot agitando sus alas – ¿Es que no has visto el cartel de la entrada? ¡Ni vendedores, ni representantes, ni encuestadores! ¡Lo pone bien clarito!
"Un momento, esto ya lo he vivido antes, ¿verdad?" se preguntó Melissa confusa, sintiendo un déjà vu de nuevo.
-¡No, espera! Yo no vendo nada – trató de explicarse la chica alzando las manos en un intento por tranquilizar al loro, que por su expresión parecía dispuesto a echarla de allí a picotazos – Lo digo de verdad.
-Entonces, ¿qué es lo que quieres? – inquirió él algo más tranquilo, mirándola con curiosidad de arriba abajo, no sin pasar por alto esa mochila chamuscada y aún un poco empapada que la chica llevaba a la espalda.
-Me llamo Melissa y he venido hasta aquí porque me encantaría inscribirme como aprendiz – se presentó – Mi sueño es ser exploradora y siempre quise entrenarme en este lugar.
-Yo soy Chatot y soy el capataz del Pokégremio – se presentó también – ¿Sabes? Es extraño que un humano quiera convertirse en explorador, pero no eres la primera que lo intenta. Sin embargo, muchos de vosotros termináis desistiendo y abandonando así que, antes que nada, debo advertirte que nuestro entrenamiento será igual de estricto para ti que para los demás reclutas Pokémon. No aceptaremos ninguna excusa sobre que no sabes usar movimientos, ¿entendido? – preguntó mirándola con seriedad – Todos tenemos debilidades y también fortalezas, y el deber de un buen explorador es conocerlas y así aprender a sortear toda clase de dificultades y retos – añadió solemnemente.
-Admito que soy débil y algo torpe, pero desde ya os prometo que me esforzaré mucho para estar a la altura del desafío – le contestó Melissa con decisión – Llevo toda mi vida soñando con venir a este lugar y ahora que he llegado hasta aquí no voy a echarme atrás sin intentarlo siquiera, así que…
-Está bien, está bien. Lo he entendido – la cortó el loro – Si lo tienes tan claro, entonces no hay más que hablar. Acompáñame – añadió dándose la vuelta y empezando a caminar.
-¿Ya? ¿Así de fácil? – se sorprendió la chica.
-Tú quieres inscribirte y nosotros aceptamos nuevos miembros – se encogió él de alas – No veo por qué deberíamos seguir perdiendo el tiempo discutiendo.
Melissa entonces siguió a Chatot y juntos bajaron otro piso más por las escaleras. No muy lejos de allí había un gran portón de madera frente al que se situaron.
-Detrás de esta puerta se encuentra nuestro actual jefe, que no es otro que el tátara-tátara-tátara nieto del legendario Gran Bluff, el que fue fundador de esta noble institución – le explicó el loro con orgullo – Más te vale no faltarle nunca jamás al respeto, ¿entendido? – preguntó mirándola amenazadoramente.
-Po… por supuesto – respondió la chica intimidada.
"Caray, el lorito este puede dar mucho miedo" no pudo evitar pensar.
-Bien, pues adelante – dijo Chatot abriendo el portón, dejando paso a lo que parecía un despacho – Buenas tardes, Gran Bluff – saludó mientras Melissa y él entraban a la sala.
Un Wigglytuff salió de detrás de una mesa de escritorio y se les acercó sonriente.
-¡Qué hay! – saludó el Gran Bluff entusiasmado y de manera bastante informal – ¡Vaya! No te había visto nunca – añadió mirando a la chica – ¿Cómo te llamas?
-Soy Melissa – se presentó mientras le tendía la mano para estrechársela.
-Melissa, ¿eh? ¡Encantado! – exclamó él contento correspondiéndole el gesto y empezando a agitar rápida y exageradamente la mano con entusiasmo.
"Mi… mi brazo" pensó la chica algo mareada. "Ti… tiene mucha fuerza".
-A mí muchos me llaman Gran Bluff, aunque también puedes llamarme Wigglytuff – le explicó él soltando por fin el apretón de manos – Contestaré de las dos maneras.
-De… de acuerdo – contestó ella mientras trataba de recomponerse del mareo – Lo tendré en cuenta.
-Oye, pareces algo pálida – observó Wigglytuff – ¡Ya sé! ¿Quieres comer un trozo? – preguntó mientras volvía un momento a su escritorio a por un plato con varias rodajas partidas de manzana – Te ayudará a reponer fuerzas – le aseguró tendiéndole la fruta.
-Bueno, vale – accedió Melissa llevándose un trozo y probándolo – ¡Qué rica! – se sorprendió.
-Las manzanas perfectas del Manzanar son las mejores. Te lo digo yo – le aseguró él – ¡Bien! ¡Vamos a celebrar este encuentro entre dos nuevos amigos! – exclamó feliz y a continuación se colocó una manzana entera en la cabeza y se puso a girar sobre sí mismo en un extraño baile mientras la fruta se mantenía ahí arriba en lo que parecía un equilibrio perfecto.
"¡Un momento! ¿Por qué tengo de nuevo la sensación de que esto ya lo he visto antes?" se preguntó Melissa sintiendo a la vez algo de vergüenza ajena por lo extraño del bailecito de Wigglytuff.
-Gran Bluff, esto… Melissa ha venido hasta aquí para inscribirse como aprendiz de nuestro Pokégremio – intervino Chatot ya que se dio cuenta de que la conversación no iba a ninguna parte si no hacía nada.
-¡Pero eso es estupendo! – exclamó él dejando de bailotear – ¡Ahora mismo te doy el material para que puedas empezar mañana mismo! Ve rellenando estos papeles, por fa – añadió sacando un formulario de un cajón y dejándolo encima del escritorio.
-De acuerdo – asintió la chica tomando prestado un boli que había sobre la mesa.
Mientras ella escribía en el folio los datos que le pedían, Wigglytuff se dirigió a un baúl del cual empezó a sacar un montón de cosas sin cuidado, que fueron cayendo y rodando por el suelo produciendo bastante ruido, haciendo que tanto Melissa como Chatot sintieran algo de vergüenza ajena.
-Mira Melissa, ¡aquí está todo lo que necesitas para ser una gran exploradora! – exclamó el Gran Bluff entusiasmado volviendo al lado de la chica, la cual acababa de terminar de rellenar el formulario – Lo primero y más importante, esta placa es tu identificación oficial como exploradora y con ella podrás realizar misiones – le explicó mientras se la entregaba – ¡No la pierdas!
-La cuidaré bien – le prometió ella observando su nueva adquisición.
La placa era blanca y redonda, con un pequeño círculo morado en el centro y con unas alas pequeñas y doradas a los lados. Relucía bastante, dejando claro que era nueva flamante.
-¿Ves ese pequeño círculo del centro? – preguntó Chatot y Melissa asintió – En tu caso es de color morado. Indica que de momento estás en el rango normal, el más bajo de todos los rangos de explorador. Conforme progreses en tu carrera irá cambiando de color para reflejar tu estatus.
-¡Vaya! – comentó la chica impresionada.
-Estoy seguro de que muy pronto subirás de rango – la animó Wigglytuff – Bueno, ahora te hago entrega de esta bolsa oficial que será tu nueva compañera en todas las expediciones que hagas a partir de ahora – agregó mientras se la tendía – ¡Ya verás que caben muchísimas cosas dentro!
Melissa dudó un momento al recordar el incidente con Braixen y Luxio, pero finalmente extendió la mano y recogió la bolsa. Por fuera era de color amarillo anaranjado, tenía un asa roja para colgársela al hombro y, además, llevaba un broche para cerrar con la misma forma que la placa de explorador.
-Es… muy bonita. Gracias – murmuró ella entonces.
-¿Hay algún problema, Melissa? – adivinó Wigglytuff al ver algo de preocupación en los ojos de la chica.
-Por favor, ¡prométame que la bolsa es ignífuga! – respondió ella echando un rápido vistazo a su vieja mochila.
-¿Eh? Oh, ya veo – contestó él dándose cuenta de la quemadura – No te preocupes, las bolsas oficiales están hechas de un material ultrarresistente. No se quemará ni se estropeará tan fácilmente, al igual que la placa que te he dado antes y este mapa que te entrego ahora – añadió tendiéndoselo y ella lo aceptó.
-Genial, aunque en este caso me preocupa más el agua – respondió Melissa y a continuación le mostró su viejo mapa empapado y con la tinta algo borrosa en algunas partes.
-¡Vaya! ¿Ya has vivido alguna aventura de camino a este lugar? – adivinó el Gran Bluff poniendo una gran sonrisa en su cara.
-Bueno, algo así, supongo… – murmuró ella con una risilla nerviosa y rascándose la nuca.
-No te preocupes, el mapa también es de un material especial. Será difícil destruirlo – le aseguró él.
-Entonces perfecto – contestó la chica con una sonrisa.
-Bien Chatot, ¿por qué no le muestras a Melissa su cuarto para que pueda dejar sus cosas? – se dirigió al pájaro.
-Entendido, señor – respondió él obedientemente – Sígueme, por favor – le pidió a la chica dirigiéndose hacia la puerta.
-Sí, un momentito – respondió ella mientras guardaba la placa de explorador y el mapa en su nueva mochila.
-Por cierto, la cena es en media hora más o menos – le explicó el Gran Bluff a Melissa – Asegúrate de llegar pronto al comedor si no quieres quedarte sin cenar – le recomendó.
-Está bien. Lo tendré en cuenta – contestó la chica – Hasta pronto.
-Hasta pronto – se despidió Wigglytuff también agitando ambos brazos felizmente.
Chatot y Melissa salieron del despacho y el pájaro cerró la puerta tras ellos.
-En realidad, es él quien se come la mayor parte de la comida siempre… – murmuró el loro lleno de vergüenza ajena – Bien, sígueme. Por aquí se va a los dormitorios.
Ambos entraron en un pasillo bastante largo con gran cantidad de puertas a ambos lados.
-¡Vaya! Hay muchas habitaciones – se sorprendió Melissa – No sé por qué, pero pensaba que el pasillo de los dormitorios sería más pequeño y tendría dos o tres como mucho – añadió pensativa.
-¿Es que vienes de otro tiempo o qué? – se le ocurrió decir a Chatot y ella se sobresaltó un poco, aunque no comprendió muy bien el motivo.
-¿Hablas de viajes en el tiempo? Eso suena muy absurdo, ¿no? – contestó la chica, aunque se sintió un poco frustrada consigo misma por no entender su propia reacción ante la sola idea – Siento decepcionarte, pero yo llevo toda mi vida viviendo en mi pueblo, en esta misma época.
-¡Pero bueno! No habrás pensado que lo decía en serio, ¿verdad? – le regañó él – Simplemente lo he mencionado porque recuerdo que mi abuelo me contaba que el abuelo de su abuelo decía que este lugar era bastante pequeño al principio, pero debido a la fama que fue adquiriendo a lo largo de los años se ha tenido que ampliar numerosas veces la cantidad de cuartos para los aprendices – le explicó.
-¿Ah, sí? Pues lo he dicho al azar… – murmuró confusa.
"¿Y… y ahora cómo es que me sé detalles tan minúsculos de la historia de este sitio? ¡Agh! ¿Qué me pasa hoy?" se preguntó algo agobiada. "He leído bastantes cosas sobre el Pokégremio, ¿pero algo tan simple como eso también venía en los libros?" dudó tratando de hacer memoria. "No sé, no me acuerdo…" se encogió de hombros restándole importancia finalmente.
Melissa entonces dejó que su mirada curioseara por las paredes del pasillo. Chatot se detuvo frente a una puerta, pero ella siguió caminando boquiabierta, viendo algunas fotos antiguas que había colgadas, de generaciones anteriores supuso por lo descoloridas y desgastadas que se veían algunas de ellas.
El pájaro la observó, molesto de que no le hiciera el más mínimo caso.
-¡Ejem! – carraspeó sonoramente – ¿Se puede saber a dónde vas? – le regañó dando saltitos.
-¿Eh? – reaccionó la chica saliendo de su ensoñación – ¡Ah, sí! Disculpa, pero es que este lugar me resulta muy interesante, ¿sabes? – agregó volviendo hacia atrás sobre sus pasos y Chatot suspiró sonoramente.
-Articuno, Zapdos y Moltres, por favor, dadme paciencia – murmuró el loro y después abrió la puerta – Bien, Melissa. En esta habitación hay una cama libre, espero que sea de tu agrado.
-Gracias – respondió ella mientras entraba.
El cuarto que le habían asignado no era una estancia excesivamente grande, aunque parecía confortable. Tenía dos camas, una situada a la derecha y otra a la izquierda de la puerta de entrada. Esta última tenía algunos objetos encima, por lo que Melissa supuso que ya estaba ocupada.
-Esta cama es la que está libre, ¿verdad? – preguntó la chica señalando la otra.
-Así es, la otra pertenece a Pachirisu – le explicó – Es algo inquieta, pero espero que os llevéis bien.
Melissa soltó la mochila vieja y la nueva sobre una mesita con varios cajones que había junto a su cama, y después siguió observando la habitación. Al otro extremo de la pared de la derecha, una puerta entreabierta dejaba ver el baño. Por otro lado, contra la pared del fondo se extendía un pequeño escritorio con un par de sillas. Sobre este, la luz se filtraba a través de una ventana redonda por la que Melissa se asomó. Al fondo se veía el mar, reflejando sobre el agua los últimos rayos de sol de aquel día.
-Un momento… Hemos bajado dos pisos, ¿cómo es que puede verse el exterior? – se sorprendió ella entonces.
-Tu ventana da a la ladera de un acantilado – le explicó Chatot – Es perfectamente normal que pueda verse lo que hay fuera.
-Ah, supongo que eso lo explica todo…
-Nuestra cocinera Alcremie avisará por megafonía cuando la cena esté lista – le dijo el pájaro entonces – El comedor está aquí en el piso de abajo. Si regresas yendo todo recto desde donde hemos venido, lo encontrarás justo al frente. No deberías tener problemas para llegar.
-Perfecto, muchas gracias – respondió Melissa con una sonrisa.
Chatot se fue y ella aprovechó para tumbarse en su cama para descansar un poco.
Casi no podía creerlo aún. Después de desearlo durante tanto tiempo, por fin había llegado el día en el que se había inscrito como aprendiz en el Pokégremio de Exploradores. Estaba segura de que a partir de ese momento le esperaban grandes aventuras por vivir. Era tan emocionante…
"Pero… aún tengo esa leve sensación de que ya he estado aquí antes…" pensó cerrando los ojos. "Es muy diferente a mi habilidad… ¿significará algo?" se preguntó, pero en ese momento se le abrió la boca en un bostezo. "No sé… Supongo que simplemente… tenía muchas ganas de venir…" le restó importancia mentalmente.
-¡Atención aprendices, la cena está lista! – una voz retumbó por todo el edificio gracias a la megafonía – Gran Bluff, Gran Bluff, ¡deje algo para los demás, por favor! – suplicó.
Pero Melissa no pudo escucharlo, ya que se había quedado profundamente dormida.
8(-o-)8
De vuelta a la Isla Ventisca, Grovyle y Froslass continuaban con su pelea bajo la intensa granizada que había invocado la fantasma. En ese momento ella lanzó un rayo hielo y logró congelarle una mano al geco, junto con las tres hojas que tenía en la muñeca.
-Ugh – se lamentó Grovyle al verse con la extremidad inmovilizada.
-Así te será difícil usar tu hoja aguda – dijo entonces Froslass triunfalmente – Vamos, no te resistas más. Todos sabemos cómo terminará este combate.
-¿Que me rinda? ¡Ja! – exclamó él sin perder el ánimo – No he luchado por arreglar el tiempo para acabar congelado aquí mismo.
-No sé de qué hablas, pero me da igual – contestó la fantasma mientras empezaba a preparar un nuevo viento hielo.
Grovyle esquivó el ataque de un salto, aunque notaba cómo le empezaba a faltar la energía. Aparte de la desventaja de tipos contra Froslass, tampoco le ayudaba nada el hecho de que aún estaba algo cansado debido a las numerosas peleas que había tenido durante su última aventura, y en especial la batalla contra el legendario Dialga, la más dura de todas con diferencia.
"No te preocupes por mí, saldré de esta" pensó Grovyle teniendo muy presente a su mejor amiga. "Entre otras cosas, durante nuestro viaje he aprendido que, por muy adversas que sean las circunstancias, no puedo simplemente rendirme. Si las cosas se complican, tan solo tengo que cambiar de estrategia y probar otra distinta".
Mientras seguía esquivando ataques, el geco echó un rápido vistazo a su alrededor y pronto localizó algo que le dio una idea.
"Granizo, viento hielo, rayo hielo y bola sombra" repasó el de planta mentalmente. "De los ataques de esta Froslass, el único capaz de congelar es rayo hielo. Debo esquivar todo lo demás hasta que lance uno".
Grovyle entonces se dedicó a saltar de un lado a otro por la misma zona, evitando los ataques de la de hielo lo mejor que podía.
-¿Por qué ya no me atacas? ¿Estás cansado? – se burló Froslass y a continuación lanzó su rayo hielo.
Al terminar el ataque, vio a Grovyle completamente inmóvil tras un bloque de hielo transparente.
-Te lo dije. Solo has gastado tus fuerzas inútilmente – presumió ella entonces.
Desde el punto de vista de la fantasma, el geco parecía congelado. Pero la verdad era que Grovyle se había metido en un estrecho hueco que había entre un bloque de hielo y una pared de roca, protegiéndose así también del ataque. El de planta procuró no moverse ni un milímetro, tenía que fingir que estaba completamente congelado para que Froslass se confiara y bajara la guardia.
"En cuanto se dé la vuelta, lanzaré mi contraataque" pensó él decidido. "Tengo que atacar desde lejos antes de que se dé cuenta del engaño".
-Estoy cansada. Ese Pokémon ha sido duro de roer – murmuró Froslass entonces – Será mejor que vaya a por algo de comer – añadió dándose por fin la vuelta.
Grovyle en ese momento aprovechó para salir de su escondite y, reuniendo en el brazo que no tenía congelado toda la fuerza que le quedaba, lanzó una espina de acero contra la fantasma.
-¿Qué? – se sorprendió ella girándose al oír el objeto silbar contra el viento, pero ya no le dio tiempo a esquivarlo.
Sin embargo, además de la espina de acero, la de hielo recibió a su vez un fuerte golpe con un ataque de tipo agua, por lo que Froslass cayó desmayada instantáneamente.
-Justo a tiempo – dijo alguien por detrás de Grovyle.
El geco miró hacia atrás sorprendido. Hacia él se acercaba un Pokémon de una especie que jamás antes había visto. Era de color azul y no muy grande, y llevaba una bolsa al hombro.
"¿Será un explorador?" se preguntó Grovyle mientras veía cómo el desconocido sacaba una solesfera, con la cual hizo desaparecer el granizo cambiando el tiempo a soleado, lo cual agradeció el geco.
-¿Estás bien? – le preguntó entonces el Pokémon azul.
-Bueno, he sufrido bastante daño – admitió Grovyle.
-Deberías ir con más cuidado – le recomendó – A las Froslass de esta zona les divierte congelar a los viajeros perdidos.
-Ya… me he dado cuenta – respondió el geco y entonces cayó de rodillas sujetándose una herida del brazo – Ahí dentro… hay dos Porygon congelados – añadió señalando la dirección como pudo – Tenemos que sacarlos de aquí.
El desconocido comprobó entonces el interior de la cabaña.
-¡Oh, no! Estáis todos bastante malheridos – observó con preocupación – Resistid, os sacaré de aquí inmediatamente. En Aldea Tesoro podréis recibir atención médica adecuada – añadió sacando de su bolsa una placa – No os preocupéis. Soy explorador, así que ejecutaré un rescate y saldremos todos de aquí inmediatamente.
El Pokémon de color azul alzó en alto la placa y una luz los envolvió tanto a él como a Grovyle y los Porygon, sacándolos de la Isla Ventisca. Pero el geco ya se había desmayado…
