Lía contemplaba reflexiva la cerveza que sujetaba entre sus manos. No fue su primera opción, pero era lo que tenía al alcance.

Mientras pensaba en cada paso que tendría que dar para llegar a su objetivo, también venían a su mente antiguos temores. Apenas se había dado cuenta que la mano con la que sostenía su bebida se encontraba temblando.

Sin pensarlo por más tiempo bebió la totalidad del contenido, haciendo que el golpe del alcohol hiciera efecto con mayor rapidez. Se sintió más relajada y hasta risueña.

Steven salió de cambiarse y notó lo que ella estaba haciendo. Lía lo miro e hizo un gesto como si un oficial de policía le hubiese sorprendido mientras hacía algo ilegal. Su compañero no pudo enojarse porque ella quisiera beber algo de alcohol, aunque esto no sea muy responsable como su cuidador.

Steven le hizo un comentario, en tono de broma, sobre si tenía la edad suficiente para beber.

– En términos humanos, yo ya soy toda una adulta. No solo por mi fase evolutiva, sino también porque ya superé la mayoría de edad hace un par de años. – Respondía orgullosa, llevándose las manos a su cintura. Aunque esto realmente parecía un intento tierno de sonar madura.

Conversaron sobre lo que sucedió en el ferry, mientras ella estaba enferma, y sobre las expectativas que tenía de las aguas termales. Steven se disculpó por no haber podido visitarlas, pero ella le dijo que la lluvia estaba fuera de su control.

Ya entrada en confianza, Lía continuó.

– En todo este tiempo no has hecho más que preocuparte por mí. Aun en los detalles más pequeños siempre buscas la forma de cuidarme y hasta de consentirme. Realmente no sé cómo podría agradecer este trato tan especial.

– No tienes que hacerlo. – Respondió Steven modestamente. – Esto es algo que cualquier otra persona haría.

– Creo que no es siempre el caso. – Dijo Lía, pasando uno de sus dedos por el borde de su bebida. – Fui trasladada por algún tiempo luego que mi entrenadora original no me encontrara mayor utilidad. Por mucho no tuve un rumbo y comencé a odiar a los humanos por creer que todos eran igual que ella. Y luego...

Lía hizo una breve pausa. Estaba intentando filtrar las cosas que debía y no debía decirle a su compañero si es que pretendía llegar a afianzar su relación.

– Siento mucho por lo que has pasado. – Contestó Steven.

– Esta bien. Debería ser yo misma la que lidie con mis propios problemas... Siento incomodarte con ellos.

Steven noto que ella podía sentirse algo sensible luego de contarle lo que había sucedido, y tan solo imaginarlo también le molestaba. Se acercó hasta donde ella estaba sentada e inclinándose ligeramente tomo su mano.

– Te prometo que no volverás a pasar por algo así.

Ella miro a los ojos a su entrenador y esbozo una dulce sonrisa.

Sin darle mayor tiempo de reaccionar, Lía se acercó lo suficiente a su rostro y le dio un cálido beso. Él estaba impresionado, pero los continuos besos que le daba Lía, los cuales iban teniendo mayor intensidad, fueron suficientes para que él comenzara a disfrutarlos también.

– Voy... a encontrar... – Decía suavemente Lía, tras terminar cada beso. – La forma... de recompensarte.

Lía sentó a su compañero en el sofá, sentándose sobre él para continuar con su cometido. Se quitó la blusa y dejo al descubierto sus bellos senos a plena vista, llevando sus manos hasta ellos para que pueda acariciarlos.

– Adelante. Puedes sentirlos tanto como quieras.

Las manos de Steven ya no necesitaban ser guiadas por las de su compañera, pues era él quien ahora recorría con ellas toda la piel de ese hermoso cuerpo. Muy en el fondo había estado deseando tocar ese par de perfectos senos desde aquella vez que la vio empapada por el agua, cuando visitaron el campo.

Steven acaricio y beso cuanto pudo, haciéndole soltar gemidos y nerviosas risas a Lía.

Luego de ello, Lía le iba quitando la ropa a su compañero hasta que ambos quedaron completamente desnudos, dirigiéndose a la única cama que tenía la habitación entre interminables besos y caricias.

Una vez allí, Lía abrió sus piernas, lista para ser una sola con la persona que más quería.

Steven introduce cautelosamente su sexo, mientras le dice que le avise si está siendo demasiado brusco.

– Tu nunca me harías daño. – Respondía Lía a la inquietud de su compañero.

Cuando ya había ingresado en su totalidad, comenzaron a tomar su propio ritmo. Ella tenía sus brazos rodeando el cuello de su compañero, como si temiera ser separada de él en algún punto. Mientras sus miradas parecían ser el reflejo de los sentimientos que sentían el uno por el otro.

Ya estaban cerca de su límite, y ahora Lía rodeaba la cintura de su amante con sus piernas. No iba a dejar que él tuviera la opción de terminar fuera.

– Lo siento, pero lo quiero todo. – Dijo Lía con una sonrisa pícara.

Finalmente, ambos dieron todo de sí, acabando en perfecta sincronía.

Ambos se miraban felices, todavía con la respiración agitada. Aunque técnicamente no lo fuera, parecía ser la primera vez que se entregaban a alguien por completo.

Steven se recostó en el pecho de Lía y ella acaricio su rostro con ternura. Tenía la certeza de que había logrado con su cometido exitosamente y que mejores cosas sucederían de ahora en adelante.

Nada podría salir mal.